El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
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Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
Pero que hace darien ahí?? Solo fue a buscarla xq quiere que le vaya bien a el, no la busca x q la ame o sienta algo x ella, lo bueno es que seiya se la va a llevar de ahí para saber si serena siente algo x el, esa mina se vendió x una cama jajaja sin duda es graciosa!! Bueno ya quiero saber lo que sucederá con este par, cuidate serenity salu2!!
Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
"A los usuarios de Sailor Moon Foro":
Con motivo de la reorganización de la sección de Fan Fics y con el afán, de hacerles de este un mejor lugar para que publiquen, encuentren los Fics de su preferencia, asi como asegurar el termino de los fics que se publican y no dejar a los lectores a medias, les solicitamos que tomen en cuenta lo siguiente:
Cada escritora podrá tener abiertos de tres a cuatro Fics, y deberán actualizarlos en no mas de 6 meses.
Si la autora no actualiza en el tiempo determinado se hará acreedora de una sanción a criterio de la moderadora que implica desde no poder publicar un fic en determinado tiempo, hasta el cierre del mismo.
No se contaran los one-shot y en cuanto terminen uno podrán seguir abriendo otro tema.
Por esto pedimos a los escritores que tengan mas de cuatro Fics en curso que nos indiquen si los terminaran o los cerramos. En caso de no cumplir, se cerraran los Fics que han tardado en actualizar hasta que cada autor cuente con no mas de 4 Fics.
Les agradecemos de ante mano su colaboración para que juntos hagamos un mejor lugar en cada categoría de la sección de Fan Fics.
Atentamente:
Modera fics."
Con motivo de la reorganización de la sección de Fan Fics y con el afán, de hacerles de este un mejor lugar para que publiquen, encuentren los Fics de su preferencia, asi como asegurar el termino de los fics que se publican y no dejar a los lectores a medias, les solicitamos que tomen en cuenta lo siguiente:
Cada escritora podrá tener abiertos de tres a cuatro Fics, y deberán actualizarlos en no mas de 6 meses.
Si la autora no actualiza en el tiempo determinado se hará acreedora de una sanción a criterio de la moderadora que implica desde no poder publicar un fic en determinado tiempo, hasta el cierre del mismo.
No se contaran los one-shot y en cuanto terminen uno podrán seguir abriendo otro tema.
Por esto pedimos a los escritores que tengan mas de cuatro Fics en curso que nos indiquen si los terminaran o los cerramos. En caso de no cumplir, se cerraran los Fics que han tardado en actualizar hasta que cada autor cuente con no mas de 4 Fics.
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S.cosmos- Neo Reina Serena
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Edad : 37
Sexo :
Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
oh! wooooooooow me encanta
no puedo describir lo hermoso e intrigante que es tu fic
felicidades, es tan impactante como realtas la historia
me encantan las personalidades de seiya y serena.
por favor actualiza
super felicidades!!!
me encanta, me encantaaaaaaaaaaaaaaaaa
jejjjeej saludos :)
no puedo describir lo hermoso e intrigante que es tu fic
felicidades, es tan impactante como realtas la historia
me encantan las personalidades de seiya y serena.
por favor actualiza
super felicidades!!!
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jejjjeej saludos :)
Princesa_ Lunar- Sailor Inner Scout
- Mensajes : 129
Edad : 35
Sexo :
Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
¡Hola!
¡Mil gracias por todos sus comentarios! ¡Me alegra que les gustara el capitulo anterior de esta historia!
Después de que Darién llegara a arruinarnos la mejor parte de la historia, :[GOTITA]: (y más ahora que no sabemos con quien se quedara Serena) vamos a ver que pasa con Serena y Seiya tras la aparición de Darién ¡Espero que disfruten de este capitulo!
Capitulo 6
Serena permanecía tumbada en la cama, intentando imaginar siluetas de animales a partir de las grietas de la escayola. Había pasado allí casi toda la mañana y gran parte de la tarde, intentando evitar otra conversación con Darién. Se había duchado, se había depilado y se había pintado las uñas. Y ya no sabía qué hacer.
¿Por qué habría ido Darién hasta allí? ¿Y cómo habría llegado a convencerse de que estaría dispuesta a trabajar con él? Tenía que reconocer que también ella había llegado a Irlanda intentando recomponer su relación, pero ésa había sido una reacción histérica a una situación realmente terrible.
En cuanto había tenido oportunidad de tranquilizarse y analizar las cosas con cierta perspectiva, se había dado cuenta de que Darién era la última persona que le apetecía que formara parte de su vida. Serena gimió para sí, dio media vuelta en la cama y enterró la cabeza en la almohada. Porque aquella conclusión la obligaba a enfrentarse a un nuevo dilema. Un dilema que se llamaba Seiya Kou.
Se suponía que acostarse con Seiya tenía que haber sido una diversión. Estaba convencida de que podría separarse de él sin arrepentimientos. Pero cuando estaba a punto de llegar el momento de marcharse, se daba cuenta de que le resultaría imposible abandonar Irlanda sin una maleta llena de dudas y arrepentimientos.
Una llamada a la puerta la hizo levantarse precipitadamente de la cama.
—¡Vete, Darién! —gritó—. ¡No quiero hablar contigo!
—Soy Seiya.
Profundamente aliviada, Serena abrió la puerta, arrastró a Seiya al interior de la habitación y volvió a cerrarla.
—¿Todavía está abajo?
—Acaba de marcharse a almorzar. Me ha pedido que te diera esto cuando bajaras —le tendió una cajita.
—¿Qué es?
—No lo sé. Está cerrada y no me he tomado la molestia de preguntárselo.
Hablaba con voz fría, distante. Aquél no era el hombre divertido y cariñoso con el que Serena se había acostado la noche anterior.
—Yo no le he pedido que venga. No quiero que esté aquí —le explicó a Seiya.
—Entonces dile que se vaya.
Serena vaciló y vio inmediatamente la sombra de recelo que asomaba a los ojos de Seiya.
—Me ha ofrecido un puesto de trabajo en una agencia muy importante de Nueva York y no estoy segura de que deba rechazarlo.
—Parece unan gran oportunidad. Deberías aceptarlo.
—No pareces muy convencido —bromeó Serena, esperando arrancarle una sonrisa. Dejó la caja en la cama.
—¿No vas a abrirla?
—No me importa lo que pueda haber dentro.
Pero Seiya se acercó a la cama, recuperó la caja y se la tendió.
—Ábrela.
Serena suspiró, abrió la caja y se quedó helada. En el interior había una bolsita de terciopelo con el nombre de una importante joyería de Chicago.
—No necesito abrirla.
Fue Seiya el que lo hizo por ella, y sacó una bonita sortija con un zafiro rodeado de diamantes.
—Bueno, supongo que ésta es una buena manera de enmendar lo de la nota del espejo.
Serena se quedó mirando el anillo fijamente.
—Iba a proponerme matrimonio…
Seiya le agarró la mano y le deslizó el anillo en el dedo.
—¿Es esto lo que quieres? Porque si es así, estupendo. Pero si ese tipo te dejó como tú me contaste, serías una estúpida si consideraras siquiera su ofrecimiento. Te mereces algo mejor, mucho mejor.
—No, claro que no es eso lo que quiero —replicó Serena, quitándose el anillo y guardándolo de nuevo en la bolsa—. Pero no tengo trabajo y dentro de unos meses me quedaré sin casa. ¿Qué voy a hacer? ¿Quedarme aquí contigo?
En cuanto pronunció aquellas palabras, deseó no haberlo hecho. O quizá, haberle dado otro tono a la frase para que no pareciera tan sarcástica. La verdad era que le resultaría muy fácil quedarse con Seiya, continuar lo que habían empezado. Pero sabía que su atracción se basaba solamente en el deseo, que no la sostenía nada más sustancial.
—Lo siento —musitó—. Has sido muy generoso conmigo, y no quiero que pienses que no he disfrutado de cada minuto que hemos…
—No sigas —le pidió Seiya y alzó la mano—. Ven, tenemos que salir de aquí. Prepara equipaje para un par de días.
—¿Adónde vamos?
—No lo sé, pero quiero sacarte de esta isla, alejarte de tu prometido. En cuanto hagas el equipaje, baja por la escalera de servicio. La puerta está al final del pasillo da directamente a la cocina.
—Pero tú no puedes dejar la posada. Tienes huéspedes.
—Lo hago constantemente. Lita se encargará de atenderla.
En el fondo, Serena sabía que debía negarse. Ya iba a ser suficientemente doloroso marcharse de Irlanda como para profundizar en su relación con Seiya. Pero aun así, estaba dispuesta a aceptar las consecuencias de pasar unas noches más a su lado.
—De acuerdo —dijo.
Seiya la abrazó entonces y la besó. Se apartó ligeramente, le apartó el pelo de la cara y le dio un beso en la nariz. Serena le miró a los ojos y vio cómo iba desapareciendo de ellos el enfado.
—Dame un minuto —le pidió—. Terminaré de hacer las maletas y bajaré.
—Date prisa, tenemos que llegar al último ferry.
Cuando la puerta se cerró tras Seiya, Serena se llevó la mano el corazón. Le latía con una fuerza extraordinaria. ¿Cómo era posible que aquel hombre la hiciera sentirse tan viva sólo con tocarla?
Se volvió hacia la cama y comenzó a hacer el equipaje. La anticipación crecía con cada prenda de ropa que guardaba. Cuando terminó, se vistió, eligiendo como ropa interior un sujetador negro y un tanga.
—Siempre conviene estar preparada —musitó para sí con una sonrisa.
Pasarían la noche juntos, en la misma cama. Y procuraría disfrutar como nunca.
En cuanto terminó, agarró la bolsa y la chaqueta y se asomó a la puerta antes de salir al pasillo. Cuando llegó a la cocina, Seiya estaba esperándola con las llaves del coche en la mano.
—¿Ya estás lista?
—Sí, ¿adónde vamos?
Seiya sonrió. Era la primera vez que Serena le veía hacerlo desde que había llegado Darién.
—Es una sorpresa —contestó.
Minutos después, subían en el coche a la cubierta del ferry.
Serena recordó su viaje de ida a Trall en el barco del correo. Recordó lo decidida que estaba a encontrar la manera de recuperar a Darién. Y en menos de una semana, estaba escapando de su lado para estar con otro hombre.
Cuando el ferry comenzó a alejarse de la isla, Seiya salió del coche y lo rodeó para abrir la puerta de Serena. Le pasó el brazo por los hombros y caminaron juntos hacia la popa del barco para ver cómo iba alejándose la isla en la distancia.
—¿Qué era lo que te gustaba de él? —preguntó Seiya.
Serena alzó la mirada hacia él.
—Cuando era joven, hice una lista con todas las cosas que me gustaban en un hombre. Y él encajaba en esa lista.
—¿Y qué escribiste en aquella lista?
—Quería un hombre alto, guapo, educado, inteligente, con un buen trabajo y buenas perspectivas profesionales. Hasta hace una semana, pensaba que Darién tenía todo lo que podía esperar en un hombre.
—¿Y ahora?
—Ahora no sé lo que quiero. Y la verdad es que me asusta un poco.
Seiya la estrechó contra él y le dio un beso en la frente.
—No siempre hace falta tener un plan —le dijo—. A veces sólo hay que dejar que las cosas sucedan.
—¿Es eso lo que estamos haciendo nosotros?
—Por lo que yo sé, sí —contestó Seiya—. Pero si vamos a empezar a hablar tan en serio, éste terminará siendo un viaje muy aburrido.
—¿Y qué crees que podemos hacer para que sea más divertido?
—Mmm, se me ocurren muchas ideas —se inclinó como si fuera a susurrarle algo al oído, pero lo que hizo fue mordisquearle la oreja—. Y te prometo que vamos a divertirnos.
¡Mil gracias por todos sus comentarios! ¡Me alegra que les gustara el capitulo anterior de esta historia!
Después de que Darién llegara a arruinarnos la mejor parte de la historia, :[GOTITA]: (y más ahora que no sabemos con quien se quedara Serena) vamos a ver que pasa con Serena y Seiya tras la aparición de Darién ¡Espero que disfruten de este capitulo!
Capitulo 6
Serena permanecía tumbada en la cama, intentando imaginar siluetas de animales a partir de las grietas de la escayola. Había pasado allí casi toda la mañana y gran parte de la tarde, intentando evitar otra conversación con Darién. Se había duchado, se había depilado y se había pintado las uñas. Y ya no sabía qué hacer.
¿Por qué habría ido Darién hasta allí? ¿Y cómo habría llegado a convencerse de que estaría dispuesta a trabajar con él? Tenía que reconocer que también ella había llegado a Irlanda intentando recomponer su relación, pero ésa había sido una reacción histérica a una situación realmente terrible.
En cuanto había tenido oportunidad de tranquilizarse y analizar las cosas con cierta perspectiva, se había dado cuenta de que Darién era la última persona que le apetecía que formara parte de su vida. Serena gimió para sí, dio media vuelta en la cama y enterró la cabeza en la almohada. Porque aquella conclusión la obligaba a enfrentarse a un nuevo dilema. Un dilema que se llamaba Seiya Kou.
Se suponía que acostarse con Seiya tenía que haber sido una diversión. Estaba convencida de que podría separarse de él sin arrepentimientos. Pero cuando estaba a punto de llegar el momento de marcharse, se daba cuenta de que le resultaría imposible abandonar Irlanda sin una maleta llena de dudas y arrepentimientos.
Una llamada a la puerta la hizo levantarse precipitadamente de la cama.
—¡Vete, Darién! —gritó—. ¡No quiero hablar contigo!
—Soy Seiya.
Profundamente aliviada, Serena abrió la puerta, arrastró a Seiya al interior de la habitación y volvió a cerrarla.
—¿Todavía está abajo?
—Acaba de marcharse a almorzar. Me ha pedido que te diera esto cuando bajaras —le tendió una cajita.
—¿Qué es?
—No lo sé. Está cerrada y no me he tomado la molestia de preguntárselo.
Hablaba con voz fría, distante. Aquél no era el hombre divertido y cariñoso con el que Serena se había acostado la noche anterior.
—Yo no le he pedido que venga. No quiero que esté aquí —le explicó a Seiya.
—Entonces dile que se vaya.
Serena vaciló y vio inmediatamente la sombra de recelo que asomaba a los ojos de Seiya.
—Me ha ofrecido un puesto de trabajo en una agencia muy importante de Nueva York y no estoy segura de que deba rechazarlo.
—Parece unan gran oportunidad. Deberías aceptarlo.
—No pareces muy convencido —bromeó Serena, esperando arrancarle una sonrisa. Dejó la caja en la cama.
—¿No vas a abrirla?
—No me importa lo que pueda haber dentro.
Pero Seiya se acercó a la cama, recuperó la caja y se la tendió.
—Ábrela.
Serena suspiró, abrió la caja y se quedó helada. En el interior había una bolsita de terciopelo con el nombre de una importante joyería de Chicago.
—No necesito abrirla.
Fue Seiya el que lo hizo por ella, y sacó una bonita sortija con un zafiro rodeado de diamantes.
—Bueno, supongo que ésta es una buena manera de enmendar lo de la nota del espejo.
Serena se quedó mirando el anillo fijamente.
—Iba a proponerme matrimonio…
Seiya le agarró la mano y le deslizó el anillo en el dedo.
—¿Es esto lo que quieres? Porque si es así, estupendo. Pero si ese tipo te dejó como tú me contaste, serías una estúpida si consideraras siquiera su ofrecimiento. Te mereces algo mejor, mucho mejor.
—No, claro que no es eso lo que quiero —replicó Serena, quitándose el anillo y guardándolo de nuevo en la bolsa—. Pero no tengo trabajo y dentro de unos meses me quedaré sin casa. ¿Qué voy a hacer? ¿Quedarme aquí contigo?
En cuanto pronunció aquellas palabras, deseó no haberlo hecho. O quizá, haberle dado otro tono a la frase para que no pareciera tan sarcástica. La verdad era que le resultaría muy fácil quedarse con Seiya, continuar lo que habían empezado. Pero sabía que su atracción se basaba solamente en el deseo, que no la sostenía nada más sustancial.
—Lo siento —musitó—. Has sido muy generoso conmigo, y no quiero que pienses que no he disfrutado de cada minuto que hemos…
—No sigas —le pidió Seiya y alzó la mano—. Ven, tenemos que salir de aquí. Prepara equipaje para un par de días.
—¿Adónde vamos?
—No lo sé, pero quiero sacarte de esta isla, alejarte de tu prometido. En cuanto hagas el equipaje, baja por la escalera de servicio. La puerta está al final del pasillo da directamente a la cocina.
—Pero tú no puedes dejar la posada. Tienes huéspedes.
—Lo hago constantemente. Lita se encargará de atenderla.
En el fondo, Serena sabía que debía negarse. Ya iba a ser suficientemente doloroso marcharse de Irlanda como para profundizar en su relación con Seiya. Pero aun así, estaba dispuesta a aceptar las consecuencias de pasar unas noches más a su lado.
—De acuerdo —dijo.
Seiya la abrazó entonces y la besó. Se apartó ligeramente, le apartó el pelo de la cara y le dio un beso en la nariz. Serena le miró a los ojos y vio cómo iba desapareciendo de ellos el enfado.
—Dame un minuto —le pidió—. Terminaré de hacer las maletas y bajaré.
—Date prisa, tenemos que llegar al último ferry.
Cuando la puerta se cerró tras Seiya, Serena se llevó la mano el corazón. Le latía con una fuerza extraordinaria. ¿Cómo era posible que aquel hombre la hiciera sentirse tan viva sólo con tocarla?
Se volvió hacia la cama y comenzó a hacer el equipaje. La anticipación crecía con cada prenda de ropa que guardaba. Cuando terminó, se vistió, eligiendo como ropa interior un sujetador negro y un tanga.
—Siempre conviene estar preparada —musitó para sí con una sonrisa.
Pasarían la noche juntos, en la misma cama. Y procuraría disfrutar como nunca.
En cuanto terminó, agarró la bolsa y la chaqueta y se asomó a la puerta antes de salir al pasillo. Cuando llegó a la cocina, Seiya estaba esperándola con las llaves del coche en la mano.
—¿Ya estás lista?
—Sí, ¿adónde vamos?
Seiya sonrió. Era la primera vez que Serena le veía hacerlo desde que había llegado Darién.
—Es una sorpresa —contestó.
Minutos después, subían en el coche a la cubierta del ferry.
Serena recordó su viaje de ida a Trall en el barco del correo. Recordó lo decidida que estaba a encontrar la manera de recuperar a Darién. Y en menos de una semana, estaba escapando de su lado para estar con otro hombre.
Cuando el ferry comenzó a alejarse de la isla, Seiya salió del coche y lo rodeó para abrir la puerta de Serena. Le pasó el brazo por los hombros y caminaron juntos hacia la popa del barco para ver cómo iba alejándose la isla en la distancia.
—¿Qué era lo que te gustaba de él? —preguntó Seiya.
Serena alzó la mirada hacia él.
—Cuando era joven, hice una lista con todas las cosas que me gustaban en un hombre. Y él encajaba en esa lista.
—¿Y qué escribiste en aquella lista?
—Quería un hombre alto, guapo, educado, inteligente, con un buen trabajo y buenas perspectivas profesionales. Hasta hace una semana, pensaba que Darién tenía todo lo que podía esperar en un hombre.
—¿Y ahora?
—Ahora no sé lo que quiero. Y la verdad es que me asusta un poco.
Seiya la estrechó contra él y le dio un beso en la frente.
—No siempre hace falta tener un plan —le dijo—. A veces sólo hay que dejar que las cosas sucedan.
—¿Es eso lo que estamos haciendo nosotros?
—Por lo que yo sé, sí —contestó Seiya—. Pero si vamos a empezar a hablar tan en serio, éste terminará siendo un viaje muy aburrido.
—¿Y qué crees que podemos hacer para que sea más divertido?
—Mmm, se me ocurren muchas ideas —se inclinó como si fuera a susurrarle algo al oído, pero lo que hizo fue mordisquearle la oreja—. Y te prometo que vamos a divertirnos.
Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
El ferry llegó hasta el puerto de Fermoy, un pueblo situado en la península de Dingle. Para cuando salían del ferry en el coche, ya era casi de noche.
—Me temo que no vas a poder disfrutar del paisaje durante el camino, pero te prometo enseñarte mañana los rincones más bonitos de la península.
—La verdad es que tampoco le presté mucha atención al paisaje cuando llegué. Estaba agotada. ¿Adónde vamos, exactamente?
—No muy lejos.
—Estoy muerta de hambre. No he querido bajar a almorzar, así que no he comido nada en todo el día.
—Podremos cenar en cuanto lleguemos.
Seiya se conocía aquellas carreteras de memoria, sabía exactamente cómo llegar desde el ferry a Castlemaine y desde allí a una antigua casa de piedra situada junto al río Maine que todavía conservaba. Cuando llegaron a la zona del río, se alegró de ver que habían encendido las farolas.
—Es preciosa —exclamó Serena al verla.
—Me alegro de que te guste.
Aparcó el coche junto a la casa y se acercaron a la puerta principal. Seiya marcó su código personal en un teclado y, en cuanto la cerradura cedió, empujó la puerta. La casa llevaba tres meses cerrada, pero el encargado de atenderla había conseguido quitarle el frío encendiendo la chimenea del salón principal. A excepción del salón, el resto de las habitaciones del primer piso estaban vacías. Durante los años anteriores, Seiya había ido vendiendo los muebles a medida que había ido desprendiéndose de su antigua vida.
