Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Que desgraciado ese Blackmoon como lo odio a todos le hace la vida infeliz. Pobre Michiru es tan injusto, y la mama de Seiya ha sido muy tonta q piedra q sea asi.
Que buen capitulo me encanto
Que buen capitulo me encanto
Akane- Sailor Inner Scout
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Recién ahora he acabado de leer tu adaptación. Debo decir que es maravillosa y me ha encantado.
Seiya y Serena como siempre hacen una magnifica pareja y Diamante esta interferiendo en todo :[GOTITA]:
Actualiza y besos!!
Seiya y Serena como siempre hacen una magnifica pareja y Diamante esta interferiendo en todo :[GOTITA]:
Actualiza y besos!!
july1412- Sailor Star Light
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Estuvo muy bueno el capitulo, espero que Michiru no decida casarse pobrecita , y Haruka por que no se le declara??
Solo falta que a Blackmoon se le de por proponerle matrimonio a Serena :[GOTITA]:
Solo falta que a Blackmoon se le de por proponerle matrimonio a Serena :[GOTITA]:
Jecapoca- Sailor Scout
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Wow! Que caitulo amiga! No puedo esperar la actualizacion! . Enviame el lemon plis. Chau!
serena princesa- Sailor Scout
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
¡Hola!
¡Mil gracias sus comentarios y por continuar acompañandome en esta historia!
Yo sé, todas estamos sufriendo por culpa de BlackMoon pero tranquilas que esto aun no termina.
Les dejo el capitulo del día de hoy ¡espero que lo disfruten!
Capitulo 11
Seiya intentó volver al estudio a trabajar. Había progresado bastante con la nueva versión del retrato, pero ya no podía continuar ni aunque encendiera todas las lámparas y velas que poseía. Había demasiada inquietud dentro de él.
Decidió ir a buscar a Michiru al teatro. Necesitaba ver a Serena, necesitaba su consuelo y su optimismo. Caminó rápidamente por el Strand, pero no había carruajes de alquiler a la vista. Fue andando hasta Charles Street y el teatro, apartando de sí los ruidos internos de Badajoz.
Entró en el teatro por la puerta de atrás y se abrió paso entre el laberinto de detrás del escenario. Nadie cuestionó su presencia.
Serena estaba en el escenario con Darién Chiba, ensayando una escena del primer acto. Miró a su alrededor y no vio a Michiru, pero ya se sentía de nuevo en control de sí mismo.
Serena lo vio y bajó del escenario. Se acercó a él.
—No te esperaba —murmuró—. ¿Qué ha pasado con BlackMoon?
Lo invadió el placer de estar con ella.
—Me he enfrentado a mi madre y a él. No le ha gustado. En realidad, no ha pasado nada más. ¿Dónde está Michiru?
Ella lo miró sorprendida.
—No vino aquí. Dijo al cochero que la llevara de nuevo a casa.
Seiya la miró.
—A casa no ha venido.
—¡Oh, Seiya! —ella apartó la vista—. Tendría que haberme quedado con ella, pero parecía tranquila. Y estaba decidida a volver a casa —le agarró el brazo y tiró de él hacia la puerta—. Tienes que volver. Busca a Haruka. Apuesto a que ha ido a verlo.
Seiya la abrazó sin importarle quién pudiera verlos.
—Ha sido un día infernal.
Ella le devolvió el abrazo.
—No puedo ayudarte a buscarla. Actúo esta noche.
—Lo sé —murmuró él—. Ven mañana lo antes que puedas —le tomó el rostro entre las manos y la besó, hambriento de sus labios.
Cuando se apartó, ella le acarició la mejilla.
—Estará en casa de tu madre cuando regreses. Con Haruka a su lado, seguro.
Seiya asintió, pero no podía creerlo. Ese día sólo podía creer en finales infelices.
¡Mil gracias sus comentarios y por continuar acompañandome en esta historia!
Yo sé, todas estamos sufriendo por culpa de BlackMoon pero tranquilas que esto aun no termina.
Les dejo el capitulo del día de hoy ¡espero que lo disfruten!
Capitulo 11
Seiya intentó volver al estudio a trabajar. Había progresado bastante con la nueva versión del retrato, pero ya no podía continuar ni aunque encendiera todas las lámparas y velas que poseía. Había demasiada inquietud dentro de él.
Decidió ir a buscar a Michiru al teatro. Necesitaba ver a Serena, necesitaba su consuelo y su optimismo. Caminó rápidamente por el Strand, pero no había carruajes de alquiler a la vista. Fue andando hasta Charles Street y el teatro, apartando de sí los ruidos internos de Badajoz.
Entró en el teatro por la puerta de atrás y se abrió paso entre el laberinto de detrás del escenario. Nadie cuestionó su presencia.
Serena estaba en el escenario con Darién Chiba, ensayando una escena del primer acto. Miró a su alrededor y no vio a Michiru, pero ya se sentía de nuevo en control de sí mismo.
Serena lo vio y bajó del escenario. Se acercó a él.
—No te esperaba —murmuró—. ¿Qué ha pasado con BlackMoon?
Lo invadió el placer de estar con ella.
—Me he enfrentado a mi madre y a él. No le ha gustado. En realidad, no ha pasado nada más. ¿Dónde está Michiru?
Ella lo miró sorprendida.
—No vino aquí. Dijo al cochero que la llevara de nuevo a casa.
Seiya la miró.
—A casa no ha venido.
—¡Oh, Seiya! —ella apartó la vista—. Tendría que haberme quedado con ella, pero parecía tranquila. Y estaba decidida a volver a casa —le agarró el brazo y tiró de él hacia la puerta—. Tienes que volver. Busca a Haruka. Apuesto a que ha ido a verlo.
Seiya la abrazó sin importarle quién pudiera verlos.
—Ha sido un día infernal.
Ella le devolvió el abrazo.
—No puedo ayudarte a buscarla. Actúo esta noche.
—Lo sé —murmuró él—. Ven mañana lo antes que puedas —le tomó el rostro entre las manos y la besó, hambriento de sus labios.
Cuando se apartó, ella le acarició la mejilla.
—Estará en casa de tu madre cuando regreses. Con Haruka a su lado, seguro.
Seiya asintió, pero no podía creerlo. Ese día sólo podía creer en finales infelices.
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
A la mañana siguiente, Serena se levantó temprano y corrió al estudio de Seiya. Estaba tan preocupada por Michiru y por él, que había dormido poco. Era raro interesarse así por otras personas, pensar en ellos antes que en sí misma.
Cuando pasó por delante de casa de la señora Kou, confió en que Michiru estuviera sana y salva en su cama y no metida en algún lío. No debería haber permitido que se fuera sola a casa.
Apretó el paso y entró en el estudio de Seiya con la llave que él le había dado.
Seiya estaba delante del caballete, en calcetines, vestido con la camisa de pintar y con un pincel en la mano. Ella casi había olvidado el retrato.
Seiya alzó la vista y sonrió.
—Llegas temprano.
Ella se quitó el abrigo y lo colgó en la percha.
—No podía dormir.
Corrió hacia él y lo abrazó sin importarle si se manchaba el vestido de pintura.
—Cuéntame qué pasó. He estado muy preocupada. ¿Encontraste a Michiru?
Él la soltó. Asintió.
—Tú tenías razón. Estaba en casa de mi madre cuando llegué.
Serena respiró aliviada.
—¿Qué le había pasado?
—Nada. Dice que fue a dar un paseo.
La joven miró su rostro y vio sólo preocupación.
—Cambió —dijo él—. Algo le hizo cambiar entre mi casa y la casa de mi madre. Dijo que había decidido casarse con lord Rubeus y nos explicó que deseaba ser respetable y llevar vestidos bonitos.
Serena lo miró sorprendida.
—¿Pero qué dijo de Haruka?
—No lo mencionó, excepto para decir que había enviado palabra de que no iría a cenar —Seiya frunció el ceño—. Debo concluir que estabas equivocada con ellos. Haruka nunca ha profesado otra cosa que amistad por ella.
—Oh, no estoy equivocada —repuso Serena—. Haruka y Michiru se aman, aunque quizá no lo sepan todavía.
—Si es así, el suyo es un amor condenado —Seiya se frotó la cara—. Estuve dos horas discutiendo con ella. No quiso oír nada de lo que dije. Insistía en que quiere ser condesa.
—No me lo creo.
Seiya frunció el ceño.
—Mi madre envió un mensaje a BlackMoon para que traiga a Rubeus esta tarde. Michiru aceptará su proposición.
Serena se apoyó contra él.
—Eso es terrible.
—Es obra de BlackMoon y mi madre le sigue la corriente. Incluso después de… —él se detuvo.
—¿Incluso después de qué?
Seiya la soltó y tomó el pincel.
— BlackMoon piensa volver a casarse.
Serena abrió mucho los ojos.
—¿Volver a casarse?
Estaba muy sorprendida. En el teatro no se había hablado de que estuviera cortejando a nadie.
Seiya se volvió hacia el lienzo y ella lo miró por primera vez desde el día anterior.
—¡Oh, caray!
Él lo miró también.
—¿Qué te parece?
El retrato estaba lejos de estar terminado, pero era ya un gran cambio desde el primero. Ella era Cleopatra reclinada en la misma pose de antes, pero la expresión de su rostro mostraba sensualidad, como si la imagen estuviera mirando a su amante.
—Es mejor de lo que nunca había soñado —susurró.
Él emitió un sonido de agradecimiento.
—Queda mucho por hacer. Tengo que trabajar más en el efecto transparente del vestido.
Seiya había pintado con tal maestría la piel sonrosada debajo de una capa fina de pigmento blanco, que Serena casi sentía lo sedoso de la tela. Había hecho pliegues con la tela para ocultar el rosa oscuro de los pezones y sus partes más femeninas y, como resultado, el retrato no parecía lascivo sino reverente.
—Es admirable —ella lo abrazó por detrás—. Lo has conseguido.
Seiya se volvió hacia ella.
—Tengo que terminar el fondo y definir mejor el resto. Me gustaría poder aprovechar toda la luz del día, pero quiero estar presente cuando Rubeus vaya a ver a mi hermana.
Ella le tocó la mejilla.
—Aunque Michiru lo acepte hoy, todavía puede cambiar de idea antes de casarse.
Seiya frunció el ceño.
—No veo que eso sea probable.
Serena miró de nuevo el retrato. Casi había perdido la esperanza de que Seiya transformara la obra en un gran cuadro, pero lo había hecho. Le parecía una lástima cubrir el vestido transparente con el otro. El primero iba mejor con aquella Cleopatra sensual.
Abrazó a Seiya.
—No perdamos el día. Ven a ayudarme con las cintas. Me cambio enseguida para que puedas empezar a trabajar.
Cuando pasó por delante de casa de la señora Kou, confió en que Michiru estuviera sana y salva en su cama y no metida en algún lío. No debería haber permitido que se fuera sola a casa.
Apretó el paso y entró en el estudio de Seiya con la llave que él le había dado.
Seiya estaba delante del caballete, en calcetines, vestido con la camisa de pintar y con un pincel en la mano. Ella casi había olvidado el retrato.
Seiya alzó la vista y sonrió.
—Llegas temprano.
Ella se quitó el abrigo y lo colgó en la percha.
—No podía dormir.
Corrió hacia él y lo abrazó sin importarle si se manchaba el vestido de pintura.
—Cuéntame qué pasó. He estado muy preocupada. ¿Encontraste a Michiru?
Él la soltó. Asintió.
—Tú tenías razón. Estaba en casa de mi madre cuando llegué.
Serena respiró aliviada.
—¿Qué le había pasado?
—Nada. Dice que fue a dar un paseo.
La joven miró su rostro y vio sólo preocupación.
—Cambió —dijo él—. Algo le hizo cambiar entre mi casa y la casa de mi madre. Dijo que había decidido casarse con lord Rubeus y nos explicó que deseaba ser respetable y llevar vestidos bonitos.
Serena lo miró sorprendida.
—¿Pero qué dijo de Haruka?
—No lo mencionó, excepto para decir que había enviado palabra de que no iría a cenar —Seiya frunció el ceño—. Debo concluir que estabas equivocada con ellos. Haruka nunca ha profesado otra cosa que amistad por ella.
—Oh, no estoy equivocada —repuso Serena—. Haruka y Michiru se aman, aunque quizá no lo sepan todavía.
—Si es así, el suyo es un amor condenado —Seiya se frotó la cara—. Estuve dos horas discutiendo con ella. No quiso oír nada de lo que dije. Insistía en que quiere ser condesa.
—No me lo creo.
Seiya frunció el ceño.
—Mi madre envió un mensaje a BlackMoon para que traiga a Rubeus esta tarde. Michiru aceptará su proposición.
Serena se apoyó contra él.
—Eso es terrible.
—Es obra de BlackMoon y mi madre le sigue la corriente. Incluso después de… —él se detuvo.
—¿Incluso después de qué?
Seiya la soltó y tomó el pincel.
— BlackMoon piensa volver a casarse.
Serena abrió mucho los ojos.
—¿Volver a casarse?
Estaba muy sorprendida. En el teatro no se había hablado de que estuviera cortejando a nadie.
Seiya se volvió hacia el lienzo y ella lo miró por primera vez desde el día anterior.
—¡Oh, caray!
Él lo miró también.
—¿Qué te parece?
El retrato estaba lejos de estar terminado, pero era ya un gran cambio desde el primero. Ella era Cleopatra reclinada en la misma pose de antes, pero la expresión de su rostro mostraba sensualidad, como si la imagen estuviera mirando a su amante.
—Es mejor de lo que nunca había soñado —susurró.
Él emitió un sonido de agradecimiento.
—Queda mucho por hacer. Tengo que trabajar más en el efecto transparente del vestido.
Seiya había pintado con tal maestría la piel sonrosada debajo de una capa fina de pigmento blanco, que Serena casi sentía lo sedoso de la tela. Había hecho pliegues con la tela para ocultar el rosa oscuro de los pezones y sus partes más femeninas y, como resultado, el retrato no parecía lascivo sino reverente.
—Es admirable —ella lo abrazó por detrás—. Lo has conseguido.
Seiya se volvió hacia ella.
—Tengo que terminar el fondo y definir mejor el resto. Me gustaría poder aprovechar toda la luz del día, pero quiero estar presente cuando Rubeus vaya a ver a mi hermana.
Ella le tocó la mejilla.
—Aunque Michiru lo acepte hoy, todavía puede cambiar de idea antes de casarse.
Seiya frunció el ceño.
—No veo que eso sea probable.
Serena miró de nuevo el retrato. Casi había perdido la esperanza de que Seiya transformara la obra en un gran cuadro, pero lo había hecho. Le parecía una lástima cubrir el vestido transparente con el otro. El primero iba mejor con aquella Cleopatra sensual.
Abrazó a Seiya.
—No perdamos el día. Ven a ayudarme con las cintas. Me cambio enseguida para que puedas empezar a trabajar.
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Nunca había salido un cuadro tan deprisa del pincel de Seiya. Entusiasmado, trabajó horas, deseando aprovechar cada segundo. El reloj dio media hora y se dio cuenta de que casi tenía que ir ya a casa de su madre. Limpió el pincel y lo dejó en un frasco de trementina.
—Asumo que hemos terminado por hoy —Serena se levantó.
—¡Ojalá no fuera así! —Seiya cubrió la paleta con una tela—. Pero tengo que ir a casa de mi madre.
—Para la visita de lord Rubeus.
Habían hablado muy poco en todo el día. Él había estado tan absorto en su trabajo que casi había olvidado darle descansos. Pasaba el tiempo sin que fuera consciente de él.
A ese paso, el retrato y la copia estarían listos para entregarse en dos o tres semanas. Si BlackMoon todavía los quería, claro. Sus planes de matrimonio quizá habían cambiado las cosas. De ser así, Seiya estaba más que dispuesto a renunciar al dinero que le debía.
Serena se desperezó.
—Me gustaría hablar con Michiru. Quizá pudiera averiguar por qué ha cambiado así de idea.
—A mí también me gustaría que pudieras —repuso Seiya.
Serena se acercó al lienzo.
—Estoy admirada.
Él se quitó la camisa manchada de pintura y la rodeó con el brazo.
—Es como si me sintiera transportado. No existe nada excepto el cuadro y tú.
Ella se volvió y le echó los brazos al cuello. Su beso borró hasta el cuadro de la mente de él. Su piel era cálida y suave debajo del vestido y ardía de deseo por ella.
—¿Tenemos tiempo? —murmuró ella.
—Tenemos tiempo —él la tomó en brazos y la llevó a la cama.
Su encuentro amoroso fue rápido, sensual y muy intenso. Estaban ya muy compenetrados, los dos eran expertos en saber los modos más excitantes de tocar, las formas más eróticas de moverse. Ir contrarreloj añadía una intensidad nueva al encuentro. Cuando terminaron, Seiya la abrazó con fuerza.
El reloj dio un cuarto.
—Tienes que darte prisa —dijo ella. Se soltó de sus brazos, salió de la cama y recogió su ropa del suelo.
Él gimió y se levantó para vestirse para su encuentro con Rubeus. Se habían vuelto tan expertos en vestirse mutuamente como en hacer el amor. Serena sacó una camisa limpia de la cómoda. Mientras él se ponía la camisa y sus pantalones buenos, el chaleco y la levita, ella doblaba sus pantalones de pintar y el vestido de ella, que guardó en su caja.
Él se ató la corbata.
—¿Llegarás tarde al teatro?
—No creo. Tengo tiempo de sobra —empezó a recogerse el pelo con las horquillas—. Te desearía buena suerte, pero no tengo ni idea de qué significa buena suerte en esta situación.
Salieron al estudio cuando una nube oscureció la habitación. Él corrió las cortinas.
—Quizá nos alcance un rayo y acaben todas nuestras preocupaciones.
Ella le dio un empujón cariñoso.
—No digas eso. Ni siquiera en broma. No quiero que les suceda nada ni a tu familia ni a ti.
Seiya sintió una oleada de ternura por ella.
—Perdóname. No ha sido una buena broma.
Serena le apretó el brazo.
—Tienes que decirte que todo se arreglará de algún modo.
Él le lanzó una mirada escéptica.
—Hazlo —insistió ella.
Seiya volvió a besarla.
—Todo se arreglará de algún modo.
Serena sonrió y se puso el sombrero.
—Te acompaño a buscar un carruaje —dijo Seiya.
Ella negó con la cabeza.
—Ve a casa de tu madre. Yo estaré bien.
Cuando llegaban a casa de la madre de Seiya, aparecieron BlackMoon y Rubeus desde la dirección opuesta.
—Ahora no te dejaré —murmuró Seiya.
Lord Rubeus sonrió y apretó el paso.
—¡Señorita Tsukino! ¡Qué placer verla! —miró a Seiya con curiosidad.
Serena se adelantó.
—Lord Rubeus, permítame que le presente al señor Seiya Kou.
Seiya inclinó la cabeza.
Lord Rubeus sonrió y tendió la mano.
—Por supuesto. El retrato. No había establecido la conexión. Encantado de conocerlo. Y estoy encantado de visitar a su encantadora hermana. Es un gran placer.
La expresión de BlackMoon no tenía nada de amistosa.
—Prometiste que el retrato estaría pronto, Seiya. ¿Cuándo será eso?
—En dos semanas. Es decir, si usted lo paga.
—Lo pagaré — BlackMoon lo miró de hito en hito.
Seiya hizo una inclinación de cabeza a Rubeus.
—Iré a casa de mi madre en cuanto deje a la señorita Tsukino en un coche de alquiler.
BlackMoon se colocó al lado de ella.
—Yo acompañaré a la señorita Tsukino. Tú ve con lord Rubeus.
Seiya miró a Serena.
—Me parece que no.
—No me contraríes, Seiya —replicó BlackMoon.
Seiya apretó los puños. Estaba dispuesto a pelear.
Serena se interpuso entre ellos.
—Vaya con lord Rubeus, Seiya. Ocúpese de su hermana. Sus necesidades tienen preferencia hoy.
BlackMoon sonrió.
