Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
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Algo Dulce [S/S] UA - ¡Cap 01!
¡Hola!
El día de hoy les traigo este fic, que es una adaptación de la novela "Sinfully Sweet" de Carrie Alexander. Así que si quieren leer una historia llena de suspenso, intriga, acción, y sobre todo mucho romance, sigan leyendo ya que sin duda les gustara, al igual que Sr & Sra Kou.
¡Espero que disfruten del inicio de esta maravillosa historia!
–Pienso hacerlo –dijo Serena Tsukino con todo el convencimiento posible.
Mina la miró con despreocupación.
–No tienes por qué hacerlo.
Todo era tan fácil para Mina, pensaba Serena mientras reparaba en la apariencia descuidada de su hermana. A pesar de su falda vaquera y su camiseta de algodón que le dejaba al descubierto el vientre plano, Mina estaba muy guapa. Mientras que ella se había pasado al menos una hora acicalándose, y aun así se sentía sofocada y como embutida en su traje de diseño.
–No voy a obligarte
Ya sabía por qué. Mina esperaba que ella fallara primero. Si la apuesta quedaba cancelada, Mina quedaría libre para ir detrás de Yaten Aino, el apuesto chef de repostería con quien trabajaba.
–Mmm –dijo Serena, como si pensara en sacar a su hermana de apuros.
Sólo era para torturar a su hermana, que aunque tenía un año más que ella pocas veces se comportaba como si fuera la mayor.
–Ah... no –añadió Serena –Pienso hacerlo.
–De acuerdo; pero tendremos que entrar, ¿no?
Estaba delante de las puertas de cristal del elegante salón de la Avenida Madison. Era de esa clase de sitios por los que Serena solía pasar a toda velocidad, como si los estilistas estuvieran junto al escaparate, contabilizando los cortes de pelo feos y pasados de moda de las personas que no podían permitirse sus servicios.
–Espera, espera. Me lo estoy pensando –Serena se ajustó el cinturón a la cadera.
Mina parecía haber llegado al límite.
–De verdad, Serena, esto es ridículo. Entra ahí. Sólo es el pelo; no un brazo o una pierna. No es para ponerse nerviosa.
–Eso lo dices tú.
Serena se colocó sobre el hombro la trenza que le llegaba por la cintura, como si se sintiera proteger su melena aunque hubiera decidido cortársela.
Mina también tenía el pelo largo, pero no se lo cuidaba tanto como Serena. De todos modos seguía siendo una belleza, aunque eso a ella no le preocupara tanto. Por capricho sería capaz hasta de raparse al cero.
La diferencia era que Mina no necesitaba estar segura para hacer una cosa. Tenía un carácter interesante, una cara preciosa y un cuerpo de modelo, mientras que Serena era callada, incluso tímida. La mayor parte del tiempo, Serena, a diferencia de su hermana, evitaba ser el centro de atención.
Hacía dos meses, los padres de Serena y Mina se habían vuelto a casar después de haber estado dieciséis años divorciados. La boda había incitado a las hermanas a analizar cómo habían dejado que el divorcio de sus padres afectara negativamente el rumbo que le habían dado a sus vidas. Envueltas en el ambiente emocionante y esperanzador del evento, se habían retado la una a la otra a cambiar, a encontrar la verdadera felicidad.
Mina incluso había puesto algo en juego: el solitario de diamante que habían heredado de la abuela. Su madre se lo había dado antes de la ceremonia, ya que había decidido empezar su nueva vida con un anillo nuevo que no la hubiera acompañado durante el divorcio.
De pronto el desafío había tomado la forma de una apuesta. Mina, la bohemia, la que jamás se comprometía, estaba intentando sentar la cabeza por primera vez en su vida. También había accedido a dejar de lado a los hombres hasta que se interesara por uno en serio. En ese momento, dos meses después de la apuesta, había encontrado un empleo, había alquilado un apartamento y se sentía tremendamente atraída por Yaten Aino.
Por el contrario, Serena estaba haciendo lo opuesto. Había abandonado su puesto de comercial en Regal Foods, y había invertido todos sus ahorros en su propio negocio, una tienda de chucherías y caramelos llamada La Cosita Más Dulce. Había dejado a su novio, Darién Chiba, aunque se sentía algo perdida después de pasar tantos años en una relación cómoda, aunque poco emocionante. Para colmo, había accedido a ponerse en manos de un estilista y de un asesor de imagen antes de inaugurar su negocio.
Cortarse la melena que le llegaba por la cintura era el último paso. Uno al que se había estado resistiendo.
No era porque se hubiera estado escondiendo detrás de su melena; o menos aún porque se agarrara al recuerdo de Seiya, cuando él había dicho una vez... Serena cerró los ojos y sucumbió a un instante de puro anhelo. Sólo tenía los recuerdos, pero fueron suficientes para sentir una oleada de deseo subiéndole por la garganta.
Tonterías. Abrió los ojos y vio el reflejo distorsionado de su cara en las puertas de cristal del salón de peluquería.
Sólo era nostalgia. Nada más.
Hacía ya diez años que no veía al chico del que había estado tan enamorada en el instituto, Seiya Kou. Aun así, jamás había olvidado que un día él había alabado su melena; que, de hecho, había sido una de las cosas más bonitas que él le había dicho.
¡Al diablo con esas tonterías! Serena agarró el bolso con empeño.
–Vamos.
Mina emitió un gemido de frustración.
–No podemos marcharnos. Me ha costado Dios y ayuda conseguir esta cita después de que perdieras la primera. A Costas hay que pedirle cita con meses de antelación...
Serena la interrumpió.
–No, quiero decir vamos dentro –se dijo que no pensaba echarse atrás esa vez, a pesar de su nerviosismo –Estoy dispuesta a aprovechar nuestra apuesta.
–Ah, bueno. Estupendo.
A pesar de su actitud despreocupada, Mina no quería perder el anillo que ambas habían atesorado desde que eran pequeñas. Eso significaba que su hermana tenía que ceñirse a la promesa de no meterse con Yaten en la cama... aunque el único modo de calmar sus apetitos sexuales fuera atiborrándose de chocolate.
Volvió a pensar en su tentación más inconfesable. Como siempre, no sacaba ninguna satisfacción de ello. Seiya no era más que una fantasía, no una persona de carne y hueso, como el Yaten de Mina.
Aunque Mina había sabido de aquel enamoramiento suyo, le resultaba demasiado vergonzoso reconocer que aún diez años después continuaba pensando en él.
De vez en cuando. Como por ejemplo, cada vez que se cepillaba el pelo.
En una ocasión de genialidad, Seiya le había dicho que con el cabello largo y rubia parecía una hechicera; lo opuesto a las princesas de cabellos castaños y caras sonrientes que tenían tanto éxito en el instituto. Serena, la eterna "buena chica", no tenía ni un ápice de hechicera, así que naturalmente siempre le había encantado esa comparación.
El problema era que Seiya no parecía haber sufrido ese hechizo en su persona.
Serena era ya una mujer, y Seiya tan solo un recuerdo distante. Tenía que olvidarse de él para siempre.
Mina sujetaba la puerta abierta del salón, así que se armó de valor y entró. Había llegado el momento de cortarse el pelo. ¡A ver si así conseguía sacarse de la cabeza a aquel hombre de una vez por todas!
Bueno, estoy consciente de que no ha pasado mucho hasta ahora, pero este es solo el inicio del fic y en el proximo capitulo ¡veremos a Seiya! Y sabremos que ha sido de él durante todo el tiempo que ha pasado desde la ultima vez que vio a Serena.
Me despido por ahora esperando que les haya gustado el capítulo de hoy, como siempre, les pido que no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Muchos saludos para todos y ¡nos vemos en el proximo capitulo!
XOXO
Serenity
El día de hoy les traigo este fic, que es una adaptación de la novela "Sinfully Sweet" de Carrie Alexander. Así que si quieren leer una historia llena de suspenso, intriga, acción, y sobre todo mucho romance, sigan leyendo ya que sin duda les gustara, al igual que Sr & Sra Kou.
¡Espero que disfruten del inicio de esta maravillosa historia!
Algo Dulce
Por Serenity
PrólogoPor Serenity
–Pienso hacerlo –dijo Serena Tsukino con todo el convencimiento posible.
Mina la miró con despreocupación.
–No tienes por qué hacerlo.
Todo era tan fácil para Mina, pensaba Serena mientras reparaba en la apariencia descuidada de su hermana. A pesar de su falda vaquera y su camiseta de algodón que le dejaba al descubierto el vientre plano, Mina estaba muy guapa. Mientras que ella se había pasado al menos una hora acicalándose, y aun así se sentía sofocada y como embutida en su traje de diseño.
–No voy a obligarte
Ya sabía por qué. Mina esperaba que ella fallara primero. Si la apuesta quedaba cancelada, Mina quedaría libre para ir detrás de Yaten Aino, el apuesto chef de repostería con quien trabajaba.
–Mmm –dijo Serena, como si pensara en sacar a su hermana de apuros.
Sólo era para torturar a su hermana, que aunque tenía un año más que ella pocas veces se comportaba como si fuera la mayor.
–Ah... no –añadió Serena –Pienso hacerlo.
–De acuerdo; pero tendremos que entrar, ¿no?
Estaba delante de las puertas de cristal del elegante salón de la Avenida Madison. Era de esa clase de sitios por los que Serena solía pasar a toda velocidad, como si los estilistas estuvieran junto al escaparate, contabilizando los cortes de pelo feos y pasados de moda de las personas que no podían permitirse sus servicios.
–Espera, espera. Me lo estoy pensando –Serena se ajustó el cinturón a la cadera.
Mina parecía haber llegado al límite.
–De verdad, Serena, esto es ridículo. Entra ahí. Sólo es el pelo; no un brazo o una pierna. No es para ponerse nerviosa.
–Eso lo dices tú.
Serena se colocó sobre el hombro la trenza que le llegaba por la cintura, como si se sintiera proteger su melena aunque hubiera decidido cortársela.
Mina también tenía el pelo largo, pero no se lo cuidaba tanto como Serena. De todos modos seguía siendo una belleza, aunque eso a ella no le preocupara tanto. Por capricho sería capaz hasta de raparse al cero.
La diferencia era que Mina no necesitaba estar segura para hacer una cosa. Tenía un carácter interesante, una cara preciosa y un cuerpo de modelo, mientras que Serena era callada, incluso tímida. La mayor parte del tiempo, Serena, a diferencia de su hermana, evitaba ser el centro de atención.
Hacía dos meses, los padres de Serena y Mina se habían vuelto a casar después de haber estado dieciséis años divorciados. La boda había incitado a las hermanas a analizar cómo habían dejado que el divorcio de sus padres afectara negativamente el rumbo que le habían dado a sus vidas. Envueltas en el ambiente emocionante y esperanzador del evento, se habían retado la una a la otra a cambiar, a encontrar la verdadera felicidad.
Mina incluso había puesto algo en juego: el solitario de diamante que habían heredado de la abuela. Su madre se lo había dado antes de la ceremonia, ya que había decidido empezar su nueva vida con un anillo nuevo que no la hubiera acompañado durante el divorcio.
De pronto el desafío había tomado la forma de una apuesta. Mina, la bohemia, la que jamás se comprometía, estaba intentando sentar la cabeza por primera vez en su vida. También había accedido a dejar de lado a los hombres hasta que se interesara por uno en serio. En ese momento, dos meses después de la apuesta, había encontrado un empleo, había alquilado un apartamento y se sentía tremendamente atraída por Yaten Aino.
Por el contrario, Serena estaba haciendo lo opuesto. Había abandonado su puesto de comercial en Regal Foods, y había invertido todos sus ahorros en su propio negocio, una tienda de chucherías y caramelos llamada La Cosita Más Dulce. Había dejado a su novio, Darién Chiba, aunque se sentía algo perdida después de pasar tantos años en una relación cómoda, aunque poco emocionante. Para colmo, había accedido a ponerse en manos de un estilista y de un asesor de imagen antes de inaugurar su negocio.
Cortarse la melena que le llegaba por la cintura era el último paso. Uno al que se había estado resistiendo.
No era porque se hubiera estado escondiendo detrás de su melena; o menos aún porque se agarrara al recuerdo de Seiya, cuando él había dicho una vez... Serena cerró los ojos y sucumbió a un instante de puro anhelo. Sólo tenía los recuerdos, pero fueron suficientes para sentir una oleada de deseo subiéndole por la garganta.
Tonterías. Abrió los ojos y vio el reflejo distorsionado de su cara en las puertas de cristal del salón de peluquería.
Sólo era nostalgia. Nada más.
Hacía ya diez años que no veía al chico del que había estado tan enamorada en el instituto, Seiya Kou. Aun así, jamás había olvidado que un día él había alabado su melena; que, de hecho, había sido una de las cosas más bonitas que él le había dicho.
¡Al diablo con esas tonterías! Serena agarró el bolso con empeño.
–Vamos.
Mina emitió un gemido de frustración.
–No podemos marcharnos. Me ha costado Dios y ayuda conseguir esta cita después de que perdieras la primera. A Costas hay que pedirle cita con meses de antelación...
Serena la interrumpió.
–No, quiero decir vamos dentro –se dijo que no pensaba echarse atrás esa vez, a pesar de su nerviosismo –Estoy dispuesta a aprovechar nuestra apuesta.
–Ah, bueno. Estupendo.
A pesar de su actitud despreocupada, Mina no quería perder el anillo que ambas habían atesorado desde que eran pequeñas. Eso significaba que su hermana tenía que ceñirse a la promesa de no meterse con Yaten en la cama... aunque el único modo de calmar sus apetitos sexuales fuera atiborrándose de chocolate.
Volvió a pensar en su tentación más inconfesable. Como siempre, no sacaba ninguna satisfacción de ello. Seiya no era más que una fantasía, no una persona de carne y hueso, como el Yaten de Mina.
Aunque Mina había sabido de aquel enamoramiento suyo, le resultaba demasiado vergonzoso reconocer que aún diez años después continuaba pensando en él.
De vez en cuando. Como por ejemplo, cada vez que se cepillaba el pelo.
En una ocasión de genialidad, Seiya le había dicho que con el cabello largo y rubia parecía una hechicera; lo opuesto a las princesas de cabellos castaños y caras sonrientes que tenían tanto éxito en el instituto. Serena, la eterna "buena chica", no tenía ni un ápice de hechicera, así que naturalmente siempre le había encantado esa comparación.
El problema era que Seiya no parecía haber sufrido ese hechizo en su persona.
Serena era ya una mujer, y Seiya tan solo un recuerdo distante. Tenía que olvidarse de él para siempre.
Mina sujetaba la puerta abierta del salón, así que se armó de valor y entró. Había llegado el momento de cortarse el pelo. ¡A ver si así conseguía sacarse de la cabeza a aquel hombre de una vez por todas!
Bueno, estoy consciente de que no ha pasado mucho hasta ahora, pero este es solo el inicio del fic y en el proximo capitulo ¡veremos a Seiya! Y sabremos que ha sido de él durante todo el tiempo que ha pasado desde la ultima vez que vio a Serena.
Me despido por ahora esperando que les haya gustado el capítulo de hoy, como siempre, les pido que no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Muchos saludos para todos y ¡nos vemos en el proximo capitulo!
XOXO
Serenity
Última edición por Serenity el Sáb Jun 16, 2012 4:02 pm, editado 1 vez
Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
Excelente historia sin duda prometedora, tu no necesitas suerte ya que siempre tienes chicas leyendo tus fics y yo seré una fiel seguidora de tu implacable ingenio, me gusto la introducción suena bastante interesante la propuesta, ojalá no tardes mucho en actualizar, cuidate un saludo!!
Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
amiwaa lore! como siempre geniall!!!!!! (ya kiero ke salga seiya )sin duda esta historia y la otra seran una sencacion!!aki me tendras como siempre fiel a todaaaas tus historias, te vuelvo a repetir aunke no publike mis comentarios siempre estoy al pendiente de ti ya sea por aki o en ff...un favor : plizzz ya actualiza mas alla de las estrellas!!! y obvio ya voy mas avanzadaa en sr yy sra kou me faltan 2 capis para estar al corriente!!!!
te mando un kiss enorme
te mando un kiss enorme
Thaliztar- Reina Serenity
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Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
wow esta muy interesante espero que actualices pronto me dejaste intrigada ya quiero ver a Seiya
HotaruSakurai- Neo Reina Serena
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Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
Como te lo dije una vez. amo tus adaptaciones! y estoy esperando por leer más capitulos de ésta y la otra tb!
Espero el siguiente
cariños!
Espero el siguiente
cariños!
natu_rw- Sailor Inner Scout
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Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
¡Hola!
¡Mil gracias a todas por sus comentarios! ¡Me alegra muchisimo que les haya gustado el capitulo anterior!
Bueno, ahora si les traigo el capitulo 1 ¡Por fin vamos a ver a Seiya! ¿Qué creen que haya sido de él durante todos los años lejos de Serena? :[Jujuju]: ¡Ya lo sabremos en unos momentos más!
¡Espero que disfruten de este capitulo!
Capitulo 01
Dos semanas después.
–Ha sido una locura pensar que Seiya estaría en la reunión –dijo Serena Tsukino mientras se acomodaba en el asiento tapizado.
Tan solo recibió una especie de respuesta entre dientes, pero eso no la amilanó.
–Sabe, ya es bastante fastidioso que esté lloviendo, y que los zapatos nuevos me hagan un daño horrible –refunfuñó, mientras desahogaba todas sus quejas; estaba en el único sitio donde podía hacer una confesión anónima – Lo peor de todo es que mi estilista me convenció para ponerme una especie de faja –se señaló la cintura –Pero lo peor de todo, es que malgasté cuatro horas de mi recién estrenada vida y cuatro horas de mi energía esperando a un hombre que jamás iba a presentarse. Soy una ilusa. Eso es lo que soy; una ilusa.
La decepción que había sentido al no ver a Seiya era demasiado grande, a pesar de lo empeñada que estaba en no volver a pensar en él. Hasta esa noche no se había dado cuenta de que una parte muy importante de sus ganas de cambiar provenía de la ligerísima posibilidad de verlo de nuevo en la reunión de antiguos alumnos del instituto.
–Fue mi décima reunión con los antiguos compañeros de curso. Eso se lo he dicho, ¿no?
–Mmm.
–Y claro, Seiya no fue. Era el peor de todos los chicos malos del instituto. Y seguramente por eso decidiría no ir. Las reuniones son para ex animadoras, o para uno que se haya forrado con Internet. O para chicas que decoraban el salón para el baile del colegio.
Como por ejemplo, ella. Podía cortarse el pelo y vestirse de diseño, pero seguiría siendo la niña que le había hecho los deberes a Seiya. No la que él besaba.
–Pobre de mí –murmuró.
El taxi frenó delante del edificio donde vivía, en la calle Diecisiete, en Chelsea. Pagó al conductor, que no había abierto la boca durante toda la carrera, agarró sus pertenencias con su descuido habitual y salió del taxi. Cuando el folleto de la reunión se cayó en un charco en la acera, lo dejó ahí, demasiado desconsolada para agacharse a recogerlo. De todos modos no lo quería para nada. Venían direcciones, dirección de correo electrónico de algunos de sus compañeros, pero de Seiya no había nada. Tan sólo una vieja fotografía con su nombre debajo.
Seiya Kou.
Al final de la fiesta, después de tomarse unos cuantos vasos de ponche, se había armado de valor y había preguntado por él a varias personas.
La mayoría no lo había visto desde el día de la ceremonia de graduación, a la que Seiya había llegado con bastante retraso en una motocicleta vieja, en la que se había marchado después de recibir su diploma.
Aquellos que conocían a Seiya o habían oído hablar de él, le habían dicho muy claramente que se mantuviera alejada de él. Según decían, estaba metido en líos. Cuando había preguntado a qué se referían con eso, le habían contestado que eran relacionados con tipos de los bajos fondos. Había pasado por lo menos un año en la cárcel por robo con allanamiento de morada. El tipo que lo había dicho reconoció que se había encontrado con Seiya en una tienda de empeños cuyo dueño era conocido por no tener escrúpulos en cuanto a los artículos con los que negociaba. El verdadero negocio se desarrollaba clandestinamente, y según parecía, Seiya estaba metido en ello.
O tal vez no. Nadie parecía saberlo con seguridad.
Finalmente había localizado a Ami, que había vivido puerta con puerta con los padres de Seiya. Según la madre de Ami, el señor y la señora Kou se habían lavado las manos con Seiya después de los años turbios que habían culminado con la sentencia de encarcelamiento. Era un canalla, simple y llanamente. Y como ella era una chica buena, se alejaría de él si sabía lo que le convenía.
Bonito consejo, supuso, aunque en realidad no había necesidad de ello. Jamás tendría la oportunidad de acercarse a él.
Saltó a la acera mientras el taxi arrancaba a toda prisa y la salpicaba con el agua turbia de un charco. La lluvia se volvió más intensa, mojándole la cara y el cuello desnudos.
Mientras avanzaba por la rampa sacó las llaves del bolso de vestir que llevaba al hombro. De la hiedra que cubría por doquier el dintel de la puerta cayeron gruesas gotas de agua. Al oír un ruido de pasos corriendo por la calle se dio la vuelta, pero antes de poder pestañear para quitarse las gotas de agua que se le habían pegado a las pestañas, un hombretón se abalanzó sobre ella por detrás y la empujó contra la puerta.
Sintió pánico y abrió la boca para gritar, pero el asaltante se la tapó con su mano grande. Le mordió en la palma de la mano mientras se retorcía bajo la presión de aquel cuerpo que la aplastaba.
Entonces aspiró por la nariz y le dio un codazo. Llena de fuerza, volvió la cara como pudo, aspiró hondo y soltó un grito ensordecedor, que fue inmediatamente interrumpido cuando el desconocido le plantó la mano en la boca otra vez.
–No estoy aquí para hacerte daño –le susurró con fuerza al oído –Te lo prometo.
En contra de lo que le decía el instinto, dejó de forcejear. Pensó en darle una patada en la entrepierna, pero para eso necesitaba libertad de movimientos con las piernas. Tal vez resultaran útiles los zapatos que llevaba todo el día deseando quitarse.
–Mete la llave en la cerradura. Vamos a entrar.
Ella emitió un sonido de protesta ahogado por la mano. Él no esperó a que ella abriera, sino que le quitó las llaves de la mano y probó cada una hasta dar con la que abría el portal.
El desconocido le metió el muslo entre las piernas y la empujó por el portal. En tres pasos se plantaron delante de la puerta de su apartamento. Qué mala suerte vivir en el bajo. ¿Claro que... cómo lo sabía aquel hombre?
Cuando él movió el brazo para probar otra de las llaves en la cerradura de la puerta se dio cuenta de que tenía una mano libre y la echó para atrás para al menos arañarle en la cara.
–Caramba, qué daño me has hecho –gruñó mientras acercaba la cara a la suya –Basta. No te voy a hacer nada.
El aliento de aquel hombre le quemó la cara; sus labios...
La sensación de esa boca moviéndose contra su mejilla le resultó horrible. De nuevo, su intento de gritar fue ahogado por la mano del desconocido. Se movió violentamente, intentando tirarlos a los dos al suelo, pero en lugar de eso golpeó la puerta con tanta fuerza que la abrió.
Entonces él la soltó y ella gritó con todas sus fuerzas.
–¡Socorro! –chilló al mismo tiempo que se cerraba la puerta de un golpe, impidiendo su única oportunidad de alertar a algún vecino.
A sus espaldas se oyó una voz ronca aunque suave.
–Serena, por favor...
¡Sabía su nombre! De algún modo le resultó aún peor. De pronto el ataque era personal.
Sin pensárselo dos veces, corrió hacia su dormitorio, que estaba al final del pasillo, donde había un teléfono, una ventana y una puerta que daban a un patio cerrado.
Intentó cerrar la puerta, pero él ya había metido el pie entre la puerta y el marco. Vio una cara magullada antes de darse la vuelta y correr hacia la puerta de servicio. ¿Debería o no tirarse por la ventana? Estaba demasiado oscuro y no se veía bien, pero de pronto se sintió confusa.
–Serena, lo siento. No quería asustarte.
La familiaridad de su voz le resultó aterradora, pero no se atrevió a enfrentarse a él. Corrió a la ventana. Aquel tipo debía de estar loco. Seguramente llevaría tiempo siguiéndola.
Intentó abrir la ventana, pero se le atrancó a causa de la humedad. Estaba sin aliento, intentando abrirla, cuando el intruso le puso una mano en el hombro.
En un último intento, se tiró sobre la cama para alcanzar el teléfono. Él se subió encima de ella y le apartó la mano de su objetivo.
–No –gimoteó –Por favor, no...
–Serena, soy yo...
Su murmullo sereno la impresionó y dejó de forcejear.
–¿Quién...?
Él se apartó un poco para que ella volviera la cabeza. En ese momento estalló un relámpago que iluminó la habitación un instante. Ella vio su cara por primera vez; una cara tremendamente conocida.
–¿Seiya...? –preguntó con voz temblorosa, sin dar crédito a sus ojos –¿Seiya Kou?
Él la soltó un poco pero no del todo. Estaban sobre la cama, él encima de ella medio retorcida, con las manos aprisionándole las muñecas a ambos lados de la cabeza. Cara a cara.
Fue un momento extraño. Menos de quince minutos antes había estado contemplando su vieja foto en el folleto, sintiendo nostalgia por él. Aquel Seiya había sido un chico desenvuelto, de sonrisa encantadora, ojos azules y pestañas espesas, y una melena de cabello negro.
Aquel hombre no se parecía en nada al de la foto, ni siquiera sin contar los arañazos y abultamientos que tenía en la cara. Tenía la mirada más dura, tal vez malvada, las mejillas hundidas, barba de tres días y una cicatriz encima del labio. Pero era Seiya. Cerró los ojos y los volvió a abrir al momento.
Seiya Kou. ¡Increíble!
–¡Pero qué rayos...!
–Lo siento –le dijo al mismo tiempo.
–¿Que lo sientes? –intentó soltarse las muñecas, pero él no le dejó –¡Suél... ta... me!
–Prométeme que no llamarás a la policía.
–¿Y por qué iba a prometértelo? –subió la voz –Te abalanzas sobre mí a mi puerta, me fuerzas a entrar.
–Tenía prisa. No había tiempo para charlar.
–¡Me has dado un susto de muerte!
–No me quedaba otra opción. Tenía que actuar con rapidez.
Recordó los comentarios de los antiguos compañeros de curso. Era peligroso, y estaba implicado en actividades criminales. Y, según parecía, no tenía demasiado éxito. Tenía la mejilla arañada y un chichón en la frente; y además se le estaba hinchando un ojo.
Notó que tenían la ropa toda empapada, y la posición comprometedora en la que estaban. Seiya pesaba. Su cazadora de cuero despedía un olor fuerte, y tenía el pelo empapado. ¿Habría estado un rato a la intemperie, bajo la lluvia? ¿Acechándola, tal vez? ¿Y por qué no la soltaba? Aquello no tenía sentido.
–¿Qué está pasando? –le preguntó con exigencia –¿Cómo me has encontrado?
–A través de la reunión.
–¿Qué significa eso?
–Vi tu nombre y dirección en la lista que enviaron con las invitaciones.
–¿Y cómo fue que recibiste la lista? No había información de contacto tuya.
En parte se dio cuenta de que resultaba absurdo preguntarle por los detalles cuando su enamorado de adolescencia convertido en ex criminal la tenía en la posición del misionero de sus sueños de colegiala. ¿Cuántas veces había deseado tener a Seiya Kou tan cerca como lo tenía en ese momento?
Sintió un calor inesperado. Lo cierto era que no estaba más arreglada que él. Se le había corrido el maquillaje, tenía el pelo pegado a la cabeza y su traje elegido con tanto cuidado era un auténtico desastre. Encima, llevaba una faja de lycra color rosa.
–Me busco la vida –contestó Seiya.
Ella entrecerró los ojos.
–Incumpliendo la ley.
En la oscuridad, su rostro se cernió sobre el de ella. Y, a pesar de su malogrado aspecto, percibió aquella misma sonrisa descarada de siempre.
–Has seguido mis pasos profesionales.
–Apenas. Pero oí comentarios en la reunión.
–¿Ha sido esta noche?
Ladeó la cabeza y bajó la vista. El sujetador de media copa le había empujado los pechos hacia arriba, de manera que en esos momentos parecían rozarle la barbilla. El collar de perlas se le había echado a un lado, acomodado sobre la curva de un pecho.
–¿Por eso vas tan arreglada?
Qué exasperación. Volteó los ojos y se fijó en el techo.
–¿Vas a soltarme de una vez?
El bajó la voz un poco. Y el resultado fue de lo más sexy.
–Me lo estoy pensando.
–Pues decídete –le dijo con los dientes apretados –antes de que empiece a chillar otra vez.
Como ya se le había pasado el miedo, el peso de Seiya estaba empezando a afectarla. Era pesado, grande y musculoso. Y cada vez que intentaba respirar, los pechos se le hinchaban y los pezones le rozaban la cremallera de la cazadora de cuero. Si no la soltaba pronto, chillaría pero de éxtasis.
Estalló un trueno.
–Ya has gritado bastante –le dijo, mientras ella rezaba para que no pudiera adivinarle el pensamiento –Si no has alertado a todo el edificio, será de chiripa.
–¿Qué esperabas? ¿Se te ha ocurrido acaso acercarte y saludar?
