Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
Página 1 de 5. • Comparte
Página 1 de 5. • 1, 2, 3, 4, 5
Los Puentes de Madison [UA]
Bueno si alguna leyo este libro o vio la pelicula espero que les guste como hice la adaptacion, si les gusta de que trata la historia haganmenlo saber y continuo haciendolo.
Bien aclarado esto les dejo el prologo besitossss
Adaptación de: Los puentes de Madison County
Autor: Robert James Waller
Esta historia no me pertenece, le hice modificaciones para adaptarla a la serie de anime cuyos personajes tampoco me pertenecen, esto es solo para distracción.
Algunas canciones llegan de las praderas de flores azules, libres del polvo de mil caminos. Ésta es una de ellas. A última hora de una tarde de otoño del 2010 estoy sentada ante mi escritorio, mirando el titilar del cursor en la pantalla del ordenador, cuando suena el teléfono.
Me llama un tal Mamoru Chiba, que antes vivía en Iowa y ahora vive en Florida. Un amigo de Iowa le ha enviado uno de mis libros. Mamoru Chiba lo ha leído, también su hermana Rini Chiba, y tienen una historia que podría interesarme. están dispuestos a viajar a Iowa para hablarme de ello.
Me intriga que estén dispuestos a hacer ese esfuerzo a pesar de mi escepticismo sobre estos ofrecimientos. De manera que acepto encontrarme con ellos en Des Moines la semana siguiente.
Nos vemos por primera vez en un hotel de la cadena «Holiday Inn» cerca del aeropuerto, disminuye gradualmente la tensión, y ahí están los dos, sentados frente a mí, mientras fuera cae la tarde y nieva suavemente.
Me arrancan una promesa: si decido no escribir la historia, debo dar mi palabra de que nunca revelaré lo que tuvo lugar en Madison County, Iowa, en 1986, ni otros acontecimientos relacionados que ocurrieron durante los siguientes veinticuatro años. Muy bien, es razonable. Al fin y al cabo la historia es suya, no mía.
De manera que me limito a escuchar. Escucho muy atentamente, y hago preguntas difíciles. Y ellos hablan. Hablan y hablan y hablan. En ciertos momentos, Rini llora abiertamente y Mamoru se esfuerza por no hacerlo. Me muestran documentos y recortes de revistas, y una serie de cuadernos escritos por su madre, Serena.
El camarero va y viene. Pedimos más café. Mientras hablan, comienzo a ver imágenes. Primero hay que formarse imágenes, luego vienen las palabras. Y comienzo a oír las palabras, a verlas escritas en el papel. Poco después de medianoche acepto escribir la historia. O al menos intentarlo.
Les costó tomar la decisión de hacer pública la historia. Las circunstancias son delicadas, involucran a su madre y, más tangencialmente, a su padre. Mamoru y Rini admitían que divulgar estos hechos podía desatar habladurías groseras y manchar la memoria de Darien y Serena Chiba.
Durante mi investigación y mientras escribía el texto, solicité tres reuniones más con Mamoru y Rini. En cada ocasión, y sin ninguna protesta, viajaron a Iowa. Deseaban fervientemente que se narrara la historia con toda exactitud. Unas veces simplemente hablábamos; otras recorríamos lentamente los caminos de Madison, mientras ellos me señalaban los lugares que habían tenido un papel significativo.
Además de utilizar la ayuda que me proporcionaron Mamoru y Rini, este relato está basado en la información encontrada en los cuadernos de Serena Chiba; en la investigación realizada en el noroeste de los Estados Unidos, particularmente en Seattle y Bellingham, en el estado de Washington; en la indagación efectuada, sin que trascendiera, en Madison, estado de Iowa.
También me he inspirado en los ensayos fotográficos de Seiya Kou; y en los detalles complementarios que me dieron los editores de las revistas y los fabricantes de películas y equipo fotográfico.
Por fin, mantuve largas y enriquecedoras conversaciones con varios ancianos encantadores en la residencia del condado de Barnesville, en el estado de Ohio, que recordaban a Kou desde su infancia.
A pesar del esfuerzo en la investigación, quedan incógnitas. En esos casos he agregado algo de mi propia imaginación, pero sólo cuando podía deducirlo de mi íntimo conocimiento de Serena y Seiya, a los que había ido descubriendo poco a poco. Confío en haber llegado muy cerca de lo que realmente sucedió.
Pero desconozco, por ejemplo, los pormenores de un viaje que hizo Seiya Kou por el norte de los Estados Unidos. Sabemos que lo realizó por una serie de fotografías que luego se publicaron, notas manuscritas que dejó al editor de una revista y una breve mención que aparece en los cuadernos de Serena Chiba. Usando estas fuentes como guía, creo haber adivinado el camino que tomó desde Bellingham hasta Madison County en agosto de 1986.
Sin embargo, tratar de capturar la esencia de Kou fue la parte más exigente de mi investigación y de la escritura del texto. Es una figura esquiva. A veces parece común y corriente, otras etéreo y hasta espectral. En su trabajo era un profesional consumado. Sin embargo, se veía a sí mismo corno una especie de animal salvaje que se estaba quedando anticuado en un mundo cada vez más ordenado.
Una vez habló del «implacable lamento» del tiempo dentro de su cabeza, y Serena Chiba lo describía como «un ser que vive en lugares extraños, embrujados, muy anteriores a la lógica de Darwin».
Quedan dos apasionantes preguntas sin respuesta. En primer lugar, no hemos podido aclarar qué ocurrió con los archivos fotográficos de Kou. Dada la naturaleza de su trabajo, hubo probablemente centenares, millares de fotografías. No se han recuperado. La hipótesis más creíble, y que sería coherente con la forma en que se veía a sí mismo y a su lugar en el mundo, es que las destruyera antes de su muerte.
El segundo interrogante se refiere a su vida entre 1996 y 2003. Hay muy poca información al respecto. Sabemos que vivió modestamente unos años haciendo retratos en Seattle y que siguió fotografiando la zona de Puget Sound. Aparte de eso no tenemos nada. Un detalle interesante es que todas las cartas que le envió la «Social Security Administration» llevaban la inscripción «Devolver al remitente» escrita de su puño y letra, y, efectivamente, fueron devueltas.
La preparación y la redacción de este libro han modificado mi visión del mundo, han transformado mi manera de pensar y, sobre todo, han reducido mi nivel de cinismo respecto a lo que es posible en el campo de las relaciones humanas. Al llegar a conocer a Serena Chiba y a Seiya Kou como lo hice, a través de mi investigación, descubro que los límites de esas relaciones pueden extenderse mucho más allá de lo que yo pensaba.
Tal vez ustedes experimenten lo mismo al leer esta historia.
No será fácil. En un mundo cada vez más insensible, todos hemos desarrollado caparazones contra la sensiblería.
No sé bien dónde termina la gran pasión y empieza el sentimentalismo.
Pero nuestra tendencia a mofarnos de la gran pasión, y a tildar de sensibleros los sentimientos genuinos y profundos, dificulta la entrada al reino de la delicadeza, tan necesaria para comprender la historia de Serena Chiba y Seiya Kou.
Sé que tuve que vencer esa tendencia inicial antes de poder empezar a escribir.
Sin embargo, si ustedes se acercan a este texto renunciando momentáneamente a su incredulidad, confío en que experimentarán lo que yo he experimentado.
En los espacios imparciales de sus corazones, pueden incluso encontrar, como Serena Chiba, un lugar para bailar otra vez.
