Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
un regalo del pantera espero guste ya que son mis ultimos poemas ^^:
prohibir
mi vida a sido a si
amar
una palabra que e de olvidar
deseo
lo que mas añoro en este momento
destino
cruel y siempre dolor en mi camino
pero no importa llorar si tengo el sueño de amar
una voz me lo dice y me pregunta por que no un dia mas
una mujer prohibida
un camino cortado
un dolor que me dice cuanto e caminado
una charla absurda con una caminante encapuchado
pero esa charla me dice que este sueño a un no a terminado
perdon si me e rendido
perdon si e llorado
perohayalgo que debo hacer
y es peliar ponerte a mi lado
mujer que fue prohibida por este destino odiado
pero que si duba peleare
por un segundo que me digas te amo
prohibir
mi vida a sido a si
amar
una palabra que e de olvidar
deseo
lo que mas añoro en este momento
destino
cruel y siempre dolor en mi camino
pero no importa llorar si tengo el sueño de amar
una voz me lo dice y me pregunta por que no un dia mas
una mujer prohibida
un camino cortado
un dolor que me dice cuanto e caminado
una charla absurda con una caminante encapuchado
pero esa charla me dice que este sueño a un no a terminado
perdon si me e rendido
perdon si e llorado
perohayalgo que debo hacer
y es peliar ponerte a mi lado
mujer que fue prohibida por este destino odiado
pero que si duba peleare
por un segundo que me digas te amo
pantera_zombi- Princesa Fireball
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
¡Hola!
Mil gracias por sus comentarios! En verdad les agradezco enormemente cada una de sus palabras! Me da gusto que sigan por aqui acompañandome en esta historia!
Les traigo el capitulo 2, ¡espero que lo disfruten!
Capitulo Dos
Londres, enero de 1815
Aquella noche fría de enero, Seiya acompañaría a su madre y a su hermana al teatro. Su último cliente, un banquero rico, le había ofrecido su palco para ver a Darién Chiba en Romeo y Julieta.
Seiya había conseguido algunos buenos encargos gracias a la exposición, hasta que el calor opresivo de agosto había echado a la mayoría de los ricos de Londres. El banquero, el señor Slayton, era el último de sus clientes. Su madre y su hermana habían regresado también a Bath, pero habían vuelto a Londres con el año nuevo. Seiya había colocado un anuncio buscando encargos en el Morning Post, pero hasta el momento no había obtenido respuesta.
Mientras ayudaba a instalarse a su madre y hermana en el palco, intentaba olvidar sus preocupaciones económicas. Haruka, el hijo de sir Artemis, estaba también en el grupo, pendiente de Michiru. El joven poseía un rostro tan amable como el de su padre, pero era alto, rubio y esbelto. Proseguía con sus estudios de arquitectura y se había convertido en un invitado frecuente en la mesa de su madre ahora que Michiru y ella habían vuelto a Londres.
Michiru tomó asiento con aire de estar ya divirtiéndose.
—Es muy hermoso desde aquí arriba.
Habían asistido al teatro en una ocasión el verano anterior, pero se habían sentado abajo. Desde el palco se veían en todo su esplendor los rojos y dorados de la decoración.
Michiru miró a Seiya.
—Muchas gracias por habernos traído.
A él le alegraba que se sintiera complacida.
—Dale las gracias al señor Slayton por cederme el palco.
Michiru se volvió hacia su madre.
—Quizá deberíamos escribirle una nota de gratitud.
—Haremos eso —asintió su madre.
—Yo también le estoy agradecido —Haruka estaba en pie mirando el local—. Es un edificio muy hermoso.
Michiru se levantó y se colocó a su lado.
—Seguro que te pasas la noche mirando los arcos y el techo y te pierdes toda la obra.
Él sonrió.
—Confieso que eso me distraerá, sí.
Ella suspiró exageradamente.
—Pero la obra es Romeo y Julieta. ¿Cómo puedes pensar en un edificio cuando vas a ver posiblemente la obra más romántica jamás escrita?
Él se echó a reír.
—Podría intentar convencerte de que los arcos hermosos y las elegantes columnas son románticos, pero sospecho que jamás estarías de acuerdo conmigo.
—Por supuesto que no.
—Recuerdo que vine aquí en mi primera temporada —la madre de Seiya hablaba con tono de añoranza—. Por supuesto, era el teatro viejo. No había tantos palcos entonces.
Aquel teatro Drury Lane se había quemado en 1809.
Michiru observó a la multitud.
—Aquí hay muchos aristócratas.
Había bastante asistencia, aunque la mayor parte de la buena sociedad no volvería a Londres hasta un mes después. Quizá los encargos de Seiya aumentarían entonces. Por supuesto, ahora que había paz, muchas personas habían optado por viajar a París o Viena y no estarían en Londres. Aun así, el teatro estaba a rebosar. Darién Chiba llevaba todo el año llenando el aforo con una serie de obras de Shakespeare.
Michiru se inclinó todavía más sobre el parapeto.
—Mamá, veo a lord BlackMoon.
—¿Lo ves? —la voz de la madre de Seiya se elevó un tanto.
—Allí —Michiru se apartó para que su madre pudiera ver—. En el tercer palco. Cerca del escenario.
—Creo que tienes razón —musitó su madre.
Michiru se encontraba con otro caballero en un palco cerca del escenario. Los dos hombres conversaban mientras observaban el teatro. Si BlackMoon vio a su antigua amante entre los asistentes, no dio muestras de ello.
Se levantó el telón y Haruka y Michiru ocuparon sus sillas. La mirada de Michiru estaba fija en el escenario, pero la de su madre se desviaba constantemente al palco en el que se sentaba BlackMoon.
Seiya apretó la mandíbula.
Darién Chiba entró en escena.
—¡Es viejo! —susurró Michiru.
Shakespeare había descrito a Romeo como un joven que se enamora como sólo puede hacerlo un joven. Chiba había dejado ya atrás la juventud, pero mostraba una figura impresionante, ataviado con ropa de la antigua Verona y moviéndose por el escenario con dramatismo. Seiya pensó que sería un reto captar ese movimiento en óleo.
Artistas como Hogarth y Reynolds pintaban a los actores y actrices famosos. A Kemble y Garrick. A Sarah Siddons e Ikuko Tsukino. Los retratos se grababan e imprimían en revistas y posters para atraer a la gente al teatro. Seiya se enderezó. Quizá el teatro pudiera proporcionarle una clientela. Aunque no recibiera encargos para los actores principales, podía pintar a los menos conocidos o quizá incluso escenas que se daban en el escenario. Si podía pintar la acción de una batalla, no había razón para no hacer lo mismo con un escenario de Londres.
La idea arraigó en su mente. Su estudio estaba bastante cerca de Covent Garden, así que resultaría conveniente para los actores. O él podía desplazarse al teatro. Empezó a imaginar la escena que veía como si quisiera pintarla. Estaba dispuesto a valorar todas las escenas por su potencial artístico.
Romeo dijo sus frases sobre que pensaba asistir a la cena de los Capuleto, salió de escena y entraron lady Capuleto y el aya buscando a Julieta.
Seiya ansiaba tomar un lápiz y dibujar a lady Capuleto y al aya con las cabezas juntas.
—¿Ves? —susurró Michiru a su madre—. Lady Capuleto es Ikuko Tsukino. Su hija interpreta a Julieta.
Seiya tenía la impresión de haber visto antes a Ikuko Tsukino. Claro que, tratándose de una belleza famosa cuyas conquistas eran tan legendarias como sus interpretaciones en el escenario, era probable que la hubiera visto en alguna parte. El nacimiento de su hija natural había sido un escándalo en su día, con muchas especulaciones sobre quién podría ser el padre. Muchos artistas habían pintado el retrato de Ikuko Tsukino. ¿Por qué no Seiya?
Entró Julieta en escena.
—¿Quién llama?
—Su madre —repuso el aya.
Julieta miró al público.
—Señora, estoy aquí.
Seiya casi se levantó de la silla.
Serena.
Julieta era Serena. A esa distancia no veía claramente sus rasgos, pero se movía como Serena y hablaba como ella. La había encontrado. Había estado desesperado de poder hacerlo, pero allí estaba.
Sus ojos no la perdieron de vista mientras estaba en el escenario. Sus dedos se movían en el brazo de la silla como si estuviera dibujando el arco lleno de gracia de su cuello o las curvas sinuosas de su cuerpo.
El intermedio fue casi una tortura, pues no podía dibujarla y tenía que actuar como si su mundo no hubiera recibido un vuelco repentino. Cuando cayó el telón tras los últimos saludos de los actores, Seiya permaneció en su asiento mirándolo.
Haruka le dio la mano a su madre para ayudarla a levantarse y Seiya notó que la mujer miraba en dirección al palco de BlackMoon.
Michiru se puso en pie con las manos juntas.
—¿Verdad que ha sido espléndida? Muy triste pero preciosa. ¿No les parece?
Seiya le sonrió, abstraído todavía.
—¿Te ha gustado, pues?
Los ojos azules de Michiru brillaban de placer.
—Me ha encantado —Haruka la ayudó a ponerse la capa—. Bueno, Romeo no tanto. El señor Chiba no es mi idea de Romeo, te lo aseguro.
Haruka sonrió.
—¿No era bastante romántico?
—¡Era viejo! -Michiru hizo una mueca.
La madre de Seiya miró por encima del hombro cuando salían del palco. Una vez que estuvieran en el atestado vestíbulo, Seiya perdería la oportunidad de hablar con ellos.
Le puso una mano en el brazo a su madre.
—Quiero pedir tu permiso para dejarlos aquí.
Su madre movió la cabeza.
—Perdóname, Seiya. ¿Qué has dicho?
—Me gustaría darles las buenas noches aquí —miró a Haruka—. ¿Acompañarás a las damas a casa?
—Será un honor y un placer —repuso Haruka—. Pero esto es una sorpresa. ¿Por qué nos dejas?
La razón principal de Seiya era buscar a Serena, pero no quería decirlo así. Les daría una verdad a medias.
—Se me ha ocurrido que quizá pueda pintar a los actores interpretando sus papeles. Quiero ver al director y darle mi tarjeta.
—¿Tú pintarías a los actores? —preguntó Michiru—. ¡Eso sería espléndido! En las tiendas de grabados hay muchos de actores. Y tú estás muy cerca del teatro.
—Eso mismo he pensado yo —repuso Seiya—. Puedo ofrecer un precio razonable.
Michiru asintió.
—Muy sensato, Seiya.
—Vete, hijo mío —intervino su madre—. Nos arreglaremos sin ti.
Su madre casi nunca se quejaba por nada, ni siquiera cuando BlackMoon dejaba de visitarla. Hacía un año que no se molestaba en hacerlo.
—Entonces buenas noches —Seiya besó a su madre en la mejilla.
Michiru sonrió.
—Gracias por habernos traído.
Haruka hizo un gesto como si luchara con la espada.
—No temas. Yo me ocuparé de cualquier villano que ose cruzarse en nuestro camino.
Michiru soltó una risita.
—¡Qué tonterías! Tomaremos un carruaje de alquiler.
Haruka le pasó un brazo por la espalda.
—Sí. Y lo pagaré yo.
Una vez en el vestíbulo, se dirigieron a la puerta del teatro y Seiya al escenario. No conocía la situación exacta del Salón Verde, donde se reunían los actores después de la obra y donde iban caballeros ricos a organizar citas románticas con las mujeres más encantadoras, pero sospechaba que encontraría allí a Serena.
Cuando llegó detrás del escenario, siguió a un grupo de caballeros de aire rico, alguno de los cuales llevaban ramos de flores. Seiya caminó detrás de ellos, pero se detuvo de pronto.
BlackMoon estaba al lado de la puerta.
Conservaba todavía su porte militar, aunque iba vestido con levita negra, pantalones blancos y medias. Su cuerpo seguía siendo delgado y sólo su pelo blanco dejaba traslucir que había pasado de los cincuenta años.
BlackMoon, desgraciadamente, lo vio también a él.
—¡Seiya! —se acercó al joven—. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás en Bath?
Seiya nunca había podido disimular su disgusto por aquel hombre, aunque dudaba de que BlackMoon se hubiera dado cuenta cuando era niño. Unos cuantos altercados de adolescente con su hijo Zafiro habían dejado clara su mutua animadversión. Seiya nunca empezaba las peleas a puñetazos, pero siempre las ganaba y eso molestaba terriblemente a BlackMoon.
Se enderezó y miró al otro desde arriba.
—Tengo asuntos con el director del teatro.
—¿Tú? —BlackMoon lo miró sorprendido—. ¿Qué asuntos puedes tener tú con el señor Garayan?
Seiya sintió una sensación de victoria. Ahora conocía el nombre del director del teatro.
—Asuntos que tratar con el señor Garayan.
BlackMoon apretó la mandíbula.
—Si son asuntos del teatro, puedes decírmelo. Soy miembro del comité.
—El comité —aquello no le decía nada a Seiya.
BlackMoon apartó un momento la vista.
—El subcomité para desarrollar el teatro como un centro de cultura nacional.
Seiya recordó entonces que el dueño, Richard Brinsley Sheridan, un hombre lleno de deudas, había perdido el control del teatro, que había sido entregado a un director y una junta de subdirectores. Habían nombrado también un subcomité de notables, pero Seiya dudaba de que tuvieran acceso a la bolsa. Aun así, si Seiya se hubiera encontrado con otro miembro del subcomité, le habría hablado de cómo podía contribuir su arte a los objetivos del teatro. Pero aquél era BlackMoon.
—Mis asuntos no le conciernen —dijo.
Estaba dispuesto a apostar a que el interés teatral de BlackMoon tenía más que ver con conseguir citas con las actrices que con potenciar la cultura nacional. Actrices y bailarinas alentaban las atenciones de señores ricos que quisieran regalarles joyas, vestidos y carruajes.
Frunció el ceño. Él no tenía nada que ofrecerle a Serena.
Se dijo que sólo quería renovar su breve encuentro. Quería que ella supiera que era el artista cuya obra había admirado.
Dos caballeros se acercaron a la puerta y BlackMoon se vio obligado a hacerse a un lado. Seiya aprovechó la oportunidad para seguirlos.
BlackMoon lo agarró del brazo.
—No puedes entrar ahí, Seiya.
Seiya le lanzó una mirada amenazadora.
—¿No puedo?
BlackMoon no parpadeó.
—No todo el mundo es bienvenido. No me obligues a hacer que te echen del edificio —miró a dos tramoyistas musculosos que se hallaban cerca.
¿BlackMoon había olvidado que Seiya también había estado en la Península? Su regimiento había capturado el Águila Imperial en Salamanca. A Seiya le habría gustado ver cuántos hombres se necesitaban para expulsarlo del teatro.
Pero se acercaban más caballeros y optó por no hacer una escena. Eso no ayudaría a su propósito.
BlackMoon sonrió, pensando que su intimidación había tenido éxito. Dejó caer la mano.
—Si quieres que hable con el señor Garayan en tu nombre, tendrás que decirme de qué se trata.
Los otros caballeros estaban cerca, y ésa fue la única razón por la que Seiya habló.
—Tengo una propuesta para el señor Garayan —dijo, asegurándose de que su voz se oyera bien—. Pintar a sus actores y actrices.
—¿Pintarlos? —BlackMoon frunció el ceño.
—Soy un artista, señor —Seiya quería que lo oyeran los otros caballeros, que ahora se mostraban mas interesados.
Con suerte, uno de ellos mencionaría al señor Garayan que un artista deseaba verlo. Eso quizá le ayudara a conseguir una entrevista con el director cuando Seiya fuera a verlo a la tarde siguiente.
Convencer al señor Garayan de que lo contratara para publicitar sus obras ayudaría a Seiya en dos sentidos: con sus encargos y para volver a ver a Serena.
BlackMoon hizo un gesto de impaciencia.
—Dame tu tarjeta y yo hablaré con Garayan.
Seiya sacó una tarjeta del bolsillo.
—Dígale que Seiya Kou tiene una proposición de negocios para él. Dígale que mi trabajo se incluyó en la exposición del verano pasado.
El más curioso de los mirones pareció satisfecho. Al menos habían oído su nombre.
Seiya saludó a los hombres con una inclinación de cabeza. Estaba ya resignado. Ellos verían a Serena esa noche. Él no.
Y todo por la intromisión de BlackMoon. Seiya apretó el puño.
BlackMoon tomó la tarjeta y se la metió al bolsillo sin mirarla. Seiya se volvió para marcharse. El otro lo detuvo.
—Dime, Seiya. ¿Cómo está tu madre?
La pregunta le sorprendió.
—Bien de salud. Ha estado en la obra. ¿No la ha visto?
BlackMoon echó la cabeza a un lado con interés.
—¿En serio? —hablaba más para sí mismo que para Seiya—. O sea que Esmeralda está en Londres.
Pasó otro hombre y abrió la puerta del Salón Verde. BlackMoon salió de su breve ensueño.
—Debo irme.
Seiya estaba deseando que lo hiciera.
Aun así, habría tolerado su presencia si eso hubiera implicado ver a Serena de nuevo. En lugar de ello, BlackMoon le había impedido hacerlo.
Una razón más para despreciarlo.
Mil gracias por sus comentarios! En verdad les agradezco enormemente cada una de sus palabras! Me da gusto que sigan por aqui acompañandome en esta historia!
Les traigo el capitulo 2, ¡espero que lo disfruten!
Capitulo Dos
Londres, enero de 1815
Aquella noche fría de enero, Seiya acompañaría a su madre y a su hermana al teatro. Su último cliente, un banquero rico, le había ofrecido su palco para ver a Darién Chiba en Romeo y Julieta.
Seiya había conseguido algunos buenos encargos gracias a la exposición, hasta que el calor opresivo de agosto había echado a la mayoría de los ricos de Londres. El banquero, el señor Slayton, era el último de sus clientes. Su madre y su hermana habían regresado también a Bath, pero habían vuelto a Londres con el año nuevo. Seiya había colocado un anuncio buscando encargos en el Morning Post, pero hasta el momento no había obtenido respuesta.
Mientras ayudaba a instalarse a su madre y hermana en el palco, intentaba olvidar sus preocupaciones económicas. Haruka, el hijo de sir Artemis, estaba también en el grupo, pendiente de Michiru. El joven poseía un rostro tan amable como el de su padre, pero era alto, rubio y esbelto. Proseguía con sus estudios de arquitectura y se había convertido en un invitado frecuente en la mesa de su madre ahora que Michiru y ella habían vuelto a Londres.
Michiru tomó asiento con aire de estar ya divirtiéndose.
—Es muy hermoso desde aquí arriba.
Habían asistido al teatro en una ocasión el verano anterior, pero se habían sentado abajo. Desde el palco se veían en todo su esplendor los rojos y dorados de la decoración.
Michiru miró a Seiya.
—Muchas gracias por habernos traído.
A él le alegraba que se sintiera complacida.