A la luz del destello repentino del relámpago, sus ojos resplandecieron con una tonalidad azul muy poco común.
–Te lo he dicho... no hubo tiempo.
Volvió la cabeza, incapaz de razonar ante su evidente escrutinio.
–No lo entiendo.
–Serena... –dijo en tono de pesar –No estaría aquí si tuviera otra elección –levantó la cabeza y aguzó el oído.
Del exterior le llegaron unos ruidos leves y subrepticios.
Él le soltó los brazos y se incorporó; hizo una pausa y le puso dos dedos sobre los labios.
–Calla...
Se oyó un ruido metálico que a Serena le pareció como la tapadera de un cubo de la basura. Gatos, o tal vez ratas, pensó.
Seiya se quedó muy quieto. Ella apretó los labios. La lluvia golpeaba el cristal de la ventana. Un camión pasó por la calle. El ruido distante de un claxon y los gritos alegres de los trasnochadores de la vecindad penetraron la atmósfera tensa de la habitación.
Se incorporó sobre los codos.
–No te muevas –le susurró Seiya.
Se puso de pie y fue a la ventana, tan silencioso como un gato al acecho. El estor estaba subido, las cortinas descorridas. Se deslizó hasta el lado y se asomó con cuidado; entonces corrió las cortinas.
–¿Ves algo? –le preguntó cuándo él permaneció junto a la ventana.
Finalmente estiró el brazo y cerró el estor.
–No.
Pero parecía preocupado.
Ella se sentó en el borde de la cama y se estiró la ropa, que estaba muy arrugada. Había perdido uno de los zapatos de camino a su dormitorio. Dos botones de la blusa de seda se le habían estallado, y las mangas de la chaqueta corta entallada estaban un poco descosidas. Así que Serena se quitó la chaqueta y la dobló meticulosamente antes de dejarla a un lado.
Miró y vio que Seiya la estaba mirando con la cabeza ladeada.
–Estoy nerviosa –dijo ella a la defensiva.
Cuando se ponía nerviosa se convertía en una obsesa del orden. Después del divorcio de sus padres, sus dormitorios de adolescente habían estado siempre ordenados.
Él se encogió de hombros.
–Escucha, sé que esto parecerá una locura, pero debes confiar en mí.
El timbrazo estridente del intercomunicador de la puerta interrumpió sus palabras.
Seiya soltó una palabrota, y ella se encogió al oírla. Las oía por la calle cada día cientos de veces, pero nunca en su dormitorio. ¿Y no resultaba eso revelador? Su vida sexual era aburrida y poco emocionante, lo mismo que su última relación... ¡Pero qué momento para preocuparse en eso!
–No contestes –dijo Seiya cuando el telefonillo sonó de nuevo.
Segundos después oyó el débil timbrazo del intercomunicador de su vecina. Su habitación daba pared con pared con el salón de Blair Boback.
–Están llamando a todos los apartamentos.
–Maldita sea –Seiya agarró a Serena del brazo y tiró de ella hasta la puerta de entrada, ajeno a que iba sólo con un zapato y a cómo se tambaleaba.
Pisó su bolso que estaba en el suelo al acercar la oreja a la puerta para escuchar. Entonces miró por la mirilla. De pronto se retiró bruscamente. Aunque su expresión no varió, sintió que se había quedado helado. La puerta del portal se abrió y se cerró.
–Uno de los vecinos les ha dejado entrar –adivinó ella.
Tenía menos miedo de los que acababan de entrar en el edificio que de Seiya. Ellos podrían ser inofensivos. Seiya... no lo era.
Él la miró con curiosidad. El ojo izquierdo se le estaba poniendo azulado.
–¿A ellos?
–A ellos, a él, a ella –dijo en tono molesto –Que yo sepa, podría ser un equipo de fútbol.
Sonó el timbre de su puerta y Serena pegó un brinco. Él le apretó el brazo mientras acercaba la boca a la oreja de Serena.
–No abras.
–Pero...
Pum, pum, pum. Estaban aporreando su puerta con tanta fuerza que empezaron a vibrar las bisagras.
–Deja que mire yo –le susurró mientras le retiraba de la frente el cabello húmedo.
Serena sacudió la cabeza.
–¿Te persigue alguien?
–Shhhh... Estoy escuchando.
Los intrusos se habían pasado a la puerta del apartamento de al lado. Seiya pegó la oreja a la puerta. Unas voces profundas se mezclaron con otra más aguda.
–Mi vecina –dijo Serena, muy preocupada –Blair Boback.
Seiya tenía mala cara.
–Espero que sea lo bastante lista como para no dejarles entrar en su apartamento.
Serena sonrió.
–Oh, sí. Blair sabe lo que se hace.
Oyeron que se cerraba la puerta de Blair. Seiya se asomó por la mirilla.
–¿Cuántos apartamentos hay en este edificio?
–Sólo ocho.
Suspiró audiblemente y se apoyó, todo él grande, empapado, contra su pared de damasco color melocotón.
–Cuando no me encuentren arriba, van a volver a tu puerta –Seiya maldijo de nuevo –Deben de haberme visto entrar en este edificio.
–¿Deben?
El no contestó.
–Tal vez peinen toda la calle.
–Tal vez –Seiya hizo una pausa –Esto es lo que quiero que hagas. Cuando vuelvan abre la puerta con la cadena echada. Te preguntarán por mí; tú dices que no sabes nada y cierras la puerta. Y sé convincente –la miró con dureza mientras le apretaba el brazo –Muy convincente.
–Y si no quisiera... –empezó a decir con timidez.
Antes de darle tiempo a pensar, se plantó delante de ella, le puso las manos encima y la acercó a él. La miró con fastidio, allí muy cerca de ella.
Tenía la mandíbula apretada, las aletas de la nariz hinchadas. Se suponía que su gesto debía resultar amenazador, y lo fue, pero la amenaza más grande fue lo que él la hizo sentir.
Se sintió viva. Atemorizada, sin duda, pero tremendamente viva. El corazón le latía alocadamente, la sangre parecía correrle muy deprisa. Sin saber por qué, estaba totalmente consciente de cada zona erógena de su cuerpo. El anhelo distante que tan bien conocía se había convertido en una avidez potente y extraña...
–¿Lo harás? –dijo Seiya en tono ronco.
–¿O si no qué?
"Es un criminal. No el chico que iba conmigo al instituto".
El hecho de saber que había cometido crímenes de verdad no le resultaba nada atractivo.
Seiya le plantó los labios sobre los suyos, barriendo de un plumazo cada objeción. No la besó; la atacó. Sus labios eran apasionados, su lengua insolente, arremetiendo contra la suya sin intención alguna de seducirla. Le mordisqueó el labio inferior, mientras le metía la lengua más adentro. El susto la dejó tambaleándose. Jamás habría podido imaginar que un beso pudiera ser tan salvaje y tan sensual al mismo tiempo.
¡No podía ser verdad! No Dios, por favor, no...
Seiya se apartó de ella y la miró con un brillo burlón y pícaro en los ojos.
Serena se quedó paralizada, tambaleándose sobre los pies helados. Cuando se pasó la lengua por los labios, notó el sabor de la sangre.
–¿O qué? –fue todo lo que se le ocurrió decir en tono ronco y grave.
–O jamás volveré a besarte así.
Ella abrió los ojos como platos.
–Maldita sea, Serena –dijo Seiya, claramente frustrado con ella; la agarró por los hombros y la zarandeó un poco –Haz lo que te digo. Si no lo haces, habrá violencia. Tus bonitas paredes acabaran llenas de sangre. Creo que cuesta mucho limpiarla de la seda.
No tenía que zarandearla; ya estaba temblando.
–No me harías daño –le soltó.
Pero no parecía demasiado convencida. Tenía los labios tan sensibles que le dolía hasta hablar.
–No serás tú –dijo él –Seré yo el que salga herido.
Seiya la soltó con brusquedad y se volvió para pegar otra vez el ojo a la mirilla.
–Conseguirás que me maten –dijo.
Demasiado para asimilar. Se frotó los brazos y levantó el pie para quitarse el zapato que le quedaba puesto. Por una parte tenía ganas de echar a correr, aunque no hubiera dónde ir. Sostuvo el zapato de diseño en la mano; el tacón de aguja podría ser un arma letal.
Seiya se dio la vuelta.
–Ya vuelven –le dijo –Prepárate.
Sintió un pánico tremendo. Dejó caer el zapato y se frotó la cara, como si así pudiera borrar su beso. Tenía el pelo hecho un asco, y la blusa... Bajó la vista. La llevaba medio desabrochada. Su sujetador de encaje melocotón de la Perla asomaba entre los botones.
Sonó el timbre. No se movió, salvo para agarrarse la pechera de la blusa. Seiya tuvo que empujarla hacia la puerta.
–Diles que estabas durmiendo. Y, hagas lo que hagas, no me mires.
Agarró el pomo con mano temblorosa.
–¿Quién es? –preguntó.
–Policía.
Pegó un brinco de sorpresa. ¿La policía? ¿Seiya quería que mintiera a la policía? Le echó una mirada. Su expresión era mísera, hosca. Le había puesto la mano en la parte de atrás del cuello, y a Serena le dio la impresión de que podría levantarla y zarandearla si quisiera. Estaba claro que tenía que hacer lo que él le había pedido.
Debía ser valiente. Se aclaró la voz mientras pegaba el ojo a la mirilla.
–Enséñenme sus placas.
Algo que podrían haber sido dos placas apareció brevemente delante de la mirilla. Vio a dos hombres de pie a su puerta. Uno de ellos era mayor y más bajo que el otro, pero ambos tenían los trajes empapados y arrugados. Podrían ser policías, pero también un par de asesinos a sueldo.
–Abra –gruñó el mayor.
Vio que tenía una pistola en el cinturón debajo de la americana desabotonada. Se llevó la mano al cinto y al arma. Serena miró a Seiya. Él le devolvió la mirada; estaba pálido y demacrado. En cuanto abriera la puerta, sería fácil entregarlo, y él debía de saberlo.
Los policías llamaron a la puerta de nuevo.
–¿Qué quieren? –les preguntó.
–Estamos buscando a un hombre. Está armado y es peligroso.
Sintió una ligera presión en la nuca. No le hizo daño, pero de todos modos se asustó. Sus instintos eran dispares, y no sabía qué hacer.
–De acuerdo –dijo, abriendo el cerrojo que Seiya debía de haber echado al entrar en el apartamento.
No sabía si era peligroso, pero sin duda era tranquilo y calculador. Y caliente y salvaje.
Aspiró hondo y abrió la puerta unos centímetros. Los dos hombres se acercaron al hueco. El mayor fue a sacar la pistola, y Serena dio un grito y cerró la puerta.
Ellos se pusieron a aporrearla y a gritarle.
–¡Señorita, ábranos!
–Guarden primero esas pistolas –les exigió –No creo en las armas.
Con el rabillo del ojo vio sonreír a Seiya.
Los policías protestaron, pero cedieron, y se apartaron de la puerta con las manos a los lados. Ella atisbó unos segundos por la mirilla, y entonces abrió de nuevo la puerta.
–¿De qué va esto?
Habló el mayor. Tenía la voz profunda, un rostro curtido y de facciones bien marcadas, y en la muñeca un reloj de oro.
–Un criminal violento está suelto por la vecindad. ¿Lleva toda la noche en casa, señorita? ¿Ha oído o visto algo sospechoso?
–Yo... –apretó los labios, aún tiernos y doloridos –Estaba durmiendo...
El poli la miró de arriba abajo por el hueco de la puerta.
–¿Con la ropa de calle?
Ella se encogió de hombros.
–Ha sido un día muy largo, agente... –entrecerró los ojos –¿Podrían enseñarme otra vez esas placas?
–¿Entonces no ha visto a un hombre como de un metro ochenta, con cazadora de cuero y, esto, vaqueros negros? Tiene una cicatriz, aquí.
El poli de cabello canoso se tocó el labio superior con dos dedos, y algo en sus ojos le hizo recelar; el gesto le pareció depravado de algún modo, y tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no mirar a Seiya.
–No, para nada. No lo he visto.
–¿Podemos entrar a mirar? –dijo el segundo tipo con una sonrisa.
Era apuesto, pero tenía una sonrisa empalagosa, como si la practicara tanto que le saliera sin esfuerzo o sinceridad.
–Una mujer como usted, sola en un bajo... –intentó asomarse por el hueco; la sonrisa vaciló y se desvaneció –Podría ser peligroso.
–Estoy bien –dijo –Así sola. Pero de todos modos gracias por su amabilidad.
–De acuerdo, señorita –dijo el otro –Haga el favor de estar alerta.
–Llamaré a la comisaría si lo veo –dijo –Ah, bueno, a ese criminal que buscan.
Una expresión de preocupación asomó al rostro del policía más alto.
–Estaremos por la zona un rato, si nos necesita –se dio la vuelta para marcharse, y entonces se giró de nuevo y se sacó un pañuelo fino del bolsillo del pantalón –Por cierto, ¿es esto suyo?
Ella miró su pañuelo.
–Vaya, sí. ¿Dónde lo ha encontrado?
–Aquí, en el vestíbulo. Junto a la puerta.
–Debió de caérseme al entrar a casa –dijo.
–Está húmedo.
Sacó una mano por el hueco de la puerta.
–Sí. Ya sabe, la lluvia. Me sorprende que uno de los vecinos no lo viera.
Le dio el pañuelo. Estaba serio, pero le pareció que la miraba con sospecha.
–Tenga cuidado, señorita. Se nota que es usted una persona honesta –la miró con fastidio –y que no le gustan los líos.
El pulso se le aceleró. ¿Sería una advertencia? ¿Una amenaza?
Seiya se pegó tanto a ella que le pareció sentir los latidos de su corazón. Cerró la puerta un poco más.
–Tendré cuidado, agente. Espero que puedan atrapar a... –hizo una pausa y tragó saliva con nerviosismo –¿Qué ha hecho, por curiosidad?
–Más o menos de todo –dijo el policía mayor, mirándola con ojos entrecerrados que tenían tanta expresión como los de una lagartija –Asesinato, robo, asalto... de todo. El tipo que andamos buscando no es un criminal de poca monta. Es un ex convicto. Pura podredumbre. Nadie querría tener nada que ver con él.
:[SEROMG]:
Ok, creo que definitivamente nadie esperaba esto. Aquí definitivamente nuestro Seiya ya no es el Agente Kou.
¿Qué pasara con él? ¿Lo atraparan los sujetos que lo estan buscando? ¿Serena seguira protegiendo a Seiya o lo denunciara con la policia?
Ya lo sabremos en el siguiente capitulo.
Me despido por ahora esperando que les haya gustado el capítulo de hoy, como siempre, les pido que no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Muchos saludos para todos y ¡nos vemos en el proximo capitulo!
XOXO
Serenity
¡Mil gracias a todas por sus comentarios! ¡Me alegra muchisimo que les haya gustado el capitulo anterior!
Bueno, ahora si les traigo el capitulo 1 ¡Por fin vamos a ver a Seiya! ¿Qué creen que haya sido de él durante todos los años lejos de Serena? :[Jujuju]: ¡Ya lo sabremos en unos momentos más!
¡Espero que disfruten de este capitulo!
Capitulo 01
Dos semanas después.
–Ha sido una locura pensar que Seiya estaría en la reunión –dijo Serena Tsukino mientras se acomodaba en el asiento tapizado.
Tan solo recibió una especie de respuesta entre dientes, pero eso no la amilanó.
–Sabe, ya es bastante fastidioso que esté lloviendo, y que los zapatos nuevos me hagan un daño horrible –refunfuñó, mientras desahogaba todas sus quejas; estaba en el único sitio donde podía hacer una confesión anónima – Lo peor de todo es que mi estilista me convenció para ponerme una especie de faja –se señaló la cintura –Pero lo peor de todo, es que malgasté cuatro horas de mi recién estrenada vida y cuatro horas de mi energía esperando a un hombre que jamás iba a presentarse. Soy una ilusa. Eso es lo que soy; una ilusa.
La decepción que había sentido al no ver a Seiya era demasiado grande, a pesar de lo empeñada que estaba en no volver a pensar en él. Hasta esa noche no se había dado cuenta de que una parte muy importante de sus ganas de cambiar provenía de la ligerísima posibilidad de verlo de nuevo en la reunión de antiguos alumnos del instituto.
–Fue mi décima reunión con los antiguos compañeros de curso. Eso se lo he dicho, ¿no?
–Mmm.
–Y claro, Seiya no fue. Era el peor de todos los chicos malos del instituto. Y seguramente por eso decidiría no ir. Las reuniones son para ex animadoras, o para uno que se haya forrado con Internet. O para chicas que decoraban el salón para el baile del colegio.
Como por ejemplo, ella. Podía cortarse el pelo y vestirse de diseño, pero seguiría siendo la niña que le había hecho los deberes a Seiya. No la que él besaba.
–Pobre de mí –murmuró.
El taxi frenó delante del edificio donde vivía, en la calle Diecisiete, en Chelsea. Pagó al conductor, que no había abierto la boca durante toda la carrera, agarró sus pertenencias con su descuido habitual y salió del taxi. Cuando el folleto de la reunión se cayó en un charco en la acera, lo dejó ahí, demasiado desconsolada para agacharse a recogerlo. De todos modos no lo quería para nada. Venían direcciones, dirección de correo electrónico de algunos de sus compañeros, pero de Seiya no había nada. Tan sólo una vieja fotografía con su nombre debajo.
Seiya Kou.
Al final de la fiesta, después de tomarse unos cuantos vasos de ponche, se había armado de valor y había preguntado por él a varias personas.
La mayoría no lo había visto desde el día de la ceremonia de graduación, a la que Seiya había llegado con bastante retraso en una motocicleta vieja, en la que se había marchado después de recibir su diploma.
Aquellos que conocían a Seiya o habían oído hablar de él, le habían dicho muy claramente que se mantuviera alejada de él. Según decían, estaba metido en líos. Cuando había preguntado a qué se referían con eso, le habían contestado que eran relacionados con tipos de los bajos fondos. Había pasado por lo menos un año en la cárcel por robo con allanamiento de morada. El tipo que lo había dicho reconoció que se había encontrado con Seiya en una tienda de empeños cuyo dueño era conocido por no tener escrúpulos en cuanto a los artículos con los que negociaba. El verdadero negocio se desarrollaba clandestinamente, y según parecía, Seiya estaba metido en ello.
O tal vez no. Nadie parecía saberlo con seguridad.
Finalmente había localizado a Ami, que había vivido puerta con puerta con los padres de Seiya. Según la madre de Ami, el señor y la señora Kou se habían lavado las manos con Seiya después de los años turbios que habían culminado con la sentencia de encarcelamiento. Era un canalla, simple y llanamente. Y como ella era una chica buena, se alejaría de él si sabía lo que le convenía.
Bonito consejo, supuso, aunque en realidad no había necesidad de ello. Jamás tendría la oportunidad de acercarse a él.
Saltó a la acera mientras el taxi arrancaba a toda prisa y la salpicaba con el agua turbia de un charco. La lluvia se volvió más intensa, mojándole la cara y el cuello desnudos.
Mientras avanzaba por la rampa sacó las llaves del bolso de vestir que llevaba al hombro. De la hiedra que cubría por doquier el dintel de la puerta cayeron gruesas gotas de agua. Al oír un ruido de pasos corriendo por la calle se dio la vuelta, pero antes de poder pestañear para quitarse las gotas de agua que se le habían pegado a las pestañas, un hombretón se abalanzó sobre ella por detrás y la empujó contra la puerta.
Sintió pánico y abrió la boca para gritar, pero el asaltante se la tapó con su mano grande. Le mordió en la palma de la mano mientras se retorcía bajo la presión de aquel cuerpo que la aplastaba.
Entonces aspiró por la nariz y le dio un codazo. Llena de fuerza, volvió la cara como pudo, aspiró hondo y soltó un grito ensordecedor, que fue inmediatamente interrumpido cuando el desconocido le plantó la mano en la boca otra vez.
–No estoy aquí para hacerte daño –le susurró con fuerza al oído –Te lo prometo.
En contra de lo que le decía el instinto, dejó de forcejear. Pensó en darle una patada en la entrepierna, pero para eso necesitaba libertad de movimientos con las piernas. Tal vez resultaran útiles los zapatos que llevaba todo el día deseando quitarse.
–Mete la llave en la cerradura. Vamos a entrar.
Ella emitió un sonido de protesta ahogado por la mano. Él no esperó a que ella abriera, sino que le quitó las llaves de la mano y probó cada una hasta dar con la que abría el portal.
El desconocido le metió el muslo entre las piernas y la empujó por el portal. En tres pasos se plantaron delante de la puerta de su apartamento. Qué mala suerte vivir en el bajo. ¿Claro que... cómo lo sabía aquel hombre?
Cuando él movió el brazo para probar otra de las llaves en la cerradura de la puerta se dio cuenta de que tenía una mano libre y la echó para atrás para al menos arañarle en la cara.
–Caramba, qué daño me has hecho –gruñó mientras acercaba la cara a la suya –Basta. No te voy a hacer nada.
El aliento de aquel hombre le quemó la cara; sus labios...
La sensación de esa boca moviéndose contra su mejilla le resultó horrible. De nuevo, su intento de gritar fue ahogado por la mano del desconocido. Se movió violentamente, intentando tirarlos a los dos al suelo, pero en lugar de eso golpeó la puerta con tanta fuerza que la abrió.
Entonces él la soltó y ella gritó con todas sus fuerzas.
–¡Socorro! –chilló al mismo tiempo que se cerraba la puerta de un golpe, impidiendo su única oportunidad de alertar a algún vecino.
A sus espaldas se oyó una voz ronca aunque suave.
–Serena, por favor...
¡Sabía su nombre! De algún modo le resultó aún peor. De pronto el ataque era personal.
Sin pensárselo dos veces, corrió hacia su dormitorio, que estaba al final del pasillo, donde había un teléfono, una ventana y una puerta que daban a un patio cerrado.
Intentó cerrar la puerta, pero él ya había metido el pie entre la puerta y el marco. Vio una cara magullada antes de darse la vuelta y correr hacia la puerta de servicio. ¿Debería o no tirarse por la ventana? Estaba demasiado oscuro y no se veía bien, pero de pronto se sintió confusa.
–Serena, lo siento. No quería asustarte.
La familiaridad de su voz le resultó aterradora, pero no se atrevió a enfrentarse a él. Corrió a la ventana. Aquel tipo debía de estar loco. Seguramente llevaría tiempo siguiéndola.
Intentó abrir la ventana, pero se le atrancó a causa de la humedad. Estaba sin aliento, intentando abrirla, cuando el intruso le puso una mano en el hombro.
En un último intento, se tiró sobre la cama para alcanzar el teléfono. Él se subió encima de ella y le apartó la mano de su objetivo.
–No –gimoteó –Por favor, no...
–Serena, soy yo...
Su murmullo sereno la impresionó y dejó de forcejear.
–¿Quién...?
Él se apartó un poco para que ella volviera la cabeza. En ese momento estalló un relámpago que iluminó la habitación un instante. Ella vio su cara por primera vez; una cara tremendamente conocida.
–¿Seiya...? –preguntó con voz temblorosa, sin dar crédito a sus ojos –¿Seiya Kou?
Él la soltó un poco pero no del todo. Estaban sobre la cama, él encima de ella medio retorcida, con las manos aprisionándole las muñecas a ambos lados de la cabeza. Cara a cara.
Fue un momento extraño. Menos de quince minutos antes había estado contemplando su vieja foto en el folleto, sintiendo nostalgia por él. Aquel Seiya había sido un chico desenvuelto, de sonrisa encantadora, ojos azules y pestañas espesas, y una melena de cabello negro.
Aquel hombre no se parecía en nada al de la foto, ni siquiera sin contar los arañazos y abultamientos que tenía en la cara. Tenía la mirada más dura, tal vez malvada, las mejillas hundidas, barba de tres días y una cicatriz encima del labio. Pero era Seiya. Cerró los ojos y los volvió a abrir al momento.
Seiya Kou. ¡Increíble!
–¡Pero qué rayos...!
–Lo siento –le dijo al mismo tiempo.
–¿Que lo sientes? –intentó soltarse las muñecas, pero él no le dejó –¡Suél... ta... me!
–Prométeme que no llamarás a la policía.
–¿Y por qué iba a prometértelo? –subió la voz –Te abalanzas sobre mí a mi puerta, me fuerzas a entrar.
–Tenía prisa. No había tiempo para charlar.
–¡Me has dado un susto de muerte!
–No me quedaba otra opción. Tenía que actuar con rapidez.
Recordó los comentarios de los antiguos compañeros de curso. Era peligroso, y estaba implicado en actividades criminales. Y, según parecía, no tenía demasiado éxito. Tenía la mejilla arañada y un chichón en la frente; y además se le estaba hinchando un ojo.
Notó que tenían la ropa toda empapada, y la posición comprometedora en la que estaban. Seiya pesaba. Su cazadora de cuero despedía un olor fuerte, y tenía el pelo empapado. ¿Habría estado un rato a la intemperie, bajo la lluvia? ¿Acechándola, tal vez? ¿Y por qué no la soltaba? Aquello no tenía sentido.
–¿Qué está pasando? –le preguntó con exigencia –¿Cómo me has encontrado?
–A través de la reunión.
–¿Qué significa eso?
–Vi tu nombre y dirección en la lista que enviaron con las invitaciones.
–¿Y cómo fue que recibiste la lista? No había información de contacto tuya.
En parte se dio cuenta de que resultaba absurdo preguntarle por los detalles cuando su enamorado de adolescencia convertido en ex criminal la tenía en la posición del misionero de sus sueños de colegiala. ¿Cuántas veces había deseado tener a Seiya Kou tan cerca como lo tenía en ese momento?
Sintió un calor inesperado. Lo cierto era que no estaba más arreglada que él. Se le había corrido el maquillaje, tenía el pelo pegado a la cabeza y su traje elegido con tanto cuidado era un auténtico desastre. Encima, llevaba una faja de lycra color rosa.
–Me busco la vida –contestó Seiya.
Ella entrecerró los ojos.
–Incumpliendo la ley.
En la oscuridad, su rostro se cernió sobre el de ella. Y, a pesar de su malogrado aspecto, percibió aquella misma sonrisa descarada de siempre.
–Has seguido mis pasos profesionales.
–Apenas. Pero oí comentarios en la reunión.
–¿Ha sido esta noche?
Ladeó la cabeza y bajó la vista. El sujetador de media copa le había empujado los pechos hacia arriba, de manera que en esos momentos parecían rozarle la barbilla. El collar de perlas se le había echado a un lado, acomodado sobre la curva de un pecho.
–¿Por eso vas tan arreglada?
Qué exasperación. Volteó los ojos y se fijó en el techo.
–¿Vas a soltarme de una vez?
El bajó la voz un poco. Y el resultado fue de lo más sexy.
–Me lo estoy pensando.
–Pues decídete –le dijo con los dientes apretados –antes de que empiece a chillar otra vez.
Como ya se le había pasado el miedo, el peso de Seiya estaba empezando a afectarla. Era pesado, grande y musculoso. Y cada vez que intentaba respirar, los pechos se le hinchaban y los pezones le rozaban la cremallera de la cazadora de cuero. Si no la soltaba pronto, chillaría pero de éxtasis.
Estalló un trueno.
–Ya has gritado bastante –le dijo, mientras ella rezaba para que no pudiera adivinarle el pensamiento –Si no has alertado a todo el edificio, será de chiripa.
–¿Qué esperabas? ¿Se te ha ocurrido acaso acercarte y saludar?
A la luz del destello repentino del relámpago, sus ojos resplandecieron con una tonalidad azul muy poco común.
–Te lo he dicho... no hubo tiempo.
Volvió la cabeza, incapaz de razonar ante su evidente escrutinio.
–No lo entiendo.
–Serena... –dijo en tono de pesar –No estaría aquí si tuviera otra elección –levantó la cabeza y aguzó el oído.
Del exterior le llegaron unos ruidos leves y subrepticios.
Él le soltó los brazos y se incorporó; hizo una pausa y le puso dos dedos sobre los labios.
–Calla...
Se oyó un ruido metálico que a Serena le pareció como la tapadera de un cubo de la basura. Gatos, o tal vez ratas, pensó.
Seiya se quedó muy quieto. Ella apretó los labios. La lluvia golpeaba el cristal de la ventana. Un camión pasó por la calle. El ruido distante de un claxon y los gritos alegres de los trasnochadores de la vecindad penetraron la atmósfera tensa de la habitación.
Se incorporó sobre los codos.
–No te muevas –le susurró Seiya.
Se puso de pie y fue a la ventana, tan silencioso como un gato al acecho. El estor estaba subido, las cortinas descorridas. Se deslizó hasta el lado y se asomó con cuidado; entonces corrió las cortinas.
–¿Ves algo? –le preguntó cuándo él permaneció junto a la ventana.
Finalmente estiró el brazo y cerró el estor.
–No.
Pero parecía preocupado.
Ella se sentó en el borde de la cama y se estiró la ropa, que estaba muy arrugada. Había perdido uno de los zapatos de camino a su dormitorio. Dos botones de la blusa de seda se le habían estallado, y las mangas de la chaqueta corta entallada estaban un poco descosidas. Así que Serena se quitó la chaqueta y la dobló meticulosamente antes de dejarla a un lado.
Miró y vio que Seiya la estaba mirando con la cabeza ladeada.