Bueno y???? que les parece le interesa????? haganmenlo saber besitossss
Bien aclarado esto les dejo el prologo besitossss
Adaptación de: Los puentes de Madison County
Autor: Robert James Waller
Esta historia no me pertenece, le hice modificaciones para adaptarla a la serie de anime cuyos personajes tampoco me pertenecen, esto es solo para distracción.
Prólogo
Algunas canciones llegan de las praderas de flores azules, libres del polvo de mil caminos. Ésta es una de ellas. A última hora de una tarde de otoño del 2010 estoy sentada ante mi escritorio, mirando el titilar del cursor en la pantalla del ordenador, cuando suena el teléfono.
Me llama un tal Mamoru Chiba, que antes vivía en Iowa y ahora vive en Florida. Un amigo de Iowa le ha enviado uno de mis libros. Mamoru Chiba lo ha leído, también su hermana Rini Chiba, y tienen una historia que podría interesarme. están dispuestos a viajar a Iowa para hablarme de ello.
Me intriga que estén dispuestos a hacer ese esfuerzo a pesar de mi escepticismo sobre estos ofrecimientos. De manera que acepto encontrarme con ellos en Des Moines la semana siguiente.
Nos vemos por primera vez en un hotel de la cadena «Holiday Inn» cerca del aeropuerto, disminuye gradualmente la tensión, y ahí están los dos, sentados frente a mí, mientras fuera cae la tarde y nieva suavemente.
Me arrancan una promesa: si decido no escribir la historia, debo dar mi palabra de que nunca revelaré lo que tuvo lugar en Madison County, Iowa, en 1986, ni otros acontecimientos relacionados que ocurrieron durante los siguientes veinticuatro años. Muy bien, es razonable. Al fin y al cabo la historia es suya, no mía.
De manera que me limito a escuchar. Escucho muy atentamente, y hago preguntas difíciles. Y ellos hablan. Hablan y hablan y hablan. En ciertos momentos, Rini llora abiertamente y Mamoru se esfuerza por no hacerlo. Me muestran documentos y recortes de revistas, y una serie de cuadernos escritos por su madre, Serena.
El camarero va y viene. Pedimos más café. Mientras hablan, comienzo a ver imágenes. Primero hay que formarse imágenes, luego vienen las palabras. Y comienzo a oír las palabras, a verlas escritas en el papel. Poco después de medianoche acepto escribir la historia. O al menos intentarlo.
Les costó tomar la decisión de hacer pública la historia. Las circunstancias son delicadas, involucran a su madre y, más tangencialmente, a su padre. Mamoru y Rini admitían que divulgar estos hechos podía desatar habladurías groseras y manchar la memoria de Darien y Serena Chiba.
Durante mi investigación y mientras escribía el texto, solicité tres reuniones más con Mamoru y Rini. En cada ocasión, y sin ninguna protesta, viajaron a Iowa. Deseaban fervientemente que se narrara la historia con toda exactitud. Unas veces simplemente hablábamos; otras recorríamos lentamente los caminos de Madison, mientras ellos me señalaban los lugares que habían tenido un papel significativo.
Además de utilizar la ayuda que me proporcionaron Mamoru y Rini, este relato está basado en la información encontrada en los cuadernos de Serena Chiba; en la investigación realizada en el noroeste de los Estados Unidos, particularmente en Seattle y Bellingham, en el estado de Washington; en la indagación efectuada, sin que trascendiera, en Madison, estado de Iowa.
También me he inspirado en los ensayos fotográficos de Seiya Kou; y en los detalles complementarios que me dieron los editores de las revistas y los fabricantes de películas y equipo fotográfico.
Por fin, mantuve largas y enriquecedoras conversaciones con varios ancianos encantadores en la residencia del condado de Barnesville, en el estado de Ohio, que recordaban a Kou desde su infancia.
A pesar del esfuerzo en la investigación, quedan incógnitas. En esos casos he agregado algo de mi propia imaginación, pero sólo cuando podía deducirlo de mi íntimo conocimiento de Serena y Seiya, a los que había ido descubriendo poco a poco. Confío en haber llegado muy cerca de lo que realmente sucedió.
Pero desconozco, por ejemplo, los pormenores de un viaje que hizo Seiya Kou por el norte de los Estados Unidos. Sabemos que lo realizó por una serie de fotografías que luego se publicaron, notas manuscritas que dejó al editor de una revista y una breve mención que aparece en los cuadernos de Serena Chiba. Usando estas fuentes como guía, creo haber adivinado el camino que tomó desde Bellingham hasta Madison County en agosto de 1986.
Sin embargo, tratar de capturar la esencia de Kou fue la parte más exigente de mi investigación y de la escritura del texto. Es una figura esquiva. A veces parece común y corriente, otras etéreo y hasta espectral. En su trabajo era un profesional consumado. Sin embargo, se veía a sí mismo corno una especie de animal salvaje que se estaba quedando anticuado en un mundo cada vez más ordenado.
Una vez habló del «implacable lamento» del tiempo dentro de su cabeza, y Serena Chiba lo describía como «un ser que vive en lugares extraños, embrujados, muy anteriores a la lógica de Darwin».
Quedan dos apasionantes preguntas sin respuesta. En primer lugar, no hemos podido aclarar qué ocurrió con los archivos fotográficos de Kou. Dada la naturaleza de su trabajo, hubo probablemente centenares, millares de fotografías. No se han recuperado. La hipótesis más creíble, y que sería coherente con la forma en que se veía a sí mismo y a su lugar en el mundo, es que las destruyera antes de su muerte.
El segundo interrogante se refiere a su vida entre 1996 y 2003. Hay muy poca información al respecto. Sabemos que vivió modestamente unos años haciendo retratos en Seattle y que siguió fotografiando la zona de Puget Sound. Aparte de eso no tenemos nada. Un detalle interesante es que todas las cartas que le envió la «Social Security Administration» llevaban la inscripción «Devolver al remitente» escrita de su puño y letra, y, efectivamente, fueron devueltas.
La preparación y la redacción de este libro han modificado mi visión del mundo, han transformado mi manera de pensar y, sobre todo, han reducido mi nivel de cinismo respecto a lo que es posible en el campo de las relaciones humanas. Al llegar a conocer a Serena Chiba y a Seiya Kou como lo hice, a través de mi investigación, descubro que los límites de esas relaciones pueden extenderse mucho más allá de lo que yo pensaba.
Tal vez ustedes experimenten lo mismo al leer esta historia.
No será fácil. En un mundo cada vez más insensible, todos hemos desarrollado caparazones contra la sensiblería.
No sé bien dónde termina la gran pasión y empieza el sentimentalismo.
Pero nuestra tendencia a mofarnos de la gran pasión, y a tildar de sensibleros los sentimientos genuinos y profundos, dificulta la entrada al reino de la delicadeza, tan necesaria para comprender la historia de Serena Chiba y Seiya Kou.
Sé que tuve que vencer esa tendencia inicial antes de poder empezar a escribir.
Sin embargo, si ustedes se acercan a este texto renunciando momentáneamente a su incredulidad, confío en que experimentarán lo que yo he experimentado.
En los espacios imparciales de sus corazones, pueden incluso encontrar, como Serena Chiba, un lugar para bailar otra vez.
Bueno y???? que les parece le interesa????? haganmenlo saber besitossss
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
:[OMG]:entiendo poco, ya que no eh leido ese libro, claro la escritura es bastante fluida, nena no se que pasa hubo un trio, de quienes son los hijos jajaja, que paso, claro esto solo se aclarar a medida que siguas actualizando y por eso te pido te lo suplico que por favor siguas adelante con esta historia jajaja, pero es un S/S verdad jaja, nena te pido que aclares un poco mi mente cuidate y sigue adelnate
ACTUALIZA seeeeee
wendykou- Sailor Outer Scout
- Mensajes : 382
Edad : 38
Sexo :
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
emmmmmm, como decirlo, si es un serena seiya, pero........ tendran que leerlo jajajaj.
