Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Michiru se animó cuando el Egyptian Hall apareció a la vista.
—Se parece a los grabados de edificios egipcios que vimos —dijo.
La fachada del edificio pretendía parecer la entrada de un templo, con sus tres pisos que parecían uno solo. Dos estatuas enormes de Isis y Osiris se elevaban encima de la entrada, que estaba flanqueada por dos columnas tan altas como toda la planta baja. Símbolos egipcios que parecían tallados en piedra embellecían los marcos de las ventanas.
—Parece grandioso —comentó Seiya.
Pagó la entrada y penetraron en el edificio, donde se dirigieron a una habitación enorme con una exposición de animales salvajes grandes en el centro y de pájaros y mamíferos más pequeños en vitrinas colocadas a lo largo de las paredes.
Serena miró a su alrededor con disgusto.
—Están todos muertos.
Aquellas criaturas, que antes corrían, volaban y cazaban presas, habían sido disecadas para que las mirara la gente. Se volvió hacia Seiya, que le lanzó una mirada comprensiva que hizo que Serena se sonrojara de placer.
—¡Oh, vaya! —Michiru corrió de inmediato al elefante. Tuvo que sujetarse el sombrero para alzar la vista—. No sabía que eran tan grandes —caminó por la parte central, observando el hipopótamo, el oso polar y la cebra.
Serena se quedó sola con Seiya y lo rodeó con su brazo.
—Parece más animada.
—¿Más animada? —preguntó él, sorprendido.
Ella echó la cabeza a un lado.
—Tu hermana y tú están muy callados hoy.
Él puso una mano encima de la de ella.
—Hay muchas cosas que no puedo decir delante de Michiru.
—Comprendo. ¿Pero qué es lo que preocupa a Michiru?
Seiya miró a su hermana.
—No lo sé.
—Si tú lo quieres, intentaré descubrirlo.
Él miró una pared cubierta de pájaros muertos.
—Lo dejo en tus manos, pues. Yo me dejaré fascinar por esas aves de colores.
Serena resistió el fuerte impulso de besarlo. Sus miradas se encontraron y vio que la de él reflejaba el mismo anhelo.
—Voy a estudiar esos pájaros —murmuró él.
Ella respiró hondo.
—Sí. Yo haré compañía a tu hermana.
Se reunió con Michiru, cuyo entusiasmo inicial por los grandes animales parecía haber remitido. La chica miraba la cebra como sin verla.
—Desde luego, parece un caballo, ¿verdad? —dijo Serena.
Michiru parpadeó.
—Sí, así es.
—Hoy parece triste, señorita Kou. ¿Qué ocurre?
Michiru suspiró.
—Nada.
Serena la obligó a mirarla.
—No me convence.
Michiru miró el oso polar.
—Oh, es sólo que lord BlackMoon no deja de hablar de buscarme marido.
Otra vez BlackMoon.
—¿En serio?
Se acercaron a una vitrina que contenía reptiles.
—Supongo que cree que así me ayuda —prosiguió Michiru—. Pero yo no quiero casarme todavía.
—¿Le ha hablado a BlackMoon de su Haruka?
Michiru se ruborizó.
—Usted lo llama mi Haruka, pero sólo somos amigos —suspiró—. Además, le queda un año de estudios para terminar y después tendrá que trabajar para alguien. Y… y tal vez él no me quiera a mí.
—¿No la quiera a usted? —para Serena estaba claro que Haruka estaba enamorado de ella.
—Debido a mi familia, ¿sabe?
Serena no comprendió al principio, pero luego recordó que, fuera del mundo del teatro, la aventura con un caballero convertía a una mujer respetable en una paria social. En el caso de BlackMoon, por supuesto, aquello sólo aumentaba su caché.
Dos jóvenes petimetres empezaron a lanzarles miradas impertinentes; daba la sensación de que estaban haciendo acopio de valor para acercarse.
Serena movió la cabeza en su dirección para advertir a Michiru, pero ésta parecía ignorante de lo que la rodeaba.
—Vamos a reunirnos con su hermano —dijo Serena.
Seiya sonrió cuando se acercaron a él. Salieron juntos a buscar la habitación de artefactos antiguos egipcios.
—¿Te ha dicho lo que le preocupa? —preguntó Seiya en cuanto tuvo ocasión.
—Al parecer, lord BlackMoon sigue hablando de buscarle marido —susurró Serena.
—¡Ese maldito! —exclamó Seiya entre dientes.
Encontraron una sala donde se exponían curiosidades de los Mares del Sur, entre ellas insectos y reptiles, así como otros pájaros disecados. Serena estaba impaciente por cambiar de sala, pero Seiya parecía empeñado en examinar minuciosamente todas las caracolas y trozos de coral de la habitación.
—Vamos nosotras —susurró Serena a Michiru, tomándola del brazo—. Estamos en la sala de al lado —dijo a Seiya.
Esa albergaba la exposición norteamericana, dominada por la estatua de un indio piel roja vestido para el combate. Dos caballeros la examinaban. Serena vio inmediatamente que uno era Zafiro BlackMoon; el otro era un hombre mayor que formaba parte del Comité de Cultura Nacional del teatro con lord BlackMoon. Miró a Michiru, que frunció el ceño y se giró hacia la puerta, pero no antes de que las viera lord Rubeus, el caballero mayor.
Las saludó con la mano y se acercó.
—Señorita Tsukino.
Lord Rubeus era un hombre de estatura media y cuarenta y tantos años, de pelo ralo y cintura ancha.
—Señorita Tsukino, es un placer verla —miró a Michiru—. ¿Puede presentarme a su encantadora amiga?
Serena apretó los labios. Lord Rubeus probablemente asumía que Michiru era también actriz, una fruta madura para ser recogida por él. Miró a Zafiro, que las miraba a su vez pero sin acercase. Uno era un pesado pero el otro podía ser un problema. A Seiya no le gustaría que su hermana estuviera cerca de Zafiro.
Hizo la presentación que pedía Rubeus.
—Señorita Kou, le presento a lord Rubeus, al que conozco del teatro.
—Encantado, querida mía —lord Rubeus se inclinó.
Michiru hizo una reverencia cortés.
Serena miró a lord Rubeus.
—Michiru no es del teatro, señor. Acompaña a su hermano, que es el artista que pinta mi retrato. Está en la sala de al lado —confiaba en que Rubeus perdiera interés cuando supiera que Michiru no era una joya en venta—. He pedido al señor Kou que me traiga aquí para ver objetos egipcios. Quiero asegurarme de que mi retrato como Cleopatra tenga autenticidad.
Lord Rubeus seguía mirando a Michiru.
—Entiendo.
—Ya nos íbamos —añadió Serena.
Rubeus no le hizo caso.
—¿Usted ayuda a su hermano, señorita Kou?
Michiru arrugó la frente confusa. Lanzó una mirada nerviosa en dirección a Zafiro.
—Cuando él me lo pide —dijo un paso hacia la puerta.
Rubeus le sonrió.
—Estoy encantado de que le ayude hoy. Así he tenido la buena fortuna de conocerla.
La llegada de Zafiro ahorró a Michiru el tener que responder.
Zafiro la miró con cara de pocos amigos.
—Dondequiera que voy, me encuentro con un Kou.
—Estoy igualmente encantada de verlo a usted —replicó Michiru.
Lord Rubues hizo una mueca a Zafiro.
—Muy poco educado por su parte, joven. No lo toleraré.
Serena hizo una reverencia.
—Debemos irnos. Que tengan un buen día.
Michiru y ella salieron en busca de Seiya. Su hermana corrió hacia él y le tiró de la manga.
—¡Seiya! Zafiro está aquí —miró a Serena—. Es hijo de BlackMoon y lo conocemos desde la infancia. Era un chico odioso, siempre metiéndose conmigo y buscando pelea con Seiya. Esa cicatriz le da un aspecto terrible.
Seiya miró al pasillo y vio a Zafiro en el umbral de la otra sala. Los dos hombres se miraron de hito en hito.
Seiya se volvió a Michiru.
—No te acerques a él.
—No hace falta que me lo adviertas —Michiru tiró de él—. No quiero estar aquí si está él. ¿Podemos irnos ya?
Seiya interrogó a Serena con la mirada.
—Yo he visto suficiente —dijo ésta, aunque todavía no habían visto ningún objeto egipcio.
Se dirigieron a la salida.
—Me disgusta que Zafiro nos haya visto juntos dos veces —susurró Seiya a Serena.
—He explicado que estamos haciendo investigación para el retrato —intentó tranquilizarlo ella, que sentía mucha curiosidad por conocer el origen de aquella reacción tan extrema de Seiya ante Zafiro BlackMoon. ¿Se lo contaría alguna vez?
—Yo me alegro de estar lejos de él —Michiru miró las tiendas alineadas en la calle—. Seiya, ¿puedo visitar al perfumista un momento? —la tienda estaba allí mismo.
Seiya se volvió hacia la puerta del Egyptian Hall como para comprobar que Zafiro no los seguía.
—Yo pasaré por el señor Hewlett, pues —señaló una tienda de óleos y pinturas—. Y las veré delante de la perfumería.
Serena acompañó a Michiru a la tienda, aunque su mente no estaba en las esencias sino en Seiya. Le importaba mucho, le preocupaba que Zafiro lo alterara, le importaba lo que le había ocurrido en el pasado y no sólo en el presente. Le sorprendía la profundidad del sentimiento que suscitaba en ella. No había esperado volver a sentir algo tan fuerte por un hombre. Hasta que conoció a Seiya.
—Quiero comprarle algo a mamá —le dijo Michiru cuando se acercaban al mostrador. Se acercó al tendero y empezaron a hablar de fragancias. Ella señaló los bonitos frascos de cristal dorado y esmerilado para guardar perfumes.
Serena se acercó a la ventana de la tienda y miró la calle. Un rato después vio salir a Seiya de la tienda de pinturas.
—La espero en la puerta con su hermano —dijo a Michiru.
La chica asintió y levantó un frasco para examinarlo con atención.
—Tardará unos minutos —explicó Serena cuando se acercó a Seiya.
Él parecía todavía alterado.
—Me gustaría que Zafiro BlackMoon no te afectara tanto, Seiya.
Él le tomó un momento la mano.
—Perdóname, no soy buena compañía.
—Estar contigo es suficiente para mí —murmuró ella. Miró la tienda para comprobar que Michiru seguía ocupada con el tendero—. Me gustaría que vinieras esta noche a mi habitación.
Las líneas que bordeaban los ojos de él se hicieron más profundas.
—No sería inteligente.
—No me importa quién nos descubra —dijo ella, valientemente.
La expresión de él era seria.
—No deben vernos juntos. BlackMoon te puede causar muchos problemas. No deberíamos vernos fuera del estudio —respiró hondo—. Ven mañana por la mañana y podremos trabajar todo el día.
Serena asintió. Él hablaba de trabajo, pero ella ansiaba repetir los placeres de la noche anterior. Señaló el paquete envuelto en papel marrón y atado con una cuerda que llevaba él en la mano.
—¿Qué has comprado?
—Pinceles y colores que necesitaba —él sonrió un instante—. Mucho blanco. Para su retrato.
Ella sonrió a su vez y lo miró a los ojos. Fue como si una chispa ardiera entre ellos, una pasión compartida que necesitaría poco para prender.
Michiru salió de la perfumería con su compra.
—He elegido una mezcla de rosa, violeta y jazmín —dijo.
—Eso la hará anhelar la primavera —sonrió Serena.
Michiru miró a Seiya.
—Espero que le guste a mamá.
Seiya le pasó un brazo por los hombros.
—Claro que le gustará.
Caminaron de regreso a Henrietta Street. El día no había salido como Serena esperaba y tenía que soportar el resto de la tarde y la noche entera antes de volver a ver a Seiya.
—Se parece a los grabados de edificios egipcios que vimos —dijo.
La fachada del edificio pretendía parecer la entrada de un templo, con sus tres pisos que parecían uno solo. Dos estatuas enormes de Isis y Osiris se elevaban encima de la entrada, que estaba flanqueada por dos columnas tan altas como toda la planta baja. Símbolos egipcios que parecían tallados en piedra embellecían los marcos de las ventanas.
—Parece grandioso —comentó Seiya.
Pagó la entrada y penetraron en el edificio, donde se dirigieron a una habitación enorme con una exposición de animales salvajes grandes en el centro y de pájaros y mamíferos más pequeños en vitrinas colocadas a lo largo de las paredes.
Serena miró a su alrededor con disgusto.
—Están todos muertos.
Aquellas criaturas, que antes corrían, volaban y cazaban presas, habían sido disecadas para que las mirara la gente. Se volvió hacia Seiya, que le lanzó una mirada comprensiva que hizo que Serena se sonrojara de placer.
—¡Oh, vaya! —Michiru corrió de inmediato al elefante. Tuvo que sujetarse el sombrero para alzar la vista—. No sabía que eran tan grandes —caminó por la parte central, observando el hipopótamo, el oso polar y la cebra.
Serena se quedó sola con Seiya y lo rodeó con su brazo.
—Parece más animada.
—¿Más animada? —preguntó él, sorprendido.
Ella echó la cabeza a un lado.
—Tu hermana y tú están muy callados hoy.
Él puso una mano encima de la de ella.
—Hay muchas cosas que no puedo decir delante de Michiru.
—Comprendo. ¿Pero qué es lo que preocupa a Michiru?
Seiya miró a su hermana.
—No lo sé.
—Si tú lo quieres, intentaré descubrirlo.
Él miró una pared cubierta de pájaros muertos.
—Lo dejo en tus manos, pues. Yo me dejaré fascinar por esas aves de colores.
Serena resistió el fuerte impulso de besarlo. Sus miradas se encontraron y vio que la de él reflejaba el mismo anhelo.
—Voy a estudiar esos pájaros —murmuró él.
Ella respiró hondo.
—Sí. Yo haré compañía a tu hermana.
Se reunió con Michiru, cuyo entusiasmo inicial por los grandes animales parecía haber remitido. La chica miraba la cebra como sin verla.
—Desde luego, parece un caballo, ¿verdad? —dijo Serena.
Michiru parpadeó.
—Sí, así es.
—Hoy parece triste, señorita Kou. ¿Qué ocurre?
Michiru suspiró.
—Nada.
Serena la obligó a mirarla.
—No me convence.
Michiru miró el oso polar.
—Oh, es sólo que lord BlackMoon no deja de hablar de buscarme marido.
Otra vez BlackMoon.
—¿En serio?
Se acercaron a una vitrina que contenía reptiles.
—Supongo que cree que así me ayuda —prosiguió Michiru—. Pero yo no quiero casarme todavía.
—¿Le ha hablado a BlackMoon de su Haruka?
Michiru se ruborizó.
—Usted lo llama mi Haruka, pero sólo somos amigos —suspiró—. Además, le queda un año de estudios para terminar y después tendrá que trabajar para alguien. Y… y tal vez él no me quiera a mí.
—¿No la quiera a usted? —para Serena estaba claro que Haruka estaba enamorado de ella.
—Debido a mi familia, ¿sabe?
Serena no comprendió al principio, pero luego recordó que, fuera del mundo del teatro, la aventura con un caballero convertía a una mujer respetable en una paria social. En el caso de BlackMoon, por supuesto, aquello sólo aumentaba su caché.
Dos jóvenes petimetres empezaron a lanzarles miradas impertinentes; daba la sensación de que estaban haciendo acopio de valor para acercarse.
Serena movió la cabeza en su dirección para advertir a Michiru, pero ésta parecía ignorante de lo que la rodeaba.
—Vamos a reunirnos con su hermano —dijo Serena.
Seiya sonrió cuando se acercaron a él. Salieron juntos a buscar la habitación de artefactos antiguos egipcios.
—¿Te ha dicho lo que le preocupa? —preguntó Seiya en cuanto tuvo ocasión.
—Al parecer, lord BlackMoon sigue hablando de buscarle marido —susurró Serena.
—¡Ese maldito! —exclamó Seiya entre dientes.
Encontraron una sala donde se exponían curiosidades de los Mares del Sur, entre ellas insectos y reptiles, así como otros pájaros disecados. Serena estaba impaciente por cambiar de sala, pero Seiya parecía empeñado en examinar minuciosamente todas las caracolas y trozos de coral de la habitación.
—Vamos nosotras —susurró Serena a Michiru, tomándola del brazo—. Estamos en la sala de al lado —dijo a Seiya.
Esa albergaba la exposición norteamericana, dominada por la estatua de un indio piel roja vestido para el combate. Dos caballeros la examinaban. Serena vio inmediatamente que uno era Zafiro BlackMoon; el otro era un hombre mayor que formaba parte del Comité de Cultura Nacional del teatro con lord BlackMoon. Miró a Michiru, que frunció el ceño y se giró hacia la puerta, pero no antes de que las viera lord Rubeus, el caballero mayor.
Las saludó con la mano y se acercó.
—Señorita Tsukino.
Lord Rubeus era un hombre de estatura media y cuarenta y tantos años, de pelo ralo y cintura ancha.
—Señorita Tsukino, es un placer verla —miró a Michiru—. ¿Puede presentarme a su encantadora amiga?
Serena apretó los labios. Lord Rubeus probablemente asumía que Michiru era también actriz, una fruta madura para ser recogida por él. Miró a Zafiro, que las miraba a su vez pero sin acercase. Uno era un pesado pero el otro podía ser un problema. A Seiya no le gustaría que su hermana estuviera cerca de Zafiro.
Hizo la presentación que pedía Rubeus.
—Señorita Kou, le presento a lord Rubeus, al que conozco del teatro.
—Encantado, querida mía —lord Rubeus se inclinó.
Michiru hizo una reverencia cortés.
Serena miró a lord Rubeus.
—Michiru no es del teatro, señor. Acompaña a su hermano, que es el artista que pinta mi retrato. Está en la sala de al lado —confiaba en que Rubeus perdiera interés cuando supiera que Michiru no era una joya en venta—. He pedido al señor Kou que me traiga aquí para ver objetos egipcios. Quiero asegurarme de que mi retrato como Cleopatra tenga autenticidad.