–Estoy nerviosa –dijo ella a la defensiva.
Cuando se ponía nerviosa se convertía en una obsesa del orden. Después del divorcio de sus padres, sus dormitorios de adolescente habían estado siempre ordenados.
Él se encogió de hombros.
–Escucha, sé que esto parecerá una locura, pero debes confiar en mí.
El timbrazo estridente del intercomunicador de la puerta interrumpió sus palabras.
Seiya soltó una palabrota, y ella se encogió al oírla. Las oía por la calle cada día cientos de veces, pero nunca en su dormitorio. ¿Y no resultaba eso revelador? Su vida sexual era aburrida y poco emocionante, lo mismo que su última relación... ¡Pero qué momento para preocuparse en eso!
–No contestes –dijo Seiya cuando el telefonillo sonó de nuevo.
Segundos después oyó el débil timbrazo del intercomunicador de su vecina. Su habitación daba pared con pared con el salón de Blair Boback.
–Están llamando a todos los apartamentos.
–Maldita sea –Seiya agarró a Serena del brazo y tiró de ella hasta la puerta de entrada, ajeno a que iba sólo con un zapato y a cómo se tambaleaba.
Pisó su bolso que estaba en el suelo al acercar la oreja a la puerta para escuchar. Entonces miró por la mirilla. De pronto se retiró bruscamente. Aunque su expresión no varió, sintió que se había quedado helado. La puerta del portal se abrió y se cerró.
–Uno de los vecinos les ha dejado entrar –adivinó ella.
Tenía menos miedo de los que acababan de entrar en el edificio que de Seiya. Ellos podrían ser inofensivos. Seiya... no lo era.
Él la miró con curiosidad. El ojo izquierdo se le estaba poniendo azulado.
–¿A ellos?
–A ellos, a él, a ella –dijo en tono molesto –Que yo sepa, podría ser un equipo de fútbol.
Sonó el timbre de su puerta y Serena pegó un brinco. Él le apretó el brazo mientras acercaba la boca a la oreja de Serena.
–No abras.
–Pero...
Pum, pum, pum. Estaban aporreando su puerta con tanta fuerza que empezaron a vibrar las bisagras.
–Deja que mire yo –le susurró mientras le retiraba de la frente el cabello húmedo.
Serena sacudió la cabeza.
–¿Te persigue alguien?
–Shhhh... Estoy escuchando.
Los intrusos se habían pasado a la puerta del apartamento de al lado. Seiya pegó la oreja a la puerta. Unas voces profundas se mezclaron con otra más aguda.
–Mi vecina –dijo Serena, muy preocupada –Blair Boback.
Seiya tenía mala cara.
–Espero que sea lo bastante lista como para no dejarles entrar en su apartamento.
Serena sonrió.
–Oh, sí. Blair sabe lo que se hace.
Oyeron que se cerraba la puerta de Blair. Seiya se asomó por la mirilla.
–¿Cuántos apartamentos hay en este edificio?
–Sólo ocho.
Suspiró audiblemente y se apoyó, todo él grande, empapado, contra su pared de damasco color melocotón.
–Cuando no me encuentren arriba, van a volver a tu puerta –Seiya maldijo de nuevo –Deben de haberme visto entrar en este edificio.
–¿Deben?
El no contestó.
–Tal vez peinen toda la calle.
–Tal vez –Seiya hizo una pausa –Esto es lo que quiero que hagas. Cuando vuelvan abre la puerta con la cadena echada. Te preguntarán por mí; tú dices que no sabes nada y cierras la puerta. Y sé convincente –la miró con dureza mientras le apretaba el brazo –Muy convincente.
–Y si no quisiera... –empezó a decir con timidez.
Antes de darle tiempo a pensar, se plantó delante de ella, le puso las manos encima y la acercó a él. La miró con fastidio, allí muy cerca de ella.
Tenía la mandíbula apretada, las aletas de la nariz hinchadas. Se suponía que su gesto debía resultar amenazador, y lo fue, pero la amenaza más grande fue lo que él la hizo sentir.
Se sintió viva. Atemorizada, sin duda, pero tremendamente viva. El corazón le latía alocadamente, la sangre parecía correrle muy deprisa. Sin saber por qué, estaba totalmente consciente de cada zona erógena de su cuerpo. El anhelo distante que tan bien conocía se había convertido en una avidez potente y extraña...
–¿Lo harás? –dijo Seiya en tono ronco.
–¿O si no qué?
"Es un criminal. No el chico que iba conmigo al instituto".
El hecho de saber que había cometido crímenes de verdad no le resultaba nada atractivo.
Seiya le plantó los labios sobre los suyos, barriendo de un plumazo cada objeción. No la besó; la atacó. Sus labios eran apasionados, su lengua insolente, arremetiendo contra la suya sin intención alguna de seducirla. Le mordisqueó el labio inferior, mientras le metía la lengua más adentro. El susto la dejó tambaleándose. Jamás habría podido imaginar que un beso pudiera ser tan salvaje y tan sensual al mismo tiempo.
¡No podía ser verdad! No Dios, por favor, no...
Seiya se apartó de ella y la miró con un brillo burlón y pícaro en los ojos.
Serena se quedó paralizada, tambaleándose sobre los pies helados. Cuando se pasó la lengua por los labios, notó el sabor de la sangre.
–¿O qué? –fue todo lo que se le ocurrió decir en tono ronco y grave.
–O jamás volveré a besarte así.
Ella abrió los ojos como platos.
–Maldita sea, Serena –dijo Seiya, claramente frustrado con ella; la agarró por los hombros y la zarandeó un poco –Haz lo que te digo. Si no lo haces, habrá violencia. Tus bonitas paredes acabaran llenas de sangre. Creo que cuesta mucho limpiarla de la seda.
No tenía que zarandearla; ya estaba temblando.
–No me harías daño –le soltó.
Pero no parecía demasiado convencida. Tenía los labios tan sensibles que le dolía hasta hablar.
–No serás tú –dijo él –Seré yo el que salga herido.
Seiya la soltó con brusquedad y se volvió para pegar otra vez el ojo a la mirilla.
–Conseguirás que me maten –dijo.
Demasiado para asimilar. Se frotó los brazos y levantó el pie para quitarse el zapato que le quedaba puesto. Por una parte tenía ganas de echar a correr, aunque no hubiera dónde ir. Sostuvo el zapato de diseño en la mano; el tacón de aguja podría ser un arma letal.
Seiya se dio la vuelta.
–Ya vuelven –le dijo –Prepárate.
Sintió un pánico tremendo. Dejó caer el zapato y se frotó la cara, como si así pudiera borrar su beso. Tenía el pelo hecho un asco, y la blusa... Bajó la vista. La llevaba medio desabrochada. Su sujetador de encaje melocotón de la Perla asomaba entre los botones.
Sonó el timbre. No se movió, salvo para agarrarse la pechera de la blusa. Seiya tuvo que empujarla hacia la puerta.
–Diles que estabas durmiendo. Y, hagas lo que hagas, no me mires.
Agarró el pomo con mano temblorosa.
–¿Quién es? –preguntó.
–Policía.
Pegó un brinco de sorpresa. ¿La policía? ¿Seiya quería que mintiera a la policía? Le echó una mirada. Su expresión era mísera, hosca. Le había puesto la mano en la parte de atrás del cuello, y a Serena le dio la impresión de que podría levantarla y zarandearla si quisiera. Estaba claro que tenía que hacer lo que él le había pedido.
Debía ser valiente. Se aclaró la voz mientras pegaba el ojo a la mirilla.
–Enséñenme sus placas.
Algo que podrían haber sido dos placas apareció brevemente delante de la mirilla. Vio a dos hombres de pie a su puerta. Uno de ellos era mayor y más bajo que el otro, pero ambos tenían los trajes empapados y arrugados. Podrían ser policías, pero también un par de asesinos a sueldo.
–Abra –gruñó el mayor.
Vio que tenía una pistola en el cinturón debajo de la americana desabotonada. Se llevó la mano al cinto y al arma. Serena miró a Seiya. Él le devolvió la mirada; estaba pálido y demacrado. En cuanto abriera la puerta, sería fácil entregarlo, y él debía de saberlo.
Los policías llamaron a la puerta de nuevo.
–¿Qué quieren? –les preguntó.
–Estamos buscando a un hombre. Está armado y es peligroso.
Sintió una ligera presión en la nuca. No le hizo daño, pero de todos modos se asustó. Sus instintos eran dispares, y no sabía qué hacer.
–De acuerdo –dijo, abriendo el cerrojo que Seiya debía de haber echado al entrar en el apartamento.
No sabía si era peligroso, pero sin duda era tranquilo y calculador. Y caliente y salvaje.
Aspiró hondo y abrió la puerta unos centímetros. Los dos hombres se acercaron al hueco. El mayor fue a sacar la pistola, y Serena dio un grito y cerró la puerta.
Ellos se pusieron a aporrearla y a gritarle.
–¡Señorita, ábranos!
–Guarden primero esas pistolas –les exigió –No creo en las armas.
Con el rabillo del ojo vio sonreír a Seiya.
Los policías protestaron, pero cedieron, y se apartaron de la puerta con las manos a los lados. Ella atisbó unos segundos por la mirilla, y entonces abrió de nuevo la puerta.
–¿De qué va esto?
Habló el mayor. Tenía la voz profunda, un rostro curtido y de facciones bien marcadas, y en la muñeca un reloj de oro.
–Un criminal violento está suelto por la vecindad. ¿Lleva toda la noche en casa, señorita? ¿Ha oído o visto algo sospechoso?
–Yo... –apretó los labios, aún tiernos y doloridos –Estaba durmiendo...
El poli la miró de arriba abajo por el hueco de la puerta.
–¿Con la ropa de calle?
Ella se encogió de hombros.
–Ha sido un día muy largo, agente... –entrecerró los ojos –¿Podrían enseñarme otra vez esas placas?
–¿Entonces no ha visto a un hombre como de un metro ochenta, con cazadora de cuero y, esto, vaqueros negros? Tiene una cicatriz, aquí.
El poli de cabello canoso se tocó el labio superior con dos dedos, y algo en sus ojos le hizo recelar; el gesto le pareció depravado de algún modo, y tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no mirar a Seiya.
–No, para nada. No lo he visto.
–¿Podemos entrar a mirar? –dijo el segundo tipo con una sonrisa.
Era apuesto, pero tenía una sonrisa empalagosa, como si la practicara tanto que le saliera sin esfuerzo o sinceridad.
–Una mujer como usted, sola en un bajo... –intentó asomarse por el hueco; la sonrisa vaciló y se desvaneció –Podría ser peligroso.
–Estoy bien –dijo –Así sola. Pero de todos modos gracias por su amabilidad.
–De acuerdo, señorita –dijo el otro –Haga el favor de estar alerta.
–Llamaré a la comisaría si lo veo –dijo –Ah, bueno, a ese criminal que buscan.
Una expresión de preocupación asomó al rostro del policía más alto.
–Estaremos por la zona un rato, si nos necesita –se dio la vuelta para marcharse, y entonces se giró de nuevo y se sacó un pañuelo fino del bolsillo del pantalón –Por cierto, ¿es esto suyo?
Ella miró su pañuelo.
–Vaya, sí. ¿Dónde lo ha encontrado?
–Aquí, en el vestíbulo. Junto a la puerta.
–Debió de caérseme al entrar a casa –dijo.
–Está húmedo.
Sacó una mano por el hueco de la puerta.
–Sí. Ya sabe, la lluvia. Me sorprende que uno de los vecinos no lo viera.
Le dio el pañuelo. Estaba serio, pero le pareció que la miraba con sospecha.
–Tenga cuidado, señorita. Se nota que es usted una persona honesta –la miró con fastidio –y que no le gustan los líos.
El pulso se le aceleró. ¿Sería una advertencia? ¿Una amenaza?
Seiya se pegó tanto a ella que le pareció sentir los latidos de su corazón. Cerró la puerta un poco más.
–Tendré cuidado, agente. Espero que puedan atrapar a... –hizo una pausa y tragó saliva con nerviosismo –¿Qué ha hecho, por curiosidad?
–Más o menos de todo –dijo el policía mayor, mirándola con ojos entrecerrados que tenían tanta expresión como los de una lagartija –Asesinato, robo, asalto... de todo. El tipo que andamos buscando no es un criminal de poca monta. Es un ex convicto. Pura podredumbre. Nadie querría tener nada que ver con él.
:[SEROMG]:
Ok, creo que definitivamente nadie esperaba esto. Aquí definitivamente nuestro Seiya ya no es el Agente Kou.
¿Qué pasara con él? ¿Lo atraparan los sujetos que lo estan buscando? ¿Serena seguira protegiendo a Seiya o lo denunciara con la policia?
Ya lo sabremos en el siguiente capitulo.
Me despido por ahora esperando que les haya gustado el capítulo de hoy, como siempre, les pido que no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Muchos saludos para todos y ¡nos vemos en el proximo capitulo!
XOXO
Serenity
Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
buenísimo! No puedo creer que Seiya sea un criminal! Debe haber un error! Creo en su inocencia! Espero el siguiente! :)
natu_rw- Sailor Inner Scout
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Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
yo tambien creo en la inocencia de Seiya wow me sorprendio mucho este capitulo espero ver pronto tu actualizacion
HotaruSakurai- Neo Reina Serena
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Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
haaa no puede ser quiero seguir leyendo, por favor no tardes en subir nuevo capitulo lo estare esperando ansiosa al igual q los otros capitulos de las demas historias....
muxos bss, cuidat, bye....
muxos bss, cuidat, bye....
Seiya_Serena- Sailor Inner Scout
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Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
Ay pero que terrible!! Seiya es toda una fichita pero se me hace que todo tiene una explicación, pobre Serena no sabe en lo que se metió!!! Todo esta muy emocionante espero con ansia el sig. Capítulo!
Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
Hola!
¡Mil gracias a todas por sus comentarios! ¡Me alegra muchisimo que les haya gustado el capitulo anterior!
Bueno, despues del trauma que nos quedo a todas de saber que Seiya es un criminal, aquí les traigo este nuevo capitulo donde vamos a descubrir un poco más de su historia ¡Espero que lo disfruten!
Capitulo 2
Seiya supuso que Serena gritaría, forcejearía o echaría a correr. En lugar de eso, se despidió tranquilamente del "agente" antes de cerrar la puerta y echar el cerrojo de nuevo con resolución.
Entonces se dio la vuelta. Tenía los ojos muy abiertos, brillantes, y los labios hinchados y amoratados. Se sintió algo culpable por haberle hecho daño, pero no le dio más vueltas. Serena era una mujer hecha y derecha. Podría soportarlo.
Ella lo miraba con terquedad. Finalmente su prepotencia estaba molestándola.
–De acuerdo, Seiya. No más mentiras. Quiero saber por qué me besaste.
¿Qué? Estuvo a punto de echarse a reír. ¿Eso era lo que quería saber?
–¿No quieres saber a quién he matado?
–¿Has matado a alguien?
–No.
–¿Y los otros cargos?
Él bajó levemente la cabeza y se pasó la mano por la cabeza. Le dolía todo el cuerpo, pero intentaba disimular su preocupación, como si no le preocupara confiarle su vida cuando empezaba a darse cuenta de que Serena Tsukino había cambiado. Sin duda no era tan leal como antes. Ni tan dócil.
–Culpable –respondió.
Ella emitió un gemido entrecortado.
–Has estado en la cárcel.
–Sí.
–Y estás metido en un lío otra vez.
–Sí.
–Y... –se tocó la herida con la punta de la lengua –Por eso has venido a mí.
–Sólo porque sabía que vivías en esta zona. Y porque tenía que salvar mi vida.
–Así que simplemente te resulté conveniente.
–Una noche –dijo –Es todo lo que te pido.
–¿Y qué pasa por la mañana?
–No es asunto tuyo.
Ante su cerrazón, cerró los ojos y apoyó la cabeza contra la pared. Quería quedarse allí para seguir mirándola, o más bien seguir vigilándola, pero Diamante y Rubeus tal vez continuaran acechando fuera. Con suerte no habían visto en qué edificio había entrado, y en ese momento estarían intentando entrar en el edifico siguiente para ir puerta por puerta hasta dar la vuelta a la manzana, como les había sugerido Serena.
Seiya entró en el salón y se asomó con cuidado por una rendija mínima entre las cortinas de terciopelo verde musgo que tapaban la ventana.
Diamante y Rubeus estaban de pie en la calle, discutiendo. Diamante ganaría, pero Rubeus no lo sabría hasta el día siguiente. Le preocupaba más las manchas que había dejado la lluvia en su corbata de seda de cien dólares.
Diamante sacó un móvil y mantuvo una conversación breve. Seiya sabía cuál sería la orden de su ambicioso jefe, Boris Cheney alias El Gordo: conseguir quitarle el rubí a Seiya de cualquier modo. Diamante era el hombre adecuado para hacer el trabajo. Ni siquiera el método más drástico le afectaría, aunque no parecía contento ante la larga noche que les quedaba por delante. Rubeus y él esperaron a que pasara un camión de reparto para apartarse de la acera. Diamante se agachó a recoger algo de la rejilla de una alcantarilla, pero Seiya no pudo alcanzar a ver lo que le había interesado tanto. Rubeus había cruzado la calle a toda prisa y ya estaba llamando a los telefonillos de otro portal, intentando entrar en el edificio. Eso era bueno. No lo habían localizado.
Seiya los observó hasta que desaparecieron en el interior del edificio. Siempre había algún incauto que dejaba entrar a un extraño para que el ruido del telefonillo no interrumpiera su programa de televisión.
Se dio la vuelta. Serena estaba allí esperando, sentada en una butaca amplia y cómoda. Se había abrazado para dejar de temblar. Maldijo la inesperada ternura que su visión provocó en él, y fue a echarle por encima una manta que había sobre el sofá.
La habitación estaba en sombras, pero tenía la vista acostumbrada a la oscuridad y pudo ver la decoración y el mobiliario del salón. Todo parecía hacer juego; las flores secas y frescas y los marcos de plata con fotografías familiares adornaban la pieza. Era exactamente el tipo de casa en la que había imaginado a Serena; salvo que también la había imaginado con un marido sonriente a su lado y un par de hijos.
–Gracias por no encender las luces –le dijo.
Ella se encogió de hombros. Entonces se sentó sin esperar que ella lo invitara a hacerlo.
Serena estaba callada. Aunque se había calmado como sabía que haría, no parecía convencida de su historia. Chica lista.
Tenía la mano en la cabeza y se tocaba incansablemente los mechones cortos. No se acostumbraba a ver a Serena con el pelo corto. Siempre había tenido una melena rubia larga y sedosa. A veces, cuando estaban en el instituto, se había preguntado cómo sería de suave esa melena, qué sentiría si le rozara el pecho desnudo. Y también cómo sería Serena desnuda. Seguramente tan llena de curvas y tan cálida que no necesitarían almohadones para dormir juntos.
Abrió la boca.
–Aún quiero saber por qué me has besado.
–Fue un gesto impulsivo.
Los ojos le brillaban como el acero. Eso era algo nuevo.
–No, no lo ha sido. Lo hiciste con un propósito.
–Tienes razón –respondió Seiya, pensando que era mucho más lista que la niña soñadora que él recordaba –Necesitaba convencerte.
–¿Y pensaste que besándome sería la mejor manera de hacerlo? –intentó ocultar la humillación, pero el temblor de su voz la traicionó –¿Acaso me ves tan deses... tan estúpida?
–Estúpida no.
Ni tampoco desesperada.
–¿Entonces qué? –le soltó ella.
Él le sonrió con sensualidad.
–Susceptible.
Cerró la boca y dejó que el silencio se deslizara entre ellos; un silencio cargado del entendimiento mutuo de que ella había estado enamorada de él durante el instituto, y de que él lo había sabido y había utilizado su adoración cuando le había resultado necesario. No había sido ni cruel ni desconsiderado con sus sentimientos. Pero la había tratado como si la tuviera segura, dejando que ella hiciera los deberes que él no hacía, o confiando en las sesiones intensivas para que aprobara los exámenes, o dejando que ella lo encubriera cuando se había investigado algún episodio de vandalismo en el colegio. En aquel tiempo, la única constante en su vida había sido ella, lista y deseosa de ayudarlo, con aquellos ojos grandes y celestes que siempre lo miraban con adoración. Le había hecho sentirse importante, valioso. Los compañeros se burlaban diciendo que era una mojigata, y lo instaban a que le bajara las braguitas lo antes posible. Pero a Seiya siempre le había gustado Serena y la había respetado. Era una chica estupenda. No la había tocado porque sabía que ella lo amaba y él no había tenido ninguna gana de meterse en algo tan gordo como aquello.
Sin duda se le habría pasado el enamoramiento hacía tiempo, pero estaba seguro de que seguiría siendo del tipo de chica que se tomaba el sexo y las relaciones en serio. Él nunca lo había hecho y no podría hacerlo, al menos mientras continuara en aquellas circunstancias.
–Susceptible –repitió con pesar –Debes de estar de broma. Hace diez años que salimos del instituto. No soy la chica inocente e ingenua que era entonces.
Pero le había ayudado. Se preguntó por qué.
No por el beso. Había sido más fiero de lo que había pretendido. En cuanto había sentido sus labios, su boca, las sensaciones se habían apoderado de él. Sí, su intención había sido la de manipularla sin más. Pero la emoción había resultado inesperada.
Sin duda la culpa era de la nostalgia de la juventud perdida. Una excusa muy a mano, le dijo una voz que salió de esa parte ética y testaruda de su subconsciente que se negaba a desaparecer.
–¿Entonces por qué no llamas a la policía? –dijo mientras se le ocurría una idea.
Ella levantó la cabeza repentinamente.
–Diles que hay dos hombres sospechosos dando vueltas por la zona. No tienes por qué dejar tu nombre.
–Pero... –ella pestañeó un par de veces mientras caía en la cuenta de lo que él le decía; aspiró con expresión de asombro y abrió la boca –Esos hombres no son policías.
Él la señaló con el dedo.
–¿Quiénes son?
Diamante y Rubeus estaban a cargo de una banda de ladrones y criminales de poca monta que comerciaban con los artículos robados en las tiendas de empeño de Cheney. Seiya era supuestamente uno de sus subalternos. De ahí en adelante, Serena tendría que creer eso.
–Mejor que no lo sepas –la interrumpió cuando empezó a protestar –Confía en mí; cuanto menos te cuente, mejor.
–Dios, Seiya. ¿En qué lío estás metido?
Él se movió de postura, cada vez más consciente de aquella vocecita insidiosa. Era lo suficientemente honesto como para saber que no debía utilizar así a Serena. Su presencia en la vecindad no era la coincidencia que quería hacerle creer a ella. Desde que hacía un mes había visto las invitaciones a la reunión de antiguos alumnos, había estado pensando en Serena. Curiosidad, se había dicho; nada más. Ni por asomo tenía planeado acercarse a ella; eso sería demasiado peligroso para los dos.
Sin embargo, allí estaba. La ironía no resultaba agradable.
–Lo sé, lo sé –dijo ella –Si me lo dices, tendrás que matarme –se echó a reír con sarcasmo.
–Eso no tiene nada de gracia.
Ella se quedó cortada. Se mordió el labio inferior sin darse cuenta e hizo una mueca de dolor.
–¿Por qué quieres que llame a la policía? Lo normal es que no quieras que se acerquen por aquí.
–Al menos pasarán con la patrulla, y Diamante... –ladeó la cabeza hacia la ventana –Esos dos se marcharán. Entonces podré marcharme yo –hizo una pausa –Eso es lo que quieres, ¿no?
–Sí, claro. Pero tampoco quiero que te maten.
–Saldré por detrás.
–Allí no hay muchos sitios donde esconderse. ¿Y si te están esperando?
Seiya ya lo había pensado. Diamante era un bulldog: lento, exhaustivo, persistente. Metería la nariz en cada edificio y rastrearía cada vía de escape antes de quedar convencido de que Seiya se les había escapado. Ni siquiera la intervención policial conseguiría alejar a Diamante demasiado tiempo.
–¿Me estás diciendo eso para que me quede?
–Supongo que puedes dormir en el sofá.
–Gracias.
Gimió de hastío mientras se arrellanaba en el asiento. Las costillas le dolían mucho de las patadas horribles que le había dado Rubeus. A juzgar por lo pegajosa que tenía la camisa, que se le había pegado a la piel, el golpe le había hecho sangrar. Después de que Rubeus hubiera pillado a Seiya supuestamente robándoles parte del último botín, había llamado a Diamante y se lo habían llevado al almacén del muelle y habían alternado las preguntas con los golpes. Él no les había dado ni un solo detalle que hubiera podido incriminarlo. Después de tres meses en aquel trabajo, no pensaba dejarse manejar por dos ladrones de pacotilla.
Serena se adelantó en el asiento y se balanceó adelante y atrás nerviosamente.
–De acuerdo. Haré la llamada si tú crees que eso los va a ahuyentar. Pero primero tienes que contarme la verdad. ¿Cómo llegaste a mi puerta? ¿Estabas esperándome a que llegara a casa?
–No. No he venido a visitarte por gentileza. Te juro que no estaría aquí si esos dos animales no me hubieran estado pisando los talones. Jamás ha sido mi intención ponerte en peligro.
–Sin embargo estabas en la zona. Conocías mi dirección.
–Te lo he explicado. Fue una coincidencia.
Ligera exageración. Al principio había pensado que había perdido a Diamante y a Rubeus, después de que él se hubiera soltado de las cuerdas con las que lo habían atado y mientras ellos dos discutían qué hacer con él. Cuando se había dado cuenta de que no tenía dinero, ni identificación ni un arma encima se había encaminado hacia Broadway, donde las calles llenas de gente le proporcionarían la protección necesaria. La mala suerte había hecho que Diamante y Rubeus lo vieran en Broadway, de camino hacia la zona donde vivía Serena. La desesperación lo había llevado corriendo a la puerta de Serena, unos minutos antes que aquel par de matones.
Seiya habría preferido continuar, pero cuando la había visto en la calle y sabido que ella lo reconocería, supo que no había otra opción.
Con suerte, Diamante y Rubues no la habrían visto forcejear con él en la puerta. De otro modo... tendría que vigilar a Serena. Ya que la había metido en eso, tendría al menos que protegerla. Era una complicación innecesaria, pero al mismo tiempo era también un bálsamo para los ojos y el corazón.
Ella hizo una mueca de desconfianza.
–Deberías haber venido a la reunión, y haberte evitado... lo que sea en lo que estés metido.
No pensaba hablar de eso.
–Haz la llamada, Serena. Después podremos dormir un poco.
Ella se levantó y fue hacia el teléfono inalámbrico que tenía en una mesita bajo la ventana. A pesar de su aspecto revuelto, era más bonita de lo que la recordaba. En el instituto había sido regordeta y callada, como una tímida violeta a la sombra de su hermana, tan activa y extrovertida. En los últimos diez años había mejorado. La cara redonda de bebé se había definido, y la nueva figura de mujer le sentaba de maravilla. A él también le sentaba bien. Había disfrutado como un niño al sentir sus pechos apretándose suavemente contra el suyo.
Volvió hacia donde estaba él con el teléfono en la oreja.
–A ver si me entero. Memorizaste mi dirección de la hoja que te enviaron con la invitación para ir a la reunión. Entonces de pronto estabas en esta calle en particular y necesitaste un sitio donde esconderte justo en el momento en que yo llegaba a casa de nuestra décima reunión de antiguos alumnos. Y entonces, en lugar de saludarme de un modo normal, te me abalanzas y me empujas hasta aquí porque tenías... –arqueó las cejas con parsimonia –Prisa –se sentó a su lado en el sofá –¿Me he enterado bien?
–Más o menos.
Sacudió la cabeza y marcó sin más.
–Que sepas que no me voy a tragar ese cuento.
El agarró el teléfono y colgó.
–No utilices el número 911; localizarían la llamada –marcó un número –Toma, he llamado directamente a la comisaría. Pero sé breve y cuelga rápidamente.
Ella vaciló antes de aspirar hondo y hablar con la voz temblona y aguda de una anciana.
–Quiero dar parte de una actividad sospechosa. En la Diecisiete Oeste en Chelsea. Son dos hombres. Están entrando en varios edificios de apartamentos –cortó la llamada –¿Qué te ha parecido eso?
Seiya sonrió, pensando en que Diamante y Rubeus tendría que buscar refugio cuando llegara la policía de Nueva York. La interrupción de sus planes no sería demasiado grande, pero incluso una pequeña victoria resultaría gratificante después de la tarde desastrosa que había tenido. Tres meses de trabajo estaban a punto de irse a, la basura.
–Lo has hecho muy bien.
Su expresión seria se mitigó.
–¡Caramba! ¿Me convierte esto en la chica del gángster?
–Sólo esta noche.
Ella sonrió.
–Y vaya noche.
–¿Fue divertida la reunión?
–No lo que yo esperaba.
–¿Por qué no? Parece que te ha ido bien.
Se cerró la abertura de la blusa, estiró los hombros y alzó la cabeza, intentando mostrar algo de seguridad en sí misma.
–Bueno, sí. En realidad, me ha ido bien.
–¿Sigues trabajando en esa empresa de golosinas?
Ella pestañeó.
–¿Cómo sabes dónde trabajaba? No nos hemos visto desde que salimos del instituto.