Aclaro que es una adaptacion del libro no sera todo el libro, resumire un poco quitare algunas partes engorrosas o pesadas.
Gracias por leerlo!!!!
Aclaro que es una adaptacion del libro no sera todo el libro, resumire un poco quitare algunas partes engorrosas o pesadas.
Gracias por leerlo!!!!
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
jajaja claro que lo leere, me guto el prologo ya imagino los capitulos jajaja
wendykou- Sailor Outer Scout
- Mensajes : 382
Edad : 38
Sexo :
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
Lo confieso, no he leido la novela a pesar de que siempre he tenido intención de hacerlo, así que sin duda esta sera una buena oportunidad de leer esta historia y que mejor si es con nuestros personajes favoritos de SM! Me encantan las adaptaciones!
Y yo tambien espero que sea un S/S! :[AJAM]:
Suerte con esta nueva historia y por aqui me tendras de lectora!
XOXO
Serenity
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
Wow Serenity es un placer tenerte como lectora por aquí sabes que amo tus historias y soy tu fan a morir!!!!.
Yo vi la peli y la verdad que el otro dia hablando con mi marido se me ocurrió hacer esta adaptación.
Espero que te guste besitossss
Yo vi la peli y la verdad que el otro dia hablando con mi marido se me ocurrió hacer esta adaptación.
Espero que te guste besitossss
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
sabes no me gusta s/s pero la adaptacion qe hiciste esta genialosa!! me encanta!! espero y actualizes pronto!! saludos!
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
Gracias sailor natalie moon porque pese a que no te gustan los S/S asi y todo te enganchas te lo agradezco de corazon!!!!.
Por cierto no es totalmente un S/S jajjajajaj besossss
Por cierto no es totalmente un S/S jajjajajaj besossss
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
Amiga Eli!!!!!!!
Al fin lei el prologo de la historia, se ve muy interesante, la verdad me encanta la fluidez de describir situaciones, me encanta!!!!
La unica duda que tengo es quien es el personaje que escribe la novela? Sera un personaje de SM o eres tu como primera persona???
Solo esa pregunta tengo, espero la conti ademas como ya terminara tu otro fic, tendre otra para seguir tu estilo, mucha suerte amiga!!!
Besosososososososososososososos!!!!!!!
Al fin lei el prologo de la historia, se ve muy interesante, la verdad me encanta la fluidez de describir situaciones, me encanta!!!!
La unica duda que tengo es quien es el personaje que escribe la novela? Sera un personaje de SM o eres tu como primera persona???
Solo esa pregunta tengo, espero la conti ademas como ya terminara tu otro fic, tendre otra para seguir tu estilo, mucha suerte amiga!!!
Besosososososososososososososos!!!!!!!
yunie- Princesa Serena
- Mensajes : 856
Edad : 45
Sexo :
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
amix yunie, quien cuenta la historia seria yo (el autor del libro) basado todo en investigaciones. Este es solo el prologo pero en el desarrollo de la historia sera todo contado por serena y luego pasaria a contar yo de nuevo. Estara genial, y creo las hara sufrir y mucho. Al menos es lo que me paso a mi y a los que conozco leyeron el libro o vieron la peli.
En un rato ya subo el 1º cap lo estoy terminando de editar. No durara mucho son creo que 11 o 12 cap nada mas. Pero es digna de leerse.
Besitos
En un rato ya subo el 1º cap lo estoy terminando de editar. No durara mucho son creo que 11 o 12 cap nada mas. Pero es digna de leerse.
Besitos
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
peluches0901 escribió:amix yunie, quien cuenta la historia seria yo (el autor del libro) basado todo en investigaciones. Este es solo el prologo pero en el desarrollo de la historia sera todo contado por serena y luego pasaria a contar yo de nuevo. Estara genial, y creo las hara sufrir y mucho. Al menos es lo que me paso a mi y a los que conozco leyeron el libro o vieron la peli.
En un rato ya subo el 1º cap lo estoy terminando de editar. No durara mucho son creo que 11 o 12 cap nada mas. Pero es digna de leerse.
Besitos
Ok muchas gracias por la aclaracion!!!!
Espero ansiosa el cap 1...
Besosososososososososososos!!!!!!!!!!
yunie- Princesa Serena
- Mensajes : 856
Edad : 45
Sexo :
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
Bueno gente he terminado de editar el primer capitulo.
Espero que les guste, a todas las lady Kou se que será asi. Besitos espero sus comentarios!!!
En la mañana del 8 de agosto de 1986, Seiya Kou cerró con llave la puerta de su apartamento de dos habitaciones en el tercer piso de un edificio destartalado de Bellingham, en el estado de Washington. Bajó por la escalera de madera con una mochila cargada con el equipo fotográfico y una maleta, y siguió por un corredor hasta la puerta del fondo. Su vieja camioneta Chevrolet estaba estacionada en el espacio reservado a los residentes del edificio.
Otra mochila, una nevera portátil, dos trípodes, un termo y una bolsa de fruta se encontraban ya en el interior del coche.
Seiya colocó las mochilas en el asiento y dejó la nevera y los trípodes en el suelo. Subió a la cabina y guardó el estuche de la guitarra y la maleta en un rincón, sujetándolos con la rueda de repuesto que había a un lado. Puso un hule negro bajo la rueda.
Se sentó al volante, repasó mentalmente la lista: doscientos rollos de películas de diversas clases, la mayor parte Kodachrome de velocidad lenta, trípodes, nevera, tres cámaras y cinco lentes, vaqueros y pantalones caqui, camisas, cigarrillos Camel y chaqueta de fotógrafo. Bien. Si se había olvidado de algo, podía comprarlo por el camino.
Seiya llevaba vaqueros desteñidos, botas de campo Red Wing bastante usadas y tirantes de color naranja. Del cinturón, guardado en su vaina, colgaba un cuchillo del ejército suizo.
Miró su reloj. Las ocho y diecisiete. La camioneta arrancó en el segundo intento y retrocedió, cambió de velocidad y avanzó lentamente por la callejuela bajo un sol brumoso. Recorrió las calles de Bellingham, tomó la carretera 11 hacia el sur, siguió durante varios kilómetros la línea de la costa de Puget Sound y luego fue por la autopista, hacia el este, hasta un poco antes de la carretera 20.
Giró y, de cara al sol, Seiya eligió el largo camino que serpenteaba en dirección a las cascadas. Le gustaba la región, y no tenía prisa; se detenía de vez en cuando a hacer anotaciones sobre posibilidades interesantes para futuros viajes o a sacar lo que él llamaba "instantáneas de la memoria». El propósito de esas rápidas fotos era recordarle lugares que podía volver a visitar y conocer con más detalle. Al final de la tarde dobló hacia el norte en Spokane y tomó la carretera 2, que lo llevaría por el norte de los Estados Unidos a Duluth, en el estado de Minnesota.
Por milésima vez en su vida deseó tener un perro, quizás un perdiguero dorado, para viajes como éste y para que le hiciera compañía en casa. Pero viajaba a menudo al extranjero, casi siempre del otro lado del océano, y no sería justo para el animal. Sin embargo, no abandonaba la idea. En unos años sería demasiado viejo para el duro trabajo de reportero. «Entonces tendré un perro», le dijo al verde pinar que veía pasar por la ventanilla de la camioneta.