Lord Rubeus seguía mirando a Michiru.
—Entiendo.
—Ya nos íbamos —añadió Serena.
Rubeus no le hizo caso.
—¿Usted ayuda a su hermano, señorita Kou?
Michiru arrugó la frente confusa. Lanzó una mirada nerviosa en dirección a Zafiro.
—Cuando él me lo pide —dijo un paso hacia la puerta.
Rubeus le sonrió.
—Estoy encantado de que le ayude hoy. Así he tenido la buena fortuna de conocerla.
La llegada de Zafiro ahorró a Michiru el tener que responder.
Zafiro la miró con cara de pocos amigos.
—Dondequiera que voy, me encuentro con un Kou.
—Estoy igualmente encantada de verlo a usted —replicó Michiru.
Lord Rubues hizo una mueca a Zafiro.
—Muy poco educado por su parte, joven. No lo toleraré.
Serena hizo una reverencia.
—Debemos irnos. Que tengan un buen día.
Michiru y ella salieron en busca de Seiya. Su hermana corrió hacia él y le tiró de la manga.
—¡Seiya! Zafiro está aquí —miró a Serena—. Es hijo de BlackMoon y lo conocemos desde la infancia. Era un chico odioso, siempre metiéndose conmigo y buscando pelea con Seiya. Esa cicatriz le da un aspecto terrible.
Seiya miró al pasillo y vio a Zafiro en el umbral de la otra sala. Los dos hombres se miraron de hito en hito.
Seiya se volvió a Michiru.
—No te acerques a él.
—No hace falta que me lo adviertas —Michiru tiró de él—. No quiero estar aquí si está él. ¿Podemos irnos ya?
Seiya interrogó a Serena con la mirada.
—Yo he visto suficiente —dijo ésta, aunque todavía no habían visto ningún objeto egipcio.
Se dirigieron a la salida.
—Me disgusta que Zafiro nos haya visto juntos dos veces —susurró Seiya a Serena.
—He explicado que estamos haciendo investigación para el retrato —intentó tranquilizarlo ella, que sentía mucha curiosidad por conocer el origen de aquella reacción tan extrema de Seiya ante Zafiro BlackMoon. ¿Se lo contaría alguna vez?
—Yo me alegro de estar lejos de él —Michiru miró las tiendas alineadas en la calle—. Seiya, ¿puedo visitar al perfumista un momento? —la tienda estaba allí mismo.
Seiya se volvió hacia la puerta del Egyptian Hall como para comprobar que Zafiro no los seguía.
—Yo pasaré por el señor Hewlett, pues —señaló una tienda de óleos y pinturas—. Y las veré delante de la perfumería.
Serena acompañó a Michiru a la tienda, aunque su mente no estaba en las esencias sino en Seiya. Le importaba mucho, le preocupaba que Zafiro lo alterara, le importaba lo que le había ocurrido en el pasado y no sólo en el presente. Le sorprendía la profundidad del sentimiento que suscitaba en ella. No había esperado volver a sentir algo tan fuerte por un hombre. Hasta que conoció a Seiya.
—Quiero comprarle algo a mamá —le dijo Michiru cuando se acercaban al mostrador. Se acercó al tendero y empezaron a hablar de fragancias. Ella señaló los bonitos frascos de cristal dorado y esmerilado para guardar perfumes.
Serena se acercó a la ventana de la tienda y miró la calle. Un rato después vio salir a Seiya de la tienda de pinturas.
—La espero en la puerta con su hermano —dijo a Michiru.
La chica asintió y levantó un frasco para examinarlo con atención.
—Tardará unos minutos —explicó Serena cuando se acercó a Seiya.
Él parecía todavía alterado.
—Me gustaría que Zafiro BlackMoon no te afectara tanto, Seiya.
Él le tomó un momento la mano.
—Perdóname, no soy buena compañía.
—Estar contigo es suficiente para mí —murmuró ella. Miró la tienda para comprobar que Michiru seguía ocupada con el tendero—. Me gustaría que vinieras esta noche a mi habitación.
Las líneas que bordeaban los ojos de él se hicieron más profundas.
—No sería inteligente.
—No me importa quién nos descubra —dijo ella, valientemente.
La expresión de él era seria.
—No deben vernos juntos. BlackMoon te puede causar muchos problemas. No deberíamos vernos fuera del estudio —respiró hondo—. Ven mañana por la mañana y podremos trabajar todo el día.
Serena asintió. Él hablaba de trabajo, pero ella ansiaba repetir los placeres de la noche anterior. Señaló el paquete envuelto en papel marrón y atado con una cuerda que llevaba él en la mano.
—¿Qué has comprado?
—Pinceles y colores que necesitaba —él sonrió un instante—. Mucho blanco. Para su retrato.
Ella sonrió a su vez y lo miró a los ojos. Fue como si una chispa ardiera entre ellos, una pasión compartida que necesitaría poco para prender.
Michiru salió de la perfumería con su compra.
—He elegido una mezcla de rosa, violeta y jazmín —dijo.
—Eso la hará anhelar la primavera —sonrió Serena.
Michiru miró a Seiya.
—Espero que le guste a mamá.
Seiya le pasó un brazo por los hombros.
—Claro que le gustará.
Caminaron de regreso a Henrietta Street. El día no había salido como Serena esperaba y tenía que soportar el resto de la tarde y la noche entera antes de volver a ver a Seiya.
Última edición por Serenity el Vie Sep 02, 2011 11:40 pm, editado 1 vez
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Esa noche, después de lo que le pareció una representación interminable de Romeo y Julieta, Serena cumplió con su deber en el Salón Verde. BlackMoon estaba allí, conversando con lord Rubeus con expresión seria. Ella se mordió el labio inferior y confió en que Rubeus no le hubiera dicho que la había visto con Seiya.
Para alivio suyo, BlackMoon no se acercó a ella, aunque la seguía con los ojos como un gato que observara a su presa. Ella se estremeció y se volvió.
Por desgracia, al hacerlo, se encontró con Zafiro BlackMoon, que llevaba un vaso en la mano.
Intentó pasar de largo, pero él se interpuso en su camino con una mueca.
—Me pregunto qué pensaría mi padre si supiera que ha salido con Kou.
Ella levantó la barbilla.
—No se me ocurre por qué le puede importar eso.
Zafiro tomó un trago de su vaso.
—Rubeus me ha hablado de eso. Mi padre la persigue como un viejo patético. ¿No es así?
Ella hizo una mueca.
—Si su padre no le hace confidencias, difícilmente puede esperar que se las haga yo.
Zafiro soltó una carcajada.
—Antes de alejarse, permítame que le diga algo de Seiya. Él se cree mejor que sus iguales, pero su madre no es más que una vulgar ramera.
Serena casi lo abofeteó, ofendida hasta la médula en beneficio de la madre de Seiya. Pero no quería meter a Seiya en aquello.
Se inclinó hacia Zafiro con aire conspirador.
—Alguien llamó así a mi madre una vez —susurró—. Y su amante le pegó un tiro.
Zafiro retrocedió.
—Tenga cuidado con sus palabras, señor BlackMoon. Puede encontrarse con un duelo a pistola al amanecer —se alejó para unirse a un grupo en el que estaba el señor Garayan.
Cuando volvió a mirar, Zafiro se dirigía hacia donde estaba su padre, que seguía conversando con lord Rubeus. Estaba muy pálido.
Para alivio suyo, BlackMoon no se acercó a ella, aunque la seguía con los ojos como un gato que observara a su presa. Ella se estremeció y se volvió.
Por desgracia, al hacerlo, se encontró con Zafiro BlackMoon, que llevaba un vaso en la mano.
Intentó pasar de largo, pero él se interpuso en su camino con una mueca.
—Me pregunto qué pensaría mi padre si supiera que ha salido con Kou.
Ella levantó la barbilla.
—No se me ocurre por qué le puede importar eso.
Zafiro tomó un trago de su vaso.
—Rubeus me ha hablado de eso. Mi padre la persigue como un viejo patético. ¿No es así?
Ella hizo una mueca.
—Si su padre no le hace confidencias, difícilmente puede esperar que se las haga yo.
Zafiro soltó una carcajada.
—Antes de alejarse, permítame que le diga algo de Seiya. Él se cree mejor que sus iguales, pero su madre no es más que una vulgar ramera.
Serena casi lo abofeteó, ofendida hasta la médula en beneficio de la madre de Seiya. Pero no quería meter a Seiya en aquello.
Se inclinó hacia Zafiro con aire conspirador.
—Alguien llamó así a mi madre una vez —susurró—. Y su amante le pegó un tiro.
Zafiro retrocedió.
—Tenga cuidado con sus palabras, señor BlackMoon. Puede encontrarse con un duelo a pistola al amanecer —se alejó para unirse a un grupo en el que estaba el señor Garayan.
Cuando volvió a mirar, Zafiro se dirigía hacia donde estaba su padre, que seguía conversando con lord Rubeus. Estaba muy pálido.
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Seiya se levantó temprano a la mañana siguiente, tan temprano que suplicó a la cocinera de su madre que le diera de desayunar en la cocina y conversando con la mujer descubrió que lord BlackMoon no había compartido la cama de su madre la noche anterior. Sin saber si eso era bueno o malo, regresó a su estudio a preparar otro lienzo mientras esperaba a Serena.
Vestido sólo con pantalones y una camisa manchada de pintura, construyó el armazón y estiró el lienzo. Eso lo distrajo de la anticipación de volver a verla. La presencia de Zafiro había arruinado su visita al Egyptian Hall, pero ese día, con un poco de suerte, ningún BlackMoon estropearía su trabajo.
Porque ese día debía ocuparlo el trabajo y no el placer, aunque el recuerdo de hacer el amor con ella hacía que todavía le ardiera la sangre. Sabía que deseaba tomarla en brazos, llevarla a la cama y al diablo con el cuadro.
Rió en voz alta.
¿A quién pretendía engañar? Pintarla lo excitaba casi tanto como hacer el amor con ella. Quería que el cuadro fuera todo lo que ella deseaba. Quería que la imagen que creara de ella durara para siempre, preservar su belleza y su esencia para siempre jamás.
Cuando terminó de estirar el lienzo, lo colocó en el caballete y entró en la cocina a preparar sus pinturas. Necesitaba mezclar mucho blanco plomo para la preparación del lienzo. El blanco cremoso más caro lo guardaría para el cuadro en sí. En un tazón de piedra mezcló los pigmentos de color con el aceite de linaza y añadió unas gotas de trementina hasta lograr la consistencia deseada. Con la navaja de la paleta levantó casi toda la mezcla y formó con ella una bola pequeña que pincharía con una aguja para extraer pequeñas cantidades de pigmento cada vez. El resto del blanco lo colocó en su paleta de madera.
Volvió al caballete, eligió una brocha ancha y empezó a cubrir el lienzo con capas finas de blanco. Cuando el lienzo estuviera totalmente seco, estaría listo.
Algunos artistas compraban ahora lienzos ya preparados, pero a Seiya le gustaba la naturaleza metódica de esa tarea, que ocupaba su mente hasta vaciarla de otros pensamientos, pero resultaba adormecedora en su simplicidad.
También le ahorraba dinero.
Cuando terminó y limpió el estudio, en el exterior la calle hervía de actividad. Casi podía sentir a Serena cerca.
Colocó la chaise longue para aprovechar al máximo la luz e intercambió el lienzo que acababa de preparar por el que ya estaba seco y listo.
Cuando miró por la ventana, no le sorprendió verla en la calle. Le abrió la puerta antes de que llamara.
—¡Seiya! —exclamó ella, con el rostro resplandeciente de placer.
En cuanto él cerró la puerta, ella se echó en sus brazos y alzó la cara para el beso que él supo ahora que llevaba esperando desde el amanecer. La besó con ganas, riendo para sí, y le quitó el sombrero y los guantes cuando ella le devolvió el beso. Las horquillas cayeron y el pelo quedó suelto. Le desabrochó la capa, la bajó por los hombros y la dejó caer al suelo. Las manos de ella se movían debajo de la camisa de él, acariciando los músculos de su espalda y calentándolo con un deseo urgente.
La necesitaba desesperadamente, no sólo como desahogo físico sino para estar unido con ella, para sentirse conectado a ella como si fueran uno solo.
Ella tiró de su camisa y colocó la boca húmeda en su pecho. Él le alzó la falda y la estrechó contra su entrepierna.
Cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que la ventana que llenaba la habitación de luz también hacía posible que se viera el interior del estudio. La levantó en brazos con un gruñido de frustración y la llevó al dormitorio.
El paso a la penumbra hizo que parpadeara hasta que sus ojos se adaptaron a la habitación sin ventanas. La depositó en la cama y ella se giró para mirarlo.
—Desabróchame el vestido.
Él le puso la mano en el hombro.
—Espera. Lo que hacemos puede tener consecuencias.
Ella emitió un ruidito de exasperación.
—¿Qué consecuencias, si nadie lo sabe?
Él le tomó la barbilla entre los dedos.
—Me refería… a que podríamos tener un niño.
Ella abrió mucho los ojos. Deslizó los dedos en el pelo de él.
—Sé lo que hay que hacer —murmuró—. No temas. No se puede vivir en el teatro y no saber esas cosas.
Él se relajó.
—¿Me desabrochas el vestido? —preguntó ella de nuevo.
—Será un placer...
Cuando terminó, casi se derrumbó sobre ella, pero se detuvo antes de aplastarla bajo su peso. En vez de eso, se colocó a su lado y se tumbó de espaldas, con los ojos cerrados todavía. Intentaba crear en su mente una imagen de lo que habían vivido, ponerle forma y color. Se parecía a las iluminaciones que había visto en Vauxhall Gardens el verano anterior, salvajes, brillantes y llenas de alegría.
Se volvió a abrazarla y la besó con languidez.
—Eso ha sido… —empezó a decir ella.
Él le tapó la boca con los dedos.
—Permíteme ser yo el que lo diga. Ha sido… bastante agradable.
—¡Qué comedido! —rió ella—. Casi no tengo experiencia en estos asuntos, pero creo que yo lo describiría como maravilloso.
—¿Casi no tienes experiencia? —él frunció el ceño. ¿Qué mujer podía pasar años en el teatro sin adquirir ese tipo de experiencia?
—Sólo ha habido un hombre, Seiya —ella le acarició el rostro para desarrugarle el ceño—. Un actor algo mayor cuando yo tenía diecinueve años. Y no duró ni una semana.
El dolor de aquella experiencia se reflejaba en su rostro.
—Me enseñó muchas cosas… pero nada de amor —su voz sonaba crispada—. Temía no volver a sentirme tentada por un hombre, hasta que te conocí a ti.
¿Se había resistido a todos los caballeros del Salón Verde? ¿Y a los caballeros de hermoso carruaje con los que la había visto aquel primer día en Somerset House?
La cara de él debió reflejar su incredulidad, pues ella lo miró dolida.
—Mi madre es conocida por sus aventuras con caballeros del Salón Verde. Yo no.
Seiya le tocó el brazo.
—No dudo de ti, sólo me sorprende que hayas podido esquivar a esos caballeros —¿durante años? Parecía increíble.
Serena respiró hondo.
—Sé lidiar con ellos. Rechazarlos sin herir mucho su vanidad. Soy bastante diestra en ese aspecto. Por eso no me preocupa BlackMoon.
Seiya se apartó y se sentó en la cama.
—De todos modos, ten cuidado con él. Y con su hijo. ¿Estuvo anoche en el teatro?
Ella apartó la vista.
—Sí, pero no habló conmigo —se apretó contra la espalda de él—. No permitas que nos arruine el tiempo que pasamos juntos.
La calidad y suavidad de sus pechos desnudos contra la piel de él amenazaban con volver a excitarlo, a persuadirle de que abandonara cualquier idea de pintar y simplemente hicieran el amor todo el día.
Respiró hondo e inclinó la cabeza hacia ella.
—Deberíamos trabajar.
—Un beso más —pidió ella.
Seiya obedeció, pero se apartó enseguida.
—Tenemos que trabajar o perderemos la luz.
Ella suspiró.
—Supongo que tienes razón.
Saltó de la cama y caminó por la habitación, desnuda y llena de gracia, con los pies descalzos en el suelo de madera. Abrió la caja de los vestidos, sacó el de muselina blanca que habían elegido y se lo puso.
—En los grabados de la Real Academia, las mujeres egipcias aparecían sin zapatos. Cleopatra iría descalza.
Descalza. Desnuda. Seiya pensó en la Cleopatra de su imaginación, en la que llevaba el vestido transparente y debajo estaba desnuda pero majestuosa y seductora.
—Tengo otra idea —dijo—. Ponte el otro vestido de muselina.
—¿El otro? —ella lo miró sorprendida—. Creía que nos habíamos decidido por éste.
—Sí —él salió de la cama y se vistió con rapidez. Quería ver si el vestido se correspondía con la imagen que tenía en mente—. Me gustaría verte de nuevo con él.
Serena lo miró como si estuviera loco.
—Muy bien, pero creo que se ve mucho la ropa interior.
Él la miró a los ojos.
—No lleves nada más, sólo el vestido.
Ella abrió mucho los ojos.
—Hazme caso —él buscó una explicación—. El vestido es transparente. Vamos a ver cómo queda así.
Ella parecía nerviosa.
—¿Quieres que pose sin ropa interior?
Era como pedirle que posara desnuda, algo que hasta las prostitutas considerarían vergonzoso.
—Posar no. Sólo quiero verlo.
Una sonrisa sensual apareció en el rostro de ella, el tipo de sonrisa que tendría su Cleopatra imaginaria. Serena sacó el vestido de la caja y se lo puso. Se volvió a mirarlo.
Seiya tomó las cadenas de oro que había llevado ella del teatro y tiró de la mano de ella.
—Vamos al estudio.