–Bueno, he estado al tanto, y he oído comentarios –no pensaba decirle que había seguido su trayectoria, aunque sólo por curiosidad –Fuiste a la facultad y te pusiste a trabajar en Alimentos Regal justo después de licenciarte. Apuesto a que ahora eres vicepresidenta.
–En realidad, lo he dejado. Hace poco. Abrí mi pequeña tienda de golosinas hace unas semanas en el Village. Se llama La Cosita Más Dulce. Varios periódicos cubrieron la noticia de la destacada fiesta de inauguración. Sobre todo porque mi publicista consiguió llevar a unas cuantas celebridades, pero aun así...
Sonrió, encantado de que le hubiera ido tan bien. Si Serena Tsukino era dueña de una tienda de caramelos, el mundo aún no estaba del todo podrido.
–Ahora recuerdo –dijo –que siempre llevabas pastillas de café con leche en tu mochila. ¿Tienes toda la dentadura? –se burló.
Ella abrió la boca para enseñarlos.
–Tengo un par de empastes. Y una endodoncia.
Impulsivamente él le rozó la comisura de los labios.
–Lo siento.
Ella se apartó suavemente y bajó la vista mientras se pasaba el dedo por el labio inferior. El gesto era más de una niña que de una mujer de veintiocho años.
–¿Tienes novio? –le preguntó repentinamente.
–Lo tenía, pero, bueno, ya no –sonrió de nuevo –Lo dejé.
–¿Sí?
Ella frunció el ceño.
–¿No me crees?
–¿Por qué no iba a creerte?
Ella se sonrojó, delatándose sin remedio.
–De acuerdo. Fue más una ruptura de mutuo acuerdo. La relación había muerto de muerte natural, aunque fui yo la que finalmente lo saqué a la luz. Me costó sólo dos años darme cuenta –cambió de cara –Esto es una tontería. Estás escondiéndote de unos tipos que te buscan y yo estoy hablándote de caramelos y de mi ex novio. Dame tu cazadora. Está tan mojada que está calando el sofá.
–Esta es la única oportunidad que tendremos para recuperar el tiempo perdido –dijo para distraerla, sabiendo que era mejor si no se quitaba la cazadora.
–Nuestra única oportunidad –dijo en tono algo seco –Bien. Te he contado mi historia. Mis padres se volvieron a casar, por cierto. Hace casi tres meses. Y mi hermana, ¿te acuerdas de ella?, se ha mudado a Manhattan. Está trabajando en un restaurante.
–Mina Tsukino –dijo, sacudiendo la cabeza; ella era como el sol caliente frente a la sombra fresca de Serena –Pensé que estaría haciendo surf en Hawai o en una fiesta en un yate en la rivera francesa.
–Vuelve en diez años. Tal vez lo esté.
–¿Tiene marido?
–Mina no. Al menos todavía no.
–¿Y cómo es que tú no estás casada?
Serena se encogió de hombros.
–Nadie me lo ha pedido.
–¿Ni siquiera ese hombre que has dejado?
–Bueno...
–¿Lo rechazaste? ¿Por qué?
Ella lo miró a la cara, pero no contestó, sólo negó con la cabeza. Sonrió antes de preguntarle en tono suave:
–¿Y tú qué?
Sabía que no debería jugar con ella, pero no pudo evitarlo. Ella le había afectado mucho. No sólo a través de sus sus labios dulces, pero de un modo más sutil, como lo había hecho en el instituto.
–¿Y a mí? –le preguntó en tono ronco –¿Me rechazarías?
Ella aspiró entrecortadamente, como si le hubiera tomado demasiado en serio. Tenía que recordar que ella tendía a hacer cosas así.
–Supongo que mi respuesta depende de tu pregunta.
Él se echó a reír con fuerza.
–No te estoy pidiendo que te cases conmigo, eso con toda seguridad.
–¿Ya estás casado? –le preguntó.
–¿Estás bromeando?
–¿Y por qué no? He leído sobre matrimonios de hombres que están en la cárcel ––le bajó la cremallera de la cazadora.
–No me he pasado toda mi vida de adulto en una prisión –dijo, sin saber por qué quería que ella lo viera con otros ojos.
En realidad se suponía que debía pensar que era un criminal, un canalla. Y se suponía que a él no debería importarle que lo pensara.
–¿Cómo están tus padres?
–Siguen viviendo en Scarsdale.
Su padre, Ed Kou, un vendedor de productos médicos se pasaba en la carretera más tiempo del que le requería su trabajo. Con eso evitaba a su esposa, Marilyn, que no era mala persona, pero sí muy difícil de soportar diariamente. Ella sufría depresión nerviosa y sus cambios de humor habían trastornado la vida de los Kou. Seiya los evitaba en el presente, pero sabía de ellos a través de su hermana mayor, que estaba felizmente casada y era la persona más normal que había salido de aquella familia. Ed estaba a punto de jubilarse y Marilyn con un tratamiento nuevo, de modo que Seiya supuso que estaban todo lo bien que uno podía esperar.
–¿Qué tal está tu madre? –le preguntó Serena con cariño.
–Está algo mejor, gracias –dijo –Mi hermana Rei cuida de ellos.
De pronto Serena aspiró entrecortadamente.
–¡Seiya!
Maldición. Había visto la sangre. Seiya se dio cuenta de que no tenía idea de cómo había conseguido bajarle la cremallera y retirarle la chaqueta.
–Estás herido –encendió una lámpara que había detrás del sofá; al hacerlo, abrió los ojos aún más –¿Es una herida de bala?
–No. No es nada –le retiró las manos –Sólo un rasguño.
–Entonces deja que lo vea...
Al momento le había desabotonado la camisa y estaba examinándole el abdomen. Lo tenía lleno de moretones y unas cuantas rozaduras que le hacían juego con la de la barbilla. Rubeus se había ensañado pegándole patadas contra el suelo de cemento cuando no había encontrado el rubí.
Seiya aspiró hondo cuando Serena le tocó las costillas.
–¿Rotas? –le preguntó.
–No por falta de ganas.
–Deberías ver a un médico. ¿Y si se te perfora un pulmón?
–Sólo están magulladas. Me he roto alguna costilla antes y, créeme, duele horrores. Esto sólo me duele mucho.
–Vaya diagnóstico –sacudió la cabeza –¿Por qué no te quitas esas botas mojadas y te vas al baño a lavarte un poco. Hay un botiquín en el armario del baño. Te prepararé algo caliente y te traeré una bolsa de hielo para el ojo. Después te vendaré.
Él le puso la mano en el hombro para impedir que se pusiera de pie.
–¿Puedo confiar en ti?
Ella pareció a punto de darle la respuesta irónica que merecía, pero entonces sus facciones se relajaron.
–Tú debes creerlo, Seiya, porque de otro modo no estarías aquí.
Tenía razón. Llevaba tanto tiempo siendo policía secreto que ya no confiaba en nadie; ni siquiera en sí mismo.
¡Nuestro chico malo no resulto ser tan malo despues de todo!
Aunque bueno, tremendo lio en que estan los dos: Serena por esconder a Seiya en su departamento, y él por protegerla de los sujetos que lo persiguen. Y eso que la noche aun no termina para ellos.
¿Qué más pasara? :[Jujuju]: Ya lo descubriremos en el siguiente capitulo.
Me despido por ahora esperando que les haya gustado el capítulo de hoy, como siempre, les pido que no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Muchos saludos para todos y ¡nos vemos en el proximo capitulo!
XOXO
Serenity
¡Mil gracias a todas por sus comentarios! ¡Me alegra muchisimo que les haya gustado el capitulo anterior!
Bueno, despues del trauma que nos quedo a todas de saber que Seiya es un criminal, aquí les traigo este nuevo capitulo donde vamos a descubrir un poco más de su historia ¡Espero que lo disfruten!
Capitulo 2
Seiya supuso que Serena gritaría, forcejearía o echaría a correr. En lugar de eso, se despidió tranquilamente del "agente" antes de cerrar la puerta y echar el cerrojo de nuevo con resolución.
Entonces se dio la vuelta. Tenía los ojos muy abiertos, brillantes, y los labios hinchados y amoratados. Se sintió algo culpable por haberle hecho daño, pero no le dio más vueltas. Serena era una mujer hecha y derecha. Podría soportarlo.
Ella lo miraba con terquedad. Finalmente su prepotencia estaba molestándola.
–De acuerdo, Seiya. No más mentiras. Quiero saber por qué me besaste.
¿Qué? Estuvo a punto de echarse a reír. ¿Eso era lo que quería saber?
–¿No quieres saber a quién he matado?
–¿Has matado a alguien?
–No.
–¿Y los otros cargos?
Él bajó levemente la cabeza y se pasó la mano por la cabeza. Le dolía todo el cuerpo, pero intentaba disimular su preocupación, como si no le preocupara confiarle su vida cuando empezaba a darse cuenta de que Serena Tsukino había cambiado. Sin duda no era tan leal como antes. Ni tan dócil.
–Culpable –respondió.
Ella emitió un gemido entrecortado.
–Has estado en la cárcel.
–Sí.
–Y estás metido en un lío otra vez.
–Sí.
–Y... –se tocó la herida con la punta de la lengua –Por eso has venido a mí.
–Sólo porque sabía que vivías en esta zona. Y porque tenía que salvar mi vida.
–Así que simplemente te resulté conveniente.
–Una noche –dijo –Es todo lo que te pido.
–¿Y qué pasa por la mañana?
–No es asunto tuyo.
Ante su cerrazón, cerró los ojos y apoyó la cabeza contra la pared. Quería quedarse allí para seguir mirándola, o más bien seguir vigilándola, pero Diamante y Rubeus tal vez continuaran acechando fuera. Con suerte no habían visto en qué edificio había entrado, y en ese momento estarían intentando entrar en el edifico siguiente para ir puerta por puerta hasta dar la vuelta a la manzana, como les había sugerido Serena.
Seiya entró en el salón y se asomó con cuidado por una rendija mínima entre las cortinas de terciopelo verde musgo que tapaban la ventana.
Diamante y Rubeus estaban de pie en la calle, discutiendo. Diamante ganaría, pero Rubeus no lo sabría hasta el día siguiente. Le preocupaba más las manchas que había dejado la lluvia en su corbata de seda de cien dólares.
Diamante sacó un móvil y mantuvo una conversación breve. Seiya sabía cuál sería la orden de su ambicioso jefe, Boris Cheney alias El Gordo: conseguir quitarle el rubí a Seiya de cualquier modo. Diamante era el hombre adecuado para hacer el trabajo. Ni siquiera el método más drástico le afectaría, aunque no parecía contento ante la larga noche que les quedaba por delante. Rubeus y él esperaron a que pasara un camión de reparto para apartarse de la acera. Diamante se agachó a recoger algo de la rejilla de una alcantarilla, pero Seiya no pudo alcanzar a ver lo que le había interesado tanto. Rubeus había cruzado la calle a toda prisa y ya estaba llamando a los telefonillos de otro portal, intentando entrar en el edificio. Eso era bueno. No lo habían localizado.
Seiya los observó hasta que desaparecieron en el interior del edificio. Siempre había algún incauto que dejaba entrar a un extraño para que el ruido del telefonillo no interrumpiera su programa de televisión.
Se dio la vuelta. Serena estaba allí esperando, sentada en una butaca amplia y cómoda. Se había abrazado para dejar de temblar. Maldijo la inesperada ternura que su visión provocó en él, y fue a echarle por encima una manta que había sobre el sofá.
La habitación estaba en sombras, pero tenía la vista acostumbrada a la oscuridad y pudo ver la decoración y el mobiliario del salón. Todo parecía hacer juego; las flores secas y frescas y los marcos de plata con fotografías familiares adornaban la pieza. Era exactamente el tipo de casa en la que había imaginado a Serena; salvo que también la había imaginado con un marido sonriente a su lado y un par de hijos.
–Gracias por no encender las luces –le dijo.
Ella se encogió de hombros. Entonces se sentó sin esperar que ella lo invitara a hacerlo.
Serena estaba callada. Aunque se había calmado como sabía que haría, no parecía convencida de su historia. Chica lista.
Tenía la mano en la cabeza y se tocaba incansablemente los mechones cortos. No se acostumbraba a ver a Serena con el pelo corto. Siempre había tenido una melena rubia larga y sedosa. A veces, cuando estaban en el instituto, se había preguntado cómo sería de suave esa melena, qué sentiría si le rozara el pecho desnudo. Y también cómo sería Serena desnuda. Seguramente tan llena de curvas y tan cálida que no necesitarían almohadones para dormir juntos.
Abrió la boca.
–Aún quiero saber por qué me has besado.
–Fue un gesto impulsivo.
Los ojos le brillaban como el acero. Eso era algo nuevo.
–No, no lo ha sido. Lo hiciste con un propósito.
–Tienes razón –respondió Seiya, pensando que era mucho más lista que la niña soñadora que él recordaba –Necesitaba convencerte.
–¿Y pensaste que besándome sería la mejor manera de hacerlo? –intentó ocultar la humillación, pero el temblor de su voz la traicionó –¿Acaso me ves tan deses... tan estúpida?
–Estúpida no.
Ni tampoco desesperada.
–¿Entonces qué? –le soltó ella.
Él le sonrió con sensualidad.
–Susceptible.
Cerró la boca y dejó que el silencio se deslizara entre ellos; un silencio cargado del entendimiento mutuo de que ella había estado enamorada de él durante el instituto, y de que él lo había sabido y había utilizado su adoración cuando le había resultado necesario. No había sido ni cruel ni desconsiderado con sus sentimientos. Pero la había tratado como si la tuviera segura, dejando que ella hiciera los deberes que él no hacía, o confiando en las sesiones intensivas para que aprobara los exámenes, o dejando que ella lo encubriera cuando se había investigado algún episodio de vandalismo en el colegio. En aquel tiempo, la única constante en su vida había sido ella, lista y deseosa de ayudarlo, con aquellos ojos grandes y celestes que siempre lo miraban con adoración. Le había hecho sentirse importante, valioso. Los compañeros se burlaban diciendo que era una mojigata, y lo instaban a que le bajara las braguitas lo antes posible. Pero a Seiya siempre le había gustado Serena y la había respetado. Era una chica estupenda. No la había tocado porque sabía que ella lo amaba y él no había tenido ninguna gana de meterse en algo tan gordo como aquello.
Sin duda se le habría pasado el enamoramiento hacía tiempo, pero estaba seguro de que seguiría siendo del tipo de chica que se tomaba el sexo y las relaciones en serio. Él nunca lo había hecho y no podría hacerlo, al menos mientras continuara en aquellas circunstancias.
–Susceptible –repitió con pesar –Debes de estar de broma. Hace diez años que salimos del instituto. No soy la chica inocente e ingenua que era entonces.
Pero le había ayudado. Se preguntó por qué.
No por el beso. Había sido más fiero de lo que había pretendido. En cuanto había sentido sus labios, su boca, las sensaciones se habían apoderado de él. Sí, su intención había sido la de manipularla sin más. Pero la emoción había resultado inesperada.
Sin duda la culpa era de la nostalgia de la juventud perdida. Una excusa muy a mano, le dijo una voz que salió de esa parte ética y testaruda de su subconsciente que se negaba a desaparecer.
–¿Entonces por qué no llamas a la policía? –dijo mientras se le ocurría una idea.
Ella levantó la cabeza repentinamente.
–Diles que hay dos hombres sospechosos dando vueltas por la zona. No tienes por qué dejar tu nombre.
–Pero... –ella pestañeó un par de veces mientras caía en la cuenta de lo que él le decía; aspiró con expresión de asombro y abrió la boca –Esos hombres no son policías.
Él la señaló con el dedo.
–¿Quiénes son?
Diamante y Rubeus estaban a cargo de una banda de ladrones y criminales de poca monta que comerciaban con los artículos robados en las tiendas de empeño de Cheney. Seiya era supuestamente uno de sus subalternos. De ahí en adelante, Serena tendría que creer eso.
–Mejor que no lo sepas –la interrumpió cuando empezó a protestar –Confía en mí; cuanto menos te cuente, mejor.
–Dios, Seiya. ¿En qué lío estás metido?
Él se movió de postura, cada vez más consciente de aquella vocecita insidiosa. Era lo suficientemente honesto como para saber que no debía utilizar así a Serena. Su presencia en la vecindad no era la coincidencia que quería hacerle creer a ella. Desde que hacía un mes había visto las invitaciones a la reunión de antiguos alumnos, había estado pensando en Serena. Curiosidad, se había dicho; nada más. Ni por asomo tenía planeado acercarse a ella; eso sería demasiado peligroso para los dos.
Sin embargo, allí estaba. La ironía no resultaba agradable.
–Lo sé, lo sé –dijo ella –Si me lo dices, tendrás que matarme –se echó a reír con sarcasmo.
–Eso no tiene nada de gracia.
Ella se quedó cortada. Se mordió el labio inferior sin darse cuenta e hizo una mueca de dolor.
–¿Por qué quieres que llame a la policía? Lo normal es que no quieras que se acerquen por aquí.
–Al menos pasarán con la patrulla, y Diamante... –ladeó la cabeza hacia la ventana –Esos dos se marcharán. Entonces podré marcharme yo –hizo una pausa –Eso es lo que quieres, ¿no?
–Sí, claro. Pero tampoco quiero que te maten.
–Saldré por detrás.
–Allí no hay muchos sitios donde esconderse. ¿Y si te están esperando?
Seiya ya lo había pensado. Diamante era un bulldog: lento, exhaustivo, persistente. Metería la nariz en cada edificio y rastrearía cada vía de escape antes de quedar convencido de que Seiya se les había escapado. Ni siquiera la intervención policial conseguiría alejar a Diamante demasiado tiempo.
–¿Me estás diciendo eso para que me quede?
–Supongo que puedes dormir en el sofá.
–Gracias.
Gimió de hastío mientras se arrellanaba en el asiento. Las costillas le dolían mucho de las patadas horribles que le había dado Rubeus. A juzgar por lo pegajosa que tenía la camisa, que se le había pegado a la piel, el golpe le había hecho sangrar. Después de que Rubeus hubiera pillado a Seiya supuestamente robándoles parte del último botín, había llamado a Diamante y se lo habían llevado al almacén del muelle y habían alternado las preguntas con los golpes. Él no les había dado ni un solo detalle que hubiera podido incriminarlo. Después de tres meses en aquel trabajo, no pensaba dejarse manejar por dos ladrones de pacotilla.
Serena se adelantó en el asiento y se balanceó adelante y atrás nerviosamente.
–De acuerdo. Haré la llamada si tú crees que eso los va a ahuyentar. Pero primero tienes que contarme la verdad. ¿Cómo llegaste a mi puerta? ¿Estabas esperándome a que llegara a casa?
–No. No he venido a visitarte por gentileza. Te juro que no estaría aquí si esos dos animales no me hubieran estado pisando los talones. Jamás ha sido mi intención ponerte en peligro.
–Sin embargo estabas en la zona. Conocías mi dirección.
–Te lo he explicado. Fue una coincidencia.
Ligera exageración. Al principio había pensado que había perdido a Diamante y a Rubeus, después de que él se hubiera soltado de las cuerdas con las que lo habían atado y mientras ellos dos discutían qué hacer con él. Cuando se había dado cuenta de que no tenía dinero, ni identificación ni un arma encima se había encaminado hacia Broadway, donde las calles llenas de gente le proporcionarían la protección necesaria. La mala suerte había hecho que Diamante y Rubeus lo vieran en Broadway, de camino hacia la zona donde vivía Serena. La desesperación lo había llevado corriendo a la puerta de Serena, unos minutos antes que aquel par de matones.
Seiya habría preferido continuar, pero cuando la había visto en la calle y sabido que ella lo reconocería, supo que no había otra opción.
Con suerte, Diamante y Rubues no la habrían visto forcejear con él en la puerta. De otro modo... tendría que vigilar a Serena. Ya que la había metido en eso, tendría al menos que protegerla. Era una complicación innecesaria, pero al mismo tiempo era también un bálsamo para los ojos y el corazón.
Ella hizo una mueca de desconfianza.
–Deberías haber venido a la reunión, y haberte evitado... lo que sea en lo que estés metido.
No pensaba hablar de eso.
–Haz la llamada, Serena. Después podremos dormir un poco.
Ella se levantó y fue hacia el teléfono inalámbrico que tenía en una mesita bajo la ventana. A pesar de su aspecto revuelto, era más bonita de lo que la recordaba. En el instituto había sido regordeta y callada, como una tímida violeta a la sombra de su hermana, tan activa y extrovertida. En los últimos diez años había mejorado. La cara redonda de bebé se había definido, y la nueva figura de mujer le sentaba de maravilla. A él también le sentaba bien. Había disfrutado como un niño al sentir sus pechos apretándose suavemente contra el suyo.
Volvió hacia donde estaba él con el teléfono en la oreja.
–A ver si me entero. Memorizaste mi dirección de la hoja que te enviaron con la invitación para ir a la reunión. Entonces de pronto estabas en esta calle en particular y necesitaste un sitio donde esconderte justo en el momento en que yo llegaba a casa de nuestra décima reunión de antiguos alumnos. Y entonces, en lugar de saludarme de un modo normal, te me abalanzas y me empujas hasta aquí porque tenías... –arqueó las cejas con parsimonia –Prisa –se sentó a su lado en el sofá –¿Me he enterado bien?
–Más o menos.
Sacudió la cabeza y marcó sin más.
–Que sepas que no me voy a tragar ese cuento.
El agarró el teléfono y colgó.
–No utilices el número 911; localizarían la llamada –marcó un número –Toma, he llamado directamente a la comisaría. Pero sé breve y cuelga rápidamente.
Ella vaciló antes de aspirar hondo y hablar con la voz temblona y aguda de una anciana.
–Quiero dar parte de una actividad sospechosa. En la Diecisiete Oeste en Chelsea. Son dos hombres. Están entrando en varios edificios de apartamentos –cortó la llamada –¿Qué te ha parecido eso?
Seiya sonrió, pensando en que Diamante y Rubeus tendría que buscar refugio cuando llegara la policía de Nueva York. La interrupción de sus planes no sería demasiado grande, pero incluso una pequeña victoria resultaría gratificante después de la tarde desastrosa que había tenido. Tres meses de trabajo estaban a punto de irse a, la basura.
–Lo has hecho muy bien.
Su expresión seria se mitigó.
–¡Caramba! ¿Me convierte esto en la chica del gángster?
–Sólo esta noche.
Ella sonrió.
–Y vaya noche.
–¿Fue divertida la reunión?
–No lo que yo esperaba.
–¿Por qué no? Parece que te ha ido bien.
Se cerró la abertura de la blusa, estiró los hombros y alzó la cabeza, intentando mostrar algo de seguridad en sí misma.
–Bueno, sí. En realidad, me ha ido bien.
–¿Sigues trabajando en esa empresa de golosinas?
Ella pestañeó.
–¿Cómo sabes dónde trabajaba? No nos hemos visto desde que salimos del instituto.
–Bueno, he estado al tanto, y he oído comentarios –no pensaba decirle que había seguido su trayectoria, aunque sólo por curiosidad –Fuiste a la facultad y te pusiste a trabajar en Alimentos Regal justo después de licenciarte. Apuesto a que ahora eres vicepresidenta.
–En realidad, lo he dejado. Hace poco. Abrí mi pequeña tienda de golosinas hace unas semanas en el Village. Se llama La Cosita Más Dulce. Varios periódicos cubrieron la noticia de la destacada fiesta de inauguración. Sobre todo porque mi publicista consiguió llevar a unas cuantas celebridades, pero aun así...
Sonrió, encantado de que le hubiera ido tan bien. Si Serena Tsukino era dueña de una tienda de caramelos, el mundo aún no estaba del todo podrido.
–Ahora recuerdo –dijo –que siempre llevabas pastillas de café con leche en tu mochila. ¿Tienes toda la dentadura? –se burló.
Ella abrió la boca para enseñarlos.
–Tengo un par de empastes. Y una endodoncia.
Impulsivamente él le rozó la comisura de los labios.
–Lo siento.
Ella se apartó suavemente y bajó la vista mientras se pasaba el dedo por el labio inferior. El gesto era más de una niña que de una mujer de veintiocho años.
–¿Tienes novio? –le preguntó repentinamente.
–Lo tenía, pero, bueno, ya no –sonrió de nuevo –Lo dejé.
–¿Sí?
Ella frunció el ceño.
–¿No me crees?
–¿Por qué no iba a creerte?
Ella se sonrojó, delatándose sin remedio.
–De acuerdo. Fue más una ruptura de mutuo acuerdo. La relación había muerto de muerte natural, aunque fui yo la que finalmente lo saqué a la luz. Me costó sólo dos años darme cuenta –cambió de cara –Esto es una tontería. Estás escondiéndote de unos tipos que te buscan y yo estoy hablándote de caramelos y de mi ex novio. Dame tu cazadora. Está tan mojada que está calando el sofá.
–Esta es la única oportunidad que tendremos para recuperar el tiempo perdido –dijo para distraerla, sabiendo que era mejor si no se quitaba la cazadora.
–Nuestra única oportunidad –dijo en tono algo seco –Bien. Te he contado mi historia. Mis padres se volvieron a casar, por cierto. Hace casi tres meses. Y mi hermana, ¿te acuerdas de ella?, se ha mudado a Manhattan. Está trabajando en un restaurante.
–Mina Tsukino –dijo, sacudiendo la cabeza; ella era como el sol caliente frente a la sombra fresca de Serena –Pensé que estaría haciendo surf en Hawai o en una fiesta en un yate en la rivera francesa.
–Vuelve en diez años. Tal vez lo esté.
–¿Tiene marido?
–Mina no. Al menos todavía no.
–¿Y cómo es que tú no estás casada?
Serena se encogió de hombros.
–Nadie me lo ha pedido.
–¿Ni siquiera ese hombre que has dejado?
–Bueno...
–¿Lo rechazaste? ¿Por qué?
Ella lo miró a la cara, pero no contestó, sólo negó con la cabeza. Sonrió antes de preguntarle en tono suave:
–¿Y tú qué?
Sabía que no debería jugar con ella, pero no pudo evitarlo. Ella le había afectado mucho. No sólo a través de sus sus labios dulces, pero de un modo más sutil, como lo había hecho en el instituto.
–¿Y a mí? –le preguntó en tono ronco –¿Me rechazarías?
Ella aspiró entrecortadamente, como si le hubiera tomado demasiado en serio. Tenía que recordar que ella tendía a hacer cosas así.
–Supongo que mi respuesta depende de tu pregunta.
Él se echó a reír con fuerza.
–No te estoy pidiendo que te cases conmigo, eso con toda seguridad.
–¿Ya estás casado? –le preguntó.
–¿Estás bromeando?
–¿Y por qué no? He leído sobre matrimonios de hombres que están en la cárcel ––le bajó la cremallera de la cazadora.
–No me he pasado toda mi vida de adulto en una prisión –dijo, sin saber por qué quería que ella lo viera con otros ojos.
En realidad se suponía que debía pensar que era un criminal, un canalla. Y se suponía que a él no debería importarle que lo pensara.
–¿Cómo están tus padres?
–Siguen viviendo en Scarsdale.
Su padre, Ed Kou, un vendedor de productos médicos se pasaba en la carretera más tiempo del que le requería su trabajo. Con eso evitaba a su esposa, Marilyn, que no era mala persona, pero sí muy difícil de soportar diariamente. Ella sufría depresión nerviosa y sus cambios de humor habían trastornado la vida de los Kou. Seiya los evitaba en el presente, pero sabía de ellos a través de su hermana mayor, que estaba felizmente casada y era la persona más normal que había salido de aquella familia. Ed estaba a punto de jubilarse y Marilyn con un tratamiento nuevo, de modo que Seiya supuso que estaban todo lo bien que uno podía esperar.
–¿Qué tal está tu madre? –le preguntó Serena con cariño.
–Está algo mejor, gracias –dijo –Mi hermana Rei cuida de ellos.
De pronto Serena aspiró entrecortadamente.
–¡Seiya!
Maldición. Había visto la sangre. Seiya se dio cuenta de que no tenía idea de cómo había conseguido bajarle la cremallera y retirarle la chaqueta.
–Estás herido –encendió una lámpara que había detrás del sofá; al hacerlo, abrió los ojos aún más –¿Es una herida de bala?
–No. No es nada –le retiró las manos –Sólo un rasguño.
–Entonces deja que lo vea...
Al momento le había desabotonado la camisa y estaba examinándole el abdomen. Lo tenía lleno de moretones y unas cuantas rozaduras que le hacían juego con la de la barbilla. Rubeus se había ensañado pegándole patadas contra el suelo de cemento cuando no había encontrado el rubí.
Seiya aspiró hondo cuando Serena le tocó las costillas.
–¿Rotas? –le preguntó.
–No por falta de ganas.
–Deberías ver a un médico. ¿Y si se te perfora un pulmón?
–Sólo están magulladas. Me he roto alguna costilla antes y, créeme, duele horrores. Esto sólo me duele mucho.
–Vaya diagnóstico –sacudió la cabeza –¿Por qué no te quitas esas botas mojadas y te vas al baño a lavarte un poco. Hay un botiquín en el armario del baño. Te prepararé algo caliente y te traeré una bolsa de hielo para el ojo. Después te vendaré.
Él le puso la mano en el hombro para impedir que se pusiera de pie.
–¿Puedo confiar en ti?
Ella pareció a punto de darle la respuesta irónica que merecía, pero entonces sus facciones se relajaron.
–Tú debes creerlo, Seiya, porque de otro modo no estarías aquí.