En estos viajes siempre le daba por hacer un inventario. El perro era parte de ese inventario. Seiya Kou estaba lo más solo que se puede estar. Era hijo único, sus padres habían muerto; sólo le quedaban unos parientes lejanos que lo habían perdido de vista, como él a ellos. Conocía el nombre del propietario del mercado de la esquina, en Bellingham, y el del dueño del negocio de fotografía donde compraba sus materiales. También mantenía relaciones profesionales con algunos editores de revistas. Fuera de ellos, no conocía bien a casi nadie. A los gitanos les cuesta hacerse amigos de la gente común, y él era un poco gitano.
Pensó en Mina, que lo había dejado nueve años atrás, después de cinco años de matrimonio Ahora Seiya tenía cincuenta y dos, lo cual significaba que ella estaba llegando a los cuarenta. Mina soñaba con dedicarse a la música, y ser cantante. Sabía todas las canciones de los Weavers y las cantaba muy bien en los cafés de Seattle. En aquellos tiempos, cuando Seiya llegaba a casa, la llevaba en coche a reuniones de músicos de jazz y se sentaba entre el público a oírla cantar.
Sus largas ausencias, a veces de dos o tres meses, eran perjudiciales para el matrimonio. Él lo sabía. Mina estaba enterada de lo que él hacía cuando se casaron, y pensaron que de algún modo podrían sobrellevarlo. No pudieron. Cuando Seiya volvió tras realizar un reportaje en Islandia ella no estaba. Había dejado una nota: «Seiya, no ha funcionado. Te dejo la guitarra Harmony. Llámame».
No lo hizo. Ella tampoco. Firmó los papeles del divorcio cuando llegaron un año después y, al día siguiente, tomó un avión para Australia. Ella no pedía nada; sólo su libertad.
Se detuvo para pasar la noche en Kalispell, en Montana. Ya era tarde. El «Cozy Inn» parecía barato y lo era. Llevó sus cosas a una habitación que tenía dos lámparas de mesa, una de ellas con la bombilla fundida. Ya en la cama, mientras leía Las verdes colinas de África bebiendo una cerveza, sentía el olor de las fábricas de papel de Kalispell.
Por la mañana salió a correr cuarenta minutos; después, hizo cincuenta flexiones y usó las cámaras como pequeñas pesas para completar el ejercicio rutinario.
Cruzó la parte alta de Montana, entró en Dakota del Norte, y la zona despojada, llana, le pareció tan fascinante como las montañas o el mar. El lugar emanaba una especie de austera belleza, y se detuvo varias veces, colocó un trípode y tomó varias fotos en blanco y negro de las viejas construcciones de las granjas. Ese paisaje respondía a sus inclinaciones minimalistas.
Las reservas indias eran deprimentes, por las razones que todo el mundo conoce e ignora. Ese tipo de población no era mejor en el noroeste de Washington ni en ninguna otra parte que él hubiese visto.
En la mañana del día 14, dos horas después de salir de Duluth, dobló hacia el nordeste y siguió por un camino secundario hacia Hibbing y las minas de hierro. El polvo rojo flotaba en el aire, y había grandes máquinas y trenes especialmente diseñados para llevar el mineral hasta los cargueros de Two Harbors, en el Lago Superior. Pasó la tarde visitando Hibbings y no lo encontró a su gusto, a pesar de que Bob Zimmerman-Dylan fuese originario de allí.
La única canción de Dylan que realmente le había gustado era Muchacha del norte. La cantaba para sí mismo mientras dejaba atrás esa región y sus gigantescos agujeros rojos en la tierra. «Si viajas por la feria del norte, donde golpea el viento en la frontera...».
Cantaba esa canción acompañándose con la guitarra. Mina le había enseñado algunos acordes y arpegios. «Me dejó más ella a mí que yo a ella», le dijo una vez a un lanchero borracho en una taberna llamada McElroy's Bar, en algún lugar de la cuenca del Amazonas. Y así era.
Sería bueno tener a alguien, a una mujer, pensó. Cuando uno envejece se pone así. Pero sus largas estancias lejos de Bellingham serían difíciles de soportar para ella. Ya lo había aprendido.
Cuando estaba en su casa, veía de vez en cuando a la directora creativa de una agencia de publicidad de Seattle “Rei”. La había conocido mientras hacían un trabajo juntos. Ella tenía cuarenta y dos años, era una persona inteligente y agradable; pero él no la amaba, no la amaría nunca.
Sin embargo, alguna noche los dos se sentían un poco solos y salían juntos. Iban al cine, tomaban unas cervezas, y más tarde se acostaban y todo salía bastante bien. Ella había tenido su vida; había trabajado de camarera en varios bares cuando iba a la universidad y se había casado dos veces.
Después de hacer el amor, mientras estaban acostados juntos, ella invariablemente le decía: «Eres el mejor, Seiya, no tienes competencia, no hay quien se te acerque siquiera».
Él suponía que a un hombre debía gustarle que le dijeran eso, pero no era tan experimentado y de todos modos no tenía forma de saber si ella le decía la verdad. Una vez, ella dijo algo que no pudo olvidar. «Seiya, hay un ser dentro de ti que yo no llego a sacar a la superficie, que no tengo fuerzas suficientes para alcanzar. A veces siento que hace mucho tiempo que estás aquí, más que una vida, y que has estado en lugares con los que ninguno de nosotros ha soñado jamás. Me asustas, a pesar de que eres muy delicado conmigo. Si no luchara por controlarme cuando estoy contigo, sentiría que puedo perderme a mí misma y no volver a encontrarme.»
Él comprendía, ambiguamente, de qué hablaba ella. Tenía esos pensamientos errantes, un melancólico sentido de lo trágico combinado con una intensa potencia física e intelectual, desde que era niño en un pueblecito de Ohio. Mientras otros chicos aprendían Row, Row Your Boat, él aprendía la melodía y la letra en inglés de una canción de cabaret francesa.
Le gustaban las palabras y las imágenes. Una de sus palabras favoritas era «azul». Le gustaba la sensación en los labios y en la lengua mientras la decía. «Las palabras provocan sensaciones físicas, no solamente trasmiten significados», recordaba haber pensado cuando era joven. Le atraían otras palabras por el sonido: distante, humo, camino, antiguo, pasaje, viajero, India. Disfrutaba del sonido y del sabor, y de lo que evocaban en su mente. En las paredes de su cuarto, había listas de palabras que le gustaban.
Hasta su madre notaba que en él había algo diferente. Seiya no habló hasta los tres años, y luego empezó a hacerla con oraciones completas; a los cinco años sabía leer. En la escuela era un estudiante indiferente que frustraba a sus profesores. Miraban sus coeficientes de inteligencia y le hablaban de lograr cosas, de hacer lo que era capaz de hacer; le decían que podía llegar a ser lo que quisiese.
La madre habló con varios profesores. Cuando los profesores le hablaban de la conducta algo recalcitrante de Seiya dadas sus posibilidades, decía:
«Seiya vive en un mundo propio, inventado por él. Sé que es mi hijo, pero a veces tengo la sensación de que no ha venido de mi marido y de mí, sino de otro lugar al que está intentando volver. Aprecio el interés que ustedes se toman, y trataré una vez más de estimulado a que trabaje más en la escuela».