—Dale las gracias al señor Slayton por cederme el palco.
Michiru se volvió hacia su madre.
—Quizá deberíamos escribirle una nota de gratitud.
—Haremos eso —asintió su madre.
—Yo también le estoy agradecido —Haruka estaba en pie mirando el local—. Es un edificio muy hermoso.
Michiru se levantó y se colocó a su lado.
—Seguro que te pasas la noche mirando los arcos y el techo y te pierdes toda la obra.
Él sonrió.
—Confieso que eso me distraerá, sí.
Ella suspiró exageradamente.
—Pero la obra es Romeo y Julieta. ¿Cómo puedes pensar en un edificio cuando vas a ver posiblemente la obra más romántica jamás escrita?
Él se echó a reír.
—Podría intentar convencerte de que los arcos hermosos y las elegantes columnas son románticos, pero sospecho que jamás estarías de acuerdo conmigo.
—Por supuesto que no.
—Recuerdo que vine aquí en mi primera temporada —la madre de Seiya hablaba con tono de añoranza—. Por supuesto, era el teatro viejo. No había tantos palcos entonces.
Aquel teatro Drury Lane se había quemado en 1809.
Michiru observó a la multitud.
—Aquí hay muchos aristócratas.
Había bastante asistencia, aunque la mayor parte de la buena sociedad no volvería a Londres hasta un mes después. Quizá los encargos de Seiya aumentarían entonces. Por supuesto, ahora que había paz, muchas personas habían optado por viajar a París o Viena y no estarían en Londres. Aun así, el teatro estaba a rebosar. Darién Chiba llevaba todo el año llenando el aforo con una serie de obras de Shakespeare.
Michiru se inclinó todavía más sobre el parapeto.
—Mamá, veo a lord BlackMoon.
—¿Lo ves? —la voz de la madre de Seiya se elevó un tanto.
—Allí —Michiru se apartó para que su madre pudiera ver—. En el tercer palco. Cerca del escenario.
—Creo que tienes razón —musitó su madre.
Michiru se encontraba con otro caballero en un palco cerca del escenario. Los dos hombres conversaban mientras observaban el teatro. Si BlackMoon vio a su antigua amante entre los asistentes, no dio muestras de ello.
Se levantó el telón y Haruka y Michiru ocuparon sus sillas. La mirada de Michiru estaba fija en el escenario, pero la de su madre se desviaba constantemente al palco en el que se sentaba BlackMoon.
Seiya apretó la mandíbula.
Darién Chiba entró en escena.
—¡Es viejo! —susurró Michiru.
Shakespeare había descrito a Romeo como un joven que se enamora como sólo puede hacerlo un joven. Chiba había dejado ya atrás la juventud, pero mostraba una figura impresionante, ataviado con ropa de la antigua Verona y moviéndose por el escenario con dramatismo. Seiya pensó que sería un reto captar ese movimiento en óleo.
Artistas como Hogarth y Reynolds pintaban a los actores y actrices famosos. A Kemble y Garrick. A Sarah Siddons e Ikuko Tsukino. Los retratos se grababan e imprimían en revistas y posters para atraer a la gente al teatro. Seiya se enderezó. Quizá el teatro pudiera proporcionarle una clientela. Aunque no recibiera encargos para los actores principales, podía pintar a los menos conocidos o quizá incluso escenas que se daban en el escenario. Si podía pintar la acción de una batalla, no había razón para no hacer lo mismo con un escenario de Londres.
La idea arraigó en su mente. Su estudio estaba bastante cerca de Covent Garden, así que resultaría conveniente para los actores. O él podía desplazarse al teatro. Empezó a imaginar la escena que veía como si quisiera pintarla. Estaba dispuesto a valorar todas las escenas por su potencial artístico.
Romeo dijo sus frases sobre que pensaba asistir a la cena de los Capuleto, salió de escena y entraron lady Capuleto y el aya buscando a Julieta.
Seiya ansiaba tomar un lápiz y dibujar a lady Capuleto y al aya con las cabezas juntas.
—¿Ves? —susurró Michiru a su madre—. Lady Capuleto es Ikuko Tsukino. Su hija interpreta a Julieta.
Seiya tenía la impresión de haber visto antes a Ikuko Tsukino. Claro que, tratándose de una belleza famosa cuyas conquistas eran tan legendarias como sus interpretaciones en el escenario, era probable que la hubiera visto en alguna parte. El nacimiento de su hija natural había sido un escándalo en su día, con muchas especulaciones sobre quién podría ser el padre. Muchos artistas habían pintado el retrato de Ikuko Tsukino. ¿Por qué no Seiya?
Entró Julieta en escena.
—¿Quién llama?
—Su madre —repuso el aya.
Julieta miró al público.
—Señora, estoy aquí.
Seiya casi se levantó de la silla.
Serena.
Julieta era Serena. A esa distancia no veía claramente sus rasgos, pero se movía como Serena y hablaba como ella. La había encontrado. Había estado desesperado de poder hacerlo, pero allí estaba.
Sus ojos no la perdieron de vista mientras estaba en el escenario. Sus dedos se movían en el brazo de la silla como si estuviera dibujando el arco lleno de gracia de su cuello o las curvas sinuosas de su cuerpo.
El intermedio fue casi una tortura, pues no podía dibujarla y tenía que actuar como si su mundo no hubiera recibido un vuelco repentino. Cuando cayó el telón tras los últimos saludos de los actores, Seiya permaneció en su asiento mirándolo.
Haruka le dio la mano a su madre para ayudarla a levantarse y Seiya notó que la mujer miraba en dirección al palco de BlackMoon.
Michiru se puso en pie con las manos juntas.
—¿Verdad que ha sido espléndida? Muy triste pero preciosa. ¿No les parece?
Seiya le sonrió, abstraído todavía.
—¿Te ha gustado, pues?
Los ojos azules de Michiru brillaban de placer.
—Me ha encantado —Haruka la ayudó a ponerse la capa—. Bueno, Romeo no tanto. El señor Chiba no es mi idea de Romeo, te lo aseguro.
Haruka sonrió.
—¿No era bastante romántico?
—¡Era viejo! -Michiru hizo una mueca.
La madre de Seiya miró por encima del hombro cuando salían del palco. Una vez que estuvieran en el atestado vestíbulo, Seiya perdería la oportunidad de hablar con ellos.
Le puso una mano en el brazo a su madre.
—Quiero pedir tu permiso para dejarlos aquí.
Su madre movió la cabeza.
—Perdóname, Seiya. ¿Qué has dicho?
—Me gustaría darles las buenas noches aquí —miró a Haruka—. ¿Acompañarás a las damas a casa?
—Será un honor y un placer —repuso Haruka—. Pero esto es una sorpresa. ¿Por qué nos dejas?
La razón principal de Seiya era buscar a Serena, pero no quería decirlo así. Les daría una verdad a medias.
—Se me ha ocurrido que quizá pueda pintar a los actores interpretando sus papeles. Quiero ver al director y darle mi tarjeta.
—¿Tú pintarías a los actores? —preguntó Michiru—. ¡Eso sería espléndido! En las tiendas de grabados hay muchos de actores. Y tú estás muy cerca del teatro.
—Eso mismo he pensado yo —repuso Seiya—. Puedo ofrecer un precio razonable.
Michiru asintió.
—Muy sensato, Seiya.
—Vete, hijo mío —intervino su madre—. Nos arreglaremos sin ti.
Su madre casi nunca se quejaba por nada, ni siquiera cuando BlackMoon dejaba de visitarla. Hacía un año que no se molestaba en hacerlo.
—Entonces buenas noches —Seiya besó a su madre en la mejilla.
Michiru sonrió.
—Gracias por habernos traído.
Haruka hizo un gesto como si luchara con la espada.
—No temas. Yo me ocuparé de cualquier villano que ose cruzarse en nuestro camino.
Michiru soltó una risita.
—¡Qué tonterías! Tomaremos un carruaje de alquiler.
Haruka le pasó un brazo por la espalda.
—Sí. Y lo pagaré yo.
Una vez en el vestíbulo, se dirigieron a la puerta del teatro y Seiya al escenario. No conocía la situación exacta del Salón Verde, donde se reunían los actores después de la obra y donde iban caballeros ricos a organizar citas románticas con las mujeres más encantadoras, pero sospechaba que encontraría allí a Serena.
Cuando llegó detrás del escenario, siguió a un grupo de caballeros de aire rico, alguno de los cuales llevaban ramos de flores. Seiya caminó detrás de ellos, pero se detuvo de pronto.
BlackMoon estaba al lado de la puerta.
Conservaba todavía su porte militar, aunque iba vestido con levita negra, pantalones blancos y medias. Su cuerpo seguía siendo delgado y sólo su pelo blanco dejaba traslucir que había pasado de los cincuenta años.
BlackMoon, desgraciadamente, lo vio también a él.
—¡Seiya! —se acercó al joven—. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás en Bath?
Seiya nunca había podido disimular su disgusto por aquel hombre, aunque dudaba de que BlackMoon se hubiera dado cuenta cuando era niño. Unos cuantos altercados de adolescente con su hijo Zafiro habían dejado clara su mutua animadversión. Seiya nunca empezaba las peleas a puñetazos, pero siempre las ganaba y eso molestaba terriblemente a BlackMoon.
Se enderezó y miró al otro desde arriba.
—Tengo asuntos con el director del teatro.
—¿Tú? —BlackMoon lo miró sorprendido—. ¿Qué asuntos puedes tener tú con el señor Garayan?
Seiya sintió una sensación de victoria. Ahora conocía el nombre del director del teatro.
—Asuntos que tratar con el señor Garayan.
BlackMoon apretó la mandíbula.
—Si son asuntos del teatro, puedes decírmelo. Soy miembro del comité.
—El comité —aquello no le decía nada a Seiya.
BlackMoon apartó un momento la vista.
—El subcomité para desarrollar el teatro como un centro de cultura nacional.
Seiya recordó entonces que el dueño, Richard Brinsley Sheridan, un hombre lleno de deudas, había perdido el control del teatro, que había sido entregado a un director y una junta de subdirectores. Habían nombrado también un subcomité de notables, pero Seiya dudaba de que tuvieran acceso a la bolsa. Aun así, si Seiya se hubiera encontrado con otro miembro del subcomité, le habría hablado de cómo podía contribuir su arte a los objetivos del teatro. Pero aquél era BlackMoon.
—Mis asuntos no le conciernen —dijo.
Estaba dispuesto a apostar a que el interés teatral de BlackMoon tenía más que ver con conseguir citas con las actrices que con potenciar la cultura nacional. Actrices y bailarinas alentaban las atenciones de señores ricos que quisieran regalarles joyas, vestidos y carruajes.
Frunció el ceño. Él no tenía nada que ofrecerle a Serena.
Se dijo que sólo quería renovar su breve encuentro. Quería que ella supiera que era el artista cuya obra había admirado.
Dos caballeros se acercaron a la puerta y BlackMoon se vio obligado a hacerse a un lado. Seiya aprovechó la oportunidad para seguirlos.
BlackMoon lo agarró del brazo.
—No puedes entrar ahí, Seiya.
Seiya le lanzó una mirada amenazadora.
—¿No puedo?
BlackMoon no parpadeó.
—No todo el mundo es bienvenido. No me obligues a hacer que te echen del edificio —miró a dos tramoyistas musculosos que se hallaban cerca.
¿BlackMoon había olvidado que Seiya también había estado en la Península? Su regimiento había capturado el Águila Imperial en Salamanca. A Seiya le habría gustado ver cuántos hombres se necesitaban para expulsarlo del teatro.
Pero se acercaban más caballeros y optó por no hacer una escena. Eso no ayudaría a su propósito.
BlackMoon sonrió, pensando que su intimidación había tenido éxito. Dejó caer la mano.
—Si quieres que hable con el señor Garayan en tu nombre, tendrás que decirme de qué se trata.
Los otros caballeros estaban cerca, y ésa fue la única razón por la que Seiya habló.
—Tengo una propuesta para el señor Garayan —dijo, asegurándose de que su voz se oyera bien—. Pintar a sus actores y actrices.
—¿Pintarlos? —BlackMoon frunció el ceño.
—Soy un artista, señor —Seiya quería que lo oyeran los otros caballeros, que ahora se mostraban mas interesados.
Con suerte, uno de ellos mencionaría al señor Garayan que un artista deseaba verlo. Eso quizá le ayudara a conseguir una entrevista con el director cuando Seiya fuera a verlo a la tarde siguiente.
Convencer al señor Garayan de que lo contratara para publicitar sus obras ayudaría a Seiya en dos sentidos: con sus encargos y para volver a ver a Serena.
BlackMoon hizo un gesto de impaciencia.
—Dame tu tarjeta y yo hablaré con Garayan.
Seiya sacó una tarjeta del bolsillo.
—Dígale que Seiya Kou tiene una proposición de negocios para él. Dígale que mi trabajo se incluyó en la exposición del verano pasado.
El más curioso de los mirones pareció satisfecho. Al menos habían oído su nombre.
Seiya saludó a los hombres con una inclinación de cabeza. Estaba ya resignado. Ellos verían a Serena esa noche. Él no.
Y todo por la intromisión de BlackMoon. Seiya apretó el puño.
BlackMoon tomó la tarjeta y se la metió al bolsillo sin mirarla. Seiya se volvió para marcharse. El otro lo detuvo.
—Dime, Seiya. ¿Cómo está tu madre?
La pregunta le sorprendió.
—Bien de salud. Ha estado en la obra. ¿No la ha visto?
BlackMoon echó la cabeza a un lado con interés.
—¿En serio? —hablaba más para sí mismo que para Seiya—. O sea que Esmeralda está en Londres.
Pasó otro hombre y abrió la puerta del Salón Verde. BlackMoon salió de su breve ensueño.
—Debo irme.
Seiya estaba deseando que lo hiciera.
Aun así, habría tolerado su presencia si eso hubiera implicado ver a Serena de nuevo. En lugar de ello, BlackMoon le había impedido hacerlo.
Una razón más para despreciarlo.
OoOoO
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Al día siguiente, Seiya, vestido sólo con camisa y pantalones viejos manchados de pintura, estaba dando los últimos toques al retrato del señor Slayton cuando llamaron a la puerta.
Antes de que pudiera dejar la paleta y ponerse una levita, se abrió la puerta y entró BlackMoon.
—Seiya… —como muchos militares, BlackMoon parecía conservar la costumbre castrense de madrugar.
—¿Qué significa esto? —Seiya se colocó delante del caballete—. No puede entrar aquí cuando se le apetezca.
BlackMoon se quitó el sombrero y los guantes con indiferencia y los dejó en la mesita al lado de la puerta.
—¿Trabajas aquí? —miró a su alrededor con desdén.
Sábanas blancas cubrían los muebles y había cajas de madera y lienzos enrollados por el suelo, pero Seiya no tenía la menor intención de disculparse por el desorden. Ordenaba aquello cuando esperaba que fuera gente a posar.
—Dígame por qué ha venido o márchese —Seiya se cruzó de brazos.
BlackMoon se acercó al caballete y examinó el retrato del señor Slayton. Se encogió de hombros.
—Parece que tienes cierta pericia. Más de una persona me lo dijo así después de que te marcharas anoche.
¿Habían hablado de él? ¿Lo recordaban quizá de la exposición? Seiya disimuló su alegría. Esperaba que esos admiradores lo hubieran mencionado también al señor Garayan.
—No me ha dicho por qué está aquí.
—Quiero hacerte un encargo.
Seiya no vaciló.
—No.
BlackMoon enarcó las cejas.
—Todavía no has oído el encargo.
—No necesito oírlo. No me interesa pintarlo a usted. Las razones deberían ser evidentes —se dirigió a la puerta.
BlackMoon no se movió del sitio. Se echó a reír.
—Si pensara encargar un retrato mío, contrataría a Lawrence o a alguien de su calibre. No, se trata de un retrato de otra persona. Una mujer.
Seiya entrecerró los ojos. Debería haberlo adivinado.
—Por supuesto que no.
Le ponía enfermo que BlackMoon le pidiera que pintara a una mujer. Ella sólo podía ser su última conquista. Y Seiya no haría algo así aunque no le quedara más dinero en el mundo.
Abrió la puerta, pero BlackMoon ignoró el gesto.
—Esta mañana he hablado con mi administrador y me ha dado la dirección de tu madre. Está cerca de aquí, ¿eh? —el tono de BlackMoon era agradable, pero a Seiya no le pasó por alto la amenaza latente en él.
Agarró el picaporte con fuerza.
—Hable claramente, señor.
BlackMoon sonrió.
—Sólo se me ha ocurrido visitarla. Nada más.
Seiya lo miró con ira.
—Supongo que no tendrás objeción —añadió el otro.
Seiya tenía muchas objeciones, pero ninguna que pudiera pronunciar en voz alta. Por mucho que a él le disgustara la idea, su madre desearía aquella visita.
—Eso es decisión de mi madre.
BlackMoon se acercó a la puerta y tomó su sombrero y sus guantes. Cuando pasó al lado de Seiya, dijo:
—Yo siempre me salgo con la mía.
Seiya oyó ruido de cañones en su mente. Se acercaba una batalla, estaba seguro, pero esa vez en sus aposentos de Londres y no en el campo de batalla.
OoOoO
Antes de que pudiera dejar la paleta y ponerse una levita, se abrió la puerta y entró BlackMoon.
—Seiya… —como muchos militares, BlackMoon parecía conservar la costumbre castrense de madrugar.
—¿Qué significa esto? —Seiya se colocó delante del caballete—. No puede entrar aquí cuando se le apetezca.
BlackMoon se quitó el sombrero y los guantes con indiferencia y los dejó en la mesita al lado de la puerta.
—¿Trabajas aquí? —miró a su alrededor con desdén.
Sábanas blancas cubrían los muebles y había cajas de madera y lienzos enrollados por el suelo, pero Seiya no tenía la menor intención de disculparse por el desorden. Ordenaba aquello cuando esperaba que fuera gente a posar.
—Dígame por qué ha venido o márchese —Seiya se cruzó de brazos.
BlackMoon se acercó al caballete y examinó el retrato del señor Slayton. Se encogió de hombros.
—Parece que tienes cierta pericia. Más de una persona me lo dijo así después de que te marcharas anoche.
¿Habían hablado de él? ¿Lo recordaban quizá de la exposición? Seiya disimuló su alegría. Esperaba que esos admiradores lo hubieran mencionado también al señor Garayan.
—No me ha dicho por qué está aquí.
—Quiero hacerte un encargo.
Seiya no vaciló.
—No.
BlackMoon enarcó las cejas.
—Todavía no has oído el encargo.
—No necesito oírlo. No me interesa pintarlo a usted. Las razones deberían ser evidentes —se dirigió a la puerta.
BlackMoon no se movió del sitio. Se echó a reír.
—Si pensara encargar un retrato mío, contrataría a Lawrence o a alguien de su calibre. No, se trata de un retrato de otra persona. Una mujer.