Tenía razón. Llevaba tanto tiempo siendo policía secreto que ya no confiaba en nadie; ni siquiera en sí mismo.
¡Nuestro chico malo no resulto ser tan malo despues de todo!
Aunque bueno, tremendo lio en que estan los dos: Serena por esconder a Seiya en su departamento, y él por protegerla de los sujetos que lo persiguen. Y eso que la noche aun no termina para ellos.
¿Qué más pasara? :[Jujuju]: Ya lo descubriremos en el siguiente capitulo.
Me despido por ahora esperando que les haya gustado el capítulo de hoy, como siempre, les pido que no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Muchos saludos para todos y ¡nos vemos en el proximo capitulo!
XOXO
Serenity
Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
hola amiga, apenas me estoy poniendo al corriente con la historia y me encanta.... sabia que seiya no podia ser malo aunque eso es exitante ... pero el misterio que lo envuelve me encanta y que decir de Serena nunca me imagine que seria timida, esto le da un nuevo aire a su personalidad y mina simpre sera mima aqui y en china :D
te felicito me gusto mucho el capitulo y espero pronto puedas actualizar... lo estare esperando :D
Maricruz- Sailor Outer Scout
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Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
hola amiga, apenas me estoy poniendo al corriente con la historia y me encanta.... sabia que seiya no podia ser malo aunque eso es exitante ... pero el misterio que lo envuelve me encanta y que decir de Serena nunca me imagine que seria timida, esto le da un nuevo aire a su personalidad y mina simpre sera mima aqui y en china :D
te felicito me gusto mucho el capitulo y espero pronto puedas actualizar... lo estare esperando :D
Maricruz- Sailor Outer Scout
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Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
Me encanto!!! En esta historia nada es lo que parece jajaja excelente amiga esto se esta poniendo cada vez mas interesante, adoro esta trama la cual me tiene al pendiente, espero que pronto actualices ya que no quiero perder ni un solo detalle de la trama, cuidate un saludito!!
Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
Es que yo sabia que Seiya no podía ser malo!. Sabía que había algo detrás. Cada día me intriga más esta historia. Por qué los caps son tan cortos! Es injusto! jajaja.
Cariñis linda!
Cariñis linda!
natu_rw- Sailor Inner Scout
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Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
¡Hola!
¡Mil gracias a todas por sus comentarios! ¡Me alegra muchisimo que les haya gustado el capitulo anterior!
Aquí les traigo un nuevo capitulo de esta emocionante historia ¡espero que lo disfruten!
Capitulo 3
En cuanto Seiya se metió en el cuarto de baño, Serena recogió las botas y el bolso que había dejado tirados por el camino y corrió a su dormitorio. Cerró la puerta y echó el cerrojo, y lo primero que hizo fue quitarse las medias rotas y la faja que le comprimía la cintura.
¡Ah, oxígeno! Aspiró hondo y soltó el aire haciendo ruido. El cesto de la ropa estaba en el cuarto de baño, de modo que metió las opresivas prendas debajo de la cama. No había tiempo para ser meticulosa.
No quería ponerse el pijama y la bata, pero tampoco arreglarse demasiado. Su chándal, anticuado y sin gracia tal vez lo ahuyentara, y no estaba segura de querer eso. Todavía no. Lo mejor era reconocerlo; su interés se había despertado a pesar de lo lioso de la situación.
Finalmente se decidió por un suéter y unos vaqueros.
Después de llamar rápidamente a su vecina para asegurarse de que se encontrara bien tras la visita de aquellos sujetos, fue a la cocina a preparar un poco de té. No resultaba fácil concentrarse en una actividad normal cuando había un criminal en el cuarto de baño cuyo beso la había derretido por dentro, pero llenó el hervidor, lo puso sobre el fuego y con manos temblorosas sacó una caja de té verde de un armario.
–¿A quién has llamado? –le dijo Seiya a sus espaldas.
Ella pegó un brinco. Cuando se dio la vuelta, Seiya estaba sin camisa, inmóvil. Del susto, agarró con tanta fuerza la caja que tenía en la mano que saltó la tapadera y las bolsitas de té cayeron al suelo. Se arrodilló para recogerlas, sin dejar de darle vueltas a la cabeza.
Debía de haberla oído hablar por teléfono. Solamente había llamado a Blair, su vecina, para saber si estaba bien. Mejor sería no negarlo.
–A la policía no. Llamé a Blair; mi vecina de al lado –le tembló tanto la voz al hablar que estuvo segura de que creería que estaba mintiendo –Sólo para ver cómo iba todo, supongo.
Seiya avanzó hacia ella. Se había quitado las botas, pero tenía los pantalones mojados hasta la rodilla. Alzó la vista y de una pasada se fijó en su entrepierna, en su pecho desnudo y en su cara; enseguida la bajó de nuevo mientras él se arrodillaba a su lado.
Recogió una bolsita de té del suelo.
–No pasa nada.
–Caramba, gracias por darme permiso.
Él ignoró su sarcasmo.
–Sabía que no me entregarías, Serena. Eres la única persona con la que he podido contar en mi vida.
Ella fue a protestar y entonces se acordó de sus padres: uno ausente, la otra "loca". Rei se había marchado de casa nada más terminar el instituto. Bajo su aire de dureza, siempre había percibido lo solo que estaba.
–Pero hace diez años que no me ves –dijo ella. ¿Había pasado diez años sin creer en nadie? Aunque no sonrió del todo, entrecerró los ojos como si sonriera. El miedo que sentía dentro parecía haber cedido un poco. Aquel era Seiya, después de todo, que había sido agradable con ella aunque hubieran formado la pareja más extraña del instituto.
Seiya se limitó a dejar la bolsita de té en la caja y se balanceó sobre los talones.
–No has cambiado nada.
Ella se sonrojó. ¿No había cambiado? ¿Acaso estaba ciego? En los últimos tres meses no había hecho sino cambiar.
–Te lo he dicho como un elogio –dijo él al ver la cara que ponía.
–¿Tú crees que lo es?
El hizo una mueca.
–A mí me lo han dicho muchas veces. Soy tan problemático ahora como lo era entonces.
Ella suspiró.
–Más.
Seiya ignoró su comentario. ¿Qué iba a discutirle? Cuando terminaron de recoger las bolsitas que quedaban en el suelo, él le rozó la mejilla levemente.
–Te has cortado el pelo.
Se aclaró la voz y se atrevió a mirarlo.
–Sí. Ese es sólo uno de los cambios. Pero es de los que se ven. Después de todo, tú ya no me conoces. Han pasado diez años.
–No dejas de decir lo mismo todo el tiempo, pero para mí sigues siendo la misma –él la miró largamente y en silencio, hasta que ella bajó la vista.
Tenía razón, el muy listo. No había cambiado desde el instituto, al menos en lo que se refería a él. Ella era la misma tonta, dispuesta a arriesgar su reputación, e incluso podría decirse que la vida, por Seiya. Era tan tratable.
Él retiró la mano, y ella se tuvo que controlar para no apoyar la cabeza en su hombro, deseosa en realidad de que él la abrazara. Deseosa también de abrazarlo, de acariciarlo, de olerlo...
Aspiró hondo y percibió el olor a jabón, a agua, a sus pantalones mojados, a hombre... Su pecho desnudo le pareció inmenso, con una piel limpia del color de la arena pálida. Seiya sólo era un poco más fuerte de lo que lo había sido en el instituto, pero no tan escuálido. Bajo la mata de vello que le cubría el centro del pecho tenía unos músculos amplios y desarrollados. También tenía los brazos musculosos y el estómago plano.
Se había hecho un hombre. No podría haberlo creído posible, pero su virilidad se había duplicado. Y él tenía el doble de razón: era tan susceptible a su persona como siempre lo había sido. Sólo de estar con él se sentía turbada.
–Bonito –dijo Seiya –Pero me gustaba más tu pelo largo.
–Crecerá –soltó, cuando debería haber respondido algo descarado e ingenioso, como habría hecho Mina.
Cuando Seiya se puso de pie, vio que se había lavado la sangre que le cubría la herida. Tenía la zona de las costillas toda arañada y enrojecida, y algunas partes estaban empezando a ponérsele moradas.
–Puedo vendarte las costillas –le dijo.
–Gracias –le tomó la mano y la puso de pie sin esfuerzo aparente.
Ella sintió un escalofrío por el brazo. En ese momento, silbó el hervidor.
–El agua de nuestro té –se volvió, sintiéndose ridícula por la bobada que acababa de decir.
Él se acercó a la encimera y se plantó las manos en las costillas.
–Me pregunto si...
–¿Tienes hambre? Puedo prepararte un sándwich.
Él la observó mientras vertía el agua humeante en las tazas.
–Si no te molesta –dijo con cierta vacilación.
–No pasa nada. Estoy encantada de... –dejó de hablar, puso el hervidor a un lado y se reprendió por su eterna actitud de intentar armonizar siempre –Es algo tarde para preocuparte si me molesta algo o no.
Demasiado tarde para ella. Seiya sabía que era una blanda.
–Gracias –le dijo –Eres un amor. Dulce.
Ella alzó la cabeza.
–¿Qué?
–Me gusta el té dulce. ¿Tienes miel?
Le señaló un armario donde guardaba esas cosas, acordándose de lo goloso que era. Mientras sacaba la bolsita de té de su taza observó de reojo a Seiya, que sacaba el bote de miel del armario. Seiya Kou estaba medio desnudo allí, en la cocina de su casa. E iban a pasar la noche bajo el mismo techo.
Aparte del acoso que había sufrido a su puerta y de que hubiera dos hombres extraños merodeando por allí, aquello era como un sueño para ella. Si fuera lo suficientemente valiente, aprovecharía la oportunidad. O más bien la noche.
–¿No crees que tal vez deberías decirme qué está pasando?
Sacó la carne en lata del frigorífico y los pepinillos y se puso a preparar su sándwich favorito. Añadió mostaza, mayonesa y queso suizo, y sacó un tomate maduro de la cesta que tenía encima de la nevera.
Seiya se apoyó contra la encimera y removió el té.
–No estamos tomando el té, nena.
–Y mi apartamento no es un escondrijo... Baby Face.
Él arqueó una ceja.
–¿Baby Face?
Ella se encogió de hombros.
–Es el único gángster que se me ocurre. No soy tan rápida para las respuestas ingeniosas.
–Eres demasiado franca.
–Dirás demasiado aburrida.
Eso era lo que Mina siempre le había dicho de su ex novio. Nunca se había preocupado de señalarle que ella estaba hecha para hacer el papel de esposa de Darién. Hasta la boda de sus padres y el pacto que habían sellado de improvisto, había tenido la certeza de que en un futuro no muy lejano acabaría satisfecha con la pareja que hacían Darién y ella. El señor y la señora aburridos. Las expectativas de Darién habían sido las mismas. Le estaba costando creer que habían roto definitivamente.
Seiya dio un sorbo de té.
–Bombón, nunca me has parecido aburrida.
Bombón. No le gustaba demasiado aquel sobrenombre, y sin embargo la familiaridad del mismo le proporcionó cierto placer.
–Claro –terminó de preparar los sándwiches –Soy una persona emocionante.
Tal vez se equivocara, pero le pareció que Seiya la miraba de arriba abajo con disimulo.
–No sé cómo demostrártelo –dijo en tono bajo. Primero había sido el beso, y ahora eso. ¿Estaría intentando seducirla? La posibilidad le hizo estremecerse.
–Tienes frío –dijo Seiya –¿Por qué no tomas un poco de té y te vas a poner unos calcetines y unas zapatillas?
Le pasó un plato con un sándwich.
–Tengo que ocuparme de vendarte las costillas. Ese cardenal tiene mala pinta. Se va a poner peor.
–Eso puede esperar –levantó una esquina de la rebanada de pan antes de darle un mordisco –Vamos, déjame comer.
–Bueno, creo que a está –Serena estiró el extremo de la venda que había utilizado para vendarle el costado –¿Qué tal? ¿Demasiado apretada?
Él aspiró con cuidado
–No, está bien.
Había tomado un analgésico bastante potente que había encontrada en su botiquín. Los latidos habían disminuido, dando paso a un dolor continuo pero soportable.
Aparte de ponerle la venda, Serena le había limpiado las heridas con yodo y le había puesto unas tiritas en la barbilla y en el codo. A través de todo el proceso, le había parecido como si Serena hubiera confundido su silencio con seriedad, cuando en realidad se había sentido feliz de que ella le hubiera preparado algo de comer, de estar en un sitio tan agradable como su apartamento y de que ella no había dejado de atenderlo y de acercarse a él para curarlo. Aunque el suéter que llevaba era amplio, destacaba todo lo que había que destacar. Y olía tan bien. No como un jardín perfumado, sino a mujer limpia y honesta que no por eso dejaba de ser tremendamente sexy. No veía a muchas así en su trabajo.
Apagó la lámpara del techo, y dejó solamente la de pie antes de ir a la ventana a mirar por enésima vez.
–¿Ves algo?
–No. La policía ha debido de espantarlos.
Alrededor de una hora después de hacer la llamada, una patrulla había pasado por la zona. Desde entonces Diamante y Rubeus no habían aparecido. Pero sabía que tan solo se habían retirado; que no se habían dado por vencidos. Por la mañana tenía la intención de largase de la vecindad, pero de todos modos debería tener mucho cuidado. Cualquier miembro de la banda podría estar allí para vigilar la manzana.
–Deberías dormir un poco –le dijo Serena.
–Tú también –dijo él.
Estaba allí de pie, mirándolo con una expresión que oscilaba entre atracción y espanto. Cierto era que no estaba tan recelosa como horas antes, pero tampoco lo estaba tratando como a un viejo amigo. Claro que no había razón para ello.
Se sorprendió al pensar lo mucho que la había echado de menos.
Serena despertó de su ensimismamiento y salió de la habitación, donde regresó momentos después con ropa de cama. Dejó las cosas en el sofá frente a la butaca donde estaba sentado él.
–Tal vez yo debería dormir aquí. Tendrás más sitio en mi cama.
–No. De todos modos no conviene que me mueva demasiado; es mejor para las costillas. Y desde aquí puedo vigilar la puerta.
Ella pestañeó repetidamente. Estaba nerviosa.
–¿Crees que volverán?
–Seguramente no –contestó él.
Había mostrado mucho coraje al enfrentarse a los dos ladrones a su puerta, pero eso no significaba que no tuviera miedo. Le había hecho pasar mucho.
–¿Cuál es el plan? –le preguntó mientras cubría los cojines del sofá floreado con una sábana.
–¿Cómo?
–¿Me voy a despertar por la mañana y no te voy a encontrar?
–Podría ser.
–Vaya –ahuecó el almohadón –Como en los viejos tiempos.
–¿Qué quieres decir con eso?
–No tengo diecisiete años. Esta vez no te voy a ayudar con el director.
–Después de esta noche, no quiero que hagas nada más por mí.
–¿Y si vuelven para hacerme más preguntas?
Podría ser peor aún. Si Seiya se les escapaba, la próxima vez no irían allí con ninguna pregunta. El pañuelo de Serena, unido al hecho de que había tardado en contestar a la puerta, era suficiente para que sospecharan de ella. Una pista débil, pero una a la que se agarrarían de no tener otra mejor.
–Que ellos sepan, tú no sabes nada –dijo él.
–Cierto –desdobló una manta rosa de franela –Y que yo sepa, tampoco sé nada.
Eso no era del todo cierto. Aunque creyera que él era un criminal, sabía lo suficiente de él como para ponerle en peligro. ¿Pero cómo podía protegerla, teniendo en cuenta que si se quedaba o si lo identificaban sería incluso peor para ella?
Se dio cuenta de que tendría que echar mano de su última opción. En cuanto ella se fuera a la cama tendría que llamar al teniente Taiki, su supervisor en el departamento. El trabajo de agente secreto suponía que el contacto entre él y la policía era mínimo. Su jefe le facilitaba pruebas y monitorizaba su progreso. Pero aquella era una situación única. Serena, una civil inocente, se había visto implicada en el caso. Y Taiki necesitaba que lo pusiera al corriente de todos modos, toda vez que la operación empezaba a derrumbarse.
Seiya se inclinó hacia delante y trató de ponerse de pie, cuando un dolor agudo lo inmovilizó.
De pronto Serena estaba a su lado, ayudándolo para que no perdiera el equilibrio.
–Deberías ver a un médico.
–Mañana –le dijo para que ella lo dejara en paz.
–¿Te ayudo a acostarte?
Él le dio unas palmadas en el brazo.
–No, gracias. No estoy tan impedido.
Ella levantó la cabeza y pestañeó.
–¿Entonces, ya está?
Tenía los ojos cálidos y brillantes. Vio, en ellos el deseo, y por un instante deseó poder sincerarse con ella, contarle la verdad; decirle lo mucho que significaba para él, a pesar de los años que habían pasado.
Pero no pudo.
–Ya está –dijo él, sin sorprenderse demasiado al notar que le fallaba un poco la voz.
Ella bajó la cabeza y se abrazó distraídamente mientras salía de la habitación.
–Adiós, Seiya.
–Buenas noches –se volvió para no verla.
Tras un momento de vacilación, la puerta de su dormitorio se cerró y Seiya respiró de nuevo.
S&S
Las voces no fueron más responsables que su desazón de que Serena se despertara. Se había dormido después de pasar una hora dando vueltas en la cama pensando en Seiya, y se había despertado varias veces. Sin embargo, esa vez, oyó voces.
En realidad una voz, se dijo después de sentarse en la cama a escuchar. Miró el reloj despertador de la mesilla y vio que eran las tres y veintiséis de la madrugada. Y Seiya estaba hablando por teléfono. Todo lo que había hecho le resultaba sospechoso, pero no había razón lógica para lo que estaba haciendo en ese momento. De otro modo habría hecho esa llamada antes. Sólo hubiera tenido que pedirle que lo dejara a solas.
¿Pero qué esperaba? Lo perseguía la justicia.
Le habría gustado creer que no era culpable, pero eso era imposible. Nunca había sido totalmente inocente. Había habido veces en las que no había sido culpable, como cuando ocurrieron aquellos actos de vandalismo en el instituto, y por eso había accedido a ser su coartada. Una noche, después de un partido de baloncesto, unos desalmados habían forzado la entrada del instituto y habían destrozado el centro. Al día siguiente la policía había interrogado a los alumnos para saber dónde habían estado la noche anterior. Seiya le había pedido que dijera que habían estado juntos. No porque fuera culpable de aquel delito, sino porque había salido a montar en moto aunque había perdido su carné.
Ni inocente ni culpable. Así era Seiya.
Y ella había estado tan enamorada de él que el ser su cómplice le había hecho sentir una emoción tremenda, aunque le hubiera dolido tanto el estómago y la tripa de mentirle a la policía que hubiera tenido que faltar a clase al día siguiente. Una semana después, se sentía tan paranoica y tan culpable que Seiya le había confesado a la policía lo que había estado haciendo para aliviarla de su preocupación.
Y entonces se había sentido incluso peor por fallarle.
Hizo una mueca. Menuda ayuda; aunque a Seiya no parecía haberle importado sus ataques de culpabilidad y su deseo de ser siempre una chica buena.
Salió de la cama, buscando con los dedos de los pies las zapatillas. Iba a intentar escuchar la conversación, y no quería que Seiya la oyera moviéndose.
Evitó pisar el sitio del suelo junto a la puerta que siempre crujía y pegó la oreja contra el panel de madera. Pero no pudo distinguir lo que decía Seiya. Aquel era un apartamento antiguo, las puertas eran de roble macizo y su invitado hablaba en voz baja.
Una voz en su interior le advirtió que sería mejor no enterarse de nada, pero de todos modos entreabrió la puerta.
–¿Qué debo hacer con el rubí? –estaba diciendo Seiya en voz muy baja.
¡Un rubí! Serena se asomó. No sabía exactamente de dónde había salido la voz de Seiya, pero el trozo que se veía del salón estaba a oscuras. Vio el extremo del sofá. La ropa de cama estaba retirada, y Seiya no estaba allí. Abrió la puerta un poco más y miró hacia el final del pasillo. En la cocina no había ninguna luz salvo el suave resplandor del reloj del horno. Seiya tenía que estar a oscuras, fuera donde fuera.
Dijo algo sobre un escondrijo. ¿Su apartamento, tal vez?
–Pero no hay pruebas suficientes para tener un caso.
¿Contra quién? ¿Contra sus asaltantes? Se estremeció. Tal vez la conversación de su invitado no le dijera nada, pero consiguió que se estremeciera.
–Dame una semana más y tendré al Gordo bien pillado. El rubí será el menor de sus problemas.
Serena se retiró. El estómago se le encogió de pronto; Seiya era un ladrón y había robado un rubí. Los dos tipos que se habían hecho pasar por policías estaban detrás de él. ¿Para recuperarlo tal vez? A lo mejor alguien los había contratado. Y Seiya no podía hacer nada con el rubí hasta que no los perdiera de vista, o hasta que no los distrajera. Toda especulación pura por su parte. ¿Pero qué más podía hacer?
Lo único que sabía era que no quería que le pasara nada a Seiya. Si era un ladrón, podría enmendarse, pagar por sus culpas. Intentaría convencerlo de eso, pero no estaba dispuesta a entregarlo. Aún no.
En el pasado siempre había pensado que tenía buen corazón, pero que pedía a gritos que alguien le enseñara el camino adecuado. En el presente no lo conocía lo suficientemente bien como para opinar.
Su instinto estaba demasiado confundido con aquella atracción que sentía por él como para poder fiarse.
De pronto vio a Seiya en el salón con el teléfono inalámbrico pegado a la oreja. No llevaba nada salvo las vendas que ella le había puesto y un slip blanco.
–¿Y qué pasa con la chica? No puede sufrir daño alguno.
Esa sería ella. Se retiró un poco y entornó aún más la puerta.
Seiya levantó la cabeza y ella dejó de respirar.
–Tengo que dejarte –dijo en voz muy baja.
Ella pegó el ojo a la rendija. Seiya echó a andar por el pasillo con expresión seria.
Sabiendo que no podría cerrar la puerta sin que él la viera, la dejó así y corrió a su cama, esperando que el ruido del colchón le hiciera pensar que estaba dando vueltas en la cama.
Se tumbó y se tapó un instante antes de que Seiya empujara la puerta. Se quedó quieta; el corazón le latía con fuerza. La estaba mirando; lo sentía. Cuando ya no pudo aguantar la respiración por más tiempo, resopló como si estuviera dormida y aprovechó para hundir la cara en el almohadón. Entonces aspiró hondo.
Pasó un minuto que se le hizo eterno.
–¿Bombón? –susurró Seiya.
Ella no respondió. Menuda cobarde.
Sin duda se esta complicando mucho la situación para ambos, en especial para Seiya. ¿Se quedara con Serena para protegerla? :[Jujuju]: ¿O desaparecera de su vida por la mañana? Ya lo sabremos en el siguiente capitulo.
Me despido por ahora esperando que les haya gustado el capítulo de hoy, como siempre, les pido que no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Muchos saludos para todos y ¡nos vemos en el proximo capitulo!
XOXO
Serenity
¡Mil gracias a todas por sus comentarios! ¡Me alegra muchisimo que les haya gustado el capitulo anterior!
Aquí les traigo un nuevo capitulo de esta emocionante historia ¡espero que lo disfruten!
Capitulo 3
En cuanto Seiya se metió en el cuarto de baño, Serena recogió las botas y el bolso que había dejado tirados por el camino y corrió a su dormitorio. Cerró la puerta y echó el cerrojo, y lo primero que hizo fue quitarse las medias rotas y la faja que le comprimía la cintura.
¡Ah, oxígeno! Aspiró hondo y soltó el aire haciendo ruido. El cesto de la ropa estaba en el cuarto de baño, de modo que metió las opresivas prendas debajo de la cama. No había tiempo para ser meticulosa.
No quería ponerse el pijama y la bata, pero tampoco arreglarse demasiado. Su chándal, anticuado y sin gracia tal vez lo ahuyentara, y no estaba segura de querer eso. Todavía no. Lo mejor era reconocerlo; su interés se había despertado a pesar de lo lioso de la situación.
Finalmente se decidió por un suéter y unos vaqueros.
Después de llamar rápidamente a su vecina para asegurarse de que se encontrara bien tras la visita de aquellos sujetos, fue a la cocina a preparar un poco de té. No resultaba fácil concentrarse en una actividad normal cuando había un criminal en el cuarto de baño cuyo beso la había derretido por dentro, pero llenó el hervidor, lo puso sobre el fuego y con manos temblorosas sacó una caja de té verde de un armario.
–¿A quién has llamado? –le dijo Seiya a sus espaldas.
Ella pegó un brinco. Cuando se dio la vuelta, Seiya estaba sin camisa, inmóvil. Del susto, agarró con tanta fuerza la caja que tenía en la mano que saltó la tapadera y las bolsitas de té cayeron al suelo. Se arrodilló para recogerlas, sin dejar de darle vueltas a la cabeza.
Debía de haberla oído hablar por teléfono. Solamente había llamado a Blair, su vecina, para saber si estaba bien. Mejor sería no negarlo.
–A la policía no. Llamé a Blair; mi vecina de al lado –le tembló tanto la voz al hablar que estuvo segura de que creería que estaba mintiendo –Sólo para ver cómo iba todo, supongo.
Seiya avanzó hacia ella. Se había quitado las botas, pero tenía los pantalones mojados hasta la rodilla. Alzó la vista y de una pasada se fijó en su entrepierna, en su pecho desnudo y en su cara; enseguida la bajó de nuevo mientras él se arrodillaba a su lado.
Recogió una bolsita de té del suelo.
–No pasa nada.
–Caramba, gracias por darme permiso.
Él ignoró su sarcasmo.
–Sabía que no me entregarías, Serena. Eres la única persona con la que he podido contar en mi vida.
Ella fue a protestar y entonces se acordó de sus padres: uno ausente, la otra "loca". Rei se había marchado de casa nada más terminar el instituto. Bajo su aire de dureza, siempre había percibido lo solo que estaba.
–Pero hace diez años que no me ves –dijo ella. ¿Había pasado diez años sin creer en nadie? Aunque no sonrió del todo, entrecerró los ojos como si sonriera. El miedo que sentía dentro parecía haber cedido un poco. Aquel era Seiya, después de todo, que había sido agradable con ella aunque hubieran formado la pareja más extraña del instituto.
Seiya se limitó a dejar la bolsita de té en la caja y se balanceó sobre los talones.
–No has cambiado nada.
Ella se sonrojó. ¿No había cambiado? ¿Acaso estaba ciego? En los últimos tres meses no había hecho sino cambiar.
–Te lo he dicho como un elogio –dijo él al ver la cara que ponía.
–¿Tú crees que lo es?
El hizo una mueca.
–A mí me lo han dicho muchas veces. Soy tan problemático ahora como lo era entonces.
Ella suspiró.
–Más.
Seiya ignoró su comentario. ¿Qué iba a discutirle? Cuando terminaron de recoger las bolsitas que quedaban en el suelo, él le rozó la mejilla levemente.
–Te has cortado el pelo.
Se aclaró la voz y se atrevió a mirarlo.
–Sí. Ese es sólo uno de los cambios. Pero es de los que se ven. Después de todo, tú ya no me conoces. Han pasado diez años.
–No dejas de decir lo mismo todo el tiempo, pero para mí sigues siendo la misma –él la miró largamente y en silencio, hasta que ella bajó la vista.
Tenía razón, el muy listo. No había cambiado desde el instituto, al menos en lo que se refería a él. Ella era la misma tonta, dispuesta a arriesgar su reputación, e incluso podría decirse que la vida, por Seiya. Era tan tratable.
Él retiró la mano, y ella se tuvo que controlar para no apoyar la cabeza en su hombro, deseosa en realidad de que él la abrazara. Deseosa también de abrazarlo, de acariciarlo, de olerlo...
Aspiró hondo y percibió el olor a jabón, a agua, a sus pantalones mojados, a hombre... Su pecho desnudo le pareció inmenso, con una piel limpia del color de la arena pálida. Seiya sólo era un poco más fuerte de lo que lo había sido en el instituto, pero no tan escuálido. Bajo la mata de vello que le cubría el centro del pecho tenía unos músculos amplios y desarrollados. También tenía los brazos musculosos y el estómago plano.
Se había hecho un hombre. No podría haberlo creído posible, pero su virilidad se había duplicado. Y él tenía el doble de razón: era tan susceptible a su persona como siempre lo había sido. Sólo de estar con él se sentía turbada.
–Bonito –dijo Seiya –Pero me gustaba más tu pelo largo.
–Crecerá –soltó, cuando debería haber respondido algo descarado e ingenioso, como habría hecho Mina.
Cuando Seiya se puso de pie, vio que se había lavado la sangre que le cubría la herida. Tenía la zona de las costillas toda arañada y enrojecida, y algunas partes estaban empezando a ponérsele moradas.
–Puedo vendarte las costillas –le dijo.
–Gracias –le tomó la mano y la puso de pie sin esfuerzo aparente.
Ella sintió un escalofrío por el brazo. En ese momento, silbó el hervidor.
–El agua de nuestro té –se volvió, sintiéndose ridícula por la bobada que acababa de decir.
Él se acercó a la encimera y se plantó las manos en las costillas.
–Me pregunto si...
–¿Tienes hambre? Puedo prepararte un sándwich.
Él la observó mientras vertía el agua humeante en las tazas.