Seiya no podía mostrarse en desacuerdo con Serena.
Rubeus se levantó el sombrero.
—Que tenga un buen día, señorita Tsukino.
Serena dedicó una sonrisa de aprobación a Seiya antes de alejarse.
Seiya señaló la puerta de su madre.
—Entre —dijo a lord Rubeus.
Wilson tomó sus abrigos, sombreros y guantes y Seiya acompañó a Rubeus al salón. Éste parecía impaciente y nervioso, más como un quinceañero en su primer baile que como un conde de edad madura.
Rubeus era un hombre rollizo, cuyo rostro tendría papada en diez años más. Seiya suponía que se encogería con la edad hasta que Michiru tuviera que mirarlo desde arriba. Le ponía enfermo imaginar a su hermana con un hombre así.
Rubeus miró el retrato de Michiru, colgado en la pared del salón.
—Es encantador. ¿Lo ha pintado usted? —parecía sorprendido.
Seiya sintió el insulto aunque el otro no supiera que lo había hecho.
—Sí. Es uno de mis primeros trabajos.
Rubeus se acercó al retrato y lo examinó con atención.
—Es muy bueno.
Aquello no hacía que a Seiya le cayera mejor.
—Por favor, siéntese, señor —no sabía cuánto tiempo tenía hasta que entraran su madre y su hermana—. Y hábleme de su interés por mi hermana.
Una expresión beatífica cubrió el rostro de Rubeus.
—No puedo explicarlo. Cuando la vi aquel día en el Egyptian Hall, fue como si hubiera visto a un ángel. No he podido sacármela de la cabeza. Confieso que no me atreví a esperar que volvería a verla hasta que recordé la… la conexión entre su familia y lord BlackMoon, así que empecé a comentar con él cómo debía proceder.
Seiya lo miró a los ojos.
—Me pregunto por qué no me busco a mí para eso.
Rubeus se sonrojó.
—Yo… BlackMoon me dijo que actuaba en nombre de su familia.
Seiya asintió con la cabeza. No había necesidad de recorrer de nuevo aquel camino, sobre todo si Michiru pensaba aceptar a aquel hombre.
Sí miró fijamente a Rubeus.
— BlackMoon responde por su carácter, pero recuerde que, si trata mal a mi hermana en algún sentido, responderá ante mí.
Los ojos de Rubeus se volvieron temerosos.
—He pasado diez años en el ejército —añadió Seiya—. Soy muy capaz de defender a mi hermana de incontables modos.
Rubeus asintió con vigor.
En aquel momento entró Esmeralda en la habitación y los dos hombres se pusieron en pie.
—Lord Rubeus, es un gran placer volver a verlo —ella miró a su alrededor—. ¿Diamante no ha venido con usted?
—Llegará pronto, madre —repuso Seiya con voz tensa.
—He pedido a Wilson que traiga té —dijo Esmeralda.
Wilson sirvió el té y los tres hablaron del tiempo. Seiya casi agradeció que BlackMoon entrara por fin.
Su madre lo recibió con cortesía fría, en contraste con él, que rezumaba alegría.
Michiru entró pálida como la cera, con evidentes ojeras. A Seiya le dieron ganas de sacarla de allí.
—Siento mucho haberos hecho esperar —su voz era poco más que un susurro.
Seiya miró su retrato. El contraste era tan grande que no parecían la misma persona. Había desaparecido la inocencia, la esperanza, la alegría de estar viva, la esencia de Michiru que Serena insistía que él había captado, las cualidades del cuadro que la habían impulsado a comentarlo con él aquel primer día.
Rubeus se acercó a tomarle la mano y la llevó a una silla.
—Señorita Kou, la espera no es nada cuando la recompensa es verla a usted.
Michiru parecía que necesitara en verdad ayuda para cruzar la habitación.
—Bien, bien — BlackMoon dio una palmada—. Creo que debemos dejar a Michiru y lord Rubeus solos un momento. Tienen asuntos que discutir.
A Seiya no le importaba que BlackMoon quisiera dirigir aquello. Sólo le importaba su hermana.
—Michiru…
Ella lo miró y negó suavemente con la cabeza.
BlackMoon y su madre estaban ya casi en la puerta.
—Vamos, Seiya —dijo él.
Éste se inclinó con la excusa de besar a su hermana.
—No tienes por qué hacer esto —le susurró al oído.
Pero los ojos de ella estaban llenos de resignación.
Seiya volvió a intentarlo.
—Yo puedo cuidar de mamá y de ti.
Ella negó con la cabeza.
—Escúchame…
—No, Seiya —susurró ella con enfado.
—¿Seiya? —llamó su madre.
Él salió de mala gana.
—Podemos esperar en mi salita de estar —dijo su madre, cuando estuvieron en el pasillo.
Una vez allí, BlackMoon se acercó a un armario y sacó una botella de Oporto y un vaso.
—¿Quieres un vasito, querida?
Ella negó con la cabeza y le volvió la espalda.
—¿Seiya?
Este habría tomado a gusto un trago, pero no el Oporto de su madre a invitación de BlackMoon.
—Creo que no.
Su madre se sentó y tomó su labor de aguja.
BlackMoon sacó unos papeles del bolsillo de la levita.
—¿Quieres leer el acuerdo, Esmeralda?
Ella negó con la cabeza.
—Seiya, léelo tú y hazme saber si es adecuado.
Él lo leyó dos veces.
El documento parecía concienzudo y detallado; el acuerdo había tenido en cuenta todas las posibilidades y todas en beneficio de su hermana.
—Parece estar en orden —dobló los papeles y los dejó en la mesa.
—¿Ella estará segura de por vida? —preguntó su madre.
—Lo estará —se vio obligado a asentir Seiya. Rubeus podía darle a Michiru más de lo que jamás habría podido soñar darle él.
—¿Debo firmarlo, pues? —preguntó ella.
—Espera —quizá Michiru no seguiría adelante con aquello.
Esperaron en silencio.
Al fin Wilson se acercó a la puerta.
—La señorita Michiru dice que pueden volver al salón.
BlackMoon tomó los papeles del acuerdo y salieron todos para el salón.
Cuando entraron, Michiru los miró con ojos llenos de lágrimas.
—Madre —dijo con voz débil—, puedes felicitarme.
—Asumo que hemos terminado por hoy —Serena se levantó.
—¡Ojalá no fuera así! —Seiya cubrió la paleta con una tela—. Pero tengo que ir a casa de mi madre.
—Para la visita de lord Rubeus.
Habían hablado muy poco en todo el día. Él había estado tan absorto en su trabajo que casi había olvidado darle descansos. Pasaba el tiempo sin que fuera consciente de él.
A ese paso, el retrato y la copia estarían listos para entregarse en dos o tres semanas. Si BlackMoon todavía los quería, claro. Sus planes de matrimonio quizá habían cambiado las cosas. De ser así, Seiya estaba más que dispuesto a renunciar al dinero que le debía.
Serena se desperezó.
—Me gustaría hablar con Michiru. Quizá pudiera averiguar por qué ha cambiado así de idea.
—A mí también me gustaría que pudieras —repuso Seiya.
Serena se acercó al lienzo.
—Estoy admirada.
Él se quitó la camisa manchada de pintura y la rodeó con el brazo.
—Es como si me sintiera transportado. No existe nada excepto el cuadro y tú.
Ella se volvió y le echó los brazos al cuello. Su beso borró hasta el cuadro de la mente de él. Su piel era cálida y suave debajo del vestido y ardía de deseo por ella.
—¿Tenemos tiempo? —murmuró ella.
—Tenemos tiempo —él la tomó en brazos y la llevó a la cama.
Su encuentro amoroso fue rápido, sensual y muy intenso. Estaban ya muy compenetrados, los dos eran expertos en saber los modos más excitantes de tocar, las formas más eróticas de moverse. Ir contrarreloj añadía una intensidad nueva al encuentro. Cuando terminaron, Seiya la abrazó con fuerza.
El reloj dio un cuarto.
—Tienes que darte prisa —dijo ella. Se soltó de sus brazos, salió de la cama y recogió su ropa del suelo.
Él gimió y se levantó para vestirse para su encuentro con Rubeus. Se habían vuelto tan expertos en vestirse mutuamente como en hacer el amor. Serena sacó una camisa limpia de la cómoda. Mientras él se ponía la camisa y sus pantalones buenos, el chaleco y la levita, ella doblaba sus pantalones de pintar y el vestido de ella, que guardó en su caja.
Él se ató la corbata.
—¿Llegarás tarde al teatro?
—No creo. Tengo tiempo de sobra —empezó a recogerse el pelo con las horquillas—. Te desearía buena suerte, pero no tengo ni idea de qué significa buena suerte en esta situación.
Salieron al estudio cuando una nube oscureció la habitación. Él corrió las cortinas.
—Quizá nos alcance un rayo y acaben todas nuestras preocupaciones.
Ella le dio un empujón cariñoso.
—No digas eso. Ni siquiera en broma. No quiero que les suceda nada ni a tu familia ni a ti.
Seiya sintió una oleada de ternura por ella.
—Perdóname. No ha sido una buena broma.
Serena le apretó el brazo.
—Tienes que decirte que todo se arreglará de algún modo.
Él le lanzó una mirada escéptica.
—Hazlo —insistió ella.
Seiya volvió a besarla.
—Todo se arreglará de algún modo.
Serena sonrió y se puso el sombrero.
—Te acompaño a buscar un carruaje —dijo Seiya.
Ella negó con la cabeza.
—Ve a casa de tu madre. Yo estaré bien.
Cuando llegaban a casa de la madre de Seiya, aparecieron BlackMoon y Rubeus desde la dirección opuesta.
—Ahora no te dejaré —murmuró Seiya.
Lord Rubeus sonrió y apretó el paso.
—¡Señorita Tsukino! ¡Qué placer verla! —miró a Seiya con curiosidad.
Serena se adelantó.
—Lord Rubeus, permítame que le presente al señor Seiya Kou.
Seiya inclinó la cabeza.
Lord Rubeus sonrió y tendió la mano.
—Por supuesto. El retrato. No había establecido la conexión. Encantado de conocerlo. Y estoy encantado de visitar a su encantadora hermana. Es un gran placer.
La expresión de BlackMoon no tenía nada de amistosa.
—Prometiste que el retrato estaría pronto, Seiya. ¿Cuándo será eso?
—En dos semanas. Es decir, si usted lo paga.
—Lo pagaré — BlackMoon lo miró de hito en hito.
Seiya hizo una inclinación de cabeza a Rubeus.
—Iré a casa de mi madre en cuanto deje a la señorita Tsukino en un coche de alquiler.
BlackMoon se colocó al lado de ella.
—Yo acompañaré a la señorita Tsukino. Tú ve con lord Rubeus.
Seiya miró a Serena.
—Me parece que no.
—No me contraríes, Seiya —replicó BlackMoon.
Seiya apretó los puños. Estaba dispuesto a pelear.
Serena se interpuso entre ellos.
—Vaya con lord Rubeus, Seiya. Ocúpese de su hermana. Sus necesidades tienen preferencia hoy.
BlackMoon sonrió.
Seiya no podía mostrarse en desacuerdo con Serena.
Rubeus se levantó el sombrero.
—Que tenga un buen día, señorita Tsukino.
Serena dedicó una sonrisa de aprobación a Seiya antes de alejarse.
Seiya señaló la puerta de su madre.
—Entre —dijo a lord Rubeus.
Wilson tomó sus abrigos, sombreros y guantes y Seiya acompañó a Rubeus al salón. Éste parecía impaciente y nervioso, más como un quinceañero en su primer baile que como un conde de edad madura.
Rubeus era un hombre rollizo, cuyo rostro tendría papada en diez años más. Seiya suponía que se encogería con la edad hasta que Michiru tuviera que mirarlo desde arriba. Le ponía enfermo imaginar a su hermana con un hombre así.
Rubeus miró el retrato de Michiru, colgado en la pared del salón.
—Es encantador. ¿Lo ha pintado usted? —parecía sorprendido.
Seiya sintió el insulto aunque el otro no supiera que lo había hecho.
—Sí. Es uno de mis primeros trabajos.
Rubeus se acercó al retrato y lo examinó con atención.
—Es muy bueno.
Aquello no hacía que a Seiya le cayera mejor.
—Por favor, siéntese, señor —no sabía cuánto tiempo tenía hasta que entraran su madre y su hermana—. Y hábleme de su interés por mi hermana.
Una expresión beatífica cubrió el rostro de Rubeus.
—No puedo explicarlo. Cuando la vi aquel día en el Egyptian Hall, fue como si hubiera visto a un ángel. No he podido sacármela de la cabeza. Confieso que no me atreví a esperar que volvería a verla hasta que recordé la… la conexión entre su familia y lord BlackMoon, así que empecé a comentar con él cómo debía proceder.
Seiya lo miró a los ojos.
—Me pregunto por qué no me busco a mí para eso.
Rubeus se sonrojó.
—Yo… BlackMoon me dijo que actuaba en nombre de su familia.
Seiya asintió con la cabeza. No había necesidad de recorrer de nuevo aquel camino, sobre todo si Michiru pensaba aceptar a aquel hombre.
Sí miró fijamente a Rubeus.
— BlackMoon responde por su carácter, pero recuerde que, si trata mal a mi hermana en algún sentido, responderá ante mí.
Los ojos de Rubeus se volvieron temerosos.
—He pasado diez años en el ejército —añadió Seiya—. Soy muy capaz de defender a mi hermana de incontables modos.
Rubeus asintió con vigor.
En aquel momento entró Esmeralda en la habitación y los dos hombres se pusieron en pie.
—Lord Rubeus, es un gran placer volver a verlo —ella miró a su alrededor—. ¿Diamante no ha venido con usted?
—Llegará pronto, madre —repuso Seiya con voz tensa.
—He pedido a Wilson que traiga té —dijo Esmeralda.
Wilson sirvió el té y los tres hablaron del tiempo. Seiya casi agradeció que BlackMoon entrara por fin.
Su madre lo recibió con cortesía fría, en contraste con él, que rezumaba alegría.
Michiru entró pálida como la cera, con evidentes ojeras. A Seiya le dieron ganas de sacarla de allí.
—Siento mucho haberos hecho esperar —su voz era poco más que un susurro.
Seiya miró su retrato. El contraste era tan grande que no parecían la misma persona. Había desaparecido la inocencia, la esperanza, la alegría de estar viva, la esencia de Michiru que Serena insistía que él había captado, las cualidades del cuadro que la habían impulsado a comentarlo con él aquel primer día.
Rubeus se acercó a tomarle la mano y la llevó a una silla.
—Señorita Kou, la espera no es nada cuando la recompensa es verla a usted.
Michiru parecía que necesitara en verdad ayuda para cruzar la habitación.
—Bien, bien — BlackMoon dio una palmada—. Creo que debemos dejar a Michiru y lord Rubeus solos un momento. Tienen asuntos que discutir.
A Seiya no le importaba que BlackMoon quisiera dirigir aquello. Sólo le importaba su hermana.
—Michiru…
Ella lo miró y negó suavemente con la cabeza.
BlackMoon y su madre estaban ya casi en la puerta.
—Vamos, Seiya —dijo él.
Éste se inclinó con la excusa de besar a su hermana.
—No tienes por qué hacer esto —le susurró al oído.
Pero los ojos de ella estaban llenos de resignación.
Seiya volvió a intentarlo.
—Yo puedo cuidar de mamá y de ti.
Ella negó con la cabeza.
—Escúchame…
—No, Seiya —susurró ella con enfado.
—¿Seiya? —llamó su madre.
Él salió de mala gana.
—Podemos esperar en mi salita de estar —dijo su madre, cuando estuvieron en el pasillo.
Una vez allí, BlackMoon se acercó a un armario y sacó una botella de Oporto y un vaso.
—¿Quieres un vasito, querida?
Ella negó con la cabeza y le volvió la espalda.
—¿Seiya?
Este habría tomado a gusto un trago, pero no el Oporto de su madre a invitación de BlackMoon.
—Creo que no.
Su madre se sentó y tomó su labor de aguja.
BlackMoon sacó unos papeles del bolsillo de la levita.
—¿Quieres leer el acuerdo, Esmeralda?
Ella negó con la cabeza.
—Seiya, léelo tú y hazme saber si es adecuado.
Él lo leyó dos veces.
El documento parecía concienzudo y detallado; el acuerdo había tenido en cuenta todas las posibilidades y todas en beneficio de su hermana.
—Parece estar en orden —dobló los papeles y los dejó en la mesa.
—¿Ella estará segura de por vida? —preguntó su madre.
—Lo estará —se vio obligado a asentir Seiya. Rubeus podía darle a Michiru más de lo que jamás habría podido soñar darle él.
—¿Debo firmarlo, pues? —preguntó ella.
—Espera —quizá Michiru no seguiría adelante con aquello.
Esperaron en silencio.
Al fin Wilson se acercó a la puerta.
—La señorita Michiru dice que pueden volver al salón.
BlackMoon tomó los papeles del acuerdo y salieron todos para el salón.
Cuando entraron, Michiru los miró con ojos llenos de lágrimas.
—Madre —dijo con voz débil—, puedes felicitarme.
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Aquella noche, BlackMoon se tocó el bolsillo de la levita para palpar la cajita de terciopelo que llevaba dentro. Sonrió para sí. Su intención había sido posponer aquello, pero después de ver a Serena aquella tarde, se había convencido de que no había necesidad de retrasarlo más.
Ya había esperado suficiente. Distanciarse de ella no había funcionado. Serena parecía perfectamente feliz sin sus atenciones.
Su plan había sido esperar hasta que el retrato estuviera terminado y en ese momento dárselo como regalo, pero Seiya se retrasaba y BlackMoon decidió no esperar dos semanas más. Había llegado el momento.
Cruzó el vestíbulo del teatro. Era temprano y sólo habían llegado unas cuantas personas para la obra. Rubeus tenía que reunirse con él allí.
Rubeus era un buen tipo, optimista e inofensivo. Además, lo había espoleado a tomar aquella decisión y casi tenía ganas de aplaudir de contento.
Se dirigió a su palco. No quería presentarse detrás del escenario. Era mejor acercarse a Serena más tarde, en el Salón Verde. Sólo necesitaba hablar a solas con ella.
Miró el teatro, los dorados, las ricas cortinas rojas, los distintos palcos. Imaginó el teatro lleno con tres mil personas, todas aplaudiendo a Serena en su papel de Cleopatra. Se imaginó después en el Salón Verde a todos felicitándole por su visión en lo relativo a la última sensación de Londres. Hasta imaginó a Darién acercándose a darle las gracias por haberle dado la oportunidad de trabajar con ella.
Todos sabrían que ella le pertenecía.
Rubeus entró en el palco con la frente fruncida.
—Buenas noches, BlackMoon.
Este parpadeó.
—Esperaba verlo encantado esta noche. No me diga que ha habido algún contratiempo con su compromiso.
Rubeus negó con la cabeza.
—En absoluto. Es sólo que he visto a lord Darnley fuera. Al parecer, la Ley del Maíz ha creado un gran molestar. Le preocupa mucho que haya disturbios.
BlackMoon agitó una mano en el aire.
—Tonterías. Es muy alarmista. El pueblo no se atrevería a causar una conmoción.
Rubeus no parecía convencido.
—Me pregunto si debería enviar a la señorita Kou… digo a mi querida Michiru… al campo. Su madre y ella podrían quedarse en la casa de campo y empezar a conocer a los niños.
BlackMoon pensó que Rubeus estaba haciendo una montaña de un grano de arena, pero a él podía convenirle tener a Esmeralda fuera de la ciudad.
Ella lo deprimía con su negativa a afrontar los hechos. Habría tenido que entender que su vida había cambiado, que un hombre vigoroso como él necesitaba una esposa joven que engendrara más hijos. Su difunta esposa lo había expulsado de su lecho cuando todavía era capaz de parir hijos. Aquella mujer había sido una gran decepción, carecía completamente de sensibilidad.