Seiya entrecerró los ojos. Debería haberlo adivinado.
—Por supuesto que no.
Le ponía enfermo que BlackMoon le pidiera que pintara a una mujer. Ella sólo podía ser su última conquista. Y Seiya no haría algo así aunque no le quedara más dinero en el mundo.
Abrió la puerta, pero BlackMoon ignoró el gesto.
—Esta mañana he hablado con mi administrador y me ha dado la dirección de tu madre. Está cerca de aquí, ¿eh? —el tono de BlackMoon era agradable, pero a Seiya no le pasó por alto la amenaza latente en él.
Agarró el picaporte con fuerza.
—Hable claramente, señor.
BlackMoon sonrió.
—Sólo se me ha ocurrido visitarla. Nada más.
Seiya lo miró con ira.
—Supongo que no tendrás objeción —añadió el otro.
Seiya tenía muchas objeciones, pero ninguna que pudiera pronunciar en voz alta. Por mucho que a él le disgustara la idea, su madre desearía aquella visita.
—Eso es decisión de mi madre.
BlackMoon se acercó a la puerta y tomó su sombrero y sus guantes. Cuando pasó al lado de Seiya, dijo:
—Yo siempre me salgo con la mía.
Seiya oyó ruido de cañones en su mente. Se acercaba una batalla, estaba seguro, pero esa vez en sus aposentos de Londres y no en el campo de batalla.
OoOoO
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Seiya tardó una hora en poder concentrarse de nuevo en el retrato del señor Slayton y darle los toques finales. Mejor concentrarse en las pinceladas que pensar en la visita de BlackMoon a su madre.
Miró el cuadro que tenía delante. Había hecho posar al señor Slayton en un escritorio, con una pluma en la mano. Habría sido más rápido pintar simplemente la cabeza del banquero sobre un fondo oscuro, pero él prefería poner contexto en sus cuadros, crear una sensación de movimiento. Si había sentimiento, no podía decirlo. El sentimiento que había visto Serena en los dos cuadros de Somerset House había salido inconscientemente.
Tomó un pincel pequeño y miró el cuadro, pero en su lugar vio a Serena. Pensar en ella era el mejor antídoto para el encuentro con BlackMoon. Tal vez la viera ese día. Pensaba visitar el teatro por la tarde.
Llamaron de nuevo a la puerta. Seiya se preparó para otra intromisión de BlackMoon, pero la persona que llamaba no entró, sino que volvió a llamar. Seiya dejó la paleta, limpió el pincel y fue a abrir.
—Seiya —Michiru entró en la estancia—. Mamá desea verte.
—¿Qué ha ocurrido?
Ella le tomó el brazo.
—Nada terrible —sonrió—. Lord BlackMoon la ha visitado.
Él frunció el ceño.
—¿Le ha dicho algo malo?
Michiru parecía sorprendida.
—Claro que no. Ella estaba encantada. Ya sabes lo que siente mamá por él.
Sí, lo sabía. Pero no lo entendía.
—¿Y por qué desea verme?
—No estoy segura —Michiru se quitó la capa y la colgó en el perchero al lado de la puerta—. Sólo he estado unos minutos con ellos. Lord BlackMoon me ha dicho cosas muy bonitas. Y a mamá también. Ha sido un placer verlo.
—¿Sigue allí? —preguntó Seiya, que prefería evitarlo.
Ella negó con la cabeza.
—Se ha ido y mamá me ha pedido que venga a buscarte.
Seiya se acercó al caballete a limpiar los pinceles. Cubrió la paleta con un trapo para que no se secara la pintura y se lavó las manos.
—Dame un momento para cambiarme de ropa.
Unos minutos después, Michiru y él caminaban en dirección a la residencia de su madre en Adam Street. A Seiya le gustaba tener cerca a su familia después de la larga separación de la guerra y el dinero de BlackMoon podía pagar residencia en Londres y en Bath, pero su madre habría sido más inteligente si hubiera ahorrado ese dinero para el futuro de Michiru.
La joven se detuvo de pronto.
—¿Crees que lord BlackMoon le ha pedido que se case con él? ¿Qué quiere verte por eso?
Él soltó una risita seca.
—Eso es una idea ridícula, Michiru.
Ella apretó los labios.
—¿Por qué es ridícula? Ahora es un hombre viudo.
Él movió la cabeza.
—Ha pasado más de un año sin visitarla. Eso no es el preludio a una proposición.
Michiru lo miró como si hubiera perdido el juicio.
—Seguro que a lord BlackMoon le preocupaba lo que pudiera pensar la gente si iba a ver a madre recién muerta su esposa. Quería proteger la reputación de ella.
Seiya reanudó la marcha.
—Nunca ha protegido su reputación antes de que muriera su esposa.
Ella se apresuró a alcanzarlo.
—Tú no lo comprendes. Ahora que es un viudo de rango, es más importante protegerla de los cotilleos.
Seiya se mordió la lengua. Siempre había intentado proteger a Michiru de la sórdida realidad de la relación de BlackMoon con su madre y no iba a cambiar ahora.
—No comprendo por qué te disgusta tanto BlackMoon —Michiru parecía herida.
Seiya no quería que Michiru tuviera buena opinión de BlackMoon, sólo que no pensara mal de su madre.
—Supongo que me disgusta porque no es nuestro padre —y por lo pronto que había reemplazado a su padre en el lecho de su madre.
Ella le apretó el brazo.
—Yo no recuerdo a nuestro padre. Sólo recuerdo que BlackMoon ayudó a nuestra madre cuando éramos pobres.
Nunca habían sido tan pobres como para que su madre no hubiera tenido la oportunidad de buscar un segundo matrimonio respetable. BlackMoon había arruinado eso.
Llegaron a la puerta de su madre, pero Michiru lo retuvo.
—¿No puedes considerar romántica la situación entre madre y lord BlackMoon?
—¿Romántica? —Seiya no podía mentir—. No, no puedo.
—Pues yo sí. Se han amado durante muchos años, pero como lord BlackMoon estaba casado, no podían estar juntos. Aun así, la amaba con tanta pasión que no podía alejarse del todo.
Él le lanzó una mirada de desaprobación.
—¿Pasión?
Ella levantó la barbilla.
—Ya no soy una niña. Sé lo que ocurre entre un hombre y una mujer.
Seiya puso la mano en el picaporte.
—Lo que ocurre entre un hombre y una mujer no es necesariamente romántico, mi querida hermana.
Michiru se mantuvo firme.
—Tiene que amarla. Paga todo lo de ella. Nuestra comida. Nuestra casa. Todo.
—Ha hecho eso —era lo único bueno que podía decir de BlackMoon y a Seiya siempre le había sorprendido, pues creía que un hombre de la personalidad de BlackMoon sería más propenso a cortar el dinero cuando se cansara de una mujer.
—¿Por qué se iba a gastar ese dinero en ella si no la amara? —preguntó Michiru.
—Confieso que no lo sé —repuso Jack con sinceridad. Giró el picaporte, poniendo fin a la conversación.
Cuando entraron, Wilson, el mayordomo de su madre, apareció en el vestíbulo para tomar la capa de Michiru y el sombrero y los guantes de Seiya.
—Su madre espera en el salón.
Seiya abrió la puerta del salón a Michiru y la siguió. Su madre estaba de pie ante la chimenea y se volvió cuando entraron.
—Seiya, me complace que hayas podido venir enseguida.
Él se acercó y la besó en la mejilla.
—Madre.
Ella le hizo un gesto de que se sentaran. Seiya esperó a que lo hiciera ella primero.
La mujer se alisó con nerviosismo la tela de la falda.
—Estoy segura de que Michiru te ha dicho que Diamante… lord BlackMoon, ha venido a visitarme —sus ojos brillaron un instante con alegría.
—Me informó de su intención de visitarte —repuso Seiya.
—Lo hemos pasado muy bien —prosiguió su madre.
—Supongo —Seiya reprimió el sarcasmo.
Su madre respiró hondo.
—Creo que debo decirte que Diamante me ha informado de que te ha ofrecido un encargo.
—Así es.
—¿Sí? —Michiru se echó hacia delante en su silla sorprendida—. No me lo has dicho. ¡Qué bien!
Seiya la miró.
—No lo he aceptado.
—La cuestión es que quiero que lo aceptes, Seiya —intervino su madre.
—No lo haré.
—Seiya… —musitó Michiru, decepcionada.
Este miró a su madre.
—Es de una mujer, madre.
Ella miró a Michiru y de nuevo a Seiya con un movimiento de cabeza casi imperceptible. Muy bien. Él no diría por qué pensaba que BlackMoon quería que pintara a una mujer.
Su madre respondió con calma:
—Está financiando una producción de Marco Antonio y Cleopatra y quiere que usen el retrato en los anuncios. Es precisamente lo que tú dijiste anoche que querías hacer.
—Yo no dije que trabajaría para BlackMoon.
—Pero Seiya… —intervino Michiru.
—No seas tonto, hijo mío —prosiguió su madre—. Te ofrece un buen precio, mejor probablemente del que has ganado con tus otros cuadros —nombró el precio que ofrecía BlackMoon. Era una cantidad sorprendente.
Seiya apretó los dientes.
—No quiero su caridad.
Su madre arrugó la frente.
—Tanta animosidad no te hace favor.
Él se encogió de hombros.
Había intentado explicárselo antes, hablarle de la dureza con la que trataba BlackMoon a sus hombres durante la guerra, al tiempo que halagaba a sus superiores, de cómo BlackMoon había hecho la vista gorda cuando su hijo eludía el combate pero había enviado a la muerte a hombres mejores que él.
—Tú sabes la clase de hombre que es.
—No digas más —ella levantó ambas manos para acabar con la discusión—. He aceptado el encargo en tu nombre.
Él se puso en pie.
—¡Tú no has hecho eso!
Ella le lanzó una mirada acerada.
—Pintarás ese retrato para mí, Seiya, porque yo lo deseo. Te pido pocas cosas, pero ahora te pido esto.
Él permaneció en pie, mirándola desde arriba. Había envejecido desde que él se marchara a la guerra. Su pelo estaba entrecano y tenía arrugas alrededor de los ojos y de la boca. Aun así, la consideraba tan hermosa como cuando él era un niño libre de cuidados. Le hubiera gustado pintar aquel recuerdo.
—E insisto en que no lo hagas enojar —continuó ella—. Trata a lord BlackMoon con educación porque es importante para mí —su mirada era suplicante—. Es importante para mí que tú tengas este trabajo y el dinero que te reportará y es importante para mí que Diamante consiga sus deseos. Su deseo es que esa obra sea un éxito y, por lo tanto, yo deseo lo mismo.
BlackMoon deseaba conquistar a la actriz en cuestión, si es que no se había acostado ya con ella. ¿Quién era? ¿Una actriz tan perseguida por los hombres como Ikuko Tsukino? Seiya lo consideraba muy capaz de intentar llevarse a esa mujer a su cama financiando una obra. Después de todo, había comprado también a su madre. ¿Y ahora ésta quería que el pintara a la nueva mujer? Era absurdo.
Seiya entrecerró los ojos.
—¿Te ha amenazado? ¿Ha amenazado con retirarte fondos o algo así?
Ella pareció sorprendida.
—¿Amenazado? Claro que no. Diamante siempre me ha pasado una paga trimestral. Yo te lo pido sólo por la gratitud que siento por todo lo que ha hecho por nosotros.
Seiya apartó la mirada y fijó la vista en la alfombra, que estaba raída en algunos lugares.
—Di que harás esto por mí, hijo mío —murmuró su madre.
Él quería rehusar, pero su madre raramente le pedía algo, así que asintió lentamente.
—Por ti, madre, haré lo que pides —levantó la barbilla—. Pero sólo por ti.
Sólo por su madre pintaría él a la nueva conquista de su amante.
Supongo que ya imaginan a quien tendra que pintar Seiya... vamos a ver que tal se dan las cosas en el proximo capitulo
Me despido de ustedes por ahora.
Como siempre, no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Nos vemos en el capitulo 3
XOXO
Serenity
Pd. Chicas, hoy tambien hay actualizacion de Más Allá de las Estrellas y Sombras del Destino. ¡No se las pierdan!
Miró el cuadro que tenía delante. Había hecho posar al señor Slayton en un escritorio, con una pluma en la mano. Habría sido más rápido pintar simplemente la cabeza del banquero sobre un fondo oscuro, pero él prefería poner contexto en sus cuadros, crear una sensación de movimiento. Si había sentimiento, no podía decirlo. El sentimiento que había visto Serena en los dos cuadros de Somerset House había salido inconscientemente.
Tomó un pincel pequeño y miró el cuadro, pero en su lugar vio a Serena. Pensar en ella era el mejor antídoto para el encuentro con BlackMoon. Tal vez la viera ese día. Pensaba visitar el teatro por la tarde.
Llamaron de nuevo a la puerta. Seiya se preparó para otra intromisión de BlackMoon, pero la persona que llamaba no entró, sino que volvió a llamar. Seiya dejó la paleta, limpió el pincel y fue a abrir.
—Seiya —Michiru entró en la estancia—. Mamá desea verte.
—¿Qué ha ocurrido?
Ella le tomó el brazo.
—Nada terrible —sonrió—. Lord BlackMoon la ha visitado.
Él frunció el ceño.
—¿Le ha dicho algo malo?
Michiru parecía sorprendida.
—Claro que no. Ella estaba encantada. Ya sabes lo que siente mamá por él.
Sí, lo sabía. Pero no lo entendía.
—¿Y por qué desea verme?
—No estoy segura —Michiru se quitó la capa y la colgó en el perchero al lado de la puerta—. Sólo he estado unos minutos con ellos. Lord BlackMoon me ha dicho cosas muy bonitas. Y a mamá también. Ha sido un placer verlo.
—¿Sigue allí? —preguntó Seiya, que prefería evitarlo.
Ella negó con la cabeza.
—Se ha ido y mamá me ha pedido que venga a buscarte.
Seiya se acercó al caballete a limpiar los pinceles. Cubrió la paleta con un trapo para que no se secara la pintura y se lavó las manos.
—Dame un momento para cambiarme de ropa.
OoOoO
Unos minutos después, Michiru y él caminaban en dirección a la residencia de su madre en Adam Street. A Seiya le gustaba tener cerca a su familia después de la larga separación de la guerra y el dinero de BlackMoon podía pagar residencia en Londres y en Bath, pero su madre habría sido más inteligente si hubiera ahorrado ese dinero para el futuro de Michiru.
La joven se detuvo de pronto.
—¿Crees que lord BlackMoon le ha pedido que se case con él? ¿Qué quiere verte por eso?
Él soltó una risita seca.
—Eso es una idea ridícula, Michiru.
Ella apretó los labios.
—¿Por qué es ridícula? Ahora es un hombre viudo.
Él movió la cabeza.
—Ha pasado más de un año sin visitarla. Eso no es el preludio a una proposición.
Michiru lo miró como si hubiera perdido el juicio.
—Seguro que a lord BlackMoon le preocupaba lo que pudiera pensar la gente si iba a ver a madre recién muerta su esposa. Quería proteger la reputación de ella.
Seiya reanudó la marcha.
—Nunca ha protegido su reputación antes de que muriera su esposa.
Ella se apresuró a alcanzarlo.
—Tú no lo comprendes. Ahora que es un viudo de rango, es más importante protegerla de los cotilleos.
Seiya se mordió la lengua. Siempre había intentado proteger a Michiru de la sórdida realidad de la relación de BlackMoon con su madre y no iba a cambiar ahora.
—No comprendo por qué te disgusta tanto BlackMoon —Michiru parecía herida.
Seiya no quería que Michiru tuviera buena opinión de BlackMoon, sólo que no pensara mal de su madre.
—Supongo que me disgusta porque no es nuestro padre —y por lo pronto que había reemplazado a su padre en el lecho de su madre.
Ella le apretó el brazo.
—Yo no recuerdo a nuestro padre. Sólo recuerdo que BlackMoon ayudó a nuestra madre cuando éramos pobres.
Nunca habían sido tan pobres como para que su madre no hubiera tenido la oportunidad de buscar un segundo matrimonio respetable. BlackMoon había arruinado eso.
Llegaron a la puerta de su madre, pero Michiru lo retuvo.
—¿No puedes considerar romántica la situación entre madre y lord BlackMoon?
—¿Romántica? —Seiya no podía mentir—. No, no puedo.
—Pues yo sí. Se han amado durante muchos años, pero como lord BlackMoon estaba casado, no podían estar juntos. Aun así, la amaba con tanta pasión que no podía alejarse del todo.
Él le lanzó una mirada de desaprobación.
—¿Pasión?
Ella levantó la barbilla.
—Ya no soy una niña. Sé lo que ocurre entre un hombre y una mujer.
Seiya puso la mano en el picaporte.
—Lo que ocurre entre un hombre y una mujer no es necesariamente romántico, mi querida hermana.
Michiru se mantuvo firme.
—Tiene que amarla. Paga todo lo de ella. Nuestra comida. Nuestra casa. Todo.
—Ha hecho eso —era lo único bueno que podía decir de BlackMoon y a Seiya siempre le había sorprendido, pues creía que un hombre de la personalidad de BlackMoon sería más propenso a cortar el dinero cuando se cansara de una mujer.
—¿Por qué se iba a gastar ese dinero en ella si no la amara? —preguntó Michiru.
—Confieso que no lo sé —repuso Jack con sinceridad. Giró el picaporte, poniendo fin a la conversación.
Cuando entraron, Wilson, el mayordomo de su madre, apareció en el vestíbulo para tomar la capa de Michiru y el sombrero y los guantes de Seiya.
—Su madre espera en el salón.
Seiya abrió la puerta del salón a Michiru y la siguió. Su madre estaba de pie ante la chimenea y se volvió cuando entraron.
—Seiya, me complace que hayas podido venir enseguida.
Él se acercó y la besó en la mejilla.
—Madre.
Ella le hizo un gesto de que se sentaran. Seiya esperó a que lo hiciera ella primero.
La mujer se alisó con nerviosismo la tela de la falda.
—Estoy segura de que Michiru te ha dicho que Diamante… lord BlackMoon, ha venido a visitarme —sus ojos brillaron un instante con alegría.
—Me informó de su intención de visitarte —repuso Seiya.
—Lo hemos pasado muy bien —prosiguió su madre.
—Supongo —Seiya reprimió el sarcasmo.
Su madre respiró hondo.
—Creo que debo decirte que Diamante me ha informado de que te ha ofrecido un encargo.
—Así es.
—¿Sí? —Michiru se echó hacia delante en su silla sorprendida—. No me lo has dicho. ¡Qué bien!
Seiya la miró.
—No lo he aceptado.
—La cuestión es que quiero que lo aceptes, Seiya —intervino su madre.
—No lo haré.
—Seiya… —musitó Michiru, decepcionada.
Este miró a su madre.
—Es de una mujer, madre.