–Si no te molesta –dijo con cierta vacilación.
–No pasa nada. Estoy encantada de... –dejó de hablar, puso el hervidor a un lado y se reprendió por su eterna actitud de intentar armonizar siempre –Es algo tarde para preocuparte si me molesta algo o no.
Demasiado tarde para ella. Seiya sabía que era una blanda.
–Gracias –le dijo –Eres un amor. Dulce.
Ella alzó la cabeza.
–¿Qué?
–Me gusta el té dulce. ¿Tienes miel?
Le señaló un armario donde guardaba esas cosas, acordándose de lo goloso que era. Mientras sacaba la bolsita de té de su taza observó de reojo a Seiya, que sacaba el bote de miel del armario. Seiya Kou estaba medio desnudo allí, en la cocina de su casa. E iban a pasar la noche bajo el mismo techo.
Aparte del acoso que había sufrido a su puerta y de que hubiera dos hombres extraños merodeando por allí, aquello era como un sueño para ella. Si fuera lo suficientemente valiente, aprovecharía la oportunidad. O más bien la noche.
–¿No crees que tal vez deberías decirme qué está pasando?
Sacó la carne en lata del frigorífico y los pepinillos y se puso a preparar su sándwich favorito. Añadió mostaza, mayonesa y queso suizo, y sacó un tomate maduro de la cesta que tenía encima de la nevera.
Seiya se apoyó contra la encimera y removió el té.
–No estamos tomando el té, nena.
–Y mi apartamento no es un escondrijo... Baby Face.
Él arqueó una ceja.
–¿Baby Face?
Ella se encogió de hombros.
–Es el único gángster que se me ocurre. No soy tan rápida para las respuestas ingeniosas.
–Eres demasiado franca.
–Dirás demasiado aburrida.
Eso era lo que Mina siempre le había dicho de su ex novio. Nunca se había preocupado de señalarle que ella estaba hecha para hacer el papel de esposa de Darién. Hasta la boda de sus padres y el pacto que habían sellado de improvisto, había tenido la certeza de que en un futuro no muy lejano acabaría satisfecha con la pareja que hacían Darién y ella. El señor y la señora aburridos. Las expectativas de Darién habían sido las mismas. Le estaba costando creer que habían roto definitivamente.
Seiya dio un sorbo de té.
–Bombón, nunca me has parecido aburrida.
Bombón. No le gustaba demasiado aquel sobrenombre, y sin embargo la familiaridad del mismo le proporcionó cierto placer.
–Claro –terminó de preparar los sándwiches –Soy una persona emocionante.
Tal vez se equivocara, pero le pareció que Seiya la miraba de arriba abajo con disimulo.
–No sé cómo demostrártelo –dijo en tono bajo. Primero había sido el beso, y ahora eso. ¿Estaría intentando seducirla? La posibilidad le hizo estremecerse.
–Tienes frío –dijo Seiya –¿Por qué no tomas un poco de té y te vas a poner unos calcetines y unas zapatillas?
Le pasó un plato con un sándwich.
–Tengo que ocuparme de vendarte las costillas. Ese cardenal tiene mala pinta. Se va a poner peor.
–Eso puede esperar –levantó una esquina de la rebanada de pan antes de darle un mordisco –Vamos, déjame comer.
–Bueno, creo que a está –Serena estiró el extremo de la venda que había utilizado para vendarle el costado –¿Qué tal? ¿Demasiado apretada?
Él aspiró con cuidado
–No, está bien.
Había tomado un analgésico bastante potente que había encontrada en su botiquín. Los latidos habían disminuido, dando paso a un dolor continuo pero soportable.
Aparte de ponerle la venda, Serena le había limpiado las heridas con yodo y le había puesto unas tiritas en la barbilla y en el codo. A través de todo el proceso, le había parecido como si Serena hubiera confundido su silencio con seriedad, cuando en realidad se había sentido feliz de que ella le hubiera preparado algo de comer, de estar en un sitio tan agradable como su apartamento y de que ella no había dejado de atenderlo y de acercarse a él para curarlo. Aunque el suéter que llevaba era amplio, destacaba todo lo que había que destacar. Y olía tan bien. No como un jardín perfumado, sino a mujer limpia y honesta que no por eso dejaba de ser tremendamente sexy. No veía a muchas así en su trabajo.
Apagó la lámpara del techo, y dejó solamente la de pie antes de ir a la ventana a mirar por enésima vez.
–¿Ves algo?
–No. La policía ha debido de espantarlos.
Alrededor de una hora después de hacer la llamada, una patrulla había pasado por la zona. Desde entonces Diamante y Rubeus no habían aparecido. Pero sabía que tan solo se habían retirado; que no se habían dado por vencidos. Por la mañana tenía la intención de largase de la vecindad, pero de todos modos debería tener mucho cuidado. Cualquier miembro de la banda podría estar allí para vigilar la manzana.
–Deberías dormir un poco –le dijo Serena.
–Tú también –dijo él.
Estaba allí de pie, mirándolo con una expresión que oscilaba entre atracción y espanto. Cierto era que no estaba tan recelosa como horas antes, pero tampoco lo estaba tratando como a un viejo amigo. Claro que no había razón para ello.
Se sorprendió al pensar lo mucho que la había echado de menos.
Serena despertó de su ensimismamiento y salió de la habitación, donde regresó momentos después con ropa de cama. Dejó las cosas en el sofá frente a la butaca donde estaba sentado él.
–Tal vez yo debería dormir aquí. Tendrás más sitio en mi cama.
–No. De todos modos no conviene que me mueva demasiado; es mejor para las costillas. Y desde aquí puedo vigilar la puerta.
Ella pestañeó repetidamente. Estaba nerviosa.
–¿Crees que volverán?
–Seguramente no –contestó él.
Había mostrado mucho coraje al enfrentarse a los dos ladrones a su puerta, pero eso no significaba que no tuviera miedo. Le había hecho pasar mucho.
–¿Cuál es el plan? –le preguntó mientras cubría los cojines del sofá floreado con una sábana.
–¿Cómo?
–¿Me voy a despertar por la mañana y no te voy a encontrar?
–Podría ser.
–Vaya –ahuecó el almohadón –Como en los viejos tiempos.
–¿Qué quieres decir con eso?
–No tengo diecisiete años. Esta vez no te voy a ayudar con el director.
–Después de esta noche, no quiero que hagas nada más por mí.
–¿Y si vuelven para hacerme más preguntas?
Podría ser peor aún. Si Seiya se les escapaba, la próxima vez no irían allí con ninguna pregunta. El pañuelo de Serena, unido al hecho de que había tardado en contestar a la puerta, era suficiente para que sospecharan de ella. Una pista débil, pero una a la que se agarrarían de no tener otra mejor.
–Que ellos sepan, tú no sabes nada –dijo él.
–Cierto –desdobló una manta rosa de franela –Y que yo sepa, tampoco sé nada.
Eso no era del todo cierto. Aunque creyera que él era un criminal, sabía lo suficiente de él como para ponerle en peligro. ¿Pero cómo podía protegerla, teniendo en cuenta que si se quedaba o si lo identificaban sería incluso peor para ella?
Se dio cuenta de que tendría que echar mano de su última opción. En cuanto ella se fuera a la cama tendría que llamar al teniente Taiki, su supervisor en el departamento. El trabajo de agente secreto suponía que el contacto entre él y la policía era mínimo. Su jefe le facilitaba pruebas y monitorizaba su progreso. Pero aquella era una situación única. Serena, una civil inocente, se había visto implicada en el caso. Y Taiki necesitaba que lo pusiera al corriente de todos modos, toda vez que la operación empezaba a derrumbarse.
Seiya se inclinó hacia delante y trató de ponerse de pie, cuando un dolor agudo lo inmovilizó.
De pronto Serena estaba a su lado, ayudándolo para que no perdiera el equilibrio.
–Deberías ver a un médico.
–Mañana –le dijo para que ella lo dejara en paz.
–¿Te ayudo a acostarte?
Él le dio unas palmadas en el brazo.
–No, gracias. No estoy tan impedido.
Ella levantó la cabeza y pestañeó.
–¿Entonces, ya está?
Tenía los ojos cálidos y brillantes. Vio, en ellos el deseo, y por un instante deseó poder sincerarse con ella, contarle la verdad; decirle lo mucho que significaba para él, a pesar de los años que habían pasado.
Pero no pudo.
–Ya está –dijo él, sin sorprenderse demasiado al notar que le fallaba un poco la voz.
Ella bajó la cabeza y se abrazó distraídamente mientras salía de la habitación.
–Adiós, Seiya.
–Buenas noches –se volvió para no verla.
Tras un momento de vacilación, la puerta de su dormitorio se cerró y Seiya respiró de nuevo.
S&S
Las voces no fueron más responsables que su desazón de que Serena se despertara. Se había dormido después de pasar una hora dando vueltas en la cama pensando en Seiya, y se había despertado varias veces. Sin embargo, esa vez, oyó voces.
En realidad una voz, se dijo después de sentarse en la cama a escuchar. Miró el reloj despertador de la mesilla y vio que eran las tres y veintiséis de la madrugada. Y Seiya estaba hablando por teléfono. Todo lo que había hecho le resultaba sospechoso, pero no había razón lógica para lo que estaba haciendo en ese momento. De otro modo habría hecho esa llamada antes. Sólo hubiera tenido que pedirle que lo dejara a solas.
¿Pero qué esperaba? Lo perseguía la justicia.
Le habría gustado creer que no era culpable, pero eso era imposible. Nunca había sido totalmente inocente. Había habido veces en las que no había sido culpable, como cuando ocurrieron aquellos actos de vandalismo en el instituto, y por eso había accedido a ser su coartada. Una noche, después de un partido de baloncesto, unos desalmados habían forzado la entrada del instituto y habían destrozado el centro. Al día siguiente la policía había interrogado a los alumnos para saber dónde habían estado la noche anterior. Seiya le había pedido que dijera que habían estado juntos. No porque fuera culpable de aquel delito, sino porque había salido a montar en moto aunque había perdido su carné.
Ni inocente ni culpable. Así era Seiya.
Y ella había estado tan enamorada de él que el ser su cómplice le había hecho sentir una emoción tremenda, aunque le hubiera dolido tanto el estómago y la tripa de mentirle a la policía que hubiera tenido que faltar a clase al día siguiente. Una semana después, se sentía tan paranoica y tan culpable que Seiya le había confesado a la policía lo que había estado haciendo para aliviarla de su preocupación.
Y entonces se había sentido incluso peor por fallarle.
Hizo una mueca. Menuda ayuda; aunque a Seiya no parecía haberle importado sus ataques de culpabilidad y su deseo de ser siempre una chica buena.
Salió de la cama, buscando con los dedos de los pies las zapatillas. Iba a intentar escuchar la conversación, y no quería que Seiya la oyera moviéndose.
Evitó pisar el sitio del suelo junto a la puerta que siempre crujía y pegó la oreja contra el panel de madera. Pero no pudo distinguir lo que decía Seiya. Aquel era un apartamento antiguo, las puertas eran de roble macizo y su invitado hablaba en voz baja.
Una voz en su interior le advirtió que sería mejor no enterarse de nada, pero de todos modos entreabrió la puerta.
–¿Qué debo hacer con el rubí? –estaba diciendo Seiya en voz muy baja.
¡Un rubí! Serena se asomó. No sabía exactamente de dónde había salido la voz de Seiya, pero el trozo que se veía del salón estaba a oscuras. Vio el extremo del sofá. La ropa de cama estaba retirada, y Seiya no estaba allí. Abrió la puerta un poco más y miró hacia el final del pasillo. En la cocina no había ninguna luz salvo el suave resplandor del reloj del horno. Seiya tenía que estar a oscuras, fuera donde fuera.
Dijo algo sobre un escondrijo. ¿Su apartamento, tal vez?
–Pero no hay pruebas suficientes para tener un caso.
¿Contra quién? ¿Contra sus asaltantes? Se estremeció. Tal vez la conversación de su invitado no le dijera nada, pero consiguió que se estremeciera.
–Dame una semana más y tendré al Gordo bien pillado. El rubí será el menor de sus problemas.
Serena se retiró. El estómago se le encogió de pronto; Seiya era un ladrón y había robado un rubí. Los dos tipos que se habían hecho pasar por policías estaban detrás de él. ¿Para recuperarlo tal vez? A lo mejor alguien los había contratado. Y Seiya no podía hacer nada con el rubí hasta que no los perdiera de vista, o hasta que no los distrajera. Toda especulación pura por su parte. ¿Pero qué más podía hacer?
Lo único que sabía era que no quería que le pasara nada a Seiya. Si era un ladrón, podría enmendarse, pagar por sus culpas. Intentaría convencerlo de eso, pero no estaba dispuesta a entregarlo. Aún no.
En el pasado siempre había pensado que tenía buen corazón, pero que pedía a gritos que alguien le enseñara el camino adecuado. En el presente no lo conocía lo suficientemente bien como para opinar.
Su instinto estaba demasiado confundido con aquella atracción que sentía por él como para poder fiarse.
De pronto vio a Seiya en el salón con el teléfono inalámbrico pegado a la oreja. No llevaba nada salvo las vendas que ella le había puesto y un slip blanco.
–¿Y qué pasa con la chica? No puede sufrir daño alguno.
Esa sería ella. Se retiró un poco y entornó aún más la puerta.
Seiya levantó la cabeza y ella dejó de respirar.
–Tengo que dejarte –dijo en voz muy baja.
Ella pegó el ojo a la rendija. Seiya echó a andar por el pasillo con expresión seria.
Sabiendo que no podría cerrar la puerta sin que él la viera, la dejó así y corrió a su cama, esperando que el ruido del colchón le hiciera pensar que estaba dando vueltas en la cama.
Se tumbó y se tapó un instante antes de que Seiya empujara la puerta. Se quedó quieta; el corazón le latía con fuerza. La estaba mirando; lo sentía. Cuando ya no pudo aguantar la respiración por más tiempo, resopló como si estuviera dormida y aprovechó para hundir la cara en el almohadón. Entonces aspiró hondo.
Pasó un minuto que se le hizo eterno.
–¿Bombón? –susurró Seiya.
Ella no respondió. Menuda cobarde.
Sin duda se esta complicando mucho la situación para ambos, en especial para Seiya. ¿Se quedara con Serena para protegerla? :[Jujuju]: ¿O desaparecera de su vida por la mañana? Ya lo sabremos en el siguiente capitulo.
Me despido por ahora esperando que les haya gustado el capítulo de hoy, como siempre, les pido que no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Muchos saludos para todos y ¡nos vemos en el proximo capitulo!
XOXO
Serenity
Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
Me mata la intriga! Es que por qué son tan cortos los capítulos!
Quiero saber qué pasa ya! Gracias por actualizar cada semana, me pone muy contenta leer tus historias
Cariños!
Quiero saber qué pasa ya! Gracias por actualizar cada semana, me pone muy contenta leer tus historias
Cariños!
natu_rw- Sailor Inner Scout
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Edad : 34
Sexo :
Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
Uy pero todo da a entender que el robo el rubí!! No puede ser!!! A mi se me hace que el no quiete decirle nada para no involucrarla, pero creo que con tu comentario acabas de decirnos todo jaja el se quedara con ella para protegerla pero además creo que se la llevara a un lugar donde no los puedan encontrar jejeje estaré esperando el fin de semana para tu actualización, cuidate un saludito!!
Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
¡Hola!
¡Mil gracias a todas por sus comentarios! ¡Me alegra muchisimo que les haya gustado el capitulo anterior!
Aquí les traigo un nuevo capitulo de esta emocionante historia, en donde veremos por fin que pasara con Serena y Seiya ¡Espero que lo disfruten!
Capitulo 4
Serena acababa de salir del cuarto de baño y avanzaba en ese momento por el pasillo con la intención de colarse en la cocina para hacer café, cuando sonó el timbre de la puerta. Corrió a abrirla antes de que Seiya se despertara. Cosa rara, aún no se había marchado. Estaba dormido boca abajo, con el brazo izquierdo colgando del sofá. Tenía la sábana y la manta enroscadas al cuerpo. Antes de meterse en la ducha, se había pasado por lo menos cinco minutos mirándolo. Aquel deseo que sentía por Seiya resultaba divino.
Miró por la mirilla y retiró la cadena antes de abrir la puerta.
–Gracias a Dios que eres tú.
–¿Esperabas al alcalde o algo así? –Blair Boback asomó la cabeza por el hueco; con casi un metro ochenta de estatura, tenía la altura perfecta para mirar por encima de la cabeza de Serena–. ¿Tienes a alguien aquí?
–Sí.
–Vaya... –dijo Blair en tono sensual–. ¿Alguien de la reunión? –empujó la puerta–. Tiene que ser Seiya Kou. No te llevarías a nadie más a casa.
Serena se quedó quieta.
–Seiya no estuvo en la reunión.
Blair dejó de mirar hacia el salón y la miró a la cara.
–¿Ah, no? Maldito chico. ¿Pero entonces a quién tienes aquí? Sabía que pasaba algo cuando me llamaste anoche...
–Calla –Serena se llevó el dedo a los labios–. Vas a despertar a mi invitado.
Blair tenía una voz profunda, como la de un hombre.
–¿No es un hombre?
Serena sonrió.
–Sí que lo es.
–¡Pero chica, qué has hecho!
–No puedo contártelo ahora. Es bastante complicado.
Blair volvió a levantar la cabeza para mirar. Entonces abrió mucho los ojos.
–Pues quienquiera que sea está de pie en tu salón medio desnudo.
Serena no se dio la vuelta.
–Mmm... Ven con mamá –dijo Blair con su voz profunda y aterciopelada.
–Entra.
Serena la agarró de la mano y tiró de su vecina antes de que alguno de los demás vecinos de otros pisos la oyera y salieran a curiosear. Se tomó su tiempo para echar todos los cerrojos y la cadena. Finalmente se dio la vuelta.
–Blair Boback, te presento a Seiya Kou.
–Holaaa... –ronroneó Blair mientras jugueteaba con el remate de plumas de marabú de su bata.
Seiya no dijo nada, sino que se limitó a agarrar con más fuerza la sábana que le cubría. Parecía sorprendido.
Blair no apartó la vista de Seiya.
–Pensé que dijiste que no había estado en la reunión.
–No estuvo...
Seiya la interrumpió.
–Nos encontramos después –dijo, y le echó una sonrisa a Serena que la hizo estremecerse, aunque supiera que lo había hecho porque estaba allí Blair.
–¿Ah, sí? Caramba, qué astuta, Serena –Blair continuó mirando a Seiya como si fuera un helado de chocolate y nata y ella estuviera a dieta.
La cuestión era por qué Seiya quería que Blair pensara que se habían acostado juntos. Ya sabía que a ella la idea de hacer eso la emocionaba, pero sospechaba que Seiya tenía otros motivos.
–Te han dado una buena paliza –comentó Blair, refiriéndose a las vendas y cardenales de Seiya–. Me sorprende no haber oído gritos y golpes por la pared –le guiñó un ojo–. ¿Serena, querida, nadie te ha dicho nunca que si rompes tus juguetes no podrás jugar más con ellos?
–No ha sido... –la mirada de Seiya interrumpió la negación de Serena, que lo miró algo sofocada y al mismo tiempo curiosamente halagada.
–Yo que tú le dejaría que se curara antes del próximo round.
Estaba segura de que Blair no se estaba tragando aquel cuento. La conocía bien ya que hacía varios años que eran vecinas. Pero su amiga le seguiría la corriente.
–Esto, ha sido divertido –dijo Seiya–, pero debo marcharme. ¿Señorita... Boback? Si hace el favor de excusarme.
–Puedes llamarme Diosa –canturreó Blair, mientras Seiya se retiraba por el pasillo hacia el cuarto de baño–. Mi nombre artístico. Diosa Gloriosa.
Seiya se detuvo, volvió la cabeza y miró a Blair de arriba abajo.
–Blair es una de las estrellas del espectáculo de travestidos en el Pink Banana –le explicó Serena.
–Ah –Seiya se había quedado pasmado–. Estupendo. Yo, ya nos veremos por ahí –dijo, antes de meterse en el baño.
Serena miró a su amiga, que esbozaba su mejor sonrisa.
–¿No te encanta cuando un hombre pone esa cara de bobalicón?
Seiya esperaba que Serena pudiera sacar a su entrometida vecina del apartamento antes de que él saliera del baño, pero tampoco podía perder mucho tiempo. Entró rápidamente y se lavó lo mejor que pudo alrededor de las vendas, mirando el reloj cada tantos minutos. Se había dormido. Eran casi las ocho, demasiado temprano para recibir visitas pero tarde para marcharse sin que nadie lo viera. Las píldoras que había tomado la noche anterior le habían dejado KO del todo.
Para colmo, aparte de tener que vigilar a Serena, tenía a aquella Blair, o Diosa, como quisiera llamarse. La llamada al teniente Taiki tampoco le había servido de mucha ayuda. El superior de Seiya no se había puesto nada contento cuando se había enterado de las complicaciones que habían surgido, aunque si había peligro de que lo identificaran como policía, sacaría a Seiya del caso.
Seiya estaba convencido de que el rubí que le había quitado a los ladrones era robado. Aunque lo habían sacado de su engarce, la joya coincidía con la descripción de un conjunto de joyas que habían sido sustraídas recientemente de un ático de lujo de Park Avenue. Ya tenía bastantes pruebas contra Diamante y Rubeus y el resto de la banda para encerrarlos. Lo que Seiya necesitaba era dar con el modo de conectar los artículos robados con Boris Cheney, porque de otro modo los caros abogados del Gordo alegarían que su cliente no tenía ni idea de aquellas actividades ilegales. En el presente, Cheney era la mente pensante del círculo criminal que se había extendido hasta las afueras de la ciudad a través de sus casas de empeño. Tres meses atrás Seiya se había introducido en el cerrado círculo de ladrones para hacer su trabajo de agente secreto en el papel del ladrón en quien podría haberse convertido de no haberle ido las cosas como le habían ido.
Lo habían detenido unos meses antes de su décimo octavo cumpleaños por participar en una pelea de borrachos. Al final le retiraron los cargos, pero un oficial llamado Artemis Richards le había leído la cartilla. A partir de ese momento el hombre se había tomado un interés personal en él que había conseguido hacer cambiar a Seiya.
Pero de todo eso hacía muchísimo tiempo, pensaba mientras cerraba la puerta del armario cubierto de espejos. Estaba tan alejado de esos recuerdos como del verdadero Seiya Kou. Ser agente secreto era un trabajo muy solitario; sobre todo porque vivía continuamente así. Para el resto del mundo era un criminal. Por su seguridad, se había apartado de su familia. No tenía amigos, sólo conocidos. Idiotas como Rubeus o los informadores que utilizaba. Ninguna mujer, al menos no agradables. Ni siquiera se tenía a sí mismo.
El hecho de estar con alguien que lo había conocido en su vida anterior le había hecho recordar con venganza. Incluso aquella breve interrupción de vida normal le resultaba embriagadora. Y Serena, la dulce Serena…
Quería ser su héroe; pero no lo era. Aunque ella pudiera sentir atracción hacia él, al final acabaría rechazándolo con aversión. Acabaría viendo lo que los demás ya sabían: que él no era bueno.
Seiya se palpó con cuidado las costillas doloridas a ver si seguían doliéndole. El dolor había disminuido, aunque muy poco.
No podía decirle a Serena la verdad, así que estaba en un callejón sin salida. Si la protegía se tendría que quedar con ella; y, teniendo en cuenta lo que sentía por ella, esa era una opción un tanto arriesgada. Por no mencionar que tendría que seguir manteniendo aquella identidad falsa e insistir en que unos criminales lo perseguían.
Lo que necesitaba era disfrazarse para poder salir y entrar aunque Diamante y Rubeus estuvieran vigilando el edificio.
La vecina, o vecino, de Serena seguía con ella en el salón. Tenía unas piernas estupendas, fuera cual fuera su sexo. Si al menos él también pudiera engañar a los demás así…
Mmm. Podría ser buena idea.
Si funcionaba, mataría dos pájaros de un tiro: podría permanecer en la zona que controlaba El Gordo terminar de cerrar el caso, a la vez que se quedaba cerca de Serena para asegurarse de que no le pasaba nada.
–Una locura –dijo en voz alta mientras salía del baño antes de cambiar de opinión.
Serena y el hombre que parecía una preciosa mujer estaban en la cocina tomando café. Parecía preocupada, pero Blair fue aún más exagerada.
–Pensábamos que te habías escapado por la ventana –le dijo–. He asustado a varios pretendientes, pero Serena no está acostumbrada a que los suyos desaparezcan tan rápidamente. En realidad, aún estamos intentando librarnos de Darién.
–De Darién.
–El ex de Serena –dijo Blair mientras tiraba de un tulipán mustio de un jarrón que había sobre la mesa–. Estas flores son de él.
Serena negó con la cabeza.
–Basta ya, Blair. A Seiya no le importa eso.
–Pues claro que sí –dijo él.
Tenía que saber quién la visitaba regularmente. Por eso le interesaba.
–No te molestes, Seiya –Serena se encogió de hombros–. Me temo que Blair no se ha tragado lo que le has contado.
–Sí, ya lo estaba dudando. Pero tenía que intentarlo.
–No es que no me crea que pudieran estar liados –dijo Blair mientras cerraba sus exóticos ojos color ámbar–. Sin embargo el instinto me dice que, a pesar de lo mucho que se gustan, aquí todavía no ha pasado nada.
Seiya movió los pies, sin saber qué decir a eso. Sobre todo porque era cierto.
Serena se puso de pie; tenía las mejillas coloradas.
–¿Esto, quieres café? Siéntate en mi silla.
–Me quedo de pie, gracias –dijo Seiya, que se retiró para dejar que Serena preparara café.
Al momento ella le pasó una taza de café, mientras se fijaba en los cardenales.
–Lo siento, pero no he sido capaz de quitar la sangre de tu camisa.
–Te ofrecería algo de ropa mía –dijo Blair– Si no estuviera segura de que no te van las lentejuelas.
La oportunidad perfecta. Seiya la aprovechó.
–No estés tan segura.
Se produjo un momento de silencio antes de que Blair arqueara las cejas.
–¿Ah, sí? Jamás me lo habría imaginado.
–Necesito un disfraz.
Serena se apoyó contra la encimera.
–Ya sé. Tienes que salir del edificio sin que te reconozcan…
Blair palmoteó.
–¡Sí! Tengo un par de chinelas que tal vez te quepan. Y un caftán te quedaría bien si te metiéramos un poco de relleno debajo. Y tal vez un turbante. No, mejor no. Demasiado caribeño.
Seiya alzó una mano.
–Espera, espera. No pienso vestirme de mujer.
Blair se desmoronó.
–Pero entonces no tiene gracia la cosa.
–Esto no es por diversión.
–Debo discrepar. Todo en la vida debe hacerse por diversión. La vida es como un cuenco de cerezas. ¿Si no para qué estamos aquí? –contestó Blair.
–¿En qué clase de disfraz estabas pensando, Seiya? ¿En una gorra de béisbol? ¿En gafas de sol?
–Algo más que eso. Más bien en algo semipermanente.
–Pero… –Serena frunció el ceño–. Una vez que te hayas marchado…
Seiya se aclaró la voz.
–He estado pensando.
Miró a Blair, que se había repantigado en el asiento y había cruzado las piernas. Maldición. Aquel transformista era bueno. Aunque no llevaba demasiado maquillaje, parecía una mujer al cien por cien. Seiya miró otra vez a Serena.
–Sé que te dije una noche, pero…
Ella se puso nerviosa.
–¿Necesitas quedarte más tiempo?
–Esa podría ser una buena idea.
–No sé…
–Es para… –Seiya se calló; podría decir que era para protegerla, pero eso lo descubriría–. Me ayudarías a salir de un buen embrollo.
–¿Entonces para qué el disfraz? Podrías quedarte en el apartamento hasta que… –se quedó callada y pestañeó–. Esto, Blair, tal vez podrías ir a tu apartamento y traer algunas cosas. Por si nos hicieran falta.
Blair se puso de pie; estaba tan cerca que pudo oler el perfume del otro hombre.
–¿Cómo qué? Tengo zapatos de tacón alto y Wonderbras de encaje.
Serena le dio un empujón a su vecina.
–Vamos, Blair. Utiliza tu imaginación. He visto tu ropero. Es como una tienda. Se te ocurrirá algo.
–¿Agua oxigenada? –dijo Blair mientras avanzaba por la cocina–. Volveré dentro de diez minutos. ¡Me encanta hacer proyectos!
Seiya espero a que Serena volviera de cerrar la puerta antes de interrogarla sobre Blair.
–¿De verdad que eso es un hombre?
–Yo no he dicho eso.
–Sí que lo has dicho –Seiya dejó su taza de café sobre la mesa–. Has dicho que Blair trabaja en el Pink Banana…
–Sí, pero nunca he dicho que sea un hombre.
–Los travestís suelen serlo.
–Normalmente.
–¿Entonces qué es?
–Es una mujer –Serena sonrió–. Es un show tipo Víctor o Victoria.
–No lo entiendo…
–Es una mujer que se hace pasar por un hombre que a su vez se hace pasar por una mujer. ¿O tal vez sea un hombre que se hace pasar por una mujer que se hace pasar por un hombre?
Seiya sacudió la cabeza.
–¿Quieres decir que nació mujer y se quedó así, sin cirugía plástica ni hormonas?