Pero él se contentaba con leer todos los libros de aventuras y de viajes que encontraba en la biblioteca de la escuela, y el resto del tiempo andaba solo. Pasaba los días junto al río que corría por las afueras de la ciudad, y pasaba por alto fiestas, partidos de fútbol y las cosas así, que lo aburrían. Pescaba, nadaba, caminaba y se acostaba sobre la hierba, escuchando voces lejanas, y se imaginaba que era el único en oírlas. Hay brujos por aquí, se decía. Si uno calla y no se cierra, los oye, están ahí. Y le hubiera gustado tener un perro para compartir esos momentos.
No había dinero para la universidad. Tampoco deseaba ir. Su padre trabajaba mucho y era bueno con su madre y con él, pero el trabajo en una fábrica de válvulas no dejaba mucho para otras cosas, ni para alimentar a un perro. Seiya tenía dieciocho años cuando murió su padre, de manera que se alistó en el ejército para poder mantenerse a sí mismo y a su madre. Estuvo en el ejército cuatro años, pero esos cuatro años cambiaron su vida.
Por el misterioso funcionamiento de la mente militar, le asignaron la tarea de ayudante de fotógrafo, aunque ni siquiera sabía poner un rollo en la cámara. Pero ese trabajo le reveló su vocación. Los detalles técnicos no le plantearon dificultades. En un mes, no sólo hacía el revelado para dos fotógrafos del equipo, sino que también le permitían realizar solo los proyectos sencillos.
Uno de los fotógrafos, Taiki, le tenía simpatía, y dedicó horas extra a enseñarle las sutilezas fotográficas. Seiya Kou tomó prestados libros de fotografías y de arte de la biblioteca de Fort Monmouth y los estudió. Desde el principio le gustaron particularmente los impresionistas franceses y el uso de la luz en Rembrandt.
Con el tiempo, comenzó a darse cuenta de que era esa luz lo que fotografiaba, no los objetos. Los objetos eran meros vehículos para reflejar la luz. Si la luz era buena, siempre se podía encontrar algo que fotografiar. Entonces Seiya compró una Leica usada en una tienda local. La llevó a Cape May, en New Jersey, y se pasó una semana de su permiso fotografiando la vida en la playa.
Cuando salió del ejército, a los veintidós años, era bastante buen fotógrafo y encontró trabajo en Nueva York como ayudante de un conocido fotógrafo de modas.
Las modelos eran hermosas; salió con unas cuantas y se enamoró un poco de una, hasta que ella se mudó a París y se separaron. Ella le dijo: «Seiya, no estoy segura de quién eres o qué eres pero, por favor, ven a verme a París». Él le dijo que iría, y lo dijo en serio, pero nunca fue. Años más tarde, cuando hacía un reportaje sobre las playas de Normandía, encontró el nombre de esa muchacha en la guía de teléfonos de París, la llamó y tomaron un café en un bar al aire libre. Ella estaba casada con un director de cine y tenía tres hijos.
Su madre murió durante el segundo año que él estuvo en Nueva York. Volvió a Ohio, la enterró, y luego un abogado le leyó el testamento. No había quedado mucho. Seiya vendió la casa y compró equipo fotográfico de primera clase con el dinero. Mientras le pagaba la cámara al vendedor, pensó en los años que su padre había trabajado para ganar esos dólares y en la vida sencilla que habían llevado.
Algunos de sus trabajos comenzaron a salir en revistas. Después, lo llamaron del National Geographic. Habían visto en un calendario, una foto tomada por él en Cape May. Habló con ellos, le dieron un trabajo de poca importancia, que realizó de forma muy profesional, y con eso se abrió camino.
Se compró una motocicleta en San Francisco, fue con ella a Big Sur, hizo el amor en la playa con una violonchelista de Carmel una tal Michiru Kaioh, y volvió al norte para explorar el estado de Washington. Le gustó el lugar y lo eligió como base de operaciones.
Ahora, a los cincuenta y dos años, seguía estudiando la luz. Había estado en la mayor parte de los lugares cuyos nombres fijaba en las paredes de su cuarto cuando niño, y se maravillaba de estar allí cuando los visitaba, de sentarse en el Raffles Bar, de remontar el Amazonas en una ruidosa lancha fluvial o de balancearse sobre un camello por el desierto de Rajastani.
Pasó la carretera 65, cruzó Des Moines a primera hora de la mañana de un lunes, el 16 de agosto de 1986, giró al oeste por la carretera de Iowa 92, y se dirigió a Madison County y a los puentes cubiertos que debía haber allí, según el National Geographic. Efectivamente, ahí estaban; el empleado de la estación de servicio Texaco se lo aseguró y le indicó vagamente cómo llegar a los siete puentes.
Encontró fácilmente los seis primeros, y fue anotando en el mapa la estrategia que adoptaría para fotografiarlos. Pero no lograba localizar el séptimo, llamado Roseman Bridge. Hacía calor; Seiya tenía calor, Harry —su furgoneta— estaba ardiendo, y recorría caminos de grava que no parecían llevar a ninguna parte excepto al siguiente camino de grava.
Se acercaba a un buzón que se avistaba al final de un sendero de menos de cien metros. El nombre del buzón decía «Darien Chiba, RR 2». Disminuyó la velocidad y entró en el sendero en busca de un guía.
Al llegar a la casa vio a una mujer sentada en el porche. Ese lugar parecía fresco, y la mujer tenía en la mano un vaso con una bebida de aspecto aún más fresco. Se levantó y fue hacia él. Seiya bajó del camión y la miró, la miró más atentamente, y luego más atentamente aún.
Era hermosa, o lo había sido, o podía volver a serlo. Y de inmediato Seiya empezó a sentir esa vieja torpeza que siempre lo acometía ante las mujeres que lo atraían, aunque sólo fuera un poco. Pero este no era el caso, esa mujer que tenia en frente lo hizo estremecer, esa hermosura oculta en viejas ropas de una señora de campo. “Vaya que celestes tiene” penso al asercarse, y las curvas de su cuerpo que mostraba aquellos vaqueros gastados. Que le sucedia no lo sabia, al menos no aun.
Espero que les guste, a todas las lady Kou se que será asi. Besitos espero sus comentarios!!!
Capitulo Nº 1 Seiya Kou
En la mañana del 8 de agosto de 1986, Seiya Kou cerró con llave la puerta de su apartamento de dos habitaciones en el tercer piso de un edificio destartalado de Bellingham, en el estado de Washington. Bajó por la escalera de madera con una mochila cargada con el equipo fotográfico y una maleta, y siguió por un corredor hasta la puerta del fondo. Su vieja camioneta Chevrolet estaba estacionada en el espacio reservado a los residentes del edificio.
Otra mochila, una nevera portátil, dos trípodes, un termo y una bolsa de fruta se encontraban ya en el interior del coche.
Seiya colocó las mochilas en el asiento y dejó la nevera y los trípodes en el suelo. Subió a la cabina y guardó el estuche de la guitarra y la maleta en un rincón, sujetándolos con la rueda de repuesto que había a un lado. Puso un hule negro bajo la rueda.
Se sentó al volante, repasó mentalmente la lista: doscientos rollos de películas de diversas clases, la mayor parte Kodachrome de velocidad lenta, trípodes, nevera, tres cámaras y cinco lentes, vaqueros y pantalones caqui, camisas, cigarrillos Camel y chaqueta de fotógrafo. Bien. Si se había olvidado de algo, podía comprarlo por el camino.
Seiya llevaba vaqueros desteñidos, botas de campo Red Wing bastante usadas y tirantes de color naranja. Del cinturón, guardado en su vaina, colgaba un cuchillo del ejército suizo.