Ella miró a Michiru y de nuevo a Seiya con un movimiento de cabeza casi imperceptible. Muy bien. Él no diría por qué pensaba que BlackMoon quería que pintara a una mujer.
Su madre respondió con calma:
—Está financiando una producción de Marco Antonio y Cleopatra y quiere que usen el retrato en los anuncios. Es precisamente lo que tú dijiste anoche que querías hacer.
—Yo no dije que trabajaría para BlackMoon.
—Pero Seiya… —intervino Michiru.
—No seas tonto, hijo mío —prosiguió su madre—. Te ofrece un buen precio, mejor probablemente del que has ganado con tus otros cuadros —nombró el precio que ofrecía BlackMoon. Era una cantidad sorprendente.
Seiya apretó los dientes.
—No quiero su caridad.
Su madre arrugó la frente.
—Tanta animosidad no te hace favor.
Él se encogió de hombros.
Había intentado explicárselo antes, hablarle de la dureza con la que trataba BlackMoon a sus hombres durante la guerra, al tiempo que halagaba a sus superiores, de cómo BlackMoon había hecho la vista gorda cuando su hijo eludía el combate pero había enviado a la muerte a hombres mejores que él.
—Tú sabes la clase de hombre que es.
—No digas más —ella levantó ambas manos para acabar con la discusión—. He aceptado el encargo en tu nombre.
Él se puso en pie.
—¡Tú no has hecho eso!
Ella le lanzó una mirada acerada.
—Pintarás ese retrato para mí, Seiya, porque yo lo deseo. Te pido pocas cosas, pero ahora te pido esto.
Él permaneció en pie, mirándola desde arriba. Había envejecido desde que él se marchara a la guerra. Su pelo estaba entrecano y tenía arrugas alrededor de los ojos y de la boca. Aun así, la consideraba tan hermosa como cuando él era un niño libre de cuidados. Le hubiera gustado pintar aquel recuerdo.
—E insisto en que no lo hagas enojar —continuó ella—. Trata a lord BlackMoon con educación porque es importante para mí —su mirada era suplicante—. Es importante para mí que tú tengas este trabajo y el dinero que te reportará y es importante para mí que Diamante consiga sus deseos. Su deseo es que esa obra sea un éxito y, por lo tanto, yo deseo lo mismo.
BlackMoon deseaba conquistar a la actriz en cuestión, si es que no se había acostado ya con ella. ¿Quién era? ¿Una actriz tan perseguida por los hombres como Ikuko Tsukino? Seiya lo consideraba muy capaz de intentar llevarse a esa mujer a su cama financiando una obra. Después de todo, había comprado también a su madre. ¿Y ahora ésta quería que el pintara a la nueva mujer? Era absurdo.
Seiya entrecerró los ojos.
—¿Te ha amenazado? ¿Ha amenazado con retirarte fondos o algo así?
Ella pareció sorprendida.
—¿Amenazado? Claro que no. Diamante siempre me ha pasado una paga trimestral. Yo te lo pido sólo por la gratitud que siento por todo lo que ha hecho por nosotros.
Seiya apartó la mirada y fijó la vista en la alfombra, que estaba raída en algunos lugares.
—Di que harás esto por mí, hijo mío —murmuró su madre.
Él quería rehusar, pero su madre raramente le pedía algo, así que asintió lentamente.
—Por ti, madre, haré lo que pides —levantó la barbilla—. Pero sólo por ti.
Sólo por su madre pintaría él a la nueva conquista de su amante.
Supongo que ya imaginan a quien tendra que pintar Seiya... vamos a ver que tal se dan las cosas en el proximo capitulo
Me despido de ustedes por ahora.
Como siempre, no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Nos vemos en el capitulo 3
XOXO
Serenity
Pd. Chicas, hoy tambien hay actualizacion de Más Allá de las Estrellas y Sombras del Destino. ¡No se las pierdan!
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Hola!! Ve me has sorprendido Darien viejo para interpretar a romeo... NOOOO... Para mi no imparta darien es darien (jajajajaja ya me fui por otro lado jajajaja) bueno ahora si...
Que mal que no haya podido hablar con serena porque tenia que estar ese fulano ahí... Y ahora lo obliga a hacer algo que me sospecho le traerá problemas pero a ver en para la situación...
Me encanto!!
Saludos!!! Un abrazo y que alegre que hayas actualizado
Que mal que no haya podido hablar con serena porque tenia que estar ese fulano ahí... Y ahora lo obliga a hacer algo que me sospecho le traerá problemas pero a ver en para la situación...
Me encanto!!
Saludos!!! Un abrazo y que alegre que hayas actualizado
stgrani- Reina Serenity
- Mensajes : 1790
Edad : 42
Sexo :
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Muy buena actualizacion, Jajaja, Darien Romeo xD Pero muy buena imaginacion! Muy buen Fic!!! Actualiza pronto! Salu2!
Michiru200- Neo Reina Serena
- Mensajes : 7417
Edad : 21
Sexo :
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
LA VERDAD LA TRAMA SE ESTA PONIENDO INTERESANTE . BUENO SIN ANIMO DE OFENDER A NADIE PERO EN REALIDAD DETESTO ESE TIPO DE MUJERES QUE SON CIEGAS Y SE CONFORMAN CON MIGAJAS Y ESTOY MUY DE ACUERDO CON SEIYA ........SIGUE ASI POR QUE ESTA BUENISIMO!!!!!
viviana quiroga- Sailor Inner Scout
- Mensajes : 209
Edad : 39
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Hola, q linda historia, siguela pronto, estare ansiosa de leerla, mil besos, bye...
Seiya_Serena- Sailor Inner Scout
- Mensajes : 131
Edad : 34
Sexo :
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
hola aquí reportandose sailorinu ◕‿◕
kiaaaaaaaaaaa que hermosa historia estas creando
me encanta si la historia estaba buena con los personajes
de sailormoon esta mas que buena buenisisissisisisma!!!!
esto si que es una bomba espero el otro capitulo pero ya me encanta
y ya quiero ver lo que pasara en el otro capitulo
kiaaaaaaaaaaa que hermosa historia estas creando
me encanta si la historia estaba buena con los personajes
de sailormoon esta mas que buena buenisisissisisisma!!!!
esto si que es una bomba espero el otro capitulo pero ya me encanta
y ya quiero ver lo que pasara en el otro capitulo
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
woooooooooooooow como siempre te has ganado un 100 jajajaj te felicito amix, me encantan tus fic´s espero tu pronto actualizacion y esa mama de seiya si que es una tonta jajaja y michiru en este fic´s es muy tierna al igual que haruka me encanta esa pareja jajaja, amix te felicito espero que pinte a serena desnuda jaja que cosas digo jajaja.
wendykou- Sailor Outer Scout
- Mensajes : 382
Edad : 38
Sexo :
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
¡Hola!
Mil gracias por sus comentarios! En verdad les agradezco enormemente cada una de sus palabras! Me da gusto que sigan por aqui acompañandome en esta historia!
Bueno, el día de hoy les traigo el capitulo 3 y el tan esperado reencuentro de Serena y Seiya. ¡Espero que lo disfruten!
Capitulo Tres
Serena descendió las escaleras de la posada de Henrietta Street donde vivía con otros actores y actrices. Las habitaciones estaban cómodamente amuebladas y la compañía era excelente.
La casera era una mujer acomodaticia, que podía ser la personificación del decoro, si uno así lo deseaba, o ignorar completamente las buenas costumbres si se lo pedían.
Ese día Serena había elegido decoro. Molly, la doncella, había anunciado la visita de lord BlackMoon. De no ser porque él financiaba la producción de Marco Antonio y Cleopatra y la había elegido para interpretar a Cleopatra, se habría negado a verlo. Le hizo esperar diez minutos en el salón para desalentar cualquier idea falsa que se hubiera hecho sobre hasta dónde podía llegar su gratitud.
No tenía dudas de que su madre le había dicho dónde residía. Su madre creía en el patronazgo sobre todas las cosas.
Serena arrugó la nariz.
¿En qué estaba pensando su madre? El caballero era lo bastante mayor para ser su padre, cincuenta años por lo menos, diez años mayor que su madre.
Entró en el salón.
—Lord BlackMoon, ¡qué sorpresa! —extendió la mano pensando que él se la estrecharía. En lugar de eso, él la tomó, se la llevó a los labios y la besó.
—Mi querida señorita Tsukino.
Ella hizo una mueca y apartó la mano lo antes posible. Ya no había dudas de que el interés de él no se limitaba a su valía como actriz.
Suspiró. Tendría que hacer malabarismos para no perder su apoyo y al mismo tiempo desalentar sus avances. Lo había conseguido con otros caballeros y podría hacerlo con él.
No se molestó en mirarlo a los ojos.
—Me sorprende que este aquí. ¿Ha venido por asuntos del teatro?
Él sonrió lo bastante para mostrar todos sus dientes blancos. Al menos tenía dientes, un punto a su favor.
—Yo esperaba que mi deseo de contemplar su belleza fuera razón suficiente para visitarla.
Ella lo miró con rostro inexpresivo, como si esperara a que él dejara de decir tonterías.
Él jugueteó con la cadena de su reloj.
—Mi… mi visita está relacionada con el teatro. En cierto modo.
—¿Oh?
Sólo entonces le hizo ella señas de que se sentara. Él eligió uno de los sofás y ella se instaló en un sillón y se quitó con lentitud un hilo invisible de la manga.
Al fin volvió a mirarlo.
—Dígame por qué ha venido.
Él se inclinó hacia ella.
—He pensado que podríamos anunciar su papel en Marco Antonio y Cleopatra.
Ella enarcó una ceja.
—Si está de acuerdo, un artista la pintará como Cleopatra. Haremos grabados que se puedan imprimir para publicidad. En revistas o en folletos de mano. Estoy seguro de que eso incrementará su éxito.
Ella lo miró con precaución.
—¿Quién pagará por eso? —seguramente no sería el teatro.
El señor Sheridan había endeudado terriblemente el Drury Lane. Las interpretaciones de Chiba, tan populares, ayudaban a aliviar la carga, pero eso no significaba que el teatro fuera a gastar dinero en una actriz nueva cuya popularidad no se había establecido todavía. Los críticos apenas si habían mencionado su interpretación en Romeo y Julieta, aunque había sido lo mejor, pues tanto la obra como el papel de Chiba habían recibido muy malas críticas.
—Yo lo pagaré todo —respondió BlackMoon —. Y si la complace, le regalaré el retrato.
Ella no quería regalos suyos, pero necesitaba que la obra fuera un éxito.
Él echó la cabeza a un lado, de un modo que probablemente consideraba encantador.
—Si le resulta conveniente, el artista puede verla esta tarde para hablar del retrato. Será un honor acompañarla.
Ella no tenía planes para esa tarde.
—¿Dónde está ese artista?
—En la esquina de Adam Street y Adelphi.
—¿Cerca de Adelphi Terraces? —era a pocas calles de allí.
—Sí.
Era una dirección buena y estaba cercana.
—¿Quién es el artista?
BlackMoon se inclinó todavía más hacia ella.
—Se llama Seiya Kou.
Serena lo miró sorprendida.
—¿Seiya Kou?
BlackMoon adoptó un aire de disculpa.
—Comprendo que no es tan famoso como Lawrence o Westall, pero me han dicho que mostró cuadros en la Exposición Real.
Ella lo recordaba muy bien. Había utilizado su admiración por los cuadros de Kou para hablar con el caballero alto y atractivo cuya lucha interior la había fascinado. Desgraciadamente, nunca había descubierto quién era.
Reprimió un suspiro. ¿Qué sentido tenía pensar en lo que ya no tenía remedio? Allí tenía una oportunidad de conocer al artista y ser pintada por él.
—Lo haré, milord —dijo a BlackMoon —. Pero no es necesario que me acompañe una distancia tan corta. Basta con que me de la dirección exacta y me diga a qué hora me esperan.
Él sacó el labio inferior hacia fuera.
—Seria un placer acompañarla.
Ella movió una mano en el aire.
—No se moleste.
—Pero…
Serena lo miró a los ojos.
—Prefiero ir sola. Es de día y las calles están llenas de gente. No me ocurrirá nada.
—Insisto.
Ella enarcó las cejas.
—¿Su compañía es una condición de este acuerdo? No lo haré si hay condiciones que deba cumplir —Serena no era tan tonta como para quedar obligada a ningún hombre.
—No, no hay condiciones —se sonrojó él.
—Bien —ella se puso en pie—. Dígame a qué hora me esperan.
Mil gracias por sus comentarios! En verdad les agradezco enormemente cada una de sus palabras! Me da gusto que sigan por aqui acompañandome en esta historia!
Bueno, el día de hoy les traigo el capitulo 3 y el tan esperado reencuentro de Serena y Seiya. ¡Espero que lo disfruten!
Capitulo Tres
Serena descendió las escaleras de la posada de Henrietta Street donde vivía con otros actores y actrices. Las habitaciones estaban cómodamente amuebladas y la compañía era excelente.
La casera era una mujer acomodaticia, que podía ser la personificación del decoro, si uno así lo deseaba, o ignorar completamente las buenas costumbres si se lo pedían.
Ese día Serena había elegido decoro. Molly, la doncella, había anunciado la visita de lord BlackMoon. De no ser porque él financiaba la producción de Marco Antonio y Cleopatra y la había elegido para interpretar a Cleopatra, se habría negado a verlo. Le hizo esperar diez minutos en el salón para desalentar cualquier idea falsa que se hubiera hecho sobre hasta dónde podía llegar su gratitud.
No tenía dudas de que su madre le había dicho dónde residía. Su madre creía en el patronazgo sobre todas las cosas.
Serena arrugó la nariz.
¿En qué estaba pensando su madre? El caballero era lo bastante mayor para ser su padre, cincuenta años por lo menos, diez años mayor que su madre.
Entró en el salón.
—Lord BlackMoon, ¡qué sorpresa! —extendió la mano pensando que él se la estrecharía. En lugar de eso, él la tomó, se la llevó a los labios y la besó.
—Mi querida señorita Tsukino.
Ella hizo una mueca y apartó la mano lo antes posible. Ya no había dudas de que el interés de él no se limitaba a su valía como actriz.
Suspiró. Tendría que hacer malabarismos para no perder su apoyo y al mismo tiempo desalentar sus avances. Lo había conseguido con otros caballeros y podría hacerlo con él.
No se molestó en mirarlo a los ojos.
—Me sorprende que este aquí. ¿Ha venido por asuntos del teatro?
Él sonrió lo bastante para mostrar todos sus dientes blancos. Al menos tenía dientes, un punto a su favor.
—Yo esperaba que mi deseo de contemplar su belleza fuera razón suficiente para visitarla.
Ella lo miró con rostro inexpresivo, como si esperara a que él dejara de decir tonterías.
Él jugueteó con la cadena de su reloj.
—Mi… mi visita está relacionada con el teatro. En cierto modo.
—¿Oh?
Sólo entonces le hizo ella señas de que se sentara. Él eligió uno de los sofás y ella se instaló en un sillón y se quitó con lentitud un hilo invisible de la manga.
Al fin volvió a mirarlo.
—Dígame por qué ha venido.
Él se inclinó hacia ella.
—He pensado que podríamos anunciar su papel en Marco Antonio y Cleopatra.
Ella enarcó una ceja.
—Si está de acuerdo, un artista la pintará como Cleopatra. Haremos grabados que se puedan imprimir para publicidad. En revistas o en folletos de mano. Estoy seguro de que eso incrementará su éxito.
Ella lo miró con precaución.
—¿Quién pagará por eso? —seguramente no sería el teatro.
El señor Sheridan había endeudado terriblemente el Drury Lane. Las interpretaciones de Chiba, tan populares, ayudaban a aliviar la carga, pero eso no significaba que el teatro fuera a gastar dinero en una actriz nueva cuya popularidad no se había establecido todavía. Los críticos apenas si habían mencionado su interpretación en Romeo y Julieta, aunque había sido lo mejor, pues tanto la obra como el papel de Chiba habían recibido muy malas críticas.
—Yo lo pagaré todo —respondió BlackMoon —. Y si la complace, le regalaré el retrato.
Ella no quería regalos suyos, pero necesitaba que la obra fuera un éxito.
Él echó la cabeza a un lado, de un modo que probablemente consideraba encantador.
—Si le resulta conveniente, el artista puede verla esta tarde para hablar del retrato. Será un honor acompañarla.
Ella no tenía planes para esa tarde.
—¿Dónde está ese artista?
—En la esquina de Adam Street y Adelphi.
—¿Cerca de Adelphi Terraces? —era a pocas calles de allí.
—Sí.
Era una dirección buena y estaba cercana.
—¿Quién es el artista?
BlackMoon se inclinó todavía más hacia ella.
—Se llama Seiya Kou.
Serena lo miró sorprendida.
—¿Seiya Kou?
BlackMoon adoptó un aire de disculpa.
—Comprendo que no es tan famoso como Lawrence o Westall, pero me han dicho que mostró cuadros en la Exposición Real.
Ella lo recordaba muy bien. Había utilizado su admiración por los cuadros de Kou para hablar con el caballero alto y atractivo cuya lucha interior la había fascinado. Desgraciadamente, nunca había descubierto quién era.
Reprimió un suspiro. ¿Qué sentido tenía pensar en lo que ya no tenía remedio? Allí tenía una oportunidad de conocer al artista y ser pintada por él.
—Lo haré, milord —dijo a BlackMoon —. Pero no es necesario que me acompañe una distancia tan corta. Basta con que me de la dirección exacta y me diga a qué hora me esperan.
Él sacó el labio inferior hacia fuera.
—Seria un placer acompañarla.
Ella movió una mano en el aire.
—No se moleste.
—Pero…
Serena lo miró a los ojos.
—Prefiero ir sola. Es de día y las calles están llenas de gente. No me ocurrirá nada.
—Insisto.
Ella enarcó las cejas.
—¿Su compañía es una condición de este acuerdo? No lo haré si hay condiciones que deba cumplir —Serena no era tan tonta como para quedar obligada a ningún hombre.
—No, no hay condiciones —se sonrojó él.
—Bien —ella se puso en pie—. Dígame a qué hora me esperan.
OoOoO
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Una hora después, Serena estaba en la puerta del señor Kou y el corazón le latía con fuerza. Se miró, se sacudió la capa, se subió los guantes y se enderezó el sombrero. Respiró hondo y llamó.
La puerta se abrió casi inmediatamente.
En el umbral apareció el caballero atractivo al que había visto en Somerset House, el hombre al que creía que no volvería a ver.
—¡Usted! —exclamó—. Ten… tengo una cita con el señor Kou.
Él parecía igualmente sorprendido. Tardó unos segundos en hacerse a un lado.
Serena entró en la estancia emocionada. Había encontrado al hombre que había despertado su curiosidad en la Exposición de Verano. Era más alto de lo que recordaba y su presencia física resultaba más poderosa allí que en el atestado salón de exposiciones. A la luz que entraba por la ventana, sus ojos azules eran aún más fascinantes e igual de poblados con demonios internos.