Esmeralda había entendido en otro tiempo sus necesidades masculinas y nunca se había quejado de que hubiera otras mujeres en su vida. Solía aceptar que un hombre de su naturaleza necesitaba variedad. Él no sabía qué la había molestado tanto.
Apartó a Esmeralda de su mente e imaginó a Serena vistiéndose para la actuación de esa noche. Se excitó imaginándolo.
Se prometió a sí mismo que pronto podría sentarse en una silla en su camerino y observar cómo se vestía.
Dio una palmada a Rubeus en el hombro.
—Estoy seguro de que la señora Kou y Michiru disfrutarían de una visita al campo.
—La cuestión es que yo debo quedarme aquí —prosiguió Rubeus—. Estos temas que hay ahora en la Cámara de los Lores son de vital importancia.
BlackMoon asintió, aunque no imaginaba a un hombre como Rubeus influyendo nada en el asunto de la Ley del Maíz.
—Puede enviar a las damas sin usted si así se siente mejor.
Rubeus se frotó la barbilla.
—Estoy considerando pedir una licencia especial y casarme con ella inmediatamente. Sería mucho mejor que ella fuera al campo como mi esposa.
En aquel momento entró Zafiro en el palco.
—¿Los he oído hablar de una esposa? ¿Se va a casar, Rubeus? —se sentó al lado de su padre y apoyó un pie en la barandilla del palco—. ¿Quién es la dama?
Rubeus sonrió.
—Usted estaba presente la primera vez que la vi. Me caso con la señorita Kou.
—¿Michiru Kou? —Zafiro se sentó recto en la silla—. ¡Santo cielo!
BlackMoon lo agarró del brazo y se inclinó a susurrarle al oído:
—Cierra la boca o cancelo tu asignación trimestral.
Zafiro parpadeó.
—Una chica encantadora —musitó a Rubeus.
—Estoy considerando pedir una licencia especial y casarme sin retraso.
Zafiro le lanzó una mirada lasciva.
—¿Tiene razones para correr?
Rubeus empezó a hablar de la Ley del Maíz y las amenazas de disturbios en la ciudad. Zafiro se mostró alarmado.
Mientras aquellos dos tontos temblaban por unos disturbios que nunca se producirían, BlackMoon consultaba el programa que tenía en la mano en busca del nombre de Serena. La obra era una comedia. La chica de campo, y Serena tenía un papel menor.
Dejó el programa con disgusto. Ella no aparecía. Todo eso cambiaría cuando ella, y no su madre, interpretara el papel principal.
Ya había esperado suficiente. Distanciarse de ella no había funcionado. Serena parecía perfectamente feliz sin sus atenciones.
Su plan había sido esperar hasta que el retrato estuviera terminado y en ese momento dárselo como regalo, pero Seiya se retrasaba y BlackMoon decidió no esperar dos semanas más. Había llegado el momento.
Cruzó el vestíbulo del teatro. Era temprano y sólo habían llegado unas cuantas personas para la obra. Rubeus tenía que reunirse con él allí.
Rubeus era un buen tipo, optimista e inofensivo. Además, lo había espoleado a tomar aquella decisión y casi tenía ganas de aplaudir de contento.
Se dirigió a su palco. No quería presentarse detrás del escenario. Era mejor acercarse a Serena más tarde, en el Salón Verde. Sólo necesitaba hablar a solas con ella.
Miró el teatro, los dorados, las ricas cortinas rojas, los distintos palcos. Imaginó el teatro lleno con tres mil personas, todas aplaudiendo a Serena en su papel de Cleopatra. Se imaginó después en el Salón Verde a todos felicitándole por su visión en lo relativo a la última sensación de Londres. Hasta imaginó a Darién acercándose a darle las gracias por haberle dado la oportunidad de trabajar con ella.
Todos sabrían que ella le pertenecía.
Rubeus entró en el palco con la frente fruncida.
—Buenas noches, BlackMoon.
Este parpadeó.
—Esperaba verlo encantado esta noche. No me diga que ha habido algún contratiempo con su compromiso.
Rubeus negó con la cabeza.
—En absoluto. Es sólo que he visto a lord Darnley fuera. Al parecer, la Ley del Maíz ha creado un gran molestar. Le preocupa mucho que haya disturbios.
BlackMoon agitó una mano en el aire.
—Tonterías. Es muy alarmista. El pueblo no se atrevería a causar una conmoción.
Rubeus no parecía convencido.
—Me pregunto si debería enviar a la señorita Kou… digo a mi querida Michiru… al campo. Su madre y ella podrían quedarse en la casa de campo y empezar a conocer a los niños.
BlackMoon pensó que Rubeus estaba haciendo una montaña de un grano de arena, pero a él podía convenirle tener a Esmeralda fuera de la ciudad.
Ella lo deprimía con su negativa a afrontar los hechos. Habría tenido que entender que su vida había cambiado, que un hombre vigoroso como él necesitaba una esposa joven que engendrara más hijos. Su difunta esposa lo había expulsado de su lecho cuando todavía era capaz de parir hijos. Aquella mujer había sido una gran decepción, carecía completamente de sensibilidad.
Esmeralda había entendido en otro tiempo sus necesidades masculinas y nunca se había quejado de que hubiera otras mujeres en su vida. Solía aceptar que un hombre de su naturaleza necesitaba variedad. Él no sabía qué la había molestado tanto.
Apartó a Esmeralda de su mente e imaginó a Serena vistiéndose para la actuación de esa noche. Se excitó imaginándolo.
Se prometió a sí mismo que pronto podría sentarse en una silla en su camerino y observar cómo se vestía.
Dio una palmada a Rubeus en el hombro.
—Estoy seguro de que la señora Kou y Michiru disfrutarían de una visita al campo.
—La cuestión es que yo debo quedarme aquí —prosiguió Rubeus—. Estos temas que hay ahora en la Cámara de los Lores son de vital importancia.
BlackMoon asintió, aunque no imaginaba a un hombre como Rubeus influyendo nada en el asunto de la Ley del Maíz.
—Puede enviar a las damas sin usted si así se siente mejor.
Rubeus se frotó la barbilla.
—Estoy considerando pedir una licencia especial y casarme con ella inmediatamente. Sería mucho mejor que ella fuera al campo como mi esposa.
En aquel momento entró Zafiro en el palco.
—¿Los he oído hablar de una esposa? ¿Se va a casar, Rubeus? —se sentó al lado de su padre y apoyó un pie en la barandilla del palco—. ¿Quién es la dama?
Rubeus sonrió.
—Usted estaba presente la primera vez que la vi. Me caso con la señorita Kou.
—¿Michiru Kou? —Zafiro se sentó recto en la silla—. ¡Santo cielo!
BlackMoon lo agarró del brazo y se inclinó a susurrarle al oído:
—Cierra la boca o cancelo tu asignación trimestral.
Zafiro parpadeó.
—Una chica encantadora —musitó a Rubeus.
—Estoy considerando pedir una licencia especial y casarme sin retraso.
Zafiro le lanzó una mirada lasciva.
—¿Tiene razones para correr?
Rubeus empezó a hablar de la Ley del Maíz y las amenazas de disturbios en la ciudad. Zafiro se mostró alarmado.
Mientras aquellos dos tontos temblaban por unos disturbios que nunca se producirían, BlackMoon consultaba el programa que tenía en la mano en busca del nombre de Serena. La obra era una comedia. La chica de campo, y Serena tenía un papel menor.
Dejó el programa con disgusto. Ella no aparecía. Todo eso cambiaría cuando ella, y no su madre, interpretara el papel principal.
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Tres horas más tarde, el señor Garayan metía la cabeza en el camerino.
—Señoras, tienen que ir ya al Salón Verde. Y deprisa, por favor.
La interpretación había dio bien y Serena y tres actrices más que tenían papeles pequeños mataban el tiempo en el camerino. Las otras tres se levantaron al oír al señor Garayan y se apresuraron a limpiar sus caras del maquillaje del escenario y ponerse vestidos bonitos. Serena permaneció en su silla sin ganas de moverse.
El señor Garayan la miró con severidad.
—Serena, basta de retrasos. Te espero en el Salón Verde en cinco minutos. Los caballeros esperan.
—Sí, señor.
Cuando él se fue, las otras chicas se rieron.
—A ti no te importa nada que esperen los caballeros, ¿verdad? —dijo una.
—Está demasiado enamorada de su artista —respondió Rei.
Serena sonrió.
—¿Y te extraña?
—Es atractivo, pero nunca tendrá tanto dinero como lord BlackMoon —comentó Rei—. Esta noche lo he visto en su palco y su hijo estaba con él. No entiendo por qué el hijo le gusta tan poco a tu artista.
—Yo que tú haría caso de sus advertencias —dijo Serena.
Rei asintió.
—Lo haré, pero sólo porque ese hombre bebe demasiado. ¿Tú sigues resuelta a romperle el corazón al padre?
Serena suspiró con dramatismo.
—Tengo entendido que ha transferido sus atenciones a otra.
—Pues ella tiene suerte —dijo otra de las actrices—. ¡Ojalá pudiera yo persuadirlo de que me mirara a mí!
Rei se echó a reír.
—Lo has intentado toda la temporada.
Serena pensó que podía quedarse con él. Ella sólo quería ir a casa y meterse en la cama. Cuanto antes se durmiera, antes llegaría la mañana y podría ir a ver a Seiya y averiguar lo que había pasado con Michiru.
Se entretuvo más de cinco minutos y acabó yendo sola al Salón Verde.
BlackMoon se acercó a ella en cuanto entró.
—¿Puedo hablar con usted, señorita Tsukino?
Ella no sentía deseos de conversar con él, pero el señor Garayan había tomado nota de su retraso y no le gustaría que desairara a un caballero tan importante.
—Por supuesto, señor —se apartó de la puerta.
—Hable conmigo en privado —dijo él—. Se lo suplico, permitame cinco minutos.
Ella pensó que quería decirle que se iba a casar. Era tonto por su parte pensar que pudiera importarle. Sólo le importaba que su matrimonio la dejara libre para ver abiertamente a Seiya.
—Muy bien —respondió.
Creyó que hablarían fuera, al lado del salón, pero él la llevó a su palco. Allí había todavía velas encendidas, pero la luz era tenue.
Le pidió que se sentara.
Para sorpresa de Serena, él se dejó caer de rodillas y sacó algo de debajo de la levita. Una cajita de terciopelo.
—Es un regalo para usted —se la puso en las manos.
Ella empezó a sentir ansiedad.
—No debía…
Él puso la mano en las de ella.
—Ábralo —exigió.
En aquel momento parecía tan peligroso como Seiya le había dicho que podía ser. Ella abrió la cajita.
Dentro había una pulsera de diamantes y zafiros.
Ella dio un respingo.
—Esto no es para mí —pensó que él se la enseñaba para pedirle su opinión.
—Desde luego que es para usted —él la sacó de la caja—. ¿Ve? Hace juego con sus ojos.
Ella le apartó las manos.
—Yo no acepto regalos —y él ya lo sabía—. Mi posición en ese tema no ha cambiado.
Se puso en pie, pero él le agarró la muñeca y la obligó a sentarse de nuevo.
—No me ha entendido. Esto no es más que una muestra de lo que yo puedo darle.
—No quiero nada de usted.
Él dejó la pulsera a un lado y le agarró la otra mano.
—Deje que le explique —hizo una pausa como si buscara las palabras—. Rubeus me ha hecho pensar en esto.
—¿Rubeus?
Él la miró a los ojos.
—No le pido que se mi amante. Le propongo matrimonio.
—¡Matrimonio! —exclamó ella.
—Matrimonio —asintió él—. Hágame el honor de ser mi esposa, conviértase en mi baronesa.
A Serena se le subió el estómago a la garganta. Ella era la mujer con la que él planeaba casarse, la mujer por la que había suprimido su paga a la madre de Seiya.
—No puede casarse con una actriz.
Él rió y le dio una palmadita en la mano.
—¿Por qué no? ¿No se casó Elizabeth Farren con lord Derby?
Serena recordaba que le habían contado que Elizabeth Farren, la actriz convertida en condesa, la había mecido en sus rodillas cuando ella tenía tres años.
—No importa. Yo no puedo.
Él bajó la voz y sus ojos se volvieron duros como el pedernal.
—¿Seiya le ha hablado en mi contra?
Su expresión la asustó.
—¿Seiya?
Él le apretó la mano con tanta fuerza que le hizo daño.
—La ha vuelto contra mí, ¿verdad? Juro que lo arruinaré.
No podía consentir que culpara a Seiya. Serena pensó con rapidez. Tenía que arreglar aquello. Adoptó una expresión indignada.
—Esto no tiene nada que ver con mi retratista, señor. Tiene que ver con mi carrera de actriz.
Él aflojó la presión de su mano.
—No tema. Tendrá su oportunidad en el escenario. Causara sensación en Marco Antonio y Cleopatra. No la privaré de ese momento de gloria.
—¿Y después? —ella conocía ya la respuesta. Una baronesa no aparecía en los escenarios.
Él se echó a reír.
—Como mi baronesa, estará demasiado ocupada con asuntos importantes para pensar en el teatro. Seremos una fuerza poderosa en Londres. Usted por su belleza y yo por mi influencia. Dara grandes bailes y será la anfitriona en cenas de políticos importantes. Viajaremos. A París, a Nápoles, a Viena…
A ella aquello le parecía terrible. Una noche completa con Seiya valdría más que una vida entera con aquel hombre, y Seiya era la única persona que conocía por la que podía considerar renunciar al teatro.
Respiró hondo.
—Lord BlackMoon, me hace un gran honor. Debo considerar cuidadosamente su propuesta.
Él enarcó las cejas.
—¿No puede decir que sí?
Ella tenía que ir con mucho cuidado.
—No inmediatamente.
Él la soltó.
—Me tomaré eso como un sí.
—Por favor, no lo haga. Pero consideraré su oferta con toda seriedad.
—No veo razón para retrasarlo —él abrió las manos—. Yo puedo darle el mundo.
Ella se apartó.
—Usted no desearía que le diera una negativa impulsiva, ¿verdad? Renunciar al teatro no es algo facil para mí —tenía que pensar un modo de salir de aquello, un modo de conseguir que no la deseara—. Debo estar segura.
—No echara de menos ser actriz. ¿Cómo puedo convencerla? —la tomó en sus brazos y la besó.
Si pensaba que el beso la iba a convencer, estaba muy equivocado. Casi le hizo vomitar.
Ella lo apartó de un empujón y habló con dureza:
—Si se toma libertades conmigo, señor, no creeré que su intención es honorable. No me dejaré meter en una aventura engañada.
—No es un truco —repuso él con mirada afiebrada—. La quiero por esposa y nadie me detendrá.
Ella se puso en pie.
—Deseo retirarme ahora, señor. Si me disculpa.
Él se levantó a su vez y le puso la cajita de terciopelo con la pulsera en la mano.
—Debe aceptar mi regalo.
Ella se lo devolvió.
—Si acepto su oferta, aceptare su regalo. Ahora, por favor, acompáñeme al Salón Verde o apártese de mi camino para que pueda regresar sola.
Él se apretó contra ella.
—La acompañaré yo, mi queridísimo amor.
Ella no tuvo más remedio que tolerar su compañía. Una vez en el Salón Verde, vio con desmayo que él susurraba sus intenciones en el oído de su madre. La primera reacción de ésta fue de sorpresa. Después llevó a Serena a un lado en un momento en que BlackMoon estaba distraído con el señor Garayan.
—Idiota —le susurró su madre—. ¿No lo has aceptado de inmediato? Podríamos tener seguridad para toda la vida.
Por supuesto, su madre sí quería una relación tan próxima con un barón, especialmente uno de mucho dinero.
—No tengo deseos de dejar el teatro —explicó Serena.
Su madre se echó a reír y algunas personas volvieron la cabeza. Ella se acercó más al oído de Serena.
—El teatro no es nada. Di que sí y cásate rápidamente antes de que recupere el sentido común.
Su madre se alejó y Serena interrumpió la conversación de BlackMoon con el señor Garayan.
—Si me disculpan, caballeros, quiero desearles buenas noches.
Se movió con rapidez y había conseguido casi alejarse cuando BlackMoon la alcanzó.
—Mi carruaje la aguarda, querida mía.
Serena se vio obligada a ir con él, y cuando pararon delante de su residencia, BlackMoon consiguió robarle otro beso. Serena escapó al fin y corrió al interior.
Observó alejarse el carruaje desde una de las ventanas del salón.
Subió despacio a su habitación sin saber lo que iba a hacer. Por lo pronto tendría que esperar a que llegara la mañana para decírselo a Seiya.
—Señoras, tienen que ir ya al Salón Verde. Y deprisa, por favor.
La interpretación había dio bien y Serena y tres actrices más que tenían papeles pequeños mataban el tiempo en el camerino. Las otras tres se levantaron al oír al señor Garayan y se apresuraron a limpiar sus caras del maquillaje del escenario y ponerse vestidos bonitos. Serena permaneció en su silla sin ganas de moverse.
El señor Garayan la miró con severidad.
—Serena, basta de retrasos. Te espero en el Salón Verde en cinco minutos. Los caballeros esperan.
—Sí, señor.
Cuando él se fue, las otras chicas se rieron.
—A ti no te importa nada que esperen los caballeros, ¿verdad? —dijo una.
—Está demasiado enamorada de su artista —respondió Rei.
Serena sonrió.
—¿Y te extraña?
—Es atractivo, pero nunca tendrá tanto dinero como lord BlackMoon —comentó Rei—. Esta noche lo he visto en su palco y su hijo estaba con él. No entiendo por qué el hijo le gusta tan poco a tu artista.
—Yo que tú haría caso de sus advertencias —dijo Serena.
Rei asintió.
—Lo haré, pero sólo porque ese hombre bebe demasiado. ¿Tú sigues resuelta a romperle el corazón al padre?
Serena suspiró con dramatismo.
—Tengo entendido que ha transferido sus atenciones a otra.
—Pues ella tiene suerte —dijo otra de las actrices—. ¡Ojalá pudiera yo persuadirlo de que me mirara a mí!
Rei se echó a reír.
—Lo has intentado toda la temporada.
Serena pensó que podía quedarse con él. Ella sólo quería ir a casa y meterse en la cama. Cuanto antes se durmiera, antes llegaría la mañana y podría ir a ver a Seiya y averiguar lo que había pasado con Michiru.
Se entretuvo más de cinco minutos y acabó yendo sola al Salón Verde.
BlackMoon se acercó a ella en cuanto entró.
—¿Puedo hablar con usted, señorita Tsukino?
Ella no sentía deseos de conversar con él, pero el señor Garayan había tomado nota de su retraso y no le gustaría que desairara a un caballero tan importante.
—Por supuesto, señor —se apartó de la puerta.
—Hable conmigo en privado —dijo él—. Se lo suplico, permitame cinco minutos.
Ella pensó que quería decirle que se iba a casar. Era tonto por su parte pensar que pudiera importarle. Sólo le importaba que su matrimonio la dejara libre para ver abiertamente a Seiya.
—Muy bien —respondió.
Creyó que hablarían fuera, al lado del salón, pero él la llevó a su palco. Allí había todavía velas encendidas, pero la luz era tenue.
Le pidió que se sentara.
Para sorpresa de Serena, él se dejó caer de rodillas y sacó algo de debajo de la levita. Una cajita de terciopelo.
—Es un regalo para usted —se la puso en las manos.
Ella empezó a sentir ansiedad.
—No debía…
Él puso la mano en las de ella.
—Ábralo —exigió.
En aquel momento parecía tan peligroso como Seiya le había dicho que podía ser. Ella abrió la cajita.
Dentro había una pulsera de diamantes y zafiros.
Ella dio un respingo.
—Esto no es para mí —pensó que él se la enseñaba para pedirle su opinión.
—Desde luego que es para usted —él la sacó de la caja—. ¿Ve? Hace juego con sus ojos.
Ella le apartó las manos.
—Yo no acepto regalos —y él ya lo sabía—. Mi posición en ese tema no ha cambiado.
Se puso en pie, pero él le agarró la muñeca y la obligó a sentarse de nuevo.