Miró su reloj. Las ocho y diecisiete. La camioneta arrancó en el segundo intento y retrocedió, cambió de velocidad y avanzó lentamente por la callejuela bajo un sol brumoso. Recorrió las calles de Bellingham, tomó la carretera 11 hacia el sur, siguió durante varios kilómetros la línea de la costa de Puget Sound y luego fue por la autopista, hacia el este, hasta un poco antes de la carretera 20.
Giró y, de cara al sol, Seiya eligió el largo camino que serpenteaba en dirección a las cascadas. Le gustaba la región, y no tenía prisa; se detenía de vez en cuando a hacer anotaciones sobre posibilidades interesantes para futuros viajes o a sacar lo que él llamaba "instantáneas de la memoria». El propósito de esas rápidas fotos era recordarle lugares que podía volver a visitar y conocer con más detalle. Al final de la tarde dobló hacia el norte en Spokane y tomó la carretera 2, que lo llevaría por el norte de los Estados Unidos a Duluth, en el estado de Minnesota.
Por milésima vez en su vida deseó tener un perro, quizás un perdiguero dorado, para viajes como éste y para que le hiciera compañía en casa. Pero viajaba a menudo al extranjero, casi siempre del otro lado del océano, y no sería justo para el animal. Sin embargo, no abandonaba la idea. En unos años sería demasiado viejo para el duro trabajo de reportero. «Entonces tendré un perro», le dijo al verde pinar que veía pasar por la ventanilla de la camioneta.
En estos viajes siempre le daba por hacer un inventario. El perro era parte de ese inventario. Seiya Kou estaba lo más solo que se puede estar. Era hijo único, sus padres habían muerto; sólo le quedaban unos parientes lejanos que lo habían perdido de vista, como él a ellos. Conocía el nombre del propietario del mercado de la esquina, en Bellingham, y el del dueño del negocio de fotografía donde compraba sus materiales. También mantenía relaciones profesionales con algunos editores de revistas. Fuera de ellos, no conocía bien a casi nadie. A los gitanos les cuesta hacerse amigos de la gente común, y él era un poco gitano.
Pensó en Mina, que lo había dejado nueve años atrás, después de cinco años de matrimonio Ahora Seiya tenía cincuenta y dos, lo cual significaba que ella estaba llegando a los cuarenta. Mina soñaba con dedicarse a la música, y ser cantante. Sabía todas las canciones de los Weavers y las cantaba muy bien en los cafés de Seattle. En aquellos tiempos, cuando Seiya llegaba a casa, la llevaba en coche a reuniones de músicos de jazz y se sentaba entre el público a oírla cantar.
Sus largas ausencias, a veces de dos o tres meses, eran perjudiciales para el matrimonio. Él lo sabía. Mina estaba enterada de lo que él hacía cuando se casaron, y pensaron que de algún modo podrían sobrellevarlo. No pudieron. Cuando Seiya volvió tras realizar un reportaje en Islandia ella no estaba. Había dejado una nota: «Seiya, no ha funcionado. Te dejo la guitarra Harmony. Llámame».
No lo hizo. Ella tampoco. Firmó los papeles del divorcio cuando llegaron un año después y, al día siguiente, tomó un avión para Australia. Ella no pedía nada; sólo su libertad.
Se detuvo para pasar la noche en Kalispell, en Montana. Ya era tarde. El «Cozy Inn» parecía barato y lo era. Llevó sus cosas a una habitación que tenía dos lámparas de mesa, una de ellas con la bombilla fundida. Ya en la cama, mientras leía Las verdes colinas de África bebiendo una cerveza, sentía el olor de las fábricas de papel de Kalispell.
Por la mañana salió a correr cuarenta minutos; después, hizo cincuenta flexiones y usó las cámaras como pequeñas pesas para completar el ejercicio rutinario.
Cruzó la parte alta de Montana, entró en Dakota del Norte, y la zona despojada, llana, le pareció tan fascinante como las montañas o el mar. El lugar emanaba una especie de austera belleza, y se detuvo varias veces, colocó un trípode y tomó varias fotos en blanco y negro de las viejas construcciones de las granjas. Ese paisaje respondía a sus inclinaciones minimalistas.
Las reservas indias eran deprimentes, por las razones que todo el mundo conoce e ignora. Ese tipo de población no era mejor en el noroeste de Washington ni en ninguna otra parte que él hubiese visto.
En la mañana del día 14, dos horas después de salir de Duluth, dobló hacia el nordeste y siguió por un camino secundario hacia Hibbing y las minas de hierro. El polvo rojo flotaba en el aire, y había grandes máquinas y trenes especialmente diseñados para llevar el mineral hasta los cargueros de Two Harbors, en el Lago Superior. Pasó la tarde visitando Hibbings y no lo encontró a su gusto, a pesar de que Bob Zimmerman-Dylan fuese originario de allí.
La única canción de Dylan que realmente le había gustado era Muchacha del norte. La cantaba para sí mismo mientras dejaba atrás esa región y sus gigantescos agujeros rojos en la tierra. «Si viajas por la feria del norte, donde golpea el viento en la frontera...».
Cantaba esa canción acompañándose con la guitarra. Mina le había enseñado algunos acordes y arpegios. «Me dejó más ella a mí que yo a ella», le dijo una vez a un lanchero borracho en una taberna llamada McElroy's Bar, en algún lugar de la cuenca del Amazonas. Y así era.
Sería bueno tener a alguien, a una mujer, pensó. Cuando uno envejece se pone así. Pero sus largas estancias lejos de Bellingham serían difíciles de soportar para ella. Ya lo había aprendido.
Cuando estaba en su casa, veía de vez en cuando a la directora creativa de una agencia de publicidad de Seattle “Rei”. La había conocido mientras hacían un trabajo juntos. Ella tenía cuarenta y dos años, era una persona inteligente y agradable; pero él no la amaba, no la amaría nunca.
Sin embargo, alguna noche los dos se sentían un poco solos y salían juntos. Iban al cine, tomaban unas cervezas, y más tarde se acostaban y todo salía bastante bien. Ella había tenido su vida; había trabajado de camarera en varios bares cuando iba a la universidad y se había casado dos veces.
Después de hacer el amor, mientras estaban acostados juntos, ella invariablemente le decía: «Eres el mejor, Seiya, no tienes competencia, no hay quien se te acerque siquiera».
Él suponía que a un hombre debía gustarle que le dijeran eso, pero no era tan experimentado y de todos modos no tenía forma de saber si ella le decía la verdad. Una vez, ella dijo algo que no pudo olvidar. «Seiya, hay un ser dentro de ti que yo no llego a sacar a la superficie, que no tengo fuerzas suficientes para alcanzar. A veces siento que hace mucho tiempo que estás aquí, más que una vida, y que has estado en lugares con los que ninguno de nosotros ha soñado jamás. Me asustas, a pesar de que eres muy delicado conmigo. Si no luchara por controlarme cuando estoy contigo, sentiría que puedo perderme a mí misma y no volver a encontrarme.»
Él comprendía, ambiguamente, de qué hablaba ella. Tenía esos pensamientos errantes, un melancólico sentido de lo trágico combinado con una intensa potencia física e intelectual, desde que era niño en un pueblecito de Ohio. Mientras otros chicos aprendían Row, Row Your Boat, él aprendía la melodía y la letra en inglés de una canción de cabaret francesa.