—¿Está el señor Kou? —preguntó.
Él cerró la puerta.
—Soy Kou.
—¿Usted es Seiya Kou?
El ceño de él se hizo más profundo.
—No sabía que vendría usted.
No parecía alegrarse de verla. De hecho, su desagrado la hería.
—Disculpe. BlackMoon me dijo que me esperaba a esta hora.
Él se puso tenso.
— BlackMoon.
Ella empezó a desabrocharse la capa, pero se detuvo. Quizá no se quedaría.
—¿Deseaba que me acompañara él?
Los ojos de Seiya se tiñeron de rabia.
—En absoluto.
La vaguedad de sus respuestas la confundía. Enderezó la espalda y puso los brazos en jarras.
—Señor Kou, si no desea que esté aquí, me marcharé, pero le suplico que me diga simplemente lo que quiere.
Él se pasó una mano por su espeso pelo negro y sus encantadores labios formaron una media sonrisa.
— BlackMoon me dijo que vendría una actriz. Yo no sabía que sería usted.
El intento de sonrisa la alentó.
—Entonces nos hemos sorprendido los dos.
Los hombros de él parecieron relajarse un poco. Se adelantó a tomar la capa de ella y se acercó tanto que ella inhaló su aroma a jabón de bergamota y aceite de semillas de lino, a trementina y a hombre.
Él parecía completamente inmune a ella, cosa que le dio ganas de llorar. Sólo una vez antes había querido llorar por un hombre. Él le quitó la capa y la colgó en un perchero cerca de la puerta, moviéndose con la misma elegancia masculina que la había atraído en él la primera vez. Había sido el primer hombre que encendiera sus sentidos en años, un hecho que todavía la sorprendía.
Volvió a mirarla y ella disimuló su interés con una mirada rápida por el estudio, limpio y ordenado excepto por una camisa manchada de pintura que colgaba de un caballete situado al lado de la ventana. Se quitó el sombrero y los guantes y los depositó en una silla cercana.
Él no se movió.
Por lo tanto, le tocó hacerlo a ella. Se acercó a él.
—Empecemos de nuevo —extendió la mano—. Soy Serena Tsukino.
Él se la estrechó. Ella frunció el ceño.
—¿Por qué no me dijo aquel día que era el artista? ¿Que usted era Seiya Kou?
Él apartó la mirada.
—Pensaba hacerlo, pero pasó el momento.
—¡Ah, vamos! —ella intentó sonreír—. Me permitió hablar bastante rato sin decírmelo.
Él posó en ella sus intensos ojos zafiro.
—Quería su opinión sincera sobre mis cuadros. No me la habría dado si hubiera sabido que los había pintado yo.
Serena se echó a reír.
—Oh, sí lo habría hecho. Nunca vacilo en decir lo que pienso.
De hecho, le faltaba poco para preguntarle por qué fruncía el ceño cuando la miraba. Hacía vibrar de placer sus sentidos. Anhelaba sentir su mano en la piel, pero él parecía incómodo con ella.
No había habido incomodidad entre ellos en su primer encuentro.
Carraspeó, pero ocultó sus pensamientos.
—¿Qué pasa ahora, señor Kou? Es la primera vez que pintan mi retrato.
Él se acercó a una hermosa silla tapizada de brocado y puso una mano en el respaldo.
—Por favor, siéntese, señorita Tsukino. Le traeré té.
Ella se sentó, muy consciente de la mano de él cerca de la piel sensible de su cuello. Cuando él soltó la silla, ella se giró y lo vio desaparecer detrás de una cortina. Regresó un momento después con una bandeja en la mano.
Colocó la bandeja en una mesa pequeña delante de la silla de ella.
Serena le tocó el brazo y él la miró.
—Permítame servirlo —murmuró ella, tan afectada por el contacto como parecía estar él—. ¿Cómo le gusta el té? ¿Con leche y azúcar?
Él se sentó en una silla al otro lado de la mesa.
—Me acostumbré a tomarlo solo en la Península.
—¿Estuvo en la guerra? —preguntó ella. Sirvió el té y le tendió la taza.
Él le sostuvo la mirada.
—En infantería.
Serena bajó la voz.
—Ahora comprendo por qué su cuadro histórico tenía tanta autenticidad.
Él apartó la vista.
Serena se sirvió té a su vez, con leche y azúcar. Cuando acercó la taza a los labios, lo miró. Entre ellos había una barrera que no existía cuando se conocieron en la exposición. Aquella conversación había sido estimulante y la de ahora no lo era.
Dejó su taza en la mesa.
—Y bien, ¿cómo vamos a proceder con este retrato?
Él frunció el ceño.
—Necesito saber cómo quiere usted que sea.
Ella movió una mano en el aire.
—No tengo ni idea. Lo primero que he sabido de este retrato ha sido hace una hora.
Él apartó la vista.
—Yo no he sabido nada hasta esta mañana.
—Lord BlackMoon ha estado ocupado —murmuró ella; tomó un sorbo de té.
Él hizo un ruidito de disgusto.
—No esperaba que viniera sola. Si lo desea, pediré a mi hermana que esté presente. Vive muy cerca de aquí.
¿Qué polilla se le había alojado en el cerebro?
—¿Por qué ha pensado eso? —las actrices no necesitaban damas de compañia.
Él la miró.
— BlackMoon no está con usted, así que, quizá deseé que haya otra mujer presente.
—¿ BlackMoon? —¿por qué insistía en hablar de BlackMoon? No era su padre. ¿Por qué le importaba si llevaba dama de compañía?
De pronto frunció el ceño. Él pensaba que BlackMoon era su amante.
A Seiya Kou le sorprendería saber que ella había tenido sólo un amante, mucho tiempo atrás. Sí, la habían engañado una vez, aunque debería haber aprendido la naturaleza voluble de los hombres en el regazo de su madre. Nunca más. De hecho, no había vuelto a sentirse tentada… hasta el desconocido misterioso de la Exposición de Verano.
A pesar de su comportamiento actual, la seguía tentando con sus ojos tristes que encerraban heridas del pasado.
Se sacudió mentalmente e hizo un esfuerzo por volver a la conversación.
—No necesito dama de compañía, señor Kou. Nadie espera decoro en una actriz. Eso conlleva cierta libertad.
Él se limitó a tomar un sorbo de té.
Serena respiró hondo y lo intentó de nuevo.
—¿Hablamos del retrato?
—Usted y yo tenemos que decidir cómo va a aparecer de Cleopatra.
Él hablaba con voz inexpresiva, pero sus ojos no eran inexpresivos.
—No sé cómo hacer eso —murmuró ella.
Él se encogió de hombros.
—Probamos poses distintas, la dibujo y elegimos la mejor imagen.
A ella aquello le parecía insuficiente, como intentar prepararse para una obra adivinando los diálogos.
—¿Ha leído la obra? —pasó un dedo por el brazo de la silla—. Tal vez le diera ideas.
—No desde la escuela.
Él miró la mano de ella y Serena curvó los dedos.
—Tengo una copia en mis aposentos. Vamos a buscarla para que pueda leerla.
Él parpadeó.
—No hay necesidad. Tráigala mañana.
—Entonces nos retrasaremos un día. Mi residencia está cerca. No llevará mucho tiempo.
Él la miró un momento.
—Muy bien —dijo al fin.
Entró en otra habitación a buscar su sobretodo y un minuto después salían al aire fresco.
Ella se tomó de su brazo y miró la calle.
—¿Cuál es la residencia de su hermana?
—No está lejos —él señaló la casa al pasar—. Ésa.
—¿Y hay también una esposa detrás de esas puertas?
Él negó con la cabeza.
—No estoy en posición de casarme. Mi hermana vive con mi madre en esa residencia.
A ella le dio un vuelco el corazón.
—Usted ha visto a mi hermana —dijo él.
Ella lo miró sorprendida.
—¿La he visto?
—Admiro su retrato en la exposición.
Serena se detuvo.
—Claro que sí. Ahora lo entiendo.
—¿Qué entiende?
Ella lo miró a los ojos.
—Por qué era un retrato tan afectuoso.
Él se ruborizó y ella percibió que volvía a alejarse.
Después de que casi hubieran regresado a la comodidad que había entre ellos en la exposición.
Serena le hizo más preguntas sobre su hermana, sus intereses, cómo había sido educada… todo lo que se le ocurrió que fuera un tema seguro. El corto paseo, de sólo unos doscientos metros, hasta su residencia en Henrietta Street fue con mucho el más placentero que había hecho en años.
Cuando entraron en la casa, él se volvió hacia la puerta abierta del salón.
Ella tiró de él.
—Venga a mi habitación.
Él enarcó las cejas.
—¿A su habitación?
Ella agitó una mano en el aire.
—No le importará a nadie, se lo prometo.
Le contó cómo había ido a vivir allí, le habló de los demás inquilinos que vivían en la casa y se esforzó por todos los medios por hacer que se sintiera cómodo y sentirse cómoda a su vez.
Cuando entraron en la habitación, ignoró adrede la cama, el mueble que más destacaba y el que le hacía preguntarse cómo sería compartirla con él. La alteraba descubrir que podía despertar tan rápidamente deseos dormidos en ella. Si había aprendido algo de su antiguo amante, había sido que sus sentidos no eran siempre los mejores jueces del carácter de un hombre.
Se quitó la capa y la dejó en una silla. Él se quitó el sombrero y los guantes, pero no el sobretodo.
Miró a su alrededor.
—¿Dónde está su copia de la obra?
—En la mesa —ella se quitó los guantes y señaló una mesita al lado de la ventana.
Él tomó el libro encuadernado en cuero.
—Para mañana lo habré leído.
Abrió el libro y lo hojeó despacio. De pronto, lo cerró de golpe y se guardó el libro en un bolsillo del sobretodo.
Serena se preguntó qué pasaje habría causado aquella reacción. ¿Tal vez aquel diálogo de Marco Antonio donde decía: Ahora ya no debe pasar ni un minuto de nuestras vidas sin placer?
Él parecía no obtener ningún placer en su compañía.
—Debería regresar a mi estudio.
Serena no se había movido del umbral.
—¿A qué hora debo ir a posar mañana?
—A la misma hora, si le resulta conveniente —los modales de él eran rígidos.
—Hasta mañana, pues —asintió ella.
Él se acercó. Cuando pasaba a su lado, ella le tomó la mano.
—Me gustaría mucho que el tiempo que pasemos juntos sea agradable. Empezamos como amigos. ¿No podríamos continuar así?
De nuevo pasó algo por sus ojos. ¿Qué era lo que tanto le molestaba?
La miró a los ojos.
—Hasta mañana, señorita Tsukino.
Serena le soltó la mano y él salió de la habitación. Ella lo vio bajar las escaleras y salir a la calle sin detenerse siquiera a ponerse el sombrero y los guantes.
La puerta se abrió casi inmediatamente.
En el umbral apareció el caballero atractivo al que había visto en Somerset House, el hombre al que creía que no volvería a ver.
—¡Usted! —exclamó—. Ten… tengo una cita con el señor Kou.
Él parecía igualmente sorprendido. Tardó unos segundos en hacerse a un lado.
Serena entró en la estancia emocionada. Había encontrado al hombre que había despertado su curiosidad en la Exposición de Verano. Era más alto de lo que recordaba y su presencia física resultaba más poderosa allí que en el atestado salón de exposiciones. A la luz que entraba por la ventana, sus ojos azules eran aún más fascinantes e igual de poblados con demonios internos.
—¿Está el señor Kou? —preguntó.
Él cerró la puerta.
—Soy Kou.
—¿Usted es Seiya Kou?
El ceño de él se hizo más profundo.
—No sabía que vendría usted.
No parecía alegrarse de verla. De hecho, su desagrado la hería.
—Disculpe. BlackMoon me dijo que me esperaba a esta hora.
Él se puso tenso.
— BlackMoon.
Ella empezó a desabrocharse la capa, pero se detuvo. Quizá no se quedaría.
—¿Deseaba que me acompañara él?
Los ojos de Seiya se tiñeron de rabia.
—En absoluto.
La vaguedad de sus respuestas la confundía. Enderezó la espalda y puso los brazos en jarras.
—Señor Kou, si no desea que esté aquí, me marcharé, pero le suplico que me diga simplemente lo que quiere.
Él se pasó una mano por su espeso pelo negro y sus encantadores labios formaron una media sonrisa.
— BlackMoon me dijo que vendría una actriz. Yo no sabía que sería usted.
El intento de sonrisa la alentó.
—Entonces nos hemos sorprendido los dos.
Los hombros de él parecieron relajarse un poco. Se adelantó a tomar la capa de ella y se acercó tanto que ella inhaló su aroma a jabón de bergamota y aceite de semillas de lino, a trementina y a hombre.
Él parecía completamente inmune a ella, cosa que le dio ganas de llorar. Sólo una vez antes había querido llorar por un hombre. Él le quitó la capa y la colgó en un perchero cerca de la puerta, moviéndose con la misma elegancia masculina que la había atraído en él la primera vez. Había sido el primer hombre que encendiera sus sentidos en años, un hecho que todavía la sorprendía.
Volvió a mirarla y ella disimuló su interés con una mirada rápida por el estudio, limpio y ordenado excepto por una camisa manchada de pintura que colgaba de un caballete situado al lado de la ventana. Se quitó el sombrero y los guantes y los depositó en una silla cercana.
Él no se movió.
Por lo tanto, le tocó hacerlo a ella. Se acercó a él.
—Empecemos de nuevo —extendió la mano—. Soy Serena Tsukino.
Él se la estrechó. Ella frunció el ceño.
—¿Por qué no me dijo aquel día que era el artista? ¿Que usted era Seiya Kou?
Él apartó la mirada.
—Pensaba hacerlo, pero pasó el momento.
—¡Ah, vamos! —ella intentó sonreír—. Me permitió hablar bastante rato sin decírmelo.
Él posó en ella sus intensos ojos zafiro.
—Quería su opinión sincera sobre mis cuadros. No me la habría dado si hubiera sabido que los había pintado yo.
Serena se echó a reír.
—Oh, sí lo habría hecho. Nunca vacilo en decir lo que pienso.
De hecho, le faltaba poco para preguntarle por qué fruncía el ceño cuando la miraba. Hacía vibrar de placer sus sentidos. Anhelaba sentir su mano en la piel, pero él parecía incómodo con ella.
No había habido incomodidad entre ellos en su primer encuentro.
Carraspeó, pero ocultó sus pensamientos.
—¿Qué pasa ahora, señor Kou? Es la primera vez que pintan mi retrato.
Él se acercó a una hermosa silla tapizada de brocado y puso una mano en el respaldo.
—Por favor, siéntese, señorita Tsukino. Le traeré té.
Ella se sentó, muy consciente de la mano de él cerca de la piel sensible de su cuello. Cuando él soltó la silla, ella se giró y lo vio desaparecer detrás de una cortina. Regresó un momento después con una bandeja en la mano.
Colocó la bandeja en una mesa pequeña delante de la silla de ella.
Serena le tocó el brazo y él la miró.
—Permítame servirlo —murmuró ella, tan afectada por el contacto como parecía estar él—. ¿Cómo le gusta el té? ¿Con leche y azúcar?
Él se sentó en una silla al otro lado de la mesa.
—Me acostumbré a tomarlo solo en la Península.
—¿Estuvo en la guerra? —preguntó ella. Sirvió el té y le tendió la taza.
Él le sostuvo la mirada.
—En infantería.
Serena bajó la voz.
—Ahora comprendo por qué su cuadro histórico tenía tanta autenticidad.
Él apartó la vista.
Serena se sirvió té a su vez, con leche y azúcar. Cuando acercó la taza a los labios, lo miró. Entre ellos había una barrera que no existía cuando se conocieron en la exposición. Aquella conversación había sido estimulante y la de ahora no lo era.
Dejó su taza en la mesa.
—Y bien, ¿cómo vamos a proceder con este retrato?
Él frunció el ceño.
—Necesito saber cómo quiere usted que sea.
Ella movió una mano en el aire.
—No tengo ni idea. Lo primero que he sabido de este retrato ha sido hace una hora.
Él apartó la vista.
—Yo no he sabido nada hasta esta mañana.
—Lord BlackMoon ha estado ocupado —murmuró ella; tomó un sorbo de té.
Él hizo un ruidito de disgusto.
—No esperaba que viniera sola. Si lo desea, pediré a mi hermana que esté presente. Vive muy cerca de aquí.
¿Qué polilla se le había alojado en el cerebro?
—¿Por qué ha pensado eso? —las actrices no necesitaban damas de compañia.
Él la miró.
— BlackMoon no está con usted, así que, quizá deseé que haya otra mujer presente.
—¿ BlackMoon? —¿por qué insistía en hablar de BlackMoon? No era su padre. ¿Por qué le importaba si llevaba dama de compañía?
De pronto frunció el ceño. Él pensaba que BlackMoon era su amante.
A Seiya Kou le sorprendería saber que ella había tenido sólo un amante, mucho tiempo atrás. Sí, la habían engañado una vez, aunque debería haber aprendido la naturaleza voluble de los hombres en el regazo de su madre. Nunca más. De hecho, no había vuelto a sentirse tentada… hasta el desconocido misterioso de la Exposición de Verano.
A pesar de su comportamiento actual, la seguía tentando con sus ojos tristes que encerraban heridas del pasado.
Se sacudió mentalmente e hizo un esfuerzo por volver a la conversación.
—No necesito dama de compañía, señor Kou. Nadie espera decoro en una actriz. Eso conlleva cierta libertad.
Él se limitó a tomar un sorbo de té.
Serena respiró hondo y lo intentó de nuevo.
—¿Hablamos del retrato?
—Usted y yo tenemos que decidir cómo va a aparecer de Cleopatra.
Él hablaba con voz inexpresiva, pero sus ojos no eran inexpresivos.
—No sé cómo hacer eso —murmuró ella.
Él se encogió de hombros.
—Probamos poses distintas, la dibujo y elegimos la mejor imagen.
A ella aquello le parecía insuficiente, como intentar prepararse para una obra adivinando los diálogos.
—¿Ha leído la obra? —pasó un dedo por el brazo de la silla—. Tal vez le diera ideas.
—No desde la escuela.
Él miró la mano de ella y Serena curvó los dedos.
—Tengo una copia en mis aposentos. Vamos a buscarla para que pueda leerla.
Él parpadeó.
—No hay necesidad. Tráigala mañana.
—Entonces nos retrasaremos un día. Mi residencia está cerca. No llevará mucho tiempo.
Él la miró un momento.
—Muy bien —dijo al fin.
Entró en otra habitación a buscar su sobretodo y un minuto después salían al aire fresco.
Ella se tomó de su brazo y miró la calle.
—¿Cuál es la residencia de su hermana?
—No está lejos —él señaló la casa al pasar—. Ésa.