—No me ha entendido. Esto no es más que una muestra de lo que yo puedo darle.
—No quiero nada de usted.
Él dejó la pulsera a un lado y le agarró la otra mano.
—Deje que le explique —hizo una pausa como si buscara las palabras—. Rubeus me ha hecho pensar en esto.
—¿Rubeus?
Él la miró a los ojos.
—No le pido que se mi amante. Le propongo matrimonio.
—¡Matrimonio! —exclamó ella.
—Matrimonio —asintió él—. Hágame el honor de ser mi esposa, conviértase en mi baronesa.
A Serena se le subió el estómago a la garganta. Ella era la mujer con la que él planeaba casarse, la mujer por la que había suprimido su paga a la madre de Seiya.
—No puede casarse con una actriz.
Él rió y le dio una palmadita en la mano.
—¿Por qué no? ¿No se casó Elizabeth Farren con lord Derby?
Serena recordaba que le habían contado que Elizabeth Farren, la actriz convertida en condesa, la había mecido en sus rodillas cuando ella tenía tres años.
—No importa. Yo no puedo.
Él bajó la voz y sus ojos se volvieron duros como el pedernal.
—¿Seiya le ha hablado en mi contra?
Su expresión la asustó.
—¿Seiya?
Él le apretó la mano con tanta fuerza que le hizo daño.
—La ha vuelto contra mí, ¿verdad? Juro que lo arruinaré.
No podía consentir que culpara a Seiya. Serena pensó con rapidez. Tenía que arreglar aquello. Adoptó una expresión indignada.
—Esto no tiene nada que ver con mi retratista, señor. Tiene que ver con mi carrera de actriz.
Él aflojó la presión de su mano.
—No tema. Tendrá su oportunidad en el escenario. Causara sensación en Marco Antonio y Cleopatra. No la privaré de ese momento de gloria.
—¿Y después? —ella conocía ya la respuesta. Una baronesa no aparecía en los escenarios.
Él se echó a reír.
—Como mi baronesa, estará demasiado ocupada con asuntos importantes para pensar en el teatro. Seremos una fuerza poderosa en Londres. Usted por su belleza y yo por mi influencia. Dara grandes bailes y será la anfitriona en cenas de políticos importantes. Viajaremos. A París, a Nápoles, a Viena…
A ella aquello le parecía terrible. Una noche completa con Seiya valdría más que una vida entera con aquel hombre, y Seiya era la única persona que conocía por la que podía considerar renunciar al teatro.
Respiró hondo.
—Lord BlackMoon, me hace un gran honor. Debo considerar cuidadosamente su propuesta.
Él enarcó las cejas.
—¿No puede decir que sí?
Ella tenía que ir con mucho cuidado.
—No inmediatamente.
Él la soltó.
—Me tomaré eso como un sí.
—Por favor, no lo haga. Pero consideraré su oferta con toda seriedad.
—No veo razón para retrasarlo —él abrió las manos—. Yo puedo darle el mundo.
Ella se apartó.
—Usted no desearía que le diera una negativa impulsiva, ¿verdad? Renunciar al teatro no es algo facil para mí —tenía que pensar un modo de salir de aquello, un modo de conseguir que no la deseara—. Debo estar segura.
—No echara de menos ser actriz. ¿Cómo puedo convencerla? —la tomó en sus brazos y la besó.
Si pensaba que el beso la iba a convencer, estaba muy equivocado. Casi le hizo vomitar.
Ella lo apartó de un empujón y habló con dureza:
—Si se toma libertades conmigo, señor, no creeré que su intención es honorable. No me dejaré meter en una aventura engañada.
—No es un truco —repuso él con mirada afiebrada—. La quiero por esposa y nadie me detendrá.
Ella se puso en pie.
—Deseo retirarme ahora, señor. Si me disculpa.
Él se levantó a su vez y le puso la cajita de terciopelo con la pulsera en la mano.
—Debe aceptar mi regalo.
Ella se lo devolvió.
—Si acepto su oferta, aceptare su regalo. Ahora, por favor, acompáñeme al Salón Verde o apártese de mi camino para que pueda regresar sola.
Él se apretó contra ella.
—La acompañaré yo, mi queridísimo amor.
Ella no tuvo más remedio que tolerar su compañía. Una vez en el Salón Verde, vio con desmayo que él susurraba sus intenciones en el oído de su madre. La primera reacción de ésta fue de sorpresa. Después llevó a Serena a un lado en un momento en que BlackMoon estaba distraído con el señor Garayan.
—Idiota —le susurró su madre—. ¿No lo has aceptado de inmediato? Podríamos tener seguridad para toda la vida.
Por supuesto, su madre sí quería una relación tan próxima con un barón, especialmente uno de mucho dinero.
—No tengo deseos de dejar el teatro —explicó Serena.
Su madre se echó a reír y algunas personas volvieron la cabeza. Ella se acercó más al oído de Serena.
—El teatro no es nada. Di que sí y cásate rápidamente antes de que recupere el sentido común.
Su madre se alejó y Serena interrumpió la conversación de BlackMoon con el señor Garayan.
—Si me disculpan, caballeros, quiero desearles buenas noches.
Se movió con rapidez y había conseguido casi alejarse cuando BlackMoon la alcanzó.
—Mi carruaje la aguarda, querida mía.
Serena se vio obligada a ir con él, y cuando pararon delante de su residencia, BlackMoon consiguió robarle otro beso. Serena escapó al fin y corrió al interior.
Observó alejarse el carruaje desde una de las ventanas del salón.
Subió despacio a su habitación sin saber lo que iba a hacer. Por lo pronto tendría que esperar a que llegara la mañana para decírselo a Seiya.
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Seiya entró en la Seven Stars, cerca de Lincoln's Inn Fields, la última de una serie de tabernas que había visitado empezando cerca de Somerset House. Llevaba toda la noche buscando a Haruka por las calles oscuras de Londres. Los ruidos de Badajoz lo perseguían durante su recorrido, pero los ignoraba.
La felicidad de Michiru dependía de ello.
Había descubierto que Haruka no había ido a clase ese día. Tampoco estaba en sus aposentos. Uno de sus compañeros estudiantes le había dicho que Haruka había estado con una joven el día anterior, el mismo día que no había ido a cenar, el día que Michiru había tomado la decisión de casarse con Rubeus. No hacía falta ser muy listo para asumir que Michiru había ido a hablar con él y le había contado sus planes.
Seiya se abrió paso por la taberna, mirando en todas las mesas. Estaba considerando seriamente renunciar a la búsqueda, pero no sentía deseos de volver a la oscuridad de las calles todavía.
En el rincón más alejado de la estancia vio a Haruka, sentado solo en una mesa pequeña con una jarra de cerveza en las manos. Ni siquiera notó que se acercaba Seiya.
—Te he estado buscando —Seiya se sentó enfrente.
Sólo entonces alzó Haruka la vista.
—Seiya —levantó su jarra—. Toma.
Seiya llamó a la moza de la taberna y miró a Haruka.
—Nadie te ha visto en todo el día.
El otro se encogió de hombros.
—He dado un gran paseo. Por Mayfair. Es bueno estudiar la arquitectura de allí —tomó otro trago de cerveza—. Mount Street tiene casas interesantes. Quería examinar el estilo y la construcción.
La mansión de Rubeus estaba situada en Mount Street.
La camarera puso una jarra de cerveza delante de Seiya.
—¿Tu conclusión?
—Puedo decir que las residencias están bastante bien —la expresión de Haruka era dolida—, pero no puedo aspirar a vivir en una de ellas —terminó su jarra y pidió otra.
Seiya lo miró.
—¿Estás ebrio?
Haruka sonrió débilmente.
—¡Ojalá! Desgraciadamente, he caminado más que bebido.
Al menos Seiya podría razonar con él.
—He venido a hablarte de mi hermana.
Haruka apartó la vista.
—Sé que Michiru te buscó el otro día —insistió Seiya—, así que asumo que te habló de Rubeus.
En la mejilla de Haruka se movió un músculo.
—Deseo que sea feliz.
Seiya se inclinó hacia delante.
—Ella no es feliz. No puede serlo. Es desgraciada, pero yo no puedo convencerla de que abandone esta locura.
—No es una locura casarse con un hombre que podrá darle todos los lujos de la vida —replicó Haruka.
—¿Tú te casarías con una mujer por la que no sintieras afecto sólo por su dinero?
Haruka lo miró con aire retador.
—Tal vez.
—No lo harías. Y Michiru no debe casarse con Rubeus —Seiya lo miro a los ojos—. Tú conoces el carácter de mi hermana, su naturaleza romántica. Este compromiso con Rubeus no cumple ninguna de sus ideas románticas. No es bueno para ella y quiero saber lo que piensas hacer al respecto.
—¿Yo? —Haruka enarcó las cejas—. Yo no puedo hacer nada. No tengo nada que ofrecerle a una mujer. Tengo que terminar un año más de estudios y después tardaré tiempo en empezar a ganar un sueldo razonable.
O sea que sí había pensado en ello. Seiya se sintió alentado.
—Sabes que la riqueza no significa nada para Michiru. Hace esto para complacer a mi madre.
—No sólo para complacer a su madre —Haruka volvió a beber—. ¿Sabes que BlackMoon cortará los fondos a tu madre y arruinará tus posibilidades como artista si no se casa? Está en una posición desesperada, Seiya.
¿Michiru conocía las amenazas de BlackMoon?
Esperó a que Haruka lo mirara.
—Escúchame. No debemos dejarnos chantajear por BlackMoon y sacrificar la felicidad de Michiru. Yo me ocuparé de mi madre, Haruka. Tú debes ocuparte de Michiru.
—Yo no puedo…
Seiya no quería oírlo.
—Yo los ayudaré todo lo que pueda. Sospecho que tu padre también lo hará. A Michiru no le importará tener sólo una habitación mísera si puede compartirla contigo. En realidad, seguro que encontraría romántica una situación así.
Haruka movió la cabeza.
—Nunca ha dado muestras de que sienta eso por mí. Ni sentimientos románticos…
—Fue corriendo a verte, ¿no? Te dijo sus razones para casarse y a nosotros no. ¿Por qué iba a hacer eso si no te quisiera?
—Es amistad lo que siente —Haruka se llevó la jarra a los labios.
—Tonterías —Seiya tiró de su brazo hacia abajo y la bebida se derramó por la mesa de madera—. Escucha, Haruka. Mi madre, Michiru, tú y yo nos las arreglaremos a pesar de las amenazas de BlackMoon. Estoy convencido de que no nos faltará comida, ropa ni un techo sobre nuestras cabezas. La vida mejorará a medida que pase el tiempo.
Haruka apartó la vista.
Seiya empezaba a perder la paciencia.
—Haruka, mírame a los ojos, dime que no amas a Michiru y me iré de aquí y no volveré a molestarte.
Haruka lo miró a los ojos. Habló con voz clara y deliberada.
—Amo a tu hermana más que a mi propia vida.
La intensidad de su sentimiento sorprendió a Seiya y resonó en su interior. No pudo evitar apartar la vista.
El padre de Haruka le había dicho una vez que buscara una revelación en su arte, el momento en el que supiera lo que separaba su trabajo del de otros artistas, la verdad que era sólo suya. Él creyó que sir Artemis decía tonterías hasta que Serena le mostró la verdad en su arte.
Sintió calor en todo el cuerpo, como si de pronto se hubiera envuelto en una manta. Supo que la verdad de las palabras de Haruka era también verdad en su corazón.
Amaba a Serena más que a su propia vida.
Quería estar con ella siempre, no podía imaginar ni un día sin ver su sonrisa, sin regodearse en su energía y optimismo, en su creencia de que todo saldría bien.
Casi saltó de su silla. Quería bailar encima de la mesa y decir al mundo entero que amaba a Serena y sería feliz de vivir con ella en una habitación mísera siempre que estuvieran juntos.
Miró a Haruka, que agarraba su jarra de cerveza como si fuera un salvavidas.
—Lo repetiré por si no lo has oído —dijo éste—. Amo a Michiru más que a mi vida. La amo lo bastante para hacer lo mejor para ella. La amo lo bastante para respetar sus deseos aunque eso me clave una daga en el corazón, aunque eso signifique dejarla marchar.
Aquellas palabras frenaron el entusiasmo de Seiya.
Lo miró a los ojos una vez más.
—No confundas el deseo con el deber, Haruka. Mi hermana cree que debe sacrificarse por nuestra madre y por mí, pero no te engañes pensando que desea ser la esposa de Rubeus. Mira lo que hay en su corazón y no lo que te dijo. Tiene la noción romántica de que es la única que puede salvar a su madre y a su hermano, pero tú eres el único que puede salvarla a ella. La cuestión es si eres lo bastante hombre para intentarlo.
Haruka parecía desgraciado.
—No puedo contestarte ahora, Seiya.
Seiya sí conocía su propia respuesta. No permitiría que nada terminara su historia con Serena. Tenía intención de pedirle que compartiera el futuro con él. Le pediría que se casara con él.
¡Ojalá pudiera convencer a Haruka de que hiciera lo mismo!
—No tienes mucho tiempo —dijo—. Michiru parece empeñada en meterse corriendo en ese matrimonio. Debes actuar con rapidez.
¡Qué tragedia!
Haruka y Michiru siguen sufriendo y más ahora que ella esta oficialmente comprometida con Lord Rubeus. Y ahora Serena se encuentra atrapada con la proposición de matrimonio de BlackMoon, pero obviamente su corazón le pertenece a Seiya ¿Que va a pasar con ellos?
Eso lo sabremos en el siguiente capitulo
Me despido de ustedes por ahora. Como siempre, no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Nos vemos en el proximo capitulo
XOXO
Serenity
Pd. ¡Ah! Y no sé olviden de darse una vuelta por mi más reciente fic La Magia Lunar ¡Les aseguro que no se arrepentiran de leerla!
La felicidad de Michiru dependía de ello.
Había descubierto que Haruka no había ido a clase ese día. Tampoco estaba en sus aposentos. Uno de sus compañeros estudiantes le había dicho que Haruka había estado con una joven el día anterior, el mismo día que no había ido a cenar, el día que Michiru había tomado la decisión de casarse con Rubeus. No hacía falta ser muy listo para asumir que Michiru había ido a hablar con él y le había contado sus planes.
Seiya se abrió paso por la taberna, mirando en todas las mesas. Estaba considerando seriamente renunciar a la búsqueda, pero no sentía deseos de volver a la oscuridad de las calles todavía.
En el rincón más alejado de la estancia vio a Haruka, sentado solo en una mesa pequeña con una jarra de cerveza en las manos. Ni siquiera notó que se acercaba Seiya.
—Te he estado buscando —Seiya se sentó enfrente.
Sólo entonces alzó Haruka la vista.
—Seiya —levantó su jarra—. Toma.
Seiya llamó a la moza de la taberna y miró a Haruka.
—Nadie te ha visto en todo el día.
El otro se encogió de hombros.
—He dado un gran paseo. Por Mayfair. Es bueno estudiar la arquitectura de allí —tomó otro trago de cerveza—. Mount Street tiene casas interesantes. Quería examinar el estilo y la construcción.
La mansión de Rubeus estaba situada en Mount Street.
La camarera puso una jarra de cerveza delante de Seiya.
—¿Tu conclusión?
—Puedo decir que las residencias están bastante bien —la expresión de Haruka era dolida—, pero no puedo aspirar a vivir en una de ellas —terminó su jarra y pidió otra.
Seiya lo miró.
—¿Estás ebrio?
Haruka sonrió débilmente.
—¡Ojalá! Desgraciadamente, he caminado más que bebido.
Al menos Seiya podría razonar con él.
—He venido a hablarte de mi hermana.
Haruka apartó la vista.
—Sé que Michiru te buscó el otro día —insistió Seiya—, así que asumo que te habló de Rubeus.
En la mejilla de Haruka se movió un músculo.
—Deseo que sea feliz.
Seiya se inclinó hacia delante.
—Ella no es feliz. No puede serlo. Es desgraciada, pero yo no puedo convencerla de que abandone esta locura.
—No es una locura casarse con un hombre que podrá darle todos los lujos de la vida —replicó Haruka.
—¿Tú te casarías con una mujer por la que no sintieras afecto sólo por su dinero?
Haruka lo miró con aire retador.
—Tal vez.
—No lo harías. Y Michiru no debe casarse con Rubeus —Seiya lo miro a los ojos—. Tú conoces el carácter de mi hermana, su naturaleza romántica. Este compromiso con Rubeus no cumple ninguna de sus ideas románticas. No es bueno para ella y quiero saber lo que piensas hacer al respecto.
—¿Yo? —Haruka enarcó las cejas—. Yo no puedo hacer nada. No tengo nada que ofrecerle a una mujer. Tengo que terminar un año más de estudios y después tardaré tiempo en empezar a ganar un sueldo razonable.
O sea que sí había pensado en ello. Seiya se sintió alentado.
—Sabes que la riqueza no significa nada para Michiru. Hace esto para complacer a mi madre.
—No sólo para complacer a su madre —Haruka volvió a beber—. ¿Sabes que BlackMoon cortará los fondos a tu madre y arruinará tus posibilidades como artista si no se casa? Está en una posición desesperada, Seiya.
¿Michiru conocía las amenazas de BlackMoon?
Esperó a que Haruka lo mirara.
—Escúchame. No debemos dejarnos chantajear por BlackMoon y sacrificar la felicidad de Michiru. Yo me ocuparé de mi madre, Haruka. Tú debes ocuparte de Michiru.
—Yo no puedo…
Seiya no quería oírlo.
—Yo los ayudaré todo lo que pueda. Sospecho que tu padre también lo hará. A Michiru no le importará tener sólo una habitación mísera si puede compartirla contigo. En realidad, seguro que encontraría romántica una situación así.
Haruka movió la cabeza.
—Nunca ha dado muestras de que sienta eso por mí. Ni sentimientos románticos…
—Fue corriendo a verte, ¿no? Te dijo sus razones para casarse y a nosotros no. ¿Por qué iba a hacer eso si no te quisiera?
—Es amistad lo que siente —Haruka se llevó la jarra a los labios.
—Tonterías —Seiya tiró de su brazo hacia abajo y la bebida se derramó por la mesa de madera—. Escucha, Haruka. Mi madre, Michiru, tú y yo nos las arreglaremos a pesar de las amenazas de BlackMoon. Estoy convencido de que no nos faltará comida, ropa ni un techo sobre nuestras cabezas. La vida mejorará a medida que pase el tiempo.
Haruka apartó la vista.
Seiya empezaba a perder la paciencia.
—Haruka, mírame a los ojos, dime que no amas a Michiru y me iré de aquí y no volveré a molestarte.
Haruka lo miró a los ojos. Habló con voz clara y deliberada.
—Amo a tu hermana más que a mi propia vida.
La intensidad de su sentimiento sorprendió a Seiya y resonó en su interior. No pudo evitar apartar la vista.
El padre de Haruka le había dicho una vez que buscara una revelación en su arte, el momento en el que supiera lo que separaba su trabajo del de otros artistas, la verdad que era sólo suya. Él creyó que sir Artemis decía tonterías hasta que Serena le mostró la verdad en su arte.
Sintió calor en todo el cuerpo, como si de pronto se hubiera envuelto en una manta. Supo que la verdad de las palabras de Haruka era también verdad en su corazón.
Amaba a Serena más que a su propia vida.
Quería estar con ella siempre, no podía imaginar ni un día sin ver su sonrisa, sin regodearse en su energía y optimismo, en su creencia de que todo saldría bien.
Casi saltó de su silla. Quería bailar encima de la mesa y decir al mundo entero que amaba a Serena y sería feliz de vivir con ella en una habitación mísera siempre que estuvieran juntos.
Miró a Haruka, que agarraba su jarra de cerveza como si fuera un salvavidas.
—Lo repetiré por si no lo has oído —dijo éste—. Amo a Michiru más que a mi vida. La amo lo bastante para hacer lo mejor para ella. La amo lo bastante para respetar sus deseos aunque eso me clave una daga en el corazón, aunque eso signifique dejarla marchar.