Serena se dejó llevar a la otra habitación, que estaba tan llena de luz que ambos parpadearon. Él le ató una de las cadenas a la cintura y le puso las otras alrededor del cuello. Caminó a su alrededor y observó cómo aparecía su piel a través de la tela, cómo jugaban las transparencias con la luz y el color. La idea de pintarla así le quemaba la sangre, aunque fuera demasiado escandalosa para considerarla.
Ella enarcó una ceja.
—¿Quieres pintarme así?
Él la miró un rato con la tentación de decir que sí.
—No —dijo al fin—, ponte el otro vestido. Sólo quería ver éste.
¿Quien más piensa que Seiya debio de decirle que si a Serena para que la pintara con el vestido transparente? Tal vez si hubiera dicho si, las cosas se hubieran puesto más interesante entre ellos aunque bueno, no nos podemos quejar de como han evolucionado las cosas entre ellos ¿o sí?
Falta ver como continuaran las cosas entre ellos y con BlackMoon que sigue empeñado en buscarle un marido a Michiru. :[GOTITA]: En fin, todo eso lo sabremos en el siguiente capitulo
Me despido de ustedes por ahora. Como siempre, no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Nos vemos en el proximo capitulo
XOXO
Serenity
P.d. ¡Ah! Antes de que se me olvide, ya saben que quien desee el lemon de este capitulo, aviseme y se lo hago llegar.
Y por supuesto, no se pierdan el nuevo capitulo de ¡ Sombras del Destino!
Vestido sólo con pantalones y una camisa manchada de pintura, construyó el armazón y estiró el lienzo. Eso lo distrajo de la anticipación de volver a verla. La presencia de Zafiro había arruinado su visita al Egyptian Hall, pero ese día, con un poco de suerte, ningún BlackMoon estropearía su trabajo.
Porque ese día debía ocuparlo el trabajo y no el placer, aunque el recuerdo de hacer el amor con ella hacía que todavía le ardiera la sangre. Sabía que deseaba tomarla en brazos, llevarla a la cama y al diablo con el cuadro.
Rió en voz alta.
¿A quién pretendía engañar? Pintarla lo excitaba casi tanto como hacer el amor con ella. Quería que el cuadro fuera todo lo que ella deseaba. Quería que la imagen que creara de ella durara para siempre, preservar su belleza y su esencia para siempre jamás.
Cuando terminó de estirar el lienzo, lo colocó en el caballete y entró en la cocina a preparar sus pinturas. Necesitaba mezclar mucho blanco plomo para la preparación del lienzo. El blanco cremoso más caro lo guardaría para el cuadro en sí. En un tazón de piedra mezcló los pigmentos de color con el aceite de linaza y añadió unas gotas de trementina hasta lograr la consistencia deseada. Con la navaja de la paleta levantó casi toda la mezcla y formó con ella una bola pequeña que pincharía con una aguja para extraer pequeñas cantidades de pigmento cada vez. El resto del blanco lo colocó en su paleta de madera.
Volvió al caballete, eligió una brocha ancha y empezó a cubrir el lienzo con capas finas de blanco. Cuando el lienzo estuviera totalmente seco, estaría listo.
Algunos artistas compraban ahora lienzos ya preparados, pero a Seiya le gustaba la naturaleza metódica de esa tarea, que ocupaba su mente hasta vaciarla de otros pensamientos, pero resultaba adormecedora en su simplicidad.
También le ahorraba dinero.
Cuando terminó y limpió el estudio, en el exterior la calle hervía de actividad. Casi podía sentir a Serena cerca.
Colocó la chaise longue para aprovechar al máximo la luz e intercambió el lienzo que acababa de preparar por el que ya estaba seco y listo.
Cuando miró por la ventana, no le sorprendió verla en la calle. Le abrió la puerta antes de que llamara.
—¡Seiya! —exclamó ella, con el rostro resplandeciente de placer.
En cuanto él cerró la puerta, ella se echó en sus brazos y alzó la cara para el beso que él supo ahora que llevaba esperando desde el amanecer. La besó con ganas, riendo para sí, y le quitó el sombrero y los guantes cuando ella le devolvió el beso. Las horquillas cayeron y el pelo quedó suelto. Le desabrochó la capa, la bajó por los hombros y la dejó caer al suelo. Las manos de ella se movían debajo de la camisa de él, acariciando los músculos de su espalda y calentándolo con un deseo urgente.
La necesitaba desesperadamente, no sólo como desahogo físico sino para estar unido con ella, para sentirse conectado a ella como si fueran uno solo.
Ella tiró de su camisa y colocó la boca húmeda en su pecho. Él le alzó la falda y la estrechó contra su entrepierna.
Cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que la ventana que llenaba la habitación de luz también hacía posible que se viera el interior del estudio. La levantó en brazos con un gruñido de frustración y la llevó al dormitorio.
El paso a la penumbra hizo que parpadeara hasta que sus ojos se adaptaron a la habitación sin ventanas. La depositó en la cama y ella se giró para mirarlo.
—Desabróchame el vestido.
Él le puso la mano en el hombro.
—Espera. Lo que hacemos puede tener consecuencias.
Ella emitió un ruidito de exasperación.
—¿Qué consecuencias, si nadie lo sabe?
Él le tomó la barbilla entre los dedos.
—Me refería… a que podríamos tener un niño.
Ella abrió mucho los ojos. Deslizó los dedos en el pelo de él.
—Sé lo que hay que hacer —murmuró—. No temas. No se puede vivir en el teatro y no saber esas cosas.
Él se relajó.
—¿Me desabrochas el vestido? —preguntó ella de nuevo.
—Será un placer...
CENSURADO
Cuando terminó, casi se derrumbó sobre ella, pero se detuvo antes de aplastarla bajo su peso. En vez de eso, se colocó a su lado y se tumbó de espaldas, con los ojos cerrados todavía. Intentaba crear en su mente una imagen de lo que habían vivido, ponerle forma y color. Se parecía a las iluminaciones que había visto en Vauxhall Gardens el verano anterior, salvajes, brillantes y llenas de alegría.
Se volvió a abrazarla y la besó con languidez.
—Eso ha sido… —empezó a decir ella.
Él le tapó la boca con los dedos.
—Permíteme ser yo el que lo diga. Ha sido… bastante agradable.
—¡Qué comedido! —rió ella—. Casi no tengo experiencia en estos asuntos, pero creo que yo lo describiría como maravilloso.
—¿Casi no tienes experiencia? —él frunció el ceño. ¿Qué mujer podía pasar años en el teatro sin adquirir ese tipo de experiencia?
—Sólo ha habido un hombre, Seiya —ella le acarició el rostro para desarrugarle el ceño—. Un actor algo mayor cuando yo tenía diecinueve años. Y no duró ni una semana.
El dolor de aquella experiencia se reflejaba en su rostro.
—Me enseñó muchas cosas… pero nada de amor —su voz sonaba crispada—. Temía no volver a sentirme tentada por un hombre, hasta que te conocí a ti.
¿Se había resistido a todos los caballeros del Salón Verde? ¿Y a los caballeros de hermoso carruaje con los que la había visto aquel primer día en Somerset House?
La cara de él debió reflejar su incredulidad, pues ella lo miró dolida.
—Mi madre es conocida por sus aventuras con caballeros del Salón Verde. Yo no.
Seiya le tocó el brazo.
—No dudo de ti, sólo me sorprende que hayas podido esquivar a esos caballeros —¿durante años? Parecía increíble.
Serena respiró hondo.
—Sé lidiar con ellos. Rechazarlos sin herir mucho su vanidad. Soy bastante diestra en ese aspecto. Por eso no me preocupa BlackMoon.
Seiya se apartó y se sentó en la cama.
—De todos modos, ten cuidado con él. Y con su hijo. ¿Estuvo anoche en el teatro?
Ella apartó la vista.
—Sí, pero no habló conmigo —se apretó contra la espalda de él—. No permitas que nos arruine el tiempo que pasamos juntos.
La calidad y suavidad de sus pechos desnudos contra la piel de él amenazaban con volver a excitarlo, a persuadirle de que abandonara cualquier idea de pintar y simplemente hicieran el amor todo el día.
Respiró hondo e inclinó la cabeza hacia ella.
—Deberíamos trabajar.
—Un beso más —pidió ella.
Seiya obedeció, pero se apartó enseguida.
—Tenemos que trabajar o perderemos la luz.
Ella suspiró.
—Supongo que tienes razón.
Saltó de la cama y caminó por la habitación, desnuda y llena de gracia, con los pies descalzos en el suelo de madera. Abrió la caja de los vestidos, sacó el de muselina blanca que habían elegido y se lo puso.
—En los grabados de la Real Academia, las mujeres egipcias aparecían sin zapatos. Cleopatra iría descalza.
Descalza. Desnuda. Seiya pensó en la Cleopatra de su imaginación, en la que llevaba el vestido transparente y debajo estaba desnuda pero majestuosa y seductora.
—Tengo otra idea —dijo—. Ponte el otro vestido de muselina.
—¿El otro? —ella lo miró sorprendida—. Creía que nos habíamos decidido por éste.
—Sí —él salió de la cama y se vistió con rapidez. Quería ver si el vestido se correspondía con la imagen que tenía en mente—. Me gustaría verte de nuevo con él.
Serena lo miró como si estuviera loco.
—Muy bien, pero creo que se ve mucho la ropa interior.
Él la miró a los ojos.
—No lleves nada más, sólo el vestido.
Ella abrió mucho los ojos.
—Hazme caso —él buscó una explicación—. El vestido es transparente. Vamos a ver cómo queda así.
Ella parecía nerviosa.
—¿Quieres que pose sin ropa interior?
Era como pedirle que posara desnuda, algo que hasta las prostitutas considerarían vergonzoso.
—Posar no. Sólo quiero verlo.
Una sonrisa sensual apareció en el rostro de ella, el tipo de sonrisa que tendría su Cleopatra imaginaria. Serena sacó el vestido de la caja y se lo puso. Se volvió a mirarlo.
Seiya tomó las cadenas de oro que había llevado ella del teatro y tiró de la mano de ella.
—Vamos al estudio.
Serena se dejó llevar a la otra habitación, que estaba tan llena de luz que ambos parpadearon. Él le ató una de las cadenas a la cintura y le puso las otras alrededor del cuello. Caminó a su alrededor y observó cómo aparecía su piel a través de la tela, cómo jugaban las transparencias con la luz y el color. La idea de pintarla así le quemaba la sangre, aunque fuera demasiado escandalosa para considerarla.
Ella enarcó una ceja.
—¿Quieres pintarme así?
Él la miró un rato con la tentación de decir que sí.
—No —dijo al fin—, ponte el otro vestido. Sólo quería ver éste.
¿Quien más piensa que Seiya debio de decirle que si a Serena para que la pintara con el vestido transparente? Tal vez si hubiera dicho si, las cosas se hubieran puesto más interesante entre ellos aunque bueno, no nos podemos quejar de como han evolucionado las cosas entre ellos ¿o sí?
Falta ver como continuaran las cosas entre ellos y con BlackMoon que sigue empeñado en buscarle un marido a Michiru. :[GOTITA]: En fin, todo eso lo sabremos en el siguiente capitulo
Me despido de ustedes por ahora. Como siempre, no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Nos vemos en el proximo capitulo
XOXO
Serenity
P.d. ¡Ah! Antes de que se me olvide, ya saben que quien desee el lemon de este capitulo, aviseme y se lo hago llegar.
Y por supuesto, no se pierdan el nuevo capitulo de ¡ Sombras del Destino!
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
amiga serenity te digo que me gusto el capitulo 4 hazta el capi 9 muy lindo todo..odio a ese blackmoon..espero que la madre de seiya raccione y se de cuenta y lo deje, michio y haruka eso dos ..amiga porfavor enviames los dos lemons porfis..actualizalo pronto...
bombon95- Neo Reina Serena
- Mensajes : 4135
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
woww que capitulo... que ansias de estar juntos esos dos... grrrrr que rabia que el maldito de blackmoon trate de conseguirle marido a michiru que imagino sera igual de viejo y degenerado que él. apuesto que es el tal lord rubeus... par de viejetes cochinos menos mal que serena sabe poner en su lugar a los blackmoon... me alegra mucho ver que seiya de a poco va teniendo mas confianza con serena y la relacion va mejorando a pesar de las muchas trabas que tiene... excelente capitulo y por supuesto que me apunto para el lemon
besos
besos
Aysha Bakhovik B.- Sailor Outer Scout
- Mensajes : 264
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
hay este blackmoonm me tiene rallado el disco que fastidio se aparece por todos lados y eso de buscarle marido a michiru???? l apuesto que tiene que ver con el degenerado de rubeus, buena respuesta la que le dio a zafiro serena ojo maldito zfiro porque yto misma te puedo matar eee???? y como seiya no la pinto asi valgame esto esta muy caliente solo espero que serena si pueda manejar a blackmoon no quisiera imaginarme que pasara si el se entera en fin me gusto espero el siguiente con ansiasaaaaaaa y no olvides mi lemon besos byeee
Usagi13- Princesa Fireball
- Mensajes : 1323
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Uff!! que capitulo... bastante apasionante espero que no se complique mucho la situación con los Blackmoon...
Por favor enviame el lemon :[Jujuju]: ... espero que actualices pronto, estare muy pendiente
Por favor enviame el lemon :[Jujuju]: ... espero que actualices pronto, estare muy pendiente
Jecapoca- Sailor Scout
- Mensajes : 51
Edad : 36
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
HERMOSO CAPI ESPERARE EL SIGUIENTE
SIGUE ASI
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soy una sailor que lucha
contra la tristeza y
defiende al anime con gran entusiasmo XD"
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SIGUE ASI
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soy una sailor que lucha
contra la tristeza y
defiende al anime con gran entusiasmo XD"
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
hola!!! oh!! wow y doble wow!!! este capitulo me ha encantado, como es que las cosas han mejorado en tre serena y seiya y pues que logren estar juntos, me encanto como llego serena no mas entro y pues claro que quiero leer que mas paso los mugres blackmoon son de lo peor.... hijo y padre son una gran basura solo para arruinarlo todo han aparecido.... michiru no te dejes vencer se que podras contra ese viejo y haruka es el indicado...
me encanto
saludos
me encanto
saludos
stgrani- Reina Serenity
- Mensajes : 1790
Edad : 42
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Excelente actua me encanta como estan evolucionando las cosas entre ellos dos me encanta esa pareja... Pobre michiru me da miedo de que balckmoon la meta con ese viejo mayor Rubeus, seria una desgracia o peor Zafiro. Espero que ella tambien pueda encontrar el amor con 'haruka!!!
Por cierto yo quiero el lemon de este cap porfis.
Por cierto yo quiero el lemon de este cap porfis.
Akane- Sailor Inner Scout
- Mensajes : 171
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
waaaaaaaaaaaaaa
q emocion...
quiero el lemooooon
q emocion...
quiero el lemooooon
pandita- Sailor Outer Scout
- Mensajes : 427
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Yo me alegro de estar lejos de él —Nancy miró las tiendas alineadas en la calle—. Seiya, ¿puedo visitar al perfumista un momento? —la tienda estaba allí mismo.
no entenid quein es ella??
Peru bueno, quiero felicitarte
nuevamnete, como siempre, 4ever sera asi
que mas puedo decirte, eres la mejor y lo meor de lo mejor eh!!
gracias por hacer nuestras fantacias posibles, estas erena si que es una goloza jajjaa, seiya mmm le encanta hacerle el amor... aquien no? jajaja, cuidate y actualiza.
bye.
no entenid quein es ella??
Peru bueno, quiero felicitarte
nuevamnete, como siempre, 4ever sera asi
que mas puedo decirte, eres la mejor y lo meor de lo mejor eh!!
gracias por hacer nuestras fantacias posibles, estas erena si que es una goloza jajjaa, seiya mmm le encanta hacerle el amor... aquien no? jajaja, cuidate y actualiza.
bye.
wendykou- Sailor Outer Scout
- Mensajes : 382
Edad : 38
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
a quiero el lemon jajaja se me olvido pedirlo, noooooooooo no puede ser jajja, espero que me lo envies jejee
wendykou- Sailor Outer Scout
- Mensajes : 382
Edad : 38
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Amiga muy buen capitulo... Ese blackmoon si es entrometido..!!! el no tiene por que buscarle marido a michiru..!!! Espero que a zafiro no se le vaya la lengua... Y que forma de trabajar la de estos seres, jeje... Amiga mandame el lemon, tengo que leer el capitulo completo =P...
sailory- Princesa Serena
- Mensajes : 835
Edad : 34
Sexo :
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
acabo de leer el lemon y esta fabuloso!!!! actualiza pronto
saludos!!!!
saludos!!!!
pandita- Sailor Outer Scout
- Mensajes : 427
Edad : 38
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
¡Hola!
¡Mil gracias sus comentarios y por continuar acompañandome en esta historia!
Les traigo un nuevo capitulo de este fic ¡espero que lo disfruten!
Capitulo 10
Las dos semanas siguientes fueron gloriosas para Serena. Las tardes estaban ocupadas con los ensayos de Marco Antonio y Cleopatra y por las noches tenía que estar en el teatro y ayudar en lo que pudiera. Ni siquiera le importaba asistir al Salón Verde porque siempre encontraba el modo de mencionar que Seiya le estaba haciendo un retrato. Pero lo que hacía su vida gloriosa eran las mañanas. Las pasaba todas con Seiya, haciendo el amor en su cama y posando después para el retrato.
A veces, cuando pintaba, la concentración de Seiya era tan intensa que no hablaban en absoluto. Otras veces intercambiaban historias de sus vidas.
Seiya parecía seleccionar cuidadosamente la información que quería compartir. Le hablaba de la época antes de la muerte de su padre, pero muy poco de después. Hablaba de España y Portugal, de las vistas, los sonidos y los olores de allí, pero no de las batallas en las que había luchado.
Serena le hablaba de su infancia en el colegio para chicas, de su madre y los amantes de su madre y de cómo había dejado el colegio para unirse a la compañía de teatro.