Serena miró a su alrededor con el ceño fruncido.
—¿Vamos a quedamos aquí?
—Sí, ésta es mi casa. No es gran cosa, pero es acogedora y tenemos todo lo que necesitamos. En el segundo piso hay un dormitorio amueblado y la cocina está perfectamente equipada.
—¿Esta casa es tuya? —Serena comenzó a recorrer lentamente las habitaciones, encendiendo luces a lo largo del camino.
Seiya se había comprado aquella casa cuando había ganado su primer millón. Y había gastado otro millón en restaurarla y amueblarla.
—¿Vivías aquí? —le preguntó Serena.
—Y todavía vivo aquí de vez en cuando, cuando tengo que trabajar en Killarney. Antes estaba amueblada, pero he ido vendiendo los muebles poco a poco. El director comercial de mi empresa pensó que sería una buena inversión. Ahora alquilo la casa para fiestas, a veces para alguna boda. Los jardines son preciosos, dan directamente al río.
Serena alzó la mirada hacia la ararla de cristal del salón.
—Es muy raro, no te pega mucho.
Seiya se echó a reír.
—Yo pensaba que era esto lo que quería —dijo—. Era como si necesitara demostrarle a todo el mundo el éxito que había tenido, demostrar que tenía dinero suficiente como para permitirme estos lujos. Pero cuando me mudé a esta casa, me pareció enorme, vacía. Era como una metáfora de mi vida.
—Pero habías triunfado.
—Creo que no se debería alcanzar tan pronto el éxito. Sólo tenía veinticinco años y nada me parecía real. Se supone que el dinero y las cosas que el dinero puede comprar deben hacerle a uno feliz. Pero yo estaba decepcionado, y no podía comprender por qué.
—¿Ganaste todo ese dinero con un programa de ordenador? —Serena sonrió—. Ami me lo contó. Decía que no era un chisme porque había aparecido en los periódicos.
—Un programa de ordenador, sí. Era un programa de reconocimiento facial capaz de convertir una fotografía en un rostro en tres dimensiones.
Serena continuó su recorrido por la cocina. Seiya abrió el refrigerador y comenzó a sacar cajas. Tal como había encargado, les habían llevado la cena de uno de los restaurantes favoritos de Seiya y habían metido en la nevera una de las botellas de champán de la bodega.
Seiya sacó la botella, buscó un par de copas en un armario y se acercó a la mesa de la cocina.
—La cena es de encargo —le dijo—, pero tenemos muy buen champán —descorchó la botella, llenó una copa para Serena y se la tendió.
—¿Estamos completamente solos? —le preguntó ella.
—Completamente.
Serena se quitó la chaqueta, la dejó caer al suelo y se quitó también los zapatos. Seiya sintió la cálida corriente del deseo fluyendo por sus venas. Le gustaba estar con Serena en aquella casa, en su casa.
Él también se quitó la chaqueta y la dejó en el respaldo de la silla.
—¿Brindamos?
Serena asintió y Seiya alzó su copa y recitó un brindis irlandés.
—Por que se cumplan tus deseos —acercó su copa a la de Serena y bebió un sorbo de champán—. Si no te gusta el champán, puedo prepararle un martini.
Serena gimió.
—No volveré a tomarlo en mi vida. Aunque no fue tanto la bebida como el juego al que estábamos jugando. Siempre me tocaba beber a mí.
—¿A qué estuviste jugando?
—A «yo nunca…». Es curioso, porque no debería haber perdido. Pero no dejaban de decir cosas que yo nunca había hecho, así que tenía que beber.
—En realidad no se juega así. Una persona dice algo que no ha hecho nunca, y si tú lo has hecho, entonces tienes que beber. Así es como se juega. Como cuando dijiste que nunca habías hecho el amor fuera de casa. Si yo lo hubiera hecho, habría tenido que beber.
—¿Y lo habías hecho alguna vez?
—No. Si dejamos de lado la época de la adolescencia, la de ayer por la noche fue la primera vez.
—Curioso. Sería una buena forma de llegar a conocernos. Creo que deberíamos jugar.
—¿Quieres que juguemos ahora? No es bueno beber champán con el estómago vacío.
—Es igual. Empecemos —dijo Serena—. Yo nunca me he tirado en paracaídas.
—Yo tampoco, así que no tengo que beber. Yo nunca he subido a una montaña.
Serena frunció el ceno y bebió un sorbo.
—Darién me arrastró una vez hasta una montaña de Colorado. Me pareció insoportable. Yo nunca he estado en Francia.
Aquella vez fue Seiya el que bebió.
—Yo nunca… he conocido a una mujer tan guapa como tú.
Serena se echó a reír.
—Muy gracioso. Si no bebo, pareceré una creída, y si bebo, parecerá que no me creo guapa.
—Eres muy guapa.
—Pero conozco muchas mujeres que son mucho más guapas que yo. Creo que voy a tener que beber —bebió un largo sorbo y sonrió.
—Yo no —dijo Seiya, bebiendo también—. No conozco a ninguna mujer más guapa que tú.
Serena le sonrió y Seiya sintió que algo se transformaba en su interior. A veces tenía la sensación de que era imposible desearla más.
—Eso no era parte del juego, pero me gusta que me lo hayas dicho —Serena se interrumpió un instante para pensar su siguiente frase—. Yo nunca he hecho el amor en la cocina. He estado a punto, pero no he llegado a hacerlo.
—¿Te refieres a ayer por la mañana? —Seiya arqueó una ceja y bebió un sorbo—. ¿Y qué tal yo nunca he lamido champán de los senos de una mujer?
Serena se llevó la mano a los labios con expresión de sorpresa.
—Yo tampoco —se agarró la camiseta por el dobladillo y se la subió lentamente—. ¿Por qué no le ponemos remedio ahora?
Cuando se subió a la mesa, Seiya no pudo evitar una carcajada. Serena se tumbó frente a él y arqueó la espalda. Seiya se inclinó sobre ella y le desabrochó el sujetador.
Entonces, Serena tomó una copa de champán y la derramó sobre sus senos y su vientre. Gimiendo suavemente, Seiya se inclino y comenzó a lamerla hasta que el champán desapareció.
—Para no haberlo hecho nunca —susurró Serena—, lo has hecho muy bien.
—Ahora te toca a ti. Y será mejor que sea buena.
Serena se sentó en la mesa.
—Muy bien. Nunca he hecho un striptease para un hombre.
—Yo tampoco. Además, nunca me han hecho un striptease.
—Pues eso también habrá que remediarlo.
Serena se echó a reír, saltó al suelo, se quitó el sujetador y se lo lanzó a Seiya a la cara mientras tarareaba una canción. Se desabrochó después el botón de los vaqueros y comenzó a bajarse lentamente la cremallera.
—Yo no soy la única que tiene que terminar desnuda —se quejó.
—Pero eres la única a la que merece la pena ver desnudarse —replicó Seiya.
Serena le agarró el borde de la camisa y comenzó a quitársela por encima de la cabeza.
—Permíteme discrepar. Si trabajaras en uno de esos clubs para mujeres, ahora mismo tendrías ya cientos de dólares colgando de tu ropa interior. Vamos, desnúdate.
Seiya se quito los zapatos y los calcetines y comenzó a desprenderse también de los vaqueros. Serena retrocedió, aplaudió y corrió por su bolso a sacar un billete. Le hizo un gesto con el dedo para que se acercara y cuando estuvo a su lado, le metió el billete en los calzoncillos.
Seiya la agarró por la cintura, la estrechó contra él y besó la curva de su cuello.
—Nunca he deseado a una mujer como te deseo a ti.
—Renuncio —dijo Serena—. Tú ganas. Juego terminado.
—¿He ganado yo y tú eres el premio? —preguntó Seiya.
—No, el premio eres tú.
La boca de Serena estaba tan dulce por el champán… Seiya lamió su labio inferior hasta hacer desaparecer de él toda gota de champán. Después, buscó su hombro y lamió aquella piel tan suave como la seda. Serena echó la cabeza hacia atrás y suspiró mientras él continuaba besándola.
Cada uno de los rincones del cuerpo de Serena le parecía perfecto, como si estuviera hecho para sus manos. Siempre le había fascinado el cuerpo de las mujeres, pero con Serena, se había convertido en una obsesión conocer cada detalle, cada centímetro de su piel, cada una de sus cunas.
Extendió las manos en su espalda y las deslizó hasta la cintura de los vaqueros. Al encontrar el elástico del tanga, gimió. Era evidente que Serena había elegido cuidadosamente su ropa interior.
Serena se apartó ligeramente de sus brazos, posó la mano en su pecho y presionó hasta hacerlo sentarse en el borde de la mesa. Con la mirada fija en sus ojos, continuó el striptease. Después, se colocó de espaldas a él, se inclinó hacia delante y comenzó a quitarse los vaqueros. Seiya suspiró. No estaba seguro de cuánto tiempo iba a poder aguantar. Los dedos le temblaban de ganas de tocarla.
Cuando Serena se enderezó y se volvió hacia él, Seiya le tendió las manos, pero ella se limitó a tomarlas y a hacer que las apoyara en el borde de la mesa. Y cuando Serena comenzó a bajarle los calzoncillos, él ni siquiera se movió.
Serena deslizó la mano por su pecho, jugueteando con las uñas sobre su piel. Seiya cerró los ojos mientras ella saboreaba su cálida piel con los labios. Aquello era una tortura, se dijo él. Le tocara donde le tocara, parecía enviar una corriente de deseo a todo su cuerpo. Era tal su necesidad de liberarse, que resultaba casi dolorosa y temía que todo terminara demasiado pronto.
—¿Por qué me haces esto? —musitó.
—¿Preferirías que estuviera haciendo otra cosa?
—Oh, no.
—Entonces, deja de quejarte.
Seiya se inclinó hacia delante y le besó el hombro. Serena tembló y Seiya advirtió que le castañeteaban los dientes.
—Tienes frío —susurró.
Le tomó la mano y la condujo hasta la chimenea del salón. Una vez allí, echó un tronco al fuego y le frotó después los brazos a Serena.
—¿Estás mejor?
—Mmm.
Seiya le dio un beso en la frente.
—Espérame aquí.
Fue al vestíbulo, regresó con su bolsa y sacó una caja de preservativos. Después, tomó una manta del sofá y se la echó a Serena por los hombros.
—Tampoco había estado nunca con una mujer desnuda en esta casa, así que no estoy preparado. Pero en la cama hay un edredón.
—Prefiero quedarme aquí. Nunca he hecho el amor delante de una chimenea.
Se arrodilló en el suelo, tomó su mano y le hizo agacharse junto a ella. Seiya le acarició la cara mirándole a los ojos y preguntándose cómo habría sido capaz de vivir hasta ese momento sin ella. En solo una semana, aquella mujer le había cautivado por completo.
Seiya le tomó las manos y la besó, regodeándose en el sabor de su boca. ¿Era eso lo que había estado esperando durante todo aquel tiempo?
Se tumbaron en el suelo, sobre una mullida alfombra. Seiya enredó las manos en su pelo, un pelo que resplandecía como el oro a la luz del fuego.
—¿Podrías llegar a amarme, aunque sea sólo durante esta noche? —susurró.
Serena sonrió y deslizó la mano por su barbilla.
—Te amo. Sólo por esta noche.
Seiya dejó que fueran aquellas palabras las que lo guiaran. Aunque sólo fuera durante aquella noche, Serena lo amaba. Y lo que compartieron en aquella ocasión no fue sólo sexo, sino una conexión emocional mucho más profunda. Por primera vez en toda su vida de adulto, el vacío que sentía en su interior comenzaba a desaparecer. Serena lo había cambiado para siempre, y no estaba seguro de que pudiera permitir que eso ocurriera.
—Me temo que no vas a poder disfrutar del paisaje durante el camino, pero te prometo enseñarte mañana los rincones más bonitos de la península.
—La verdad es que tampoco le presté mucha atención al paisaje cuando llegué. Estaba agotada. ¿Adónde vamos, exactamente?
—No muy lejos.
—Estoy muerta de hambre. No he querido bajar a almorzar, así que no he comido nada en todo el día.
—Podremos cenar en cuanto lleguemos.
Seiya se conocía aquellas carreteras de memoria, sabía exactamente cómo llegar desde el ferry a Castlemaine y desde allí a una antigua casa de piedra situada junto al río Maine que todavía conservaba. Cuando llegaron a la zona del río, se alegró de ver que habían encendido las farolas.
—Es preciosa —exclamó Serena al verla.
—Me alegro de que te guste.
Aparcó el coche junto a la casa y se acercaron a la puerta principal. Seiya marcó su código personal en un teclado y, en cuanto la cerradura cedió, empujó la puerta. La casa llevaba tres meses cerrada, pero el encargado de atenderla había conseguido quitarle el frío encendiendo la chimenea del salón principal. A excepción del salón, el resto de las habitaciones del primer piso estaban vacías. Durante los años anteriores, Seiya había ido vendiendo los muebles a medida que había ido desprendiéndose de su antigua vida.
Serena miró a su alrededor con el ceño fruncido.
—¿Vamos a quedamos aquí?
—Sí, ésta es mi casa. No es gran cosa, pero es acogedora y tenemos todo lo que necesitamos. En el segundo piso hay un dormitorio amueblado y la cocina está perfectamente equipada.
—¿Esta casa es tuya? —Serena comenzó a recorrer lentamente las habitaciones, encendiendo luces a lo largo del camino.
Seiya se había comprado aquella casa cuando había ganado su primer millón. Y había gastado otro millón en restaurarla y amueblarla.
—¿Vivías aquí? —le preguntó Serena.
—Y todavía vivo aquí de vez en cuando, cuando tengo que trabajar en Killarney. Antes estaba amueblada, pero he ido vendiendo los muebles poco a poco. El director comercial de mi empresa pensó que sería una buena inversión. Ahora alquilo la casa para fiestas, a veces para alguna boda. Los jardines son preciosos, dan directamente al río.
Serena alzó la mirada hacia la ararla de cristal del salón.
—Es muy raro, no te pega mucho.
Seiya se echó a reír.
—Yo pensaba que era esto lo que quería —dijo—. Era como si necesitara demostrarle a todo el mundo el éxito que había tenido, demostrar que tenía dinero suficiente como para permitirme estos lujos. Pero cuando me mudé a esta casa, me pareció enorme, vacía. Era como una metáfora de mi vida.
—Pero habías triunfado.
—Creo que no se debería alcanzar tan pronto el éxito. Sólo tenía veinticinco años y nada me parecía real. Se supone que el dinero y las cosas que el dinero puede comprar deben hacerle a uno feliz. Pero yo estaba decepcionado, y no podía comprender por qué.
—¿Ganaste todo ese dinero con un programa de ordenador? —Serena sonrió—. Ami me lo contó. Decía que no era un chisme porque había aparecido en los periódicos.
—Un programa de ordenador, sí. Era un programa de reconocimiento facial capaz de convertir una fotografía en un rostro en tres dimensiones.
Serena continuó su recorrido por la cocina. Seiya abrió el refrigerador y comenzó a sacar cajas. Tal como había encargado, les habían llevado la cena de uno de los restaurantes favoritos de Seiya y habían metido en la nevera una de las botellas de champán de la bodega.
Seiya sacó la botella, buscó un par de copas en un armario y se acercó a la mesa de la cocina.
—La cena es de encargo —le dijo—, pero tenemos muy buen champán —descorchó la botella, llenó una copa para Serena y se la tendió.
—¿Estamos completamente solos? —le preguntó ella.
—Completamente.
Serena se quitó la chaqueta, la dejó caer al suelo y se quitó también los zapatos. Seiya sintió la cálida corriente del deseo fluyendo por sus venas. Le gustaba estar con Serena en aquella casa, en su casa.
Él también se quitó la chaqueta y la dejó en el respaldo de la silla.
—¿Brindamos?
Serena asintió y Seiya alzó su copa y recitó un brindis irlandés.
—Por que se cumplan tus deseos —acercó su copa a la de Serena y bebió un sorbo de champán—. Si no te gusta el champán, puedo prepararle un martini.
Serena gimió.
—No volveré a tomarlo en mi vida. Aunque no fue tanto la bebida como el juego al que estábamos jugando. Siempre me tocaba beber a mí.
—¿A qué estuviste jugando?
—A «yo nunca…». Es curioso, porque no debería haber perdido. Pero no dejaban de decir cosas que yo nunca había hecho, así que tenía que beber.
—En realidad no se juega así. Una persona dice algo que no ha hecho nunca, y si tú lo has hecho, entonces tienes que beber. Así es como se juega. Como cuando dijiste que nunca habías hecho el amor fuera de casa. Si yo lo hubiera hecho, habría tenido que beber.
—¿Y lo habías hecho alguna vez?
—No. Si dejamos de lado la época de la adolescencia, la de ayer por la noche fue la primera vez.
—Curioso. Sería una buena forma de llegar a conocernos. Creo que deberíamos jugar.
—¿Quieres que juguemos ahora? No es bueno beber champán con el estómago vacío.
—Es igual. Empecemos —dijo Serena—. Yo nunca me he tirado en paracaídas.
—Yo tampoco, así que no tengo que beber. Yo nunca he subido a una montaña.
Serena frunció el ceno y bebió un sorbo.
—Darién me arrastró una vez hasta una montaña de Colorado. Me pareció insoportable. Yo nunca he estado en Francia.
Aquella vez fue Seiya el que bebió.
—Yo nunca… he conocido a una mujer tan guapa como tú.
Serena se echó a reír.
—Muy gracioso. Si no bebo, pareceré una creída, y si bebo, parecerá que no me creo guapa.
—Eres muy guapa.
—Pero conozco muchas mujeres que son mucho más guapas que yo. Creo que voy a tener que beber —bebió un largo sorbo y sonrió.
—Yo no —dijo Seiya, bebiendo también—. No conozco a ninguna mujer más guapa que tú.
Serena le sonrió y Seiya sintió que algo se transformaba en su interior. A veces tenía la sensación de que era imposible desearla más.
—Eso no era parte del juego, pero me gusta que me lo hayas dicho —Serena se interrumpió un instante para pensar su siguiente frase—. Yo nunca he hecho el amor en la cocina. He estado a punto, pero no he llegado a hacerlo.
—¿Te refieres a ayer por la mañana? —Seiya arqueó una ceja y bebió un sorbo—. ¿Y qué tal yo nunca he lamido champán de los senos de una mujer?
Serena se llevó la mano a los labios con expresión de sorpresa.
—Yo tampoco —se agarró la camiseta por el dobladillo y se la subió lentamente—. ¿Por qué no le ponemos remedio ahora?
Cuando se subió a la mesa, Seiya no pudo evitar una carcajada. Serena se tumbó frente a él y arqueó la espalda. Seiya se inclinó sobre ella y le desabrochó el sujetador.
Entonces, Serena tomó una copa de champán y la derramó sobre sus senos y su vientre. Gimiendo suavemente, Seiya se inclino y comenzó a lamerla hasta que el champán desapareció.
—Para no haberlo hecho nunca —susurró Serena—, lo has hecho muy bien.
—Ahora te toca a ti. Y será mejor que sea buena.
Serena se sentó en la mesa.
—Muy bien. Nunca he hecho un striptease para un hombre.
—Yo tampoco. Además, nunca me han hecho un striptease.
—Pues eso también habrá que remediarlo.
Serena se echó a reír, saltó al suelo, se quitó el sujetador y se lo lanzó a Seiya a la cara mientras tarareaba una canción. Se desabrochó después el botón de los vaqueros y comenzó a bajarse lentamente la cremallera.
—Yo no soy la única que tiene que terminar desnuda —se quejó.
—Pero eres la única a la que merece la pena ver desnudarse —replicó Seiya.
Serena le agarró el borde de la camisa y comenzó a quitársela por encima de la cabeza.
—Permíteme discrepar. Si trabajaras en uno de esos clubs para mujeres, ahora mismo tendrías ya cientos de dólares colgando de tu ropa interior. Vamos, desnúdate.
Seiya se quito los zapatos y los calcetines y comenzó a desprenderse también de los vaqueros. Serena retrocedió, aplaudió y corrió por su bolso a sacar un billete. Le hizo un gesto con el dedo para que se acercara y cuando estuvo a su lado, le metió el billete en los calzoncillos.
Seiya la agarró por la cintura, la estrechó contra él y besó la curva de su cuello.
—Nunca he deseado a una mujer como te deseo a ti.
—Renuncio —dijo Serena—. Tú ganas. Juego terminado.
—¿He ganado yo y tú eres el premio? —preguntó Seiya.
—No, el premio eres tú.
La boca de Serena estaba tan dulce por el champán… Seiya lamió su labio inferior hasta hacer desaparecer de él toda gota de champán. Después, buscó su hombro y lamió aquella piel tan suave como la seda. Serena echó la cabeza hacia atrás y suspiró mientras él continuaba besándola.
Cada uno de los rincones del cuerpo de Serena le parecía perfecto, como si estuviera hecho para sus manos. Siempre le había fascinado el cuerpo de las mujeres, pero con Serena, se había convertido en una obsesión conocer cada detalle, cada centímetro de su piel, cada una de sus cunas.