–Eso es. Pero la gente del espectáculo cree que es un hombre. Un hombre que se hace pasar por una mujer.
–Entiendo. ¿No es eso un engaño?
–Sí. Blair no lo habría hecho de no haber estado desesperada. Ella es actriz, pero no encontró trabajo porque tiene ese aire de travestí, con su altura y ese físico tan espectacular… Bueno, ya me entiendes.
–Claro.
–¿Ya ti te preocupa que ella engañe?
–No, por mí está bien. Yo no tengo nada que ver. Y, cirugía plástica o no, me siento aliviado.
–¿Porque te ha gustado?
–No exactamente –Seiya le echó una mirada rápida.
Mientras él había estado en el cuarto de baño pensando qué hacer, ella se había puesto un traje de chaqueta y un par de zapatos de tacón bajo. El traje no tenía nada de sexy, salvo la percha.
Seiya resopló mientras se peinaba el cabello con los dedos.
–Te he visto cómo la mirabas.
–Reconozco que me estaba extrañando que un hombre pudiera ser tan precioso.
Serena suspiró levemente.
–Espera a que veas a Blair vestida, con el pelo suelto.
Él se acercó a ella, como atraído por un imán, a pesar de que eso fuera una gran indiscreción por su trabajo de policía secreto. Le tocó el hombro.
–No me has dicho todavía por qué te cortaste el pelo, Bombón.
–¿Importa acaso? Tal vez lo haya hecho hace años.
–¿Sí? –no esperó su respuesta–. Te vi un par de veces, ¿sabes? En Scarsdale. Era el Día de Acción de Gracias, y seguramente habrías vuelto a casa de la facultad –le deslizó los dedos por la nuca y a ella se le aceleró el pulso–. Y después un par de años más tarde. Salías de un cine con tu madre. Era verano y llevabas uno de esos vestidos de algodón fino que dejan ver la forma de las piernas. Eso fue… mmm –le dio un masaje en la cabeza–. Tenías el pelo largo entonces, pero recogido. Con una cola de caballo.
–Vaya… –se pasó la lengua por los labios–. ¿Por qué no me dijiste hola?
En ese momento tenía dos empleos mientras tomaba clases nocturnas y esperaba a que aceptaran su solicitud en la academia de policía. Entonces ya sabía que Artemis había dejado caer que sería perfecto para el trabajo de agente secreto. De modo que se había dicho a sí mismo que no tenía sentido iniciar una relación que no podría mantener con Serena.
–No necesitabas a un tipo como yo en tu vida.
Ella se mordió el labio inferior. Su cuerpo tembló, casi imperceptiblemente, hasta que se acercó un poco más y sintió sus acelerados temblores.
–Pero, Seiya, podría haberte ayudado.
–No quería ser tu proyecto.
–¿Entonces qué ha cambiado?
El detuvo sus labios a un centímetro de los de ella.
–Esta situación es seria. No es un juego.
Ella se retiró.
–¡Entonces cuéntamelo todo!
–No necesitas detalles. Si Diamante y Rubeus vuelven…
–Ajá. Sabes cómo se llaman. Maldición.
–Sí.
–Te oí hablar por teléfono anoche.
Él se puso serio rápidamente, calculando cuánto podría contarle o si debería contarle otra historia. Bajo las mentiras que tendría que contarla, sintió la necesidad de impresionarla, pero inmediatamente decidió ignorar ese impulso. Lo más importante era que no sospechara que era un agente secreto.
–Robaste… algo valioso, ¿verdad? Y esos tipos quieren quitártelo, ¿no?
–Tal vez eso sea lo correcto.
Ella aspiró con suspicacia.
–¿Y de pronto decides que quedarte por aquí, disfrazado, es la opción adecuada? Perdóname, pero no tiene sentido.
–Lo tiene si te das cuenta de que estoy intentando protegerte.
Serena aguantó la respiración y retiró la cabeza hacia atrás. Se quedó inmóvil un momento y entonces se tapó la boca con la mano.
–Entiendo –lo miró con intensidad–. ¿Cómo vas a poder ayudarme si vuelven?
Él se encogió de hombros.
Ella paseó la mirada por sus hombros desnudos, por el cuerpo vendado, por los vaqueros y hasta los pies cubiertos con unos calcetines. Seiya sintió calor bajo su escrutinio.
–¿Llevas pistola? –le preguntó ella.
–No.
Eso era cierto. Tampoco llevaba carné de identidad o su arma cuando estaba trabajando, a no ser que fuera con micrófonos al final de una operación. El Gordo conocía todos los trucos.
–¿Me lo prometes? –le dijo Serena.
Le asombró que confiara en él.
–No llevo pistola –repitió, alzando la mano como lo haría un Boy Scout.
–Porque yo no creo en las armas.
–No tiene uno elección. Las armas no son hadas madrinas.
Ella hizo una mueca.
–Ya sabes a lo que me refiero. No quiero tiroteos en mi casa. Ni tampoco peleas.
–¿Y decir palabrotas?
–Cállate.
–¿Escupir?
–Pensaba que esto no era una broma.
–No lo es –la agarró de los brazos–. No sé qué demonios estoy haciendo. Esto podría ser un error, implicarte en esto. Pero no puedo dejarte sola, sobre todo ahora que sabes demasiado –maldijo sin esperar a que ella le diera permiso–. Podrías estar en peligro, me quede o no.
Ella se acercó a él y le puso las manos en el pecho.
–Entonces quédate –lo miró a los ojos–. Si me permites decidir mi propio futuro, entonces quiero que te quedes.
–Esto es una locura –dijo antes de besarla.
Serena tenía los labios suaves y vulnerables. Ella creía que él era un ladrón, y sin embargo ni siquiera intentó apartase de él. Ni tampoco cuando la abrazó con más fuerza, ni cuando le plantó las manos en el trasero, moldeándolas a sus curvas gloriosas; ni al fin cuando le pasó la lengua por la boca con avidez. Ella sólo entreabrió un poco más los labios y emitió un leve gemido que encendió aún más su deseo.
Un deseo lo bastante fuerte para derribarlo… sobre una cama.
–Espera un momento –le puso las manos en la cintura para empujarla levemente, a pesar de que la sensación de aquellos pechos turgentes sobre el suyo era la mejor que había experimentado en muchos años; ella era un consuelo, y deseaba eso tanto como la intimidad erótica que prometían sus muslos sensuales.
Su dureza sobre su suavidad. Maldición.
–Olvida el disfraz –le dijo con voz ronca–. Me largo de aquí.
–¿Tienes miedo? –le dijo cuándo iba de camino al salón.
Su voz era suave pero provocativa. Desafiante.
–De ti no –se dominó para no demostrarle lo que sentía–. Por ti.
–No –dijo mientras se pasaba los nudillos de una mano por el escote–. Tienes miedo de lo que está pasando entre nosotros. No te culpo. A mí también me da miedo. Seguramente sabrás lo enamorada que estaba de ti en el instituto. Y, bueno, tengo que reconocer que fui a la reunión esperando que fueras tú también. Pero nos da miedo porque ahora es distinto y… y… –lo miró a la cara y a los labios–. Y libres de hacer nuestra voluntad.
De pronto se dio cuenta de que no era posible saber si correría más peligro con él o sin él. Si no estaba él y Diamante y Rubeus regresaban; parecería inocente. Mientras que no supieran que ella lo había escondido; y mientras no supieran que ella sabía cosas y se pusieran duros con ella para sonsacarla. Era un riesgo.
Seiya prefirió la opción de estar con ella para controlar la situación. El problema era que también se tendría que controlar él mismo.
¡Mil gracias a todas por sus comentarios! ¡Me alegra muchisimo que les haya gustado el capitulo anterior!
Aquí les traigo un nuevo capitulo de esta emocionante historia, en donde veremos por fin que pasara con Serena y Seiya ¡Espero que lo disfruten!
Capitulo 4
Serena acababa de salir del cuarto de baño y avanzaba en ese momento por el pasillo con la intención de colarse en la cocina para hacer café, cuando sonó el timbre de la puerta. Corrió a abrirla antes de que Seiya se despertara. Cosa rara, aún no se había marchado. Estaba dormido boca abajo, con el brazo izquierdo colgando del sofá. Tenía la sábana y la manta enroscadas al cuerpo. Antes de meterse en la ducha, se había pasado por lo menos cinco minutos mirándolo. Aquel deseo que sentía por Seiya resultaba divino.
Miró por la mirilla y retiró la cadena antes de abrir la puerta.
–Gracias a Dios que eres tú.
–¿Esperabas al alcalde o algo así? –Blair Boback asomó la cabeza por el hueco; con casi un metro ochenta de estatura, tenía la altura perfecta para mirar por encima de la cabeza de Serena–. ¿Tienes a alguien aquí?
–Sí.
–Vaya... –dijo Blair en tono sensual–. ¿Alguien de la reunión? –empujó la puerta–. Tiene que ser Seiya Kou. No te llevarías a nadie más a casa.
Serena se quedó quieta.
–Seiya no estuvo en la reunión.
Blair dejó de mirar hacia el salón y la miró a la cara.
–¿Ah, no? Maldito chico. ¿Pero entonces a quién tienes aquí? Sabía que pasaba algo cuando me llamaste anoche...
–Calla –Serena se llevó el dedo a los labios–. Vas a despertar a mi invitado.
Blair tenía una voz profunda, como la de un hombre.
–¿No es un hombre?
Serena sonrió.
–Sí que lo es.
–¡Pero chica, qué has hecho!
–No puedo contártelo ahora. Es bastante complicado.
Blair volvió a levantar la cabeza para mirar. Entonces abrió mucho los ojos.
–Pues quienquiera que sea está de pie en tu salón medio desnudo.
Serena no se dio la vuelta.
–Mmm... Ven con mamá –dijo Blair con su voz profunda y aterciopelada.
–Entra.
Serena la agarró de la mano y tiró de su vecina antes de que alguno de los demás vecinos de otros pisos la oyera y salieran a curiosear. Se tomó su tiempo para echar todos los cerrojos y la cadena. Finalmente se dio la vuelta.
–Blair Boback, te presento a Seiya Kou.
–Holaaa... –ronroneó Blair mientras jugueteaba con el remate de plumas de marabú de su bata.
Seiya no dijo nada, sino que se limitó a agarrar con más fuerza la sábana que le cubría. Parecía sorprendido.
Blair no apartó la vista de Seiya.
–Pensé que dijiste que no había estado en la reunión.
–No estuvo...
Seiya la interrumpió.
–Nos encontramos después –dijo, y le echó una sonrisa a Serena que la hizo estremecerse, aunque supiera que lo había hecho porque estaba allí Blair.
–¿Ah, sí? Caramba, qué astuta, Serena –Blair continuó mirando a Seiya como si fuera un helado de chocolate y nata y ella estuviera a dieta.
La cuestión era por qué Seiya quería que Blair pensara que se habían acostado juntos. Ya sabía que a ella la idea de hacer eso la emocionaba, pero sospechaba que Seiya tenía otros motivos.
–Te han dado una buena paliza –comentó Blair, refiriéndose a las vendas y cardenales de Seiya–. Me sorprende no haber oído gritos y golpes por la pared –le guiñó un ojo–. ¿Serena, querida, nadie te ha dicho nunca que si rompes tus juguetes no podrás jugar más con ellos?
–No ha sido... –la mirada de Seiya interrumpió la negación de Serena, que lo miró algo sofocada y al mismo tiempo curiosamente halagada.
–Yo que tú le dejaría que se curara antes del próximo round.
Estaba segura de que Blair no se estaba tragando aquel cuento. La conocía bien ya que hacía varios años que eran vecinas. Pero su amiga le seguiría la corriente.
–Esto, ha sido divertido –dijo Seiya–, pero debo marcharme. ¿Señorita... Boback? Si hace el favor de excusarme.
–Puedes llamarme Diosa –canturreó Blair, mientras Seiya se retiraba por el pasillo hacia el cuarto de baño–. Mi nombre artístico. Diosa Gloriosa.
Seiya se detuvo, volvió la cabeza y miró a Blair de arriba abajo.
–Blair es una de las estrellas del espectáculo de travestidos en el Pink Banana –le explicó Serena.
–Ah –Seiya se había quedado pasmado–. Estupendo. Yo, ya nos veremos por ahí –dijo, antes de meterse en el baño.
Serena miró a su amiga, que esbozaba su mejor sonrisa.
–¿No te encanta cuando un hombre pone esa cara de bobalicón?
Seiya esperaba que Serena pudiera sacar a su entrometida vecina del apartamento antes de que él saliera del baño, pero tampoco podía perder mucho tiempo. Entró rápidamente y se lavó lo mejor que pudo alrededor de las vendas, mirando el reloj cada tantos minutos. Se había dormido. Eran casi las ocho, demasiado temprano para recibir visitas pero tarde para marcharse sin que nadie lo viera. Las píldoras que había tomado la noche anterior le habían dejado KO del todo.
Para colmo, aparte de tener que vigilar a Serena, tenía a aquella Blair, o Diosa, como quisiera llamarse. La llamada al teniente Taiki tampoco le había servido de mucha ayuda. El superior de Seiya no se había puesto nada contento cuando se había enterado de las complicaciones que habían surgido, aunque si había peligro de que lo identificaran como policía, sacaría a Seiya del caso.
Seiya estaba convencido de que el rubí que le había quitado a los ladrones era robado. Aunque lo habían sacado de su engarce, la joya coincidía con la descripción de un conjunto de joyas que habían sido sustraídas recientemente de un ático de lujo de Park Avenue. Ya tenía bastantes pruebas contra Diamante y Rubeus y el resto de la banda para encerrarlos. Lo que Seiya necesitaba era dar con el modo de conectar los artículos robados con Boris Cheney, porque de otro modo los caros abogados del Gordo alegarían que su cliente no tenía ni idea de aquellas actividades ilegales. En el presente, Cheney era la mente pensante del círculo criminal que se había extendido hasta las afueras de la ciudad a través de sus casas de empeño. Tres meses atrás Seiya se había introducido en el cerrado círculo de ladrones para hacer su trabajo de agente secreto en el papel del ladrón en quien podría haberse convertido de no haberle ido las cosas como le habían ido.
Lo habían detenido unos meses antes de su décimo octavo cumpleaños por participar en una pelea de borrachos. Al final le retiraron los cargos, pero un oficial llamado Artemis Richards le había leído la cartilla. A partir de ese momento el hombre se había tomado un interés personal en él que había conseguido hacer cambiar a Seiya.
Pero de todo eso hacía muchísimo tiempo, pensaba mientras cerraba la puerta del armario cubierto de espejos. Estaba tan alejado de esos recuerdos como del verdadero Seiya Kou. Ser agente secreto era un trabajo muy solitario; sobre todo porque vivía continuamente así. Para el resto del mundo era un criminal. Por su seguridad, se había apartado de su familia. No tenía amigos, sólo conocidos. Idiotas como Rubeus o los informadores que utilizaba. Ninguna mujer, al menos no agradables. Ni siquiera se tenía a sí mismo.
El hecho de estar con alguien que lo había conocido en su vida anterior le había hecho recordar con venganza. Incluso aquella breve interrupción de vida normal le resultaba embriagadora. Y Serena, la dulce Serena…
Quería ser su héroe; pero no lo era. Aunque ella pudiera sentir atracción hacia él, al final acabaría rechazándolo con aversión. Acabaría viendo lo que los demás ya sabían: que él no era bueno.
Seiya se palpó con cuidado las costillas doloridas a ver si seguían doliéndole. El dolor había disminuido, aunque muy poco.
No podía decirle a Serena la verdad, así que estaba en un callejón sin salida. Si la protegía se tendría que quedar con ella; y, teniendo en cuenta lo que sentía por ella, esa era una opción un tanto arriesgada. Por no mencionar que tendría que seguir manteniendo aquella identidad falsa e insistir en que unos criminales lo perseguían.
Lo que necesitaba era disfrazarse para poder salir y entrar aunque Diamante y Rubeus estuvieran vigilando el edificio.
La vecina, o vecino, de Serena seguía con ella en el salón. Tenía unas piernas estupendas, fuera cual fuera su sexo. Si al menos él también pudiera engañar a los demás así…
Mmm. Podría ser buena idea.
Si funcionaba, mataría dos pájaros de un tiro: podría permanecer en la zona que controlaba El Gordo terminar de cerrar el caso, a la vez que se quedaba cerca de Serena para asegurarse de que no le pasaba nada.
–Una locura –dijo en voz alta mientras salía del baño antes de cambiar de opinión.
Serena y el hombre que parecía una preciosa mujer estaban en la cocina tomando café. Parecía preocupada, pero Blair fue aún más exagerada.
–Pensábamos que te habías escapado por la ventana –le dijo–. He asustado a varios pretendientes, pero Serena no está acostumbrada a que los suyos desaparezcan tan rápidamente. En realidad, aún estamos intentando librarnos de Darién.
–De Darién.
–El ex de Serena –dijo Blair mientras tiraba de un tulipán mustio de un jarrón que había sobre la mesa–. Estas flores son de él.
Serena negó con la cabeza.
–Basta ya, Blair. A Seiya no le importa eso.
–Pues claro que sí –dijo él.
Tenía que saber quién la visitaba regularmente. Por eso le interesaba.
–No te molestes, Seiya –Serena se encogió de hombros–. Me temo que Blair no se ha tragado lo que le has contado.
–Sí, ya lo estaba dudando. Pero tenía que intentarlo.
–No es que no me crea que pudieran estar liados –dijo Blair mientras cerraba sus exóticos ojos color ámbar–. Sin embargo el instinto me dice que, a pesar de lo mucho que se gustan, aquí todavía no ha pasado nada.
Seiya movió los pies, sin saber qué decir a eso. Sobre todo porque era cierto.
Serena se puso de pie; tenía las mejillas coloradas.
–¿Esto, quieres café? Siéntate en mi silla.
–Me quedo de pie, gracias –dijo Seiya, que se retiró para dejar que Serena preparara café.
Al momento ella le pasó una taza de café, mientras se fijaba en los cardenales.
–Lo siento, pero no he sido capaz de quitar la sangre de tu camisa.
–Te ofrecería algo de ropa mía –dijo Blair– Si no estuviera segura de que no te van las lentejuelas.
La oportunidad perfecta. Seiya la aprovechó.
–No estés tan segura.
Se produjo un momento de silencio antes de que Blair arqueara las cejas.
–¿Ah, sí? Jamás me lo habría imaginado.
–Necesito un disfraz.
Serena se apoyó contra la encimera.
–Ya sé. Tienes que salir del edificio sin que te reconozcan…
Blair palmoteó.
–¡Sí! Tengo un par de chinelas que tal vez te quepan. Y un caftán te quedaría bien si te metiéramos un poco de relleno debajo. Y tal vez un turbante. No, mejor no. Demasiado caribeño.
Seiya alzó una mano.
–Espera, espera. No pienso vestirme de mujer.
Blair se desmoronó.
–Pero entonces no tiene gracia la cosa.
–Esto no es por diversión.
–Debo discrepar. Todo en la vida debe hacerse por diversión. La vida es como un cuenco de cerezas. ¿Si no para qué estamos aquí? –contestó Blair.
–¿En qué clase de disfraz estabas pensando, Seiya? ¿En una gorra de béisbol? ¿En gafas de sol?
–Algo más que eso. Más bien en algo semipermanente.
–Pero… –Serena frunció el ceño–. Una vez que te hayas marchado…
Seiya se aclaró la voz.
–He estado pensando.
Miró a Blair, que se había repantigado en el asiento y había cruzado las piernas. Maldición. Aquel transformista era bueno. Aunque no llevaba demasiado maquillaje, parecía una mujer al cien por cien. Seiya miró otra vez a Serena.
–Sé que te dije una noche, pero…
Ella se puso nerviosa.
–¿Necesitas quedarte más tiempo?
–Esa podría ser una buena idea.
–No sé…
–Es para… –Seiya se calló; podría decir que era para protegerla, pero eso lo descubriría–. Me ayudarías a salir de un buen embrollo.
–¿Entonces para qué el disfraz? Podrías quedarte en el apartamento hasta que… –se quedó callada y pestañeó–. Esto, Blair, tal vez podrías ir a tu apartamento y traer algunas cosas. Por si nos hicieran falta.
Blair se puso de pie; estaba tan cerca que pudo oler el perfume del otro hombre.
–¿Cómo qué? Tengo zapatos de tacón alto y Wonderbras de encaje.
Serena le dio un empujón a su vecina.
–Vamos, Blair. Utiliza tu imaginación. He visto tu ropero. Es como una tienda. Se te ocurrirá algo.
–¿Agua oxigenada? –dijo Blair mientras avanzaba por la cocina–. Volveré dentro de diez minutos. ¡Me encanta hacer proyectos!
Seiya espero a que Serena volviera de cerrar la puerta antes de interrogarla sobre Blair.
–¿De verdad que eso es un hombre?
–Yo no he dicho eso.
–Sí que lo has dicho –Seiya dejó su taza de café sobre la mesa–. Has dicho que Blair trabaja en el Pink Banana…
–Sí, pero nunca he dicho que sea un hombre.
–Los travestís suelen serlo.
–Normalmente.
–¿Entonces qué es?
–Es una mujer –Serena sonrió–. Es un show tipo Víctor o Victoria.
–No lo entiendo…
–Es una mujer que se hace pasar por un hombre que a su vez se hace pasar por una mujer. ¿O tal vez sea un hombre que se hace pasar por una mujer que se hace pasar por un hombre?
Seiya sacudió la cabeza.
–¿Quieres decir que nació mujer y se quedó así, sin cirugía plástica ni hormonas?
–Eso es. Pero la gente del espectáculo cree que es un hombre. Un hombre que se hace pasar por una mujer.
–Entiendo. ¿No es eso un engaño?
–Sí. Blair no lo habría hecho de no haber estado desesperada. Ella es actriz, pero no encontró trabajo porque tiene ese aire de travestí, con su altura y ese físico tan espectacular… Bueno, ya me entiendes.
–Claro.
–¿Ya ti te preocupa que ella engañe?
–No, por mí está bien. Yo no tengo nada que ver. Y, cirugía plástica o no, me siento aliviado.
–¿Porque te ha gustado?
–No exactamente –Seiya le echó una mirada rápida.
Mientras él había estado en el cuarto de baño pensando qué hacer, ella se había puesto un traje de chaqueta y un par de zapatos de tacón bajo. El traje no tenía nada de sexy, salvo la percha.
Seiya resopló mientras se peinaba el cabello con los dedos.
–Te he visto cómo la mirabas.
–Reconozco que me estaba extrañando que un hombre pudiera ser tan precioso.
Serena suspiró levemente.
–Espera a que veas a Blair vestida, con el pelo suelto.
Él se acercó a ella, como atraído por un imán, a pesar de que eso fuera una gran indiscreción por su trabajo de policía secreto. Le tocó el hombro.
–No me has dicho todavía por qué te cortaste el pelo, Bombón.
–¿Importa acaso? Tal vez lo haya hecho hace años.
–¿Sí? –no esperó su respuesta–. Te vi un par de veces, ¿sabes? En Scarsdale. Era el Día de Acción de Gracias, y seguramente habrías vuelto a casa de la facultad –le deslizó los dedos por la nuca y a ella se le aceleró el pulso–. Y después un par de años más tarde. Salías de un cine con tu madre. Era verano y llevabas uno de esos vestidos de algodón fino que dejan ver la forma de las piernas. Eso fue… mmm –le dio un masaje en la cabeza–. Tenías el pelo largo entonces, pero recogido. Con una cola de caballo.
–Vaya… –se pasó la lengua por los labios–. ¿Por qué no me dijiste hola?
En ese momento tenía dos empleos mientras tomaba clases nocturnas y esperaba a que aceptaran su solicitud en la academia de policía. Entonces ya sabía que Artemis había dejado caer que sería perfecto para el trabajo de agente secreto. De modo que se había dicho a sí mismo que no tenía sentido iniciar una relación que no podría mantener con Serena.
–No necesitabas a un tipo como yo en tu vida.
Ella se mordió el labio inferior. Su cuerpo tembló, casi imperceptiblemente, hasta que se acercó un poco más y sintió sus acelerados temblores.
–Pero, Seiya, podría haberte ayudado.
–No quería ser tu proyecto.
–¿Entonces qué ha cambiado?
El detuvo sus labios a un centímetro de los de ella.
–Esta situación es seria. No es un juego.
Ella se retiró.
–¡Entonces cuéntamelo todo!
–No necesitas detalles. Si Diamante y Rubeus vuelven…
–Ajá. Sabes cómo se llaman. Maldición.
–Sí.
–Te oí hablar por teléfono anoche.
Él se puso serio rápidamente, calculando cuánto podría contarle o si debería contarle otra historia. Bajo las mentiras que tendría que contarla, sintió la necesidad de impresionarla, pero inmediatamente decidió ignorar ese impulso. Lo más importante era que no sospechara que era un agente secreto.
–Robaste… algo valioso, ¿verdad? Y esos tipos quieren quitártelo, ¿no?
–Tal vez eso sea lo correcto.
Ella aspiró con suspicacia.
–¿Y de pronto decides que quedarte por aquí, disfrazado, es la opción adecuada? Perdóname, pero no tiene sentido.
–Lo tiene si te das cuenta de que estoy intentando protegerte.
Serena aguantó la respiración y retiró la cabeza hacia atrás. Se quedó inmóvil un momento y entonces se tapó la boca con la mano.
–Entiendo –lo miró con intensidad–. ¿Cómo vas a poder ayudarme si vuelven?
Él se encogió de hombros.
Ella paseó la mirada por sus hombros desnudos, por el cuerpo vendado, por los vaqueros y hasta los pies cubiertos con unos calcetines. Seiya sintió calor bajo su escrutinio.
–¿Llevas pistola? –le preguntó ella.
–No.
Eso era cierto. Tampoco llevaba carné de identidad o su arma cuando estaba trabajando, a no ser que fuera con micrófonos al final de una operación. El Gordo conocía todos los trucos.
–¿Me lo prometes? –le dijo Serena.
Le asombró que confiara en él.
–No llevo pistola –repitió, alzando la mano como lo haría un Boy Scout.
–Porque yo no creo en las armas.
–No tiene uno elección. Las armas no son hadas madrinas.
Ella hizo una mueca.
–Ya sabes a lo que me refiero. No quiero tiroteos en mi casa. Ni tampoco peleas.
–¿Y decir palabrotas?
–Cállate.
–¿Escupir?
–Pensaba que esto no era una broma.
–No lo es –la agarró de los brazos–. No sé qué demonios estoy haciendo. Esto podría ser un error, implicarte en esto. Pero no puedo dejarte sola, sobre todo ahora que sabes demasiado –maldijo sin esperar a que ella le diera permiso–. Podrías estar en peligro, me quede o no.
Ella se acercó a él y le puso las manos en el pecho.
–Entonces quédate –lo miró a los ojos–. Si me permites decidir mi propio futuro, entonces quiero que te quedes.
–Esto es una locura –dijo antes de besarla.
Serena tenía los labios suaves y vulnerables. Ella creía que él era un ladrón, y sin embargo ni siquiera intentó apartase de él. Ni tampoco cuando la abrazó con más fuerza, ni cuando le plantó las manos en el trasero, moldeándolas a sus curvas gloriosas; ni al fin cuando le pasó la lengua por la boca con avidez. Ella sólo entreabrió un poco más los labios y emitió un leve gemido que encendió aún más su deseo.
Un deseo lo bastante fuerte para derribarlo… sobre una cama.
–Espera un momento –le puso las manos en la cintura para empujarla levemente, a pesar de que la sensación de aquellos pechos turgentes sobre el suyo era la mejor que había experimentado en muchos años; ella era un consuelo, y deseaba eso tanto como la intimidad erótica que prometían sus muslos sensuales.
Su dureza sobre su suavidad. Maldición.
–Olvida el disfraz –le dijo con voz ronca–. Me largo de aquí.
–¿Tienes miedo? –le dijo cuándo iba de camino al salón.
Su voz era suave pero provocativa. Desafiante.
–De ti no –se dominó para no demostrarle lo que sentía–. Por ti.
–No –dijo mientras se pasaba los nudillos de una mano por el escote–. Tienes miedo de lo que está pasando entre nosotros. No te culpo. A mí también me da miedo. Seguramente sabrás lo enamorada que estaba de ti en el instituto. Y, bueno, tengo que reconocer que fui a la reunión esperando que fueras tú también. Pero nos da miedo porque ahora es distinto y… y… –lo miró a la cara y a los labios–. Y libres de hacer nuestra voluntad.
De pronto se dio cuenta de que no era posible saber si correría más peligro con él o sin él. Si no estaba él y Diamante y Rubeus regresaban; parecería inocente. Mientras que no supieran que ella lo había escondido; y mientras no supieran que ella sabía cosas y se pusieran duros con ella para sonsacarla. Era un riesgo.
Seiya prefirió la opción de estar con ella para controlar la situación. El problema era que también se tendría que controlar él mismo.
Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
–¿Confías en mí? –le susurró Serena al oído.
–Tengo que hacerlo, ¿no?
–Después del primer corte, lo harás –dio unos tijeretazos en el aire–. Habla ahora, o calla para siempre.
Serena miró a Blair, que estaba en el salón, al otro lado del pasillo, escogiendo ropa de un montón que había llevado. Ninguna de las prendas parecía apropiada.
–Dijiste que no llevas pistola.
–Bromeaba.
–¿Sí, pero sobre qué?