—¿Y hay también una esposa detrás de esas puertas?
Él negó con la cabeza.
—No estoy en posición de casarme. Mi hermana vive con mi madre en esa residencia.
A ella le dio un vuelco el corazón.
—Usted ha visto a mi hermana —dijo él.
Ella lo miró sorprendida.
—¿La he visto?
—Admiro su retrato en la exposición.
Serena se detuvo.
—Claro que sí. Ahora lo entiendo.
—¿Qué entiende?
Ella lo miró a los ojos.
—Por qué era un retrato tan afectuoso.
Él se ruborizó y ella percibió que volvía a alejarse.
Después de que casi hubieran regresado a la comodidad que había entre ellos en la exposición.
Serena le hizo más preguntas sobre su hermana, sus intereses, cómo había sido educada… todo lo que se le ocurrió que fuera un tema seguro. El corto paseo, de sólo unos doscientos metros, hasta su residencia en Henrietta Street fue con mucho el más placentero que había hecho en años.
Cuando entraron en la casa, él se volvió hacia la puerta abierta del salón.
Ella tiró de él.
—Venga a mi habitación.
Él enarcó las cejas.
—¿A su habitación?
Ella agitó una mano en el aire.
—No le importará a nadie, se lo prometo.
Le contó cómo había ido a vivir allí, le habló de los demás inquilinos que vivían en la casa y se esforzó por todos los medios por hacer que se sintiera cómodo y sentirse cómoda a su vez.
Cuando entraron en la habitación, ignoró adrede la cama, el mueble que más destacaba y el que le hacía preguntarse cómo sería compartirla con él. La alteraba descubrir que podía despertar tan rápidamente deseos dormidos en ella. Si había aprendido algo de su antiguo amante, había sido que sus sentidos no eran siempre los mejores jueces del carácter de un hombre.
Se quitó la capa y la dejó en una silla. Él se quitó el sombrero y los guantes, pero no el sobretodo.
Miró a su alrededor.
—¿Dónde está su copia de la obra?
—En la mesa —ella se quitó los guantes y señaló una mesita al lado de la ventana.
Él tomó el libro encuadernado en cuero.
—Para mañana lo habré leído.
Abrió el libro y lo hojeó despacio. De pronto, lo cerró de golpe y se guardó el libro en un bolsillo del sobretodo.
Serena se preguntó qué pasaje habría causado aquella reacción. ¿Tal vez aquel diálogo de Marco Antonio donde decía: Ahora ya no debe pasar ni un minuto de nuestras vidas sin placer?
Él parecía no obtener ningún placer en su compañía.
—Debería regresar a mi estudio.
Serena no se había movido del umbral.
—¿A qué hora debo ir a posar mañana?
—A la misma hora, si le resulta conveniente —los modales de él eran rígidos.
—Hasta mañana, pues —asintió ella.
Él se acercó. Cuando pasaba a su lado, ella le tomó la mano.
—Me gustaría mucho que el tiempo que pasemos juntos sea agradable. Empezamos como amigos. ¿No podríamos continuar así?
De nuevo pasó algo por sus ojos. ¿Qué era lo que tanto le molestaba?
La miró a los ojos.
—Hasta mañana, señorita Tsukino.
Serena le soltó la mano y él salió de la habitación. Ella lo vio bajar las escaleras y salir a la calle sin detenerse siquiera a ponerse el sombrero y los guantes.
OoOoO
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Cuando Seiya llegó a Adam Street, seguía vacilando entre el placer inesperado de volver a estar en compañía de Serena y el conocimiento terrible de que ella era la actriz de BlackMoon.
Caminó con la cabeza baja contra el viento frío procedente del río. Era horrible que BlackMoon hubiera elegido a una actriz lo bastante joven para ser su hija.
En lugar de volver al estudio, Seiya pasó a ver a su madre. La encontró sola en la salita de estar haciendo labores de aguja al lado de la ventana.
Levantó la vista cuando entró él.
—Seiya, has vuelto.
Él miró en derredor suyo.
—¿Dónde está Michiru?
—Ha ido con la doncella al mercado —la sonrisa de su madre era tensa—. Me temo que Michiru encuentra tediosas estas cuatro paredes. Aprovecha cualquier oportunidad para salir de ellas.
Él no respondió, sino que miró fijamente la alfombra.
—Siéntate —ella le indicó una silla—. Dime por qué has venido.
Seiya se acercó a la chimenea y movió con aire ausente una figurita situada al lado de un reloj de porcelana.
Al fin miró a su madre.
—¿ BlackMoon te dijo que su actriz es casi tan joven como Michiru?
Ella clavó la aguja en la tela.
—Eso a mí no me concierne y no debería concernirte a ti, Seiya.
—¿No te concierne? —él se volvió a mirarla—. ¿No te molesta? ¿Cómo es posible? ¿Cómo puedes insistir en que pinte su retrato?
Los ojos de ella se llenaron de dolor.
—Es lo que él desea.
Seiya sintió que se sonrojaba de rabia.
—Tú no tienes que hacer lo que él desea, madre. Te trata de un modo abominable.
La expresión de ella se volvió severa.
—Esa es tu opinión. En mi opinión, él me ha permitido vivir con holgura, criar a mis hijos con comodidad y darles una educación y un futuro.
Seiya soltó una risita seca.
—Podría debatir qué tipo de futuro le ha proporcionado a Michiru pero aparte de eso, ¿no le has pagado más que suficiente por lo que ha hecho por ti?
Su madre reanudó la costura sin contestar.
Seiya se sentó en su silla y se agachó hasta que sus ojos quedaron al mismo nivel que los de su madre.
—Madre, yo me ganaré la vida como artista. Conseguiré más encargos. Si ahorramos, tendré suficiente para cuidar de Michiru y de ti. No necesitas aceptar ni un chelín más de BlackMoon. Puedes decirle que se vaya al diablo.
Ella lo miró a los ojos.
—Yo no haré eso.
Él parpadeó.
—¿Por qué no? Prometo que podré cuidar de ti.
Su madre volvió a la costura.
—Estoy segura de que tendrás mucho éxito, hijo mío, pero no desdeñaré a Diamante.
Seiya se puso en pie.
—Él te ha desdeñado a ti. Y del modo más insultante.
Ella volvió a mirarlo.
—No tengo por qué darte explicaciones y no pienso hacerlo. No cambiaré mi acuerdo con Diamante.
Era inútil. En lo referente a BlackMoon, su madre estaba ciega y soda.
—¿Te quedarás a cenar? —preguntó ella—. Faltan todavía unas horas, pero si tienes hambre ya, pediré que te traigan té y galletas.
Él negó con la cabeza. Le sería imposible sentarse a la mesa y fingir que aquel día no había tenido lugar.
—No me esperes a cenar, tengo mucho que hacer esta noche.
Ella sonrió débilmente.
—Si cambias de idea, serás bienvenido.
Él se acercó y la besó en la mejilla.
—Debo irme.
Su madre le dio una palmadita en la mejilla, pero en sus ojos brillaban lágrimas.
—Espero que te veamos mañana.
Cuando salió al aire de invierno, Seiya corrió a su estudio. Una vez allí, se apoyó en la puerta con visiones de BlackMoon saltando de la cama de su madre a la de Serena.
Se quitó el sombrero y los guantes y se acercó a la pared donde estaba el escritorio. Sacó varios papeles, tomó un trozo de carboncillo y empezó a dibujar.
Las líneas que trazó formaron una imagen de Serena.
¡Ah! BlackMoon nos esta arruinando las cosas entre Serena y Seiya ¿Será que podra mejorarse la relación entre ellos?
Ya lo veremos en el siguiente capitulo
Me despido de ustedes por ahora. Como siempre, no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Nos vemos en el capitulo 4
XOXO
Serenity
Caminó con la cabeza baja contra el viento frío procedente del río. Era horrible que BlackMoon hubiera elegido a una actriz lo bastante joven para ser su hija.
En lugar de volver al estudio, Seiya pasó a ver a su madre. La encontró sola en la salita de estar haciendo labores de aguja al lado de la ventana.
Levantó la vista cuando entró él.
—Seiya, has vuelto.
Él miró en derredor suyo.
—¿Dónde está Michiru?
—Ha ido con la doncella al mercado —la sonrisa de su madre era tensa—. Me temo que Michiru encuentra tediosas estas cuatro paredes. Aprovecha cualquier oportunidad para salir de ellas.
Él no respondió, sino que miró fijamente la alfombra.
—Siéntate —ella le indicó una silla—. Dime por qué has venido.
Seiya se acercó a la chimenea y movió con aire ausente una figurita situada al lado de un reloj de porcelana.
Al fin miró a su madre.
—¿ BlackMoon te dijo que su actriz es casi tan joven como Michiru?
Ella clavó la aguja en la tela.
—Eso a mí no me concierne y no debería concernirte a ti, Seiya.
—¿No te concierne? —él se volvió a mirarla—. ¿No te molesta? ¿Cómo es posible? ¿Cómo puedes insistir en que pinte su retrato?
Los ojos de ella se llenaron de dolor.
—Es lo que él desea.
Seiya sintió que se sonrojaba de rabia.
—Tú no tienes que hacer lo que él desea, madre. Te trata de un modo abominable.
La expresión de ella se volvió severa.
—Esa es tu opinión. En mi opinión, él me ha permitido vivir con holgura, criar a mis hijos con comodidad y darles una educación y un futuro.
Seiya soltó una risita seca.
—Podría debatir qué tipo de futuro le ha proporcionado a Michiru pero aparte de eso, ¿no le has pagado más que suficiente por lo que ha hecho por ti?
Su madre reanudó la costura sin contestar.
Seiya se sentó en su silla y se agachó hasta que sus ojos quedaron al mismo nivel que los de su madre.
—Madre, yo me ganaré la vida como artista. Conseguiré más encargos. Si ahorramos, tendré suficiente para cuidar de Michiru y de ti. No necesitas aceptar ni un chelín más de BlackMoon. Puedes decirle que se vaya al diablo.
Ella lo miró a los ojos.
—Yo no haré eso.
Él parpadeó.
—¿Por qué no? Prometo que podré cuidar de ti.
Su madre volvió a la costura.
—Estoy segura de que tendrás mucho éxito, hijo mío, pero no desdeñaré a Diamante.
Seiya se puso en pie.
—Él te ha desdeñado a ti. Y del modo más insultante.
Ella volvió a mirarlo.
—No tengo por qué darte explicaciones y no pienso hacerlo. No cambiaré mi acuerdo con Diamante.
Era inútil. En lo referente a BlackMoon, su madre estaba ciega y soda.
—¿Te quedarás a cenar? —preguntó ella—. Faltan todavía unas horas, pero si tienes hambre ya, pediré que te traigan té y galletas.
Él negó con la cabeza. Le sería imposible sentarse a la mesa y fingir que aquel día no había tenido lugar.
—No me esperes a cenar, tengo mucho que hacer esta noche.
Ella sonrió débilmente.
—Si cambias de idea, serás bienvenido.
Él se acercó y la besó en la mejilla.
—Debo irme.
Su madre le dio una palmadita en la mejilla, pero en sus ojos brillaban lágrimas.
—Espero que te veamos mañana.
Cuando salió al aire de invierno, Seiya corrió a su estudio. Una vez allí, se apoyó en la puerta con visiones de BlackMoon saltando de la cama de su madre a la de Serena.
Se quitó el sombrero y los guantes y se acercó a la pared donde estaba el escritorio. Sacó varios papeles, tomó un trozo de carboncillo y empezó a dibujar.
Las líneas que trazó formaron una imagen de Serena.
¡Ah! BlackMoon nos esta arruinando las cosas entre Serena y Seiya ¿Será que podra mejorarse la relación entre ellos?
Ya lo veremos en el siguiente capitulo
Me despido de ustedes por ahora. Como siempre, no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Nos vemos en el capitulo 4
XOXO
Serenity
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
hayyy por dios esta fasinanate me vas a matar con tanto suspenso, cuando serena conozca a seiya kou se ira de espaldas jajajajajajaja!!!! buena tua actualizacion
viviana quiroga- Sailor Inner Scout
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
me encanto tanta emocion..,pobre piensa que serena es amante de diamente..,que linda es erena con seiya..espero pronto tu actualizacion
bombon95- Neo Reina Serena
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Hola! Ahí no puede ser!!! Serena es la chica que ese señor quiere que seiya pinte quien lo diria el destino es loco y le gusta jugar
Vaya que serena tampoco es tonta.. Y. Espero que logre sacarse a ese mustio que anda perdido si cree que el dinero lo puede todo
Me encanto y muero por saber que sucederá
Saludos
Vaya que serena tampoco es tonta.. Y. Espero que logre sacarse a ese mustio que anda perdido si cree que el dinero lo puede todo
Me encanto y muero por saber que sucederá
Saludos
stgrani- Reina Serenity
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
me encanto el capitulo tres, por fin serena descubrio que le hombre que habia visto en Somerset House, y que ella se sienta tan atraida por él, pero que lastima que seiya piense que serena es amante de blackmoon... ahora entiendo el recelo de seiya hacia srena, ya que él es el amante de su madre y que sacrificada es esta mujer, es increible, pero en aquella espoca al parecer era bastante comun... bueno linda, estuvo lleno de emocion, pense por un momento que serena le iba a arrojar los brazos al cuello a seiya y lo iba a besar... jajjja... besos...
Aysha Bakhovik B.- Sailor Outer Scout
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
HOLAAAAAAAAAAAAAAAAA AMIGA MIAAAAA ESTABA UN POCO PERDIDA ESTABA DESACTUALIZADA DOS CAPITULOS PERO ESTOY AQUI DE NUEVO UFF QUE COSAS PORQUE SERENA NO LE ACLARA QUE NO TIENE NADA CON EL ZARRAPASTROSO ESE MALDITO COMOLO ODIO Y PORQUE LA MAMA SIGUE CIEGA PORQUE YO DUDO QUE ELLA NO SE DE CUENTA QUE EL LA QUIERE SOLOD E AMANTE.... HARUKA Y MUCHIRU SIEMPRE ME HA ENCANTADO ESA PAREJA ... ESPERO QUE LA RELACION DE ESOS DOS TERCOS MEJORE Y QUE PUEDAN LLEVRSE BIEN EN FIN ESPERO EL SIGUIENTE CON ANSIAS LOCAS BYEEE
Usagi13- Princesa Fireball
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
wow me has dejado como siempre facinada con tus actualizacines, ese blakmoon me cae gordo jaja, seiya es tan baronil, tan , tan, tan no se que pero me encanta, asi me gustan a mi jajaja, no se tan propio cada dia me enamoro mas de el, que lastima que piense que serna es amante de diamante y serena es tan linda es cuestion de minutos para que se le tie ensima a seiya jajaja bueno al menos yo lo hubiera hecho desde que lo vi jajaja, cuidate amix me encantan tus actualizaciones, espero actualices las demas pronto cuidate y hasta luego.
wendykou- Sailor Outer Scout
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Edad : 38
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
genial!!!!
esto se esta poniendo muy emocionante
esto se esta poniendo muy emocionante
pandita- Sailor Outer Scout
- Mensajes : 427
Edad : 38
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Esta genial!! Como dicen por ahi, Cada ves nos dejas mas impresionadas con tus actúalizaciones!!! Espero que actualizes pronto!!!
Michiru200- Neo Reina Serena
- Mensajes : 7417
Edad : 21
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
¡Hola!
¡Mil gracias sus comentarios y por seguirme acompañando por aqui en esta historia!
Como ya se han dado cuenta, las cosas para la gente de hace 200 años no era nada facil, en especial para las mujeres ya que se llevaban la peor parte y muchas veces tenian que aguantar todo calladitas. Afortunadamente, ¡muchas cosas han cambiado desde entonces!
Pero bueno, estoy segura de que estan ansiosas por saber como continua esta historia, así que sin más preambulos les dejo el capitulo 4 ¡espero que lo disfruten!
Capitulo Cuatro
Aquella noche, Serena estaba sentada ante el espejo poniéndose colorete en las mejillas y kohl en las pestañas para realzar sus rasgos y que se vieran bien desde los asientos de los palcos del Drury Lane. Las puertas del camerino estaban abiertas de par en par, de modo que las demás actrices y ella pudieran oír sus avisos para salir a escena. Faltaba media hora para que se levantara el telón para Romeo y Julieta y detrás del escenario había el caos de costumbre. Gente que gritaba. Decorados que se trasladaban de un lugar a otro. Actores, actrices y los bailarines de ballet que entretenían entre acto y acto corrían de acá para allá vestidos o a medio vestir.
Serena adoraba aquella conmoción. Prefería con mucho estar allí que encima de las escaleras, en el camerino privado reservado para la actriz principal. Su madre había exigido aquel camerino y a Serena no le había importado ni lo más mínimo. El caos de detrás del escenario le daba energía.
La imagen de su madre apareció detrás de ella en el espejo. Iba vestida ya de lady Capuleto y la miraba de hito en hito.
—¿Has perdido completamente el juicio?
Serena dejó el cepillito que usaba para oscurecerse las pestañas.
—¿A qué te refieres, madre?
Ikuko señaló con gesto dramático a una persona invisible.
—Lord BlackMoon paga tu retrato y una obra entera y tú rehusas su compañía. Te niegas a que te acompañe.
—Yo tenía la impresión de que su inversión financiera era para beneficiar al teatro, no su vanidad —repuso Serena.
Su madre levantó las manos al cielo.
—Entonces eres aún más tonta de lo que imaginaba.
Serena no era tonta. Sabía muy bien lo que había esperado comprar BlackMoon.
Apartó la vista del espejo. Aunque los motivos de BlackMoon hubieran sido caballerosos, ella no habría aceptado su compañía. Le gustaba estar sola con Seiya Kou. Le gustaba la intimidad con él, que pudiera verla sin testigos.
Su madre le puso una mano en el hombro.
— BlackMoon tiene mucha influencia aquí en el teatro. No puedes tratarlo mal sin pagar por ello. Tú dices que quieres triunfar, pero si sigues así, nos arruinarás a las dos.
Serena quería triunfar, sí, pero como actriz, no como el juguete de BlackMoon.
La famosa Ikuko Tsukino disfrutaba sobre todas las cosas con la adoración de los hombres. Su carrera como actriz era simplemente el modo de exhibirse y su fama se debía más al número de hombres con los que se la había relacionado a lo largo de los años que a sus papeles en el escenario.
Su interés exclusivo por ganarse la atención de los caballeros más prestigiosos le había dejado poco tiempo para ocuparse de su hija. Serena había crecido cuidada por otros. Gente del teatro que le había dedicado sus atenciones, la habían disfrazado, le habían pintado la cara e incluso le habían permitido salir al escenario como parte de una escena. En el teatro había sido feliz. Le gustaba tanto que estaba dispuesta a salir a escena en cualquier papel simplemente para formar parte de aquello.