Extendió las manos en su espalda y las deslizó hasta la cintura de los vaqueros. Al encontrar el elástico del tanga, gimió. Era evidente que Serena había elegido cuidadosamente su ropa interior.
Serena se apartó ligeramente de sus brazos, posó la mano en su pecho y presionó hasta hacerlo sentarse en el borde de la mesa. Con la mirada fija en sus ojos, continuó el striptease. Después, se colocó de espaldas a él, se inclinó hacia delante y comenzó a quitarse los vaqueros. Seiya suspiró. No estaba seguro de cuánto tiempo iba a poder aguantar. Los dedos le temblaban de ganas de tocarla.
Cuando Serena se enderezó y se volvió hacia él, Seiya le tendió las manos, pero ella se limitó a tomarlas y a hacer que las apoyara en el borde de la mesa. Y cuando Serena comenzó a bajarle los calzoncillos, él ni siquiera se movió.
Serena deslizó la mano por su pecho, jugueteando con las uñas sobre su piel. Seiya cerró los ojos mientras ella saboreaba su cálida piel con los labios. Aquello era una tortura, se dijo él. Le tocara donde le tocara, parecía enviar una corriente de deseo a todo su cuerpo. Era tal su necesidad de liberarse, que resultaba casi dolorosa y temía que todo terminara demasiado pronto.
—¿Por qué me haces esto? —musitó.
—¿Preferirías que estuviera haciendo otra cosa?
—Oh, no.
—Entonces, deja de quejarte.
Seiya se inclinó hacia delante y le besó el hombro. Serena tembló y Seiya advirtió que le castañeteaban los dientes.
—Tienes frío —susurró.
Le tomó la mano y la condujo hasta la chimenea del salón. Una vez allí, echó un tronco al fuego y le frotó después los brazos a Serena.
—¿Estás mejor?
—Mmm.
Seiya le dio un beso en la frente.
—Espérame aquí.
Fue al vestíbulo, regresó con su bolsa y sacó una caja de preservativos. Después, tomó una manta del sofá y se la echó a Serena por los hombros.
—Tampoco había estado nunca con una mujer desnuda en esta casa, así que no estoy preparado. Pero en la cama hay un edredón.
—Prefiero quedarme aquí. Nunca he hecho el amor delante de una chimenea.
Se arrodilló en el suelo, tomó su mano y le hizo agacharse junto a ella. Seiya le acarició la cara mirándole a los ojos y preguntándose cómo habría sido capaz de vivir hasta ese momento sin ella. En solo una semana, aquella mujer le había cautivado por completo.
Seiya le tomó las manos y la besó, regodeándose en el sabor de su boca. ¿Era eso lo que había estado esperando durante todo aquel tiempo?
Se tumbaron en el suelo, sobre una mullida alfombra. Seiya enredó las manos en su pelo, un pelo que resplandecía como el oro a la luz del fuego.
—¿Podrías llegar a amarme, aunque sea sólo durante esta noche? —susurró.
Serena sonrió y deslizó la mano por su barbilla.
—Te amo. Sólo por esta noche.
Seiya dejó que fueran aquellas palabras las que lo guiaran. Aunque sólo fuera durante aquella noche, Serena lo amaba. Y lo que compartieron en aquella ocasión no fue sólo sexo, sino una conexión emocional mucho más profunda. Por primera vez en toda su vida de adulto, el vacío que sentía en su interior comenzaba a desaparecer. Serena lo había cambiado para siempre, y no estaba seguro de que pudiera permitir que eso ocurriera.
Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
Serena había estado de vacaciones en lugares preciosos pero mientras contemplaba el lago Learie, pensó que jamás había visto un lugar más hermoso.
—¿Alguna vez llega uno a acostumbrarse a tanta belleza? Esto parece un paraíso.
—Estamos en uno de los lugares más bonitos de Irlanda —admitió Seiya—, pero seguro que en Chicago también hay lugares preciosos.
—Chicago es todo cemento y acero. También tenemos un lago, pero es frío y gris.
Seiya le tomó la mano.
—Vamos a comer. Quiero llevarte a un restaurante de Killarney. Además, compraremos algunos recuerdos.
Le tomó la mano y la condujo hasta el coche. Una vez dentro, Serena se recostó en el asiento y alargó la mano para tomar la de Seiya. Éste entrelazó los dedos con los suyos y se llevó su mano a los labios.
—¿Te estás divirtiendo?
—Todo es maravilloso. ¿Cómo es posible que alguien dejara un lugar como éste?
—Hubo una época en la que no había trabajo. El país ha cambiado mucho en estos últimos diez años. Y el turismo ha llegado a convertirse en una de las industrias más importantes del país.
—No sé por qué, pero siento una conexión especial con este lugar. Es como si formara parte de mí.
—Eres irlandesa.
—Pero mi madre es noruega. Por eso tengo el pelo tan rubio.
—Me gusta tu pelo.
Continuaron hablando del paisaje mientras conducían hasta Killarney. Después de desayunar, habían dado una vuelta por la ciudad. Seiya le había dicho que era un lugar excesivamente turístico, pero a ella le había parecido precioso, con sus calles estrechas y las casas de todos los colores. Respondía exactamente a la imagen que se había hecho de Irlanda.
Una vez en Killarney, Seiya dejó el coche en el aparcamiento de una calle muy transitada y recorrieron andando las dos manzanas que les separaban del restaurante.
—Aquí sirven comida tradicional irlandesa, he pensado que te gustaría probarla.
La camarera los condujo hasta una mesa con vistas al jardín. Serena pidió un té y, cuando se lo sirvieron, Seiya se levantó.
—¿Adónde vas?
—No tardaré mucho, te lo prometo.
Serena le observó cruzar el restaurante. Más de una mujer se fijó en él y Serena no pudo evitar una punzada de celos. Le resultaba difícil imaginárselo con otra mujer, pero si ella se marchaba, Seiya tendría que continuar viviendo y no tardaría en encontrar a alguien que la sustituyera.
Bebió un sorbo de té. ¿Sentiría Seiya el mismo deseo y la misma pasión que ella?
Sacudió la cabeza, intentando apartar aquellos pensamientos de su cabeza. La camarera le llevó la carta y Serena la estudió. La verdad era que habría preferido regresar a casa y comer lo que había sobrado de la noche anterior a tener que estar sentada en aquel restaurante sin poder tocarle ni besarle.
A los diez minutos, Seiya regresó a la mesa y colocó una cajita en frente de Serena.
—Ábrela —le dijo.
—No tenías por qué comprarme nada.
—Claro que sí. Adelante, ábrela. Y no te preocupes, no es un anillo de diamantes.
Serena abrió la caja, conmovida por aquel gesto. Seiya parecía tan satisfecho de sí mismo que Serena no pudo evitar echarse a reír.
—Ahora no saldrá una de esas serpientes de broma de la caja, ¿verdad?
—Claro que no. No tienes nada que temer. No es ninguna broma.
Serena desenvolvió el regalo con mucho cuidado y abrió la caja. En el interior había una cadena de oro con un colgante. Serena la tomó y la sostuvo frente a ella. El colgante tenía en el medio una piedra preciosa.
—Es precioso. Lo he visto en otras ocasiones, pero no sé lo que significa. ¿Es un símbolo religioso?
—No, es un claddagh, un anillo tradicional irlandés, y tiene un sentido más romántico. Es un corazón sostenido por un par de manos sobre una corona. El corazón representa el amor, las manos la amistad y la corona la lealtad. Así te acordarás de mí.
—¿Crees que podría olvidarte?
—No lo sé, intento no pensar en ello.
—Han sido unos días maravillosos —dijo Serena, fijando la mirada en el colgante—. Creo que jamás volveré a tener unas vacaciones como éstas.
Seiya le tomó la mano a través de la mesa y comenzó a besarle las yemas de los dedos.
—Vas a marcharte, ¿verdad?
—Sí, mi vida está allí, Seiya. En Chicago tengo a mis amigos, a mi familia. Si me quedo, no podré encontrar trabajo. Pero eso no significa que no pueda volver de visita. O que no puedas venir tú a Chicago —sugirió.
—Sí, es una posibilidad.
—¿Y lo harías?
Seiya negó con la cabeza.
—Dejar que te vayas una vez ya está siendo suficientemente difícil. No quiero pasar dos veces por lo mismo. Es como clavarte una astilla en un ojo. La primera vez puede ser un accidente, pero la segunda ya es masoquismo.
Serena se echó a reír.
—Me alegro de que podamos hablar de esto —dijo—, no quiero marcharme triste y llena de arrepentimientos —se puso la cadena alrededor del cuello—. Gracias.
Seiya se inclinó sobre la mesa para darle un beso.
—De nada. Y ahora, vámonos de aquí. Ya no tengo hambre y tengo muchas más ganas de besarte de las que están permitidas en este restaurante.
Dejó un billete sobre la mesa para pagar el té, la tomó de la mano y se dirigió con ella hacia la puerta, rodeándole la cintura con el brazo y acercando los labios a su boca.
Corrieron hasta el coche entre risas. Mientras salían de Killarney, Serena continuó acariciándole, pero Seiya mantenía los ojos fijos en la carretera. Al llegar a la casa, casi salieron del coche antes de haber apagado el motor.
Seiya marcó con dedos torpes el código de entrada mientras Serena prácticamente le desgarraba la ropa. Entraron abrazados en la casa y Seiya cerró la puerta con el pie.
—¿Sabes lo feliz que me haces? —preguntó Serena mordisqueándole el cuello.
—¿Locamente feliz? ¿Maravillosamente feliz?
—Sí. ¿Y a ti qué te hace feliz?
—¿Ahora mismo? Estar aquí contigo. Enseñarte una pequeña parte de Irlanda. Pensar que estoy a punto de acostarme contigo.
—¿El sexo te hace feliz?
—Sí.
—Es curioso que funcione de esa manera —dijo Serena.
Se desasió de sus brazos y salió corriendo las escaleras. Cuando llegó al final, esperó a que Seiya la alcanzara. Entraron juntos en el dormitorio. Seiya la agarró entonces por la cintura y se tumbó con ella en la cama.
—¿Podemos quedarnos aquí para siempre? —preguntó Serena.
—Podemos quedarnos durante todo el tiempo que quieras —contestó Seiya.
¡Qué ambos se queden para siempre en Irlanda! jajaja... Ok, después de este capitulo de ensueño, hay que afrontar la realidad: :[GOTITA]: Serena ya decidio volver a Chicago, aunque después de tener a Seiya para ella sola sin que nadie los moleste... ¿será que cambiara de opinión y se quedara con él?
Lo descubriremos en el proximo capitulo
Me despido por ahora esperando que les haya gustado el capítulo de hoy, como siempre, les pido que no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Muchos saludos para todos y ¡nos vemos en el proximo capitulo!
XOXO
Serenity
—¿Alguna vez llega uno a acostumbrarse a tanta belleza? Esto parece un paraíso.
—Estamos en uno de los lugares más bonitos de Irlanda —admitió Seiya—, pero seguro que en Chicago también hay lugares preciosos.
—Chicago es todo cemento y acero. También tenemos un lago, pero es frío y gris.
Seiya le tomó la mano.
—Vamos a comer. Quiero llevarte a un restaurante de Killarney. Además, compraremos algunos recuerdos.
Le tomó la mano y la condujo hasta el coche. Una vez dentro, Serena se recostó en el asiento y alargó la mano para tomar la de Seiya. Éste entrelazó los dedos con los suyos y se llevó su mano a los labios.
—¿Te estás divirtiendo?
—Todo es maravilloso. ¿Cómo es posible que alguien dejara un lugar como éste?
—Hubo una época en la que no había trabajo. El país ha cambiado mucho en estos últimos diez años. Y el turismo ha llegado a convertirse en una de las industrias más importantes del país.
—No sé por qué, pero siento una conexión especial con este lugar. Es como si formara parte de mí.
—Eres irlandesa.
—Pero mi madre es noruega. Por eso tengo el pelo tan rubio.
—Me gusta tu pelo.
Continuaron hablando del paisaje mientras conducían hasta Killarney. Después de desayunar, habían dado una vuelta por la ciudad. Seiya le había dicho que era un lugar excesivamente turístico, pero a ella le había parecido precioso, con sus calles estrechas y las casas de todos los colores. Respondía exactamente a la imagen que se había hecho de Irlanda.
Una vez en Killarney, Seiya dejó el coche en el aparcamiento de una calle muy transitada y recorrieron andando las dos manzanas que les separaban del restaurante.
—Aquí sirven comida tradicional irlandesa, he pensado que te gustaría probarla.
La camarera los condujo hasta una mesa con vistas al jardín. Serena pidió un té y, cuando se lo sirvieron, Seiya se levantó.
—¿Adónde vas?
—No tardaré mucho, te lo prometo.
Serena le observó cruzar el restaurante. Más de una mujer se fijó en él y Serena no pudo evitar una punzada de celos. Le resultaba difícil imaginárselo con otra mujer, pero si ella se marchaba, Seiya tendría que continuar viviendo y no tardaría en encontrar a alguien que la sustituyera.
Bebió un sorbo de té. ¿Sentiría Seiya el mismo deseo y la misma pasión que ella?
Sacudió la cabeza, intentando apartar aquellos pensamientos de su cabeza. La camarera le llevó la carta y Serena la estudió. La verdad era que habría preferido regresar a casa y comer lo que había sobrado de la noche anterior a tener que estar sentada en aquel restaurante sin poder tocarle ni besarle.
A los diez minutos, Seiya regresó a la mesa y colocó una cajita en frente de Serena.
—Ábrela —le dijo.
—No tenías por qué comprarme nada.
—Claro que sí. Adelante, ábrela. Y no te preocupes, no es un anillo de diamantes.
Serena abrió la caja, conmovida por aquel gesto. Seiya parecía tan satisfecho de sí mismo que Serena no pudo evitar echarse a reír.
—Ahora no saldrá una de esas serpientes de broma de la caja, ¿verdad?
—Claro que no. No tienes nada que temer. No es ninguna broma.
Serena desenvolvió el regalo con mucho cuidado y abrió la caja. En el interior había una cadena de oro con un colgante. Serena la tomó y la sostuvo frente a ella. El colgante tenía en el medio una piedra preciosa.
—Es precioso. Lo he visto en otras ocasiones, pero no sé lo que significa. ¿Es un símbolo religioso?
—No, es un claddagh, un anillo tradicional irlandés, y tiene un sentido más romántico. Es un corazón sostenido por un par de manos sobre una corona. El corazón representa el amor, las manos la amistad y la corona la lealtad. Así te acordarás de mí.
—¿Crees que podría olvidarte?
—No lo sé, intento no pensar en ello.
—Han sido unos días maravillosos —dijo Serena, fijando la mirada en el colgante—. Creo que jamás volveré a tener unas vacaciones como éstas.
Seiya le tomó la mano a través de la mesa y comenzó a besarle las yemas de los dedos.
—Vas a marcharte, ¿verdad?
—Sí, mi vida está allí, Seiya. En Chicago tengo a mis amigos, a mi familia. Si me quedo, no podré encontrar trabajo. Pero eso no significa que no pueda volver de visita. O que no puedas venir tú a Chicago —sugirió.
—Sí, es una posibilidad.
—¿Y lo harías?
Seiya negó con la cabeza.
—Dejar que te vayas una vez ya está siendo suficientemente difícil. No quiero pasar dos veces por lo mismo. Es como clavarte una astilla en un ojo. La primera vez puede ser un accidente, pero la segunda ya es masoquismo.
Serena se echó a reír.
—Me alegro de que podamos hablar de esto —dijo—, no quiero marcharme triste y llena de arrepentimientos —se puso la cadena alrededor del cuello—. Gracias.
Seiya se inclinó sobre la mesa para darle un beso.
—De nada. Y ahora, vámonos de aquí. Ya no tengo hambre y tengo muchas más ganas de besarte de las que están permitidas en este restaurante.
Dejó un billete sobre la mesa para pagar el té, la tomó de la mano y se dirigió con ella hacia la puerta, rodeándole la cintura con el brazo y acercando los labios a su boca.
Corrieron hasta el coche entre risas. Mientras salían de Killarney, Serena continuó acariciándole, pero Seiya mantenía los ojos fijos en la carretera. Al llegar a la casa, casi salieron del coche antes de haber apagado el motor.
Seiya marcó con dedos torpes el código de entrada mientras Serena prácticamente le desgarraba la ropa. Entraron abrazados en la casa y Seiya cerró la puerta con el pie.
—¿Sabes lo feliz que me haces? —preguntó Serena mordisqueándole el cuello.
—¿Locamente feliz? ¿Maravillosamente feliz?
—Sí. ¿Y a ti qué te hace feliz?
—¿Ahora mismo? Estar aquí contigo. Enseñarte una pequeña parte de Irlanda. Pensar que estoy a punto de acostarme contigo.
—¿El sexo te hace feliz?
—Sí.
—Es curioso que funcione de esa manera —dijo Serena.
Se desasió de sus brazos y salió corriendo las escaleras. Cuando llegó al final, esperó a que Seiya la alcanzara. Entraron juntos en el dormitorio. Seiya la agarró entonces por la cintura y se tumbó con ella en la cama.
—¿Podemos quedarnos aquí para siempre? —preguntó Serena.
—Podemos quedarnos durante todo el tiempo que quieras —contestó Seiya.
¡Qué ambos se queden para siempre en Irlanda! jajaja... Ok, después de este capitulo de ensueño, hay que afrontar la realidad: :[GOTITA]: Serena ya decidio volver a Chicago, aunque después de tener a Seiya para ella sola sin que nadie los moleste... ¿será que cambiara de opinión y se quedara con él?
Lo descubriremos en el proximo capitulo
Me despido por ahora esperando que les haya gustado el capítulo de hoy, como siempre, les pido que no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Muchos saludos para todos y ¡nos vemos en el proximo capitulo!
XOXO
Serenity
Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
aaaaaaaaaaaaay k lindo
jjeje y magico, pero sobre todo muy sensual.
me encanta el rumbo de la historia.
ojala serena se decida por seiya y no acepte al tonto de darien ajajajjajja
bueno saludines :)
jjeje y magico, pero sobre todo muy sensual.
me encanta el rumbo de la historia.
ojala serena se decida por seiya y no acepte al tonto de darien ajajajjajja
bueno saludines :)
Princesa_ Lunar- Sailor Inner Scout
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Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
Ya quisiera yo conocer a un Seiya y que me lleve a esa casa 1313.
natu_rw- Sailor Inner Scout
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Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
que buena novela estan romantica me gusta mucho
esperare tu proximo capitulo
esperare tu proximo capitulo
eternity moon- Reina Serenity
- Mensajes : 2213
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Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
Que gran capitulo
Quiero un Seiya para mi!!!! Jajajaja espero ansiosa el siguiente capitulo espero no tardes en actualizar...
Quiero un Seiya para mi!!!! Jajajaja espero ansiosa el siguiente capitulo espero no tardes en actualizar...
MaRyMG- Sailor Scout
- Mensajes : 62
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Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
AY QEU BUENO QUE VA A pasar que bueno pero mal por darien me alegro de que serena este bn con seiya pero que va a pasar con darien serena se dara cuenta de con quien quiere estas espero que si con quien se queda CON DARIEN O SEIYA PLIS QUIERO SABER QUE VA A PASAR ASE UN ADLENDANTO PLIS Y SE DIRVIRTIERO MAL E OJLA ESO UVIERA PASAD CON DARIEN PERO COMO VA ER SERENA Y SEIYA OOOO SERENA Y DARIEN ESPERO QUE CON NOSE GGRASIAS POR TUS COMIC ESTAN BUENO Y LINDO TE QUIERO MUCHO GIULY
giuliana tuskino- New User
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Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
Lamento comentar hasta ahora pero creo que serena aun no ha decidido nada, esta muy confundida en un solo día recibió 2 joyas preciosas, y ella no se quiere ir, solo cree que su seguridad esta allá pero la verdad es que se quiere quedar en Irlanda, espero la actualización salu2
Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
¡Hola!
¡Mil gracias por todos sus comentarios! ¡Me alegra que les gustara el capitulo anterior de esta historia!
El día de hoy traigo para ustedes un capitulo más de este fic ¡espero que lo disfruten!
Capitulo 7
El último ferry entre Fermoy y la isla de Trall llegaba al pueblo a las seis de la tarde del lunes. Serena permanecía en cubierta, observando parpadear desde allí las luces del pueblo. El capitán guiaba el barco durante los últimos metros que le separaban del puerto. Al poco rato, el cabrestante comenzó a girar y bajaron la rampa hacia tierra firme.
Serena miró por encima del hombro y descubrió a Seiya mirándola con atención. Estaba sentado en el capó del Mercedes.
Cada vez que la miraba, Serena no podía evitar pensar en la pasión que habían compartido durante los últimos tres días. Aunque sólo hacía una semana que lo conocía, tenía la sensación de llevar con él toda una vida.
—Una vida —contestó Serena—. Ésta es tu vida, no la mía, Seiya. Yo he irrumpido de pronto en tu vida y, créeme, ha sido maravilloso. Pero no podemos continuar viviendo así. La vida no son unas vacaciones.
Seiya no dijo una sola palabra mientras conducían hasta la posada.
Cuando llegó y apagó el motor, se volvió hacia Serena y le preguntó suavemente:
—¿Y si yo te diera una razón para quedarte?