Una mancha en aquellos momentos idílicos era el retrato en sí. Al principio le fascinaba cómo parecía flotar su imagen a la superficie a medida que avanzaban los días, pero en el retrato faltaba algo. Estaba decepcionada con él y Serena lo sabía bien.
Otro elemento perturbador era que el retrato estaba casi acabado. En realidad, ella ya no necesitaba seguir posando, pero ninguno de los dos hablaba de eso.
Ese día, cuando terminó de posar, se levantó a observar el retrato.
—Es precioso, Seiya… —se interrumpió.
—¿Pero? —él pronunció la palabra más como una acusación que como una pregunta.
—Ya sabes lo que pienso —ella odiaba repetir aquello—. Le falta sentimiento.
Él hizo un gesto de frustración.
—Yo pinto lo que veo.
El lienzo era mayoritariamente blanco, como si Cleopatra se sentara en una habitación de mármol blanco, pero el blanco tenía tonos sutiles en las sombras y color en los jeroglíficos y en otros detalles de la habitación y de su ropa. La propia Cleopatra estaba bañada en color. Su piel. Su pelo. Sus ojos, bordeados de negro. El dorado alrededor de su cuello resplandecía y el color rojo del cojín del mueble donde se reclinaba hacía juego con el de sus labios.
No tenía duda de que allí había mucha maestría, pero faltaba lo que hacía especial el trabajo de Seiya. Había intentado explicárselo una y otra vez.
—Estás ignorando el sentimiento —no sabía cómo decirlo de otro modo.
Él negó con la cabeza.
—Esto no es distinto a cuando pinté a Michiru.
—El cuadro de Michiru la hacía parecer viva. Podías ver la pasión juvenil en su cara, todas sus esperanzas y anhelos de futuro.
Seiya levantó una mano.
—Eso son tonterías, Serena. Michiru posó para mí y yo pinté lo que vi.
—Entonces a mí me ves plana y sin vida —ella alzó la voz—. Cuando pintaste a Michiru, mostrabas cuánto la querías.
Él se enderezó.
—¿Me estás acusando de no tener sentimientos por ti?
Le había mostrado docenas de veces lo que sentía por ella, pero no le había dicho que la amaba. A ella le dolía que nunca pronunciara esa palabra.
—¿Cuáles son tus sentimientos, Seiya? —señaló el cuadro—. Los escondes en el lienzo.
Él se acercó a ella y le puso las manos en los hombros.
—¿Hace falta que lo preguntes, Serena? —sus ojos mostraban una profundidad de sentimiento que la dejó sin aliento. ¿Por qué no se veía eso en el retrato?
—¿Por qué tiene que hacer el cuadro la misma pregunta, Seiya? —murmuró—. Tú puedes hacerlo mejor que esto. ¿Qué sientes cuando me pintas?
Él la soltó y se volvió. Se pasó una mano por el pelo.
—Que BlackMoon poseerá el retrato y lo mirará todos los días.
— BlackMoon —repitió ella.
¿No se libraría nunca de aquel hombre? Aunque ya no la perseguía, sentía todavía sus ojos encima cuando estaba en el Salón Verde y cuando se sentaba en el palco y ella estaba en el escenario. A veces, durante los ensayos, él estaba sentado en la parte de atrás del teatro. Observando.
Serena no le había dicho eso a Seiya.
—Yo también tendré una copia del retrato —le recordó—. Me gustaría ver reflejado en él lo que ha pasado entre nosotros. Me gustaría que otras personas vieran esos sentimientos cuando miren los grabados.
Seiya apartó la vista.
Ella se dirigió hacia el dormitorio.
—Me voy a cambiar. Si hemos terminado por hoy, tengo que ir al teatro —no sabía contra quién iba dirigido su enfado, si contra BlackMoon por su intromisión, o contra Seiya, que le permitía tener tanta importancia.
Se quitó el vestido y lo colgó en la percha. Había empezado a ponerse el otro cuando entró Seiya.
—¿Puedes quedarte un poco más? —preguntó.
Ella respiró hondo.
—Creo que debería irme.
Él se acercó y le puso las manos en los hombros.
—Creo que tienes razón en lo del retrato. Quiero probar una cosa.
Su contacto acabó con el enfado de ella.
—¿Cuál?
—Posa para mí con el vestido transparente —le desató los lazos del corsé—. Sin esto.
Ella enarcó las cejas.
—¿Sin nada debajo?
—Sí —él estaba muy cerca, seguía desatando lazos—. Desde el día en que trajiste los vestidos, ésa ha sido la imagen que he anhelado pintar. Puede que ahí esté la respuesta.
Ella lo miró fijamente.
—Entiendo que tendrás que soportar muchas críticas si el retrato final muestra tu desnudez, pero pintaré encima. El retrato final te mostrará con el otro vestido blanco.
Serena imaginó los ojos de Seiya, serios y concentrados, fijos en ella, observando cada centímetro de su casi desnudez, buscando en las profundidades de su alma. La idea excitaba su mente y sus sentidos. El corazón le latía con fuerza.
Esos eran los sentimientos que ella quería reflejados en el retrato.
Se quitó el corsé.
—Vamos a hacerlo. Empezaremos ahora mismo.
¡Mil gracias sus comentarios y por continuar acompañandome en esta historia!
Les traigo un nuevo capitulo de este fic ¡espero que lo disfruten!
Capitulo 10
Las dos semanas siguientes fueron gloriosas para Serena. Las tardes estaban ocupadas con los ensayos de Marco Antonio y Cleopatra y por las noches tenía que estar en el teatro y ayudar en lo que pudiera. Ni siquiera le importaba asistir al Salón Verde porque siempre encontraba el modo de mencionar que Seiya le estaba haciendo un retrato. Pero lo que hacía su vida gloriosa eran las mañanas. Las pasaba todas con Seiya, haciendo el amor en su cama y posando después para el retrato.
A veces, cuando pintaba, la concentración de Seiya era tan intensa que no hablaban en absoluto. Otras veces intercambiaban historias de sus vidas.
Seiya parecía seleccionar cuidadosamente la información que quería compartir. Le hablaba de la época antes de la muerte de su padre, pero muy poco de después. Hablaba de España y Portugal, de las vistas, los sonidos y los olores de allí, pero no de las batallas en las que había luchado.
Serena le hablaba de su infancia en el colegio para chicas, de su madre y los amantes de su madre y de cómo había dejado el colegio para unirse a la compañía de teatro.
Una mancha en aquellos momentos idílicos era el retrato en sí. Al principio le fascinaba cómo parecía flotar su imagen a la superficie a medida que avanzaban los días, pero en el retrato faltaba algo. Estaba decepcionada con él y Serena lo sabía bien.
Otro elemento perturbador era que el retrato estaba casi acabado. En realidad, ella ya no necesitaba seguir posando, pero ninguno de los dos hablaba de eso.
Ese día, cuando terminó de posar, se levantó a observar el retrato.
—Es precioso, Seiya… —se interrumpió.
—¿Pero? —él pronunció la palabra más como una acusación que como una pregunta.
—Ya sabes lo que pienso —ella odiaba repetir aquello—. Le falta sentimiento.
Él hizo un gesto de frustración.
—Yo pinto lo que veo.
El lienzo era mayoritariamente blanco, como si Cleopatra se sentara en una habitación de mármol blanco, pero el blanco tenía tonos sutiles en las sombras y color en los jeroglíficos y en otros detalles de la habitación y de su ropa. La propia Cleopatra estaba bañada en color. Su piel. Su pelo. Sus ojos, bordeados de negro. El dorado alrededor de su cuello resplandecía y el color rojo del cojín del mueble donde se reclinaba hacía juego con el de sus labios.
No tenía duda de que allí había mucha maestría, pero faltaba lo que hacía especial el trabajo de Seiya. Había intentado explicárselo una y otra vez.
—Estás ignorando el sentimiento —no sabía cómo decirlo de otro modo.
Él negó con la cabeza.
—Esto no es distinto a cuando pinté a Michiru.
—El cuadro de Michiru la hacía parecer viva. Podías ver la pasión juvenil en su cara, todas sus esperanzas y anhelos de futuro.
Seiya levantó una mano.
—Eso son tonterías, Serena. Michiru posó para mí y yo pinté lo que vi.
—Entonces a mí me ves plana y sin vida —ella alzó la voz—. Cuando pintaste a Michiru, mostrabas cuánto la querías.
Él se enderezó.
—¿Me estás acusando de no tener sentimientos por ti?
Le había mostrado docenas de veces lo que sentía por ella, pero no le había dicho que la amaba. A ella le dolía que nunca pronunciara esa palabra.
—¿Cuáles son tus sentimientos, Seiya? —señaló el cuadro—. Los escondes en el lienzo.
Él se acercó a ella y le puso las manos en los hombros.
—¿Hace falta que lo preguntes, Serena? —sus ojos mostraban una profundidad de sentimiento que la dejó sin aliento. ¿Por qué no se veía eso en el retrato?
—¿Por qué tiene que hacer el cuadro la misma pregunta, Seiya? —murmuró—. Tú puedes hacerlo mejor que esto. ¿Qué sientes cuando me pintas?
Él la soltó y se volvió. Se pasó una mano por el pelo.
—Que BlackMoon poseerá el retrato y lo mirará todos los días.
— BlackMoon —repitió ella.
¿No se libraría nunca de aquel hombre? Aunque ya no la perseguía, sentía todavía sus ojos encima cuando estaba en el Salón Verde y cuando se sentaba en el palco y ella estaba en el escenario. A veces, durante los ensayos, él estaba sentado en la parte de atrás del teatro. Observando.
Serena no le había dicho eso a Seiya.
—Yo también tendré una copia del retrato —le recordó—. Me gustaría ver reflejado en él lo que ha pasado entre nosotros. Me gustaría que otras personas vieran esos sentimientos cuando miren los grabados.
Seiya apartó la vista.
Ella se dirigió hacia el dormitorio.
—Me voy a cambiar. Si hemos terminado por hoy, tengo que ir al teatro —no sabía contra quién iba dirigido su enfado, si contra BlackMoon por su intromisión, o contra Seiya, que le permitía tener tanta importancia.
Se quitó el vestido y lo colgó en la percha. Había empezado a ponerse el otro cuando entró Seiya.
—¿Puedes quedarte un poco más? —preguntó.
Ella respiró hondo.
—Creo que debería irme.
Él se acercó y le puso las manos en los hombros.
—Creo que tienes razón en lo del retrato. Quiero probar una cosa.
Su contacto acabó con el enfado de ella.
—¿Cuál?
—Posa para mí con el vestido transparente —le desató los lazos del corsé—. Sin esto.
Ella enarcó las cejas.
—¿Sin nada debajo?
—Sí —él estaba muy cerca, seguía desatando lazos—. Desde el día en que trajiste los vestidos, ésa ha sido la imagen que he anhelado pintar. Puede que ahí esté la respuesta.
Ella lo miró fijamente.
—Entiendo que tendrás que soportar muchas críticas si el retrato final muestra tu desnudez, pero pintaré encima. El retrato final te mostrará con el otro vestido blanco.
Serena imaginó los ojos de Seiya, serios y concentrados, fijos en ella, observando cada centímetro de su casi desnudez, buscando en las profundidades de su alma. La idea excitaba su mente y sus sentidos. El corazón le latía con fuerza.
Esos eran los sentimientos que ella quería reflejados en el retrato.
Se quitó el corsé.
—Vamos a hacerlo. Empezaremos ahora mismo.
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Michiru se había despedido de Haruka en la esquina de Adam Street con el Strand. Él tendría que correr para llegar a tiempo a su clase en Somerset House. Michiru insistió en que no la acompañara hasta su puerta y lo observó alejarse, sonriendo ante su paso alegre. Él se volvió, la vio y se detuvo como si pensara volver y acompañarla todo el camino. Ella se cambió de brazo el ramo de flores que le había regalado él y lo despidió con la mano.
Sería muy propio de Haruka llegar tarde por ella.
Suspiró. ¿Qué haría de no ser por él? Haruka era su amigo más fiel, mucho mejor amigo que sus compañeras de clase de Bath, que murmuraban a sus espaldas sobre su madre y lord BlackMoon cuando pensaban que ella no las oía. Haruka nunca hacía eso.
De no ser por Haruka, Michiru no saldría nunca de su casa de Londres. Su madre no salía ahora que lord BlackMoon había empezado a visitarla. Y éste parecía estar siempre valorándola como si intentara decidir el mejor modo de casarla.
Acercó las flores de Haruka a su nariz y recorrió despacio el resto del camino hasta su casa. Cuando llegó a la puerta, oyó que daba la una en el reloj. Había dicho a su madre que volvería a la una.
Desde el pasillo oyó la voz de BlackMoon en el salón. Se dirigió sin hacer ruido a la parte trasera de la casa, con la esperanza de evitarlo y empezó a bajar la escalera de los sirvientes hacia la cocina para poner las flores en agua.
El mayordomo subía a su vez.
—Hola, Wilson —lo saludó animosa—. ¿Te importa decirle a mi madre que he vuelto? Estaré en mi dormitorio cuando me haya ocupado de las flores.
Wilson la miró.
—Su madre le pide que vaya al salón, señorita.
Michiru bajó otro escalón.
—La veré luego. Tiene visita.
Wilson se interpuso en su camino.
—Su madre ha pedido expresamente que fuera al salón en cuanto regresara.
Michiru suspiró.
—Porque llego tarde, supongo.
Él tendió las manos.
—Tomaré sus cosas y me encargaré de las flores, señorita.
¿Tan enfadada estaba su madre con ella porque llegaba tarde?
En el espacio estrecho de las escaleras, tendió primero las flores a Wilson y después el sombrero y los guantes. Al fin se quitó la capa y se la dio también antes de volverse y subir de nuevo las escaleras. Cuando llegó arriba, se alisó la falda y entró en el salón.
—Michiru, por fin estás en casa —dijo su madre cuando la vio.
BlackMoon y otro caballero se pusieron en pie. Era el caballero del Egyptian Hall, el que la había mirado con tanta grosería. ¿Por qué visitaba a su madre?
—Ah, Michiru, querida, me alegro de verte — BlackMoon se acercó y le tomó la mano—. Ven a saludar. Creo que ya conoces a lord Rubeus.
Lord Rubeus tenía el rostro sonrojado. Se inclinó ante ella.
—Señorita Kou. Es un placer volver a verla.
Ella hizo una reverencia.
—Buenos días, señor.
Su madre señaló la silla entre lord Rubeus y ella.
—Ven a sentarte con nosotros. Tenemos una conversación muy agradable.
Michiru no entendía por qué era necesaria su presencia para que ellos prosiguieran con su conversación agradable, pero se instaló en la silla.
Lord Rubeus se inclinó hacia ella.
—¿Cómo se encuentra hoy, señorita Kou?
—Muy bien, señor —murmuró ella.
—¿Su madre ha dicho que ha ido de compras?
—Al mercado de Covent Garden, señor.
—¿Y ha comprado algo?
—Flores, señor —Michiru no podía imaginar por qué la interrogaba así ni por qué sonreía su madre.
—Hemos hablado de ti —dijo ésta.
Michiru se volvió hacia ella.
Lord Rubeus le dio una palmadita en la mano.
—Sólo elogios, querida mía.
Lord BlackMoon se puso en pie.
—De hecho, lord Rubeus tiene algo que desea decirte —tendió la mano a su madre—. Vamos, Esmeralda, vamos a dejar la habitación un momento.
Su madre le tomó la mano y dejó que la ayudara a incorporarse, cosa que podía hacer muy bien sola. A Michiru se le oprimió el corazón. No quería que la dejaran sola con lord Rubeus.
—Madre, espera…
Su madre le lanzó una mirada de afecto y salió del salón. BlackMoon la siguió y cerró la puerta tras ellos.
Michiru miró a lord Rubeus asustada. Nunca había estado a solas en una habitación con un caballero con la puerta cerrada. Ni siquiera con Haruka.
Lord Rubeus acercó más su silla a la de ella hasta que sus rodillas se tocaron. Le tomó una mano en las suyas.
—Mi querida señorita Kou, sólo pienso en usted desde el momento en que la vi en el Egyptian Hall.
—No puedo imaginar… —empezó a decir ella, intentando soltar su mano.
Él la agarró con más fuerza y se la llevó a los labios.
—Siento una gran pasión por usted.
—¡Señor! —¿una pasión? Aquello era horrible. Él era casi tan viejo como BlackMoon.
Él siguió humedeciéndole la mano.
—No puedo descansar hasta que diga que será mía. Nada deseo más en este mundo que poseerla.
Ella se puso en pie de un salto.
—¡No diga más! Soy demasiado joven para esto —no podía creer que su madre hubiera aprobado aquello—. Tengo esperanzas de matrimonio, señor. Soy demasiado joven para una aventura. No puedo hacerlo.
Él se echó a reír y de nuevo acercó la mano de ella a sus labios húmedos.
—Niña tonta. Yo jamás la deshonraría con una petición semejante. Es matrimonio lo que le propongo —cayó de rodillas—. Señorita Kou, ¿consentiria en ser mi esposa?
A Michiru el pánico le cerró la garganta.
—¿Su esposa?
Volvió a sentarse en la silla. Él se incorporó y acercó su silla todavía más.
—Tengo la aprobación de su madre y la de lord BlackMoon. Es él quien ha organizado el asunto. Lo único que falta es su consentimiento.
¿Organizado el asunto? ¿Qué significaba eso? ¿Lord BlackMoon la había vendido? ¿Su madre había aceptado?
—¡No! —gritó. No sabía qué pensar. Quería rechazarlo, ¿pero se enfadaría su madre con ella si lo hacía? —No. Es decir… no puedo responder ahora. Por favor, no me exija una respuesta. Esto es demasiado repentino para mí.
Él le soltó al fin la mano y le dejó espacio para respirar.