Le gustaban las palabras y las imágenes. Una de sus palabras favoritas era «azul». Le gustaba la sensación en los labios y en la lengua mientras la decía. «Las palabras provocan sensaciones físicas, no solamente trasmiten significados», recordaba haber pensado cuando era joven. Le atraían otras palabras por el sonido: distante, humo, camino, antiguo, pasaje, viajero, India. Disfrutaba del sonido y del sabor, y de lo que evocaban en su mente. En las paredes de su cuarto, había listas de palabras que le gustaban.
Hasta su madre notaba que en él había algo diferente. Seiya no habló hasta los tres años, y luego empezó a hacerla con oraciones completas; a los cinco años sabía leer. En la escuela era un estudiante indiferente que frustraba a sus profesores. Miraban sus coeficientes de inteligencia y le hablaban de lograr cosas, de hacer lo que era capaz de hacer; le decían que podía llegar a ser lo que quisiese.
La madre habló con varios profesores. Cuando los profesores le hablaban de la conducta algo recalcitrante de Seiya dadas sus posibilidades, decía:
«Seiya vive en un mundo propio, inventado por él. Sé que es mi hijo, pero a veces tengo la sensación de que no ha venido de mi marido y de mí, sino de otro lugar al que está intentando volver. Aprecio el interés que ustedes se toman, y trataré una vez más de estimulado a que trabaje más en la escuela».
Pero él se contentaba con leer todos los libros de aventuras y de viajes que encontraba en la biblioteca de la escuela, y el resto del tiempo andaba solo. Pasaba los días junto al río que corría por las afueras de la ciudad, y pasaba por alto fiestas, partidos de fútbol y las cosas así, que lo aburrían. Pescaba, nadaba, caminaba y se acostaba sobre la hierba, escuchando voces lejanas, y se imaginaba que era el único en oírlas. Hay brujos por aquí, se decía. Si uno calla y no se cierra, los oye, están ahí. Y le hubiera gustado tener un perro para compartir esos momentos.
No había dinero para la universidad. Tampoco deseaba ir. Su padre trabajaba mucho y era bueno con su madre y con él, pero el trabajo en una fábrica de válvulas no dejaba mucho para otras cosas, ni para alimentar a un perro. Seiya tenía dieciocho años cuando murió su padre, de manera que se alistó en el ejército para poder mantenerse a sí mismo y a su madre. Estuvo en el ejército cuatro años, pero esos cuatro años cambiaron su vida.
Por el misterioso funcionamiento de la mente militar, le asignaron la tarea de ayudante de fotógrafo, aunque ni siquiera sabía poner un rollo en la cámara. Pero ese trabajo le reveló su vocación. Los detalles técnicos no le plantearon dificultades. En un mes, no sólo hacía el revelado para dos fotógrafos del equipo, sino que también le permitían realizar solo los proyectos sencillos.
Uno de los fotógrafos, Taiki, le tenía simpatía, y dedicó horas extra a enseñarle las sutilezas fotográficas. Seiya Kou tomó prestados libros de fotografías y de arte de la biblioteca de Fort Monmouth y los estudió. Desde el principio le gustaron particularmente los impresionistas franceses y el uso de la luz en Rembrandt.
Con el tiempo, comenzó a darse cuenta de que era esa luz lo que fotografiaba, no los objetos. Los objetos eran meros vehículos para reflejar la luz. Si la luz era buena, siempre se podía encontrar algo que fotografiar. Entonces Seiya compró una Leica usada en una tienda local. La llevó a Cape May, en New Jersey, y se pasó una semana de su permiso fotografiando la vida en la playa.
Cuando salió del ejército, a los veintidós años, era bastante buen fotógrafo y encontró trabajo en Nueva York como ayudante de un conocido fotógrafo de modas.
Las modelos eran hermosas; salió con unas cuantas y se enamoró un poco de una, hasta que ella se mudó a París y se separaron. Ella le dijo: «Seiya, no estoy segura de quién eres o qué eres pero, por favor, ven a verme a París». Él le dijo que iría, y lo dijo en serio, pero nunca fue. Años más tarde, cuando hacía un reportaje sobre las playas de Normandía, encontró el nombre de esa muchacha en la guía de teléfonos de París, la llamó y tomaron un café en un bar al aire libre. Ella estaba casada con un director de cine y tenía tres hijos.
Su madre murió durante el segundo año que él estuvo en Nueva York. Volvió a Ohio, la enterró, y luego un abogado le leyó el testamento. No había quedado mucho. Seiya vendió la casa y compró equipo fotográfico de primera clase con el dinero. Mientras le pagaba la cámara al vendedor, pensó en los años que su padre había trabajado para ganar esos dólares y en la vida sencilla que habían llevado.
Algunos de sus trabajos comenzaron a salir en revistas. Después, lo llamaron del National Geographic. Habían visto en un calendario, una foto tomada por él en Cape May. Habló con ellos, le dieron un trabajo de poca importancia, que realizó de forma muy profesional, y con eso se abrió camino.
Se compró una motocicleta en San Francisco, fue con ella a Big Sur, hizo el amor en la playa con una violonchelista de Carmel una tal Michiru Kaioh, y volvió al norte para explorar el estado de Washington. Le gustó el lugar y lo eligió como base de operaciones.
Ahora, a los cincuenta y dos años, seguía estudiando la luz. Había estado en la mayor parte de los lugares cuyos nombres fijaba en las paredes de su cuarto cuando niño, y se maravillaba de estar allí cuando los visitaba, de sentarse en el Raffles Bar, de remontar el Amazonas en una ruidosa lancha fluvial o de balancearse sobre un camello por el desierto de Rajastani.
Pasó la carretera 65, cruzó Des Moines a primera hora de la mañana de un lunes, el 16 de agosto de 1986, giró al oeste por la carretera de Iowa 92, y se dirigió a Madison County y a los puentes cubiertos que debía haber allí, según el National Geographic. Efectivamente, ahí estaban; el empleado de la estación de servicio Texaco se lo aseguró y le indicó vagamente cómo llegar a los siete puentes.
Encontró fácilmente los seis primeros, y fue anotando en el mapa la estrategia que adoptaría para fotografiarlos. Pero no lograba localizar el séptimo, llamado Roseman Bridge. Hacía calor; Seiya tenía calor, Harry —su furgoneta— estaba ardiendo, y recorría caminos de grava que no parecían llevar a ninguna parte excepto al siguiente camino de grava.
Se acercaba a un buzón que se avistaba al final de un sendero de menos de cien metros. El nombre del buzón decía «Darien Chiba, RR 2». Disminuyó la velocidad y entró en el sendero en busca de un guía.
Al llegar a la casa vio a una mujer sentada en el porche. Ese lugar parecía fresco, y la mujer tenía en la mano un vaso con una bebida de aspecto aún más fresco. Se levantó y fue hacia él. Seiya bajó del camión y la miró, la miró más atentamente, y luego más atentamente aún.
Era hermosa, o lo había sido, o podía volver a serlo. Y de inmediato Seiya empezó a sentir esa vieja torpeza que siempre lo acometía ante las mujeres que lo atraían, aunque sólo fuera un poco. Pero este no era el caso, esa mujer que tenia en frente lo hizo estremecer, esa hermosura oculta en viejas ropas de una señora de campo. “Vaya que celestes tiene” penso al asercarse, y las curvas de su cuerpo que mostraba aquellos vaqueros gastados. Que le sucedia no lo sabia, al menos no aun.
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
Que buena publicacion amiga, esta muy hermosooooo!!!!
Al fin Seiya conocio a Serena!!!
Aunque no me hago la idea de ver a Seiya como todo un señor de 52, como sera?? Creo que aun seria muy guapo, jejeje.
Eso si, cuando joven era mas picaflor todo un latinlover, xd...