—Yo… no estoy segura de que ni siquiera así pudiera hacerlo —contestó Serena—. No puedo perder mis raíces, irme a vivir al otro extremo del mundo por… —tragó saliva.
—¿Por un hombre del que no estás enamorada? —preguntó Seiya.
—No, por un hombre al que he conocido hace una semana.
Seiya tomó aire y asintió.
—Lo comprendo. Esta isla no tiene muchas cosas que ofrecerle a una mujer como tú.
Aquello no era cierto, pensó Serena. En Trall había muchas cosas que jamás encontraría en otra parte. Un hombre que la hacía sentirse sexy y atractiva para empezar. Y una gente encantadora que la había aceptado como si llevara viviendo allí toda su vida.
Pero había pasado tres años con Darién, convencida de que tenía un futuro a su lado, y se había equivocado. ¿Cómo podía tomar la decisión de quedarse con Seiya después de haber pasado una semana con él?
—No tienes que quedarte toda la vida —dijo Seiya—, sólo una semana más. Y al final de esa semana, podrás decidir si quieres quedarte otra. Es así de sencillo.
—Pensaré en ello —contestó Serena, forzando una sonrisa.
Abrió la puerta y salió, consciente de que bastaría otra palabra de Seiya para convencerla.
Seiya agarró el equipaje del asiento de atrás y alcanzó a Serena en la puerta.
—Prométeme que lo harás.
—Te lo prometo.
En el interior de la posada, todo estaba en silencio. Seiya dejó las bolsas en el suelo y ayudó a Serena a quitarse la chaqueta. Se dirigieron hacia el salón, atraídos por el calor del fuego. Pero en cuanto entraron, Mina asomó la cabeza por detrás del respaldo del sofá.
—Vaya, están en casa —dijo, pasándose las manos por el pelo.
—Sí, y tú también —replicó Seiya.
Un instante después, aparecía Darién al lado de Mina, sonriendo avergonzado. También él tenía el pelo revuelto, una clara señal de lo que habían estado haciendo en el sofá. Serena se volvió hacia Seiya y éste arrugó la nariz.
—Creía que te habrías ido —dijo Serena, concentrándose en su ex prometido.
—Me gusta estar aquí —respondió Darién, sonriendo a Mina—. He pensado que necesitaba unas vacaciones.
Serena se aclaró la garganta, estupefacta ante la escena que tenía ante ella.
—Pero… ¿no tienes que volver al trabajo?
—Siempre he estado demasiado obsesionado por el trabajo. Y me gustaría disculparme por ello, Serena. Sé lo difícil que tiene que haber sido para ti vivir conmigo. Pero creo que en esa época no supe ordenar mis prioridades.
—¿En esa época? —preguntó Serena—. Darién, sólo ha pasado una semana desde entonces. Viniste aquí hace tres días decidido a hacerme volver y ahora, de pronto, eres tu el que no quiere marcharse.
—En la vida hay más cosas que el trabajo, ¿verdad, Seiya?
—Sí, yo siempre lo he pensado —contestó Seiya con desgana.
—Ya basta —exclamó Serena—. Darién, esto no es propio de ti. No puedes dejar ese trabajo. No sé lo que está pasando aquí, pero tienes que volver a Nueva York inmediatamente.
—Mina cree que debería quedarme.
—Es cierto —intervino Mina—. Le gusta estar aquí, y tiene muchas ideas sobre cómo aumentar el turismo en la isla.
Serena gimió, se llevó las manos a la cabeza y se volvió hacia Darién.
—¿Has dejado que Mina te convenza? ¿Te ha dado algo de comer o de beber? Mina es una bruja, Darién. No sabe nada sobre el mundo de la publicidad, sobre lo importante que es tomar las decisiones adecuadas para sacar adelante una carrera. No lo estropees todo, Darién.
—Relájate —le aconsejó Darién.
—No, no voy a relajarme. Vas a volver a Nueva York mañana mismo. ¿Dónde tienes el billete? Voy a llamar ahora mismo a tu compañía aérea.
—Pero si me gusta estar aquí. La gente es muy simpática.
—¡Te gusta estar aquí porque no eres capaz de pensar con claridad! Esto es una isla, Darién, aquí no tienes ni gimnasio, ni Starbucks, ni un lugar en el que comprarte zapatos italianos. No sobrevivirías aquí ni una semana.
—He cambiado.
—¿Qué le has hecho? —le preguntó Serena a Mina.
—A mí no me mires.
—Has sido tú la que le has hechizado.
—Pero sólo porque Seiya me pidió que lo hiciera.
—¡Eso no es cierto! —exclamó Seiya, y miró a Serena—. No es verdad, te lo juro. Le pedí que le mantuviera ocupado. Y hay una gran diferencia entre llevárselo a dar una vuelta por la isla y besuquearlo en mi sofá. ¡Yo sólo quería poder pasar más tiempo contigo!
Darién alzó la mano y se sentó.
—Un momento, ¿ustedes están…?
—Eso no es asunto tuyo —le espetó Serena—. Y ahora dime, ¿en qué habitación estás? —se volvió hacia Seiya—. ¿En qué habitación está?
—En la seis —respondió Seiya.
Serena se dirigió a recepción a grandes zancadas y tomó la llave de la habitación.
—Voy a subir a hacerte las maletas y después intentaré conseguir un vuelo en el que podamos irnos los dos.
Y sin más, dio media vuelta y se dirigió hacia las escaleras. Para cuando llegó a su habitación, tenía el pleno convencimiento de que había tomado la decisión correcta. Tenía que volver con Darién a Nueva York, aceptar un trabajo en su agencia y comenzar una nueva vida. Y en sólo unos meses, sus vacaciones en Irlanda y aventura con Seiya Kou no serían nada más que un recuerdo agradable.
Localizó la habitación de Darién, abrió la puerta y fijó la mirada en las sábanas revueltas. El sujetador de Mina colgaba de uno de los postes de la cama. Pensó que debería estar enfadada, o celosa, o sentir algo. El hombre con el que había estado durmiendo hasta hacía una semana había estado en la cama con otra mujer. Pero no sentía nada, más allá de una ligera irritación.
Con un suave juramento, entró en la habitación, agarró una bolsa de viaje y comenzó a guardar cosas.
—¿Qué estás haciendo?
Serena cerró los ojos al oír la voz de Seiya.
—Estoy haciéndole las maletas. Se va. Y yo no debería haberme ido contigo. Debería haberme asegurado de que regresara a Nueva York.
—Eso no es justo. No puedes culparte a ti misma.
—¿A quién debería culpar entonces? ¿A ti?
—Es un hombre adulto. ¡Puede hacer lo que le apetezca!
—Se irá a Nueva York. En esta isla no duraría ni una semana.
—¿Y tú te vas a ir con él?
—Me temo que es la única forma de conseguir que se suba en ese avión —replicó Serena. Metió una camisa doblada en la bolsa y se volvió hacia Seiya—. ¿En qué estabas pensando cuando le pediste a Mina que se ocupara de él?
—Ya te lo he dicho. Quería que le distrajera.
—Que le sedujera, querrás decir —musitó Serena, mirando con expresión asesina el sujetador de Mina.
—¿Y qué? —replicó Seiya—. ¿Qué tiene eso de malo? Quería tenerte para mí solo durante unos días y pensé que Mina era la persona más adecuada para ocuparse de Darién. Sé que no puedo ofrecerte lo que quieres, Serena. Podría ofrecerte mucho más, pero no sé si eso te haría cambiar de opinión. Dios mío, antes tenía todo lo que cualquier mujer podía desear, pero no quería a ninguna de las mujeres que lo querían. Y ahora no tengo nada que tú puedas querer, pero te quiero a ti.
—Se suponía que lo nuestro no iba a durar. Los dos estuvimos de acuerdo en eso, ¿recuerdas?
—Sí, pero necesitaba prolongarlo todo lo que pudiera, y por eso llamé a Mina.
—Quizá haya sido mejor así. Si no hubiera tenido una buena razón para irme, es posible que me hubiera quedado. Pero no quiero ser la responsable de que Darién eche a perder su vida profesional por culpa de esa… bruja.
—¿Y qué me dices sobre todas las razones que tienes para quedarte?
—Esas son las mismas razones por las que volveré. Esto no quiere decir que todo vaya a terminar entre nosotros. Podemos volver a vernos.
—Sí, claro —dijo Seiya, asintiendo.
Serena encontró el billete de Darién en el bolsillo interior de su chaqueta y se lo tendió a Seiya.
—Mi billete está en la repisa de la chimenea de mi habitación. Los dos viajamos con la misma compañía. ¿Puedes llamar para ver si podemos salir mañana a primera hora?
—¿Vas a volver a Chicago o te vas con Darién a Nueva York?
Serena pensó durante largo rato su respuesta.
—A Nueva York. En realidad, el vuelo llega a Newark, así que bastará con que digas que vamos allí.
Seiya le quitó el billete, salió y cerró la puerta tras él sin decir palabra. Serena inclinó la cabeza y suspiró. Lo único que le quedaba por hacer era convencerse a sí misma de que había tomado la decisión correcta.
¡Mil gracias por todos sus comentarios! ¡Me alegra que les gustara el capitulo anterior de esta historia!
El día de hoy traigo para ustedes un capitulo más de este fic ¡espero que lo disfruten!
Capitulo 7
El último ferry entre Fermoy y la isla de Trall llegaba al pueblo a las seis de la tarde del lunes. Serena permanecía en cubierta, observando parpadear desde allí las luces del pueblo. El capitán guiaba el barco durante los últimos metros que le separaban del puerto. Al poco rato, el cabrestante comenzó a girar y bajaron la rampa hacia tierra firme.
Serena miró por encima del hombro y descubrió a Seiya mirándola con atención. Estaba sentado en el capó del Mercedes.
Cada vez que la miraba, Serena no podía evitar pensar en la pasión que habían compartido durante los últimos tres días. Aunque sólo hacía una semana que lo conocía, tenía la sensación de llevar con él toda una vida.
—Una vida —contestó Serena—. Ésta es tu vida, no la mía, Seiya. Yo he irrumpido de pronto en tu vida y, créeme, ha sido maravilloso. Pero no podemos continuar viviendo así. La vida no son unas vacaciones.
Seiya no dijo una sola palabra mientras conducían hasta la posada.
Cuando llegó y apagó el motor, se volvió hacia Serena y le preguntó suavemente:
—¿Y si yo te diera una razón para quedarte?
—Yo… no estoy segura de que ni siquiera así pudiera hacerlo —contestó Serena—. No puedo perder mis raíces, irme a vivir al otro extremo del mundo por… —tragó saliva.
—¿Por un hombre del que no estás enamorada? —preguntó Seiya.
—No, por un hombre al que he conocido hace una semana.
Seiya tomó aire y asintió.
—Lo comprendo. Esta isla no tiene muchas cosas que ofrecerle a una mujer como tú.
Aquello no era cierto, pensó Serena. En Trall había muchas cosas que jamás encontraría en otra parte. Un hombre que la hacía sentirse sexy y atractiva para empezar. Y una gente encantadora que la había aceptado como si llevara viviendo allí toda su vida.
Pero había pasado tres años con Darién, convencida de que tenía un futuro a su lado, y se había equivocado. ¿Cómo podía tomar la decisión de quedarse con Seiya después de haber pasado una semana con él?
—No tienes que quedarte toda la vida —dijo Seiya—, sólo una semana más. Y al final de esa semana, podrás decidir si quieres quedarte otra. Es así de sencillo.
—Pensaré en ello —contestó Serena, forzando una sonrisa.
Abrió la puerta y salió, consciente de que bastaría otra palabra de Seiya para convencerla.
Seiya agarró el equipaje del asiento de atrás y alcanzó a Serena en la puerta.
—Prométeme que lo harás.
—Te lo prometo.
En el interior de la posada, todo estaba en silencio. Seiya dejó las bolsas en el suelo y ayudó a Serena a quitarse la chaqueta. Se dirigieron hacia el salón, atraídos por el calor del fuego. Pero en cuanto entraron, Mina asomó la cabeza por detrás del respaldo del sofá.
—Vaya, están en casa —dijo, pasándose las manos por el pelo.
—Sí, y tú también —replicó Seiya.
Un instante después, aparecía Darién al lado de Mina, sonriendo avergonzado. También él tenía el pelo revuelto, una clara señal de lo que habían estado haciendo en el sofá. Serena se volvió hacia Seiya y éste arrugó la nariz.
—Creía que te habrías ido —dijo Serena, concentrándose en su ex prometido.
—Me gusta estar aquí —respondió Darién, sonriendo a Mina—. He pensado que necesitaba unas vacaciones.
Serena se aclaró la garganta, estupefacta ante la escena que tenía ante ella.
—Pero… ¿no tienes que volver al trabajo?
—Siempre he estado demasiado obsesionado por el trabajo. Y me gustaría disculparme por ello, Serena. Sé lo difícil que tiene que haber sido para ti vivir conmigo. Pero creo que en esa época no supe ordenar mis prioridades.
—¿En esa época? —preguntó Serena—. Darién, sólo ha pasado una semana desde entonces. Viniste aquí hace tres días decidido a hacerme volver y ahora, de pronto, eres tu el que no quiere marcharse.
—En la vida hay más cosas que el trabajo, ¿verdad, Seiya?
—Sí, yo siempre lo he pensado —contestó Seiya con desgana.
—Ya basta —exclamó Serena—. Darién, esto no es propio de ti. No puedes dejar ese trabajo. No sé lo que está pasando aquí, pero tienes que volver a Nueva York inmediatamente.
—Mina cree que debería quedarme.
—Es cierto —intervino Mina—. Le gusta estar aquí, y tiene muchas ideas sobre cómo aumentar el turismo en la isla.
Serena gimió, se llevó las manos a la cabeza y se volvió hacia Darién.
—¿Has dejado que Mina te convenza? ¿Te ha dado algo de comer o de beber? Mina es una bruja, Darién. No sabe nada sobre el mundo de la publicidad, sobre lo importante que es tomar las decisiones adecuadas para sacar adelante una carrera. No lo estropees todo, Darién.
—Relájate —le aconsejó Darién.
—No, no voy a relajarme. Vas a volver a Nueva York mañana mismo. ¿Dónde tienes el billete? Voy a llamar ahora mismo a tu compañía aérea.
—Pero si me gusta estar aquí. La gente es muy simpática.
—¡Te gusta estar aquí porque no eres capaz de pensar con claridad! Esto es una isla, Darién, aquí no tienes ni gimnasio, ni Starbucks, ni un lugar en el que comprarte zapatos italianos. No sobrevivirías aquí ni una semana.
—He cambiado.
—¿Qué le has hecho? —le preguntó Serena a Mina.
—A mí no me mires.
—Has sido tú la que le has hechizado.
—Pero sólo porque Seiya me pidió que lo hiciera.
—¡Eso no es cierto! —exclamó Seiya, y miró a Serena—. No es verdad, te lo juro. Le pedí que le mantuviera ocupado. Y hay una gran diferencia entre llevárselo a dar una vuelta por la isla y besuquearlo en mi sofá. ¡Yo sólo quería poder pasar más tiempo contigo!
Darién alzó la mano y se sentó.
—Un momento, ¿ustedes están…?
—Eso no es asunto tuyo —le espetó Serena—. Y ahora dime, ¿en qué habitación estás? —se volvió hacia Seiya—. ¿En qué habitación está?
—En la seis —respondió Seiya.
Serena se dirigió a recepción a grandes zancadas y tomó la llave de la habitación.
—Voy a subir a hacerte las maletas y después intentaré conseguir un vuelo en el que podamos irnos los dos.
Y sin más, dio media vuelta y se dirigió hacia las escaleras. Para cuando llegó a su habitación, tenía el pleno convencimiento de que había tomado la decisión correcta. Tenía que volver con Darién a Nueva York, aceptar un trabajo en su agencia y comenzar una nueva vida. Y en sólo unos meses, sus vacaciones en Irlanda y aventura con Seiya Kou no serían nada más que un recuerdo agradable.
Localizó la habitación de Darién, abrió la puerta y fijó la mirada en las sábanas revueltas. El sujetador de Mina colgaba de uno de los postes de la cama. Pensó que debería estar enfadada, o celosa, o sentir algo. El hombre con el que había estado durmiendo hasta hacía una semana había estado en la cama con otra mujer. Pero no sentía nada, más allá de una ligera irritación.
Con un suave juramento, entró en la habitación, agarró una bolsa de viaje y comenzó a guardar cosas.
—¿Qué estás haciendo?
Serena cerró los ojos al oír la voz de Seiya.
—Estoy haciéndole las maletas. Se va. Y yo no debería haberme ido contigo. Debería haberme asegurado de que regresara a Nueva York.
—Eso no es justo. No puedes culparte a ti misma.
—¿A quién debería culpar entonces? ¿A ti?
—Es un hombre adulto. ¡Puede hacer lo que le apetezca!
—Se irá a Nueva York. En esta isla no duraría ni una semana.
—¿Y tú te vas a ir con él?
—Me temo que es la única forma de conseguir que se suba en ese avión —replicó Serena. Metió una camisa doblada en la bolsa y se volvió hacia Seiya—. ¿En qué estabas pensando cuando le pediste a Mina que se ocupara de él?
—Ya te lo he dicho. Quería que le distrajera.
—Que le sedujera, querrás decir —musitó Serena, mirando con expresión asesina el sujetador de Mina.
—¿Y qué? —replicó Seiya—. ¿Qué tiene eso de malo? Quería tenerte para mí solo durante unos días y pensé que Mina era la persona más adecuada para ocuparse de Darién. Sé que no puedo ofrecerte lo que quieres, Serena. Podría ofrecerte mucho más, pero no sé si eso te haría cambiar de opinión. Dios mío, antes tenía todo lo que cualquier mujer podía desear, pero no quería a ninguna de las mujeres que lo querían. Y ahora no tengo nada que tú puedas querer, pero te quiero a ti.
—Se suponía que lo nuestro no iba a durar. Los dos estuvimos de acuerdo en eso, ¿recuerdas?
—Sí, pero necesitaba prolongarlo todo lo que pudiera, y por eso llamé a Mina.
—Quizá haya sido mejor así. Si no hubiera tenido una buena razón para irme, es posible que me hubiera quedado. Pero no quiero ser la responsable de que Darién eche a perder su vida profesional por culpa de esa… bruja.
—¿Y qué me dices sobre todas las razones que tienes para quedarte?
—Esas son las mismas razones por las que volveré. Esto no quiere decir que todo vaya a terminar entre nosotros. Podemos volver a vernos.
—Sí, claro —dijo Seiya, asintiendo.
Serena encontró el billete de Darién en el bolsillo interior de su chaqueta y se lo tendió a Seiya.
—Mi billete está en la repisa de la chimenea de mi habitación. Los dos viajamos con la misma compañía. ¿Puedes llamar para ver si podemos salir mañana a primera hora?
—¿Vas a volver a Chicago o te vas con Darién a Nueva York?
Serena pensó durante largo rato su respuesta.
—A Nueva York. En realidad, el vuelo llega a Newark, así que bastará con que digas que vamos allí.
Seiya le quitó el billete, salió y cerró la puerta tras él sin decir palabra. Serena inclinó la cabeza y suspiró. Lo único que le quedaba por hacer era convencerse a sí misma de que había tomado la decisión correcta.
Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
Seiya se sirvió un vaso de whisky, se inclinó hacia delante y posó los antebrazos en la mesa. Estaba llegando el día que tanto había temido y no podía hacer nada para evitarlo. Había hecho lo que Serena le había pedido y había llamado a la compañía aérea. Serena y Darién tomarían el avión en Shannon a las diez de la mañana del día siguiente. Tendrían que marcharse en el primer ferry, de modo que sólo le quedaban doce horas para estar con ella.
Serena se marcharía al día siguiente y él volvería a la vida de la que disfrutaba antes de que aquella mujer se hubiera presentado en su puerta. Recordó aquella noche, y también la innegable atracción que había experimentado en cuanto había puesto sus ojos en ella. No había hecho nada para resistirse a aquella atracción, y en ese momento estaba pagando el precio de no haberlo hecho.
—¿Me invitas a una copa?
Seiya alzó la mirada y descubrió a Mina en el marco de la puerta.
—Sírvete tú misma.
Mina sacó un vaso del armario y se sirvió unos dedos de whisky.
—Lo siento, no pude resistirme.
—No estoy enfadado. Tú tienes tus propias necesidades y yo no soy nadie para impedir que las satisfagas.
—Es un tipo muy atractivo. Tiene un cuerpo increíble, y, además, es inteligente y divertido. Y piensa que soy una mujer interesante, inteligente y misteriosa.
—Por favor, dime que no te has acostado con él.
—De acuerdo, no me he acostado con él. ¿Eso te hace sentirte mejor?
—No, porque estás mintiendo.
—Soy una mujer adulta, puedo hacer lo que me apetezca, sin necesidad de que tú me animes a ello. Además, tú estabas con la norteamericana, así que no entiendo por qué estás tan enfadado.
—No estoy enfadado.
Mina se lo quedó mirando fijamente y entonces gimió.
—Oh, Dios mío, te has enamorado de ella, ¿verdad?
—¿Y qué si me he enamorado?