Aquellas palabras frenaron el entusiasmo de Seiya.
Lo miró a los ojos una vez más.
—No confundas el deseo con el deber, Haruka. Mi hermana cree que debe sacrificarse por nuestra madre y por mí, pero no te engañes pensando que desea ser la esposa de Rubeus. Mira lo que hay en su corazón y no lo que te dijo. Tiene la noción romántica de que es la única que puede salvar a su madre y a su hermano, pero tú eres el único que puede salvarla a ella. La cuestión es si eres lo bastante hombre para intentarlo.
Haruka parecía desgraciado.
—No puedo contestarte ahora, Seiya.
Seiya sí conocía su propia respuesta. No permitiría que nada terminara su historia con Serena. Tenía intención de pedirle que compartiera el futuro con él. Le pediría que se casara con él.
¡Ojalá pudiera convencer a Haruka de que hiciera lo mismo!
—No tienes mucho tiempo —dijo—. Michiru parece empeñada en meterse corriendo en ese matrimonio. Debes actuar con rapidez.
¡Qué tragedia!
Haruka y Michiru siguen sufriendo y más ahora que ella esta oficialmente comprometida con Lord Rubeus. Y ahora Serena se encuentra atrapada con la proposición de matrimonio de BlackMoon, pero obviamente su corazón le pertenece a Seiya ¿Que va a pasar con ellos?
Eso lo sabremos en el siguiente capitulo
Me despido de ustedes por ahora. Como siempre, no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Nos vemos en el proximo capitulo
XOXO
Serenity
Pd. ¡Ah! Y no sé olviden de darse una vuelta por mi más reciente fic La Magia Lunar ¡Les aseguro que no se arrepentiran de leerla!
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Hola! Ahí no que asco!! Esos hombres son de la peor! Viejos verdes!!
Michiru debio ser mas fuerte, ahora parece interesada!
Y serena contra la pared! Que madre mas sin verguenza!
Ahí no!! La cosa se complica como nunca!!
Saludos!!
Michiru debio ser mas fuerte, ahora parece interesada!
Y serena contra la pared! Que madre mas sin verguenza!
Ahí no!! La cosa se complica como nunca!!
Saludos!!
stgrani- Reina Serenity
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
NOoooooooooooooooooooo por que michiru aceptó a ese viejete verde asqueroso y rechoncho... y por que el tonto de haruka, que dice amarla tanto no hace algo??? a caso cree que el dinero hace la felicidad (pero pucha que ayuda) jajaja (Ayyy imaginame golpeandome contra el monitor :{Enojo}) por favor serenity hay que hacer algo e impedir que se case con rubeus. Y serena... eso si es terrible... como se deja??? viejo decrepito, apuesto que ya esta hasta cenil??? este capitulo ha estado ESTRESANTE... por favor actualiza pronto... es que la intriga me mata...
Aysha Bakhovik B.- Sailor Outer Scout
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Que cap de infartoooo, odio odiooo a Blackmoon, es un entrometido egocentrico abusivo ..... lo deteto. Pobre Seiya cuando se entere de la propuesta y PEOR!!! cuando Bllckmoon se entere de lo que hay entre Serena y Seiyaa. Me encanta este Fic :)
Akane- Sailor Inner Scout
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
QUE ASCO VIEJOS VERDES DESGRACIADOS EL DINERO NO LO ES TODO MALDITOS MALDITOS GUACALA MALDITO BALCKMOON ESOS DOS BESOS TE LLEVARAN A LA MUERTE MALDITO Y PORQUE ESMERALDA SE DEJA MANEJAR TANF EO ESTUPIDA Y MICHIRU MIERDA!!! SON MAS ESTUPIDAS DE LO QUE CREI ADEMAS HARUKA PORQUE SE DEJA VENCER TAN FACIL ARGGGG QUE RABIA QUIERO MATAR A RUBEUS A DIAMANTE Y ZAFIRO MALDITOS MALDITOSSS ESPERO QUE HARUKA PIENSE LAS COSAS Y QUE SERENA NO ACEPTE LA OFERTA ASI SE META EN PROBLEMAS QUE SEIYA LE DIGA QUE LA AMA UFFFF ESTE CAPITULO ESTUVO LLENO DE EMOCIONES ASI QUE ESPERO EL PROXIMO PRONTO Y CON ALGO DE BUENAS NOTICIAS SIIIII??? BESOS NOS LEEMOS
Usagi13- Princesa Fireball
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
noooooooooooooooo, que feo no puede ser, como?? pobre michiru y haruka, ahora serena nooo, que sucedera, amix actualiza prontooooo
wendykou- Sailor Outer Scout
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
hayyyyyyyyyyyy no puede ser q le pasa a haruka!!!!!
y blackmoon se quiere casar con serena!!!!!!!
nunca lo imaginé....actualiza pronto
y blackmoon se quiere casar con serena!!!!!!!
nunca lo imaginé....actualiza pronto
pandita- Sailor Outer Scout
- Mensajes : 427
Edad : 38
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
¡Hola!
¡Mil gracias sus comentarios y por continuar acompañandome en esta historia!
Bueno, las cosas se estan muy dificiles para nuestras parejitas ahora que Michiru se casara con Rubeus y BlackMoon le propuso matrimonio a Serena, pero vamos a ver como avanzan las cosas para ellos
¡Espero que disfruten este capitulo!
Capitulo 12
Serena entró en el estudio de Seiya por la mañana temprano. Para su sorpresa, no lo encontró delante del caballete. Las cortinas estaban corridas y la habitación vacía. Colgó su abrigo en la percha.
Oyó una respiración fuerte en el dormitorio, sonrió y cruzó el estudio de puntillas. Se paró al lado de la cama y lo miró. Estaba de espaldas, con un brazo sobre la cabeza y las mantas retorcidas entre las piernas. Al igual que cuando hacían el amor, estaba desnudo. Serena miró las cicatrices que tenía aquí y allá en el pecho, recuerdos de que no siempre había estado delante de un caballete.
Se sentó en la cama y recorrió con suavidad las marcas con los dedos, pidiendo en su interior que nunca tuviera que volver a vivir el horror de la guerra.
Él volvió la cabeza y murmuró algo ininteligible. Abrió los ojos y tardó un momento en enfocarla.
Sonrió y le tendió los brazos.
Ella se echó en ellos de buen grado.
—Buenos días, Seiya.
Su intención había sido entrar en el estudio y contarle de inmediato lo ocurrido con BlackMoon, pero no podía soportar hablarle de eso recién despertado.
—Es maravilloso verte —la voz de él sonaba pesada por el sueño.
La besó y ella se juró que buscaría el modo de conseguir que todo les saliera bien. De acabar con la intromisión de BlackMoon en sus vidas.
Quería amar a Seiya durante mucho tiempo, tanto que se negaba a pensar que pudieran separarse nunca. Quizá él nunca le dijera que la amaba, pero mostraba ese sentimiento siempre que la miraba y la tocaba. Y en su retrato.
—Podría acostumbrarme a despertarme así —la voz de él sonaba llena de sentimiento.
Un sentimiento que compartían ambos.
Ella le besó la piel desnuda.
—Me ha sorprendido encontrarte durmiendo; pensaba que estarías ya delante del caballete.
—Anoche estuve fuera hasta tarde.
—¿Ah, sí? —él solía evitar las calles después de oscurecer—. ¿Tuviste una repetición de tus visiones?
—Casi —él la estrechó con fuerza—. Oí los sonidos. Casi podía sentir las visiones presionando contra mi mente.
Ella lo abrazó.
—¿Pero no fue como antes?
—No.
Yacieron un rato abrazados.
—Tenemos que levantarnos —dijo él al fin—. Hay que trabajar.
Salió de la cama y caminó hasta la jarra y la palangana para lavarse. Serena sacó el vestido transparente de muselina.
—¿Por qué estuviste fuera hasta tarde? —preguntó, poniéndoselo por la cabeza.
—Fui a buscar a Haruka.
—¿Lo encontraste? —ella se puso las cadenas doradas en el cuello.
—Sí, e intenté convencerlo para que disuadiera a Michiru de ese matrimonio, pero no sé si lo hará —él se puso los pantalones y la camisa de pintar— Confesó estar enamorado de ella.
Serena sonrió; fue una sonrisa triste, porque el amor parecía tan complicado para todos ellos.
—Cuando Michiru se separó de ti el otro día, fue a verlo a él —prosiguió Seiya.
A Serena no le sorprendió.
—Cuando la encontré en la calle, iba a buscarlo.
Ambos salieron al estudio, ya vestidos. Seiya abrió las cortinas y preparó el caballete. Serena hizo té en la cocina. Encontró unas galletas en una lata para que desayunara Seiya. Él comió con rapidez y empezó a preparar las pinturas.
Ella retiró las cosas del té y se apoyó en la puerta de la cocina.
—Tengo que decirte algo.
Seiya sonrió.
—Yo también tengo que decirte algo, pero tú primero.
—Ya sé con quién se quiere casar BlackMoon.
La expresión de él se volvió seria.
—¿Con quién?
—Conmigo.
Seiya la miró atónito un instante, sin creer lo que oía.
—¿Contigo?
Ella asintió.
—Me lo propuso anoche.
Él apenas era capaz de hablar.
—¿Y qué le contestaste?
—Le dije que necesitaba tiempo para considerar su oferta.
Seiya sólo pudo mirarla fijamente.
Empezaba a tener esperanzas de que tuvieran un futuro juntos. Estaba a punto de decirle que mostraran su amor abiertamente. Tenía intención de proponerle matrimonio él. Ahora todo parecía imposible.
Ella le devolvió la mirada.
—Seiya. No pienso aceptar.
Él se volvió.
—Es rico. Serías baronesa.
—Si no crees que esas cosas deban importarle a tu hermana, ¿por qué me van a importar a mí? —preguntó ella con voz tensa.
Él no supo qué contestar.
De pronto, sus esperanzas de un futuro con Serena parecían arruinadas. ¿Qué haría BlackMoon si Serena lo rechazaba? ¿Qué le haría a su madre si ella lo elegía a él?
Volvió a mirarla.
—¿Qué amenaza BlackMoon con hacer si no te casas con él?
—¿Amenazar? —la voz de ella sonaba muy aguda. Carraspeó—. Su única amenaza es acabar con mi carrera en el teatro si me caso con él.
Seiya jamás le pediría que renunciara al teatro.
Volvió al caballete.
—Tenemos que trabajar.
Ella se acercó a la chaise logue y adoptó la pose habitual, pero su expresión era preocupada.
Seiya mojó el pincel en pintura blanca y empezó a trabajar. El pincel parecía moverse al azar.
—Le haré cambiar de idea —dijo ella—. Haré que piense que ha sido idea suya, no mía, y así tendrá motivos para sentirse culpable y no vengativo.
Seiya no veía ningún modo de recuperarla. Si se casaba con BlackMoon, se iría, pero si no lo hacía, BlackMoon no se quedaría quieto permitiendo que Seiya se la robara. Podía encontrar modos de arrebatarle a Serena todo lo que significaba algo para ella.
—No te preocupes demasiado, Seiya, por favor —susurró ella.
Él intentó concentrarse en el cuadro.
—Es una mala noticia, decidas lo que decidas.
—¿Decida lo que decida? —preguntó ella indignada—. Sólo hay una decisión posible.
¡Mil gracias sus comentarios y por continuar acompañandome en esta historia!
Bueno, las cosas se estan muy dificiles para nuestras parejitas ahora que Michiru se casara con Rubeus y BlackMoon le propuso matrimonio a Serena, pero vamos a ver como avanzan las cosas para ellos
¡Espero que disfruten este capitulo!
Capitulo 12
Serena entró en el estudio de Seiya por la mañana temprano. Para su sorpresa, no lo encontró delante del caballete. Las cortinas estaban corridas y la habitación vacía. Colgó su abrigo en la percha.
Oyó una respiración fuerte en el dormitorio, sonrió y cruzó el estudio de puntillas. Se paró al lado de la cama y lo miró. Estaba de espaldas, con un brazo sobre la cabeza y las mantas retorcidas entre las piernas. Al igual que cuando hacían el amor, estaba desnudo. Serena miró las cicatrices que tenía aquí y allá en el pecho, recuerdos de que no siempre había estado delante de un caballete.
Se sentó en la cama y recorrió con suavidad las marcas con los dedos, pidiendo en su interior que nunca tuviera que volver a vivir el horror de la guerra.
Él volvió la cabeza y murmuró algo ininteligible. Abrió los ojos y tardó un momento en enfocarla.
Sonrió y le tendió los brazos.
Ella se echó en ellos de buen grado.
—Buenos días, Seiya.
Su intención había sido entrar en el estudio y contarle de inmediato lo ocurrido con BlackMoon, pero no podía soportar hablarle de eso recién despertado.
—Es maravilloso verte —la voz de él sonaba pesada por el sueño.
La besó y ella se juró que buscaría el modo de conseguir que todo les saliera bien. De acabar con la intromisión de BlackMoon en sus vidas.
Quería amar a Seiya durante mucho tiempo, tanto que se negaba a pensar que pudieran separarse nunca. Quizá él nunca le dijera que la amaba, pero mostraba ese sentimiento siempre que la miraba y la tocaba. Y en su retrato.
CENSURADO
—Podría acostumbrarme a despertarme así —la voz de él sonaba llena de sentimiento.
Un sentimiento que compartían ambos.
Ella le besó la piel desnuda.
—Me ha sorprendido encontrarte durmiendo; pensaba que estarías ya delante del caballete.
—Anoche estuve fuera hasta tarde.
—¿Ah, sí? —él solía evitar las calles después de oscurecer—. ¿Tuviste una repetición de tus visiones?
—Casi —él la estrechó con fuerza—. Oí los sonidos. Casi podía sentir las visiones presionando contra mi mente.
Ella lo abrazó.
—¿Pero no fue como antes?
—No.
Yacieron un rato abrazados.
—Tenemos que levantarnos —dijo él al fin—. Hay que trabajar.
Salió de la cama y caminó hasta la jarra y la palangana para lavarse. Serena sacó el vestido transparente de muselina.
—¿Por qué estuviste fuera hasta tarde? —preguntó, poniéndoselo por la cabeza.
—Fui a buscar a Haruka.
—¿Lo encontraste? —ella se puso las cadenas doradas en el cuello.
—Sí, e intenté convencerlo para que disuadiera a Michiru de ese matrimonio, pero no sé si lo hará —él se puso los pantalones y la camisa de pintar— Confesó estar enamorado de ella.
Serena sonrió; fue una sonrisa triste, porque el amor parecía tan complicado para todos ellos.
—Cuando Michiru se separó de ti el otro día, fue a verlo a él —prosiguió Seiya.
A Serena no le sorprendió.
—Cuando la encontré en la calle, iba a buscarlo.
Ambos salieron al estudio, ya vestidos. Seiya abrió las cortinas y preparó el caballete. Serena hizo té en la cocina. Encontró unas galletas en una lata para que desayunara Seiya. Él comió con rapidez y empezó a preparar las pinturas.
Ella retiró las cosas del té y se apoyó en la puerta de la cocina.
—Tengo que decirte algo.
Seiya sonrió.
—Yo también tengo que decirte algo, pero tú primero.
—Ya sé con quién se quiere casar BlackMoon.
La expresión de él se volvió seria.
—¿Con quién?
—Conmigo.
Seiya la miró atónito un instante, sin creer lo que oía.
—¿Contigo?
Ella asintió.
—Me lo propuso anoche.
Él apenas era capaz de hablar.
—¿Y qué le contestaste?
—Le dije que necesitaba tiempo para considerar su oferta.
Seiya sólo pudo mirarla fijamente.
Empezaba a tener esperanzas de que tuvieran un futuro juntos. Estaba a punto de decirle que mostraran su amor abiertamente. Tenía intención de proponerle matrimonio él. Ahora todo parecía imposible.
Ella le devolvió la mirada.
—Seiya. No pienso aceptar.
Él se volvió.
—Es rico. Serías baronesa.
—Si no crees que esas cosas deban importarle a tu hermana, ¿por qué me van a importar a mí? —preguntó ella con voz tensa.
Él no supo qué contestar.
De pronto, sus esperanzas de un futuro con Serena parecían arruinadas. ¿Qué haría BlackMoon si Serena lo rechazaba? ¿Qué le haría a su madre si ella lo elegía a él?
Volvió a mirarla.
—¿Qué amenaza BlackMoon con hacer si no te casas con él?
—¿Amenazar? —la voz de ella sonaba muy aguda. Carraspeó—. Su única amenaza es acabar con mi carrera en el teatro si me caso con él.
Seiya jamás le pediría que renunciara al teatro.
Volvió al caballete.
—Tenemos que trabajar.
Ella se acercó a la chaise logue y adoptó la pose habitual, pero su expresión era preocupada.
Seiya mojó el pincel en pintura blanca y empezó a trabajar. El pincel parecía moverse al azar.
—Le haré cambiar de idea —dijo ella—. Haré que piense que ha sido idea suya, no mía, y así tendrá motivos para sentirse culpable y no vengativo.
Seiya no veía ningún modo de recuperarla. Si se casaba con BlackMoon, se iría, pero si no lo hacía, BlackMoon no se quedaría quieto permitiendo que Seiya se la robara. Podía encontrar modos de arrebatarle a Serena todo lo que significaba algo para ella.
—No te preocupes demasiado, Seiya, por favor —susurró ella.
Él intentó concentrarse en el cuadro.
—Es una mala noticia, decidas lo que decidas.
—¿Decida lo que decida? —preguntó ella indignada—. Sólo hay una decisión posible.
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Consiguieron de algún modo pasar la mañana, pero fueron unas horas tristes. Cuando el reloj de la chimenea dio la una, Seiya declaró la sesión terminada. Serena dijo que tenía que ir a ensayar.
Ayudarla a ponerse su vestido de calle fue una intimidad difícil de soportar. Seiya sentía tentaciones de mandar al diablo a BlackMoon, su familia, el teatro y a sí mismo y meterse en la cama con ella.
En vez de eso, ni siquiera la besó.
—Mañana no te necesitaré —le dijo—. Puedo terminar esto en un par de días.
Ella le lanzó una mirada interrogante.
—A BlackMoon le dijiste dos semanas.
Porque entonces quería pasar con ella todo el tiempo que fuera posible.
—Para dar los toques finales y hacer la copia, necesitaré dos semanas. No es vital que poses para mí.
Ella parecía herida y confusa.
Seiya intentó paliar el desaire.
—Mañana estaré casi todo el día con Rubeus —explicó—. Al parecer, quiere enseñarnos su mansión y sabe Dios qué más.
—Muy bien —murmuró ella.
Unos minutos después, cuando Seiya la vio caminar calle arriba hacia el Strand, creyó entender lo que había sentido Haruka después de separarse de Michiru.
Michiru estaba sentada en su habitación, envuelta en un chal de lana porque el fuego consistía sólo en un trozo de carbón, el cubo estaba vacío y ella no quería levantarse a buscar más. Estaba sentada mirando la llama de una vela colocada en la mesa que tenía al lado. Sólo quería estar sola.
Llamaron a la puerta.
—Ha llegado el señor Tenoh, señorita —dijo la voz de Wilson.
¡Haruka! Ella saltó de la silla.
—Bajo enseguida —dijo a través de la puerta—. Dile que espere un minuto.
Se volvió y se miró el vestido preguntándose si era lo bastante bueno. Pero cambiarse retrasaría el momento de verlo, así que tendría que servir.
Llevó la vela al tocador y se arregló el pelo apresuradamente. ¡Y pensar que casi se había negado a que la doncella se lo recogiera esa mañana! Se miró al espejo, se frotó los círculos oscuros que tenía debajo de los ojos y se pellizcó las mejillas para poner algo de color en su rostro. Tenía muy mal aspecto.
En una ocasión en la que había estado a punto de negarse a ir de tiendas con Haruka porque estaba horrible, él le había dicho que era una tontería pensar que pudiera estar de otro modo que guapa.