Hasta en la playa tuvo eso con Michiru, quien lo diria, eh?
Espero pronto tu conti....me encanto
Besososososososososososososos!!!!!!
Al fin Seiya conocio a Serena!!!
Aunque no me hago la idea de ver a Seiya como todo un señor de 52, como sera?? Creo que aun seria muy guapo, jejeje.
Eso si, cuando joven era mas picaflor todo un latinlover, xd...
Hasta en la playa tuvo eso con Michiru, quien lo diria, eh?
Espero pronto tu conti....me encanto
Besososososososososososososos!!!!!!
yunie- Princesa Serena
- Mensajes : 856
Edad : 45
Sexo :
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
Gracias amiga!!!!, si se que es dificil de imaginarselo a esa edad, pero por la descripcion se mantiene o no???? aparte esta historia es para dejar una enseñanza. No importa que edad tengas, cuando te toca el amor, no importa la edad ni el estado del cuerpo, solo del corazon. es hermoso realmente"
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
amix no soy una lady kou pero me gusto mucho espero que subas el sgt capi pronto esta muy bonita la historia la verdad no la conocia
linathalie- Sailor Star Light
- Mensajes : 549
Edad : 36
Sexo :
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
ME GUSTO EL PRIMER CAP INCREIBLE SEIYA A LOS 52 AÑOS COMO SERA A ESA EDAD ESPERO EL PROXIMO CAP SALUDOS
mariaflorencia- Neo Reina Serena
- Mensajes : 3979
Edad : 37
Sexo :
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
me gusto mucho la adaptación!! la verdad es que yo tampoco me imagino a Seiya con 52 años, para mi siempre sera joven
july1412- Sailor Star Light
- Mensajes : 527
Edad : 32
Sexo :
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
Hola amiga, estuvo interesante este capi, y tambien pienso en que es dificil verlo con 52 años, pero eso es lo maravilloso de Seiya, joven o viejo és y será siempre nuestro Seiya, el mas guapo de todos y amado por todas las lady kou o a poco no? me gusto mucho y siguela amix cuidate.
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
Que buen capitulo!
Aunque he de decir que no me imagino a Seiya como un señor de 52 años pese a que su personalidad en esta historia es realmente parecida a él, aunque no por eso deja de tener cierto encanto [SERRISA]
Me encanto este primer capitulo! espero leer muy pronto el siguiente!
XOXO
Serenity
Aunque he de decir que no me imagino a Seiya como un señor de 52 años pese a que su personalidad en esta historia es realmente parecida a él, aunque no por eso deja de tener cierto encanto [SERRISA]
Me encanto este primer capitulo! espero leer muy pronto el siguiente!
XOXO
Serenity
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
linathalie escribió:amix no soy una lady kou pero me gusto mucho espero que subas el sgt capi pronto esta muy bonita la historia la verdad no la conocia
ES REALMENTE HERMOSA AUNQUE QUIZAS SEA TRISTE ESPERO NO ME MATEN JAJAJAJAJ
por mariaflorencia el Vie Mar 11, 2011 1:45 pm
ME GUSTO EL PRIMER CAP INCREIBLE SEIYA A LOS 52 AÑOS COMO SERA A ESA EDAD ESPERO EL PROXIMO CAP SALUDOS
TE PUEDO ASEGURAR QUE TE ENCANTARA ESTA HISTORIA Y QUE A PESAR DE LA EDAD LA ESCENCIA DE EL NO SE PIERDE!!! BESOS Y GRACIAS POR SEGUIRME!!!
por july1412 el Vie Mar 11, 2011 7:08 pm
me gusto mucho la adaptación!! la verdad es que yo tampoco me imagino a Seiya con 52 años, para mi siempre sera joven
ME ALEGRO QUE TE HAYA GUSTADO Y LA VERDAD CREO QUE NO HAY EDAD PARA EL AMOR POR ESO ESTA HISTORIA ES TAN MAGICA!!!!! GRACIAS POR LEER LA HISTORIA BESITOS!!!
por Ev el Vie Mar 11, 2011 8:16 pm
Hola amiga, estuvo interesante este capi, y tambien pienso en que es dificil verlo con 52 años, pero eso es lo maravilloso de Seiya, joven o viejo és y será siempre nuestro Seiya, el mas guapo de todos y amado por todas las lady kou o a poco no? me gusto mucho y siguela amix cuidate.
ESTOY DE ACUERDO CONTIGO EV!!!!! AUNQUE SEA VIEJITO SERA NUESTRO AMOR ESO ES EL VERDADERO AMOR!!!!! MIRAME A MI ME ENAMORE DE EL A LOS 16 AÑOS Y YA TENGO 31 JAJAJAJJAJ
por Serenity el Vie Mar 11, 2011 11:52 pm
Que buen capitulo!
Aunque he de decir que no me imagino a Seiya como un señor de 52 años pese a que su personalidad en esta historia es realmente parecida a él, aunque no por eso deja de tener cierto encanto
Me encanto este primer capitulo! espero leer muy pronto el siguiente!
XOXO
Serenity
viste sabia que les iba a gustar porque cuando lei el libro juro por dios que pense en seiya es re parecido jajajajaj en cuanto a personalidad y ya veran mas adelante. besitosss
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
jajaja llegue tarde... no creo que no jajja
nena esta de lujo, me eh quedado o.O por la edad de mi amado, no lo creia jajaj con decirte que lo lei 2 veces para ver si en realidad decia 52 jajaja, pero a de ser un señor muy guapo, asi como harison ford, o bruz wilis o jajaja no se pero a pesar de la edad no dejan de ser papasitos jaja, nena me gusta, espero que darien ya este muerto jajaja, no bromas jajaja, pero wow el amor a surgido que lindo.
sigue actualizando que soy tu fan numero 1 jajaj
nena esta de lujo, me eh quedado o.O por la edad de mi amado, no lo creia jajaj con decirte que lo lei 2 veces para ver si en realidad decia 52 jajaja, pero a de ser un señor muy guapo, asi como harison ford, o bruz wilis o jajaja no se pero a pesar de la edad no dejan de ser papasitos jaja, nena me gusta, espero que darien ya este muerto jajaja, no bromas jajaja, pero wow el amor a surgido que lindo.
sigue actualizando que soy tu fan numero 1 jajaj
wendykou- Sailor Outer Scout
- Mensajes : 382
Edad : 38
Sexo :
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
wendykou escribió:jajaja llegue tarde... no creo que no jajja
nena esta de lujo, me eh quedado o.O por la edad de mi amado, no lo creia jajaj con decirte que lo lei 2 veces para ver si en realidad decia 52 jajaja, pero a de ser un señor muy guapo, asi como harison ford, o bruz wilis o jajaja no se pero a pesar de la edad no dejan de ser papasitos jaja, nena me gusta, espero que darien ya este muerto jajaja, no bromas jajaja, pero wow el amor a surgido que lindo.
sigue actualizando que soy tu fan numero 1 jajaj
Wowwww gracias amix!!!!, sisi y esperensen este fic estara genial y lamento informarte que don chiba esta vivo, pero ya veraaaaannnnnn besitos
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
uhhh peluches0901 por que esta donde chiba mala jajajaja
mariaflorencia- Neo Reina Serena
- Mensajes : 3979
Edad : 37
Sexo :
Re: Los Puentes de Madison [UA] Dram/Rom S/ND final
amix no me odien tendran que leer con atencion todoooo el fic para poder entender bien. jajajajaj besosss
Página 1 de 5. • 1, 2, 3, 4, 5
Página 1 de 5.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.