—¿Es que no has aprendido nada de mí, Seiya? El sexo es maravilloso, pero disfrutar del sexo no significa que tengas que encargar ya el ajuar. Lo que has tenido con Serena es sólo sexo, nada más.
—Eso tú no lo sabes.
—Los separa todo un océano —alzó la mano—, y ahora no me digas que el amor puede con todo. Eso son tonterías sentimentales.
—Antes apreciaba tu cinismo, pero ahora mismo me agota.
Mina se apartó el pelo de los ojos y le miró con atención.
—Entonces, ¿de verdad la quieres? ¿No estás confundiendo el amor con el sexo?
—No, creo que la quiero de verdad.
—Pues díselo.
—¿Pero no te das cuenta de lo ridículo que sonaría? Sólo hace una semana que nos conocemos. No puedes enamorarte de alguien en una semana.
—Claro que puedes. Se llama amor a primera vista. Le pasa a mucha gente.
—Si ella quisiera quedarse, se quedaría. Se lo he pedido más de una vez. Pero, por si no lo has notado, ha aprovechado la primera oportunidad que ha tenido para irse con su ex prometido. Creo que con esa reacción ya tengo mi respuesta. Diablos, si incluso me ha pedido que le hiciera los arreglos del vuelo.
—Entonces, ¿por qué no te vas con ella?
—Nadie me ha invitado.
—Dios mío, eres el hombre más tonto con el que me he cruzado en mi vida. Si de verdad quieres a esa mujer, vete con ella.
—Se supone que, si de verdad tenemos que estar juntos, terminaremos estándolo. Pero no creo que podamos estar seguros de lo que sentimos hasta que no nos separemos.
—Muy bien, echa a perder toda tu vida si quieres. Pero cuando te sientas triste y solo, no vengas a buscarme. Porque no pienso ofrecerte ni una gota de compasión —bebió el último sorbo de whisky y se alisó el vestido—. Y ahora, si no te importa, voy a llevarme a Darién al pub, para que podamos pasar nuestra última noche en un ambiente divertido. Y tú también deberías aprovechar para disfrutar.
Seiya se despidió con un gesto de Mina, dejó su vaso en el fregadero y se dirigió al salón. Se acercó a la chimenea para echar más turba y retrocedió para contemplar el fuego.
Mina le había dicho que su vida cambiaría completamente en una semana. Seiya podría decir que era una locura, pero la verdad era que tenía la sensación de que Mina sabía que iba a pasar algo importante la noche de la llegada de Serena. Y quizá también él lo supiera.
Había estado esperando que llegara el momento de dar un paso al frente, y quizá ese momento había llegado. Podía decidir ignorarlo y esperar o aprovechar aquella oportunidad y ver hasta dónde le llevaba.
Se volvió y subió las escaleras. La habitación de Darién estaba vacía, su equipaje descansaba al lado de la cama. Continuó hasta la habitación de Serena: la encontró sentada al borde de la cama, preparando el despertador.
—Tu avión sale a las diez de la mañana —le dijo—. Tendrás que irte en el ferry de las seis. Pediré que vaya un coche a recogerlos a Fermoy para llevarlos al aeropuerto.
—Mina ha dicho que nos llevaría. ¿Se lo has dicho a Darién?
—No, pero he hablado con Mina. Darién y ella van a cenar en el pueblo. Si quieres, puedo preparar algo para nosotros.
—No, hemos comido tarde. Sólo quiero dormir un poco —sonrió a modo de disculpa—. Este fin de semana no hemos dormido mucho, ¿verdad?
El significado de sus palabras era evidente: no iban a pasar la noche juntos.
—Bueno, si quieres comer algo, la cocina siempre está abierta.
—Gracias.
Seiya hundió las manos en los bolsillos, sin saber muy bien qué decir a continuación.
—Se supone que deberíamos despedirnos…
—De acuerdo, entonces…
Serena dio un paso adelante y le tendió los brazos. Seiya la envolvió vacilante en los suyos, enterró el rostro en su pelo y respiró su dulce fragancia. La echaría de menos, pero quizá llegara un día en el que la imagen de Serena dejara de filtrarse en sus pensamientos a cada minuto. Retrocedió y le dio un beso en la boca.
—Cuídate, Serena.
—Tú también. Y si alguna vez vas a Nueva York, llámame.
Seiya necesitó de toda su fuerza de voluntad para soltarla. Tomó aire, caminó hacia la puerta y se obligó a marcharse sin mirar atrás. Una vez abajo, tomó las llaves de recepción y salió al frío de la noche.
Caminó hasta el coche, se metió y lo puso en marcha. Al salir del pueblo, sintonizó la radio y estuvo buscando en el dial hasta encontrar una canción de U2. Tomó la pista que llevaba al círculo de piedras y cuando llegó al final, se detuvo con la mirada fija en la oscuridad.
Nervioso, salió del coche, dejando el motor y las luces encendidas. La lluvia fría laceraba su piel como si fueran fragmentos de cristal los que caían sobre su rostro. Aun así, continuó avanzando hacia el círculo de piedras, siguiendo aquel camino que tenía grabado en el cerebro desde los años de la adolescencia.
Caminó hasta el altar y alzó la mirada hacia el cielo, un cielo negro, sin luna. Oía en la distancia las olas que rompían contra el acantilado. La lluvia le empapaba la camisa y los vaqueros, pero el frío le ayudaba a entumecer cualquier otro sentimiento.
Cerró los ojos, esperando que la lluvia borrara también sus pensamientos. Pero nada de lo que hiciera podría acabar con sus recuerdos, con el tacto de la piel de Serena, con la esencia de su pelo, con el sonido de su voz y la imagen de su cuerpo desnudo.
Estaba enamorado de Serena y no podía hacer nada para evitarlo.
Serena se marcharía al día siguiente y él volvería a la vida de la que disfrutaba antes de que aquella mujer se hubiera presentado en su puerta. Recordó aquella noche, y también la innegable atracción que había experimentado en cuanto había puesto sus ojos en ella. No había hecho nada para resistirse a aquella atracción, y en ese momento estaba pagando el precio de no haberlo hecho.
—¿Me invitas a una copa?
Seiya alzó la mirada y descubrió a Mina en el marco de la puerta.
—Sírvete tú misma.
Mina sacó un vaso del armario y se sirvió unos dedos de whisky.
—Lo siento, no pude resistirme.
—No estoy enfadado. Tú tienes tus propias necesidades y yo no soy nadie para impedir que las satisfagas.
—Es un tipo muy atractivo. Tiene un cuerpo increíble, y, además, es inteligente y divertido. Y piensa que soy una mujer interesante, inteligente y misteriosa.
—Por favor, dime que no te has acostado con él.
—De acuerdo, no me he acostado con él. ¿Eso te hace sentirte mejor?
—No, porque estás mintiendo.
—Soy una mujer adulta, puedo hacer lo que me apetezca, sin necesidad de que tú me animes a ello. Además, tú estabas con la norteamericana, así que no entiendo por qué estás tan enfadado.
—No estoy enfadado.
Mina se lo quedó mirando fijamente y entonces gimió.
—Oh, Dios mío, te has enamorado de ella, ¿verdad?
—¿Y qué si me he enamorado?
—¿Es que no has aprendido nada de mí, Seiya? El sexo es maravilloso, pero disfrutar del sexo no significa que tengas que encargar ya el ajuar. Lo que has tenido con Serena es sólo sexo, nada más.
—Eso tú no lo sabes.
—Los separa todo un océano —alzó la mano—, y ahora no me digas que el amor puede con todo. Eso son tonterías sentimentales.
—Antes apreciaba tu cinismo, pero ahora mismo me agota.
Mina se apartó el pelo de los ojos y le miró con atención.
—Entonces, ¿de verdad la quieres? ¿No estás confundiendo el amor con el sexo?
—No, creo que la quiero de verdad.
—Pues díselo.
—¿Pero no te das cuenta de lo ridículo que sonaría? Sólo hace una semana que nos conocemos. No puedes enamorarte de alguien en una semana.
—Claro que puedes. Se llama amor a primera vista. Le pasa a mucha gente.
—Si ella quisiera quedarse, se quedaría. Se lo he pedido más de una vez. Pero, por si no lo has notado, ha aprovechado la primera oportunidad que ha tenido para irse con su ex prometido. Creo que con esa reacción ya tengo mi respuesta. Diablos, si incluso me ha pedido que le hiciera los arreglos del vuelo.
—Entonces, ¿por qué no te vas con ella?
—Nadie me ha invitado.
—Dios mío, eres el hombre más tonto con el que me he cruzado en mi vida. Si de verdad quieres a esa mujer, vete con ella.
—Se supone que, si de verdad tenemos que estar juntos, terminaremos estándolo. Pero no creo que podamos estar seguros de lo que sentimos hasta que no nos separemos.
—Muy bien, echa a perder toda tu vida si quieres. Pero cuando te sientas triste y solo, no vengas a buscarme. Porque no pienso ofrecerte ni una gota de compasión —bebió el último sorbo de whisky y se alisó el vestido—. Y ahora, si no te importa, voy a llevarme a Darién al pub, para que podamos pasar nuestra última noche en un ambiente divertido. Y tú también deberías aprovechar para disfrutar.
Seiya se despidió con un gesto de Mina, dejó su vaso en el fregadero y se dirigió al salón. Se acercó a la chimenea para echar más turba y retrocedió para contemplar el fuego.
Mina le había dicho que su vida cambiaría completamente en una semana. Seiya podría decir que era una locura, pero la verdad era que tenía la sensación de que Mina sabía que iba a pasar algo importante la noche de la llegada de Serena. Y quizá también él lo supiera.
Había estado esperando que llegara el momento de dar un paso al frente, y quizá ese momento había llegado. Podía decidir ignorarlo y esperar o aprovechar aquella oportunidad y ver hasta dónde le llevaba.
Se volvió y subió las escaleras. La habitación de Darién estaba vacía, su equipaje descansaba al lado de la cama. Continuó hasta la habitación de Serena: la encontró sentada al borde de la cama, preparando el despertador.
—Tu avión sale a las diez de la mañana —le dijo—. Tendrás que irte en el ferry de las seis. Pediré que vaya un coche a recogerlos a Fermoy para llevarlos al aeropuerto.
—Mina ha dicho que nos llevaría. ¿Se lo has dicho a Darién?
—No, pero he hablado con Mina. Darién y ella van a cenar en el pueblo. Si quieres, puedo preparar algo para nosotros.
—No, hemos comido tarde. Sólo quiero dormir un poco —sonrió a modo de disculpa—. Este fin de semana no hemos dormido mucho, ¿verdad?
El significado de sus palabras era evidente: no iban a pasar la noche juntos.
—Bueno, si quieres comer algo, la cocina siempre está abierta.
—Gracias.
Seiya hundió las manos en los bolsillos, sin saber muy bien qué decir a continuación.
—Se supone que deberíamos despedirnos…
—De acuerdo, entonces…
Serena dio un paso adelante y le tendió los brazos. Seiya la envolvió vacilante en los suyos, enterró el rostro en su pelo y respiró su dulce fragancia. La echaría de menos, pero quizá llegara un día en el que la imagen de Serena dejara de filtrarse en sus pensamientos a cada minuto. Retrocedió y le dio un beso en la boca.
—Cuídate, Serena.
—Tú también. Y si alguna vez vas a Nueva York, llámame.
Seiya necesitó de toda su fuerza de voluntad para soltarla. Tomó aire, caminó hacia la puerta y se obligó a marcharse sin mirar atrás. Una vez abajo, tomó las llaves de recepción y salió al frío de la noche.
Caminó hasta el coche, se metió y lo puso en marcha. Al salir del pueblo, sintonizó la radio y estuvo buscando en el dial hasta encontrar una canción de U2. Tomó la pista que llevaba al círculo de piedras y cuando llegó al final, se detuvo con la mirada fija en la oscuridad.
Nervioso, salió del coche, dejando el motor y las luces encendidas. La lluvia fría laceraba su piel como si fueran fragmentos de cristal los que caían sobre su rostro. Aun así, continuó avanzando hacia el círculo de piedras, siguiendo aquel camino que tenía grabado en el cerebro desde los años de la adolescencia.
Caminó hasta el altar y alzó la mirada hacia el cielo, un cielo negro, sin luna. Oía en la distancia las olas que rompían contra el acantilado. La lluvia le empapaba la camisa y los vaqueros, pero el frío le ayudaba a entumecer cualquier otro sentimiento.
Cerró los ojos, esperando que la lluvia borrara también sus pensamientos. Pero nada de lo que hiciera podría acabar con sus recuerdos, con el tacto de la piel de Serena, con la esencia de su pelo, con el sonido de su voz y la imagen de su cuerpo desnudo.
Estaba enamorado de Serena y no podía hacer nada para evitarlo.
Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
Cuando Seiya regresó a la posada horas después, completamente empapado, se quitó los zapatos y cruzó el comedor y la cocina. Sin molestarse en buscar un vaso, agarró la botella de whisky y bebió un largo trago. El whisky caldeó su vientre y poco a poco fue haciendo desaparecer el frío de sus piernas y sus brazos.
Pero no conseguía sacarse a Serena de la cabeza. Sin pensar lo que hacía, se dirigió hacia la entrada y subió las escaleras. Al llegar a su habitación, giró el picaporte y vio que estaba abierta. Sin vacilar un instante, entró en el dormitorio de Serena.
La luz del baño estaba encendida, iluminando la habitación lo suficiente como para permitirle distinguir el rostro de Serena.
Seiya permaneció junto a su cama, embebiéndose de su imagen.
Pero era como si de pronto Serena fuera intocable, como si ya se hubiera ido. La distancia que los separaba crecía con cada segundo. Seiya dejó la botella de whisky en la mesilla, alargó la mano y le apartó el pelo de los ojos con delicadeza. Pero no le bastó con mirarla. Se inclinó hacia delante y posó los labios en su frente, inhalando la esencia de su pelo.
Cuando retrocedió, Serena tenía los ojos abiertos. Se miraron durante largo rato: ninguno de ellos se movía, ninguno hablaba. Serena se incorporó entonces sobre un codo, buscó sus labios y le rodeó el cuello con un brazo para que se acercara. Al hacerlo, tocó la camisa empapada y frunció el ceño.
Se sentó en la cama y rápidamente, comenzó a desabrocharle en la camisa. A Seiya le castañeaban los dientes, pero no sabía si era por el frío o por la emoción de estar otra vez con ella.
Mientras Serena le desnudaba, permanecía mirándola, con los brazos a ambos lados de su cuerpo, como si temiera que pudiera cambiar de opinión y pedirle que se fuera. Cuando terminó de desnudarle, Serena abrió las sábanas en una silenciosa invitación.
Seiya se tumbó a su lado mientras ella se quitaba el camisón y lo tiraba al suelo. Permanecieron después tumbados, apoyando la frente el uno contra el otro. Serena comenzó a acariciarle lentamente el brazo, después la espalda.
Suspiró al sentir cómo iba desapareciendo el entumecimiento de sus músculos para ser sustituido por un delicioso calor. Comenzaron a tocarse, al principio vacilantes, pero el deseo no tardó en apoderarse de los dos.
Seiya capturó su boca en un beso lleno de un deseo agridulce. Sabía que no le pediría nada más que aquella última noche juntos.
Seiya sabía que podría estar haciendo el amor toda la noche. Jamás se saciaría de Serena. Pero lo que habían compartido había sido absolutamente perfecto y no quería estropearlo.
La abrazó por detrás, de manera que la espalda de Serena quedaba en su pecho y él apoyaba la barbilla en su hombro. Serena tomó sus manos, las colocó frente a ella y posó los labios en su palma.
Y así se quedó dormida, acurrucada contra él. Seiya también cerró los ojos, pero no era capaz de dormir, ni de dejar de pensar en el futuro.
¿Qué se suponía que iba a pasar después de aquello? ¿Sería capaz de sentir por otra mujer la pasión que había sentido por Serena?
Aquella noche no durmió. Permaneció despierto en la cama hasta que asomaron las primeras luces del amanecer. Cuando vio que el despertador de la mesilla marcaba las cinco de la mañana, comprendió que había llegado el momento de marcharse.
Le dio un beso a Serena en el hombro, se levantó, se vistió y, después de mirar a Serena por última vez, salió al pasillo. Una vez en el dormitorio, se cambió los vaqueros por unos pantalones de chándal, se puso una sudadera y unas playeras, salió a la calle y comenzó a correr.
El aire frío le despejaba la cabeza y llenaba sus pulmones mientras golpeaba rítmicamente el asfalto. Zancada tras zancada, iba corriendo como si de esa forma pudiera borrar hasta el último recuerdo de Serena.
Fue corriendo hasta el muelle y regresó por el pueblo. Al pasar por la cafetería-panadería le detuvo la fragancia del pan recién hecho. Sí, se dijo, debería recuperar cuanto antes su antigua rutina.
Setsuna Meioh le sonrió al verle entrar.
—Vaya, hacía semanas que no te veía. Tengo entendido que estabas muy ocupado con esa norteamericana tan guapa.
—Eso ya se ha acabado. Vuelve a su país esta misma mañana.
Setsuna le metió dos bizcochos de mantequilla en una bolsa de papel y sacó un zumo de manzana del refrigerador que tenía detrás del mostrador.
—Te lo apuntaré en la cuenta.
Seiya se llevó su desayuno y continuó su carrera por el puerto. Había un lugar al que le gustaba ir cada mañana, un lugar desde el que se veía el ferry y los barcos de pesca saliendo al amanecer.
Para cuando vio los coches haciendo cola para subirse al ferry, el cielo comenzaba a teñirse de rosa por el este.
Seiya abrió la bolsa de papel y sacó uno de los bizcochos, todavía caliente. Le dio un mordisco y esperó a ver el coche rojo de Mina. Cuando lo distinguió, sintió que se le encogía el corazón al saber que Serena iba dentro.
Minutos después, el ferry se deslizaba por las aguas de la bahía con el coche de Mina a bordo. Estaba demasiado lejos como para distinguir las caras de los pasajeros, pero a Seiya le pareció reconocer la chaqueta de Serena.
Sonrió para sí. Seguro que estaba pensando en él. Preguntándose si estaría cometiendo un error al marcharse, preguntándose si se volverían a ver.
—Adiós, Serena —musitó—, que te vaya muy bien.
Tiró los restos del bizcocho en la hierba y comenzó a correr hacia el pueblo. Lita se encargaría de la posada. Él ni siquiera había deshecho todavía el equipaje que se había llevado a la península, así que agarraría esa misma bolsa y se marcharía en el siguiente ferry.
No podía quedarse allí. Y tampoco podía alojarse en su casa. Tenía que encontrar un lugar que no le recordara a Serena. Y cuando lo consiguiera, quizá fuera capaz de empezar a imaginar un futuro sin ella.
Ok, yo sé que más de una va a querer matarme por dejar dos corazones rotos y separados en este capitulo, pero antes de que saquen los trinchetes esperen ya que esto aun no termina. ¡Dejen que el agua del manantial haga su milagro para que nos reuna nuevamente a Serena y Seiya! ¿Será pronto? ¿Qué tanto sucedera hasta que suceda el tan esperado reencuentro?
Ya lo descubriremos el siguiente capitulo.
Me despido por ahora esperando que les haya gustado el capítulo de hoy, como siempre, les pido que no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Muchos saludos para todos y ¡nos vemos en el proximo capitulo!
XOXO
Serenity
Pero no conseguía sacarse a Serena de la cabeza. Sin pensar lo que hacía, se dirigió hacia la entrada y subió las escaleras. Al llegar a su habitación, giró el picaporte y vio que estaba abierta. Sin vacilar un instante, entró en el dormitorio de Serena.
La luz del baño estaba encendida, iluminando la habitación lo suficiente como para permitirle distinguir el rostro de Serena.
Seiya permaneció junto a su cama, embebiéndose de su imagen.
Pero era como si de pronto Serena fuera intocable, como si ya se hubiera ido. La distancia que los separaba crecía con cada segundo. Seiya dejó la botella de whisky en la mesilla, alargó la mano y le apartó el pelo de los ojos con delicadeza. Pero no le bastó con mirarla. Se inclinó hacia delante y posó los labios en su frente, inhalando la esencia de su pelo.
Cuando retrocedió, Serena tenía los ojos abiertos. Se miraron durante largo rato: ninguno de ellos se movía, ninguno hablaba. Serena se incorporó entonces sobre un codo, buscó sus labios y le rodeó el cuello con un brazo para que se acercara. Al hacerlo, tocó la camisa empapada y frunció el ceño.
Se sentó en la cama y rápidamente, comenzó a desabrocharle en la camisa. A Seiya le castañeaban los dientes, pero no sabía si era por el frío o por la emoción de estar otra vez con ella.
Mientras Serena le desnudaba, permanecía mirándola, con los brazos a ambos lados de su cuerpo, como si temiera que pudiera cambiar de opinión y pedirle que se fuera. Cuando terminó de desnudarle, Serena abrió las sábanas en una silenciosa invitación.
Seiya se tumbó a su lado mientras ella se quitaba el camisón y lo tiraba al suelo. Permanecieron después tumbados, apoyando la frente el uno contra el otro. Serena comenzó a acariciarle lentamente el brazo, después la espalda.
Suspiró al sentir cómo iba desapareciendo el entumecimiento de sus músculos para ser sustituido por un delicioso calor. Comenzaron a tocarse, al principio vacilantes, pero el deseo no tardó en apoderarse de los dos.