Levantó un mechón de pelo y lo cortó pegado al cuero cabelludo. Estaba claro que a Seiya un corte de pelo no le resultaba tan traumático. Desde luego tenía el pelo muy bonito. Seguía siendo del mismo color negro azabache que años atrás, también espeso y sus mechones destacaban bajo la luz de la cocina.
Trabajó con rapidez, dejando que los mechones de cabello cayeran al suelo. Seiya había sacado el bote de agua oxigenada que Blair le había llevado junto con una máquina afeitadora. Él había preferido quedarse calvo a ponerse rubio. A Serena le daba lo mismo. Y Blair, que era la experta, había dicho que el pelo al cero iría con el look que estaba ideando para él.
–No sé por qué no te puedes quedar aquí en mi apartamento mientras me voy a trabajar –dijo mientras le echaba la cabeza hacia delante para cortarle la parte de atrás.
–Creo que hoy lo haré. Quiero ver si Diamante vuelve.
–Entonces no necesitas el disfraz.
–Bueno. Tal vez salga.
–No lo hagas. Quédate aquí y estarás a salvo.
–Si me quedo aquí podría ser peor.
Ella suspiró y continuó cortando.
–¿Y por qué iban a volver?
–Te comportaste de un modo sospechoso.
–¡No es verdad! Estuve muy tranquila. Teniendo en cuenta lo que había pasado –dijo entre dientes.
–De un modo lo bastante sospechoso como para que te recuerden. Debería haberte dicho que abrieras la puerta cuando llamaron la primera vez.
Ella se retiró para ver cómo le había quedado el corte. No estaba mal para una aficionada.
–¿Por qué están detrás de ti, exactamente? –quería saber si confiaba en ella lo suficiente para contarle lo del rubí.
Blair los interrumpió al entrar en la cocina con las botas de Seiya en la mano.
–¡Tenemos que deshacernos de esto! ¿Estuviste metido en un basurero anoche?
Se puso de pie inmediatamente y le arrebató las botas; pero al instante adoptó una expresión de pesar al ver que ella levantaba las manos.
–Lo siento –dijo Seiya–, pero creo que me las voy a quedar.
Blair se pasó la mano por la cabeza.
–Supongo que tienes que hacerlo. No tenemos otro calzado apropiado.
–O inapropiado –dijo Serena.
–¿Entonces no cuentas con mis zapatos de tacón de aguja?
–Para Seiya no.
–Para Seiya desde luego que no –dijo él mientras metía la mano en una de las botas–. Recuerda, no voy a hacer un espectáculo de travestís.
Blair le acarició la barbilla.
–Jamás pasarías por un travestí, ni siquiera recién afeitado.
Serena observó mientras Blair enganchaba a Seiya del cinturón y tiraba de él hacia el salón. Llevaba un top de cuello alto de Gucci de los años setenta y unos pantalones ceñidos que le marcaban las piernas largas. Desde que Seiya sabía que no era un hombre, sonreía cada vez que la miraba.
–Somos casi de la misma altura, de modo que creo que estos pantalones te cabrán –Blair le pasó un par de pantalones de campana con rayas verticales en tonos marrón, naranja y azul pastel. Echó a un lado una boa de plumas y una trenca de piel vuelta–. Y aquí tengo una camiseta.
–Es rosa –dijo Seiya mientras dejaba las botas debajo del sofá–. Y con lentejuelas.
–Malva. Y no son lentejuelas. Son circonitas.
Seiya estaba horrorizado.
–No pienso ponerme esto.
Blair puso las manos en jarras y lo miró de arriba abajo, como si él fuera un muñeco.
–¡Bah! Ponte en mis manos y déjate de tonterías. Sé lo que hago. Nadie te reconocerá cuando hayamos terminado. Absolutamente nadie. Serena, cariño, ¿qué has hecho con el agua oxigenada?
–Está junto a la pila de la cocina–-dijo, sintiéndose invisible.
Blair sonreía a Seiya mientras se frotaba las manos.
–Fenomenal, lo haremos ahí.
–No –dijo él, muerto de risa mientras se echaba hacia atrás.
Ella lo persiguió, muerta también de risa cuando lo arrinconó al lado del frigorífico. Lo empujó contra la puerta y se volvió para abrir el grifo del agua.
–No seas niño... sólo es el pelo. Dentro de un par de semanas te saldrá otra vez la raíz.
–Bombón, ayúdame –le dijo mientras Blair lo empujaba y tiraba de él hacia el fregadero.
Serena estaba lista, con una toalla roja en la mano.
–No le mojes las vendas –dijo, reprendiéndose al momento para sus adentros por mostrarse tan recelosa.
Blair se echó a reír y le metió la cabeza debajo del grifo.
No sé ustedes, pero yo estoy ansiosa en ver como quedara Seiya después de la ayuda de Serena y Blair en su disfraz para que pase desapercibido... :[Jujuju]: y sobretodo pueda quedarse con Serena. Ya veremos en el siguiente capitulo el cambio de imagen que tendra nuestro pelinegro favorito.
Me despido por ahora esperando que les haya gustado el capítulo de hoy, como siempre, les pido que no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Muchos saludos para todos y ¡nos vemos en el proximo capitulo!
XOXO
Serenity
–Tengo que hacerlo, ¿no?
–Después del primer corte, lo harás –dio unos tijeretazos en el aire–. Habla ahora, o calla para siempre.
Serena miró a Blair, que estaba en el salón, al otro lado del pasillo, escogiendo ropa de un montón que había llevado. Ninguna de las prendas parecía apropiada.
–Dijiste que no llevas pistola.
–Bromeaba.
–¿Sí, pero sobre qué?
Levantó un mechón de pelo y lo cortó pegado al cuero cabelludo. Estaba claro que a Seiya un corte de pelo no le resultaba tan traumático. Desde luego tenía el pelo muy bonito. Seguía siendo del mismo color negro azabache que años atrás, también espeso y sus mechones destacaban bajo la luz de la cocina.
Trabajó con rapidez, dejando que los mechones de cabello cayeran al suelo. Seiya había sacado el bote de agua oxigenada que Blair le había llevado junto con una máquina afeitadora. Él había preferido quedarse calvo a ponerse rubio. A Serena le daba lo mismo. Y Blair, que era la experta, había dicho que el pelo al cero iría con el look que estaba ideando para él.
–No sé por qué no te puedes quedar aquí en mi apartamento mientras me voy a trabajar –dijo mientras le echaba la cabeza hacia delante para cortarle la parte de atrás.
–Creo que hoy lo haré. Quiero ver si Diamante vuelve.
–Entonces no necesitas el disfraz.
–Bueno. Tal vez salga.
–No lo hagas. Quédate aquí y estarás a salvo.
–Si me quedo aquí podría ser peor.
Ella suspiró y continuó cortando.
–¿Y por qué iban a volver?
–Te comportaste de un modo sospechoso.
–¡No es verdad! Estuve muy tranquila. Teniendo en cuenta lo que había pasado –dijo entre dientes.
–De un modo lo bastante sospechoso como para que te recuerden. Debería haberte dicho que abrieras la puerta cuando llamaron la primera vez.
Ella se retiró para ver cómo le había quedado el corte. No estaba mal para una aficionada.
–¿Por qué están detrás de ti, exactamente? –quería saber si confiaba en ella lo suficiente para contarle lo del rubí.
Blair los interrumpió al entrar en la cocina con las botas de Seiya en la mano.
–¡Tenemos que deshacernos de esto! ¿Estuviste metido en un basurero anoche?
Se puso de pie inmediatamente y le arrebató las botas; pero al instante adoptó una expresión de pesar al ver que ella levantaba las manos.
–Lo siento –dijo Seiya–, pero creo que me las voy a quedar.
Blair se pasó la mano por la cabeza.
–Supongo que tienes que hacerlo. No tenemos otro calzado apropiado.
–O inapropiado –dijo Serena.
–¿Entonces no cuentas con mis zapatos de tacón de aguja?
–Para Seiya no.
–Para Seiya desde luego que no –dijo él mientras metía la mano en una de las botas–. Recuerda, no voy a hacer un espectáculo de travestís.
Blair le acarició la barbilla.
–Jamás pasarías por un travestí, ni siquiera recién afeitado.
Serena observó mientras Blair enganchaba a Seiya del cinturón y tiraba de él hacia el salón. Llevaba un top de cuello alto de Gucci de los años setenta y unos pantalones ceñidos que le marcaban las piernas largas. Desde que Seiya sabía que no era un hombre, sonreía cada vez que la miraba.
–Somos casi de la misma altura, de modo que creo que estos pantalones te cabrán –Blair le pasó un par de pantalones de campana con rayas verticales en tonos marrón, naranja y azul pastel. Echó a un lado una boa de plumas y una trenca de piel vuelta–. Y aquí tengo una camiseta.
–Es rosa –dijo Seiya mientras dejaba las botas debajo del sofá–. Y con lentejuelas.
–Malva. Y no son lentejuelas. Son circonitas.
Seiya estaba horrorizado.
–No pienso ponerme esto.
Blair puso las manos en jarras y lo miró de arriba abajo, como si él fuera un muñeco.
–¡Bah! Ponte en mis manos y déjate de tonterías. Sé lo que hago. Nadie te reconocerá cuando hayamos terminado. Absolutamente nadie. Serena, cariño, ¿qué has hecho con el agua oxigenada?
–Está junto a la pila de la cocina–-dijo, sintiéndose invisible.
Blair sonreía a Seiya mientras se frotaba las manos.
–Fenomenal, lo haremos ahí.
–No –dijo él, muerto de risa mientras se echaba hacia atrás.
Ella lo persiguió, muerta también de risa cuando lo arrinconó al lado del frigorífico. Lo empujó contra la puerta y se volvió para abrir el grifo del agua.
–No seas niño... sólo es el pelo. Dentro de un par de semanas te saldrá otra vez la raíz.
–Bombón, ayúdame –le dijo mientras Blair lo empujaba y tiraba de él hacia el fregadero.
Serena estaba lista, con una toalla roja en la mano.
–No le mojes las vendas –dijo, reprendiéndose al momento para sus adentros por mostrarse tan recelosa.
Blair se echó a reír y le metió la cabeza debajo del grifo.
No sé ustedes, pero yo estoy ansiosa en ver como quedara Seiya después de la ayuda de Serena y Blair en su disfraz para que pase desapercibido... :[Jujuju]: y sobretodo pueda quedarse con Serena. Ya veremos en el siguiente capitulo el cambio de imagen que tendra nuestro pelinegro favorito.
Me despido por ahora esperando que les haya gustado el capítulo de hoy, como siempre, les pido que no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Muchos saludos para todos y ¡nos vemos en el proximo capitulo!
XOXO
Serenity
Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
Ay nO puedo creer que Blair era mujer jaja y seiya no puede ocultar cierta fascinación que tiene x ella, es como una rara atracción, sinceramente con lo que dices que le están haciendo a seiya me es imposible imaginarlo jajaja muero x saber como es que resultara todo esto y además quiero saber que pasara cuando Blair se vaya y los deje de nuevo solos jajaja muy buen capítulo ya quiero leer lo que sigue, cuidate serenity un saludito!!
Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
Serenity!!!
Me da un gusto enorme que estes escribiendo nuevos fic's!!! Y creeme que "Algo dulce" me esta fascinando!!! Que gran comienzo de historia me encanta!!! Pero espero puedas actualizar pronto!!!
De nueva cuenta agradezco que me hayas informado de tus nuevos fic's y espero con ansias el siguiente capitulo.
Saludos!!!
Me da un gusto enorme que estes escribiendo nuevos fic's!!! Y creeme que "Algo dulce" me esta fascinando!!! Que gran comienzo de historia me encanta!!! Pero espero puedas actualizar pronto!!!
De nueva cuenta agradezco que me hayas informado de tus nuevos fic's y espero con ansias el siguiente capitulo.
Saludos!!!
MaRyMG- Sailor Scout
- Mensajes : 62
Edad : 34
Sexo :
Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
Me encantó, de verdad. Pero cómo raparon a mi pobre Seiya :( Pucha, por qué no le dice a Serena la verdad. Yo creo que a la larga tendrá que cambiar de trabajo y atender la dulcería con Serena.
natu_rw- Sailor Inner Scout
- Mensajes : 180
Edad : 34
Sexo :
Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
"A los usuarios de Sailor Moon Foro":
Con motivo de la reorganización de la sección de Fan Fics y con el afán, de hacerles de este un mejor lugar para que publiquen, encuentren los Fics de su preferencia, asi como asegurar el termino de los fics que se publican y no dejar a los lectores a medias, les solicitamos que tomen en cuenta lo siguiente:
Cada escritora podrá tener abiertos de tres a cuatro Fics, y deberán actualizarlos en no mas de 6 meses.
Si la autora no actualiza en el tiempo determinado se hará acreedora de una sanción a criterio de la moderadora que implica desde no poder publicar un fic en determinado tiempo, hasta el cierre del mismo.
No se contaran los one-shot y en cuanto terminen uno podrán seguir abriendo otro tema.
Por esto pedimos a los escritores que tengan mas de cuatro Fics en curso que nos indiquen si los terminaran o los cerramos. En caso de no cumplir, se cerraran los Fics que han tardado en actualizar hasta que cada autor cuente con no mas de 4 Fics.
Les agradecemos de ante mano su colaboración para que juntos hagamos un mejor lugar en cada categoría de la sección de Fan Fics.
Atentamente:
Modera fics."
Con motivo de la reorganización de la sección de Fan Fics y con el afán, de hacerles de este un mejor lugar para que publiquen, encuentren los Fics de su preferencia, asi como asegurar el termino de los fics que se publican y no dejar a los lectores a medias, les solicitamos que tomen en cuenta lo siguiente:
Cada escritora podrá tener abiertos de tres a cuatro Fics, y deberán actualizarlos en no mas de 6 meses.
Si la autora no actualiza en el tiempo determinado se hará acreedora de una sanción a criterio de la moderadora que implica desde no poder publicar un fic en determinado tiempo, hasta el cierre del mismo.
No se contaran los one-shot y en cuanto terminen uno podrán seguir abriendo otro tema.
Por esto pedimos a los escritores que tengan mas de cuatro Fics en curso que nos indiquen si los terminaran o los cerramos. En caso de no cumplir, se cerraran los Fics que han tardado en actualizar hasta que cada autor cuente con no mas de 4 Fics.
Les agradecemos de ante mano su colaboración para que juntos hagamos un mejor lugar en cada categoría de la sección de Fan Fics.
Atentamente:
Modera fics."
S.cosmos- Neo Reina Serena
- Mensajes : 8294
Edad : 37
Sexo :
Re: Algo Dulce [S/S] UA - Terminado
¡Hola!
¡Mil gracias a todas por sus comentarios! ¡Me alegra muchisimo que les haya gustado el capitulo anterior!
Bueno, yo sé que todas hemos estado divagando respecto al "cambio de imagen de Seiya" :[Jujuju]: ¡Y por fin veremos como queda con su nuevo look! Y por supuesto, como avanzan las cosas entre él y Serena
¡Espero que disfruten de este capitulo!
Capitulo 5
–¿Qué estás buscando? –le preguntó Seiya a Serena.
La agarró del brazo para que caminara más deprisa hacia la estación.
Estaba buscando el folleto de la reunión de antiguos alumnos en el suelo. Había decidido esa mañana que no debería haberlo tirado. A ella le gustaba tanto guardar recuerdos. Resultaba curioso las vueltas que daba la vida cuando uno menos se lo esperaba. Le daba gracias a Dios por Mina y la apuesta que habían hecho, por el anillo de compromiso de su abuela. De no haber sido por eso, tal vez jamás se habría animado a cambiar de imagen de pies a cabeza. Entonces no habría asistido a la reunión y se habría perdido la emoción de encontrarse con Seiya en plena calle la noche pasada.
¿Estaría loca por haberle gustado su "ataque"?
¿Por querer que se quedara, a pesar de los delitos que hubiera cometido y del peligro que corría ella?
Seiya urgió a Serena a que continuara, diciendo que la mejor manera de esconderse en pleno día era actuar con la mayor naturalidad posible. La estaba acompañando al trabajo, después de decidir que el disfraz de Blair era tan bueno que los tipejos que lo perseguían no lo reconocerían ni aunque estuvieran cara a cara con él.
Aunque su aspecto era todo menos normal, lo cierto era que no podía dejar de darle la razón. Ni ella misma lo habría reconocido. Afortunadamente, los tipos extravagantes abundaban en Nueva York.
Aparte de sus botas y su ropa interior, todo lo demás había cambiado. Después del corte y del tinte, el pelo le había quedado corto y de punta, y de un tono amarillo anaranjado. Los pantalones de campana y la camiseta de chica contrastaban con las botas y el pesado cinturón lleno de cromo, cadenas y cuero negro. Seiya habría querido ponerse su cazadora de cuero negro; aunque después de la lluvia de la noche anterior hiciera un día primaveral.
Blair le había hecho unos tatuajes en los brazos con pintura especial para el cuerpo con un set de henna. Le había puesto unas gafas de sol de lentes azules y montura azul brillante y había añadido grosor a su estómago con una prótesis de gomaespuma para disimular su estómago plano. Un estupendo trabajo de maquillaje terminó por ocultar las cicatrices y los cardenales, aunque cualquiera que se acercara lo bastante vería el ojo morado a pesar del maquillaje.
Para sus adentros pensó que se parecía a la mayoría de los amigos de Blair del Pink Banana, es decir, que parecía gay. Pero a Seiya le había dicho que era como un roquero elegante, y que no iba demasiado fuera de tono para aquel barrio de Chelsea.
Se sorprendió de lo fácilmente que había aceptado disfrazarse, a pesar de los gruñidos y protestas de rigor. Que estuviera dispuesto a salir en público le resultó aún más asombroso. O bien tenía una fuerte vena artística, o mucho empeño en protegerla.
La amenaza, por lo tanto debía de ser real. Dejó de fijarse en las alcantarillas y empezó a mirar a su alrededor.
Seiya le dio un apretón en el brazo y se pegó un poco más a ella.
–No seas tan descarada.
–Tú precisamente no estás en posición de decir eso.
–Camina normalmente, como si fuera cualquier otro día.
–Sí. Elton John siempre me acompaña al trabajo.
Seiya sonrió. Blair le había dado un par de lentillas marrones para oscurecer el color de sus ojos, pero seguían siendo igual de bonitos.
–¿Vas a llegar tarde por mi culpa?
–No pasa nada. La Cosita Más Dulce no abre hasta las diez. Los fines de semana un poco más temprano.
–Allí estarás segura.
Ella asintió.
–Estamos en medio de Greenwhich Village, rodeados de cafeterías y galerías de arte. En realidad –aminoró el paso y lo miró.
–¿Qué?
–Encajarás enseguida. Mi tienda de caramelos es muy colorida. Puedes quedarte por allí si quieres.
Él dejó de sonreír.
–Tengo cosas que hacer. Ver a varias personas –Seiya miró hacia atrás–. Sigue caminando.
Serena tuvo ganas de darse la vuelta, pero él le apretó el brazo y le dijo:
–No mires, sólo continúa caminando.
Le obedeció, pero sintió un escalofrío en la nuca.
–¿Quién es? –le susurró.
–Dos hombres en un Buick que está aparcado cerca del final de tu calle. Uno de ellos parece estar leyendo el periódico, pero creo que están vigilando la manzana. No estoy seguro de si están específicamente detrás de nosotros.
A Serena se le aceleró el pulso. Le dio la mano a Seiya para sentirse más segura.
Él apenas se percató. Estaban en la esquina, esperando junto a un pequeño grupo de personas a que se abriera el disco. Serena estaba entre Seiya y el coche. Él se asomó con cuidado por detrás de ella, y sintió que se ponía tenso.
–Maldición, ese es Rubeus.
Continuó mirando hacia delante con gran esfuerzo.
–Esto es lo que vamos a hacer –dijo Seiya en tono tranquilo mientras cruzaban la calle junto a otros peatones–. Olvídate del metro. Un taxi es más seguro. Quiero que pares uno. Pero no vuelvas la cabeza o les alertarás.
–¿No vas a venir conmigo?
–Voy a dar la vuelta para asegurarme de que no nos siguen.
–¿Cómo vas a merodear por aquí con esa indumentaria?
–Buena pregunta. ¿Podrías darme la llave de la puerta de servicio de tu apartamento?
Se detuvo, haciendo tiempo mientras paraba un taxi. Echó una mirada rápida hacia el vehículo sospechoso. No vio ningún Buick, pero tampoco podía quedarse mirando.
Una oleada de incertidumbre la invadió. ¿Podría confiar en él? Seiya era su amigo, aunque no lo veía desde hacía años, pero también era un ladrón.
La ayudó a entrar en el taxi y entonces se acercó a ella.
–No te robaré nada, Bombón –las lentes coloreadas no ocultaron la sinceridad de su mirada.
El estúpido atuendo y el pelo teñido tampoco le restaban masculinidad. Ella se sofocó.
–Eso lo sé. Pero hay un muro con una verja cerrada con un candado; vas a necesitar también esa llave... –balbuceó.
Sacó el llavero del bolso, retiró las llaves que necesitaba Seiya y se quedó con las demás.
–¿Qué vas a hacer?
Sonó un claxon. El taxista tocó también el suyo y agitó la mano por la ventana.
–Vigilar un poco.
–¿Desde mi apartamento?
–Ya veremos. Tú vete a trabajar. Ten cuidado, pero no te preocupes. No parece que estén detrás de ti. Estaré en contacto.
¿Quería decir que la dejaba allí? ¿Así sin más? Rápidamente sacó una de sus tarjetas de visita y se la puso en la mano mientras él cerraba la puerta del taxi.
–Por favor, llámame.
Él no contestó. Simplemente se apartó del vehículo, pero se quedó con la tarjeta.
El taxi se perdió entre el tráfico. El conductor le preguntó dónde quería ir. Pero ella no fue capaz de contestar. Tenía el corazón desbocado, observando a Seiya mientras desaparecía entre los peatones de la atestada acera. Estuvo segura de que no volvería a verlo.
¡Mil gracias a todas por sus comentarios! ¡Me alegra muchisimo que les haya gustado el capitulo anterior!
Bueno, yo sé que todas hemos estado divagando respecto al "cambio de imagen de Seiya" :[Jujuju]: ¡Y por fin veremos como queda con su nuevo look! Y por supuesto, como avanzan las cosas entre él y Serena
¡Espero que disfruten de este capitulo!
Capitulo 5
–¿Qué estás buscando? –le preguntó Seiya a Serena.
La agarró del brazo para que caminara más deprisa hacia la estación.
Estaba buscando el folleto de la reunión de antiguos alumnos en el suelo. Había decidido esa mañana que no debería haberlo tirado. A ella le gustaba tanto guardar recuerdos. Resultaba curioso las vueltas que daba la vida cuando uno menos se lo esperaba. Le daba gracias a Dios por Mina y la apuesta que habían hecho, por el anillo de compromiso de su abuela. De no haber sido por eso, tal vez jamás se habría animado a cambiar de imagen de pies a cabeza. Entonces no habría asistido a la reunión y se habría perdido la emoción de encontrarse con Seiya en plena calle la noche pasada.
¿Estaría loca por haberle gustado su "ataque"?
¿Por querer que se quedara, a pesar de los delitos que hubiera cometido y del peligro que corría ella?
Seiya urgió a Serena a que continuara, diciendo que la mejor manera de esconderse en pleno día era actuar con la mayor naturalidad posible. La estaba acompañando al trabajo, después de decidir que el disfraz de Blair era tan bueno que los tipejos que lo perseguían no lo reconocerían ni aunque estuvieran cara a cara con él.
Aunque su aspecto era todo menos normal, lo cierto era que no podía dejar de darle la razón. Ni ella misma lo habría reconocido. Afortunadamente, los tipos extravagantes abundaban en Nueva York.
Aparte de sus botas y su ropa interior, todo lo demás había cambiado. Después del corte y del tinte, el pelo le había quedado corto y de punta, y de un tono amarillo anaranjado. Los pantalones de campana y la camiseta de chica contrastaban con las botas y el pesado cinturón lleno de cromo, cadenas y cuero negro. Seiya habría querido ponerse su cazadora de cuero negro; aunque después de la lluvia de la noche anterior hiciera un día primaveral.
Blair le había hecho unos tatuajes en los brazos con pintura especial para el cuerpo con un set de henna. Le había puesto unas gafas de sol de lentes azules y montura azul brillante y había añadido grosor a su estómago con una prótesis de gomaespuma para disimular su estómago plano. Un estupendo trabajo de maquillaje terminó por ocultar las cicatrices y los cardenales, aunque cualquiera que se acercara lo bastante vería el ojo morado a pesar del maquillaje.
Para sus adentros pensó que se parecía a la mayoría de los amigos de Blair del Pink Banana, es decir, que parecía gay. Pero a Seiya le había dicho que era como un roquero elegante, y que no iba demasiado fuera de tono para aquel barrio de Chelsea.
Se sorprendió de lo fácilmente que había aceptado disfrazarse, a pesar de los gruñidos y protestas de rigor. Que estuviera dispuesto a salir en público le resultó aún más asombroso. O bien tenía una fuerte vena artística, o mucho empeño en protegerla.
La amenaza, por lo tanto debía de ser real. Dejó de fijarse en las alcantarillas y empezó a mirar a su alrededor.
Seiya le dio un apretón en el brazo y se pegó un poco más a ella.
–No seas tan descarada.
–Tú precisamente no estás en posición de decir eso.
–Camina normalmente, como si fuera cualquier otro día.
–Sí. Elton John siempre me acompaña al trabajo.
Seiya sonrió. Blair le había dado un par de lentillas marrones para oscurecer el color de sus ojos, pero seguían siendo igual de bonitos.
–¿Vas a llegar tarde por mi culpa?
–No pasa nada. La Cosita Más Dulce no abre hasta las diez. Los fines de semana un poco más temprano.
–Allí estarás segura.
Ella asintió.
–Estamos en medio de Greenwhich Village, rodeados de cafeterías y galerías de arte. En realidad –aminoró el paso y lo miró.
–¿Qué?
–Encajarás enseguida. Mi tienda de caramelos es muy colorida. Puedes quedarte por allí si quieres.
Él dejó de sonreír.
–Tengo cosas que hacer. Ver a varias personas –Seiya miró hacia atrás–. Sigue caminando.
Serena tuvo ganas de darse la vuelta, pero él le apretó el brazo y le dijo:
–No mires, sólo continúa caminando.
Le obedeció, pero sintió un escalofrío en la nuca.
–¿Quién es? –le susurró.
–Dos hombres en un Buick que está aparcado cerca del final de tu calle. Uno de ellos parece estar leyendo el periódico, pero creo que están vigilando la manzana. No estoy seguro de si están específicamente detrás de nosotros.
A Serena se le aceleró el pulso. Le dio la mano a Seiya para sentirse más segura.
Él apenas se percató. Estaban en la esquina, esperando junto a un pequeño grupo de personas a que se abriera el disco. Serena estaba entre Seiya y el coche. Él se asomó con cuidado por detrás de ella, y sintió que se ponía tenso.
–Maldición, ese es Rubeus.
Continuó mirando hacia delante con gran esfuerzo.
–Esto es lo que vamos a hacer –dijo Seiya en tono tranquilo mientras cruzaban la calle junto a otros peatones–. Olvídate del metro. Un taxi es más seguro. Quiero que pares uno. Pero no vuelvas la cabeza o les alertarás.
–¿No vas a venir conmigo?
–Voy a dar la vuelta para asegurarme de que no nos siguen.
–¿Cómo vas a merodear por aquí con esa indumentaria?
–Buena pregunta. ¿Podrías darme la llave de la puerta de servicio de tu apartamento?
Se detuvo, haciendo tiempo mientras paraba un taxi. Echó una mirada rápida hacia el vehículo sospechoso. No vio ningún Buick, pero tampoco podía quedarse mirando.
Una oleada de incertidumbre la invadió. ¿Podría confiar en él? Seiya era su amigo, aunque no lo veía desde hacía años, pero también era un ladrón.
La ayudó a entrar en el taxi y entonces se acercó a ella.
–No te robaré nada, Bombón –las lentes coloreadas no ocultaron la sinceridad de su mirada.
El estúpido atuendo y el pelo teñido tampoco le restaban masculinidad. Ella se sofocó.
–Eso lo sé. Pero hay un muro con una verja cerrada con un candado; vas a necesitar también esa llave... –balbuceó.
Sacó el llavero del bolso, retiró las llaves que necesitaba Seiya y se quedó con las demás.
–¿Qué vas a hacer?
Sonó un claxon. El taxista tocó también el suyo y agitó la mano por la ventana.
–Vigilar un poco.
–¿Desde mi apartamento?
–Ya veremos. Tú vete a trabajar. Ten cuidado, pero no te preocupes. No parece que estén detrás de ti. Estaré en contacto.
¿Quería decir que la dejaba allí? ¿Así sin más? Rápidamente sacó una de sus tarjetas de visita y se la puso en la mano mientras él cerraba la puerta del taxi.
–Por favor, llámame.
Él no contestó. Simplemente se apartó del vehículo, pero se quedó con la tarjeta.
El taxi se perdió entre el tráfico. El conductor le preguntó dónde quería ir. Pero ella no fue capaz de contestar. Tenía el corazón desbocado, observando a Seiya mientras desaparecía entre los peatones de la atestada acera. Estuvo segura de que no volvería a verlo.
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