—Lo comprendo. Sabe muy poco de mí —sonrió con indulgencia—. Permítame que le asegure que soy un hombre rico. Tengo un título antiguo y mis finanzas son tan sólidas como el Banco de Inglaterra. Soy un viudo con dos hijos encantadores que necesitan una madre. Estoy tan sano como un caballo —se dio una palmada en el pecho—. Y, aunque esté mal que yo lo diga, soy lo bastante lujurioso para una esposa joven. La misión de mi vida será complacerla y hacerla feliz.
¿Lo bastante lujurioso? Michiru se encogió. Él no se parecía nada a los amantes de sus fantasías, de las novelas que leía. Estaba… gordo. Y era viejo.
A ella le costaba trabajo respirar.
—Por favor…
Él se levantó, pero le alzó la barbilla con la mano.
—Me despediré por el momento. Confío en que su madre y lord BlackMoon consigan tranquilizar su mente de doncella.
Se inclinó y la besó en los labios. Fue como verse obligada a besar un pescado crudo.
Lord Rubeus se enderezó.
—Quiero dejar algo más en claro. Renuncio a la posibilidad de tener una dote. De hecho, he acordado con BlackMoon que, con nuestro matrimonio, me ocuparé económicamente de su madre además de usted y quiero asegurarle que soy un hombre muy generoso.
¿ BlackMoon había vendido también el mantenimiento de su madre? A Michiru le daba vueltas la cabeza. ¿Por qué había hecho eso?
Lord Rubeus hizo una reverencia profunda, se volvió y salió de la habitación.
Michiru se limpió los labios con el dorso de la mano y se agarró la garganta. Se inclinó; no sabía si se iba a desmayar.
Su madre y BlackMoon entraron en la estancia. Su madre corrió a su lado.
—¿No has dicho que sí, Michiru, querida? Estoy muy sorprendida.
BlackMoon parecía severo.
—Te ha hecho una oferta decente. Más de lo que tienes derecho a esperar.
Michiru miró a su madre a los ojos.
—¿Quieres que lo acepte, madre?
Su madre parpadeó.
—Pero por supuesto. Tendrás seguridad de por vida.
—Y tú también —replicó la joven.
—Vamos, vamos —intervino BlackMoon —. Eso no importa. Aquí se trata de ti, no de tu madre.
Michiru lo miró. Quizá su madre no conocía aquella parte del trato.
—Pero usted… —empezó a decir.
—¡Silencio! —él la miró de hito en hito—. No seas tonta, no rechaces esta oferta, muchacha.
—Es un matrimonio maravilloso, Michiru. Mejor de lo que yo podría haber soñado para ti.
Michiru se puso en pie.
—Necesito tiempo. Denme tiempo —pasó entre ellos hacia la puerta.
—No esperará eternamente —dijo BlackMoon.
Michiru salió al pasillo y giró sobre sí misma, sin saber qué hacer.
—¿Michiru? —la llamó su madre desde el salón.
Michiru abrió la puerta con un grito y salió corriendo a la calle sin sombrero, guantes, ni capa, sin pensar en nada excepto que necesitaba encontrar un lugar donde pudiera respirar.
A sus espaldas sonó una voz de mujer.
—¡Señorita Kou!
Sería muy propio de Haruka llegar tarde por ella.
Suspiró. ¿Qué haría de no ser por él? Haruka era su amigo más fiel, mucho mejor amigo que sus compañeras de clase de Bath, que murmuraban a sus espaldas sobre su madre y lord BlackMoon cuando pensaban que ella no las oía. Haruka nunca hacía eso.
De no ser por Haruka, Michiru no saldría nunca de su casa de Londres. Su madre no salía ahora que lord BlackMoon había empezado a visitarla. Y éste parecía estar siempre valorándola como si intentara decidir el mejor modo de casarla.
Acercó las flores de Haruka a su nariz y recorrió despacio el resto del camino hasta su casa. Cuando llegó a la puerta, oyó que daba la una en el reloj. Había dicho a su madre que volvería a la una.
Desde el pasillo oyó la voz de BlackMoon en el salón. Se dirigió sin hacer ruido a la parte trasera de la casa, con la esperanza de evitarlo y empezó a bajar la escalera de los sirvientes hacia la cocina para poner las flores en agua.
El mayordomo subía a su vez.
—Hola, Wilson —lo saludó animosa—. ¿Te importa decirle a mi madre que he vuelto? Estaré en mi dormitorio cuando me haya ocupado de las flores.
Wilson la miró.
—Su madre le pide que vaya al salón, señorita.
Michiru bajó otro escalón.
—La veré luego. Tiene visita.
Wilson se interpuso en su camino.
—Su madre ha pedido expresamente que fuera al salón en cuanto regresara.
Michiru suspiró.
—Porque llego tarde, supongo.
Él tendió las manos.
—Tomaré sus cosas y me encargaré de las flores, señorita.
¿Tan enfadada estaba su madre con ella porque llegaba tarde?
En el espacio estrecho de las escaleras, tendió primero las flores a Wilson y después el sombrero y los guantes. Al fin se quitó la capa y se la dio también antes de volverse y subir de nuevo las escaleras. Cuando llegó arriba, se alisó la falda y entró en el salón.
—Michiru, por fin estás en casa —dijo su madre cuando la vio.
BlackMoon y otro caballero se pusieron en pie. Era el caballero del Egyptian Hall, el que la había mirado con tanta grosería. ¿Por qué visitaba a su madre?
—Ah, Michiru, querida, me alegro de verte — BlackMoon se acercó y le tomó la mano—. Ven a saludar. Creo que ya conoces a lord Rubeus.
Lord Rubeus tenía el rostro sonrojado. Se inclinó ante ella.
—Señorita Kou. Es un placer volver a verla.
Ella hizo una reverencia.
—Buenos días, señor.
Su madre señaló la silla entre lord Rubeus y ella.
—Ven a sentarte con nosotros. Tenemos una conversación muy agradable.
Michiru no entendía por qué era necesaria su presencia para que ellos prosiguieran con su conversación agradable, pero se instaló en la silla.
Lord Rubeus se inclinó hacia ella.
—¿Cómo se encuentra hoy, señorita Kou?
—Muy bien, señor —murmuró ella.
—¿Su madre ha dicho que ha ido de compras?
—Al mercado de Covent Garden, señor.
—¿Y ha comprado algo?
—Flores, señor —Michiru no podía imaginar por qué la interrogaba así ni por qué sonreía su madre.
—Hemos hablado de ti —dijo ésta.
Michiru se volvió hacia ella.
Lord Rubeus le dio una palmadita en la mano.
—Sólo elogios, querida mía.
Lord BlackMoon se puso en pie.
—De hecho, lord Rubeus tiene algo que desea decirte —tendió la mano a su madre—. Vamos, Esmeralda, vamos a dejar la habitación un momento.
Su madre le tomó la mano y dejó que la ayudara a incorporarse, cosa que podía hacer muy bien sola. A Michiru se le oprimió el corazón. No quería que la dejaran sola con lord Rubeus.
—Madre, espera…
Su madre le lanzó una mirada de afecto y salió del salón. BlackMoon la siguió y cerró la puerta tras ellos.
Michiru miró a lord Rubeus asustada. Nunca había estado a solas en una habitación con un caballero con la puerta cerrada. Ni siquiera con Haruka.
Lord Rubeus acercó más su silla a la de ella hasta que sus rodillas se tocaron. Le tomó una mano en las suyas.
—Mi querida señorita Kou, sólo pienso en usted desde el momento en que la vi en el Egyptian Hall.
—No puedo imaginar… —empezó a decir ella, intentando soltar su mano.
Él la agarró con más fuerza y se la llevó a los labios.
—Siento una gran pasión por usted.
—¡Señor! —¿una pasión? Aquello era horrible. Él era casi tan viejo como BlackMoon.
Él siguió humedeciéndole la mano.
—No puedo descansar hasta que diga que será mía. Nada deseo más en este mundo que poseerla.
Ella se puso en pie de un salto.
—¡No diga más! Soy demasiado joven para esto —no podía creer que su madre hubiera aprobado aquello—. Tengo esperanzas de matrimonio, señor. Soy demasiado joven para una aventura. No puedo hacerlo.
Él se echó a reír y de nuevo acercó la mano de ella a sus labios húmedos.
—Niña tonta. Yo jamás la deshonraría con una petición semejante. Es matrimonio lo que le propongo —cayó de rodillas—. Señorita Kou, ¿consentiria en ser mi esposa?
A Michiru el pánico le cerró la garganta.
—¿Su esposa?
Volvió a sentarse en la silla. Él se incorporó y acercó su silla todavía más.
—Tengo la aprobación de su madre y la de lord BlackMoon. Es él quien ha organizado el asunto. Lo único que falta es su consentimiento.
¿Organizado el asunto? ¿Qué significaba eso? ¿Lord BlackMoon la había vendido? ¿Su madre había aceptado?
—¡No! —gritó. No sabía qué pensar. Quería rechazarlo, ¿pero se enfadaría su madre con ella si lo hacía? —No. Es decir… no puedo responder ahora. Por favor, no me exija una respuesta. Esto es demasiado repentino para mí.
Él le soltó al fin la mano y le dejó espacio para respirar.
—Lo comprendo. Sabe muy poco de mí —sonrió con indulgencia—. Permítame que le asegure que soy un hombre rico. Tengo un título antiguo y mis finanzas son tan sólidas como el Banco de Inglaterra. Soy un viudo con dos hijos encantadores que necesitan una madre. Estoy tan sano como un caballo —se dio una palmada en el pecho—. Y, aunque esté mal que yo lo diga, soy lo bastante lujurioso para una esposa joven. La misión de mi vida será complacerla y hacerla feliz.
¿Lo bastante lujurioso? Michiru se encogió. Él no se parecía nada a los amantes de sus fantasías, de las novelas que leía. Estaba… gordo. Y era viejo.
A ella le costaba trabajo respirar.
—Por favor…
Él se levantó, pero le alzó la barbilla con la mano.
—Me despediré por el momento. Confío en que su madre y lord BlackMoon consigan tranquilizar su mente de doncella.
Se inclinó y la besó en los labios. Fue como verse obligada a besar un pescado crudo.
Lord Rubeus se enderezó.
—Quiero dejar algo más en claro. Renuncio a la posibilidad de tener una dote. De hecho, he acordado con BlackMoon que, con nuestro matrimonio, me ocuparé económicamente de su madre además de usted y quiero asegurarle que soy un hombre muy generoso.
¿ BlackMoon había vendido también el mantenimiento de su madre? A Michiru le daba vueltas la cabeza. ¿Por qué había hecho eso?
Lord Rubeus hizo una reverencia profunda, se volvió y salió de la habitación.
Michiru se limpió los labios con el dorso de la mano y se agarró la garganta. Se inclinó; no sabía si se iba a desmayar.
Su madre y BlackMoon entraron en la estancia. Su madre corrió a su lado.
—¿No has dicho que sí, Michiru, querida? Estoy muy sorprendida.
BlackMoon parecía severo.
—Te ha hecho una oferta decente. Más de lo que tienes derecho a esperar.
Michiru miró a su madre a los ojos.
—¿Quieres que lo acepte, madre?
Su madre parpadeó.
—Pero por supuesto. Tendrás seguridad de por vida.
—Y tú también —replicó la joven.
—Vamos, vamos —intervino BlackMoon —. Eso no importa. Aquí se trata de ti, no de tu madre.
Michiru lo miró. Quizá su madre no conocía aquella parte del trato.
—Pero usted… —empezó a decir.
—¡Silencio! —él la miró de hito en hito—. No seas tonta, no rechaces esta oferta, muchacha.
—Es un matrimonio maravilloso, Michiru. Mejor de lo que yo podría haber soñado para ti.
Michiru se puso en pie.
—Necesito tiempo. Denme tiempo —pasó entre ellos hacia la puerta.
—No esperará eternamente —dijo BlackMoon.
Michiru salió al pasillo y giró sobre sí misma, sin saber qué hacer.
—¿Michiru? —la llamó su madre desde el salón.
Michiru abrió la puerta con un grito y salió corriendo a la calle sin sombrero, guantes, ni capa, sin pensar en nada excepto que necesitaba encontrar un lugar donde pudiera respirar.
A sus espaldas sonó una voz de mujer.
—¡Señorita Kou!
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Serena acababa de salir del estudio de Seiya, vibrante de energía y optimista con el retrato, cuando Michiru pasó corriendo a su lado. Si se detenía a avisar a Seiya, Michiru podía perderse de vista.
Corrió tras ella.
—¡Michiru!
La chica no dio muestras de haberla oído. Parecía correr directamente hacia el río. Serena sólo pudo pensar que quería saltar.
La alcanzó cerca del borde del agua, la tomó del brazo y la apartó de donde el camino llevaba directamente al agua.
—¿Qué está haciendo? —gritó—. ¿Qué ocurre?
Pareció que a la chica le llevaba unos momentos reconocerla.
—Es usted, señorita Tsukino.
—¿Iba a saltar? —a Serena le latía todavía con fuerza el corazón.
Michiru negó con la cabeza.
—Quiero ir a Somerset House a buscar a Haruka.
Serena la rodeó con el brazo.
—Entiendo —habló con tono consolador—. ¿Y para qué quiere ir a buscar a Haruka?
—¡Oh, señorita Tsukino! —Michiru le echó los brazos al cuello y estalló en sollozos—. Es horrible. ¿Qué voy a hacer?
Serena esperó a que pasara la crisis de llanto antes de pedirle que se explicara. Michiru le contó toda la historia. Lord BlackMoon había arreglado que lord Rubeus le propusiera matrimonio. ¡Pobre niña! Y pobre Haruka.
—Lo peor es que mi madre quiere que me case con él —sollozó Michiru—. Y es lo bastante mayor para ser mi padre. ¡Y está gordo! —volvió a llorar con fuerza.
—Vamos, vamos —Serena le dio palmaditas en la espalda hasta que volvió a calmarse—. Estoy segura de que hay un modo de arreglar esto.
—No se puede hacer nada.
Serena la abrazó.
—Tenemos que ir a decírselo a Seiya.
Michiru se apartó.
—Seiya odia a lord BlackMoon. Lo desafiará a duelo o algo así.
—Seiya te ayudará, sé que lo hará. Tienes que contarle todo esto.
—Nadie puede ayudarme —Michiru se tapó la cara con las manos. Cuando las retiró, suspiró—. Oh, muy bien. Se lo diré a Seiya.
Serena se quitó la capa y la cubrió con ella. Caminaron juntas hasta el estudio de Seiya.
Michiru no dejó de hablar por el camino.
—Además, si me caso con lord Rubeus, él será el que mantenga a madre. Lord BlackMoon ha añadido eso al acuerdo matrimonial. Si me niego, a lo mejor no le pasará más dinero a madre y no tendremos de qué vivir.
Serena casi tropezó.
—¿Lord BlackMoon sigue manteniendo a su madre? Yo creía que su… conexión ya no existía
—Siempre nos ha mantenido —asintió Michiru—. Desde que murió mi padre. Viviríamos en la miseria si no lo hubiera hecho. A mi madre se le partirá el corazón cuando descubra que él ya no quiere seguir pagándole.
Serena había tenido claro que la madre de Seiya había sido en otro tiempo amante de BlackMoon, pero no sabía que mantenía también a la familia.
—¿Por qué se le partirá el corazón?
—Porque mamá está muy enamorada de él. Lord BlackMoon es más importante para ella que ninguna otra persona, incluidos Seiya y yo.
¿La madre de Seiya era lo bastante tonta para preferir a BlackMoon antes que a sus hijos? Serena había creído que su madre era la única que prefería a un hombre, cualquier hombre, antes que a su hija.
—Ella renunció a todo por él —continuó Michiru—. Pero, por supuesto, creo que, si no, habríamos pasado hambre, aunque Seiya dice que no —miró a Serena—. Yo creía que Seiya le había contado todo esto.
—Quizá no le pareció importante —repuso Serena.
Michiru arrugó la frente.
—Yo creía que lord BlackMoon amaba a mi madre, pero, si la amara, no querría dejar de ocuparse de ella. Ahora que ha heredado el título, puede permitírselo mejor. Pero parece que quisiera librarse de ella.
Habían llegado al edificio de Seiya.
—Vamos, llamaremos a la puerta.
Seiya acudió a abrir llevando todavía la camisa manchada de pintura.
—¿Serena? —Abrió mucho los ojos al ver a Michiru—. Adelante.
—¡Oh, Seiya! —Michiru entró corriendo y se echó en sus brazos, llorando de nuevo.
Él miró a Serena con ojos interrogantes.
Ella le hizo un gesto de que esperara.
—Siéntate, Michiru —la llevó a la chaise longue.
—Haré té —Serena los dejó y entró en la cocina.
Oyó la explicación entrecortada de Michiru y la respuesta crispada de su hermano. Ahora tenía dos personas alteradas.
Les llevó el té.
Seiya paseaba por la estancia.
— BlackMoon se ha entrometido ya suficiente. Es hora de lidiar con él.
Michiru palideció.
—A madre no le gustará que te pelees con él —abrió mucho los ojos—. ¡No pueden batirse en duelo!
—Le estaría bien empleado —murmuró Seiya.
—¡No! —gritó Michiru.
Serena dejó la bandeja en la mesa y se sentó a su lado.
—Tu hermano no se batirá en duelo —lo miró fijamente—. ¿Verdad, Seiya?
Él seguía paseando.
—Claro que no, pero me ocuparé de él.
Ella señaló la bandeja.
—Vamos a tomarnos el té y calmarnos un poco —dijo.
—No quiero té —repuso Seiya. Fue hacia su dormitorio—. Necesito cambiarme de camisa.
Michiru parpadeó para reprimir las lágrimas.
—¿Estás segura de que mi hermano no se batirá en duelo?
Serena le apretó la mano.
—Estoy muy segura.
—Aborrece a BlackMoon.
Serena también lo aborrecía, por causar tanta infelicidad a aquellas personas que le importaban. Sirvió una taza de té.
—Toma, bebe esto. La ayudará a sentirse mejor.
Michiru tomó un sorbo y suspiró.