Seiya capturó su boca en un beso lleno de un deseo agridulce. Sabía que no le pediría nada más que aquella última noche juntos.
Seiya sabía que podría estar haciendo el amor toda la noche. Jamás se saciaría de Serena. Pero lo que habían compartido había sido absolutamente perfecto y no quería estropearlo.
La abrazó por detrás, de manera que la espalda de Serena quedaba en su pecho y él apoyaba la barbilla en su hombro. Serena tomó sus manos, las colocó frente a ella y posó los labios en su palma.
Y así se quedó dormida, acurrucada contra él. Seiya también cerró los ojos, pero no era capaz de dormir, ni de dejar de pensar en el futuro.
¿Qué se suponía que iba a pasar después de aquello? ¿Sería capaz de sentir por otra mujer la pasión que había sentido por Serena?
Aquella noche no durmió. Permaneció despierto en la cama hasta que asomaron las primeras luces del amanecer. Cuando vio que el despertador de la mesilla marcaba las cinco de la mañana, comprendió que había llegado el momento de marcharse.
Le dio un beso a Serena en el hombro, se levantó, se vistió y, después de mirar a Serena por última vez, salió al pasillo. Una vez en el dormitorio, se cambió los vaqueros por unos pantalones de chándal, se puso una sudadera y unas playeras, salió a la calle y comenzó a correr.
El aire frío le despejaba la cabeza y llenaba sus pulmones mientras golpeaba rítmicamente el asfalto. Zancada tras zancada, iba corriendo como si de esa forma pudiera borrar hasta el último recuerdo de Serena.
Fue corriendo hasta el muelle y regresó por el pueblo. Al pasar por la cafetería-panadería le detuvo la fragancia del pan recién hecho. Sí, se dijo, debería recuperar cuanto antes su antigua rutina.
Setsuna Meioh le sonrió al verle entrar.
—Vaya, hacía semanas que no te veía. Tengo entendido que estabas muy ocupado con esa norteamericana tan guapa.
—Eso ya se ha acabado. Vuelve a su país esta misma mañana.
Setsuna le metió dos bizcochos de mantequilla en una bolsa de papel y sacó un zumo de manzana del refrigerador que tenía detrás del mostrador.
—Te lo apuntaré en la cuenta.
Seiya se llevó su desayuno y continuó su carrera por el puerto. Había un lugar al que le gustaba ir cada mañana, un lugar desde el que se veía el ferry y los barcos de pesca saliendo al amanecer.
Para cuando vio los coches haciendo cola para subirse al ferry, el cielo comenzaba a teñirse de rosa por el este.
Seiya abrió la bolsa de papel y sacó uno de los bizcochos, todavía caliente. Le dio un mordisco y esperó a ver el coche rojo de Mina. Cuando lo distinguió, sintió que se le encogía el corazón al saber que Serena iba dentro.
Minutos después, el ferry se deslizaba por las aguas de la bahía con el coche de Mina a bordo. Estaba demasiado lejos como para distinguir las caras de los pasajeros, pero a Seiya le pareció reconocer la chaqueta de Serena.
Sonrió para sí. Seguro que estaba pensando en él. Preguntándose si estaría cometiendo un error al marcharse, preguntándose si se volverían a ver.
—Adiós, Serena —musitó—, que te vaya muy bien.
Tiró los restos del bizcocho en la hierba y comenzó a correr hacia el pueblo. Lita se encargaría de la posada. Él ni siquiera había deshecho todavía el equipaje que se había llevado a la península, así que agarraría esa misma bolsa y se marcharía en el siguiente ferry.
No podía quedarse allí. Y tampoco podía alojarse en su casa. Tenía que encontrar un lugar que no le recordara a Serena. Y cuando lo consiguiera, quizá fuera capaz de empezar a imaginar un futuro sin ella.
Ok, yo sé que más de una va a querer matarme por dejar dos corazones rotos y separados en este capitulo, pero antes de que saquen los trinchetes esperen ya que esto aun no termina. ¡Dejen que el agua del manantial haga su milagro para que nos reuna nuevamente a Serena y Seiya! ¿Será pronto? ¿Qué tanto sucedera hasta que suceda el tan esperado reencuentro?
Ya lo descubriremos el siguiente capitulo.
Me despido por ahora esperando que les haya gustado el capítulo de hoy, como siempre, les pido que no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Muchos saludos para todos y ¡nos vemos en el proximo capitulo!
XOXO
Serenity
Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
Ay serena!!! X q no le dice a seiya que vaya con ella unos días a ver que pasa, ella no quere reconocer que ese chico de la isla la tiene endiosada ojalá logre darse cuenta de lo que pasa en su corazón antes de que sea demasiado tarde, un saludo serenity!!
Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
No puedo creer que Serena se haya ido! Pobre Seiya *-* por qué la dejó ir :(
Irá a buscarla? Porque dudo que con lo obstinada que es Serena vuelva por su cuenta. Aunque sé que será infeliz sin él
Irá a buscarla? Porque dudo que con lo obstinada que es Serena vuelva por su cuenta. Aunque sé que será infeliz sin él
natu_rw- Sailor Inner Scout
- Mensajes : 180
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Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
En este capitulo me dieron ganas de ahorcar a serena por dejar a seiya pero sere paciente hasta saber que decidira me gusto mucho espero tu proximo capitulo cuidate mucho
eternity moon- Reina Serenity
- Mensajes : 2213
Edad : 35
Sexo :
Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
¡Hola!
¡Mil gracias por todos sus comentarios! ¡Me alegra que les gustara el capitulo anterior de esta historia!
Bueno, antes de empezar con el capitulo de hoy, quisiera informarles que este fic esta a punto que terminar.
Si, esta historia, al igual que Algo Dulce, estan por llegar a su final. Pero no se pongan tristes porque aun nos quedan cosas que ver por aquí antes de que llegue la palabra fin.
Las dejo con el capitulo de hoy ¡espero que lo disfruten!
Capitulo 8
Serena revisó su billete y alzó la mirada hacia la pantalla que anunciaba las salidas, Darién estaba sentado a su lado, con los brazos cruzados y expresión sombría.
—Parece que acabo de atropellar a tu perro —dijo Serena.
—No tenías por qué haberme sacado de la isla como si fuera un niño mimado. Pensaba irme solo.
—No te creas, no sabes el poder que tiene Mina Aino sobre los hombres.
—Desde luego, es una mujer de lo más caliente en la cama.
—No sigas —dijo Serena, tapándose los oídos—. Sólo hace una semana que no estamos juntos. No creo que tengas derecho a decirme ese tipo de cosas.
—Lo siento —musitó Darién—, ¿pero qué me dices de ti? Tampoco tardaste mucho en correr a los brazos de Seiya.
—Sí, admito que quizá tú y yo no tuviéramos que estar juntos. Y que quizá hiciste bien al cortar conmigo. Seguramente nos has ahorrado mucho dolor.
—En ningún momento quise hacerte daño, Serena. Pero la situación se me estaba yendo de las manos. Cuanto más pensaba en nuestro futuro matrimonio, más sentía que estaba perdiendo el control sobre mi vida. Necesitaba tiempo para pensar. Pero no pude hacer las cosas peor. Lo siento.
—Me lo has dicho un montón de veces, así que supongo que tendré que creerte.
—¿Y confías en mí lo suficiente como para aceptar ese trabajo de Nueva York? Sé que lo harías magníficamente. Y que formaríamos un buen equipo.
—Quiero pensar en ello. Me gustaría ver las oficinas, y quizá pasar algún tiempo en Nueva York, conocer a la gente que trabaja en la agencia.
Darién sonrió y Serena ya no pudo seguir enfadada con él. Quizá llegaran a ser buenos amigos.
—Voy a buscar algo de beber —Darién se levantó de su asiento—. No tenemos que embarcar hasta dentro de cincuenta minutos, ¿quieres algo?
—No. gracias.
Mientras veía marcharse a Darién, Serena no pudo evitar preguntarse cómo era posible que hubieran cambiado tan rápidamente sus sentimientos. Darién había dejado de ser su príncipe azul, pero seguía siendo un buen tipo.
Y, si no hubiera sido por él, nunca habría conocido a Seiya. Algo bueno había salido de aquellos tres años de relación. Se había descubierto a sí misma en Irlanda. Había dejado ir ella a la persona comedida y ordenada que era en Chicago y habla descubierto a una mujer salvajemente apasionada.
—¿Ya ha llegado la hora de embarque?
Serena alzó la mirada y descubrió estupefacta a Mina frente a ella. Mina les había dejado una hora antes en el aeropuerto, después de despedirse de Darién con un beso interminable.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Darién me invitó a Nueva York y he decidido ir. Siempre he querido conocer esa ciudad.
—Pero, ¿y tu tienda? Yo pensaba que Trall era tu verdadero hogar.
—No se pueden tener aventuras si uno se queda siempre encerrado en su casa. Y la vida es una gran aventura, ¿no te parece?
—¿Pero de verdad sabes lo que estás haciendo?
Mina vaciló un instante y frunció el ceño.
—Oh, no. No estaré entrometiéndome en una reconciliación, ¿verdad?
—No —respondió Serena—. Darién y yo no vamos a volver a estar juntos.
—Estupendo. En ese caso, Seiya y tú tienen todavía posibilidades. Él te adora, ¿sabes? No sé muy bien cómo va a poder vivir sin ti.
Serena sonrió.
—No seas tonta, él nunca…
—Me lo ha dicho a mí. Por supuesto, no podía decírtelo a ti. Ya sabes lo tontos que pueden llegar a ser los hombres.
—¿De verdad te ha dicho que me quería?
—El problema es que te dio a beber agua del manantial del Druida y ahora cree que ése es el motivo por el que las cosas fueron tan… intensas entre ustedes —frunció el ceño—. En realidad, nunca había creído en la magia.
—Yo también le di agua del manantial —dijo Serena—, así que estamos en paz.
Mina le agarró las manos a Serena y se sentó a su lado.
—Voy a serte sincera. ¿Sabes? Yo no sé de dónde viene toda esa leyenda del manantial del Druida. Personalmente, creo que es agua normal y corriente. Es probable que toda la leyenda sea una tontería. Pero incluso en el caso de que el agua te haya ayudado a dar un paso en la dirección correcta, entre ustedes hay mucho más de lo que haya podido hacer la magia.
Si Mina, que era druida, no creía en el poder del agua, Serena tendría que reconsiderar seriamente su opinión sobre ese asunto.
—No sé qué hacer.
Mina buscó en el bolso y sacó las llaves del coche.
—Yo me iré con Darién a Nueva York. Tú regresa a Trall y continúa lo que has empezado con Seiya. Puedes llevarte mi coche y quedarte en mi casa. Y, si no te importa, podrías abrir la tienda de vez en cuando. Si necesitas hacer alguna poción, todas las recetas están en una libreta, debajo de la caja registradora.
Serena intentó pensar en todas las razones por las que no debería regresar a la isla. Pero había dejado de ser una persona que tomaba racionalmente todas sus decisiones. En ese momento, era su corazón el que mandaba, y el corazón le decía que siguiera el consejo de Mina.
Así que tomó las llaves y se despidió de Mina con un abrazo.
—Gracias. Te prometo que cuidaré de la tienda. ¿Cuándo piensas volver?
—No lo sé. Ahora no quiero pensar en el futuro.
Serena tomó su bolsa de viaje y se la colgó al hombro.
—Despídeme de Darién.
Mientras caminaba por el aeropuerto, pensaba que Mina tenía razón. La vida era una aventura.
Para cuando abandonó el aeropuerto, eran casi las doce. El vuelo salía con retraso y había tenido oportunidad de recuperar su equipaje.
Localizó el coche de Mina en el aparcamiento, guardó el equipaje en el asiento de atrás, encendió el motor y emprendió camino hacia Trall, siguiendo las señales de la carretera.
Pero cuanto más se acercaba a la ciudad, más dudas tenía sobre la decisión que había tomado. Si regresaba a Trall, estaría comprometiéndose a un futuro con Seiya. Era una decisión muy importante, y a lo mejor debería darse algún tiempo hasta estar segura de que estaba preparada para tomarla.
De camino hacia Trall, Serena vio la señal de Castlemaine y recordó los días que había pasado con Seiya en su casa. Había pasado algo especial en aquel lugar. Habían jugado a imaginar que estaban enamorados, pero lo que había sucedido había terminado siendo mucho más real de lo que ninguno de los dos esperaba.
Para cuando Serena llegó a la zona de embarque del ferry era presa de sentimientos encontrados. Quería volver a ver a Seiya, pero tenía miedo. Quería decirle lo que sentía, pero no estaba segura de que los sentimientos fueran recíprocos. Y quería comenzar una nueva vida en Irlanda, pero sin Seiya, sería imposible.
En el momento que subió en el ferry, comprendió que aquél era un acto de fe. Y aunque nada de aquello estuviera planeado, sabía que estaba haciendo lo que debía.
¡Mil gracias por todos sus comentarios! ¡Me alegra que les gustara el capitulo anterior de esta historia!
Bueno, antes de empezar con el capitulo de hoy, quisiera informarles que este fic esta a punto que terminar.
Si, esta historia, al igual que Algo Dulce, estan por llegar a su final. Pero no se pongan tristes porque aun nos quedan cosas que ver por aquí antes de que llegue la palabra fin.
Las dejo con el capitulo de hoy ¡espero que lo disfruten!
Capitulo 8
Serena revisó su billete y alzó la mirada hacia la pantalla que anunciaba las salidas, Darién estaba sentado a su lado, con los brazos cruzados y expresión sombría.
—Parece que acabo de atropellar a tu perro —dijo Serena.
—No tenías por qué haberme sacado de la isla como si fuera un niño mimado. Pensaba irme solo.
—No te creas, no sabes el poder que tiene Mina Aino sobre los hombres.
—Desde luego, es una mujer de lo más caliente en la cama.
—No sigas —dijo Serena, tapándose los oídos—. Sólo hace una semana que no estamos juntos. No creo que tengas derecho a decirme ese tipo de cosas.
—Lo siento —musitó Darién—, ¿pero qué me dices de ti? Tampoco tardaste mucho en correr a los brazos de Seiya.
—Sí, admito que quizá tú y yo no tuviéramos que estar juntos. Y que quizá hiciste bien al cortar conmigo. Seguramente nos has ahorrado mucho dolor.
—En ningún momento quise hacerte daño, Serena. Pero la situación se me estaba yendo de las manos. Cuanto más pensaba en nuestro futuro matrimonio, más sentía que estaba perdiendo el control sobre mi vida. Necesitaba tiempo para pensar. Pero no pude hacer las cosas peor. Lo siento.
—Me lo has dicho un montón de veces, así que supongo que tendré que creerte.
—¿Y confías en mí lo suficiente como para aceptar ese trabajo de Nueva York? Sé que lo harías magníficamente. Y que formaríamos un buen equipo.
—Quiero pensar en ello. Me gustaría ver las oficinas, y quizá pasar algún tiempo en Nueva York, conocer a la gente que trabaja en la agencia.
Darién sonrió y Serena ya no pudo seguir enfadada con él. Quizá llegaran a ser buenos amigos.
—Voy a buscar algo de beber —Darién se levantó de su asiento—. No tenemos que embarcar hasta dentro de cincuenta minutos, ¿quieres algo?
—No. gracias.
Mientras veía marcharse a Darién, Serena no pudo evitar preguntarse cómo era posible que hubieran cambiado tan rápidamente sus sentimientos. Darién había dejado de ser su príncipe azul, pero seguía siendo un buen tipo.
Y, si no hubiera sido por él, nunca habría conocido a Seiya. Algo bueno había salido de aquellos tres años de relación. Se había descubierto a sí misma en Irlanda. Había dejado ir ella a la persona comedida y ordenada que era en Chicago y habla descubierto a una mujer salvajemente apasionada.
—¿Ya ha llegado la hora de embarque?
Serena alzó la mirada y descubrió estupefacta a Mina frente a ella. Mina les había dejado una hora antes en el aeropuerto, después de despedirse de Darién con un beso interminable.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Darién me invitó a Nueva York y he decidido ir. Siempre he querido conocer esa ciudad.
—Pero, ¿y tu tienda? Yo pensaba que Trall era tu verdadero hogar.
—No se pueden tener aventuras si uno se queda siempre encerrado en su casa. Y la vida es una gran aventura, ¿no te parece?
—¿Pero de verdad sabes lo que estás haciendo?
Mina vaciló un instante y frunció el ceño.
—Oh, no. No estaré entrometiéndome en una reconciliación, ¿verdad?
—No —respondió Serena—. Darién y yo no vamos a volver a estar juntos.
—Estupendo. En ese caso, Seiya y tú tienen todavía posibilidades. Él te adora, ¿sabes? No sé muy bien cómo va a poder vivir sin ti.
Serena sonrió.
—No seas tonta, él nunca…
—Me lo ha dicho a mí. Por supuesto, no podía decírtelo a ti. Ya sabes lo tontos que pueden llegar a ser los hombres.
—¿De verdad te ha dicho que me quería?
—El problema es que te dio a beber agua del manantial del Druida y ahora cree que ése es el motivo por el que las cosas fueron tan… intensas entre ustedes —frunció el ceño—. En realidad, nunca había creído en la magia.
—Yo también le di agua del manantial —dijo Serena—, así que estamos en paz.
Mina le agarró las manos a Serena y se sentó a su lado.
—Voy a serte sincera. ¿Sabes? Yo no sé de dónde viene toda esa leyenda del manantial del Druida. Personalmente, creo que es agua normal y corriente. Es probable que toda la leyenda sea una tontería. Pero incluso en el caso de que el agua te haya ayudado a dar un paso en la dirección correcta, entre ustedes hay mucho más de lo que haya podido hacer la magia.
Si Mina, que era druida, no creía en el poder del agua, Serena tendría que reconsiderar seriamente su opinión sobre ese asunto.
—No sé qué hacer.
Mina buscó en el bolso y sacó las llaves del coche.
—Yo me iré con Darién a Nueva York. Tú regresa a Trall y continúa lo que has empezado con Seiya. Puedes llevarte mi coche y quedarte en mi casa. Y, si no te importa, podrías abrir la tienda de vez en cuando. Si necesitas hacer alguna poción, todas las recetas están en una libreta, debajo de la caja registradora.
Serena intentó pensar en todas las razones por las que no debería regresar a la isla. Pero había dejado de ser una persona que tomaba racionalmente todas sus decisiones. En ese momento, era su corazón el que mandaba, y el corazón le decía que siguiera el consejo de Mina.
Así que tomó las llaves y se despidió de Mina con un abrazo.
—Gracias. Te prometo que cuidaré de la tienda. ¿Cuándo piensas volver?
—No lo sé. Ahora no quiero pensar en el futuro.
Serena tomó su bolsa de viaje y se la colgó al hombro.
—Despídeme de Darién.
Mientras caminaba por el aeropuerto, pensaba que Mina tenía razón. La vida era una aventura.
Para cuando abandonó el aeropuerto, eran casi las doce. El vuelo salía con retraso y había tenido oportunidad de recuperar su equipaje.
Localizó el coche de Mina en el aparcamiento, guardó el equipaje en el asiento de atrás, encendió el motor y emprendió camino hacia Trall, siguiendo las señales de la carretera.
Pero cuanto más se acercaba a la ciudad, más dudas tenía sobre la decisión que había tomado. Si regresaba a Trall, estaría comprometiéndose a un futuro con Seiya. Era una decisión muy importante, y a lo mejor debería darse algún tiempo hasta estar segura de que estaba preparada para tomarla.
De camino hacia Trall, Serena vio la señal de Castlemaine y recordó los días que había pasado con Seiya en su casa. Había pasado algo especial en aquel lugar. Habían jugado a imaginar que estaban enamorados, pero lo que había sucedido había terminado siendo mucho más real de lo que ninguno de los dos esperaba.
Para cuando Serena llegó a la zona de embarque del ferry era presa de sentimientos encontrados. Quería volver a ver a Seiya, pero tenía miedo. Quería decirle lo que sentía, pero no estaba segura de que los sentimientos fueran recíprocos. Y quería comenzar una nueva vida en Irlanda, pero sin Seiya, sería imposible.
En el momento que subió en el ferry, comprendió que aquél era un acto de fe. Y aunque nada de aquello estuviera planeado, sabía que estaba haciendo lo que debía.
Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
Seiya fijó la mirada en la pantalla de su portátil y alargó la mano hacia la taza de café. Estaba fría. Se levantó, se acercó al mostrador y dejó allí su laza. El joven encargado de la máquina del café volvió a llenársela. Seiya había optado por Dublín a falta de otro lugar mejor al que ir. Había pensado en Suiza o en Italia, pero al final, había ido a Dublín a ver a su familia. El tiempo que pasaba con sus sobrinos le ayudaba a no pensar en Serena.
Llevaba una semana allí y revisaba constantemente los mensajes del móvil y el correo electrónico, esperando que Serena le hubiera escrito o llamado para decirle que había llegado bien a Nueva York. Pero no había recibido ninguna noticia de ella, nada que indicara que pensara siquiera en él.
Sabía que tendría que regresar a Trall. Pero continuaba albergando la esperanza de despertarse un día y conseguir pasar por lo menos una hora sin pensar en ella. A lo mejor había llegado el momento de iniciar una nueva vida. No pretendía dedicar el resto de sus días a llevar una posada. Lo de la hostelería era algo temporal a lo que dedicarse mientras intentaba averiguar lo que quería hacer durante el resto de su vida.