Aquel recuerdo le hizo sonreír.
Corrió abajo, pero frenó el paso al acercarse al salón. Sería muy doloroso verlo y volver a separarse de él.
Se asomó al salón. Él estaba de pie con la cabeza baja, tan inmóvil que ella se asustó un poco.
—¿Haruka?
Él alzó la cabeza y sonrió con tristeza.
—No tenía clase. He venido a ver si quieres tomar el aire.
Igual que antes, cuando eran amigos sin preocupaciones.
—Me gustaría mucho —repuso ella.
Wilson debía estar cerca, pues apareció con su capa, sombrero y guantes. Enseguida salieron a la calle.
—¿Adónde quieres ir? ¿De tiendas? —preguntó él.
Michiru suspiró.
—¿Sabes lo que me gustaría? Me gustaría que hubiera un sitio para pasear como en el parque de Bath, un lugar con muchos árboles y verde. Quiero oler el aire de primavera —«por última vez», estuvo a punto de añadir.
Tenía la sensación de que su vida acabaría cuando se casara con Rubeus.
Haruka no respondió de inmediato.
—Supongo que podríamos andar hasta St James Park. Allí hay mucho verde.
Michiru se colgó de su brazo.
—Pues vamos allí.
Haruka frunció el ceño.
—Pero no sé si lo aprobaría tu madre. El parque tiene una reputación.
Michiru parpadeó.
—¿Una reputación?
Él alzó la cabeza.
—Bueno, digamos que dos personas pueden encontrar mucha intimidad allí.
Ella lo miró a los ojos.
—Mi madre no necesita saberlo.
Caminaron un rato en silencio.
—Anoche vi a Seiya —dijo al fin Haruka
—¿Ah, sí? —ella no quería hablar de Seiya.
—Dijo que te vas a casar muy pronto.
Michiru tampoco quería hablar de aquello.
—Nos vamos a casar por una licencia especial. Es más rápido —no tendrían que leer las amonestaciones en sus respectivas parroquias tres domingos consecutivos y no les pedirían los certificados de las amonestaciones.
—Entonces podrías casarte en dos semanas —murmuró él.
Eso era exactamente lo que ella temía, Haruka y ella a menudo pensaban lo mismo.
Guardaron silencio hasta que llegaron a Charing Cross.
—Este lugar es muy romántico —dijo Michiru.
—¿Romántico? —Haruka parecía escéptico—. Marca el punto donde descansó por última vez el ataúd de la reina Leonor antes de ser enterrada en la Catedral de Westminster.
Ella le dio un empujoncito.
—Fue romántico que el rey Eduardo marcara todos esos lugares con cruces. Este fue el último.
Él se echó a reír.
—¿Eso es romántico? Voy a tener que aceptar tu palabra.
Ella lo miró.
—Oh, te burlas de mí.
Él le tocó la mano.
—Echaba de menos burlarme de ti.
Los ojos de Michiru se llenaron de lágrimas. Parpadeó para reprimirlas.
—Vamos deprisa al parque.
Corrieron de la mano la poca distancia que había hasta el parque y, cuando llegaron al camino ancho, estaban sin aliento. Otras personas aprovechaban que hacía buen día, pero el parque no estaba atestado ni mucho menos.
Michiru miró los caballeros agarrándose el sombrero. Los árboles eran altos y mostraban ya yemas de primavera. En el lago había gansos que planeaban sobre el agua azul resplandeciente.
—Tenemos que encontrar un banco para que puedas descansar —dijo Haruka.
Ella no se sentía fatigada, pero se dejó llevar a un banco que miraba al lago. Estaban rodeados de plantas fragantes. Cuando se sentaron, Michiru ya no pudo ver a las demás personas del camino. Le dio la impresión de que no existía nadie en el mundo aparte de ellos dos.
—Me alegra que me hayas traído aquí, Haruka —susurró. Sería un recuerdo que podría atesorar toda la vida.
—Quería estar a solas contigo para hablar —repuso él con voz triste.
Ella no quería hablar. ¿Qué podía decirle? Sólo quería estar con él, fingir que aquel momento no terminaría nunca.
Él la miró a los ojos.
—Tengo que asegurarme de que eres feliz.
—¿Feliz? —ella alzó la voz y ya no pudo seguir reprimiendo las lágrimas.
Haruka la miró con tanta angustia que ella creyó que no podría soportarlo. Parecía que el tiempo se había frenado, como si él se moviera muy despacio. Le pasó un brazo por la espalda y la estrechó contra su fuerte pecho. La tuvo así mucho rato.
—Si tuviera algo que ofrecerte —dijo, con la oreja de ella apoyada todavía en su pecho—, no dejaría que te casaras con Rubeus. Me casaría yo contigo, pero no tengo dinero hasta que termine mis estudios ni ninguna posibilidad de futuro si no los termino.
Ella sentía el timbre de su voz a través de su cuerpo; eran palabras que anhelaba oír, pero que no cambiarían nada.
—Te quiero demasiado para causarte el sufrimiento que soportarías si te casaras conmigo —continuó él—. Pero imaginarte con otro hombre me está matando.
Ella le echó los brazos al cuello y lo miró a los ojos.
—¿Me amas, Haruka?
—Con todo mi corazón.
Él le tomó la barbilla y pareció consumirla con los ojos. Ella sintió cosas que no había sentido nunca. Esa mañana había pensado que estaba muriendo, pero ahora el contacto y la mirada de Haruka la hacían sentirse más viva que nunca.
Respiró hondo e inhaló el aroma familiar de él. Olía de maravilla.
—Yo creía que eras mi amigo, Haruka. Ahora sé que me equivocaba. Eres mi amor. Mi único amor.
Los ojos de él brillaron de dolor, pero siguió sosteniéndole la barbilla. Bajó la cabeza y la besó en los labios.
Michiru pensó que aquél era su primer beso, pues el intento baboso de lord Rubeus no contaba. El beso de Haruka era como el de las novelas de amor.
La besó una y otra vez, haciéndole cosas maravillosas con la lengua. ¡Quién iba a imaginar que pudiera ser tan emocionante tener la lengua de un hombre en la boca! Los besos la hacían sentirse anhelante por dentro, pero de un modo maravilloso.
Él se apartó con brusquedad y la miró.
—No puedo confiar en mí mismo, Michiru. Tenemos que ir con cuidado —respiraba más fuerte que cuando corrían.
Ella entendió de pronto algo. Aquello era lo que sentían los hombres y las mujeres antes de acostarse juntos. Entendió como mujer cuáles podían ser los placeres del amor.
Con el hombre indicado.
Empezó a llorar de nuevo.
—No quiero que pares, Haruka. No quiero separarme nunca de ti, ¿pero qué voy a hacer?
A él le tembló el labio inferior y sus ojos se pusieron rojos.
—Yo no puedo ofrecerte nada más que mi amor. No tengo dinero, ni posición, ni futuro hasta que termine mis estudios.
—¿Y después volverás a Bath, a la posición que te aguarda? —le había dicho muchas veces que un arquitecto de Bath, un gran amigo de su padre, estaba dispuesto a aceptarlo en su estudio.
—Sí.
En el corto espacio de un año, Haruka estaría preparado para casarse.
Michiru intentó no sollozar.
—¡Ojalá yo no estuviera atrapada!
Haruka la miró a los ojos.
—Seiya dice que no estás atrapada, que él puede manteneros a tu madre y a ti.
—Sé que él lo cree así —Michiru se llevó una mano a la frente—. Pero BlackMoon jura que lo arruinará y cortará los fondos a madre —por lo que sabía, BlackMoon quizá también podía arruinar a Haruka—. ¿Puedo correr ese riesgo con sus vidas? Nunca me lo perdonaría si les causara sufrimientos.
Haruka apartó la vista.
—¡Ojalá pudiera ayudaros a todos! Si esto fuera dentro de un año, juro que podría manteneros a tu madre y a ti. Y mi padre podría ayudar a Seiya a encontrar trabajo.
—Eres maravilloso —ella le tomó la mano—. ¡Cómo me gustaría que desapareciera todo esto y estuviéramos de vuelta en Bath!
Él sonrió y le apretó la mano.
—¿Dónde está la hacienda de Rubeus? —preguntó con voz rota.
—En Lincolnshire —lejos de Bath. Ella no vería nunca a Haruka. Si al menos pudiera vivir cerca de él y verlo a veces, hablar con él, quizá podría combatir la desesperación. Pero él no iría nunca a Lincolnshire.
Volvió a llorar y Haruka la abrazó una vez más.
—Lo siento mucho, Michiru. Muchísimo.
Ayudarla a ponerse su vestido de calle fue una intimidad difícil de soportar. Seiya sentía tentaciones de mandar al diablo a BlackMoon, su familia, el teatro y a sí mismo y meterse en la cama con ella.
En vez de eso, ni siquiera la besó.
—Mañana no te necesitaré —le dijo—. Puedo terminar esto en un par de días.
Ella le lanzó una mirada interrogante.
—A BlackMoon le dijiste dos semanas.
Porque entonces quería pasar con ella todo el tiempo que fuera posible.
—Para dar los toques finales y hacer la copia, necesitaré dos semanas. No es vital que poses para mí.
Ella parecía herida y confusa.
Seiya intentó paliar el desaire.
—Mañana estaré casi todo el día con Rubeus —explicó—. Al parecer, quiere enseñarnos su mansión y sabe Dios qué más.
—Muy bien —murmuró ella.
Unos minutos después, cuando Seiya la vio caminar calle arriba hacia el Strand, creyó entender lo que había sentido Haruka después de separarse de Michiru.
OoOoO
Michiru estaba sentada en su habitación, envuelta en un chal de lana porque el fuego consistía sólo en un trozo de carbón, el cubo estaba vacío y ella no quería levantarse a buscar más. Estaba sentada mirando la llama de una vela colocada en la mesa que tenía al lado. Sólo quería estar sola.
Llamaron a la puerta.
—Ha llegado el señor Tenoh, señorita —dijo la voz de Wilson.
¡Haruka! Ella saltó de la silla.
—Bajo enseguida —dijo a través de la puerta—. Dile que espere un minuto.
Se volvió y se miró el vestido preguntándose si era lo bastante bueno. Pero cambiarse retrasaría el momento de verlo, así que tendría que servir.
Llevó la vela al tocador y se arregló el pelo apresuradamente. ¡Y pensar que casi se había negado a que la doncella se lo recogiera esa mañana! Se miró al espejo, se frotó los círculos oscuros que tenía debajo de los ojos y se pellizcó las mejillas para poner algo de color en su rostro. Tenía muy mal aspecto.
En una ocasión en la que había estado a punto de negarse a ir de tiendas con Haruka porque estaba horrible, él le había dicho que era una tontería pensar que pudiera estar de otro modo que guapa.
Aquel recuerdo le hizo sonreír.
Corrió abajo, pero frenó el paso al acercarse al salón. Sería muy doloroso verlo y volver a separarse de él.
Se asomó al salón. Él estaba de pie con la cabeza baja, tan inmóvil que ella se asustó un poco.
—¿Haruka?
Él alzó la cabeza y sonrió con tristeza.
—No tenía clase. He venido a ver si quieres tomar el aire.
Igual que antes, cuando eran amigos sin preocupaciones.
—Me gustaría mucho —repuso ella.
Wilson debía estar cerca, pues apareció con su capa, sombrero y guantes. Enseguida salieron a la calle.
—¿Adónde quieres ir? ¿De tiendas? —preguntó él.
Michiru suspiró.
—¿Sabes lo que me gustaría? Me gustaría que hubiera un sitio para pasear como en el parque de Bath, un lugar con muchos árboles y verde. Quiero oler el aire de primavera —«por última vez», estuvo a punto de añadir.
Tenía la sensación de que su vida acabaría cuando se casara con Rubeus.
Haruka no respondió de inmediato.
—Supongo que podríamos andar hasta St James Park. Allí hay mucho verde.
Michiru se colgó de su brazo.
—Pues vamos allí.
Haruka frunció el ceño.
—Pero no sé si lo aprobaría tu madre. El parque tiene una reputación.
Michiru parpadeó.
—¿Una reputación?
Él alzó la cabeza.
—Bueno, digamos que dos personas pueden encontrar mucha intimidad allí.
Ella lo miró a los ojos.
—Mi madre no necesita saberlo.
Caminaron un rato en silencio.
—Anoche vi a Seiya —dijo al fin Haruka
—¿Ah, sí? —ella no quería hablar de Seiya.
—Dijo que te vas a casar muy pronto.
Michiru tampoco quería hablar de aquello.
—Nos vamos a casar por una licencia especial. Es más rápido —no tendrían que leer las amonestaciones en sus respectivas parroquias tres domingos consecutivos y no les pedirían los certificados de las amonestaciones.
—Entonces podrías casarte en dos semanas —murmuró él.
Eso era exactamente lo que ella temía, Haruka y ella a menudo pensaban lo mismo.
Guardaron silencio hasta que llegaron a Charing Cross.
—Este lugar es muy romántico —dijo Michiru.
—¿Romántico? —Haruka parecía escéptico—. Marca el punto donde descansó por última vez el ataúd de la reina Leonor antes de ser enterrada en la Catedral de Westminster.
Ella le dio un empujoncito.
—Fue romántico que el rey Eduardo marcara todos esos lugares con cruces. Este fue el último.
Él se echó a reír.
—¿Eso es romántico? Voy a tener que aceptar tu palabra.
Ella lo miró.
—Oh, te burlas de mí.
Él le tocó la mano.
—Echaba de menos burlarme de ti.
Los ojos de Michiru se llenaron de lágrimas. Parpadeó para reprimirlas.
—Vamos deprisa al parque.
Corrieron de la mano la poca distancia que había hasta el parque y, cuando llegaron al camino ancho, estaban sin aliento. Otras personas aprovechaban que hacía buen día, pero el parque no estaba atestado ni mucho menos.
Michiru miró los caballeros agarrándose el sombrero. Los árboles eran altos y mostraban ya yemas de primavera. En el lago había gansos que planeaban sobre el agua azul resplandeciente.
—Tenemos que encontrar un banco para que puedas descansar —dijo Haruka.
Ella no se sentía fatigada, pero se dejó llevar a un banco que miraba al lago. Estaban rodeados de plantas fragantes. Cuando se sentaron, Michiru ya no pudo ver a las demás personas del camino. Le dio la impresión de que no existía nadie en el mundo aparte de ellos dos.
—Me alegra que me hayas traído aquí, Haruka —susurró. Sería un recuerdo que podría atesorar toda la vida.
—Quería estar a solas contigo para hablar —repuso él con voz triste.
Ella no quería hablar. ¿Qué podía decirle? Sólo quería estar con él, fingir que aquel momento no terminaría nunca.
Él la miró a los ojos.
—Tengo que asegurarme de que eres feliz.
—¿Feliz? —ella alzó la voz y ya no pudo seguir reprimiendo las lágrimas.
Haruka la miró con tanta angustia que ella creyó que no podría soportarlo. Parecía que el tiempo se había frenado, como si él se moviera muy despacio. Le pasó un brazo por la espalda y la estrechó contra su fuerte pecho. La tuvo así mucho rato.
—Si tuviera algo que ofrecerte —dijo, con la oreja de ella apoyada todavía en su pecho—, no dejaría que te casaras con Rubeus. Me casaría yo contigo, pero no tengo dinero hasta que termine mis estudios ni ninguna posibilidad de futuro si no los termino.
Ella sentía el timbre de su voz a través de su cuerpo; eran palabras que anhelaba oír, pero que no cambiarían nada.
—Te quiero demasiado para causarte el sufrimiento que soportarías si te casaras conmigo —continuó él—. Pero imaginarte con otro hombre me está matando.
Ella le echó los brazos al cuello y lo miró a los ojos.
—¿Me amas, Haruka?
—Con todo mi corazón.
Él le tomó la barbilla y pareció consumirla con los ojos. Ella sintió cosas que no había sentido nunca. Esa mañana había pensado que estaba muriendo, pero ahora el contacto y la mirada de Haruka la hacían sentirse más viva que nunca.
Respiró hondo e inhaló el aroma familiar de él. Olía de maravilla.
—Yo creía que eras mi amigo, Haruka. Ahora sé que me equivocaba. Eres mi amor. Mi único amor.
Los ojos de él brillaron de dolor, pero siguió sosteniéndole la barbilla. Bajó la cabeza y la besó en los labios.
Michiru pensó que aquél era su primer beso, pues el intento baboso de lord Rubeus no contaba. El beso de Haruka era como el de las novelas de amor.
La besó una y otra vez, haciéndole cosas maravillosas con la lengua. ¡Quién iba a imaginar que pudiera ser tan emocionante tener la lengua de un hombre en la boca! Los besos la hacían sentirse anhelante por dentro, pero de un modo maravilloso.
Él se apartó con brusquedad y la miró.
—No puedo confiar en mí mismo, Michiru. Tenemos que ir con cuidado —respiraba más fuerte que cuando corrían.
Ella entendió de pronto algo. Aquello era lo que sentían los hombres y las mujeres antes de acostarse juntos. Entendió como mujer cuáles podían ser los placeres del amor.
Con el hombre indicado.
Empezó a llorar de nuevo.
—No quiero que pares, Haruka. No quiero separarme nunca de ti, ¿pero qué voy a hacer?
A él le tembló el labio inferior y sus ojos se pusieron rojos.
—Yo no puedo ofrecerte nada más que mi amor. No tengo dinero, ni posición, ni futuro hasta que termine mis estudios.
—¿Y después volverás a Bath, a la posición que te aguarda? —le había dicho muchas veces que un arquitecto de Bath, un gran amigo de su padre, estaba dispuesto a aceptarlo en su estudio.
—Sí.
En el corto espacio de un año, Haruka estaría preparado para casarse.
Michiru intentó no sollozar.
—¡Ojalá yo no estuviera atrapada!
Haruka la miró a los ojos.
—Seiya dice que no estás atrapada, que él puede manteneros a tu madre y a ti.
—Sé que él lo cree así —Michiru se llevó una mano a la frente—. Pero BlackMoon jura que lo arruinará y cortará los fondos a madre —por lo que sabía, BlackMoon quizá también podía arruinar a Haruka—. ¿Puedo correr ese riesgo con sus vidas? Nunca me lo perdonaría si les causara sufrimientos.
Haruka apartó la vista.
—¡Ojalá pudiera ayudaros a todos! Si esto fuera dentro de un año, juro que podría manteneros a tu madre y a ti. Y mi padre podría ayudar a Seiya a encontrar trabajo.
—Eres maravilloso —ella le tomó la mano—. ¡Cómo me gustaría que desapareciera todo esto y estuviéramos de vuelta en Bath!
Él sonrió y le apretó la mano.
—¿Dónde está la hacienda de Rubeus? —preguntó con voz rota.
—En Lincolnshire —lejos de Bath. Ella no vería nunca a Haruka. Si al menos pudiera vivir cerca de él y verlo a veces, hablar con él, quizá podría combatir la desesperación. Pero él no iría nunca a Lincolnshire.
Volvió a llorar y Haruka la abrazó una vez más.
—Lo siento mucho, Michiru. Muchísimo.
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Serena pasó una tarde desgraciada. Por suerte, el señor Chiba se declaró enfermo y el ensayo terminó casi antes de empezar, así que nadie descubrió que no recordaba sus frases, ni nada que no fuera que Seiya había evitado mirarla cuando salía del estudio.
Le habría gustado librarse de BlackMoon de una vez por todas. Él sembraba la desgracia a su paso.
Por la noche evitó el Salón Verde y pidió a Andrew que la acompañara a casa. Le hizo jurar que guardaría el secreto y le confió la proposición de BlackMoon. No le contó que se había enamorado de Seiya.
—El chisme más sabroso del siglo y no puedo hablar de él —Andrew suspiró.
Ella se echó a reír.
—No es tan importante.
De una taberna cercana salían voces. Había una atmósfera de tensión en las calles que no existía cuando Seiya y ella habían hecho el mismo camino. Todo era por la Ley del Maíz.