—Me gustaría poder contárselo a Haruka. Quiero hablar con él.
—¿Cuándo lo verá?
—Esta noche en la cena, si viene. Pero probablemente no podremos hablar a solas.
El reloj de la chimenea dio las cuatro y media.
Seiya salió del dormitorio atándose la corbata. Miró a Serena.
—¿No llegas tarde al teatro?
Michiru pareció asustada.
—¡La he retrasado!
Serena le dio una palmadita en la mano.
—Las actrices pueden llegar tarde de vez en cuando. ¿Quiere acompañarme a ver el ensayo? Será una buena distracción —miró a Seiya—. Puedes venir a recogerla después o puedo enviarla a casa en un coche de alquiler.
Seiya miró a su hermana.
—¿Michiru?
Ella asintió. Se secó las lágrimas con los dedos.
—Puedo volver en un carruaje a la hora de cenar —miró a Seiya—. ¿Le dirás a mamá dónde estoy? No quiero verla ahora. Dile que no llegaré tarde.
—Lo haré —Seiya se abrochó la levita—. Vámonos ya. Quiero ver a BlackMoon, si está todavía con madre.
Serena le dio su capa a Michiru y se puso uno de los chales que había llevado con los vestidos de Cleopatra. Seiya caminó con ellas hasta el Strand y las ayudó a subir a un carruaje.
Serena le puso una mano en la mejilla.
—Ten cuidado, Seiya.
Él le cubrió la mano con la suya.
—Soy yo el que suele decirte eso con respecto a BlackMoon.
Sus miradas se encontraron un momento. Cuando se alejó el carruaje, ella se quedó viendo su figura achicándose en la distancia.
Tal vez se le había contagiado el humor de Michiru, pues no pudo evitar sentir que su futuro con Seiya había sufrido también un cambio a peor.
Una vez que esa sensación se apoderó de ella, ya no pudo quitársela de encima.
Corrió tras ella.
—¡Michiru!
La chica no dio muestras de haberla oído. Parecía correr directamente hacia el río. Serena sólo pudo pensar que quería saltar.
La alcanzó cerca del borde del agua, la tomó del brazo y la apartó de donde el camino llevaba directamente al agua.
—¿Qué está haciendo? —gritó—. ¿Qué ocurre?
Pareció que a la chica le llevaba unos momentos reconocerla.
—Es usted, señorita Tsukino.
—¿Iba a saltar? —a Serena le latía todavía con fuerza el corazón.
Michiru negó con la cabeza.
—Quiero ir a Somerset House a buscar a Haruka.
Serena la rodeó con el brazo.
—Entiendo —habló con tono consolador—. ¿Y para qué quiere ir a buscar a Haruka?
—¡Oh, señorita Tsukino! —Michiru le echó los brazos al cuello y estalló en sollozos—. Es horrible. ¿Qué voy a hacer?
Serena esperó a que pasara la crisis de llanto antes de pedirle que se explicara. Michiru le contó toda la historia. Lord BlackMoon había arreglado que lord Rubeus le propusiera matrimonio. ¡Pobre niña! Y pobre Haruka.
—Lo peor es que mi madre quiere que me case con él —sollozó Michiru—. Y es lo bastante mayor para ser mi padre. ¡Y está gordo! —volvió a llorar con fuerza.
—Vamos, vamos —Serena le dio palmaditas en la espalda hasta que volvió a calmarse—. Estoy segura de que hay un modo de arreglar esto.
—No se puede hacer nada.
Serena la abrazó.
—Tenemos que ir a decírselo a Seiya.
Michiru se apartó.
—Seiya odia a lord BlackMoon. Lo desafiará a duelo o algo así.
—Seiya te ayudará, sé que lo hará. Tienes que contarle todo esto.
—Nadie puede ayudarme —Michiru se tapó la cara con las manos. Cuando las retiró, suspiró—. Oh, muy bien. Se lo diré a Seiya.
Serena se quitó la capa y la cubrió con ella. Caminaron juntas hasta el estudio de Seiya.
Michiru no dejó de hablar por el camino.
—Además, si me caso con lord Rubeus, él será el que mantenga a madre. Lord BlackMoon ha añadido eso al acuerdo matrimonial. Si me niego, a lo mejor no le pasará más dinero a madre y no tendremos de qué vivir.
Serena casi tropezó.
—¿Lord BlackMoon sigue manteniendo a su madre? Yo creía que su… conexión ya no existía
—Siempre nos ha mantenido —asintió Michiru—. Desde que murió mi padre. Viviríamos en la miseria si no lo hubiera hecho. A mi madre se le partirá el corazón cuando descubra que él ya no quiere seguir pagándole.
Serena había tenido claro que la madre de Seiya había sido en otro tiempo amante de BlackMoon, pero no sabía que mantenía también a la familia.
—¿Por qué se le partirá el corazón?
—Porque mamá está muy enamorada de él. Lord BlackMoon es más importante para ella que ninguna otra persona, incluidos Seiya y yo.
¿La madre de Seiya era lo bastante tonta para preferir a BlackMoon antes que a sus hijos? Serena había creído que su madre era la única que prefería a un hombre, cualquier hombre, antes que a su hija.
—Ella renunció a todo por él —continuó Michiru—. Pero, por supuesto, creo que, si no, habríamos pasado hambre, aunque Seiya dice que no —miró a Serena—. Yo creía que Seiya le había contado todo esto.
—Quizá no le pareció importante —repuso Serena.
Michiru arrugó la frente.
—Yo creía que lord BlackMoon amaba a mi madre, pero, si la amara, no querría dejar de ocuparse de ella. Ahora que ha heredado el título, puede permitírselo mejor. Pero parece que quisiera librarse de ella.
Habían llegado al edificio de Seiya.
—Vamos, llamaremos a la puerta.
Seiya acudió a abrir llevando todavía la camisa manchada de pintura.
—¿Serena? —Abrió mucho los ojos al ver a Michiru—. Adelante.
—¡Oh, Seiya! —Michiru entró corriendo y se echó en sus brazos, llorando de nuevo.
Él miró a Serena con ojos interrogantes.
Ella le hizo un gesto de que esperara.
—Siéntate, Michiru —la llevó a la chaise longue.
—Haré té —Serena los dejó y entró en la cocina.
Oyó la explicación entrecortada de Michiru y la respuesta crispada de su hermano. Ahora tenía dos personas alteradas.
Les llevó el té.
Seiya paseaba por la estancia.
— BlackMoon se ha entrometido ya suficiente. Es hora de lidiar con él.
Michiru palideció.
—A madre no le gustará que te pelees con él —abrió mucho los ojos—. ¡No pueden batirse en duelo!
—Le estaría bien empleado —murmuró Seiya.
—¡No! —gritó Michiru.
Serena dejó la bandeja en la mesa y se sentó a su lado.
—Tu hermano no se batirá en duelo —lo miró fijamente—. ¿Verdad, Seiya?
Él seguía paseando.
—Claro que no, pero me ocuparé de él.
Ella señaló la bandeja.
—Vamos a tomarnos el té y calmarnos un poco —dijo.
—No quiero té —repuso Seiya. Fue hacia su dormitorio—. Necesito cambiarme de camisa.
Michiru parpadeó para reprimir las lágrimas.
—¿Estás segura de que mi hermano no se batirá en duelo?
Serena le apretó la mano.
—Estoy muy segura.
—Aborrece a BlackMoon.
Serena también lo aborrecía, por causar tanta infelicidad a aquellas personas que le importaban. Sirvió una taza de té.
—Toma, bebe esto. La ayudará a sentirse mejor.
Michiru tomó un sorbo y suspiró.
—Me gustaría poder contárselo a Haruka. Quiero hablar con él.
—¿Cuándo lo verá?
—Esta noche en la cena, si viene. Pero probablemente no podremos hablar a solas.
El reloj de la chimenea dio las cuatro y media.
Seiya salió del dormitorio atándose la corbata. Miró a Serena.
—¿No llegas tarde al teatro?
Michiru pareció asustada.
—¡La he retrasado!
Serena le dio una palmadita en la mano.
—Las actrices pueden llegar tarde de vez en cuando. ¿Quiere acompañarme a ver el ensayo? Será una buena distracción —miró a Seiya—. Puedes venir a recogerla después o puedo enviarla a casa en un coche de alquiler.
Seiya miró a su hermana.
—¿Michiru?
Ella asintió. Se secó las lágrimas con los dedos.
—Puedo volver en un carruaje a la hora de cenar —miró a Seiya—. ¿Le dirás a mamá dónde estoy? No quiero verla ahora. Dile que no llegaré tarde.
—Lo haré —Seiya se abrochó la levita—. Vámonos ya. Quiero ver a BlackMoon, si está todavía con madre.
Serena le dio su capa a Michiru y se puso uno de los chales que había llevado con los vestidos de Cleopatra. Seiya caminó con ellas hasta el Strand y las ayudó a subir a un carruaje.
Serena le puso una mano en la mejilla.
—Ten cuidado, Seiya.
Él le cubrió la mano con la suya.
—Soy yo el que suele decirte eso con respecto a BlackMoon.
Sus miradas se encontraron un momento. Cuando se alejó el carruaje, ella se quedó viendo su figura achicándose en la distancia.
Tal vez se le había contagiado el humor de Michiru, pues no pudo evitar sentir que su futuro con Seiya había sufrido también un cambio a peor.
Una vez que esa sensación se apoderó de ella, ya no pudo quitársela de encima.
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Seiya vaciló sólo hasta que el coche de punto se perdió de vista; después echó a andar con decisión a la casa de su madre.
Cuando entró, Wilson estaba vestido para salir.
—La señora Kou me ha enviado a su estudio, señor Kou —el mayordomo miró detrás de él—. ¿La señorita Michiru no está con usted?
—Estaba conmigo hasta hace un momento —explicó Seiya.
Oyó la voz de su madre en su dormitorio, al final del pasillo.
—Estoy preocupada, Diamante.
—Tonterías. Ha ido corriendo a ver su hermano —repuso BlackMoon —. Déjala.
—Me gustaría saberlo con certeza —su madre salió de la habitación y lo vio en el vestíbulo. Corrió hacia él—. ¿Seiya? ¿Michiru está contigo?
—No, madre. Ha ido con la señorita Tsukino a ver los ensayos.
BlackMoon salió del dormitorio de su madre.
—¿Ha ido con la señorita Tsukino?
¡Santo cielo! ¿ BlackMoon se la había llevado a la cama cuando desconocían el paradero de su hija?
¿Y ella se había dejado? Eran abominables los dos.
—Quería ver los ensayos —Seiya pasó la vista del uno a la otra—. Veo que ustedes han encontrado en qué ocuparse en su ausencia.
Su madre se ruborizó.
—¡Seiya!
—Oye, muchacho… —empezó a decir BlackMoon.
Seiya levantó una mano para silenciarlos. Caminó hacia el salón.
—Hablaré con los dos ahora.
Wilson le lanzó una mirada rápida de aprobación y se volvió hacia su madre.
—¿Necesita de mí, señora?
—No, no, Wilson. Puedes volver a lo que estabas haciendo —ella siguió a Seiya al salón.
BlackMoon entró tras ella y cerró la puerta.
—Tú no puedes hablarnos en ese tono ni a tu madre ni a mí, muchacho. Y menos delante de un sirviente.
Seiya se giró hacia él.
—Silencio, BlackMoon. A los sirvientes difícilmente puede escandalizarles nada de lo que suceda en esta casa. He venido aquí preocupado por mi hermana. Exijo saber qué es ese asunto del matrimonio.
—Es una oferta maravillosa —dijo su madre con voz débil.
—¿Cuándo la has conocido tú, madre?
Ella lo miró con extrañeza.
—Me lo ha dicho Diamante esta mañana.
—¿El acuerdo estaba ya cerrado cuando ha hablado contigo?
—Por supuesto —ella levantó la barbilla—. Diamante se ha ocupado de todo.
Seiya miró a BlackMoon.
—¿Ha negociado un acuerdo matrimonial para mi hermana sin consultarlo antes con su familia? ¿Qué le da ese derecho?
Los ojos de BlackMoon echaban chispas.
—Mi interés por tu familia. ¿Eso no es suficiente para ti?
—Lord Rubeus es un hombre rico —intervino su madre.
—Eso es posible —le contestó Seiya—. Y si es un hombre de buen carácter y Michiru así lo quiere, no tengo nada que objetar. Pero no sabemos nada de Rubeus. BlackMoon ha hecho ese acuerdo sin decirnos ni una palabra a ti, a Michiru ni a mí.
BlackMoon dio un paso hacia él.
—¿Cómo te atreves a cuestionarme? Rubeus es un caballero. Hice el acuerdo porque vi un modo de ayudar a tu hermana y lo aproveché.
—A Michiru no le faltará de nada si se casa con él —explicó su madre—. Tendrá seguridad.
Seiya ignoró a BlackMoon.
—Según tengo entendido, madre, será a ti a quien no le faltará de nada si Michiru se casa con ese caballero. Tú tendrás seguridad.
—Vamos —gritó BlackMoon —, ya he tenido suficiente.
—¿Yo tendré seguridad? —repitió su madre—. No comprendo lo que dices.
Seiya inclinó la cabeza hacia BlackMoon.
—El acuerdo matrimonial incluye que lord Rubeus se haga cargo de ti económicamente. ¿ BlackMoon ha olvidado explicarte ese punto?
Ella miró a BlackMoon con ojos muy abiertos.
—¿Eso es cierto, Diamante?
BlackMoon lanzó una mirada asesina a Seiya, pero habló a su madre con voz suave.
—Esmeralda, yo no quería molestarte con esos detalles…
—Mi madre es la tutora legal de Michiru —replicó Seiya—. Debería conocer todos los detalles, sobre todo el que se relaciona con ella.
Su madre se retorció las manos.
BlackMoon chasqueó los dedos.
—Sólo pensé en lo mucho que te disgusta tratar con números.
—Pero me habría gustado saber eso —la voz de Esmeralda era apenas audible.
—Podrías haberme incluido a mí en los números —contestó Seiya—. Como hermano de Michiru, sería lógico que lidiara con la parte económica de su acuerdo matrimonial.
—¿Tú? — BlackMoon se echó a reír—. ¿Qué sabes tú de tales asuntos?
—He vivido en el mundo. Sé lo que cuesta —se había mantenido durante casi dos años con su media paga del ejército y sus encargos—. Y conozco a mi hermana.
Su madre parpadeó rápidamente y miró a BlackMoon.
—No sabía que querías librarte de mis gastos, Diamante.
Él tendió el brazo hacia ella, que retrocedió.
—Esmeralda, querida mía. Yo jamás renegaría de la promesa que te hice. He aceptado ese acuerdo porque cumple mi promesa. Si no, jamás lo habría hecho.
—Le ahorra una buena cantidad de dinero —añadió Seiya con sarcasmo.
BlackMoon lo miró.
—Eso no me importa. Estaba pensando en la reputación de tu madre.
—¡Mi reputación! —exclamó ella.
—Al hacer que Rubeus se ocupe de tu manutención, te devuelvo tu buen nombre.
Ella lo miró escéptica.
Él se adelantó y le acarició el brazo.
—Nadie puede ver nada raro en que tu yerno pague tu manutención. De ese modo, borraba cualquier obstáculo que pudiera haber para que acepten a tu hija en la buena sociedad. O a ti. Si Rubeus se casa con Michiru y se ocupa de ti, ya no queda nada que no sea decoroso —sonrió con paciencia—. Supongo que no puedes discutir eso.
La expresión de ella seguía siendo dolida.
—Hasta ahora no habías mostrado ninguna preocupación porque esto fuera indecoroso.
—En verdad, ésa parecía la menor de sus preocupaciones —intervino Seiya.
BlackMoon le lanzó una mirada de furia. Pasó un brazo por los hombros de su madre.
—Querida mía, supongo que comprendes cómo ha cambiado la situación. Mi título me obliga a volver a casarme…
Ella se soltó.
—¿Volver a casarte?
—Pues claro que debo volver a casarme —él hablaba como con pena.
Seiya se adelantó.
—¡Condenado hipócrita! Está planeando casarse.
A Seiya le resultaba claro de pronto por qué había olvidado tan repentinamente su interés por Serena. Cortejaba a una señorita de la buena sociedad y quería estar libre de amantes entre tanto. Explicarle por qué mantenía a su madre al papá rico de la señorita en cuestión podía crearle un problema desagradable.
Movió la cabeza.
—Asumiste la negociación con Rubeus para poder librarse de cualquier futuro vínculo con mi madre y casarse sin impedimento.
Los ojos de su madre se llenaron de lágrimas.
—¿Es eso cierto?
BlackMoon miró a Seiya de hito en hito antes de centrarse en ella.
—Debo casarme, Esmeralda. Tengo que mantener el título en mi familia y eso implica asegurarme de que el heredero sea de mi sangre. Tengo que engendrar más hijos. ¿No entiendes que la guerra casi me arrebata a mi único hijo? La herida de Zafiro podría haberle costado la vida.
Sólo porque Seiya y otros dos soldados habían renunciado a matarlo en Badajoz.
—Necesito más hijos. Tienes que entender eso, querida — BlackMoon hablaba con voz suplicante—. Es mi deber.
—No quiero oír nada más —ella se apartó de él—. Si me disculpan, tengo que hablar con la cocinera de la cena.
Seiya frunció el ceño cuando su madre salió del salón. Le dolía verla herida, pero ya era hora de que supiera cómo era BlackMoon en realidad.
Este se volvió a él en cuanto se quedaron a solas.
—Eso no ha estado nada bien.
—¿Nada bien por mi parte? —Seiya se echó a reír—. La responsabilidad está en usted, BlackMoon.
A éste le llamearon los ojos.
—Me niego a disculparme por conseguirle a tu hermana una proposición que es mucho mejor de lo que merece. O por negociar un acuerdo matrimonial que las protege a tu madre y a ella.