Y había llegado la hora de seguir adelante, pensó para sí. Rei y su marido habían estado hablando de regresar a la isla. En ese caso, también lo harían sus padres, y la posada quedaría en buenas manos.
Sonó su teléfono móvil. Seiya lo sacó rápidamente y buscó el identificador de llamadas. Cuando vio que se trataba de una llamada internacional el corazón le dio un vuelco. ¿Sería por fin una llamada de Serena?
—¿Diga?
—Hola, Seiya Kou. ¿Sabes quién soy?
Reconoció al instante la voz de Mina.
—Hola, Mina —no había hablado con ella desde que se habían marchado Darién y Serena—, ¿desde dónde me llamas?
—¡Desde la Gran Manzana! Pero la verdad es que no entiendo por qué la llaman así.
—¿Estás en Nueva York? ¿Qué estás haciendo allí?
—Vine con Darién la semana pasada, ¿no te lo ha dicho Serena?
—No he hablado con Serena desde que se marchó.
—¿Pero dónde estás?
—Estoy en Dublín, vine justo después de que Serena se marchara.
Se produjo un completo silencio al otro lado de la línea.
—Seiya, creo que será mejor que vuelvas a Trall. Serena no vino con nosotros a Nueva York, volvió a la isla. Le dejé mi coche y las llaves de mi casa. Si no vuelves pronto, es posible que se marche.
—¿Y por qué demonios no me has llamado? —preguntó Seiya mientras se levantaba y recogía sus cosas a toda velocidad.
—Creí que lo sabías. Pensé que habría ido directamente a hablar contigo.
—Dios mío, ¿estás segura de que sigue en Irlanda?
—Bueno, en Nueva York no está, aunque es posible que haya vuelto a Chicago.
—Tengo que irme.
—Por favor, dile que me llame y me diga cómo van las cosas en la tienda. He intentado ponerme en contacto con ella pero no responde a mis llamadas. ¿Se lo dirás?
—Sí, sí está en Trall.
Seiya apagó el teléfono y cerró los ojos, intentando asimilar lo que Mina acababa de decirle. Serena no había vuelto a Nueva York y había muchas probabilidades de que estuviera esperándole en Trall.
Marcó el teléfono de la posada y miró el reloj. Pero si no había huéspedes, Lita no estaría allí. Dejó sonar el teléfono unos treinta segundos y colgó. Si Serena había vuelto a la isla, alguien lo sabría. ¿Ami? ¿Dennis Fraser, quizá? Decidió llamar a Setsuna, porque era uno de los números que tenía en la agenda. Setsuna contestó a los dos timbrazos.
—Setsuna. Soy Seiya.
—Hola, Seiya, ¿qué tal por Dublín?
—Bien, muy bien. Setsuna ¿has visto a Serena Tsukino por allí?
—Claro, la he visto esta misma mañana. Ha venido por bizcochos y café. Parece que le está costando dejar la isla.
—Setsuna, si la vuelves a ver, ¿podrías decirle que voy para allá?
—Por supuesto.
Seiya colgó el teléfono y salió de la cafetería. Podría ir a casa de sus padres por el equipaje, pero eso le llevaría por lo menos una hora. Y tardaría otras cuatro en regresar a Fermony, más casi otra hora más en el ferry. Por supuesto, siempre podía alquilar un helicóptero, pero tenía que pensar antes de volver a verla y el viaje en coche le proporcionaría ese tiempo que necesitaba para ello.
Seiya se irguió y tomó aire. Sí, era una buena noticia. ¡Una noticia magnífica! Por alguna razón, Serena había decidido no marcharse. Había vuelto a Trall por algún motivo, y Seiya no podía evitar esperar que fuera por él, que fuera por ellos.
Para cuando llegó a Fermoy, ya era de noche. Llegó diez minutos antes de que saliera el ferry y subió inmediatamente. Reconoció a todo el mundo a bordo y le resultó extraño después del anonimato dublinés. Aun así, se alegraba de volver a su hogar y, más todavía, de regresar con Serena.
Se acercó a la cabina del ferry y saludó a Zafiro Donahue.
—¿Has llevado a Serena Tsukino a Trall esta semana?
Zafiro pensó en ello un instante y asintió.
—Sí, una mujer muy guapa. Llevaba el coche de Mina.
—¿Y sabes si se ha marchado de la isla?
—No, no recuerdo haber visto el coche de Mina en el ferry después de ese día.
Seiya se acercó a la proa del barco y permaneció en la barandilla, contemplando la isla que iba creciendo en el horizonte. A los pocos minutos, comenzaron a distinguirse los detalles. Pudo ver el muelle, las calles adoquinadas y las casitas del pueblo.
Seiya fue el primero en abandonar el ferry. Condujo directamente hasta la tienda de Mina y aparcó en la calle de enfrente. Tomó aire e intentó poner sus pensamientos en orden. Todo su futuro dependía de aquel momento.
Salió del coche y se acercó a la tienda. En cuanto entró, sonó la campanilla de la puerta. Un segundo después, apareció Serena con un pincel y un trapo en la mano. Al verle, se quedó completamente paralizada.
—Estás aquí —musitó Serena.
—Sí, estoy aquí. Y no estoy seguro de que quiera saber lo que está pasando… —dijo Seiya, riendo.
—Y yo no estoy segura de que pueda explicártelo. Sólo sé que no podía montar en ese avión. Así que Mina se fue a Nueva York con Darién y yo vine a Trall.
—¿Pero por qué aquí? ¿Por qué no fuiste a la posada?
—Porque necesitaba un lugar en el que quedarme, un lugar en el que averiguar algunas cosas antes de verte. Y Mina me lo ofreció.
—¿Y ya has averiguado algo?
—No, pero lo estoy intentando.
—¿Crees que podría ayudarte?
—No estoy segura.
Seiya cruzó la tienda a grandes zancadas, enmarcó el rostro de Serena con las manos y la besó, suavemente al principio y con un creciente deseo después. Había imaginado muchas veces aquel momento.
Cuando al final se separó de ella, clavó la mirada en su rostro. Una mancha azul estropeaba la perfección de su cutis.
—¿Qué estás pintando?
Serena le tomó la mano y le llevó a la trastienda. Había lienzos por doquier y un caballete al lado de la ventana.
—Aquí la luz es especial.
—Has estado muy ocupada —dijo Seiya.
Serena asintió.
—Mientras esté aquí, tendré que encontrar algo que hacer. Y como en Trall no hay agencias publicitarias, he decidido utilizar mis otros talentos. Antes me encantaba pintar.
—¿Y por qué lo dejaste?
—Porque no era práctico. No podía ganarme la vida pintando, así que decidí concentrarme en algo que podría ayudarme a pagar el alquiler. Pero creo que podría llegar a ser buena, y quizá haya llegado el momento de averiguarlo.
Seiya tomó uno de los lienzos y lo estudió con atención.
—Es muy bueno.
—¿Estás siendo objetivo?¿O lo dices porque te gustaría besarme?
—¿Quién ha dicho que quiero besarte? —preguntó Seiya con una sonrisa—. Creo que es bueno, Serena.
—Y yo también —contestó ella—. Además, me siento bien pintando.
Seiya rió suavemente.
—Ése ha sido siempre mi lema. Si te sientes bien, hazlo —dio un paso hacia ella—. Y ahora que te he presentado mis credenciales como crítico de arte, ¿puedo besarte otra vez?
Serena negó con la cabeza.
—He estado pensando…
—Oh, no. Esa frase combinada con una conversación sobre sexo nunca trae nada bueno. Nunca se debería hablar de sexo antes de hacerlo.
—No tengo intención de hacerlo. Eso es precisamente en lo que he estado pensando. Cuando te conocí, decidí que sería divertido tener una aventura contigo. Que sería fácil disfrutar y después marcharme. Pero no ha sido así y ahora necesito saber que estoy aquí por algo más que por el sexo —se interrumpió—. Y que no tiene nada que ver con el agua.
—¿Qué tiene que ver el agua con todo esto?
—¿Te acuerdas de la noche de la celebración de Samhain? Había una botella de agua en la camioneta. Era agua del manantial del Druida.
—Pero yo había utilizado esa agua la noche anterior para hacerte el remedio contra la resaca. Dejé la botella vacía. Y no porque crea en el manantial. De hecho, hay pruebas de que fue mi bisabuelo el que se inventó esa leyenda para ayudar a aumentar el turismo en la isla.
—¿De verdad?
—De verdad. Así que, aunque los dos utilizamos el agua, no creo que eso tenga nada que ver con lo que sentimos.
—Mi lado más práctico me dice que tienes razón, pero desde que te conozco, ya no estoy segura de nada. Sólo de que no podía irme en ese avión.
Seiya le tomó la mano y entrelazó los dedos con los suyos.
—Eso ya es un principio. Y para mí, es más que suficiente —se inclinó hacia delante y le dio un beso en la mejilla—. Me alegro de que estés aquí.
Retrocedió. Y estuvieron mirándose a los ojos durante largo rato, hasta que, de pronto, Serena lo agarró con fuerza y lo estrechó contra ella.
Sus bocas se fundieron y aunque Seiya tenía intención de respetar la decisión de Serena sobre el sexo, tampoco ella parecía especialmente comprometida con el celibato, pues fue ella la que deslizó la lengua en su boca, transformando el beso en una sensual invitación.
Seiya alargó la mano hacia los botones de la blusa de Serena y, un segundo después, estaban desnudándose los dos.
¿Cómo podría haberse imaginado nunca viviendo sin ella?, se preguntó Seiya. Anhelaba su cuerpo, lo necesitaba para vivir de la misma forma que necesitaba el aire para respirar. Pero no era la liberación del sexo a lo que se había hecho adicto, sino a la increíble sensación de estar rindiéndose cuando se hundía en ella. En ese momento, le otorgaba a ella todo el poder. Confiaba en Serena en cuerpo y alma.
Seiya la miraba también como si quisiera absorber toda la belleza de su pelo revuelto alrededor de aquel rostro sonrosado por el deseo. Una ligera sonrisa curvó la comisura de los labios de Serena mientras se movía entre sus brazos.
Seiya no podía desearla más, no podía sentir mayor placer. Siempre y cuando tuviera a Serena, jamás habría otra mujer para él. Ella era la única que podía satisfacerle completamente y para siempre.
La dejó lentamente en el suelo y enterró la cabeza en su cuello.
—¿Tienes idea de lo que me has hecho?
—La culpa ha sido tuya —contestó Serena—. Se suponía que no teníamos que tener relaciones sexuales.
—Lo siento —musitó Seiya—. Y deberíamos haber usado preservativo.
—En eso no hemos corrido ningún riesgo. Lo que realmente hemos echado a perder ha sido lo de intentar conocernos el uno al otro.
—Muy bien —Seiya disimuló una sonrisa—. A partir de ahora, prometo no tocarte a menos que tú me toques a mí. ¿Trato hecho?
—Trato hecho. Pero la culpa no ha sido tuya. Lo que nos falta es tener más decisión.
Seiya se agachó para recuperar la blusa de Serena y se la tendió sujetándola con la yema de los dedos.
—Deberías colocártela tú. Si lo hago yo, tendría que tocarte.
Y por decididos que ambos estuvieran. Seiya sabía que sería imposible mantener reprimida la pasión.
—Esto podría llegar a ser muy… incómodo.
—No pienses en ello —le sugirió Serena.
—Para ti es fácil decirlo, pero yo me excito cada vez que te veo.
—Tendrás que intentar arreglártelas solo.
Y la verdad era que estando ella cerca, no tendría ningún problema para hacerlo. Le bastaba con cerrar los ojos e imaginarla desnuda para estimularse.
En cualquier caso, no creía que tuviera que aguantar mucho. Unos días, quizá, pero por Serena, merecería la pena esperar. Y si eso significaba que podría aclarar lo que sentía por él, ¿quién se iba a quejar?
Seiya no tenía ninguna duda en ese sentido. Sabía exactamente lo que sentía por Serena. Y cuando llegara el momento de hacerlo, se lo diría. A partir de entonces, tendrían el resto de sus vidas para explorar los deseos que apenas acababan de rozar unos minutos antes.
Llevaba una semana allí y revisaba constantemente los mensajes del móvil y el correo electrónico, esperando que Serena le hubiera escrito o llamado para decirle que había llegado bien a Nueva York. Pero no había recibido ninguna noticia de ella, nada que indicara que pensara siquiera en él.
Sabía que tendría que regresar a Trall. Pero continuaba albergando la esperanza de despertarse un día y conseguir pasar por lo menos una hora sin pensar en ella. A lo mejor había llegado el momento de iniciar una nueva vida. No pretendía dedicar el resto de sus días a llevar una posada. Lo de la hostelería era algo temporal a lo que dedicarse mientras intentaba averiguar lo que quería hacer durante el resto de su vida.
Y había llegado la hora de seguir adelante, pensó para sí. Rei y su marido habían estado hablando de regresar a la isla. En ese caso, también lo harían sus padres, y la posada quedaría en buenas manos.
Sonó su teléfono móvil. Seiya lo sacó rápidamente y buscó el identificador de llamadas. Cuando vio que se trataba de una llamada internacional el corazón le dio un vuelco. ¿Sería por fin una llamada de Serena?
—¿Diga?
—Hola, Seiya Kou. ¿Sabes quién soy?
Reconoció al instante la voz de Mina.
—Hola, Mina —no había hablado con ella desde que se habían marchado Darién y Serena—, ¿desde dónde me llamas?
—¡Desde la Gran Manzana! Pero la verdad es que no entiendo por qué la llaman así.
—¿Estás en Nueva York? ¿Qué estás haciendo allí?
—Vine con Darién la semana pasada, ¿no te lo ha dicho Serena?
—No he hablado con Serena desde que se marchó.
—¿Pero dónde estás?
—Estoy en Dublín, vine justo después de que Serena se marchara.
Se produjo un completo silencio al otro lado de la línea.
—Seiya, creo que será mejor que vuelvas a Trall. Serena no vino con nosotros a Nueva York, volvió a la isla. Le dejé mi coche y las llaves de mi casa. Si no vuelves pronto, es posible que se marche.
—¿Y por qué demonios no me has llamado? —preguntó Seiya mientras se levantaba y recogía sus cosas a toda velocidad.
—Creí que lo sabías. Pensé que habría ido directamente a hablar contigo.
—Dios mío, ¿estás segura de que sigue en Irlanda?
—Bueno, en Nueva York no está, aunque es posible que haya vuelto a Chicago.
—Tengo que irme.
—Por favor, dile que me llame y me diga cómo van las cosas en la tienda. He intentado ponerme en contacto con ella pero no responde a mis llamadas. ¿Se lo dirás?
—Sí, sí está en Trall.
Seiya apagó el teléfono y cerró los ojos, intentando asimilar lo que Mina acababa de decirle. Serena no había vuelto a Nueva York y había muchas probabilidades de que estuviera esperándole en Trall.
Marcó el teléfono de la posada y miró el reloj. Pero si no había huéspedes, Lita no estaría allí. Dejó sonar el teléfono unos treinta segundos y colgó. Si Serena había vuelto a la isla, alguien lo sabría. ¿Ami? ¿Dennis Fraser, quizá? Decidió llamar a Setsuna, porque era uno de los números que tenía en la agenda. Setsuna contestó a los dos timbrazos.
—Setsuna. Soy Seiya.
—Hola, Seiya, ¿qué tal por Dublín?
—Bien, muy bien. Setsuna ¿has visto a Serena Tsukino por allí?
—Claro, la he visto esta misma mañana. Ha venido por bizcochos y café. Parece que le está costando dejar la isla.
—Setsuna, si la vuelves a ver, ¿podrías decirle que voy para allá?
—Por supuesto.
Seiya colgó el teléfono y salió de la cafetería. Podría ir a casa de sus padres por el equipaje, pero eso le llevaría por lo menos una hora. Y tardaría otras cuatro en regresar a Fermony, más casi otra hora más en el ferry. Por supuesto, siempre podía alquilar un helicóptero, pero tenía que pensar antes de volver a verla y el viaje en coche le proporcionaría ese tiempo que necesitaba para ello.
Seiya se irguió y tomó aire. Sí, era una buena noticia. ¡Una noticia magnífica! Por alguna razón, Serena había decidido no marcharse. Había vuelto a Trall por algún motivo, y Seiya no podía evitar esperar que fuera por él, que fuera por ellos.
Para cuando llegó a Fermoy, ya era de noche. Llegó diez minutos antes de que saliera el ferry y subió inmediatamente. Reconoció a todo el mundo a bordo y le resultó extraño después del anonimato dublinés. Aun así, se alegraba de volver a su hogar y, más todavía, de regresar con Serena.
Se acercó a la cabina del ferry y saludó a Zafiro Donahue.
—¿Has llevado a Serena Tsukino a Trall esta semana?
Zafiro pensó en ello un instante y asintió.
—Sí, una mujer muy guapa. Llevaba el coche de Mina.
—¿Y sabes si se ha marchado de la isla?
—No, no recuerdo haber visto el coche de Mina en el ferry después de ese día.
Seiya se acercó a la proa del barco y permaneció en la barandilla, contemplando la isla que iba creciendo en el horizonte. A los pocos minutos, comenzaron a distinguirse los detalles. Pudo ver el muelle, las calles adoquinadas y las casitas del pueblo.
Seiya fue el primero en abandonar el ferry. Condujo directamente hasta la tienda de Mina y aparcó en la calle de enfrente. Tomó aire e intentó poner sus pensamientos en orden. Todo su futuro dependía de aquel momento.
Salió del coche y se acercó a la tienda. En cuanto entró, sonó la campanilla de la puerta. Un segundo después, apareció Serena con un pincel y un trapo en la mano. Al verle, se quedó completamente paralizada.
—Estás aquí —musitó Serena.
—Sí, estoy aquí. Y no estoy seguro de que quiera saber lo que está pasando… —dijo Seiya, riendo.
—Y yo no estoy segura de que pueda explicártelo. Sólo sé que no podía montar en ese avión. Así que Mina se fue a Nueva York con Darién y yo vine a Trall.
—¿Pero por qué aquí? ¿Por qué no fuiste a la posada?
—Porque necesitaba un lugar en el que quedarme, un lugar en el que averiguar algunas cosas antes de verte. Y Mina me lo ofreció.
—¿Y ya has averiguado algo?
—No, pero lo estoy intentando.
—¿Crees que podría ayudarte?
—No estoy segura.
Seiya cruzó la tienda a grandes zancadas, enmarcó el rostro de Serena con las manos y la besó, suavemente al principio y con un creciente deseo después. Había imaginado muchas veces aquel momento.
Cuando al final se separó de ella, clavó la mirada en su rostro. Una mancha azul estropeaba la perfección de su cutis.
—¿Qué estás pintando?
Serena le tomó la mano y le llevó a la trastienda. Había lienzos por doquier y un caballete al lado de la ventana.
—Aquí la luz es especial.
—Has estado muy ocupada —dijo Seiya.
Serena asintió.
—Mientras esté aquí, tendré que encontrar algo que hacer. Y como en Trall no hay agencias publicitarias, he decidido utilizar mis otros talentos. Antes me encantaba pintar.
—¿Y por qué lo dejaste?
—Porque no era práctico. No podía ganarme la vida pintando, así que decidí concentrarme en algo que podría ayudarme a pagar el alquiler. Pero creo que podría llegar a ser buena, y quizá haya llegado el momento de averiguarlo.
Seiya tomó uno de los lienzos y lo estudió con atención.
—Es muy bueno.
—¿Estás siendo objetivo?¿O lo dices porque te gustaría besarme?
—¿Quién ha dicho que quiero besarte? —preguntó Seiya con una sonrisa—. Creo que es bueno, Serena.
—Y yo también —contestó ella—. Además, me siento bien pintando.
Seiya rió suavemente.
—Ése ha sido siempre mi lema. Si te sientes bien, hazlo —dio un paso hacia ella—. Y ahora que te he presentado mis credenciales como crítico de arte, ¿puedo besarte otra vez?
Serena negó con la cabeza.
—He estado pensando…
—Oh, no. Esa frase combinada con una conversación sobre sexo nunca trae nada bueno. Nunca se debería hablar de sexo antes de hacerlo.
—No tengo intención de hacerlo. Eso es precisamente en lo que he estado pensando. Cuando te conocí, decidí que sería divertido tener una aventura contigo. Que sería fácil disfrutar y después marcharme. Pero no ha sido así y ahora necesito saber que estoy aquí por algo más que por el sexo —se interrumpió—. Y que no tiene nada que ver con el agua.
—¿Qué tiene que ver el agua con todo esto?
—¿Te acuerdas de la noche de la celebración de Samhain? Había una botella de agua en la camioneta. Era agua del manantial del Druida.
—Pero yo había utilizado esa agua la noche anterior para hacerte el remedio contra la resaca. Dejé la botella vacía. Y no porque crea en el manantial. De hecho, hay pruebas de que fue mi bisabuelo el que se inventó esa leyenda para ayudar a aumentar el turismo en la isla.
—¿De verdad?
—De verdad. Así que, aunque los dos utilizamos el agua, no creo que eso tenga nada que ver con lo que sentimos.