Pero no tenía intención de ofrecerse a hombres lujuriosos aunque la ayudaran en su carrera de actriz. Si ése era el precio del éxito, era demasiado alto y demasiado falso. Quería hacer méritos por sus habilidades, nada más. Quería ganarse los mejores papeles, las mejores críticas y los aplausos más sonoros porque su interpretación los merecía.
Su madre, sin embargo, tenía cierta razón. Serena no deseaba compartir el lecho de BlackMoon, pero no debía alejarlo del todo pues él podía usar su influencia en el teatro tanto para bien como para mal.
Se volvió a mirar a su madre a los ojos.
—Descansa tranquila, madre. Soy muy capaz de ocuparme de lord BlackMoon. He lidiado con otros como él.
—¿Oh? —su madre puso los brazos en jarras—. ¿Dieciocho años y eres una experta en hombres?
Serena respiró hondo.
—Tengo veintidós, soy mayor de lo que eras tú cuando me diste a luz.
—Pero se puede ser tonta a los veintidós —repuso su madre—. Si yo hubiera tenido más sentido común, no te habría dado a luz.
Serena se encogió. Ocultó el dolor que le producían las palabras de su madre con una sonrisa.
—Yo aprendo de tus errores.
Su madre apartó la vista.
— BlackMoon asistirá esta noche a la obra. Sé amable con él en el Salón Verde.
Serena se volvió al espejo y empezó a empolvarse la cara.
—Siempre soy amable con los caballeros —lo que no hacía era acostarse con ellos.
El señor Garayan apareció en la puerta del camerino.
—Ah, estás aquí, Ikuko, querida. Tan encantadora como siempre.
La madre de Serena sonrió.
—¡Qué halagador! Voy vestida como una matrona.
—Nada puede disminuir tu belleza —él le apretó la mano y miró a Serena—. Tu hija ha heredado todo tu encanto. Es una buena Julieta. Belleza y un arte interpretativo que puede rivalizar con el tuyo. Debes estar orgullosa.
La madre de Serena seguía sonriendo, pero la joven captó la dureza de su mirada.
—Sí, debo estar orgullosa, ¿verdad?
¡Mil gracias sus comentarios y por seguirme acompañando por aqui en esta historia!
Como ya se han dado cuenta, las cosas para la gente de hace 200 años no era nada facil, en especial para las mujeres ya que se llevaban la peor parte y muchas veces tenian que aguantar todo calladitas. Afortunadamente, ¡muchas cosas han cambiado desde entonces!
Pero bueno, estoy segura de que estan ansiosas por saber como continua esta historia, así que sin más preambulos les dejo el capitulo 4 ¡espero que lo disfruten!
Capitulo Cuatro
Aquella noche, Serena estaba sentada ante el espejo poniéndose colorete en las mejillas y kohl en las pestañas para realzar sus rasgos y que se vieran bien desde los asientos de los palcos del Drury Lane. Las puertas del camerino estaban abiertas de par en par, de modo que las demás actrices y ella pudieran oír sus avisos para salir a escena. Faltaba media hora para que se levantara el telón para Romeo y Julieta y detrás del escenario había el caos de costumbre. Gente que gritaba. Decorados que se trasladaban de un lugar a otro. Actores, actrices y los bailarines de ballet que entretenían entre acto y acto corrían de acá para allá vestidos o a medio vestir.
Serena adoraba aquella conmoción. Prefería con mucho estar allí que encima de las escaleras, en el camerino privado reservado para la actriz principal. Su madre había exigido aquel camerino y a Serena no le había importado ni lo más mínimo. El caos de detrás del escenario le daba energía.
La imagen de su madre apareció detrás de ella en el espejo. Iba vestida ya de lady Capuleto y la miraba de hito en hito.
—¿Has perdido completamente el juicio?
Serena dejó el cepillito que usaba para oscurecerse las pestañas.
—¿A qué te refieres, madre?
Ikuko señaló con gesto dramático a una persona invisible.
—Lord BlackMoon paga tu retrato y una obra entera y tú rehusas su compañía. Te niegas a que te acompañe.
—Yo tenía la impresión de que su inversión financiera era para beneficiar al teatro, no su vanidad —repuso Serena.
Su madre levantó las manos al cielo.
—Entonces eres aún más tonta de lo que imaginaba.
Serena no era tonta. Sabía muy bien lo que había esperado comprar BlackMoon.
Apartó la vista del espejo. Aunque los motivos de BlackMoon hubieran sido caballerosos, ella no habría aceptado su compañía. Le gustaba estar sola con Seiya Kou. Le gustaba la intimidad con él, que pudiera verla sin testigos.
Su madre le puso una mano en el hombro.
— BlackMoon tiene mucha influencia aquí en el teatro. No puedes tratarlo mal sin pagar por ello. Tú dices que quieres triunfar, pero si sigues así, nos arruinarás a las dos.
Serena quería triunfar, sí, pero como actriz, no como el juguete de BlackMoon.
La famosa Ikuko Tsukino disfrutaba sobre todas las cosas con la adoración de los hombres. Su carrera como actriz era simplemente el modo de exhibirse y su fama se debía más al número de hombres con los que se la había relacionado a lo largo de los años que a sus papeles en el escenario.
Su interés exclusivo por ganarse la atención de los caballeros más prestigiosos le había dejado poco tiempo para ocuparse de su hija. Serena había crecido cuidada por otros. Gente del teatro que le había dedicado sus atenciones, la habían disfrazado, le habían pintado la cara e incluso le habían permitido salir al escenario como parte de una escena. En el teatro había sido feliz. Le gustaba tanto que estaba dispuesta a salir a escena en cualquier papel simplemente para formar parte de aquello.
Pero no tenía intención de ofrecerse a hombres lujuriosos aunque la ayudaran en su carrera de actriz. Si ése era el precio del éxito, era demasiado alto y demasiado falso. Quería hacer méritos por sus habilidades, nada más. Quería ganarse los mejores papeles, las mejores críticas y los aplausos más sonoros porque su interpretación los merecía.
Su madre, sin embargo, tenía cierta razón. Serena no deseaba compartir el lecho de BlackMoon, pero no debía alejarlo del todo pues él podía usar su influencia en el teatro tanto para bien como para mal.
Se volvió a mirar a su madre a los ojos.
—Descansa tranquila, madre. Soy muy capaz de ocuparme de lord BlackMoon. He lidiado con otros como él.
—¿Oh? —su madre puso los brazos en jarras—. ¿Dieciocho años y eres una experta en hombres?
Serena respiró hondo.
—Tengo veintidós, soy mayor de lo que eras tú cuando me diste a luz.
—Pero se puede ser tonta a los veintidós —repuso su madre—. Si yo hubiera tenido más sentido común, no te habría dado a luz.
Serena se encogió. Ocultó el dolor que le producían las palabras de su madre con una sonrisa.
—Yo aprendo de tus errores.
Su madre apartó la vista.
— BlackMoon asistirá esta noche a la obra. Sé amable con él en el Salón Verde.
Serena se volvió al espejo y empezó a empolvarse la cara.
—Siempre soy amable con los caballeros —lo que no hacía era acostarse con ellos.
El señor Garayan apareció en la puerta del camerino.
—Ah, estás aquí, Ikuko, querida. Tan encantadora como siempre.
La madre de Serena sonrió.
—¡Qué halagador! Voy vestida como una matrona.
—Nada puede disminuir tu belleza —él le apretó la mano y miró a Serena—. Tu hija ha heredado todo tu encanto. Es una buena Julieta. Belleza y un arte interpretativo que puede rivalizar con el tuyo. Debes estar orgullosa.
La madre de Serena seguía sonriendo, pero la joven captó la dureza de su mirada.
—Sí, debo estar orgullosa, ¿verdad?
OoOoO
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
A la mañana siguiente, Seiya despertó temprano, cuando un mensajero le llevó el primer pago generoso de BlackMoon. Al menos ese dinero le permitiría comprar material. Caminó la milla que había hasta Ludgate Hill, donde el establecimiento de Thomas Clay ofrecía los mejores pigmentos, y compró suficiente para varios cuadros. Regresó a tiempo de preparar el estudio para la llegada de Serena.
Mientas la esperaba, miró las distintas imágenes de ella que había esbozado de memoria, incluidas las que había hecho después del primer encuentro. La noche anterior había llenado un papel tras otro con su perfil, sus ojos, su sonrisa… Cuando empezó a oscurecer había leído Marco Antonio y Cleopatra a la luz de la lámpara.
Ella llamó puntual a su puerta a las dos. Seiya se levantó de la mesa de dibujo y guardó rápidamente los bocetos. Cuando abrió la puerta, el rostro de ella estaba rosa por el aire de invierno.
—Buenas tardes, señor Kou —sonrió y sus ojos brillaron de placer.
Su impacto obligó a Seiya a apartar la vista.
—Señorita Tsukino. Confío en que este bien.
—Yo siempre estoy bien —respondió ella animosa.
Él tuvo la presencia de ánimo de ayudarla a quitarse la capa, muy consciente de la curva elegante del cuello y de los mechones de pelo color rubio que asomaban en su cuello por debajo del sombrero.
—¿Ha podido leer la obra? —preguntó ella. Se quitó los guantes y desató las cintas del sombrero.
Él colgó la capa en el perchero.
—La leí anoche.
Ella dejó los guantes y el sombrero en la mesita y lo miró, sonriente todavía.
Seiya se dio cuenta de que sus bocetos no le habían hecho justicia. No habían captado aquella chispa de energía, aquella vivacidad tan suya. Sus dedos ansiaban volver a intentarlo.
Pero tenía que mostrarse cortés.
—Prepararé té —se dirigió hacia la cocina, pero ella se le adelantó.
—Yo lo haré —apartó la cortina que aislaba la cocina y miró a su alrededor—. Tengo muy poco que hacer. Usted lo ha preparado todo.
Él había puesto la tetera en el fuego antes de que llegara ella. El té estaba en la tetera. Ella echó el agua.
—Debe permitirme llevar la bandeja —dijo él.
Ella lo miró con una sonrisa.
—¿Debo?
Él entró en la cocina.
—Insisto.
No había espacio para los dos, pero pensó en eso demasiado tarde. Sus brazos se rozaron cuando ella intentó pasar a su lado y aquel simple contacto provocó en los sentidos de Seiya algo que no quiso identificar.
Ella estaba ante él, con los cuerpos casi tocándose. Alzó la mano y le acarició con gentileza la mejilla con un dedo.
—Tiene una mancha negra.
Del carboncillo, probablemente.
Él tomó un trapo y se frotó donde ella había tocado, pero no pudo borrar la explosión de deseo carnal que ella suscitaba en él. Se volvió y tomó la bandeja. Serena lo siguió en silencio hasta donde se había sentado el día anterior.
Se acomodó en la silla como si el momento del contacto no hubiera ocurrido nunca.
—¿Por dónde empezamos? ¿Hablamos de cómo pintar a Cleopatra?
—Es un buen lugar para empezar —murmuró Seiya
Ella sirvió el té y le pasó su taza.
—¿Qué ha pensado?
—¿De Cleopatra?
—Sí —ella levantó su taza.
Él dejó la suya en la mesa.
—Me ha sorprendido su ambición política. No recordaba así la obra del colegio.
Ella sonrió.
—Quizá de muchacho era demasiado romántico.
Seiya rió con sequedad.
—Me parece que no, pero ahora entiendo más de la vida. Marco Antonio estaba motivado por la pasión, pero Cleopatra estaba motivada por la ambición.
Serena asintió.
—Estoy de acuerdo. Traiciona a Marco Antonio dos veces. Y dudo que se matara por amor a él.
Él movió su taza, pero no la alzó.
—Pero el amor de él por ella sí lo lleva a la muerte.
—Y a la de ella —le recordó Serena—. Podríamos decir que era una mujer sola que intentaba abrirse paso en el mundo y que la pasión de él llevó a su caída.
Él pensó en la situación de su madre.
—El mundo no ha cambiado tanto.
—Desde luego —dijo ella con firmeza.
Seiya la miró y recordó que era BlackMoon el que interpretaba el papel de Marco Antonio en su vida y no él. El sol de la ventana arrancaba reflejos dorados a su pelo rubio. La mirada que le dedicó ella era suave y amistosa.
Seiya tuvo que apartar la vista.
—Es una obra extraña. Tiene más de historia que de amor.
Serena se echó a reír.
—Menos mal. Ya hay bastante amor por parte del señor Chiba en la obra.
Seiya la miró sorprendido.
—¿No le gusta Chiba como protagonista?
Ella negó con la cabeza.
—En absoluto. Huele a whisky y es demasiado bajo.
—¿El famoso señor Chiba?
Ella arrugó la cara como si hubiera comido limón.
—Me atrevo a decir que su aspecto mejora desde los palcos.
Su franqueza le hizo relajarse y apartar a BlackMoon de su mente. Tenía la sensación de que acababan de volver a Somerset House.
Empezaron a comentar cómo debía posar Cleopatra, si sentada o de pie. Seiya estaba impaciente por dibujarla.
Ella dejó su taza y se sentó en el borde de la silla.
—¿Debo posar ya? ¿Quizá como Cleopatra en su trono?
Enderezó la espalda y alzó la barbilla, con lo que se transformó al instante en una reina altiva que miraba desde arriba al resto del mundo.
Él la miró intrigado.
—Mantenga esa pose.
Acercó más la mesa de dibujo a la silla de ella y puso un papel en blanco en la superficie angular. Dibujó con rapidez, usando carboncillo y pasteles, sin pensar, dejando que la imagen fuera directamente del ojo a la mano.
Ella permanecía muy quieta, casi como una estatua.
Él dejó el boceto a un lado y lo reemplazó con otro papel en blanco.
—Ahora levántese y muévase.
—¿Que me mueva?
Él movió una mano en el aire.
—Muévase delante de mí como se movería Cleopatra.
Los movimientos naturales y llenos de gracia que lo habían seducido hasta ese momento se vieron reemplazados por un paso majestuoso, adelante y atrás.
Él dibujaba con rapidez.
—Me siento un poco tonta —dijo ella, cuando cruzaba delante de él.
—No parece tonta —respondió él—. Esto es exactamente lo que necesito.
La probó en otras poses, sentada y de pie, y acabó con diez dibujos en pastel que le daban ideas sobre cómo podía ser el retrato final.
Los miró uno a uno.
—¿Puedo verlos?
Serena se acercó a él llevando consigo su aroma a agua de rosas. Examinó cada dibujo, uno después de otro.
—Admirable —volvió a mirarlos todos y dejó tres de ellos juntos—. Dibujaba tan deprisa que jamás habría imaginado que podría hacer que se parecieran tanto a mí.
Él volvió a mirarlos.
—Todavía no están bien. No estoy seguro de por qué.
Había dejado los bocetos anteriores en el suelo, al lado de la mesa de dibujo, y Serena los vio.
—¿Qué es eso?
Los tomó y los examinó. Cuando llegó a los que él había hecho después de Somerset House, alzó la vista con expresión confusa.
—Son bocetos que había hecho antes —repuso él con vaguedad.
—Estos son diferentes a los otros —ella los miró—. Parezco… —hizo una pausa—. Seductora.
Seiya no contestó.
Ella sonrió.
—Estos los dibujo después de la exposición, ¿verdad?
Seiya no quiso mentir.
—Sí.
—Me gustan —dijo ella, y él sintió que se sonrojaba de placer—. Me hace parecer embaucadora.
—No es suficiente —Seiya se alegraba de que no le preguntara por qué la había dibujado aquel día, pues no habría sabido qué contestar.
Serena lo miraba como si pudiera ver en sus pensamientos todo lo que él había sentido aquel día, sentimientos que ahora le estaban prohibidos, pero no pensaría en eso. Ese día sólo quería pintarla.
—Cleopatra debe parecer seductora —ella miró a su alrededor y descubrió una chaise longue. La empujó más cerca de la mesa de dibujo y se reclinó en ella. Se apoyó en un codo y lo miró. El efecto era a la vez sensual y majestuoso.
Seiya contuvo el aliento al verla.
Ella abandonó su papel de Cleopatra.
—¿No le gusta así? —empezó a cambiar de posición.
Él levantó una mano.
—No se mueva. Déjeme que la dibuje así.
Ella recuperó la pose.
—Estamos avanzando mucho hoy, ¿verdad?
—Sí —él se concentró en las líneas que dibujaba.
—Siento que hoy nos comunicamos tan bien como el día de la exposición.
Él la miró, pero no contestó.
—¿Qué creé que ocurrió ayer? —preguntó Serena—. Estaba segura de que estaba descontento conmigo. ¿Me dirá ahora a qué se debía?
Seiya dejó de dibujar.
—No era nada.
Ella echó la cabeza a un lado, pareció recordar por qué estaba allí y volvió a su pose original.
—No fue mi imaginación. Mi presencia lo perturbaba.
Él se concentró en el dibujo.
—Quizá mi humor se debía a algo no relacionado con usted.
—Entonces dígame qué lo hacía desgraciado —pidió ella con sinceridad.
—Ahora no lo recuerdo —mintió él—. Probablemente no era nada.
Ella permaneció callada un rato y Seiya rellenó el color de su vestido y el tono impecable de su piel.
—¿Tiene muchos amigos en Londres? —preguntó ella al cabo de un rato.
—No muchos —repuso él—. Soy de Bath.
—¿Ah, sí? Yo interpreté La ópera del mendigo en Bath. ¿La vio? Fue hace dos años.
Seiya negó con la cabeza.
—Yo estaba en España.
La expresión de ella se volvió comprensiva, pero no prosiguió con aquel tema.
—Yo tampoco tengo muchos amigos en Londres —dijo.
—¿Su madre no vive aquí?
Ella movió una mano en el aire, pero inmediatamente volvió a su pose.
—Mi madre no es precisamente una amiga. Uno necesita amigos para divertirse.
En la vida de Seiya había poco espacio para diversiones.
—Diversión.
—Ya sabe, paseos por el parque, ir de tiendas, tomar un helado en Gunter's, cosas así —ella hizo una pausa—. Están mis amigos del teatro, por supuesto, pero la mayoría de sus diversiones son en tabernas.
Seiya dejó que lo envolviera la conversación como el agua de un arroyo claro un día de verano. Le impedía concentrarse demasiado en su trabajo y permitía que fluyeran las líneas del dibujo. Cambió el papel y empezó a dibujar sólo la cara, llenando la página con ella.
—Usted y yo deberíamos ser amigos —prosiguió ella.
Seiya detuvo la mano y la miró con fijeza.
Serena le sonrió.
—Así podría llamarlo Seiya. Y usted podría llamarme Serena.
Antes de que él pudiera contestar, llamaron a la puerta, que se abrió casi inmediatamente.
Entró lord BlackMoon.
—¡Vaya, vaya, vaya! —se quitó el sombrero y saludó a Serena con la cabeza—. Buenos días, querida —miró a Seiya—. Se me ha ocurrido venir a ver cómo progresa esto.