—Corte el rollo. Usted no piensa en los intereses de mi madre. Se ha embarcado en este plan para librarse de cualquier lazo con una antigua amante para que una joven dama tan indefensa como mi hermana le prometa fidelidad.
—Me insultas. ¿No recuerdas quién soy? —gritó BlackMoon, ultrajado.
—Claro que sé quién usted —Seiya bajó la voz—. Es el hombre que mantiene a mi madre atada a usted por si tiene necesidad de ella alguna vez.
—¡Villano! — BlackMoon se puso rojo—. Este es el agradecimiento que recibo por utilizar mi posición para ayudar a tu familia. Déjame decirte que tu hermana tiene mucha suerte de que alguien quiera casarse con ella, y nada menos que un par del reino.
Seiya se inclinó hacia él.
—Mi hermana sería muy buena para él. Es una gran persona.
—Está manchada por su madre.
Seiya apretó los puños.
—Y usted, señor, es el hombre que manchó a mi madre.
—Mocoso desagradecido —gritó BlackMoon —. Yo rescaté a tu madre de la pobreza.
—Aunque eso fuera cierto, podría haberla ayudado sin exigir que se lo pagara en la cama —la furia ocupaba todos los poros de su ser. Seiya tenía que hacer grandes esfuerzos para controlar los puños. La última vez que había conocido una rabia así había sido con Zafiro en Badajoz. Empezaba a sonar ruido de cañones en sus oídos.
A BlackMoon le salía espuma por la boca.
—Fue mi dinero el que te pagó la escuela y te consiguió tu puesto…
Seiya ignoró el sonido de cañones en su cabeza.
—Porque mi madre ahorró para ello.
—Porque yo fui lo bastante generoso para que pudiera hacerlo.
Seiya se volvió, obligando a su mente a seguir en el momento presente. La batalla que necesitaba luchar en aquel momento era con BlackMoon.
—No hable de generosidad —Seiya alzó la voz por encima del ruido de su cabeza—. Mi madre le sigue pagando. A su capricho.
La madre de Seiya había dejado la puerta abierta y las voces eran lo bastante elevadas para que los sirvientes oyeran cada palabra. A Seiya no podía importarle. Estaba luchando en dos frentes… en la guerra de su mente y en la que tenía con BlackMoon.
Cuando entró, Wilson estaba vestido para salir.
—La señora Kou me ha enviado a su estudio, señor Kou —el mayordomo miró detrás de él—. ¿La señorita Michiru no está con usted?
—Estaba conmigo hasta hace un momento —explicó Seiya.
Oyó la voz de su madre en su dormitorio, al final del pasillo.
—Estoy preocupada, Diamante.
—Tonterías. Ha ido corriendo a ver su hermano —repuso BlackMoon —. Déjala.
—Me gustaría saberlo con certeza —su madre salió de la habitación y lo vio en el vestíbulo. Corrió hacia él—. ¿Seiya? ¿Michiru está contigo?
—No, madre. Ha ido con la señorita Tsukino a ver los ensayos.
BlackMoon salió del dormitorio de su madre.
—¿Ha ido con la señorita Tsukino?
¡Santo cielo! ¿ BlackMoon se la había llevado a la cama cuando desconocían el paradero de su hija?
¿Y ella se había dejado? Eran abominables los dos.
—Quería ver los ensayos —Seiya pasó la vista del uno a la otra—. Veo que ustedes han encontrado en qué ocuparse en su ausencia.
Su madre se ruborizó.
—¡Seiya!
—Oye, muchacho… —empezó a decir BlackMoon.
Seiya levantó una mano para silenciarlos. Caminó hacia el salón.
—Hablaré con los dos ahora.
Wilson le lanzó una mirada rápida de aprobación y se volvió hacia su madre.
—¿Necesita de mí, señora?
—No, no, Wilson. Puedes volver a lo que estabas haciendo —ella siguió a Seiya al salón.
BlackMoon entró tras ella y cerró la puerta.
—Tú no puedes hablarnos en ese tono ni a tu madre ni a mí, muchacho. Y menos delante de un sirviente.
Seiya se giró hacia él.
—Silencio, BlackMoon. A los sirvientes difícilmente puede escandalizarles nada de lo que suceda en esta casa. He venido aquí preocupado por mi hermana. Exijo saber qué es ese asunto del matrimonio.
—Es una oferta maravillosa —dijo su madre con voz débil.
—¿Cuándo la has conocido tú, madre?
Ella lo miró con extrañeza.
—Me lo ha dicho Diamante esta mañana.
—¿El acuerdo estaba ya cerrado cuando ha hablado contigo?
—Por supuesto —ella levantó la barbilla—. Diamante se ha ocupado de todo.
Seiya miró a BlackMoon.
—¿Ha negociado un acuerdo matrimonial para mi hermana sin consultarlo antes con su familia? ¿Qué le da ese derecho?
Los ojos de BlackMoon echaban chispas.
—Mi interés por tu familia. ¿Eso no es suficiente para ti?
—Lord Rubeus es un hombre rico —intervino su madre.
—Eso es posible —le contestó Seiya—. Y si es un hombre de buen carácter y Michiru así lo quiere, no tengo nada que objetar. Pero no sabemos nada de Rubeus. BlackMoon ha hecho ese acuerdo sin decirnos ni una palabra a ti, a Michiru ni a mí.
BlackMoon dio un paso hacia él.
—¿Cómo te atreves a cuestionarme? Rubeus es un caballero. Hice el acuerdo porque vi un modo de ayudar a tu hermana y lo aproveché.
—A Michiru no le faltará de nada si se casa con él —explicó su madre—. Tendrá seguridad.
Seiya ignoró a BlackMoon.
—Según tengo entendido, madre, será a ti a quien no le faltará de nada si Michiru se casa con ese caballero. Tú tendrás seguridad.
—Vamos —gritó BlackMoon —, ya he tenido suficiente.
—¿Yo tendré seguridad? —repitió su madre—. No comprendo lo que dices.
Seiya inclinó la cabeza hacia BlackMoon.
—El acuerdo matrimonial incluye que lord Rubeus se haga cargo de ti económicamente. ¿ BlackMoon ha olvidado explicarte ese punto?
Ella miró a BlackMoon con ojos muy abiertos.
—¿Eso es cierto, Diamante?
BlackMoon lanzó una mirada asesina a Seiya, pero habló a su madre con voz suave.
—Esmeralda, yo no quería molestarte con esos detalles…
—Mi madre es la tutora legal de Michiru —replicó Seiya—. Debería conocer todos los detalles, sobre todo el que se relaciona con ella.
Su madre se retorció las manos.
BlackMoon chasqueó los dedos.
—Sólo pensé en lo mucho que te disgusta tratar con números.
—Pero me habría gustado saber eso —la voz de Esmeralda era apenas audible.
—Podrías haberme incluido a mí en los números —contestó Seiya—. Como hermano de Michiru, sería lógico que lidiara con la parte económica de su acuerdo matrimonial.
—¿Tú? — BlackMoon se echó a reír—. ¿Qué sabes tú de tales asuntos?
—He vivido en el mundo. Sé lo que cuesta —se había mantenido durante casi dos años con su media paga del ejército y sus encargos—. Y conozco a mi hermana.
Su madre parpadeó rápidamente y miró a BlackMoon.
—No sabía que querías librarte de mis gastos, Diamante.
Él tendió el brazo hacia ella, que retrocedió.
—Esmeralda, querida mía. Yo jamás renegaría de la promesa que te hice. He aceptado ese acuerdo porque cumple mi promesa. Si no, jamás lo habría hecho.
—Le ahorra una buena cantidad de dinero —añadió Seiya con sarcasmo.
BlackMoon lo miró.
—Eso no me importa. Estaba pensando en la reputación de tu madre.
—¡Mi reputación! —exclamó ella.
—Al hacer que Rubeus se ocupe de tu manutención, te devuelvo tu buen nombre.
Ella lo miró escéptica.
Él se adelantó y le acarició el brazo.
—Nadie puede ver nada raro en que tu yerno pague tu manutención. De ese modo, borraba cualquier obstáculo que pudiera haber para que acepten a tu hija en la buena sociedad. O a ti. Si Rubeus se casa con Michiru y se ocupa de ti, ya no queda nada que no sea decoroso —sonrió con paciencia—. Supongo que no puedes discutir eso.
La expresión de ella seguía siendo dolida.
—Hasta ahora no habías mostrado ninguna preocupación porque esto fuera indecoroso.
—En verdad, ésa parecía la menor de sus preocupaciones —intervino Seiya.
BlackMoon le lanzó una mirada de furia. Pasó un brazo por los hombros de su madre.
—Querida mía, supongo que comprendes cómo ha cambiado la situación. Mi título me obliga a volver a casarme…
Ella se soltó.
—¿Volver a casarte?
—Pues claro que debo volver a casarme —él hablaba como con pena.
Seiya se adelantó.
—¡Condenado hipócrita! Está planeando casarse.
A Seiya le resultaba claro de pronto por qué había olvidado tan repentinamente su interés por Serena. Cortejaba a una señorita de la buena sociedad y quería estar libre de amantes entre tanto. Explicarle por qué mantenía a su madre al papá rico de la señorita en cuestión podía crearle un problema desagradable.
Movió la cabeza.
—Asumiste la negociación con Rubeus para poder librarse de cualquier futuro vínculo con mi madre y casarse sin impedimento.
Los ojos de su madre se llenaron de lágrimas.
—¿Es eso cierto?
BlackMoon miró a Seiya de hito en hito antes de centrarse en ella.
—Debo casarme, Esmeralda. Tengo que mantener el título en mi familia y eso implica asegurarme de que el heredero sea de mi sangre. Tengo que engendrar más hijos. ¿No entiendes que la guerra casi me arrebata a mi único hijo? La herida de Zafiro podría haberle costado la vida.
Sólo porque Seiya y otros dos soldados habían renunciado a matarlo en Badajoz.
—Necesito más hijos. Tienes que entender eso, querida — BlackMoon hablaba con voz suplicante—. Es mi deber.
—No quiero oír nada más —ella se apartó de él—. Si me disculpan, tengo que hablar con la cocinera de la cena.
Seiya frunció el ceño cuando su madre salió del salón. Le dolía verla herida, pero ya era hora de que supiera cómo era BlackMoon en realidad.
Este se volvió a él en cuanto se quedaron a solas.
—Eso no ha estado nada bien.
—¿Nada bien por mi parte? —Seiya se echó a reír—. La responsabilidad está en usted, BlackMoon.
A éste le llamearon los ojos.
—Me niego a disculparme por conseguirle a tu hermana una proposición que es mucho mejor de lo que merece. O por negociar un acuerdo matrimonial que las protege a tu madre y a ella.
—Corte el rollo. Usted no piensa en los intereses de mi madre. Se ha embarcado en este plan para librarse de cualquier lazo con una antigua amante para que una joven dama tan indefensa como mi hermana le prometa fidelidad.
—Me insultas. ¿No recuerdas quién soy? —gritó BlackMoon, ultrajado.
—Claro que sé quién usted —Seiya bajó la voz—. Es el hombre que mantiene a mi madre atada a usted por si tiene necesidad de ella alguna vez.
—¡Villano! — BlackMoon se puso rojo—. Este es el agradecimiento que recibo por utilizar mi posición para ayudar a tu familia. Déjame decirte que tu hermana tiene mucha suerte de que alguien quiera casarse con ella, y nada menos que un par del reino.
Seiya se inclinó hacia él.
—Mi hermana sería muy buena para él. Es una gran persona.
—Está manchada por su madre.
Seiya apretó los puños.
—Y usted, señor, es el hombre que manchó a mi madre.
—Mocoso desagradecido —gritó BlackMoon —. Yo rescaté a tu madre de la pobreza.
—Aunque eso fuera cierto, podría haberla ayudado sin exigir que se lo pagara en la cama —la furia ocupaba todos los poros de su ser. Seiya tenía que hacer grandes esfuerzos para controlar los puños. La última vez que había conocido una rabia así había sido con Zafiro en Badajoz. Empezaba a sonar ruido de cañones en sus oídos.
A BlackMoon le salía espuma por la boca.
—Fue mi dinero el que te pagó la escuela y te consiguió tu puesto…
Seiya ignoró el sonido de cañones en su cabeza.
—Porque mi madre ahorró para ello.
—Porque yo fui lo bastante generoso para que pudiera hacerlo.
Seiya se volvió, obligando a su mente a seguir en el momento presente. La batalla que necesitaba luchar en aquel momento era con BlackMoon.
—No hable de generosidad —Seiya alzó la voz por encima del ruido de su cabeza—. Mi madre le sigue pagando. A su capricho.
La madre de Seiya había dejado la puerta abierta y las voces eran lo bastante elevadas para que los sirvientes oyeran cada palabra. A Seiya no podía importarle. Estaba luchando en dos frentes… en la guerra de su mente y en la que tenía con BlackMoon.
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Michiru bajó del carruaje y caminó hasta la puerta. Por la ventana del salón oyó las voces de Seiya y BlackMoon, pero no podía entender lo que decían. Se encogió, pues odiaba los gritos, pero no tenía más remedio que participar en aquéllos. Eran por su causa.
Había sido una cobarde al salir huyendo de su madre y de lord BlackMoon. Una mujer adulta consideraría su responsabilidad lidiar con ellos. Era su matrimonio el que planeaban, su futuro. Tenía que actuar en beneficio propio.
Cuando Serena y ella llegaron a Drury Lane, se había calmado lo bastante para recordar que una mujer tenía el derecho a rechazar una proposición. Sólo tenía que decir que no. Le dijo a Serena que quería regresar a su casa a decírselo a su madre. Sabía que Seiya apoyaría sus deseos.
Abrió la puerta principal y entró sin hacer ruido. Las voces se oían aún más en el vestíbulo. Se quedó inmóvil.
—No intente decirme que Rubeus sugirió hacerse cargo de la manutención de mi madre —decía Seiya—. Fue usted, pensando en sus planes para casarse.
Michiru frunció el ceño. ¿Lord BlackMoon quería casarse? ¿Por eso iba a mantener lord Rubeus a su madre?
—¡Ya te he dado suficientes explicaciones, cachorro insolente! —repuso BlackMoon —. Lo he hecho por tu madre y por tu hermana, por la estima que siento por ambas.
—¿Y qué ocurre si mi hermana rechaza a Rubeus? ¿Seguirá pagando la manutención de mi madre?
—Tu hermana será una tonta si rechaza su oferta —gritó BlackMoon —. De hecho, puedes decirle esto. Si rechaza la oferta de Rubeus, cortaré los fondos a tu madre.
Michiru dio un respingo. ¿Cortarle los fondos a su madre? ¿Qué sería entonces de su madre? No tendría dinero. Peor, eso le rompería el corazón.
—¿Es así como honra la palabra que dio a mi madre?
—Por lo que a mí respecta, yo he cumplido mi promesa haciendo este acuerdo con Rubeus. Me he ocupado de que no le falte de nada, y eso fue lo que le prometí.
Lord BlackMoon la obligaba a casarse con Rubeus. Michiru empezó a retroceder hacia la puerta.
—Por lo que a mí respecta, ya es hora de que mi madre, mi hermana y yo nos libremos de usted. Yo las mantendré.
—¿Tú? — BlackMoon se echó a reír—. Eso ya lo veremos. Yo puedo arruinarte con una palabra…
Michiru abrió la puerta y se tapó los oídos con las manos. De nuevo fuera, se tapó la cabeza con la capa de Serena y bajó despacio por el Strand. Las piernas le pesaban como si estuvieran cargadas con piedras y el corazón le pesaba más todavía. Si pudiera acurrucarse en algún callejón, quizá habría muerto congelada cuando llegara la mañana.
Alzó la barbilla. Aquello era ridículo e infantil, y ya era hora de que pensara como una adulta. Como mínimo, lo ocurrido aquel día la estaba obligando a convertirse en una mujer y afrontar el mundo tal y como era.
Lord BlackMoon no era el hombre que ella había creído toda su vida. Si quisiera a su madre, no la dejaría sin un penique para casarse con otra mujer. Sólo quería acostarse con su madre, nada más.
Michiru se tapó la boca y respiró rápidamente para reprimir las náuseas que le provocaba esa idea.
BlackMoon usaba a su madre sólo por razones carnales, y lord Rubeus, con toda aquella charla sobre la lujuria, la quería a ella por la misma razón. Aquello no era Romeo y Julieta. Un encuentro con una persona no podía crear amor. Rubeus no podía amarla.
Ni su madre ni su hermano podían protegerla de su destino. Lord BlackMoon tenía la bolsa y jugaba con todos ellos como si fueran marionetas.
Si rechazaba la proposición de Rubeus, a su madre se le partiría el corazón, la carrera de Seiya como artista quedaría arruinada y todos serían pobres.
Por una vez en la vida, era su responsabilidad cuidar de la familia. Tenía que aceptar a lord Rubeus.
Las lágrimas rodaban por sus mejillas y se sentía terriblemente sola. Caminaba hacia Somerset House. En ese momento necesitaba mucho un amigo.
Quería ver a Haruka, contarle cómo había cambiado su vida desde su paseo por Covent Garden aquella mañana. Ya no corría ciegamente hacia él, solamente quería que supiera lo que tenía que hacer, porque, si no lo hacía, ¿qué sería de todos ellos?
Caminaba solemnemente, llorando. Cuando cruzó Southampton Street, un hombre que cruzaba desde la dirección de Covent Garden se rozó con ella y a continuación la agarró del brazo.
—Pero si es la pequeña Michiru Kou —Zafiro BlackMoon la miraba con malevolencia. Su aliento olía a whisky—. Y caminando sola por las calles —se echó a reír—. Es mi día de suerte.
—Suéltame, Zafiro.
Pero él no la soltó, sino que la arrastró contra la pared de un edificio.
—Quiero un beso de esta caminante.
—¡Basta, Zafiro!
Michiru alzó la pierna y le golpeó con fuerza el pie con el tacón. El la soltó y ella lo abofeteó. Como no llevaba guantes, sus uñas le arañaron la cicatriz.