—Mi lado más práctico me dice que tienes razón, pero desde que te conozco, ya no estoy segura de nada. Sólo de que no podía irme en ese avión.
Seiya le tomó la mano y entrelazó los dedos con los suyos.
—Eso ya es un principio. Y para mí, es más que suficiente —se inclinó hacia delante y le dio un beso en la mejilla—. Me alegro de que estés aquí.
Retrocedió. Y estuvieron mirándose a los ojos durante largo rato, hasta que, de pronto, Serena lo agarró con fuerza y lo estrechó contra ella.
Sus bocas se fundieron y aunque Seiya tenía intención de respetar la decisión de Serena sobre el sexo, tampoco ella parecía especialmente comprometida con el celibato, pues fue ella la que deslizó la lengua en su boca, transformando el beso en una sensual invitación.
Seiya alargó la mano hacia los botones de la blusa de Serena y, un segundo después, estaban desnudándose los dos.
¿Cómo podría haberse imaginado nunca viviendo sin ella?, se preguntó Seiya. Anhelaba su cuerpo, lo necesitaba para vivir de la misma forma que necesitaba el aire para respirar. Pero no era la liberación del sexo a lo que se había hecho adicto, sino a la increíble sensación de estar rindiéndose cuando se hundía en ella. En ese momento, le otorgaba a ella todo el poder. Confiaba en Serena en cuerpo y alma.
Seiya la miraba también como si quisiera absorber toda la belleza de su pelo revuelto alrededor de aquel rostro sonrosado por el deseo. Una ligera sonrisa curvó la comisura de los labios de Serena mientras se movía entre sus brazos.
Seiya no podía desearla más, no podía sentir mayor placer. Siempre y cuando tuviera a Serena, jamás habría otra mujer para él. Ella era la única que podía satisfacerle completamente y para siempre.
La dejó lentamente en el suelo y enterró la cabeza en su cuello.
—¿Tienes idea de lo que me has hecho?
—La culpa ha sido tuya —contestó Serena—. Se suponía que no teníamos que tener relaciones sexuales.
—Lo siento —musitó Seiya—. Y deberíamos haber usado preservativo.
—En eso no hemos corrido ningún riesgo. Lo que realmente hemos echado a perder ha sido lo de intentar conocernos el uno al otro.
—Muy bien —Seiya disimuló una sonrisa—. A partir de ahora, prometo no tocarte a menos que tú me toques a mí. ¿Trato hecho?
—Trato hecho. Pero la culpa no ha sido tuya. Lo que nos falta es tener más decisión.
Seiya se agachó para recuperar la blusa de Serena y se la tendió sujetándola con la yema de los dedos.
—Deberías colocártela tú. Si lo hago yo, tendría que tocarte.
Y por decididos que ambos estuvieran. Seiya sabía que sería imposible mantener reprimida la pasión.
—Esto podría llegar a ser muy… incómodo.
—No pienses en ello —le sugirió Serena.
—Para ti es fácil decirlo, pero yo me excito cada vez que te veo.
—Tendrás que intentar arreglártelas solo.
Y la verdad era que estando ella cerca, no tendría ningún problema para hacerlo. Le bastaba con cerrar los ojos e imaginarla desnuda para estimularse.
En cualquier caso, no creía que tuviera que aguantar mucho. Unos días, quizá, pero por Serena, merecería la pena esperar. Y si eso significaba que podría aclarar lo que sentía por él, ¿quién se iba a quejar?
Seiya no tenía ninguna duda en ese sentido. Sabía exactamente lo que sentía por Serena. Y cuando llegara el momento de hacerlo, se lo diría. A partir de entonces, tendrían el resto de sus vidas para explorar los deseos que apenas acababan de rozar unos minutos antes.
Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
Sonó la campanilla de la puerta. Serena alzó la mirada de las cuentas que estaba ensartando y vio a Setsuna con una caja en la mano.
—Buenos días, Setsuna —la saludó.
—Buenos días. He oído decir que nuestro Seiya ha vuelto. Supongo que estarás contenta.
Serena sabía que Setsuna sólo estaba intentando ser amable, pero le iba a costar acostumbrarse a hablar de su vida personal con sus vecinos.
—Sí, ya ha vuelto. ¿Ya ha pasado esta mañana por sus bizcochos?
—Sí, y me ha dicho que te trajera esto. Sabe que te gustan mucho mis bizcochos. Hay dos de mantequilla y dos de queso.
—Gracias —contestó Serena, sonriendo.
—Dale las gracias a Seiya. Ha sido él el que los ha pagado —dejó la caja en el mostrador—. Tu vuelta al pueblo se ha convertido en la comidilla de Trall. Todo el mundo está especulando. Aquí nos gusta mucho especular.
Serena abrió la caja, sacó un bizcocho de queso y le dio un mordisco.
—¿Y qué dice la gente?
—Todos adoramos a Seiya y pensamos que nunca le habíamos visto tan contento. Pero estamos preocupados.
—¿Porque piensan que no pasamos suficiente tiempo juntos?
—¡Exactamente!
—Mira, Setsuna, me gusta vivir aquí, y me encanta la gente de esta isla. Pero si están preocupados por nuestra relación, están perdiendo el tiempo.
Serena sabía exactamente lo que todos pensaban. Ella no dormía en la posada y Seiya tampoco lo hacía en el apartamento que Mina tenía encima de la tienda. Y todo el mundo lo sabía. Serena, que ni siquiera conocía a sus vecinos de Chicago, iba a tardar algún tiempo en acostumbrarse a que se entrometieran en su vida.
—¿Te gustan mis bizcochos? —preguntó Setsuna.
—Sí.
—¿Sabes? También hago pasteles de boda. No lo olvides. La verdad es que no hay muchas bodas en Trall, la gente se va, se casa en cualquier otra parte y no vuelve nunca. Por eso estamos tan emocionados contigo y con Seiya.
—Gracias por el ofrecimiento —dijo Serena—. Todavía no hemos hablado de boda. Pero seguro que se enteraran en cuanto lo hagamos.
—Sí, seguro —dijo Setsuna con una sonrisa—. Bueno, será mejor que me vaya. Cuídate, Serena. Y pásate a almorzar por la panadería algún día de esta semana.
Serena bajó la mirada hacia las cuentas y sacudió la cabeza. Por supuesto, había muchas probabilidades de que los habitantes de Trall oyeran hablar de su boda antes que ella. De momento, Seiya y ella habían evitado hablar del futuro. Y se daba por satisfecha con el hecho de no estar acostándose con él.
Sonrió para sí. Realmente era un hombre maravilloso. Al principio temía que decayera la atracción entre ellos si no se acostaban. Pero la verdad era que se había intensificado. Le bastaba que Seiya la tocara para que evocara todo tipo de fantasías prohibidas.
La campana de la puerta volvió a sonar, y en aquella ocasión fue Ami la que entró.
—¡Hola, Serena!
—Hola, Ami.
—Pasaba por aquí y he querido parar para decirte que Mina me ha llamado está mañana. Se lo está pasando muy bien en Nueva York. Me ha pedido que te diera esta lista. Le gustaría que le enviaras algunas de sus cosas.
Serena tomó la lista y la leyó. Algunas de las cosas que le pedía eran productos de la tienda.
—Prepararé todo lo que pueda, pero con las hierbas tendrás que ayudarme.
Ami se sentó en un taburete frente al mostrador y tomó una de las cuentas que Serena estaba insertando.
—Entonces, ¿van bien las cosas entre Seiya y tú?
—Sí.
—Me he fijado en que no pasas las noches en la posada. Quiero que sepas que soy una profesional de la medicina, de modo que si tienes alguna pregunta que hacer o si algo te preocupa, estaría encantada de darte consejo, sobre todo en asuntos relacionados con la planificación familiar.
—En ese sentido, no tengo problemas —dijo Serena.
—Estupendo. Aunque todo el mundo en la isla está emocionado ante la posibilidad de tener un pequeño Kou. Y déjame decirte que, si prefieres no dar a luz en la isla, el hospital de Limerick está muy bien. Y no nos sentiríamos en absoluto ofendidos.
—Lo tendré en cuenta —contestó Serena.
Las cosas estaban yendo demasiado lejos. A ese paso, la próxima persona que apareciera por la puerta iba a ofrecerse a organizar la fiesta de cumpleaños de su hijo.
—Pero me gustaría que Mina estuviera aquí. Habrían sido muy buenas amigas. Aunque es curioso que cada una de ustedes haya terminado con el hombre de la otra, ¿verdad? Mmm, será mejor que me vaya. Tengo pacientes a los que atender.
Cuando volvió a sonar la campanilla de la puerta, Serena ya estaba dispuesta a decirle a quienquiera que entrara que se ocupara de sus propios asuntos y le dejara en paz. Pero fue Seiya el que asomó la cabeza por la puerta y sonrió.
—Voy a la panadería, ¿quieres que te traiga un café o una taza de té?
—No, Setsuna se ha pasado por la tienda a traerme esto —le mostró la caja de bizcochos—, y a ofrecerse a hacer nuestro pastel de boda. Y Ami pretendía darme algún consejo sobre planificación familiar.
—Lo siento, pero así funcionan las cosas en Trall. Todo el mundo dice que no le gusta chismear, pero consideran como una especie de deber ciudadano el meterse en la vida de los demás. Y piensan que estamos teniendo problemas en la cama.
Serena se echó a reír.
—Sí, por lo visto les preocupa que no estemos pasando las noches juntos.
Seiya rodeó el mostrador y la agarró por la cintura. La abrazó de una forma que Serena encontró sumamente provocativa. Ella se restregó contra él y él gimió.
—Si esperas que me ciña a tus normas, no es justo que me provoques.
—Lo siento —dijo Serena—, pero decidimos seguir un plan y creo que tenemos que llevarlo a cabo.
—¿No vas a dejarme llegar a la segunda base? —preguntó Seiya, acariciándole la espalda—. Podría saltarme la tercera y llegar directamente la cuarta.
—No hay cuarta base.
—Yo creía que la cuarta base era el sexo.
—No, eso es un home run.
—¿De verdad?
—Sí, un home run.
Seiya acercó su boca a la suya y la silenció con un beso. Le acarició la cara, le apartó la melena y trazó un camino de besos desde su mejilla hasta su oído. Serena contuvo la respiración y forzó una sonrisa.
—Creo que deberías marcharte.
—¿Cuánto tiempo va a durar esto? A mí me parece que no tiene sentido.
—Porque sólo piensas en el sexo. Tenemos que aprender a conocernos antes de volver a acostarnos.
—Esta noche te invito a cenar en la posada. Entonces hablaremos con más detalle sobre la segunda base. De hecho, podrás contarme todo lo que quieras sobre béisbol.
—En realidad, el béisbol es un deporte difícil de explicar. Sería más fácil si viéramos un partido.
Seiya le dio un beso en la nariz y se dirigió a la puerta.
—Hasta esta noche. A las siete. Y no llegues tarde —le dijo desde allí.
En cuanto cerró la puerta, Serena corrió a echar el cerrojo. Había llegado el momento. De hecho, el momento había llegado desde el instante en el que Seiya había regresado a Trall, pero ella se había convencido a sí misma de que la abstinencia era la única manera de estar segura.
Estaba enamorada de Seiya Kou y eso no iba a cambiar. Pero entonces, ¿por qué se empeñaba en dormir sola todas las noches? A partir de esa misma noche, dormiría siempre en brazos de Seiya.
Bueno, parece que entre que Setsuna prepara el pastel de boda de Serena y Seiya, y Ami se encarga de que todo este listo para el futuro bebe Kou, por fin terminara la abstinencia impuesta por Serena y el final de esta historia se acerca cada vez más ¿que pasara con nuestra pareja favorita?
Lo sabremos en el siguiente capitulo
Me despido por ahora esperando que les haya gustado el capítulo de hoy, como siempre, les pido que no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Muchos saludos para todos y ¡nos vemos en el proximo capitulo!
XOXO
Serenity
—Buenos días, Setsuna —la saludó.
—Buenos días. He oído decir que nuestro Seiya ha vuelto. Supongo que estarás contenta.
Serena sabía que Setsuna sólo estaba intentando ser amable, pero le iba a costar acostumbrarse a hablar de su vida personal con sus vecinos.
—Sí, ya ha vuelto. ¿Ya ha pasado esta mañana por sus bizcochos?
—Sí, y me ha dicho que te trajera esto. Sabe que te gustan mucho mis bizcochos. Hay dos de mantequilla y dos de queso.
—Gracias —contestó Serena, sonriendo.
—Dale las gracias a Seiya. Ha sido él el que los ha pagado —dejó la caja en el mostrador—. Tu vuelta al pueblo se ha convertido en la comidilla de Trall. Todo el mundo está especulando. Aquí nos gusta mucho especular.
Serena abrió la caja, sacó un bizcocho de queso y le dio un mordisco.
—¿Y qué dice la gente?
—Todos adoramos a Seiya y pensamos que nunca le habíamos visto tan contento. Pero estamos preocupados.
—¿Porque piensan que no pasamos suficiente tiempo juntos?
—¡Exactamente!
—Mira, Setsuna, me gusta vivir aquí, y me encanta la gente de esta isla. Pero si están preocupados por nuestra relación, están perdiendo el tiempo.
Serena sabía exactamente lo que todos pensaban. Ella no dormía en la posada y Seiya tampoco lo hacía en el apartamento que Mina tenía encima de la tienda. Y todo el mundo lo sabía. Serena, que ni siquiera conocía a sus vecinos de Chicago, iba a tardar algún tiempo en acostumbrarse a que se entrometieran en su vida.
—¿Te gustan mis bizcochos? —preguntó Setsuna.
—Sí.
—¿Sabes? También hago pasteles de boda. No lo olvides. La verdad es que no hay muchas bodas en Trall, la gente se va, se casa en cualquier otra parte y no vuelve nunca. Por eso estamos tan emocionados contigo y con Seiya.
—Gracias por el ofrecimiento —dijo Serena—. Todavía no hemos hablado de boda. Pero seguro que se enteraran en cuanto lo hagamos.
—Sí, seguro —dijo Setsuna con una sonrisa—. Bueno, será mejor que me vaya. Cuídate, Serena. Y pásate a almorzar por la panadería algún día de esta semana.
Serena bajó la mirada hacia las cuentas y sacudió la cabeza. Por supuesto, había muchas probabilidades de que los habitantes de Trall oyeran hablar de su boda antes que ella. De momento, Seiya y ella habían evitado hablar del futuro. Y se daba por satisfecha con el hecho de no estar acostándose con él.
Sonrió para sí. Realmente era un hombre maravilloso. Al principio temía que decayera la atracción entre ellos si no se acostaban. Pero la verdad era que se había intensificado. Le bastaba que Seiya la tocara para que evocara todo tipo de fantasías prohibidas.
La campana de la puerta volvió a sonar, y en aquella ocasión fue Ami la que entró.
—¡Hola, Serena!
—Hola, Ami.
—Pasaba por aquí y he querido parar para decirte que Mina me ha llamado está mañana. Se lo está pasando muy bien en Nueva York. Me ha pedido que te diera esta lista. Le gustaría que le enviaras algunas de sus cosas.
Serena tomó la lista y la leyó. Algunas de las cosas que le pedía eran productos de la tienda.
—Prepararé todo lo que pueda, pero con las hierbas tendrás que ayudarme.
Ami se sentó en un taburete frente al mostrador y tomó una de las cuentas que Serena estaba insertando.
—Entonces, ¿van bien las cosas entre Seiya y tú?
—Sí.
—Me he fijado en que no pasas las noches en la posada. Quiero que sepas que soy una profesional de la medicina, de modo que si tienes alguna pregunta que hacer o si algo te preocupa, estaría encantada de darte consejo, sobre todo en asuntos relacionados con la planificación familiar.
—En ese sentido, no tengo problemas —dijo Serena.
—Estupendo. Aunque todo el mundo en la isla está emocionado ante la posibilidad de tener un pequeño Kou. Y déjame decirte que, si prefieres no dar a luz en la isla, el hospital de Limerick está muy bien. Y no nos sentiríamos en absoluto ofendidos.
—Lo tendré en cuenta —contestó Serena.
Las cosas estaban yendo demasiado lejos. A ese paso, la próxima persona que apareciera por la puerta iba a ofrecerse a organizar la fiesta de cumpleaños de su hijo.
—Pero me gustaría que Mina estuviera aquí. Habrían sido muy buenas amigas. Aunque es curioso que cada una de ustedes haya terminado con el hombre de la otra, ¿verdad? Mmm, será mejor que me vaya. Tengo pacientes a los que atender.
Cuando volvió a sonar la campanilla de la puerta, Serena ya estaba dispuesta a decirle a quienquiera que entrara que se ocupara de sus propios asuntos y le dejara en paz. Pero fue Seiya el que asomó la cabeza por la puerta y sonrió.
—Voy a la panadería, ¿quieres que te traiga un café o una taza de té?
—No, Setsuna se ha pasado por la tienda a traerme esto —le mostró la caja de bizcochos—, y a ofrecerse a hacer nuestro pastel de boda. Y Ami pretendía darme algún consejo sobre planificación familiar.
—Lo siento, pero así funcionan las cosas en Trall. Todo el mundo dice que no le gusta chismear, pero consideran como una especie de deber ciudadano el meterse en la vida de los demás. Y piensan que estamos teniendo problemas en la cama.
Serena se echó a reír.
—Sí, por lo visto les preocupa que no estemos pasando las noches juntos.
Seiya rodeó el mostrador y la agarró por la cintura. La abrazó de una forma que Serena encontró sumamente provocativa. Ella se restregó contra él y él gimió.
—Si esperas que me ciña a tus normas, no es justo que me provoques.
—Lo siento —dijo Serena—, pero decidimos seguir un plan y creo que tenemos que llevarlo a cabo.
—¿No vas a dejarme llegar a la segunda base? —preguntó Seiya, acariciándole la espalda—. Podría saltarme la tercera y llegar directamente la cuarta.
—No hay cuarta base.
—Yo creía que la cuarta base era el sexo.
—No, eso es un home run.
—¿De verdad?
—Sí, un home run.
Seiya acercó su boca a la suya y la silenció con un beso. Le acarició la cara, le apartó la melena y trazó un camino de besos desde su mejilla hasta su oído. Serena contuvo la respiración y forzó una sonrisa.
—Creo que deberías marcharte.
—¿Cuánto tiempo va a durar esto? A mí me parece que no tiene sentido.
—Porque sólo piensas en el sexo. Tenemos que aprender a conocernos antes de volver a acostarnos.
—Esta noche te invito a cenar en la posada. Entonces hablaremos con más detalle sobre la segunda base. De hecho, podrás contarme todo lo que quieras sobre béisbol.
—En realidad, el béisbol es un deporte difícil de explicar. Sería más fácil si viéramos un partido.
Seiya le dio un beso en la nariz y se dirigió a la puerta.
—Hasta esta noche. A las siete. Y no llegues tarde —le dijo desde allí.
En cuanto cerró la puerta, Serena corrió a echar el cerrojo. Había llegado el momento. De hecho, el momento había llegado desde el instante en el que Seiya había regresado a Trall, pero ella se había convencido a sí misma de que la abstinencia era la única manera de estar segura.
Estaba enamorada de Seiya Kou y eso no iba a cambiar. Pero entonces, ¿por qué se empeñaba en dormir sola todas las noches? A partir de esa misma noche, dormiría siempre en brazos de Seiya.
Bueno, parece que entre que Setsuna prepara el pastel de boda de Serena y Seiya, y Ami se encarga de que todo este listo para el futuro bebe Kou, por fin terminara la abstinencia impuesta por Serena y el final de esta historia se acerca cada vez más ¿que pasara con nuestra pareja favorita?
Lo sabremos en el siguiente capitulo
Me despido por ahora esperando que les haya gustado el capítulo de hoy, como siempre, les pido que no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Muchos saludos para todos y ¡nos vemos en el proximo capitulo!
XOXO
Serenity
Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
oooooooooo por dios
pero que super historia aaaaaaaaaa me encanta es tan emocionante y apasionado aaaaaaaaaa
me encanta jejej adoro a seiya y su forma de ser uy
estoy impaciente por seguir leyendo me encanta jejjej
pero que super historia aaaaaaaaaa me encanta es tan emocionante y apasionado aaaaaaaaaa
me encanta jejej adoro a seiya y su forma de ser uy
estoy impaciente por seguir leyendo me encanta jejjej
Princesa_ Lunar- Sailor Inner Scout
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Edad : 35
Sexo :
Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
jajajja no sé por qué Serena se resiste tanto a lo inevitable.
Amense! jajajaja
Amense! jajajaja
natu_rw- Sailor Inner Scout
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Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
En ese pueblo si que están todos trazumados mira que pensar en futuro para una pareja que ni sabe bien de su presente es algo extraño, ahora veo x q no hay tanto turismo jajajaja no es cierto, es la parte cómica de la historia y me agrado, ojalá todo entre sere y seiya comience a ser mas claro, estaremos al pendiente de tus historias, cuidate!!
Re: El Elixir Del Amor [S/S] UA - Terminado
simplemente me encanta tu fic
es muuy emocionante y valla que relacion tan complicada
esperare pacientemente para saber que pasa con ellos
es muuy emocionante y valla que relacion tan complicada
esperare pacientemente para saber que pasa con ellos
eternity moon- Reina Serenity
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