— BlackMoon —Seiya se puso rígido—. Es la segunda sesión. ¿Qué progresos espera? —colocó el boceto de ella en la chaise longue debajo de todos los demás.
—Me gustaría verlo — BlackMoon se acercó a la mesa de dibujo sin esperar permiso.
Seiya dejó las manos sobre el montón de dibujos, de modo que BlackMoon sólo podía ver el de arriba del todo, un dibujo de Serena sentada en la silla.
BlackMoon miró a Serena.
—Es una modelo admirable, querida.
Ella no contestó.
Él volvió a examinar el dibujo y movió la cabeza.
—Sin embargo, no se parece nada a Cleopatra —se volvió a Seiya—. ¡Por el amor de Dios!, tiene que parecer egipcia.
Seiya apretó los puños.
—¡Por Dios, milord! —exclamó Serena—. Espera demasiado de un primer día de posado. ¿Pensaba que estaría ya plenamente vestida y con la pintura del teatro?
Seiya se sentía perfectamente capaz de defender su trabajo ante gente como BlackMoon. Odiaba su intromisión, pero odiaba todavía más que le recordara su derecho sobre Serena.
BlackMoon sonrió a la joven y Seiya vio que posaba los ojos en su figura reclinada.
—Si usted está contenta con la sesión, querida mía, yo también.
Seiya se volvió para ocultar el disgusto que sabía que no podía disimular en su rostro.
—Seiya ¿cuándo termina la sesión? —preguntó BlackMoon —. He venido a acompañar a la señorita Tsukino a casa.
Los hombros de Seiya se pusieron rígidos.
Serena se incorporó.
—Eso no es necesario, señor.
—No puedo permitir que camine sola — BlackMoon lanzó a Seiya una de esas miradas que se dirigen los hombres cuando esperan hacer una conquista.
Que BlackMoon hiciera gala de su aventura con Serena delante del hijo de su antigua amante hacía que a Seiya le hirviera la sangre. Sólo la promesa que había hecho a su madre le impedía agarrar a BlackMoon del cuello y arrojarlo a la calle.
—No hemos terminado —Serena reanudó su pose de Cleopatra.
BlackMoon se acercó a una silla y se sentó.
—No me importa esperar.
Seiya amontonó los dibujos y guardó las pinturas en sus cajas. No dibujaría ni una línea delante de BlackMoon.
—Hemos terminado.
Serena se puso en pie y lo miró de hito en hito. Sin decir palabra, tomó las tazas de té y la bandeja y las llevó a la cocina.
—No debe hacer eso —dijo BlackMoon —. Es trabajo de sirvientes.
—No me importa.
Seiya la siguió a la cocina.
—Yo me ocuparé de las cosas del té.
—No habíamos terminado. ¿Por qué ha dicho que sí? —ella hablaba en voz baja, pero parecía irritada.
—No puedo trabajar con él mirando.
Serena cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Cuándo regreso?
Seiya se encogió de hombros.
—¿Mañana?
—Muy bien. Llegaré a las dos, si le resulta conveniente —su voz seguía siendo tensa.
—A las dos, pues —repuso él en el mismo tono.
Ella volvió al estudio.
BlackMoon estaba de pie con la capa de ella en la mano, preparado para ayudarla. Se la echó por los hombros y mantuvo las manos un instante en ellos.
Seiya se volvió y fingió estar ocupado. No regresó al estudio hasta que oyó cerrarse la puerta tras ellos.
¿Alguien más quiere matar a BlackMoon por andar de metiche y arruinar la sesión de Serena y Seiya?
Pero bueno, tranquilas que apenas esta empezando el retrato de Serena y pueden pasar un montón de cosas entre nuestra pareja favorita.
Me despido de ustedes por ahora. Como siempre, no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Nos vemos en el proximo capitulo
XOXO
Serenity
Mientas la esperaba, miró las distintas imágenes de ella que había esbozado de memoria, incluidas las que había hecho después del primer encuentro. La noche anterior había llenado un papel tras otro con su perfil, sus ojos, su sonrisa… Cuando empezó a oscurecer había leído Marco Antonio y Cleopatra a la luz de la lámpara.
Ella llamó puntual a su puerta a las dos. Seiya se levantó de la mesa de dibujo y guardó rápidamente los bocetos. Cuando abrió la puerta, el rostro de ella estaba rosa por el aire de invierno.
—Buenas tardes, señor Kou —sonrió y sus ojos brillaron de placer.
Su impacto obligó a Seiya a apartar la vista.
—Señorita Tsukino. Confío en que este bien.
—Yo siempre estoy bien —respondió ella animosa.
Él tuvo la presencia de ánimo de ayudarla a quitarse la capa, muy consciente de la curva elegante del cuello y de los mechones de pelo color rubio que asomaban en su cuello por debajo del sombrero.
—¿Ha podido leer la obra? —preguntó ella. Se quitó los guantes y desató las cintas del sombrero.
Él colgó la capa en el perchero.
—La leí anoche.
Ella dejó los guantes y el sombrero en la mesita y lo miró, sonriente todavía.
Seiya se dio cuenta de que sus bocetos no le habían hecho justicia. No habían captado aquella chispa de energía, aquella vivacidad tan suya. Sus dedos ansiaban volver a intentarlo.
Pero tenía que mostrarse cortés.
—Prepararé té —se dirigió hacia la cocina, pero ella se le adelantó.
—Yo lo haré —apartó la cortina que aislaba la cocina y miró a su alrededor—. Tengo muy poco que hacer. Usted lo ha preparado todo.
Él había puesto la tetera en el fuego antes de que llegara ella. El té estaba en la tetera. Ella echó el agua.
—Debe permitirme llevar la bandeja —dijo él.
Ella lo miró con una sonrisa.
—¿Debo?
Él entró en la cocina.
—Insisto.
No había espacio para los dos, pero pensó en eso demasiado tarde. Sus brazos se rozaron cuando ella intentó pasar a su lado y aquel simple contacto provocó en los sentidos de Seiya algo que no quiso identificar.
Ella estaba ante él, con los cuerpos casi tocándose. Alzó la mano y le acarició con gentileza la mejilla con un dedo.
—Tiene una mancha negra.
Del carboncillo, probablemente.
Él tomó un trapo y se frotó donde ella había tocado, pero no pudo borrar la explosión de deseo carnal que ella suscitaba en él. Se volvió y tomó la bandeja. Serena lo siguió en silencio hasta donde se había sentado el día anterior.
Se acomodó en la silla como si el momento del contacto no hubiera ocurrido nunca.
—¿Por dónde empezamos? ¿Hablamos de cómo pintar a Cleopatra?
—Es un buen lugar para empezar —murmuró Seiya
Ella sirvió el té y le pasó su taza.
—¿Qué ha pensado?
—¿De Cleopatra?
—Sí —ella levantó su taza.
Él dejó la suya en la mesa.
—Me ha sorprendido su ambición política. No recordaba así la obra del colegio.
Ella sonrió.
—Quizá de muchacho era demasiado romántico.
Seiya rió con sequedad.
—Me parece que no, pero ahora entiendo más de la vida. Marco Antonio estaba motivado por la pasión, pero Cleopatra estaba motivada por la ambición.
Serena asintió.
—Estoy de acuerdo. Traiciona a Marco Antonio dos veces. Y dudo que se matara por amor a él.
Él movió su taza, pero no la alzó.
—Pero el amor de él por ella sí lo lleva a la muerte.
—Y a la de ella —le recordó Serena—. Podríamos decir que era una mujer sola que intentaba abrirse paso en el mundo y que la pasión de él llevó a su caída.
Él pensó en la situación de su madre.
—El mundo no ha cambiado tanto.
—Desde luego —dijo ella con firmeza.
Seiya la miró y recordó que era BlackMoon el que interpretaba el papel de Marco Antonio en su vida y no él. El sol de la ventana arrancaba reflejos dorados a su pelo rubio. La mirada que le dedicó ella era suave y amistosa.
Seiya tuvo que apartar la vista.
—Es una obra extraña. Tiene más de historia que de amor.
Serena se echó a reír.
—Menos mal. Ya hay bastante amor por parte del señor Chiba en la obra.
Seiya la miró sorprendido.
—¿No le gusta Chiba como protagonista?
Ella negó con la cabeza.
—En absoluto. Huele a whisky y es demasiado bajo.
—¿El famoso señor Chiba?
Ella arrugó la cara como si hubiera comido limón.
—Me atrevo a decir que su aspecto mejora desde los palcos.
Su franqueza le hizo relajarse y apartar a BlackMoon de su mente. Tenía la sensación de que acababan de volver a Somerset House.
Empezaron a comentar cómo debía posar Cleopatra, si sentada o de pie. Seiya estaba impaciente por dibujarla.
Ella dejó su taza y se sentó en el borde de la silla.
—¿Debo posar ya? ¿Quizá como Cleopatra en su trono?
Enderezó la espalda y alzó la barbilla, con lo que se transformó al instante en una reina altiva que miraba desde arriba al resto del mundo.
Él la miró intrigado.
—Mantenga esa pose.
Acercó más la mesa de dibujo a la silla de ella y puso un papel en blanco en la superficie angular. Dibujó con rapidez, usando carboncillo y pasteles, sin pensar, dejando que la imagen fuera directamente del ojo a la mano.
Ella permanecía muy quieta, casi como una estatua.
Él dejó el boceto a un lado y lo reemplazó con otro papel en blanco.
—Ahora levántese y muévase.
—¿Que me mueva?
Él movió una mano en el aire.
—Muévase delante de mí como se movería Cleopatra.
Los movimientos naturales y llenos de gracia que lo habían seducido hasta ese momento se vieron reemplazados por un paso majestuoso, adelante y atrás.
Él dibujaba con rapidez.
—Me siento un poco tonta —dijo ella, cuando cruzaba delante de él.
—No parece tonta —respondió él—. Esto es exactamente lo que necesito.
La probó en otras poses, sentada y de pie, y acabó con diez dibujos en pastel que le daban ideas sobre cómo podía ser el retrato final.
Los miró uno a uno.
—¿Puedo verlos?
Serena se acercó a él llevando consigo su aroma a agua de rosas. Examinó cada dibujo, uno después de otro.
—Admirable —volvió a mirarlos todos y dejó tres de ellos juntos—. Dibujaba tan deprisa que jamás habría imaginado que podría hacer que se parecieran tanto a mí.
Él volvió a mirarlos.
—Todavía no están bien. No estoy seguro de por qué.
Había dejado los bocetos anteriores en el suelo, al lado de la mesa de dibujo, y Serena los vio.
—¿Qué es eso?
Los tomó y los examinó. Cuando llegó a los que él había hecho después de Somerset House, alzó la vista con expresión confusa.
—Son bocetos que había hecho antes —repuso él con vaguedad.
—Estos son diferentes a los otros —ella los miró—. Parezco… —hizo una pausa—. Seductora.
Seiya no contestó.
Ella sonrió.
—Estos los dibujo después de la exposición, ¿verdad?
Seiya no quiso mentir.
—Sí.
—Me gustan —dijo ella, y él sintió que se sonrojaba de placer—. Me hace parecer embaucadora.
—No es suficiente —Seiya se alegraba de que no le preguntara por qué la había dibujado aquel día, pues no habría sabido qué contestar.
Serena lo miraba como si pudiera ver en sus pensamientos todo lo que él había sentido aquel día, sentimientos que ahora le estaban prohibidos, pero no pensaría en eso. Ese día sólo quería pintarla.
—Cleopatra debe parecer seductora —ella miró a su alrededor y descubrió una chaise longue. La empujó más cerca de la mesa de dibujo y se reclinó en ella. Se apoyó en un codo y lo miró. El efecto era a la vez sensual y majestuoso.
Seiya contuvo el aliento al verla.
Ella abandonó su papel de Cleopatra.
—¿No le gusta así? —empezó a cambiar de posición.
Él levantó una mano.
—No se mueva. Déjeme que la dibuje así.
Ella recuperó la pose.
—Estamos avanzando mucho hoy, ¿verdad?
—Sí —él se concentró en las líneas que dibujaba.
—Siento que hoy nos comunicamos tan bien como el día de la exposición.
Él la miró, pero no contestó.
—¿Qué creé que ocurrió ayer? —preguntó Serena—. Estaba segura de que estaba descontento conmigo. ¿Me dirá ahora a qué se debía?
Seiya dejó de dibujar.
—No era nada.
Ella echó la cabeza a un lado, pareció recordar por qué estaba allí y volvió a su pose original.
—No fue mi imaginación. Mi presencia lo perturbaba.
Él se concentró en el dibujo.
—Quizá mi humor se debía a algo no relacionado con usted.
—Entonces dígame qué lo hacía desgraciado —pidió ella con sinceridad.
—Ahora no lo recuerdo —mintió él—. Probablemente no era nada.
Ella permaneció callada un rato y Seiya rellenó el color de su vestido y el tono impecable de su piel.
—¿Tiene muchos amigos en Londres? —preguntó ella al cabo de un rato.
—No muchos —repuso él—. Soy de Bath.
—¿Ah, sí? Yo interpreté La ópera del mendigo en Bath. ¿La vio? Fue hace dos años.
Seiya negó con la cabeza.
—Yo estaba en España.
La expresión de ella se volvió comprensiva, pero no prosiguió con aquel tema.
—Yo tampoco tengo muchos amigos en Londres —dijo.
—¿Su madre no vive aquí?
Ella movió una mano en el aire, pero inmediatamente volvió a su pose.
—Mi madre no es precisamente una amiga. Uno necesita amigos para divertirse.
En la vida de Seiya había poco espacio para diversiones.
—Diversión.
—Ya sabe, paseos por el parque, ir de tiendas, tomar un helado en Gunter's, cosas así —ella hizo una pausa—. Están mis amigos del teatro, por supuesto, pero la mayoría de sus diversiones son en tabernas.
Seiya dejó que lo envolviera la conversación como el agua de un arroyo claro un día de verano. Le impedía concentrarse demasiado en su trabajo y permitía que fluyeran las líneas del dibujo. Cambió el papel y empezó a dibujar sólo la cara, llenando la página con ella.
—Usted y yo deberíamos ser amigos —prosiguió ella.
Seiya detuvo la mano y la miró con fijeza.
Serena le sonrió.
—Así podría llamarlo Seiya. Y usted podría llamarme Serena.
Antes de que él pudiera contestar, llamaron a la puerta, que se abrió casi inmediatamente.
Entró lord BlackMoon.
—¡Vaya, vaya, vaya! —se quitó el sombrero y saludó a Serena con la cabeza—. Buenos días, querida —miró a Seiya—. Se me ha ocurrido venir a ver cómo progresa esto.
— BlackMoon —Seiya se puso rígido—. Es la segunda sesión. ¿Qué progresos espera? —colocó el boceto de ella en la chaise longue debajo de todos los demás.
—Me gustaría verlo — BlackMoon se acercó a la mesa de dibujo sin esperar permiso.
Seiya dejó las manos sobre el montón de dibujos, de modo que BlackMoon sólo podía ver el de arriba del todo, un dibujo de Serena sentada en la silla.
BlackMoon miró a Serena.
—Es una modelo admirable, querida.
Ella no contestó.
Él volvió a examinar el dibujo y movió la cabeza.
—Sin embargo, no se parece nada a Cleopatra —se volvió a Seiya—. ¡Por el amor de Dios!, tiene que parecer egipcia.
Seiya apretó los puños.
—¡Por Dios, milord! —exclamó Serena—. Espera demasiado de un primer día de posado. ¿Pensaba que estaría ya plenamente vestida y con la pintura del teatro?
Seiya se sentía perfectamente capaz de defender su trabajo ante gente como BlackMoon. Odiaba su intromisión, pero odiaba todavía más que le recordara su derecho sobre Serena.
BlackMoon sonrió a la joven y Seiya vio que posaba los ojos en su figura reclinada.
—Si usted está contenta con la sesión, querida mía, yo también.
Seiya se volvió para ocultar el disgusto que sabía que no podía disimular en su rostro.
—Seiya ¿cuándo termina la sesión? —preguntó BlackMoon —. He venido a acompañar a la señorita Tsukino a casa.
Los hombros de Seiya se pusieron rígidos.
Serena se incorporó.
—Eso no es necesario, señor.
—No puedo permitir que camine sola — BlackMoon lanzó a Seiya una de esas miradas que se dirigen los hombres cuando esperan hacer una conquista.
Que BlackMoon hiciera gala de su aventura con Serena delante del hijo de su antigua amante hacía que a Seiya le hirviera la sangre. Sólo la promesa que había hecho a su madre le impedía agarrar a BlackMoon del cuello y arrojarlo a la calle.
—No hemos terminado —Serena reanudó su pose de Cleopatra.
BlackMoon se acercó a una silla y se sentó.
—No me importa esperar.
Seiya amontonó los dibujos y guardó las pinturas en sus cajas. No dibujaría ni una línea delante de BlackMoon.
—Hemos terminado.
Serena se puso en pie y lo miró de hito en hito. Sin decir palabra, tomó las tazas de té y la bandeja y las llevó a la cocina.
—No debe hacer eso —dijo BlackMoon —. Es trabajo de sirvientes.
—No me importa.
Seiya la siguió a la cocina.
—Yo me ocuparé de las cosas del té.
—No habíamos terminado. ¿Por qué ha dicho que sí? —ella hablaba en voz baja, pero parecía irritada.
—No puedo trabajar con él mirando.
Serena cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Cuándo regreso?
Seiya se encogió de hombros.
—¿Mañana?
—Muy bien. Llegaré a las dos, si le resulta conveniente —su voz seguía siendo tensa.
—A las dos, pues —repuso él en el mismo tono.
Ella volvió al estudio.
BlackMoon estaba de pie con la capa de ella en la mano, preparado para ayudarla. Se la echó por los hombros y mantuvo las manos un instante en ellos.
Seiya se volvió y fingió estar ocupado. No regresó al estudio hasta que oyó cerrarse la puerta tras ellos.
¿Alguien más quiere matar a BlackMoon por andar de metiche y arruinar la sesión de Serena y Seiya?
Pero bueno, tranquilas que apenas esta empezando el retrato de Serena y pueden pasar un montón de cosas entre nuestra pareja favorita.
Me despido de ustedes por ahora. Como siempre, no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Nos vemos en el proximo capitulo
XOXO
Serenity
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Muy bueno, Sigue asi!! Que actualizaciones mas largas, yo las hago de tres reglones xD Me da flojera escribir... Muy buen Fic, Actualiza pronto!!
Michiru200- Neo Reina Serena
- Mensajes : 7417
Edad : 21
Sexo :
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
wooow esa sirena si esta interesada en seiya me encanta la forma de ser de serena y seiya tan propio tambien lo amo y cada dia mas, me encanto tu actualizacion, ademas me encanta que actualices tan rapido jajaja, felicidades y hasta la proxima.
wendykou- Sailor Outer Scout
- Mensajes : 382
Edad : 38
Sexo :
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