Él soltó un grito de dolor y se agarró la mejilla. Michiru lo empujó con fuerza y él cayó contra la pared de ladrillo del edificio.
Ella echó a correr, asustada porque ahora se daba cuenta de lo peligroso que podía ser recorrer las calles sola. Oyó gritar a Zafiro detrás de ella, pero no se volvió. Corrió hasta Somerset House y se escondió en una de las puertas antes de ver si él la había seguido.
No le sorprendió no verlo. Zafiro siempre huía llorando cuando se enfrentaban a él.
Michiru se apoyó en la pared e intentó recuperar el aliento. Tenía miedo de salir del umbral, pero también temía no ver a Haruka si no lo hacía.
Había sido una cobarde al salir huyendo de su madre y de lord BlackMoon. Una mujer adulta consideraría su responsabilidad lidiar con ellos. Era su matrimonio el que planeaban, su futuro. Tenía que actuar en beneficio propio.
Cuando Serena y ella llegaron a Drury Lane, se había calmado lo bastante para recordar que una mujer tenía el derecho a rechazar una proposición. Sólo tenía que decir que no. Le dijo a Serena que quería regresar a su casa a decírselo a su madre. Sabía que Seiya apoyaría sus deseos.
Abrió la puerta principal y entró sin hacer ruido. Las voces se oían aún más en el vestíbulo. Se quedó inmóvil.
—No intente decirme que Rubeus sugirió hacerse cargo de la manutención de mi madre —decía Seiya—. Fue usted, pensando en sus planes para casarse.
Michiru frunció el ceño. ¿Lord BlackMoon quería casarse? ¿Por eso iba a mantener lord Rubeus a su madre?
—¡Ya te he dado suficientes explicaciones, cachorro insolente! —repuso BlackMoon —. Lo he hecho por tu madre y por tu hermana, por la estima que siento por ambas.
—¿Y qué ocurre si mi hermana rechaza a Rubeus? ¿Seguirá pagando la manutención de mi madre?
—Tu hermana será una tonta si rechaza su oferta —gritó BlackMoon —. De hecho, puedes decirle esto. Si rechaza la oferta de Rubeus, cortaré los fondos a tu madre.
Michiru dio un respingo. ¿Cortarle los fondos a su madre? ¿Qué sería entonces de su madre? No tendría dinero. Peor, eso le rompería el corazón.
—¿Es así como honra la palabra que dio a mi madre?
—Por lo que a mí respecta, yo he cumplido mi promesa haciendo este acuerdo con Rubeus. Me he ocupado de que no le falte de nada, y eso fue lo que le prometí.
Lord BlackMoon la obligaba a casarse con Rubeus. Michiru empezó a retroceder hacia la puerta.
—Por lo que a mí respecta, ya es hora de que mi madre, mi hermana y yo nos libremos de usted. Yo las mantendré.
—¿Tú? — BlackMoon se echó a reír—. Eso ya lo veremos. Yo puedo arruinarte con una palabra…
Michiru abrió la puerta y se tapó los oídos con las manos. De nuevo fuera, se tapó la cabeza con la capa de Serena y bajó despacio por el Strand. Las piernas le pesaban como si estuvieran cargadas con piedras y el corazón le pesaba más todavía. Si pudiera acurrucarse en algún callejón, quizá habría muerto congelada cuando llegara la mañana.
Alzó la barbilla. Aquello era ridículo e infantil, y ya era hora de que pensara como una adulta. Como mínimo, lo ocurrido aquel día la estaba obligando a convertirse en una mujer y afrontar el mundo tal y como era.
Lord BlackMoon no era el hombre que ella había creído toda su vida. Si quisiera a su madre, no la dejaría sin un penique para casarse con otra mujer. Sólo quería acostarse con su madre, nada más.
Michiru se tapó la boca y respiró rápidamente para reprimir las náuseas que le provocaba esa idea.
BlackMoon usaba a su madre sólo por razones carnales, y lord Rubeus, con toda aquella charla sobre la lujuria, la quería a ella por la misma razón. Aquello no era Romeo y Julieta. Un encuentro con una persona no podía crear amor. Rubeus no podía amarla.
Ni su madre ni su hermano podían protegerla de su destino. Lord BlackMoon tenía la bolsa y jugaba con todos ellos como si fueran marionetas.
Si rechazaba la proposición de Rubeus, a su madre se le partiría el corazón, la carrera de Seiya como artista quedaría arruinada y todos serían pobres.
Por una vez en la vida, era su responsabilidad cuidar de la familia. Tenía que aceptar a lord Rubeus.
Las lágrimas rodaban por sus mejillas y se sentía terriblemente sola. Caminaba hacia Somerset House. En ese momento necesitaba mucho un amigo.
Quería ver a Haruka, contarle cómo había cambiado su vida desde su paseo por Covent Garden aquella mañana. Ya no corría ciegamente hacia él, solamente quería que supiera lo que tenía que hacer, porque, si no lo hacía, ¿qué sería de todos ellos?
Caminaba solemnemente, llorando. Cuando cruzó Southampton Street, un hombre que cruzaba desde la dirección de Covent Garden se rozó con ella y a continuación la agarró del brazo.
—Pero si es la pequeña Michiru Kou —Zafiro BlackMoon la miraba con malevolencia. Su aliento olía a whisky—. Y caminando sola por las calles —se echó a reír—. Es mi día de suerte.
—Suéltame, Zafiro.
Pero él no la soltó, sino que la arrastró contra la pared de un edificio.
—Quiero un beso de esta caminante.
—¡Basta, Zafiro!
Michiru alzó la pierna y le golpeó con fuerza el pie con el tacón. El la soltó y ella lo abofeteó. Como no llevaba guantes, sus uñas le arañaron la cicatriz.
Él soltó un grito de dolor y se agarró la mejilla. Michiru lo empujó con fuerza y él cayó contra la pared de ladrillo del edificio.
Ella echó a correr, asustada porque ahora se daba cuenta de lo peligroso que podía ser recorrer las calles sola. Oyó gritar a Zafiro detrás de ella, pero no se volvió. Corrió hasta Somerset House y se escondió en una de las puertas antes de ver si él la había seguido.
No le sorprendió no verlo. Zafiro siempre huía llorando cuando se enfrentaban a él.
Michiru se apoyó en la pared e intentó recuperar el aliento. Tenía miedo de salir del umbral, pero también temía no ver a Haruka si no lo hacía.
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
El sol estaba bajo y las sombras habían adquirido una gran longitud. Debía ser cerca de la hora de salida de Haruka. Michiru salió de su escondite.
Los estudiantes empezaban a salir del edificio. Algunos la miraban al pasar, cosa que la asustaba de nuevo, pero no tardó en ver a Haruka riendo de algo que había dicho un compañero. Entonces se sintió segura.
Esperó a que él estuviera más cerca.
—¿Haruka?
Varios ojos se volvieron a mirarla con curiosidad. Algunos silbaron.
—¿Michiru? —Haruka se acercó a ella. Se volvió a los otros—. Silencio, chicos. Es una amiga.
Hubo risas, pero a Michiru no le importó. Había encontrado a Haruka.
—¿Qué haces aquí? —preguntó él, preocupado—. ¿Ocurre algo?
—¿Me acompañas a casa? —ella estaba impaciente por alejarse de aquellos espectadores.
—Por supuesto —agitó una mano en el aire—. Hasta mañana a todos.
—Que tengas una buena noche —gritó uno de ellos. Los demás rieron.
Haruka se apartó con Michiru, pero esperó a que ella empezar a hablar. La joven no quería contarle lo de Zafiro. Fingiría que nunca había ocurrido. Respiró hondo y empezó a explicarle lo que había pasado. Se lo contó todo, incluido que había oído decir a lord BlackMoon que retiraría su apoyo económico a su madre.
—¿Qué más puedo hacer? ¿Crees que hago bien si le digo que me casaré con él?
—Yo no puedo aconsejarte en esto —repuso él con una voz que ella apenas conocía.
El rostro de él estaba tenso y poco amistoso. Parecía muy… diferente.
—¿Quieres casarte con él? —preguntó después de una pausa.
Ella negó con la cabeza.
—Ni siquiera había pensado en el matrimonio antes de esto —el matrimonio había sido algo que sucedería algún día, un sueño distante para el que faltaban todavía uno o dos años por lo menos—. Creo que debo casarme con él por el bien de mi madre.
—Es rico —fue el único comentario de Haruka.
Siguieron andando, pero Haruka miraba más sus pies que la dirección que llevaban. Adam Street estaba sólo dos calles más allá. Una vez dentro de su casa, ya no podría hablar libremente con él.
—Esta noche no puedo ir a cenar —dijo él.
—¡No! —gritó ella—. ¿Por qué? —no podría soportar que no estuviera con ella cuando hablara con su madre y su hermano.
—Tu familia tiene muchas cosas que discutir —él apretó los labios—. No me entrometeré en su intimidad.
Michiru tuvo miedo de pronto de no volver a ver más a Haruka si se despedía de ella en aquel momento. El corazón le latía tan deprisa como cuando había corrido. No podía respirar. Todo se volvió negro y se le doblaron las piernas.
—¡Michiru!
Ella sintió los brazos fuertes de él rodeándola.
—Necesito sentarme —dijo.
Él la mantuvo en su abrazo.
—Estamos cerca de Savoy Chapel. Podemos sentarnos allí.
La ayudó a entrar en la iglesia, que estaba a oscuras. Se sentaron en un banco de la parte de atrás.
Michiru intentó recuperar el aliento.
—No me dejes sola, Haruka. No me dejes —sus ojos se llenaron de lágrimas. Se esforzó por no sollozar en alto.
—No te dejaré —murmuró él, consolador—. Te dejaré a salvo en tu casa.
—No. No me refería a eso —ella no pudo hablar hasta que recuperó el aliento—. Si… si me caso, ¿seguirás siendo mi amigo?
Él la abrazó con fuerza.
—Si tienes que casarte —pareció que se le quebraba la voz. Respiró hondo—, siempre estarás en mi corazón.
Su respuesta la tranquilizó, aunque no sabía lo que significaba. Pero estar siempre en el corazón de Haruka parecía algo bueno, especialmente ahora que el suyo se estaba rompiendo.
¡Pobre Michiru! ¡Pobre Haruka!
Todo por culpa de BlackMoon
¿Habra alguna esperanza para ellos con tal de que puedan estar juntos? :[GOTITA]:
Eso lo sabremos en el siguiente capitulo
Me despido de ustedes por ahora. Como siempre, no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Nos vemos en el proximo capitulo
XOXO
Serenity
Los estudiantes empezaban a salir del edificio. Algunos la miraban al pasar, cosa que la asustaba de nuevo, pero no tardó en ver a Haruka riendo de algo que había dicho un compañero. Entonces se sintió segura.
Esperó a que él estuviera más cerca.
—¿Haruka?
Varios ojos se volvieron a mirarla con curiosidad. Algunos silbaron.
—¿Michiru? —Haruka se acercó a ella. Se volvió a los otros—. Silencio, chicos. Es una amiga.
Hubo risas, pero a Michiru no le importó. Había encontrado a Haruka.
—¿Qué haces aquí? —preguntó él, preocupado—. ¿Ocurre algo?
—¿Me acompañas a casa? —ella estaba impaciente por alejarse de aquellos espectadores.
—Por supuesto —agitó una mano en el aire—. Hasta mañana a todos.
—Que tengas una buena noche —gritó uno de ellos. Los demás rieron.
Haruka se apartó con Michiru, pero esperó a que ella empezar a hablar. La joven no quería contarle lo de Zafiro. Fingiría que nunca había ocurrido. Respiró hondo y empezó a explicarle lo que había pasado. Se lo contó todo, incluido que había oído decir a lord BlackMoon que retiraría su apoyo económico a su madre.
—¿Qué más puedo hacer? ¿Crees que hago bien si le digo que me casaré con él?
—Yo no puedo aconsejarte en esto —repuso él con una voz que ella apenas conocía.
El rostro de él estaba tenso y poco amistoso. Parecía muy… diferente.
—¿Quieres casarte con él? —preguntó después de una pausa.
Ella negó con la cabeza.
—Ni siquiera había pensado en el matrimonio antes de esto —el matrimonio había sido algo que sucedería algún día, un sueño distante para el que faltaban todavía uno o dos años por lo menos—. Creo que debo casarme con él por el bien de mi madre.
—Es rico —fue el único comentario de Haruka.
Siguieron andando, pero Haruka miraba más sus pies que la dirección que llevaban. Adam Street estaba sólo dos calles más allá. Una vez dentro de su casa, ya no podría hablar libremente con él.
—Esta noche no puedo ir a cenar —dijo él.
—¡No! —gritó ella—. ¿Por qué? —no podría soportar que no estuviera con ella cuando hablara con su madre y su hermano.
—Tu familia tiene muchas cosas que discutir —él apretó los labios—. No me entrometeré en su intimidad.
Michiru tuvo miedo de pronto de no volver a ver más a Haruka si se despedía de ella en aquel momento. El corazón le latía tan deprisa como cuando había corrido. No podía respirar. Todo se volvió negro y se le doblaron las piernas.
—¡Michiru!
Ella sintió los brazos fuertes de él rodeándola.
—Necesito sentarme —dijo.
Él la mantuvo en su abrazo.
—Estamos cerca de Savoy Chapel. Podemos sentarnos allí.
La ayudó a entrar en la iglesia, que estaba a oscuras. Se sentaron en un banco de la parte de atrás.
Michiru intentó recuperar el aliento.
—No me dejes sola, Haruka. No me dejes —sus ojos se llenaron de lágrimas. Se esforzó por no sollozar en alto.
—No te dejaré —murmuró él, consolador—. Te dejaré a salvo en tu casa.
—No. No me refería a eso —ella no pudo hablar hasta que recuperó el aliento—. Si… si me caso, ¿seguirás siendo mi amigo?
Él la abrazó con fuerza.
—Si tienes que casarte —pareció que se le quebraba la voz. Respiró hondo—, siempre estarás en mi corazón.
Su respuesta la tranquilizó, aunque no sabía lo que significaba. Pero estar siempre en el corazón de Haruka parecía algo bueno, especialmente ahora que el suyo se estaba rompiendo.
¡Pobre Michiru! ¡Pobre Haruka!
Todo por culpa de BlackMoon
¿Habra alguna esperanza para ellos con tal de que puedan estar juntos? :[GOTITA]:
Eso lo sabremos en el siguiente capitulo
Me despido de ustedes por ahora. Como siempre, no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Nos vemos en el proximo capitulo
XOXO
Serenity
Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
ahhhhhhhhh estoy llorando como una magdalena mmmm que trsite me rompiste el corazon, que triste michiru es tan inocente y haruka can dulce he inicente al igual, pobre seiya combro sufre por ese diablo de diamante uf lo odiooooo!!!!!!!!!!!!!, la mama de seiya es una per... mejor ni lo digo, serena, serena me parece un angel en esta historia, pero amiga, ahora mas que nunca quiero la actualizacion, creo que estoy mueriendo de tristeza... cuidate bye.
wendykou- Sailor Outer Scout
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
malnacido blackmoon maldito maldito mil veces miserable cochino asqueroso repugnante imbecil maldito uchhhh como se le ocurre maldito pobre haruka pero no le dice nada tampoco y michiru que no lo acepte que seiya no la deje casarse con ese asqueroso de rubeus que asco maldito uchhh como los odio BUSCARE MIS HERRAMIENTAS DE SUFRIMIENTO Y ENCERRARE A ESOS DOS BASTARDOS Y LES HARE PAGAR Y A ZAFIRO PUES LE CORTO SU PEQUEÑO AMIGO UFFFF POR DIOS MEJOR RESPIRO me tranquiizo solo espero que seiya no deje que michiru acepte a ese viejo degenerado y que la mama tampoco le haga caso en fin espero el siguiente
Usagi13- Princesa Fireball
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Noooooo por qué tiene que sacrificarse... ella que es tan dulce... me da mucha pena su situación.. y por qué haruka no le dice algo, solo se lamenta en silencio.. es tan injusta la vida... tenia razón... ese viejo asqueroso de blackmoon le consiguió con el otro viejete verde de rubeus... agh ojalá seiya no lo permita.. apuesto que la nueva esposa que quiere el maldito de blackmoon es serena... que asco... ella que es tan angelical... la mama de michiru y seiya se pasa, apuesto que hará como si nada hubiese pasado con el tal viejete de lord blackmoon, a pesar de todo lo que le ha revelado seiya... no... esto es estresante actualiza pronto no nos dejes asiiiii ...
p.d: serenity que ocurre con "Mas alla de las estrellas" has actualizado las otras, pero ésta ha quedado como en el olvido [SERRISA] Actualiza pronto... besos...
p.d: serenity que ocurre con "Mas alla de las estrellas" has actualizado las otras, pero ésta ha quedado como en el olvido [SERRISA] Actualiza pronto... besos...
Aysha Bakhovik B.- Sailor Outer Scout
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Re: Mujer Prohibida [S/S] UA - Terminado
Yo voy a gritar!!! Nooooo!!! Pero es que como es posible que esto este sucediendo! Todo inicio como alergia, las flores, el retrato (picarones) y luego zaz! Cae la patada a traición! Como su madre puede siquiera pensar que se case con un viejo! Ósea que le pasa! En que mente cabe tal barbaridad! Viejo rabo verde! Yo le cortaría su amigo a todos esas basuras que han aparecido hoy! Basuras!!! Vaya que seiya saco a luz el vil plan del viejo asqueroso! Michiru, no seas tonta! No te dejes embaucar, algo seguro se podrá hacer y no es necesario el sacrificio! Ojala que haruka se armara de valor para decir lo que ralmente siente!
Me has causado un gran daño psicológico con tu actualización!
Saludos, me retiro a recuperación! Un abrazo en la distancia
Me has causado un gran daño psicológico con tu actualización!
Saludos, me retiro a recuperación! Un abrazo en la distancia
stgrani- Reina Serenity
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