La Cámara de los Lores debatía una ley para impedir que cayera el precio del cereal. Ahora que había terminado la guerra, los cereales de Europa estaban haciendo bajar los precios y eso ponía en peligro la capacidad de los terratenientes para mantener sus haciendas. Desgraciadamente, esa ley también encarecería el precio del pan.
—¡Necesitamos pan! —dijo una voz en la taberna.
Serena se estremeció de miedo.
Andrew caminaba como si no notara la intranquilidad en las calles.
—Tendrías que haber aceptado la pulsera —musitó.
Ella le lanzó una mirada exasperada.
—Sabes que no acepto ese tipo de regalos.
Él la apuntó con un dedo.
—Pues deberías. Podrías vender la pulsera y mantenerte con ella uno o dos años.
Serena se echó a reír.
—Créeme, me habría salido mucho más caro quedármela. BlackMoon se pega como una sanguijuela. Aunque tú no le des ni un dedo, él se toma el codo.
Cuando pasaron delante de otra taberna, salió un hombre por la puerta y casi chocó con ellos. Estaba lleno de alcohol.
—Enviaremos a esos lores al diablo, se lo aseguro.
Serena se apartó de un salto con temor.
Andrew siguió andando como si no hubiera pasado nada.
—Si quieres librarte de BlackMoon, tienes que hacer algo escandaloso. Algo que le haga quedar en ridículo. Los caballeros odian que los miren como a bufones.
Ella intentó recobrar la compostura.
—¿Y qué lo pondría en ridículo? —preguntó con sarcasmo—. Es un hombre importante.
Andrew sonrió.
—Podrías tener una aventura pública y apasionada con alguien que sea su inferior, alguien como… un artista, por ejemplo.
—¿Y cómo podría impedir que BlackMoon descargara su ira contra el artista? —preguntó ella.
Andrew lanzó las manos al aire.
—Pues haz algo escandaloso. Baila desnuda en una fuente o algo así.
Ella le dio un puñetazo amistoso.
—Todavía hace mucho frío para eso.
Dejaron el tema, pero en la mente de Serena quedó prendida la palabra «desnuda».
Le habría gustado librarse de BlackMoon de una vez por todas. Él sembraba la desgracia a su paso.
OoOoO
Por la noche evitó el Salón Verde y pidió a Andrew que la acompañara a casa. Le hizo jurar que guardaría el secreto y le confió la proposición de BlackMoon. No le contó que se había enamorado de Seiya.
—El chisme más sabroso del siglo y no puedo hablar de él —Andrew suspiró.
Ella se echó a reír.
—No es tan importante.
De una taberna cercana salían voces. Había una atmósfera de tensión en las calles que no existía cuando Seiya y ella habían hecho el mismo camino. Todo era por la Ley del Maíz.
La Cámara de los Lores debatía una ley para impedir que cayera el precio del cereal. Ahora que había terminado la guerra, los cereales de Europa estaban haciendo bajar los precios y eso ponía en peligro la capacidad de los terratenientes para mantener sus haciendas. Desgraciadamente, esa ley también encarecería el precio del pan.
—¡Necesitamos pan! —dijo una voz en la taberna.
Serena se estremeció de miedo.
Andrew caminaba como si no notara la intranquilidad en las calles.
—Tendrías que haber aceptado la pulsera —musitó.
Ella le lanzó una mirada exasperada.
—Sabes que no acepto ese tipo de regalos.
Él la apuntó con un dedo.
—Pues deberías. Podrías vender la pulsera y mantenerte con ella uno o dos años.
Serena se echó a reír.
—Créeme, me habría salido mucho más caro quedármela. BlackMoon se pega como una sanguijuela. Aunque tú no le des ni un dedo, él se toma el codo.
Cuando pasaron delante de otra taberna, salió un hombre por la puerta y casi chocó con ellos. Estaba lleno de alcohol.
—Enviaremos a esos lores al diablo, se lo aseguro.
Serena se apartó de un salto con temor.
Andrew siguió andando como si no hubiera pasado nada.
—Si quieres librarte de BlackMoon, tienes que hacer algo escandaloso. Algo que le haga quedar en ridículo. Los caballeros odian que los miren como a bufones.
Ella intentó recobrar la compostura.
—¿Y qué lo pondría en ridículo? —preguntó con sarcasmo—. Es un hombre importante.
Andrew sonrió.
—Podrías tener una aventura pública y apasionada con alguien que sea su inferior, alguien como… un artista, por ejemplo.
—¿Y cómo podría impedir que BlackMoon descargara su ira contra el artista? —preguntó ella.
Andrew lanzó las manos al aire.
—Pues haz algo escandaloso. Baila desnuda en una fuente o algo así.
Ella le dio un puñetazo amistoso.
—Todavía hace mucho frío para eso.
Dejaron el tema, pero en la mente de Serena quedó prendida la palabra «desnuda».
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Al día siguiente, Serena envió un mensaje a BlackMoon pidiéndole que se reuniera con ella en el estudio de Seiya para ver el retrato. Seiya estaría fuera, iría con su madre y su hermana a la mansión de Rubeus.
Entró en el estudio con su llave, como había hecho tantas veces antes. Las cortinas estaban corridas y esa vez no se oía nada en el dormitorio. Asomó la cabeza allí y el corazón le dio un vuelco al ver la cama revuelta. Se acercó y pasó los dedos por la manta, resistiendo la tentación de hacer la cama. Se acercó la almohada a la nariz e inhaló el olor de Seiya.
Lo deseaba. Se sentía desolada sin él.
Se apartó, salió al estudio y descorrió las cortinas para hacer entrar la luz. Quitó con cuidado la tela que cubría el lienzo y miró su imagen. Cleopatra casi desnuda.
El reloj dio las tres, la hora a la que había citado a BlackMoon. Él la hizo esperar quince minutos más. Al fin vio su carruaje acercarse a la entrada.
Cuando lo invitó a entrar, el rostro de él estaba sonrojado de entusiasmo.
—Estoy deseando ver por fin el retrato. No hay tiempo que perder para llevarlo a la imprenta.
Serena le ayudó a quitarse el sobretodo, aunque odiaba tocar ni siquiera su ropa.
—¿Dónde está Seiya? —él dio una palmada y miró a su alrededor.
—Está con un asunto de familia —repuso ella.
—Ah, sí. La visita a Rubeus.
—¿Deberíamos haberlo esperado? —preguntó Serena.
Él la miró.
—En absoluto. Me encanta tener ocasión de estar a solas con usted.
Ella se encogió.
BlackMoon la siguió hasta el caballete. Serena se detuvo antes de llegar a él.
—Debo advertirlo que es diferente a todos los demás retratos que ha visto.
Él sonrió con suficiencia.
—¿Cómo no va a serlo si es suyo?
Ella se obligó a reír.
—Mío no. Es de Cleopatra.
Se apartó para dejarle ver el lienzo.
BlackMoon lo miró sin moverse ni hablar.
—¿No es genial? —preguntó ella.
Él siguió callado. Su cara se puso más roja todavía y Serena tuvo una sensación de triunfo. La reacción de él era la deseada.
—Me muero de ganas de verlo en los programas, revistas y en las tiendas de grabados —prosiguió ella—. ¿Verdad que atraerá multitudes al teatro? ¿No creé que todo el mundo hablará de él?
BlackMoon seguía mirándolo.
El cuadro era aún más maravilloso que la última vez que ella lo había visto. Cleopatra, reclinada en la chaise longue, miraba al artista y su expresión mostraba exactamente lo que Serena sentía cuando Seiya se disponía a hacerle el amor. Tenía el pelo suelto por los hombros como si estuviera preparada para la cama y sus labios eran rojos y levemente redondeados para besar. El vestido transparente mostraba el rosado de su piel, dejando poco a la imaginación. No había ninguna duda de que Cleopatra estaba desnuda debajo de la tela.
BlackMoon pudo hablar por fin.
—¿Qué significa esto? —gruñó.
Serena fingió no entender a qué se refería.
—¿Ve? Muestra a Cleopatra la seductora. Muchos artistas la pintan muriendo con el áspid, pero a mí eso me parecía espantoso. Este retrato muestra el poder de la reina sobre los hombres y su ambición. ¿No le gustan los matices de blanco que ha pintado Seiya? Forman un gran contraste con el pragmatismo de ella, ¿verdad? ¿No es brillante?
Él flexionó los dedos.
—Está desnuda.
Ella rió como si fuera una broma.
—No estoy desnuda. Aparte de los pies.
Sus pies estaban desnudos excepto por el anillo de oro que había pintado Seiya en un dedo.
—Usted se ha desnudado para Seiya—él parecía peligroso de pronto.
Serena se obligó a sonreír con paciencia.
—Me he vestido de Cleopatra.
—¿De quién fue la idea de posar desnuda? ¿De Seiya?
Ella se sentía cada vez más ansiosa, pero se obligó a hablar con calma.
—Fue idea mía, por supuesto. ¿Qué puede saber Seiya de Cleopatra?
BlackMoon la miró.
—¿Qué ha pasado aquí mientras me prohibía visitarlos? Yo no pagué para que Seiya se acostara con usted.
Ella retrocedió un paso.
—¿Acostarse conmigo? No sea ridículo, señor. Usted encargo un retrato, que prometió que sería para mí. Yo le dije a Seiya lo que tenía que pintar y me gusta lo que ha hecho.
—No me mienta. No tolero bien las mentiras —él tenía los ojos rojos de rabia.
Serena tenía que fingir no sentirse afectada.
—Ahora el ridículo es usted. Fue usted el que decidió unirse a mí. Yo soy una actriz y me comportaré como una actriz. Este cuadro es perfecto para mí. Hará que la gente se interese por venir a ver mi actuación. Hablarán de mí y escribirán sobre mí, como hicieron de mi madre en sus buenos tiempos. Eso es lo que quiero.
—¿Intenta confundirme? —Él se acercó más—. Porque, si es así, no me sentiré complacido.
Serena recurrió a sus dotes de actriz.
—No pretendo confundirlo, lord BlackMoon. Este es el retrato de Cleopatra que me catapultará a la fama. Seré la sensación de Londres.
—Esto es obra de Seiya —murmuró él—. La convenció de que posara así. Le dijo esas tonterías sobre el éxito.
Ella lo miró de hito en hito.
—Por supuesto que no. Fue idea mía…
BlackMoon la miró a los ojos.
—No me cabe duda de que Seiya le hizo creer eso. Quiere hacerme quedar como un tonto.
—¿Cómo puede mi retrato hacerlo quedar como un tonto? —ella hablaba con incredulidad, aunque era eso precisamente lo que quería.
—Porque no es ningún secreto que estoy decidido a hacerla mi esposa —replicó él—. Y ninguna esposa mía posará desnuda.
Serena levantó la barbilla.
—Yo no lo he aceptado, lord BlackMoon.
Él la miró de hito en hito.
—Pero lo hará. Porque si no se casa conmigo, no volverá a trabajar en los escenarios de Londres.
Ella puso los brazos en jarras.
—Usted no puede asustarme, señor. Hay más teatros. Si causo sensación en otra parte, no podrá impedir que regrese a Londres.
—Entonces piense en esto —la voz de él era engañosamente suave—. Si no acepta casarse conmigo, arruinaré a Seiya. Me aseguraré de que no vuelva a pintar nunca. No dude de que pueda hacer eso.
Ella no bajó la vista, pero por dentro quería gritar de protesta.
BlackMoon se enderezó.
—Más aún, impediré que su hermana se case con Rubeus. Yo arreglé ese matrimonio y yo puedo deshacerlo.
Aquello no era una amenaza vana. Gotas de saliva salían de su boca.
—La madre de Seiya ha dependido de mi generosidad desde que murió su esposo. Le retiraré mi apoyo económico. Seiya se verá obligado a volver al ejército y yo haré que lo envíen a las Indias Occidentales, donde probablemente morirá de fiebres. Su madre y su hermana acabarán en el asilo para pobres…
Serena quería llorar, pero levantó igualmente la mano en un gesto de desafío.
—No veo qué tiene que ver eso conmigo.
BlackMoon se inclinó hacia ella con una mirada peligrosa.
—Anote bien mis palabras. Lo haré. Si no se libra de ese cuadro y se casa conmigo, me vengaré de Seiya y de su familia y no sólo de usted.
Serena adoptó una expresión sarcástica.
—¿Causara sufrimiento a esas personas a menos que acceda a casarme con usted y destruir el retrato? —echó atrás la cabeza y soltó una carcajada—. Es una gran prueba de amor por su parte, milord.
La puerta se abrió de pronto. Serena se volvió y vio que Seiya la miraba sorprendido. Su hermana estaba a su lado.
—¿Qué hacen en mi estudio? —preguntó él.
—Vaya, hola, Seiya —Serena habló con voz animosa—. Le estoy enseñando el retrato a BlackMoon.
Seiya se quitó el abrigo y el sombrero y se acercó a ella.
—No tenía mi permiso para estar aquí ni para enseñar mi trabajo.
Ella movió una mano en el aire.
—Oh, pero el retrato es mío. He entrado con mi llave.
—Le di una llave para conveniencia mía, no suya —Seiya le lanzaba dagas con los ojos.
—Mira, Seiya —intervino BlackMoon—. Deberían azotarte por pintar este retrato de Serena. No lo toleraré.
—¿Por qué, qué tiene de malo? —Seiya se colocó al otro lado del caballete y miró a BlackMoon con aire retador—. Es mi mejor obra.
Michiru se acercó.
—Déjame ver.
Abrió mucho los ojos.
Serena se sentía cada vez más desgraciada. Todo lo que había anhelado caía hecho pedazos a sus pies.
Estaba desesperada por enmendar las cosas. Se acercó al lienzo que había contra la pared y le dio la vuelta.
—Este es el retrato que quería Seiya. Yo insistí en el otro.
La pose era la misma, pero no asomaba piel rosa debajo del vestido. Su rostro no era seductor sino inexpresivo.
—Eso está mejor —asintió BlackMoon con aprobación.
Serena quería protestar. Aquel retrato carecía de vida y sentimiento. De amor.
BlackMoon parecía aliviado.
—Bien, bien, éste me complace. Me complace mucho —lanzó una mirada severa a Seiya—. Pero tú tienes que responder por haberte tomado la libertad de hacer el otro retrato. Has colocado a esta joven en una posición escandalosa.
Seiya señaló el retrato del caballete.
—Este cuadro es mejor.
Serena sintió una punzada interior al oírle defender su trabajo.
BlackMoon alzó la barbilla.
—Has permitido que la señorita Tsukino pose para ti así.
Seiya apretó la mandíbula.
—No lo ha hecho —señaló el otro retrato—. Siempre ha posado así. Lo otro es obra mía.
Serena sintió lágrimas en los ojos. Ella intentaba proteger a Seiya y éste a ella.
BlackMoon miró a Serena.
—¿Por qué me ha dicho que fue idea suya?
—Es el retrato que quiero enseñar al mundo —respondió ella.
—Tonterías —ladró BlackMoon —. Será destruido. Encárgate de ello, Seiya. El que está contra la pared será el que vaya a la imprenta. ¿Cuándo estará terminado?
—En pocos días —repuso Seiya.
—Mándame aviso y enviaré a buscarlo.
Seiya lo miró a los ojos.
—Me debe dos cuadros. Deme mi dinero o no tendrá nada.
BlackMoon rió.
—Te pagaré, pero quiero que hagas una copia nueva —echó a andar hacia la puerta, pero se detuvo antes de llegar y se volvió hacia Michiru—. ¿Has aceptado la invitación de Rubeus al teatro?
—Sí.
—¿Y tu madre y tu hermana irán también?
—Sí. Nos ha invitado a todos.
BlackMoon sonrió.
—Excelente. La señorita Tsukino y yo estaremos en mi palco. Ella no actúa esta noche —la miró—. Venga, querida.
Ella miró a Seiya, quien parecía furioso y herido. No podía culparle. Si se quedaba a explicarle por qué había llevado allí a BlackMoon, lo empeoraría todo aún más. Su única opción para preservar la ilusión de que Seiya era simplemente un artista que hacía lo que ella quería, era marcharse con BlackMoon. Creía la amenaza de éste y pensaba hacer todo lo que estuviera en su mano para mantener a Seiya y su familia a salvo de su ira.
Antes de salir por la puerta, lanzó a Seiya otra mirada suplicándole que comprendiera y la perdonara. Él le volvió la espalda.
—Mi cochero está dando vueltas alrededor de la manzana. No tardará en aparecer —dijo BlackMoon cuando salieron a la calle.
Ella echó a andar.
—Yo iré andando.
Él la tomó por el brazo.
—Tenemos más cosas que discutir.
Una vez en el carruaje, metió la mano en el bolsillo de la levita y sacó la cajita de terciopelo que contenía la pulsera.
—Espero que lleve esto esta noche.
Ella la apartó.
—No he aceptado su invitación al teatro ni su proposición de matrimonio, señor.
Él volvió a dársela.
—Tómela. Ira esta noche o causaré la ruina de sus amigos. No me cabe duda de que eso influirá en su decisión —hizo una pausa—. Y aceptara mi proposición de matrimonio.
¡Santo cielo! ¿Qué iba a hacer ella? Aceptó la pulsera.
—La aceptaré siempre que no me obligue a nada.
Él soltó una carcajada diabólica.
—No es la pulsera lo que la obliga.
Entró en el estudio con su llave, como había hecho tantas veces antes. Las cortinas estaban corridas y esa vez no se oía nada en el dormitorio. Asomó la cabeza allí y el corazón le dio un vuelco al ver la cama revuelta. Se acercó y pasó los dedos por la manta, resistiendo la tentación de hacer la cama. Se acercó la almohada a la nariz e inhaló el olor de Seiya.
Lo deseaba. Se sentía desolada sin él.
Se apartó, salió al estudio y descorrió las cortinas para hacer entrar la luz. Quitó con cuidado la tela que cubría el lienzo y miró su imagen. Cleopatra casi desnuda.
El reloj dio las tres, la hora a la que había citado a BlackMoon. Él la hizo esperar quince minutos más. Al fin vio su carruaje acercarse a la entrada.
Cuando lo invitó a entrar, el rostro de él estaba sonrojado de entusiasmo.
—Estoy deseando ver por fin el retrato. No hay tiempo que perder para llevarlo a la imprenta.
Serena le ayudó a quitarse el sobretodo, aunque odiaba tocar ni siquiera su ropa.
—¿Dónde está Seiya? —él dio una palmada y miró a su alrededor.
—Está con un asunto de familia —repuso ella.
—Ah, sí. La visita a Rubeus.
—¿Deberíamos haberlo esperado? —preguntó Serena.
Él la miró.
—En absoluto. Me encanta tener ocasión de estar a solas con usted.
Ella se encogió.
BlackMoon la siguió hasta el caballete. Serena se detuvo antes de llegar a él.
—Debo advertirlo que es diferente a todos los demás retratos que ha visto.
Él sonrió con suficiencia.
—¿Cómo no va a serlo si es suyo?
Ella se obligó a reír.
—Mío no. Es de Cleopatra.
Se apartó para dejarle ver el lienzo.
BlackMoon lo miró sin moverse ni hablar.
—¿No es genial? —preguntó ella.
Él siguió callado. Su cara se puso más roja todavía y Serena tuvo una sensación de triunfo. La reacción de él era la deseada.
—Me muero de ganas de verlo en los programas, revistas y en las tiendas de grabados —prosiguió ella—. ¿Verdad que atraerá multitudes al teatro? ¿No creé que todo el mundo hablará de él?
BlackMoon seguía mirándolo.
El cuadro era aún más maravilloso que la última vez que ella lo había visto. Cleopatra, reclinada en la chaise longue, miraba al artista y su expresión mostraba exactamente lo que Serena sentía cuando Seiya se disponía a hacerle el amor. Tenía el pelo suelto por los hombros como si estuviera preparada para la cama y sus labios eran rojos y levemente redondeados para besar. El vestido transparente mostraba el rosado de su piel, dejando poco a la imaginación. No había ninguna duda de que Cleopatra estaba desnuda debajo de la tela.
BlackMoon pudo hablar por fin.
—¿Qué significa esto? —gruñó.
Serena fingió no entender a qué se refería.
—¿Ve? Muestra a Cleopatra la seductora. Muchos artistas la pintan muriendo con el áspid, pero a mí eso me parecía espantoso. Este retrato muestra el poder de la reina sobre los hombres y su ambición. ¿No le gustan los matices de blanco que ha pintado Seiya? Forman un gran contraste con el pragmatismo de ella, ¿verdad? ¿No es brillante?
Él flexionó los dedos.
—Está desnuda.
Ella rió como si fuera una broma.
—No estoy desnuda. Aparte de los pies.
Sus pies estaban desnudos excepto por el anillo de oro que había pintado Seiya en un dedo.
—Usted se ha desnudado para Seiya—él parecía peligroso de pronto.
Serena se obligó a sonreír con paciencia.
—Me he vestido de Cleopatra.
—¿De quién fue la idea de posar desnuda? ¿De Seiya?
Ella se sentía cada vez más ansiosa, pero se obligó a hablar con calma.
—Fue idea mía, por supuesto. ¿Qué puede saber Seiya de Cleopatra?
BlackMoon la miró.
—¿Qué ha pasado aquí mientras me prohibía visitarlos? Yo no pagué para que Seiya se acostara con usted.
Ella retrocedió un paso.
—¿Acostarse conmigo? No sea ridículo, señor. Usted encargo un retrato, que prometió que sería para mí. Yo le dije a Seiya lo que tenía que pintar y me gusta lo que ha hecho.
—No me mienta. No tolero bien las mentiras —él tenía los ojos rojos de rabia.
Serena tenía que fingir no sentirse afectada.
—Ahora el ridículo es usted. Fue usted el que decidió unirse a mí. Yo soy una actriz y me comportaré como una actriz. Este cuadro es perfecto para mí. Hará que la gente se interese por venir a ver mi actuación. Hablarán de mí y escribirán sobre mí, como hicieron de mi madre en sus buenos tiempos. Eso es lo que quiero.
—¿Intenta confundirme? —Él se acercó más—. Porque, si es así, no me sentiré complacido.
Serena recurrió a sus dotes de actriz.
—No pretendo confundirlo, lord BlackMoon. Este es el retrato de Cleopatra que me catapultará a la fama. Seré la sensación de Londres.
—Esto es obra de Seiya —murmuró él—. La convenció de que posara así. Le dijo esas tonterías sobre el éxito.
Ella lo miró de hito en hito.
—Por supuesto que no. Fue idea mía…
BlackMoon la miró a los ojos.
—No me cabe duda de que Seiya le hizo creer eso. Quiere hacerme quedar como un tonto.
—¿Cómo puede mi retrato hacerlo quedar como un tonto? —ella hablaba con incredulidad, aunque era eso precisamente lo que quería.
—Porque no es ningún secreto que estoy decidido a hacerla mi esposa —replicó él—. Y ninguna esposa mía posará desnuda.
Serena levantó la barbilla.
—Yo no lo he aceptado, lord BlackMoon.
Él la miró de hito en hito.
—Pero lo hará. Porque si no se casa conmigo, no volverá a trabajar en los escenarios de Londres.
Ella puso los brazos en jarras.
—Usted no puede asustarme, señor. Hay más teatros. Si causo sensación en otra parte, no podrá impedir que regrese a Londres.
—Entonces piense en esto —la voz de él era engañosamente suave—. Si no acepta casarse conmigo, arruinaré a Seiya. Me aseguraré de que no vuelva a pintar nunca. No dude de que pueda hacer eso.
Ella no bajó la vista, pero por dentro quería gritar de protesta.
BlackMoon se enderezó.
—Más aún, impediré que su hermana se case con Rubeus. Yo arreglé ese matrimonio y yo puedo deshacerlo.
Aquello no era una amenaza vana. Gotas de saliva salían de su boca.
—La madre de Seiya ha dependido de mi generosidad desde que murió su esposo. Le retiraré mi apoyo económico. Seiya se verá obligado a volver al ejército y yo haré que lo envíen a las Indias Occidentales, donde probablemente morirá de fiebres. Su madre y su hermana acabarán en el asilo para pobres…
Serena quería llorar, pero levantó igualmente la mano en un gesto de desafío.
—No veo qué tiene que ver eso conmigo.
BlackMoon se inclinó hacia ella con una mirada peligrosa.
—Anote bien mis palabras. Lo haré. Si no se libra de ese cuadro y se casa conmigo, me vengaré de Seiya y de su familia y no sólo de usted.
Serena adoptó una expresión sarcástica.
—¿Causara sufrimiento a esas personas a menos que acceda a casarme con usted y destruir el retrato? —echó atrás la cabeza y soltó una carcajada—. Es una gran prueba de amor por su parte, milord.
La puerta se abrió de pronto. Serena se volvió y vio que Seiya la miraba sorprendido. Su hermana estaba a su lado.
—¿Qué hacen en mi estudio? —preguntó él.
—Vaya, hola, Seiya —Serena habló con voz animosa—. Le estoy enseñando el retrato a BlackMoon.
Seiya se quitó el abrigo y el sombrero y se acercó a ella.
—No tenía mi permiso para estar aquí ni para enseñar mi trabajo.
Ella movió una mano en el aire.
—Oh, pero el retrato es mío. He entrado con mi llave.
—Le di una llave para conveniencia mía, no suya —Seiya le lanzaba dagas con los ojos.
—Mira, Seiya —intervino BlackMoon—. Deberían azotarte por pintar este retrato de Serena. No lo toleraré.
—¿Por qué, qué tiene de malo? —Seiya se colocó al otro lado del caballete y miró a BlackMoon con aire retador—. Es mi mejor obra.
Michiru se acercó.
—Déjame ver.
Abrió mucho los ojos.
Serena se sentía cada vez más desgraciada. Todo lo que había anhelado caía hecho pedazos a sus pies.
Estaba desesperada por enmendar las cosas. Se acercó al lienzo que había contra la pared y le dio la vuelta.
—Este es el retrato que quería Seiya. Yo insistí en el otro.
La pose era la misma, pero no asomaba piel rosa debajo del vestido. Su rostro no era seductor sino inexpresivo.
—Eso está mejor —asintió BlackMoon con aprobación.
Serena quería protestar. Aquel retrato carecía de vida y sentimiento. De amor.
BlackMoon parecía aliviado.
—Bien, bien, éste me complace. Me complace mucho —lanzó una mirada severa a Seiya—. Pero tú tienes que responder por haberte tomado la libertad de hacer el otro retrato. Has colocado a esta joven en una posición escandalosa.
Seiya señaló el retrato del caballete.
—Este cuadro es mejor.
Serena sintió una punzada interior al oírle defender su trabajo.
BlackMoon alzó la barbilla.
—Has permitido que la señorita Tsukino pose para ti así.
Seiya apretó la mandíbula.
—No lo ha hecho —señaló el otro retrato—. Siempre ha posado así. Lo otro es obra mía.
Serena sintió lágrimas en los ojos. Ella intentaba proteger a Seiya y éste a ella.
BlackMoon miró a Serena.
—¿Por qué me ha dicho que fue idea suya?
—Es el retrato que quiero enseñar al mundo —respondió ella.
—Tonterías —ladró BlackMoon —. Será destruido. Encárgate de ello, Seiya. El que está contra la pared será el que vaya a la imprenta. ¿Cuándo estará terminado?
—En pocos días —repuso Seiya.
—Mándame aviso y enviaré a buscarlo.
Seiya lo miró a los ojos.
—Me debe dos cuadros. Deme mi dinero o no tendrá nada.
BlackMoon rió.
—Te pagaré, pero quiero que hagas una copia nueva —echó a andar hacia la puerta, pero se detuvo antes de llegar y se volvió hacia Michiru—. ¿Has aceptado la invitación de Rubeus al teatro?
—Sí.
—¿Y tu madre y tu hermana irán también?
—Sí. Nos ha invitado a todos.
BlackMoon sonrió.
—Excelente. La señorita Tsukino y yo estaremos en mi palco. Ella no actúa esta noche —la miró—. Venga, querida.
Ella miró a Seiya, quien parecía furioso y herido. No podía culparle. Si se quedaba a explicarle por qué había llevado allí a BlackMoon, lo empeoraría todo aún más. Su única opción para preservar la ilusión de que Seiya era simplemente un artista que hacía lo que ella quería, era marcharse con BlackMoon. Creía la amenaza de éste y pensaba hacer todo lo que estuviera en su mano para mantener a Seiya y su familia a salvo de su ira.
Antes de salir por la puerta, lanzó a Seiya otra mirada suplicándole que comprendiera y la perdonara. Él le volvió la espalda.
—Mi cochero está dando vueltas alrededor de la manzana. No tardará en aparecer —dijo BlackMoon cuando salieron a la calle.
Ella echó a andar.
—Yo iré andando.
Él la tomó por el brazo.
—Tenemos más cosas que discutir.
Una vez en el carruaje, metió la mano en el bolsillo de la levita y sacó la cajita de terciopelo que contenía la pulsera.
—Espero que lleve esto esta noche.
Ella la apartó.
—No he aceptado su invitación al teatro ni su proposición de matrimonio, señor.
Él volvió a dársela.
—Tómela. Ira esta noche o causaré la ruina de sus amigos. No me cabe duda de que eso influirá en su decisión —hizo una pausa—. Y aceptara mi proposición de matrimonio.
¡Santo cielo! ¿Qué iba a hacer ella? Aceptó la pulsera.
—La aceptaré siempre que no me obligue a nada.
Él soltó una carcajada diabólica.
—No es la pulsera lo que la obliga.
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Seiya estaba sentado con la cabeza en las manos. Para él el retrato había sido un asunto privado entre Serena y él, algo que no compartirían con nadie, y mucho menos con BlackMoon. Enseñarle el cuadro a BlackMoon había sido como invitarlo a compartir el dormitorio con ellos.
Ardía por dentro. Ella lo había traicionado del peor modo posible, utilizando su arte para conseguir sus fines. Serena quería el escándalo que causaría aquel cuadro. Quería que la gente hablara de ella y fuera a verla al teatro. ¿De verdad había creído que BlackMoon aceptaría aquel plan?
Seiya sólo quería que las personas que amaba fueran felices. Movió la cabeza. Aquello no era verdad. Quería pintar y quería que la gente admirara sus cuadros como los había admirado Serena el día que la conoció. Ella no era la única con ambiciones. Su ambición y la de ella habían llevado a aquel retrato.
Oyó que Michiru se acercaba al caballete.
—Seiya, no habías dicho nada de este cuadro. ¿Por qué lo guardabas en secreto?
Él se levantó y se reunió con ella.
—¿No es evidente?
Ella retrocedió un paso y volvió a mirar el cuadro.
—Es obvio que ella posó para esto.
Seiya asintió.
—Me ha parecido mejor no decirle eso a BlackMoon. No era mi intención que éste fuera el retrato final.
—Pero es maravilloso —Michiru miró el otro—. Este no es tan bueno.
Él se frotó la cara.
—Michiru, tú deberías estar escandalizada.
Ella lo miró.
—Olvidas que hemos crecido en el escándalo.
En otro tiempo, Seiya confiaba en poder conseguir que el escándalo no rozara a su querida hermana. Y ahora la vida le había puesto una zancadilla.
Sufría por ella.
—Michiru, un escándalo más no nos matará. Todavía puedes rechazar a Rubeus…
La joven apartó la mirada.
—No hables más de eso. La decisión está tomada.
—Pero…
Michiru se volvió hacia él con ojos llameantes.
—¡No digas más! Me voy a casar con Rubeus y no hay nada más que hablar —se volvió hacia el retrato como si eso zanjara el tema—. ¿Sabes por qué me gusta más éste?
Seiya negó con la cabeza.
—Porque… —a ella se le quebró la voz—. Porque has volcado en él tu amor por ella.
A él se le partía el corazón.
—Michiru…
Ella negó con la cabeza; sonrió con tristeza.
—Ahora estamos hablando de ti. No puedes negar que la amas. Tengo la prueba delante de mí.
Tampoco podía admitirlo si no quería causar aún más tristeza a Michiru.
—Es un cuadro —dijo.
Ella se acercó, se sentó a su lado, le tomó ambas manos y lo miró a los ojos.
—Haz algo por mí, querido hermano. No niegues que amas a Serena, y si has fingido no amarla, tienes que decirle tus verdaderos sentimientos —le sacudió las manos—. Es preciso.
—Es complicado —protestó él.
Michiru se echó a reír, pero el sonido resultaba deprimente.
—Estoy empezando a pensar que todo amor es complicado.
¿Soy solo yo o alguién más quiere llorar con lo que esta pasando aquí?
Esto se nos esta complicando cada vez más, además de que les tengo una noticia muy importante ¡esta historia está llegando a su fin! Si, tal como leyeron, solamente nos quedan un par de capitulos y el epilogo para por fin aparezca "FIN", así que sigan pendientes por aquí porque esto se va a poner más emocionante que nunca.
Me despido de ustedes por ahora. Como siempre, no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Nos vemos en el proximo capitulo
XOXO
Serenity
Pd. Chicas, el día de hoy tambien les traigo Sr & Sra Kou, que sin duda el capitulo de hoy va a gustar a más de una ¡No se lo pierdan!
Pd 2: ¡Que descuido! Pero ya saben como funciona esto del lemon, ¿verdad? Avisenme por en sus coments quien lo quiera para que se lo envie por MP a la brevedad posible
Ardía por dentro. Ella lo había traicionado del peor modo posible, utilizando su arte para conseguir sus fines. Serena quería el escándalo que causaría aquel cuadro. Quería que la gente hablara de ella y fuera a verla al teatro. ¿De verdad había creído que BlackMoon aceptaría aquel plan?
Seiya sólo quería que las personas que amaba fueran felices. Movió la cabeza. Aquello no era verdad. Quería pintar y quería que la gente admirara sus cuadros como los había admirado Serena el día que la conoció. Ella no era la única con ambiciones. Su ambición y la de ella habían llevado a aquel retrato.
Oyó que Michiru se acercaba al caballete.
—Seiya, no habías dicho nada de este cuadro. ¿Por qué lo guardabas en secreto?
Él se levantó y se reunió con ella.
—¿No es evidente?
Ella retrocedió un paso y volvió a mirar el cuadro.
—Es obvio que ella posó para esto.
Seiya asintió.
—Me ha parecido mejor no decirle eso a BlackMoon. No era mi intención que éste fuera el retrato final.
—Pero es maravilloso —Michiru miró el otro—. Este no es tan bueno.
Él se frotó la cara.
—Michiru, tú deberías estar escandalizada.
Ella lo miró.
—Olvidas que hemos crecido en el escándalo.
En otro tiempo, Seiya confiaba en poder conseguir que el escándalo no rozara a su querida hermana. Y ahora la vida le había puesto una zancadilla.
Sufría por ella.
—Michiru, un escándalo más no nos matará. Todavía puedes rechazar a Rubeus…
La joven apartó la mirada.
—No hables más de eso. La decisión está tomada.
—Pero…
Michiru se volvió hacia él con ojos llameantes.
—¡No digas más! Me voy a casar con Rubeus y no hay nada más que hablar —se volvió hacia el retrato como si eso zanjara el tema—. ¿Sabes por qué me gusta más éste?
Seiya negó con la cabeza.
—Porque… —a ella se le quebró la voz—. Porque has volcado en él tu amor por ella.
A él se le partía el corazón.
—Michiru…
Ella negó con la cabeza; sonrió con tristeza.
—Ahora estamos hablando de ti. No puedes negar que la amas. Tengo la prueba delante de mí.
Tampoco podía admitirlo si no quería causar aún más tristeza a Michiru.
—Es un cuadro —dijo.
Ella se acercó, se sentó a su lado, le tomó ambas manos y lo miró a los ojos.
—Haz algo por mí, querido hermano. No niegues que amas a Serena, y si has fingido no amarla, tienes que decirle tus verdaderos sentimientos —le sacudió las manos—. Es preciso.
—Es complicado —protestó él.
Michiru se echó a reír, pero el sonido resultaba deprimente.
—Estoy empezando a pensar que todo amor es complicado.
¿Soy solo yo o alguién más quiere llorar con lo que esta pasando aquí?
Esto se nos esta complicando cada vez más, además de que les tengo una noticia muy importante ¡esta historia está llegando a su fin! Si, tal como leyeron, solamente nos quedan un par de capitulos y el epilogo para por fin aparezca "FIN", así que sigan pendientes por aquí porque esto se va a poner más emocionante que nunca.
Me despido de ustedes por ahora. Como siempre, no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Nos vemos en el proximo capitulo
XOXO
Serenity
Pd. Chicas, el día de hoy tambien les traigo Sr & Sra Kou, que sin duda el capitulo de hoy va a gustar a más de una ¡No se lo pierdan!
Pd 2: ¡Que descuido! Pero ya saben como funciona esto del lemon, ¿verdad? Avisenme por en sus coments quien lo quiera para que se lo envie por MP a la brevedad posible
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
QUIIERO LEMONNN SII WIIIIII Y BU ENO ANDO TRIZTE COMO ES POSIBLE QUE TODO SE COMPLIQUE TANTO COMO ME GUSTARIA QUE ENCONTRARAN ALGO PARA MATAR A ESE MALNACIDO PORQUE QUIERO MATARLO MALDITO BASTARDO LO ODIO SNIF SNIF EN FIN CREO QUE ELLOS LUCHARAN POR SU AMOR Y OJALA TODO EMPEZARA POR ESMERALDA..... EN FIN ENVIAME LEMON PARA PASAR ESTE TRAGO AMARGO ,..... NOS LEEMOS EN EL SIGUIENTE BESOS BYEE
Usagi13- Princesa Fireball
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
NOOOOO esto me esta matando, ughrrr tengo tanta rabia y asco al mismo tiempo, asco porque cuando lei la parte en al que michiru se acordó del beso de rubeus estaba besando a haruka, (que lata que se acordo justo en ese momento especial) que lindo lo que le hizo sentir al estar cerca de él, por qué no se decide... ninguno de los dos da pie para luchar por el amor que se tenien.
Por otra parte esta el maldito, mal nacido de blackmoon... extorsionando a serena... como demonios puede ser tan injusta la vida... y seiya mas encima se comporta tan frio... ugh... sufro... no puedo esperar mas a la continuacion de esta historia... que ojala tenga varios finales felices (michiru y serena) y con la muerte de blackmoon y rubeus actualiza pronto
Por otra parte esta el maldito, mal nacido de blackmoon... extorsionando a serena... como demonios puede ser tan injusta la vida... y seiya mas encima se comporta tan frio... ugh... sufro... no puedo esperar mas a la continuacion de esta historia... que ojala tenga varios finales felices (michiru y serena) y con la muerte de blackmoon y rubeus actualiza pronto
O.O obviamente me apunto para el lemon,
Aysha Bakhovik B.- Sailor Outer Scout
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
nooooooooooooo esto me hace llorar, querer morir, querer ser un anime y matar al blackmoon jajaja que feo, que feo esta todo esto, como se puede complicar la vida si, ahhhhhhhhhhhhh odio sentirme asi, recuerdo cuando fui a la boda de mi primer amor, solo pude ver como se casaba mmmmmm y este fic´s me hace recordar todo eso ahhhhhhhhhhhhhhh estoy llorando amiguis no em ahgas sufrir mas jajaja, te quiero cuidate nena, bye
que ojala tenga varios finales felices (michiru y serena) y con la muerte de blackmoon y rubeus actualiza pronto
concuerdo con tigo amix jajaja
que ojala tenga varios finales felices (michiru y serena) y con la muerte de blackmoon y rubeus actualiza pronto
concuerdo con tigo amix jajaja
wendykou- Sailor Outer Scout
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
que boba soy jajaj de nuevo se me olvido el lemos jajaj mandamelo quieres?? jaja que olvidadisa jaja me deveria de llamar lisa jajaja
wendykou- Sailor Outer Scout
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